Miércoles de la 34ª semana de Tiempo Ordinario. "Aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo" que aquel reino estaba fundado sobre algo endeble, pero el Reino de Dios no es de este mundo… "Todos os odiarán por causa mía, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá".
Profecía de Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28. En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Apurando el vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera. De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoco del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía cómo escribían los dedos. Entonces su rostro palideció, la mente se le turbó, le faltaron las fuerzas, las rodillas le entrechocaban. Trajeron a Daniel ante el rey, y éste le preguntó: -«¿Eres tú Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey, mi padre? Me han dicho que posees espíritu de profecía, inteligencia, prudencia y un saber extraordinario. Me han dicho que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y explicarme su sentido, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino.» Entonces Daniel habló así al rey: -«Quédate con tus dones y da a otro tus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le explicaré su sentido. Te has rebelado contra el Señor del cielo, has hecho traer los vasos de su templo, para brindar con ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y concubinas. Habéis alabado a dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera, que ni ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de vuestra vida y vuestras empresas no lo has honrado. Por eso Dios ha enviado esa mano para escribir ese texto. Lo que está escrito es: "Contado, Pesado, Dividido." La interpretación es ésta: "Contado": Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite; "Pesado": te ha pesado en la balanza y te falta peso; "Dividido": tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas. »
Salmo responsorial Dn 3,62.63.64.65.66.67. R. Ensalzadlo con himnos por los siglos.
Sol y luna, bendecid al Señor.
Astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor.
Vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor.
Fríos y heladas, bendecid al Señor.
Evangelio según san Lucas 21,12-19. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Comentario: 1.- Dn 5,1-6.13-14.16-17.23-28: a) El episodio del banquete del rey Baltasar -que tampoco hay que considerar necesariamente como histórico- le sirve al autor del libro de Daniel, a modo de parábola, para seguir reflexionando sobre el sentido de la historia humana. Ante Dios, el orgullo no vale nada. La orgía de la corte real, y además con los vasos sagrados fruto del pillaje en el templo de Jerusalén, no puede acabar bien. Daniel, en su papel de intérprete de las visiones, es valiente en anunciar lo que significan las letras que aparecen en la pared: "Dios ha contado tus días", "no has dado el peso en su balanza" y "tu reino se ha dividido".
b) Los excesos se pagan, pronto o tarde. "Te has rebelado contra el Señor... has adorado a dioses de oro y plata". Ahora ha llegado el juicio de Dios. Es un mensaje que tienen que saber leer los poderosos de la tierra: en concreto, Antíoco Epífanes, que en el tiempo en que se escribe este libro de Daniel está haciendo lo mismo que el libro atribuye -con una proyección hacia siglos pasados- al rey Baltasar. Pero también va para cada uno de nosotros, que también deberíamos escarmentar, en cabeza ajena y propia, de las consecuencias que traen nuestros fallos y desviaciones. Cuando nos olvidamos de Dios, no nos pueden ir bien las cosas en nuestra vida. ¿Podemos sentirnos seguros de que no va para nosotros la tremenda acusación: "has adorado a dioses falsos", "te falta peso en la balanza de Dios"? ¿nos extrañará luego que "nuestro reino se divida", que la comunidad también se deteriore?
Este capítulo empieza dando una nueva idea de la esclavitud de Daniel. Mientras que, con gran pavor del rey Baltasar (se trata de Bel-shar-usur, hijo, no de Nabucodonosor, sino del último rey babilonio Nabónides), los adivinos oficiales se han mostrado incapaces de leer y descifrar la inscripción misteriosa escrita en las paredes del salón de banquetes de palacio, Daniel lo logra sin ninguna dificultad. Como ha profanado los vasos sagrados del templo de Jerusalén, Baltasar será asesinado y su reino repartido entre los medos y los persas. Pero Baltasar no es, evidentemente, más que un hombre ficticio. No es a él a quien se refiere Daniel sino a Antíoco Epífanes, el Seléucida impío que el 169 a. C. había saqueado el templo de Jerusalén, antes de profanarlo, en el 167, con la erección de un altar idólatra. Se observará, por otra parte, que el banquete ofrecido por Baltasar termina en una borrachera general, lo cual podría hacer alusión a las orgías de las Bacanales introducidas en Jerusalén por Antíoco. Por tanto, Dn 5 es un buen ejemplo de ficción histórica que permite atacar a Antíoco veladamente (com. de Sal Terrae).
-El festín de Baltasar. En un texto tan «coloreado» de detalles concretos y que ha inspirado a tantos pintores célebres, es evidente que hay que retener lo esencial. Este festín es como el símbolo del «paganismo» de todos los tiempos.
-"La seducción del orgullo": un gran festín... de mil invitados... comiendo en vajilla de oro y plata. El rey hace alarde de su lujo. ¿Quién paga el costo de todo esto? Los pobres de su reino, sin duda. Pero no piensa en ello. Deslumbra y aplasta a los humildes con su orgullo.
-«La seducción de la carne»... nos imaginamos la orgía sensual que los artistas han hecho resaltar... la abundancia de vinos... las «mujeres y las cantoras». Cuando la humanidad se abandona a sus instintos, excitada por el alcohol y el sexo ya no se detiene en el camino de la degradación y del envilecimiento. El otro día me mandaron un power point sobre una ejecución fanática musulmana. Se veía a los pobres quemándose. Me parecía de los más "gore" ver sufrimientos humanos en directo, quizás gratuitos. Pensé en una analogía con la pornografía, que repugna también a la nuestra sensibilidad, pero como aquí se nos recuerda un abismo llama a otro abismo, y el hombre puede ir descendiendo hacia lo más profundo, y reclamar sensaciones más fuertes, tanto a nivel de la violencia como en lo sexual, desde la sugestión erótica hasta unirse a lo violento u osceno, sadomasoquismo, etc. Quizá el punto clave está en la unión con Dios, que se obnuvila también cuando falta la unión con los otros aspectos metafísicos de la verdad, la libertad, el bien. Por último, esta semana que me da por reflexionar sobre el acto moral o mejor dicho sobre los elementos morales de la tentación, estoy como descubriendo que aunque si bien es conocido que nuetra vulnerabilidad está unida a que somos fuertes en el Señor, también es cierto que cuando no vemos –cuando la gente no ve- al Señor, puede abandonarse si no descubre otro aspecto de la verdad: que nuestra lucha es un laboratorio de solidaridad, que estamos concatenados con los demás, que la comunión de los santos no es algo teórico, espiritualista o misticista, sino algo real, que es algo "sensible" aunque no fisicista pero que los demás notan si luchamos, si yo venzo los demás van adelante. Esto tiene también aplicaciones menos espirituales, más de ilusión humana: si me ilusiono por algo, por ideales nobles de ayuda a los demás, tengo un motivo para luchar. Y el que tiene un motivo, se levanta de la cama por la mañana, y así en las demás tentaciones. Y poco a poco se vuelve a tener esa experiencia de Dios, que quizá se había perdido. Por eso, hay que aconsejar a la gente aguantar por lealtad en esos momentos, pues a veces no ven razones muy sobrenaturales, les entran ciertas dudas sobre la Iglesia o si es posible compatibilizar Jesús con otras cosas o religiones… cuando vuelve la luz, se da gracias a Dios por haber aguantado la tormenta y haber seguido en medio de la oscuridad. Quizá es también algo de eso la noche de la fe a la que se referían los místicos, cuando no queda más que cierto recuerdo de aquella luz, y sólo se va adelante por la intuición del amor…
-«El insulto a Dios»: en este estado es frecuente que el hombre se las haya con Dios. Baltasar, para mostrarse completamente «libre de todos los tabúes religiosos», imaginó «beber en los vasos sagrados, robados antaño al templo». Hay muchas otras maneras de burlarse de Dios.
-«El miedo y la angustia del más allá»: Se habla hoy mucho de la angustia metafísica del ateo. Se constata la proliferación de prácticas supersticiosas y mágicas, en las personas que no creen en el verdadero Dios. «El rey empalideció, su pensamiento se turbó, sus piernas temblaron». Tiene miedo ante el misterio.
-Tú no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos... Frente a ese materialismo pagano, Daniel recuerda «al verdadero Dios». Al hombre que pretende pasarse de Dios, el profeta, con una sola palabra le recuerda su dependencia radical: «¡Dios es el que tiene en sus manos tu propio aliento!» Repito para mí esta palabra divina. En una imagen sorprendente, expresa lo muy pobre, efímero y limitado que soy. Sé que un día mi aliento se detendrá. Sé que soy «mortal». ¿Qué conclusiones debería yo sacar de esto? ¿Qué actitud debería ser la mía ante esta verdad? ¿Qué oración me sugiere esto?
-Dios ha «medido» tu reino. A la muerte de Nabucodonosor, lo sabemos, el Imperio de Babilonia se escindió en dos imperios rivales, los Medas y los Persas. Acontecimiento histórico. Acontecimiento político, humano. Todo esto no está allende de Dios, esto está «en sus manos».
-Has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso. Ese gran rey se creía muy importante y ¡Dios lo encuentra falto de peso! Considerados desde el punto de vista de Dios, los hombres no tienen las mismas proporciones que les asignamos aquí abajo. Aquel que está al frente de una gran empresa, aquel que es adulado, respetado y envidiado... es quizá considerado por Dios como «falto de peso». Aquel que es despreciado, aquél a quien no se da importancia... ¡es quizá considerado por Dios como importante y grande! Ayúdanos, Señor, a apreciar toda cosa y todo hombre al peso real, a la densidad divina. ¿Qué es lo que puede dar peso a mi jornada de HOY? ¿Qué amor he de poner en todas mis acciones? ¿Qué oración dará densidad a mi vida? (Noel Quesson, excepto mis comentarios sobre la tentación, que siguen los de ayer tb. en el p. 1).
Es frecuente que los hombres no logremos alcanzar el equilibrio entre los extremos. Hoy se habla de desacralización, a causa sin duda, de un exceso de sacralizaciones exageradas. Lo que no podemos hacer, con todo, es perder el sentido de lo sagrado. Mejor dicho: hay que tratar con respeto las cosas de Dios. Ya el libro del Génesis nos enseña a sobrepasar los mitos, porque Dios domina también el mundo profano. Pero esto no significa que sea menester detenernos en dicho mundo y desentendernos de toda trascendencia. Hubo épocas en las que la mentalidad de los hombres no estaba tan sensibilizada para comprender estas cosas como ahora, pero el sentido tiene que ser siempre el mismo. Antíoco profanó el templo en tiempos del libro de Daniel. Esto era un sacrilegio que forzosamente sería castigado. Por eso el autor vuelve la vista atrás y mira el castigo de la profanación que Baltasar había llevado a cabo con los vasos sagrados, para enseñar cuál era la voluntad de Dios. La historia nos habla de la caída de Babilonia. El autor interpreta la historia y le da su significado, que, en rigor, hemos de considerar correcto. Seguramente Baltasar no creía en un peligro del reino. Incluso hay circunstancias muy especiales que motivan la presencia del rey en un banquete en el momento preciso en que los enemigos se apoderaban de la capital de dicho reino. El hecho es insólito, pero, a través de lo que sabemos verdadero. La aplicación, por tanto, es buena. No sólo tenemos esta aplicación de que Dios domina la historia y un día u otro llama a los sacrílegos para que le rindan cuentas, sino que existe otra, o sea, que lo que la sabiduría de los hombres es incapaz de interpretar bajo los signos maravillosos está al alcance del creyente en el Dios que mueve los pueblos. Si el libro de Daniel fuese una pura historia no poseería la trascendencia profética de una interpretación teológica. Tal vez Antíoco se rió de la profecía: hoy a Antíoco se le recuerda más por causa de la Biblia que por otras cosas (J. Mas Bayés).
Somos templo del Espíritu de Dios y vaso de elección en el que reposa el Señor. No podemos convertirnos en asiento de maldad y corrupción, ni podemos utilizar a los demás para saciar en ellos nuestras inclinaciones pecaminosas. Nadie está autorizado para pisotear la dignidad de su prójimo. Dios nos ha consagrado para que seamos suyos, por lo que debemos vivir siendo santos como Dios es Santo. No podemos robar la inocencia ni ser motivo de escándalo para los pequeños, pues de ellos es el Reino de los cielos. No podemos echar las cosas santas a los perros ni a los cerdos, pues Dios saldrá en su defensa y entonces ¿quien podrá soportar la llegada del Señor? Entonces temblaremos en su presencia y querremos taparnos el rostro, pero sabremos que su sentencia está pronunciada contra aquellos a quienes hubiese sido mejor colgarles al cuello una de esas enormes piedras de molino, y arrojarlos al fondo del mar. Pero, mientras Dios nos concede un tiempo de gracia, no despreciemos la oportunidad que el Señor no da y volvamos a Él con el corazón arrepentido, dejándonos perdonar y salvar por Él. Así, llenos de su amor, volveremos a pertenecerle con un corazón indivisible y nos esforzaremos para que, quienes se alejaron de Él o fueron vejados en su dignidad, encuentren en Cristo el camino que los lleve a la unión con el Padre amoroso y misericordioso, y se libren de la destrucción y de la muerte, que caerá sobre quienes miraron al que traspasaron, pero no quisieron abandonar sus propios caminos equivocados.
2. Dan. 3, 62-67. Que toda la naturaleza bendiga al Señor, pues Él ha hecho resplandecer su Rostro sobre todas las cosas. Efectivamente, condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. No podemos convertirnos en destructores de la naturaleza; ella está a nuestro servicio, y, con nosotros, participa de la dignidad que le corresponde conforme a la voluntad soberana del Creador de todo. Por eso no podemos hacer de las cosas nuestro enemigo; no podemos utilizarla para destruirnos unos y otros, pues la continuaríamos esclavizando al mal y a la corrupción. Ella debe estar al servicio del bien de todos, pues todos tienen el mismo derecho a disfrutar de los bienes de la tierra para vivir con dignidad y decoro. Cuando la naturaleza cumpla con la función que el Señor le ha asignado estará, con ello, bendiciendo al Señor, pues estará, finalmente, al servicio de la vida y no de la muerte.
3.- Lc 21,12-19 (ver domingo 33C). a) Jesús avisa a los suyos de que van a ser perseguidos, que serán llevados a los tribunales y a la cárcel. Y que así tendrán ocasión de dar testimonio de él. Jesús no nos ha engañado: nunca prometió que en esta vida seremos aplaudidos y que nos resultará fácil el camino. Lo que sí nos asegura es que salvaremos la vida por la fidelidad, y que él dará testimonio ante el Padre de los que hayan dado testimonio de él ante los hombres.
b) Cuando Lucas escribía su evangelio, la comunidad cristiana ya tenía mucha experiencia de persecuciones y cárceles y martirios, por parte de los enemigos de fuera, y de dificultades, divisiones y traiciones desde dentro. A lo largo de dos mil años, la Iglesia ha seguido teniendo esta misma experiencia: los cristianos han sido calumniados, odiados, perseguidos, llevados a la muerte. ¡Cuántos mártires, de todos los tiempos, también del nuestro, nos estimulan con su admirable ejemplo! Y no sólo mártires de sangre, sino también los mártires callados de la vida diaria, que están cumpliendo el evangelio de Jesús y viven según sus criterios con admirable energía y constancia. Jesús nos lo ha anunciado, en el momento en que él mismo estaba a punto de entregarse en la cruz, no para asustarnos, sino para darnos confianza, para animarnos a ser fuertes en la lucha de cada día: "con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". El amor, la amistad y la fortaleza -y nuestra fe- no se muestran tanto cuando todo va bien, sino cuando se ponen a prueba. Nos lo avisó: "si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20), pero también nos aseguró: "os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí; en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo" (Jn 16,33) (J. Aldazábal).
Os echarán mano y os perseguirán; os llevarán a las sinagogas y os meterán en la cárcel. Jesús anuncia que sus discípulos serán perseguidos, antes de la destrucción de Jerusalén y del Templo. Cuando Lucas escribía su evangelio, ¡eso ya había sucedido ! «Pedro y Juan hablaban al pueblo... El jefe del Templo y los saduceos fueron hacia ellos. Les echaron mano y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente», cuenta el mismo san Lucas en los Hechos de los Apóstoles (4,1-3; 5,18; 8,3; 24). «Los magistrados de la ciudad de Filipos dieron orden de que quitaran la ropa de Pablo y de Silas y los apalearan. Después de molerlos a palos los metieron en la cárcel» (Hch 16,22). Los apóstoles habían pedido señales. Una es ésta: la persecución. La espera del final de los tiempos es una prueba. Esto es lo que predijo Jesús... y no la fecha del fin del mundo.
-Os harán comparecer ante Reyes y Gobernadores a causa de mi Nombre. El Nombre. Jesús, que es: Signo de contradicción. Nombre que se escarnece. Nombre que se rechaza. El «nombre» es símbolo de la persona. Los mismos apóstoles, que sabían todas esas cosas, porque ya Jesús les había anunciado que sucederían, algunos años más tarde «saldrán del Gran Consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por causa del nombre de Jesús (Hch 5,41). Sin embargo, a ellos igual que a nosotros no les gustaban los ultrajes ni tampoco el sufrimiento. Entonces, ¿por qué estaban tan contentos?
-Así tendréis ocasión de dar Testimonio. La persecución es una suerte, un gozo, porque es una ocasión de anunciar la «buena nueva» de Jesús, es una evangelización. San Pablo repetirá a menudo cuán útiles fueron para él sus encarcelamientos para evangelizar: era un medio paradójico de dirigirse a las más altas autoridades de la época. Paganos influyentes oían así hablar de Cristo: Agripa II (Hch 26,1). Los procuradores Galión en Corinto (Hch 18,12), y Felix, y Festo en Cesarea (Hch 24,1; 25, 1)... y los jueces y los guardias de la cárcel. «Se ha hecho público en todo el Pretorio que me hallo en cadenas a causa de Cristo» (Fil 1,12). ¿Tengo yo ese mismo optimismo? ¿Sé yo aprovechar algunas situaciones, aparentemente desfavorables, como una ocasión propicia para anunciar la buena nueva? Testimoniar. Ser testigo. ¡Presentarme como testigo de la defensa en el proceso que el mundo de hoy, y de todas las épocas, hace a Jesús!
-Por tanto, meteos en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa: yo mismo os inspiraré palabras tan acertadas que ningún adversario os podrá oponer resistencia ni contradeciros. ¡Pues sí! En ninguno de los tribunales de Imperio, ¡nadie entendía nada! Quedaban muy asombrados, «porque se trataba de hombres sin instrucción» (Hch 4,13) Los primeros cristianos no eran, en absoluto, sabios teólogos. Y los judíos cultivados en el helenismo se preguntaban de dónde venía a Esteban su sabiduría (Hch 6,10). Lucas, que escribe esas frases en plena persecución, nos hace partícipes de ese optimismo sensacional de los primeros testigos de la Iglesia primitiva.
-Todos seréis detestados por causa de mi Nombre. Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza se perderá. ¡Con vuestro aguante y perseverancia conseguiréis la Vida! Perseverancia. Paciencia. Gozo, a pesar de todo. ¿Estoy yo convencido que yendo hacia mi "fin" voy hacia la "Vida"? (Noel Quesson).
Los primeros cristianos se caracterizaron por poner en duda todo el sistema de valores que tenía vigencia en el mundo antiguo. Los cristianos se caracterizaron por no divinizar el estado o el sistema económico. Valoraron al ser humano por encima de las diferencias étnicas, religiosas y sociales. Constituyeron la comunidad en el centro de interés dejando a un lado el culto por el cuerpo y el placer. Este modo de ver y sentir la vida los llevó a inevitables enfrentamientos con los defensores del sistema vigente. Para los romanos, el estado era divino y el sistema administrativo y financiero participaba de ese carácter sagrado. La vida estaba centrada en torno al culto al cuerpo y al placer. El centro de la vida humana era la solidez del imperio. A la vez, los judíos de la época consideraban que su sistema legal era la máxima expresión de la divinidad. Acreditaban el descanso sabatino como la máxima expresión de la piedad religiosa. De esta manera, romanos y judíos consideraban que el Estado o el sistema religioso se imponían sobre el valor de las personas y comunidades. El texto que hoy reflexionamos nos muestra las condiciones en las que vivió la comunidad de Lucas luego de la destrucción de Jerusalén. La mayoría de comunidades de Asia menor, Grecia y Roma padecieron con mayor intensidad la oposición de las sinagogas y la campaña de desprestigio que iniciaron sus detractores. A pesar de la adversidad, ellos vieron la situación como una ocasión especial para dar testimonio de Jesús y para anunciar la Buena Nueva en los lugares más conflictivos de la sociedad (servicio bíblico latinoamericano).
Discurso apocalíptico de Jesús: a los seguidores se les promete la persecución. Ningún político de la actualidad se podría animar a proponer la persecución como el resultado de su triunfo electoral. Tampoco ningún líder prometería la muerte y la separación familiar a sus seguidores. Sin embargo, éste es el discurso de Jesús. Prevé la cárcel, la persecución, la excomunión, a quienes lleven su nombre. Y estos males no provendrán de desconocidos. Serán los mismos familiares, los vecinos, los amigos, quienes los entregarán al poder op resor. No, decididamente Jesús no sería hoy un buen político. No podría hacer buena campaña en los medios de comunicación; ni siquiera podría dirigir una comunidad religiosa. Pero lo bueno de esta promesa es que Jesús no ha mentido. Quienes han optado por el mensaje de liberación han sufrido todas esas cosas. En definitiva sabían lo que vendría como consecuencia de sus opciones. No los sorprendió la traición, y hasta podría mos decir que la esperaban. No quedaron desahuciados por la expulsión de sus grupos religiosos, porque sabían que en el seno de ellos estaba acechando el mal y la envidia. Incluso hay que afirmar que cuando la predicación del Evangelio no molesta a nadie del poder de turno es porque se ha hecho parte del poder y ha perdido su fuerza. Quienes siguen a Cristo decididamente han debido optar por el "no-poder" y eso molesta al poder. Por eso el mensaje de vida del evangelio, paradójicamente, genera muerte. Los testigos son traicionados, encarcelados, difamados, expulsados de sus grupos religiosos, torturados, asesinados. ¿Vale la pena este futuro? Pero como la Palabra de Dios hay que asumirla en su totalidad, es necesario completar este análisis con la lectura del Apocalipsis. En el texto de este día se afirma que los vencidos vencerán a la Bestia. Es decir, el poder que amenaza no es eterno, y su derrota está en lo que aparenta ser su victoria: nuevamente la paradoja. La muerte, para el evangelio, es Vida y triunfo. Porque la Bestia es derrotada en cada mártir que genera. Porque la luz de estos testigos de la vida sigue tanto o más fuerte en su pueblo que cuando ellos vivían. Porque su mensaje, luego de su muerte, se hace creíble y esperanzador. La Bestia, la muerte, es vencida aunque cree que ha vencido. Porque la Bestia no puede cortar toda la vida que está en los testigos, ni puede cortar la vida de todo un pueblo. Por eso sigue siendo válido seguir a Cristo. Porque la vida triunfa sobre la muerte que la Bestia vomita, porque esta Bestia podrá matar a algunos testigos, pero su mismo acto de matar está demostrando que fue vencida. Y aunque quiera hacer callar a al gunos, otros miles se levantan con las mismas palabras del caído, en miles de voces nuevas. Y ese canto, el canto de los vencedores, será el Canto al Cordero, porque ellos saben que no hay nada por encima del poder de Dios (servicio bíblico latinoamericano).
El anuncio del mensaje cristiano siempre suscita fuerte animosidad en una sociedad construída sobre valores directamente en oposición a los anunciados por Jesús. Componente fundamental de la vida del Mesías ha sido el "es necesario que el Mesías padezca"; esa situación es fruto de una agresividad de los que que ven amenazada la estructura injusta construída a partir de sus egoísmos.
La magnitud de esta resistencia que puede llegar hasta poner en riesgo la propia vida, proviene desde lo externo y aun desde las personas más cercanas. Todo se combina para conducir a situaciones amenazantes: cárcel, juicios, traición de los familiares, un odio general hacia el mensaje, trasladado a la persona de los mensajeros.
En esa situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea.
En cada juicio, motivado por la animosidad, el cristiano sabe que puede contar con la presencia de Jesús que concede un lenguaje y una sabiduría a la que no pueden oponerse los adversarios.
Y aunque la muerte pueda acabar con algunos mensajeros, otros seguirán proclamando la Buena Noticia de la fraternidad universal entre los hombres. El poder de los enemigos no puede superar la bondad de Dios, incapaz de soportar la mínima pérdida de sus enviados.
Para ello se requieren una firmeza y un coraje a toda prueba, capaces de asegurar la ganancia de la propia vida (Josep Rius-Camps).
Tras hablar de los signos engañosos que acompañarán el final, el evangelio de hoy se refiere a los verdaderos signos. El principal es la persecución "por causa del nombre de Jesús". También en este caso, Lucas tiene un mensaje claro. Frente a la persecución no es necesario preparar la defensa. Jesús mismo protegerá a su comunidad si se mantiene firme. De esta manera tendrá ocasión de "dar testimonio". Esta expresión favorita de Lucas equivale a "predicar el evangelio", usada por Marcos en el lugar paralelo.
La persecución "por causa de Jesús" es un signo evangélico que anticipa la llegada del Señor. Lo leímos en el evangelio del día de Todos los Santos: "Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes cuando os insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos porque su recompensa será grande en el cielo".
Jesús completa el texto que leíamos ayer: no sólo se va a destruir el templo; la destrucción va a pasar llevándose consigo a los propios discípulos, que van a ser atacados, perseguidos, entregados a los tribunales... Se dice que en América Latina no estamos ya ahora en época de mártires... Supuestamente estaríamos en paz y en calma, y en total libertad. Ciertamente que hay horas y horas, horas distintas, en la historia. Importa discernir cómo se cumplen, y en qué sentido, las palabras de Jesús en nuestros días. Porque los tiempos cambian, pero su palabra permanece (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
En los textos de la Misa de hoy, el Señor nos anuncia: en el mundo tendréis grandes tribulaciones; pero tened confianza, Yo he vencido al Mundo. En este caminar en que consiste la vida vamos a sufrir pruebas diversas, unas que parecen grandes, otras de poco relieve, en la cuales el alma debe salir fortalecida, con la ayuda de la gracia. Estas contradicciones vendrán de fuera, con ataques directos o velados, de quienes no comprenden la vocación cristiana... Pueden venir dificultades económicas, familiares... Pueden llegar la enfermedad, el desaliento, el cansancio... La paciencia es necesaria para perseverar, para estar alegres por encima de cualquier circunstancia; esto será posible porque tenemos la mirada puesta en Cristo, que nos alienta a seguir adelante, sin fijarnos demasiado en lo que querría quitarnos la paz. Sabemos que, en todas las situaciones, la victoria está de nuestra parte.
La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Entonces identificamos nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad y la alegría en medio de las pruebas. Son diversos los campos en los que debemos ejercitar la paciencia. En primer lugar con nosotros mismos, puesto que es fácil desalentarse ante los propios defectos. Paciencia con quienes nos relacionamos, sobre todo si hemos de ayudarles en su formación o en su enfermedad: la caridad nos ayudará a ser pacientes. Y paciencia con aquellos acontecimientos que nos son contrarios porque ahí nos espera el Señor.
Para el apostolado, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa la semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones. El Señor nos da ejemplo de una paciencia indecible. La paciencia va de la mano de la humildad y de la caridad, y cuenta con las limitaciones propias y las de los demás. Las almas tienen sus ritmos de tiempo, su hora. La caridad a todo se acomoda, cree todo, todo lo espera y todo lo soporta, enseña San Pablo (1 Cor 13,7). Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestra alma y también la de muchos que la Virgen pone constantemente en nuestro camino.
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