Domingo 3 de Cuaresma (Ciclo B). La ley de Dios es ley de amor, de libertad y no de esclavitud...
3. Juan 2,13-25: "En aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: -¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: -Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: -Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre".
1. Recuerdo que en un colegio un muchacho de 16 años quiso hacer la primera comunión. Su madre vino extrañada de que su hijo quisiera dar aquel paso cuando no tenían en su casa ningún ambiente religioso. Ella contó de su vida azarosa, con muchas penas y poca educación moral: "cuando me hablaban de mandamientos, yo quería hacer lo contrario… cuánto más me hablaban de ellos, más me los quería saltar: ¡quería saltármelos todos! Después de muchos años de sufrir –había perdido el matrimonio, y tuvo muchos desengaños…- veo que los mandamientos son el camino para ser feliz. Me parece que le llamáis a eso 'ley natural'… tendrían que hablar más de eso, los curas", me dijo. Recordé aquel ejemplo de un libro, en que una madre le habló al hijo de no salir de los límites del jardín, pero el niño salió y un coche que pasaba estuvo a punto de atropellarlo… Sufrió el miedo de pasar los límites… Son límites "no harás tal cosa…" que impiden el mal, como un niño al que su madre le prohíbe que meta los dedos en el fuego o en el enchufe eléctrico… si obedece y se fía evita el mal, pero también si no obedece y se quema, aprende por experiencia que no es bueno aquello, que mejor no hacerlo: son las dos fuentes de conocimiento, fiarse de la autoridad o vivir las experiencias, aprender a las duras o a las maduras.
Una madre que le habló al hijo de no salir de los límites del jardín, pero el niño se salió y un coche que pasaba estuvo a punto de atropellarlo… sufrió el miedo de pasar los límites… son límites "no harás tal cosa…" que impiden el mal, como un niño al que su madre le prohíbe que meta los dedos en el fuego o en el enchufe eléctrico… si obedece y se fía, evita el mal, pero también si no obedece y se quema, pega un bote y no volverá a hacerlo: son las dos maneras de aprender, fiarse o escarmentar, aprender a las duras o a las maduras.
Tenemos nosotros un folleto de instrucciones, que es la lista que hoy leemos de los 10 mandamientos, instrucciones para ser feliz. Por ejemplo, el domingo es un día para pensar en Dios y disfrutar del amor en familia, con amigos… el descanso será libertad de obligaciones (escuela, trabajo…) pero será liberarse del egoísmo y la pereza, y para esto hay que rezar, así vencemos la tristeza del egoísmo con la alegría de la generosidad en detalles de servicio, el aburrimiento de no saber qué hacer, con planes para hacer con los demás…
En el respeto al nombre de Dios, y santificar las fiestas, resuena aquel "Yo soy" a lo largo de la historia, a la espera de que Jesús pronuncie ese "yo soy" con aquel "os han dicho… yo os digo".
El respeto a la vida comienza con la honra a los padres. Así se van desgranando las 10 palabras… evitar adulterio y robo, el honor a la verdad, evitar la codicia de personas y bienes. Así vemos el Decálogo, lo que sería la regla de oro desglosada en el respeto a las personas y a Dios presente en ellas.
2. Es lo que canta el salmo: "La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma.. e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos… los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila".
3. Nos habla san Pablo de la "fuerza de Dios y sabiduría de Dios". Juan de la Cruz decía: "Entreme donde no supe / y quedeme no sabiendo / toda ciencia trascendiendo. // Yo no supe dónde entraba, / pero cuando allí me vi, / sin saber dónde me estaba, / grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo / toda ciencia trascendiendo. // Este saber no sabiendo / es de tan alto poder, / que los sabios arguyendo / jamás lo pueden vencer; / que no llega su saber / a no entender entendiendo, / toda ciencia trascendiendo"…
4. El Templo de Jerusalén era el corazón del pueblo de Israel. Su joya reconstruida. Su lugar de oración. Toda la liturgia se desarrollaba allí, todos peregrinaban al santo lugar por lo menos una vez al año. Cuidar del templo era cuidar de Israel. Jurar por el Templo era casi el juramento más solemne. Allí también se condensaba el poder político, limitado en ese momento por la ocupación romana.
Y una mañana entra Jesús en él. Llega Jesús a la casa de su Padre. Entra el Señor del Templo, el que le da razón de ser. El que ha hecho todas las cosas. ¡Señor, qué desazón, qué desconsuelo, qué decepción sobre todo! ¡Qué triste espectáculo contemplaste! En tu casa, que es lugar de oración, se dan cita los pensamientos más nobles, las decisiones de entrega, de responder al amor de Dios,.... y los engaños, el comercio, el fraude, el egoísmo... Y tu respuesta es clara. Purificar el templo de los abusos en los que se incurría era fundamental para que los israelitas volvieran de nuevo a dirigir su corazón hacia a Dios.
El templo de Jerusalén, desde el día de la Resurrección perdió su valor. El templo que ahora cuenta, el templo en el que le gusta estar el Señor, el único templo verdadero es tu corazón: allí inhabita la Santísima Trinidad. "Sois templos del Espíritu Santo" nos recuerda S. Pablo.
Por eso, quizás en estas semanas en que con insistencia y con toda la Iglesia le pedimos al Señor que cree en nosotros un corazón puro, tenemos que facilitarle el trabajo quitando de este lugar todo lo que estorbe. Quizás nos cueste esfuerzo y tenemos que hacer un látigo de cuerdas y golpear duro, pero vale la pena. Echemos del corazón el egoísmo, le rencor sobre todo, los juicios de las personas, la excusas para ocultar nuestras faltas de cariño, la pereza para terminar bien el trabajo, la cobardía para no hablar de Dios. Contamos con la gracia de Dios: podemos. Hoy en el fondo se contrapone la adoración externa y vana frente a la adoración sincera, interior. No dejemos de hacer examen para arrancar del corazón todo lo que nos aleja de Dios: cosas grandes y pequeñas.
La energía de Jesús en su enfado del templo contrasta con su enseñanza habitual, cuando habla en parábolas casi todas tomadas de la "naturaleza". ¡Todo lo bello le "hablaba", le hablaba del Padre!, el domingo es bonito para salir de la ciudad y gozar de la vida "al sol", o por la noche ver las estrellas: "¡La obra de las manos de Dios!", ¡y el silencio!: ahí parece escucharse el susurrar de Dios: ¡Dios "no levanta la voz!" A veces decimos que Él se calla, porque no sabemos escucharlo… habla en el silencio… en el amor, cuando nos esforzamos por hacer las cosas bien.
Como niños pequeños, que pueden jugar solos, con su imaginación, pero les gusta sentirse mirados por los mayores, así nosotros podemos sentirnos mirados por Dios; y como los niños, que en sus juegos necesitan ciertas reglas, alguien mayor que les dirija, para que no se peleen y vayan hacia el caos… así ciertas normas religiosas nos ayudan en nuestro actuar con los demás. Y así como el templo era una imagen de la religión judía, nosotros tenemos nuestro corazón como templo que no esté apegados a la codicia y otros males, sino que libres de ellos podamos albergar a Dios en pureza de intención de amor.
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