Jueves Santo, pensamientos para la meditación y visita a Monumentos al hilo de los relatos Evangelios sobre esta noche.
a) Acabada la cena, ya sin Judas, hay escenas entrañables de Jesús con sus discípulos: Pedro reafirma su amor hasta la muerte, Tomás le pregunta por el camino, para saber hacia dónde ir, y Felipe va al fondo de la cuestión al decir: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Jesús le responde: "Felipe, ¿tanto tiempo que estoy con vosotros y no me has conocido?"; su alma manifiesta el ansia de ver a Dios, de su corazón emerge un fuego de amor divino, que pide más.
Días antes, había dicho a los sabios del Templo: "Yo y el Padre somos uno"; pero aquí explicita ese misterio de la Santísima Trinidad. "Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí…" y les dice que rogará al Padre para que les dé otro Paráclito... el Espíritu de la Verdad. La revelación sobre Dios ha llegado a su punto más alto, y los apóstoles participan de una iluminación tan intensa que dirán: "ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte".
También nosotros necesitamos esa iluminación, y en la oración también le decimos: "¡muéstranos al Padre, muéstrate que eres Tú, muéstranos tu Espíritu de Verdad!"
b) En la oración sacerdotal de la Ultima Cena, Jesucristo también rogó por la unidad de los que habían de creer en su nombre: "que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y Yo en ti, que así ellos sean uno en nosotros" (Jn 17).
Para eso es necesaria la penitencia, pues las luchas de egos son las que provocan división. Es Jesús quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas. Él es quien nos invita a hacer el camino de la unidad.
c) Pablo, en la primera Carta a los Corintios, solo unos años después de los hechos, nos escribe lo que hizo Jesús "en la noche en que iba a ser entregado". Hecho histórico fiel, pues si no le hubieran corregido los que participaron de la primera Cena, los que la fueron rememorando desde entonces. Podemos proclamar: "Tantum ergo Sacramentum / veneremur cernui – A un Sacramento tan grande / venerémoslo postrados".
d) El Éxodo habla del cordero "sin defecto, macho, de un año" (Éxodo 12,5) del sacrificio. Jesús es el nuevo Cordero, que con la sangre derramada libremente en la cruz ha establecido una nueva y definitiva Alianza, en un acto de amor supremo: "los amó hasta el extremo" (Juan 13, 1 La letra de las Escrituras enseña lo ocurrido; lo que debes creer, la alegoría. La moral enseña qué es lo que hay que hacer; hacia dónde tender, la anagogía. «La Pascua puede tener un significado histórico, uno alegórico, uno moral y uno anagógico. Históricamente, la Pascua ocurrió cuando el ángel exterminador pasó por Egipto; alegóricamente, cuando la Iglesia, en el bautismo, pasa de la infidelidad a la fe; moralmente, cuando el alma, a través de la confesión y la contrición, pasa del vicio a la virtud; anagógicamente, cuando pasamos de la miseria de esta vida a los gozos eternos» (Sicardo de Cremona).
Jesús es el "Siervo de Yahvé" que tenía que sufrir para que las injusticias fueran aplacadas, como entendió Edith Stein el drama que se estaba gestando para ella y para su pueblo en la Alemania de Hitler: «Allí, bajo la cruz, comprendí el destino del pueblo de Dios. Pensé: aquellos que saben que esta es la cruz de Cristo tienen el deber de cargar con ella, en nombre de todos los demás». No se habla aquí de culpables sino de perdón para la culpa. No hemos de incriminar a nadie.
e) Jesús callaba ante las acusaciones... Es el supremo orden ético. Calla ante Caifás, calla ante Pilatos que se irrita por su silencio, calla ante Herodes que esperaba verle hacer un milagro (Cf. Lucas 23, 8). Silencio de Jesús que nos ayuda a comprender el silencio de Dios: «Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues con tu santa Cruz redimiste al mundo».
f) Jesús, "sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía" nos da pistas para entender que también nosotros somos Cristo, que venimos de Dios para cumplir una misión, y a Dios volvemos cuando la hemos cumplido. "El Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y aunque no lo entendamos vemos ahí el cumplimiento de su misión por amor, que ilumina nuestra misión de dar la vida por amor. Y le decimos con el poeta: "No me tienes que dar porque te quiera, / pues, aunque lo que espero no esperara, / lo mismo que te quiero te quisiera".
g) El agua es vida, pero en la cultura mediterránea hay tres elementos importantes: el pan de trigo, el vino y el aceite de oliva como dice el Salmo 104: el pan que se obtiene de la tierra, el vino que le alegra el corazón y el aceite, que da brillo a su rostro; representan la bondad de la creación, la fiesta (preparación de la vida eterna), están presentes en los sacramentos.
También están en la enseñanza de Jesús: hará su primer milagro con vino en las Bodas de Caná donde habla del vino nuevo, que será el último milagro en la Santa Cena. Y la viña será imagen del canto de amor de Dios con los suyos, y también nos asociamos a Jesús con esta imagen: "yo soy la vid, vosotros los sarmientos".
h) Es el "yo soy" divino que resuena desde el monte Sinaí: "soy" en el sentido presente y futuro: "y seré"… profecía de ese "Yo vendré con vosotros", estaremos injertados a Él como el sarmiento a la vid. El pan está presente desde la multiplicación de los panes hasta la Eucaristía, y los dos están unidos en ese «permanecer» en Él. En Juan 15,1-10 aparece diez veces el verbo griego ménein (permanecer, perseverar).
Para eso, hemos de vivir las escenas del Evangelio, y con el ciego Bartimeo rezar: ¡Hijo de David, ten compasión de mi! ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!
Con la humildad del centurión: Señor, basta que tú digas una palabra y yo quedaré sano ¡Señor ten piedad!
Con la fe del leproso te decimos: ¡Señor, si tú quieres, puedes curarme!.¡Señor, ten piedad!
Con los apóstoles atemorizados te decimos: ¡Señor, sálvanos que perecemos! ¡Señor, ten piedad!
Con la mujer cacanea te confiamos: ¡Señor, ayúdame! ¡Señor, ten piedad!
Con el apóstol Pedro hundiéndose en las aguas: ¡Señor, sálvame! ¡Señor, ten piedad!
Con Dimas el buen ladrón arrepentidos te suplicamos: ¡Acuérdate de mi ahora que estás en tu reino! ¡Señor, ten piedad!
María nos muestra a Jesús para que vayamos a él: "Éste es el cordero que permanecía mudo y que fue inmolado; éste es el que nació de María, la blanca oveja; éste es el que fue tomado de entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; éste es aquel cuyos huesos no fueron quebrados sobre el madero y que en la tumba no experimentó la corrupción; éste es el que resucitó de entre los muertos y resucitó al hombre desde las profundidades del sepulcro" (Helitón de sardes).
A la Virgen María nos dirigimos: Oh primicia del pueblo humilde y del resto de Israel, sierva sufriente junto al Siervo sufriente, nueva Eva obediente junto al nuevo Adán, alcánzanos de Jesús, con tu intercesión la gracia de permanecer en él, bien unidos a ti. Amén.
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