viernes, 29 de marzo de 2024

Pascua, Domingo (Misa del día): La Resurrección de Jesús, fundamento de nuestra filiación divina, la fe en ella se convierte en fuente de esperanza y causa de la alegría

Pascua, Domingo (Misa del día): La Resurrección de Jesús, fundamento de nuestra filiación divina, la fe en ella se convierte en fuente de esperanza y causa de la alegría

 

A. Lecturas

   1. Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43: En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados".

   2. Salmo 117,1-2. 16ab-17. 22-23: Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / eterna es su misericordia. La diestra del Señor es poderosa, / la diestra del Señor es excelsa. / No he de morir, viviré / para contar las hazañas del Señor.

   La piedra que desecharon los arquitectos, / es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, / ha sido un milagro patente.

  3. Colosenses 3,1-4: Hermanos: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria".

   Secuencia: Ofrezcan los cristianos / ofrendas de alabanza / a gloria de la Víctima / propicia de la Pascua. // Cordero sin pecado / que a las ovejas salva, / a Dios y a los culpables / unió con nueva alianza. // Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta. // ¿Qué has visto de camino, / María, en la mañana? / -A mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja. // ¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza! / Venid a Galilea, / allí el Señor aguarda; / allí veréis los suyos / la gloria de la Pascua. // Primicia de los muertos, / sabemos por tu gracia / que estás resucitado; / la muerte en ti no manda. // Rey vencedor, apiádate / de la miseria humana / y da a tus fieles parte / en tu victoria santa. /Amén. Aleluya.

   4. Juan 20,1-9: "El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».

   Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos".

B. Comentario:

   1. Tenemos aquí un compendio de la predicación de Pedro, que habla solidariamente con todos los apóstoles: "Nosotros somos testigos..." ¿de qué? De que Jesús es el Cristo, el Señor. El Cristo predicado es el Jesús histórico.

   "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia". El amor de Dios se ve en el salmo, que Jesús rezó al ofrecerse. Como decía Juan Pablo II, "si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar." "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21,42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: "Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos".

   2. Los primeros relatos que tenemos de la pascua son las cartas apostólicas, que recogen lo que vivían los primeros cristianos en su primitiva liturgia: el hecho de la resurrección. Pensar en las cosas de arriba donde está Jesús, "gustar" de esas cosas… son reminiscencias de esos himnos litúrgicos que recibe S. Pablo y que re-piensa en su teología: es posible la nueva vida; porque todavía no se ha manifestado, es necesario dar frutos de vida eterna. Nuestra vida se mueve entre el "ya" y el "todavía-no".

   Se nos invita a pensar en "los bienes de arriba". Sin dejar de estar en la tierra. Cuando Cristo aparezca, se mostrará en Él nuestra vida y entonces veremos lo que ahora somos ya en Cristo. S. Agustín comenta esta expresión: "Si habéis resucitado con Cristo... ¿Cómo vamos a resucitar si aún no hemos muerto? ¿Qué quiso decir entonces el Apóstol con estas palabras: Si habéis resucitado con Cristo? ¿Acaso Él hubiese resucitado de no haber muerto antes? Hablaba a personas que aún vivían, que todavía no habían muerto y ya habían resucitado. ¿Qué significa esto? Ved lo que dice: 'Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra; pues estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, también vosotros apareceréis entonces en la gloria con Él'".

   3. Pascua es el paso de la muerte a la vida. Cristo crucificado ha resucitado y ha vencido al mundo. El amor es más fuerte que el odio, ha vencido y tenemos que asociarnos a esta victoria del amor. En una estancia por Madrid, por la calle, pude conocer a un hombre algo anciano, que no podía aguantar contar su alegría a alguien, y me contó. Había llegado a la capital después de la guerra, y entre pesares pudo ir adelante, recogiendo colillas y papeles y otros desechos. Allí fue bautizado, pero pronto abandonó la práctica religiosa porque no se atrevía, se veía indigno. Pasaron los años y le pasó de todo. Acabó en la cárcel, 12 años estuvo en tiempos del anterior régimen. Perdió un tobillo en un accidente (le colocaron una prótesis) y al poco murió su mujer. En medio de muchos pesares, y sin saber qué rumbo tomar, salió a ver procesiones de Semana Santa, y decía: "ayer, al ver el paso del Cristo de los gitanos, no pude aguantar más y me puse a llorar como un niño... Quiero volver al trato con Dios, volver al momento en que lo dejé…" Tenía ganas de portarse mejor, de cambiar de vida, de hacer algo... confesó y fue a los Oficios, para comulgar. Qué tendría aquella mirada del Cristo de los gitanos...

   «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado» (Lucas 24,5-6), preguntó el ángel a las santas mujeres aquel primer domingo de pascua, y como una onda que pasa transversalmente a través de los siglos, parece que aletean en el aire estas palabras del ángel, para que el anuncio de la resurrección de Jesús llegue a toda persona de buena voluntad y todos nos sintamos protagonistas en construir un mundo mejor. Porque en medio de tantos rincones del planeta envueltos en zumbidos de guerras y lágrimas, late este mensaje de esperanza, que nos dice que es posible vencer en la apuesta de la tolerancia y de la solidaridad, es posible tener capacidad y coraje para un desarrollo respetuoso de cada ser humano.

   Después que hubieran puesto la experiencia de Jesús resucitado por escrito, la fe de los primeros cristianos quiso conocer los hechos anecdóticos, los acontecimientos según el orden de los sucesos, y antes de que murieran los Apóstoles se fueron recogiendo los relatos, que se fueron escribiendo según el orden de los Evangelistas, y con sus variantes y tradiciones fueron componiéndose los Evangelios.   

   Pienso que primero Jesús se aparece en su interior a la Virgen y le comunica, en la madrugada del domingo, es decir hoy, que ha resucitado. Este gozo lo comunican los ángeles a las mujeres, que anuncian la nueva a los Apóstoles, primero Simón y Juan que van y creen, al ver los lienzos como "desinflados". María Magdalena se queda allí, y habla con Jesús creyendo que es el hortelano hasta que la llama por su nombre: "María" y ella le reconoce. Esto nos hace ver que Jesús en su cuerpo glorioso –que no tiene materia, que puede pasar por espacios sólidos y cruzar en el mismo tiempo varios lugares- se aparece a quien quiere, y quizá también a quien está preparado para ver, como vemos en la siguiente aparición, los de Emaús: por el camino les explica las Escrituras, y se encienden al ver que desde Moisés y los profetas hablan de que Jesús tiene que sufrir antes de resucitar (toda la cuaresma hemos leído estos pasajes) y luego le dicen que se quede (se hace de noche, cuando Él no está) y Él cena con ellos, y al partir el pan lo reconocen. En esta aparición vemos las dos escenas de la Misa: la lectura viva de la Palabra que enciende nuestros corazones, y nos prepara para verle en la fracción del pan, segunda parte de la Misa, en la mesa del altar. Luego, siguiendo con las apariciones, lo hace aquella misma noche de pascua a los apóstoles ya reunidos, y luego el domingo siguiente –es una repetición dominical- y otro más en el lago, y luego por último el día de la Ascensión.

   En las palabras de María Magdalena resuena probablemente la controversia con la sinagoga judía, que acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún, al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario, queda claro que no ha habido robo.

   Corrieron ellos, entraron, vieron solamente las vendas, pero no el cuerpo y creyeron que había desaparecido, no que hubiese resucitado. Al verlo ausente del sepulcro, creyeron que lo habían sustraído y se fueron". En este día santo "lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta" (Secuencia de Pascua). Y ya tenemos las primeras aplicaciones a nosotros: nuestro pensar, sentir, hablar, el unir nuestra acción con la idea de Dios, el buscar la realidad de su amor, éste es el camino para entrar en el espacio de la inmortalidad.

   El amor tiende a morir a uno mismo, esto lo hace fructificar como el grano de trigo.  Las fuerzas atávicas del mal, toda la tradición del chivo expiatorio se cambia, el círculo del odio queda sustituido por el círculo del amor; una nueva ola que alcanza –con su Resurrección- todos los lugares del cosmos en todos sus tiempos. Se establece la redención, la vuelta al paraíso original, a la auténtica comunión con todos y todo. Y cuando estamos en contacto con Jesús, en la comunión, también estamos con los que están con Él, de todos los lugares de todos los tiempos, con los que queremos y ya se han ido de nuestro mundo y tiempo.

   Este es el misterio pascual de Jesús, el paso de la muerte a la Vida, la luz que se enciende con la nueva aurora. El cuerpo que se entierra es semilla –grano de trigo que muere y da mucho fruto- para una vida más plena, de resurrección.

   El amor humano nos hace entender ese amor eterno, pues el amor nace para ser eterno, aunque cambiemos de casa quedamos unidos a los que amamos. Jesús nos enseña plenamente el diccionario del amor, nos habla del amor de un Dios que es padre y que nos quiere con locura, y dándose en la Cruz, hace nuevas todas las cosas, en una renovación cósmica del amor: las cosas humanas, sujetas al dolor y la muerte, tienen una potencia salvífica, se convierten en divinas.

   Estos días queremos vivir el misterio, abrir los ojos como las mujeres al buscar a Jesús en la mañana de pascua, y les dice el ángel, aquel primer domingo: "¿por qué buscáis entre los muertos aquel que está vivo? No está aquí, ha resucitado". Queremos ver más allá de lo que se ve, beber de ese amor verdadero que es eterno, para iluminar nuestros días con ese día de fiesta, de esperanza cierta. La misa de Pascua está llena de gozo, del gozo de la Vida que nos comunica el  Resucitado: "Señor Dios, que en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a los que celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu para resucitar en el reino de la luz y de la paz", pedimos en la Oración colecta.

   Es el día en que Jesús «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (Gaudium et Spes 22). El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó». Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» se guiaba por el amor que había recibido de Cristo. "Ver y creer" de los discípulos que ha de ser también nuestro.

Llucià Pou Sabaté

Semana Santa, Vigilia Pascual: en la noche santa Jesús nos abre las puertas del paraíso

Semana Santa, Vigilia Pascual: en la noche santa Jesús nos abre las puertas del paraíso

 

A. Lecturas (extracto):

   1. Génesis 1,1-2,2: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra… Y dijo Dios: "Que exista la luz." Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz "Día"; a la tiniebla, "Noche". Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero… Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…" Y creó Dios al hombre a su imagen. Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho".

   Salmo 103: "¡Qué magníficas son tus obras, Señor! / Todas las cosas hiciste con sabiduría, / llena está la tierra de tus criaturas. / Bendice, alma mía, al Señor".

   2. Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18: En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: "¡Abrahán!" Él respondió: "Aquí me tienes…" El ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo."

   Salmo 15: 5 El Señor es el lote de mi heredad… Por eso se me alegra el corazón… Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia".

   3. Éxodo 14, 15-15, 1: "…se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda…  Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto". Éxodo 15, 1-6,17-18: "Cantaré al Señor… Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza… ¡El Señor reina eternamente!". 

   4. Isaías 54, 5-14: "Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-… Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer".

   Salmo 29: 2Te ensalzaré, Señor, porque me has librado… me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

   5. Isaías 55, 1-11: "Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua…"

   Salmo: Isaías 12, 2-6: He aquí que Dios es mi salvador, confiadamente actuaré, no temeré.

   6. Baruc 3, 9-15. 32-4, 4: ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor! Salmo 18

   7. Ezequiel 36, 16-28: Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios." 

   Salmo 41: 2Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; / 3tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? / 5Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. / Envía tu luz y tu verdad...

   8. Romanos 6, 3-11: Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

   Salmo 117: Alabad al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga ahora Israel que es bueno, porque es eterna su misericordia. / La diestra del Señor hizo proezas, la diestra del Señor me ensalzó. No moriré, sino viviré y contaré las obras del Señor. / La piedra que desecharon los edificadores, ésta ha sido puesta por piedra angular. Por el Señor ha sido hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.

   9. Mateo 28,1-10: Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis'. Ya os lo he dicho». Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

 

B. Comentario: El pregón pascual exulta de gozo en esta noche santa, cuando se ve que "necesario fue el pecado de Adán… ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa!... ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos".

   Las lecturas de la Ley y los Profetas, con los Salmos, tratan de la creación, el sacrificio de Abrahán y el paso del mar Rojo. Luego, la llamada al amor renovador (con una alusión intencionada a los días de Noé y al diluvio: referencia bautismal y eclesial) y las imágenes sapienciales-sacramentales de la alianza (el agua, el alimento, la Palabra) en los dos textos de Isaías; la llamada entusiasta a la fe, en el texto de Baruc; la promesa del don escatológico (un pueblo, un agua pura, un corazón y un espíritu nuevos), en el maravilloso texto de Ezequiel. En los salmos resuenan los temas de las lecturas que les preceden, destacándose los dos cánticos bíblicos: el de Moisés para la lectura del Éxodo y el de Isaías 12 como cántico bautismal (Pere Tena).

   1. Jesús es enterrado y los apóstoles están asustados, hasta que a la mañana del domingo van las mujeres al sepulcro… la gran noche del día del sol, que ahora llamamos también día del Señor, domingo. El Génesis habla de la creación: "Y dijo Dios: "Que exista la luz"", es la luz que exulta el pregón pascual: "¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos… ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos".

   "Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno". Es una visión positiva de la creación, la realidad material no es mala sino buena, la idea maniqueísta de que lo corporal es malo, no es bíblica ni cristiana. El tapiz de la creación, de la catedral de Gerona, habla con pinturas de esta realidad teológica: el mundo es bueno, salido de las manos de Dios, y las realidades de nuestro mundo son buenas, no hemos de renegar de nada, ni reprimir, sino –como dice el texto- trabajar el jardín, cuidar de la creación, dar gloria al Creador trabajando con Él en la superación del caos: Dios pone orden, separa, distingue.

   2. El Génesis nos sigue contando que Abraham fue a sacrificar a su hijo, pero el Señor le mando a un ángel para impedirlo. Dios llama. Respondió Abraham a la llamada de Dios, incluso cuando creía que Dios le estaba pidiendo la muerte de su propio hijo. Pero la llamada de Dios nunca es para la muerte, sino para la vida. Los especialistas ven en este texto un resto de la costumbre  fenicia y cananea de la inmolación del primogénito. El relato iría  contra esta tradición. Dios no quiere sacrificios humanos sino la  obediencia de la fe. La tradición judía ve en la disponibilidad de  Abraham y de Isaac el hecho fundamental por el cual Dios se  comprometerá a salvar a las generaciones venideras. La tradición  patrística vio en Isaac el prototipo de Cristo: hijo único ofrecido y  recuperado por el Padre.

   3. Recordamos el paso del mar Rojo, cuando el pueblo de Israel sale de la esclavitud de Egipto y se abren las aguas y van hacia la tierra prometida. Así nosotros por la muerte de Jesús y su Resurrección tenemos el bautismo y pasamos de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad. Aunque el pueblo falla, el amor de Dios es inmenso y jamás falla,  siempre espera. El amor es más fuerte que todas las infidelidades, que todas las debilidades de los hombres.

   Somos buscados por Dios desde el principio. Y con impaciencia y pasión. Sí, somos fruto de la pasión de Dios, que nos dice: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes"" (Paul Claudel).

   El canto de Israel puede ser también el nuestro, así como los peligros de entonces hoy tienen distinta cara: "Dichoso aquel que comprende el significado de los cantos, escribe Orígenes, puesto que nadie canta si no está en fiesta; pero dichoso aún más quien canta el canto de los cantos. Antes es preciso salir de Egipto para poder entonar el primero de los cantos: Cantad a Yahvé, que se ha mostrado de modo glorioso". Y hablando del bautismo decía: «Sábete que los egipcios te persiguen y pretenden  volverte a poner bajo su servicio, quiero decir los dominadores del mundo y los espíritus  malos a quienes tú has servido hasta hoy. Se esfuerzan por perseguirte, mas desciendes a  las aguas, y eres salvado. Purificado de las manchas del pecado, te levantas hombre  nuevo, dispuesto a cantar un cántico nuevo».

   4. Las tres siguientes lecturas, de los profetas, anuncian al pueblo el amor de Dios, el amor inmenso que jamás falla, que siempre espera. El amor que es más fuerte que todas las infidelidades, que todas las debilidades de los hombres. Isaías es el primero: "el que te hizo te tomará por esposa; su nombre es Señor de los ejércitos. Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de toda la tierra.  Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como a esposa de juventud… Con misericordia eterna te quiero": La nueva etapa de amor no tendrá fin.

   5. Isaías otra vez: "Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua… Venid a mí, y viviréis". Hace mención del trigo y del vino que tiene resonancias eucarísticas.

   6. Baruc: nos habla de Dios como único, de la llamada divina, que nos muestra la vocación, la auténtica vida y la felicidad. El Señor hace "hablar" las estrellas, imagen de cómo hemos de seguir la vida nueva en el agua y en el  Espíritu.

   7. Ezequiel nos transmite palabras divinas: "os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos... Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios."   Palabras preciosas del don del  Espíritu (Rm 5,5), y cantamos con el Salmo 41: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; / tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?"

   8. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más. Cristo murió, pero ahora vive por siempre. El cristiano no puede permanecer en una vida de  pecado: el bautismo ha purificado al "hombre  pecador". El cristiano debe esforzarse en que el pecado no domine ya más en  él: su vida está en Dios. De esta realidad nace la vida del cristiano: el cristiano  está muerto al pecado, pero vive para Dios en Jesucristo. Y el salmo canta este himno hebreo hace referencia a Jesús, esta piedra central, que es fundamento de nuestra fe.

   9. El Evangelio nos dice que "el primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: -¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. HA RESUCITADO. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: «El Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».

   Los primeros testigos de la resurrección son mujeres. Ellas, llevadas del corazón,  con las primeras luces del día del sol, se fueron al sepulcro para ungir mejor el cuerpo del  Amado. Los discípulos, muy prudentes ellos, estaban escondidos, a la espera.

   En este tiempo pascual que hoy comenzamos seremos iluminados permanentemente por la luz de Cristo significada por el cirio pascual que como faro en medio de la noche de nuestra vida, nos guiará al buen puerto de la salvación y grandeza humana. Abramos nuestro corazón, nuestra vida, dejándonos iluminar por el Señor. Que Él vaya cambiando el ser de cada uno de nosotros, transformando nuestra existencia, iluminados por una luz nueva para poder así iluminar a su vez al mundo y a nuestros hermanos con la esperanza de que todo puede ser renovado si es puesto en clave del Señor resucitado.

 

Reflexiones para el Sábado Santo: profundo silencio expectante, de la mano de la Virgen María

Reflexiones para el Sábado Santo: profundo silencio expectante, de la mano de la Virgen María

   Las Iglesias están desnudas y no hay liturgia. Jesús duerme en el sepulcro, y nosotros esperamos el gran acontecimiento de la Resurrección, perseverando con María en la espera, rezando y meditando. Hace falta un día de silencio para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y en la gran fuerza del bien que surge de la Pasión y de la Resurrección del Señor. Nos recuerda la espera de las madres, que sufren por los hijos, la compasión de las madres que sufren en silencio, a distancia. Se habla en muchos sitios de imágenes de la Virgen que lloran… son lágrimas que hay que entenderlas no tanto físicas, sino sobre todo lágrimas interiores que son las que más duelen y las que más cuestan.

   En la liturgia de las Horas leemos hoy una homilía del siglo II que habla del descenso del Señor a la región de los muertos y un diálogo entre Cristo y Adán; recuerdo que cuando yo era pequeño me ocultaban esa tradición, diciendo que "Adán" estaba apartado de Dios; su lectura entera puede servirnos para meditar hoy: "Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglo. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento la región de los muertos.

   En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

   El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «Y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

   Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: «Salid» y a los que estaban en tinieblas: «Sed iluminados», y a los que estaban adormilados: «Levantaos».

   Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.

   Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

   Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

   Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

   Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; más he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

   Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos."

   Podemos vivir este día especialmente unidos a María, la Madre de Jesús, que espera. Es la "Esperanza". Recuerda el descender del Cuerpo de la Cruz con sus llagas sangrantes, su sudor y el barro mezclado con salivazos. El sepulcro donde José de Arimatea acomodó el cuerpo de Jesús. Quizá Maria medita el salmo 138: "Si escalo el cielo, allá estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo: que al menos la tiniebla me encubra…', ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día" (8-12).

   Ella en su alma sufrió con su Hijo; quizá intuyó sus sentimientos san Pablo cuando escribía: "Para mí la vida es Cristo. Si puedo estar junto a Él (es decir, si muero) es una ganancia. Pero si quedo en esta vida, todavía puedo llevar fruto. Así me encuentro en este dilema: partir –es decir, ser ejecutado- y estar con Cristo, sería lo mejor; pero, quedarme en esta vida es más necesario para vosotros" (Fil 1,21ss).

   Hoy no hay Eucaristía en el mundo, vivimos el recuerdo y el signo de su "amor hasta el extremo", la Santa Cruz que adoramos devotamente. Hoy es el día para acompañar a María, la madre. Ella, que con ternura y amor guardaba en su corazón de madre los misterios que no acababa de entender de aquel Hijo que era el Salvador de los hombres, está dolorosa y esperanzada: es María de la Soledad, la Virgen Esperanza que intuye el estallido de la resurrección. Por eso se llamaba el "sábado de gloria".

Llucià Pou Sabaté

Semana santa, Viernes: la Pasión, camino para nuestra redención y felicidad

Semana santa, Viernes: la Pasión, camino para nuestra redención y felicidad

 

A. Lecturas

   1.  Isaías 52,13-53,12: Mirad, mi siervo tendrá éxito, / subirá y crecerá mucho. / Como muchos se espantaron de él, / porque desfigurado no parecía hombre, / ni tenía aspecto humano; / así asombrará a muchos pueblos: / ante El los reyes cerrarán la boca, / al ver algo inenarrable / y contemplar algo inaudito.

   ¿Quién creyó nuestro anuncio? / ¿A quién se reveló el brazo del Señor? / Creció en su presencia como un brote, / como raíz en tierra árida, / sin figura, sin belleza.

   Lo vimos sin aspecto atrayente, / despreciado y evitado por los hombres, / como un hombre de dolores, / acostumbrado a sufrimientos, / ante el cual se ocultan los rostros; / despreciado y desestimado.

   Él soportó nuestros sufrimientos / y aguantó nuestros dolores; / nosotros lo estimamos leproso, / herido de Dios y humillado, / traspasado por nuestras rebeliones, / triturado por nuestros crímenes. / Nuestro castigo saludable vino sobre él, / sus cicatrices nos curaron.

   Todos errábamos como ovejas, / cada uno siguiendo su camino, / y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. / Maltratado, / voluntariamente se humillaba / y no abría la boca; / como un cordero llevado al matadero, / como oveja ante el esquilador, / enmudecía y no abría la boca. / Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron. / ¿Quién meditó en su destino?

   Lo arrancaron de la tierra de los vivos, / por los pecados de mi pueblo lo hirieron. / Le dieron sepultura con los malhechores; / porque murió con los malvados, / aunque no había cometido crímenes, / ni hubo engaño en su boca. / El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. / Cuando entregue su vida como expiación, / verá su descendencia, prolongará sus años; / lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. / A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos. / Por eso le daré una parte entre los grandes, / con los poderosos tendrá parte en los despojos; porque expuso su vida a la muerte / y fue contado entre los pecadores, / y él tomó el pecado de muchos / e intercedió por los pecadores.

   2. Salmo 30,2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25: A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú que eres justo, ponme a salvo. / A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal, me librarás. / Soy la burla de todos mis enemigos, / la irrisión de mis vecinos, / el espanto de mis conocidos; / me ven por la calle y escapan de mí. / Me han olvidado como a un muerto, / me han desechado como a un cacharro inútil. / Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: «Tú eres mi Dios.» / En tu mano están mis azares; / líbrame de los enemigos que me persiguen.

   Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. / Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor.

   3. Hebreos 4,14-16; 5,7-9. Hermanos: Tenemos un Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús el Hijo de Dios-. Mantengamos firmes la fe que profesamos.

   Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno.

   Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su actitud reverente. El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que obedecen en autor de salvación eterna.

   4. Juan 18,1-19,42: "En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí Él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre Él, se adelantó y les dijo: -¿A quién buscáis? Le contestaron: -A Jesús el Nazareno. Les dijo Jesús: -Yo soy.
Estaba también con ellos Judas el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: -¿A quién buscáis? Ellos dijeron: -A Jesús el Nazareno. Jesús contestó: -Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»   

   Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: -Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera, a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: -¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre? Él dijo: -No lo soy.
   Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó: -Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
   Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: -¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús respondió: -Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? Entonces Anás lo envió a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: -¿No eres tú también de sus discípulos? Él lo negó diciendo: -No lo soy. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: -¿No te he visto yo con Él en el huerto? Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo.
   Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo: -¿Qué acusación presentáis contra este hombre? Le contestaron: -Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les dijo: -Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. Los judíos le dijeron: -No estamos autorizados para dar muerte a nadie. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
   Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: -¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilato replicó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho? Jesús le contestó: -Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo: -Conque, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Pilato le dijo: -Y, ¿qué es la verdad? Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: -Yo no encuentro en Él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Volvieron a gritar: -A ése no, a Barrabás.
   Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a Él, le decían: -¡Salve, rey de los judíos! Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: -Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en Él ninguna culpa. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: -Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron: -¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les dijo: -Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en Él. Los judíos le contestaron: -Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús: -¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: -¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? Jesús le contestó: -No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: -Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: -Aquí tenéis a vuestro Rey. Ellos gritaron: -¡Fuera, fuera; crucifícalo! Pilato les dijo: -¿A vuestro rey voy a crucificar?    

   Contestaron los sumos sacerdotes: -No tenemos más rey que al César. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
   Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con Él a otros dos, uno a cada lado, y en medio Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: -No escribas «El rey de los judíos», sino «Este ha dicho: Soy rey de los judíos. Pilato les contestó: -Lo escrito, escrito está.
   Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: -No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados.
   Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: -Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: -Ahí tienes a tu madre.Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
   Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: -Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: -Está cumplido. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con Él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús"
.

 

B. Comentario:

   1. Espectacular realismo en esta profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el 5º Evangelio. Que nos mete en el alma sufriente de Cristo, durante toda su vida y ahora en la hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él. "Las dos primeras lecturas y el salmo responsorial constituyen prácticamente textos paralelos. Los tres contienen la descripción del misterio de la muerte gloriosa: "desfigurado no parecía hombre… despreciado… varón de dolores… soportó nuestros sufrimientos y llevó nuestros dolores… sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas… como un cordero llevado al matadero… murió con los malvados… fue contado entre los pecadores, / y Él tomó el pecado de muchos / e intercedió por los pecadores". Es un canto al sufrimiento del Viernes santo que Jesús sufrirá por ti y por mí.

   Señor, te suplico que cuando tu providencia disponga que me vea forzado, incluso contra mi voluntad, a hacer lo que no deseo, lo que quizá me fastidia, me concedas tu gracia para aceptarlo y decir: muchísimas gracias por la oportunidad que me das de ofrecerte en reparación de mis pecados, eso que tanto me cuesta y que por mi propia voluntad nunca lo hubiera querido. Que sepa yo también recitar este canto para ver ahí la voluntad del Padre, y que estoy haciendo algo grande, necesario para la salvación de todos. Cuando me corrijan en algo que no va: que acepte esa ayuda. Como dice la canción: "Cuando venga el huracán, que seguro ha de venir por  marcharme de tus brazos, por alejarme de ti", que sepa volver, ofrecerte en reparación: contrariedades, enfermedades, imprevistos que estropean mis planes muy pensados y en los que estaba ilusionado, disgustos… que sepa enseguida arreglar las cosas, no vaciar el malhumor con los padres, amigos... sino enseguida ponerme de buenhumor, reírme de mí mismo con humildad, saber que me perdonas enseguida, que me quieres como soy.

   La figura del siervo es lo más exquisito y misterioso del mensaje consolador. Encarna todo el sufrimiento humano incluido el de la muerte afrentosa. Pero en esa figura el dolor se redime, porque es aceptado, es inocente, es por otros y termina en victoria. Reúne y hermana dos suertes, al parecer irreconciliables: la humillación y la elevación, el sufrimiento y el triunfo, la muerte y la vida. Dios y los hombres testifican con el siervo que el dolor inocente es redimido y redime.

   2. El Salmo que tanto ha meditado Jesús ahora será recitado por él en la cruz: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu… A ti, Señor, me acojo… Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor". Es lo último que dirá Jesús antes de morir: "En tus manos, Señor, encomiendo mi Espíritu" (Lucas 23,46). Recitado por Jesús en la cruz, ahí se entrecruzan la confianza, el dolor, la soledad y la súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta oración.

   3. La carta a los Hebreos nos muestra "un Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús el Hijo de Dios-. Mantengamos firmes la fe que profesamos.

   4. En la Pasión según san Juan (18,1-19,42), vemos a María junto a la Cruz. No llegó de repente al Gólgota, desde que el discípulo amado la recordó en Caná, sin haber seguido paso a paso, con su corazón de Madre el camino de Jesús. Y ahora está allí como madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, signo de contradicción como Él, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con la espada de dolor que la fecunda. La palabra de su Hijo que alarga su maternidad hasta los confines infinitos de todos los hombres. Madre de los discípulos, de los hermanos de su Hijo. María contempla y vive el misterio con la majestad de una Esposa, aunque con el inmenso dolor de una Madre. Juan la glorifica con el recuerdo de esa maternidad. Último testamento de Jesús. Última dádiva. Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.

   El soldado que traspasó el costado de Cristo de la parte del corazón, no se dio cuenta de que cumplía una profecía y realizaba un último, estupendo gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros.

   La Pasión, en San Juan, es evangelio-revelación de la gloria de Jesús, la llegada de su exaltación. Para él también en la pasión se revela la gloria del Hijo de Dios. Juan no presenta la pasión y muerte de Jesús desde la reacción natural psicológica, sino que trata de dar el sentido espiritual de la misma. La muerte de Jesús es su glorificación.

   Nadie podrá decir: "Nadie ha bajado a mi soledad". Siguiendo la misión confiada por el Padre, Jesús penetra hasta el fondo de la soledad del hombre. Al aceptar morir entre los malvados y sin Dios, manifiesta que la nueva relación de Dios con los hombres llega hasta donde todo clama su ausencia; y baja hasta allá con una gratuidad absoluta. Nadie, por alejado y solo que se encuentre, podrá decir nunca: "En donde me encuentro yo, Jesús no ha bajado". Jesús en la cruz es la persona más unida a Dios y la más unida a los hombres y mujeres de cada tiempo. Da Dios mismo a la humanidad y la humanidad a Dios. En adelante, la cruz es el gran misterio sepultado en la humanidad. Con los ojos iluminados por la contemplación de la cruz, nos ponemos frente al mundo para contemplarlo "como quien ve -en Él- al invisible" y escuchar la voz que nos llama: "Tengo sed".

   Después de unos momentos de silencio y animados por el Espíritu que brota de la cruz, oraremos por las necesidades de todos los hombres y mujeres contemporáneos nuestros. Hoy más que nunca, las peticiones de los cristianos no pueden tener fronteras. Después, veneraremos la cruz. Contemplada con ojos de bautizado, ojos de resurrección, se convierte en signo de la fidelidad de Dios en medio del mundo. Y confesaremos la fe del centurión, que es la fe de la Iglesia: "Realmente este hombre era Hijo de Dios" (Jaume Camprodon).

 

JuevesSanto, pensamientos para la meditación y visita a Monumentos al hilo de losrelatos Evangelios sobre esta noche.

Jueves Santo, pensamientos para la meditación y visita a Monumentos al hilo de los relatos Evangelios sobre esta noche. 

   a) Acabada la cena, ya sin Judas, hay escenas entrañables de Jesús con sus discípulos: Pedro reafirma su amor hasta la muerte, Tomás le pregunta por el camino, para saber hacia dónde ir, y Felipe va al fondo de la cuestión al decir: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Jesús le responde: "Felipe, ¿tanto tiempo que estoy con vosotros y no me has conocido?"; su alma manifiesta el ansia de ver a Dios, de su corazón emerge un fuego de amor divino, que pide más.

   Días antes, había dicho a los sabios del Templo: "Yo y el Padre somos uno"; pero aquí explicita ese misterio de la Santísima Trinidad. "Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí…" y les dice que rogará al Padre para que les dé otro Paráclito... el Espíritu de la Verdad. La revelación sobre Dios ha llegado a su punto más alto, y los apóstoles participan de una iluminación tan intensa que dirán: "ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte".

   También nosotros necesitamos esa iluminación, y en la oración también le decimos: "¡muéstranos al Padre, muéstrate que eres Tú, muéstranos tu Espíritu de Verdad!"

   b) En la oración sacerdotal de la Ultima Cena, Jesucristo también rogó por la unidad de los que habían de creer en su nombre: "que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y Yo en ti, que así ellos sean uno en nosotros" (Jn 17).

   Para eso es necesaria la penitencia, pues las luchas de egos son las que provocan división. Es Jesús quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas. Él es quien nos invita a hacer el camino de la unidad.

   c) Pablo, en la primera Carta a los Corintios, solo unos años después de los hechos, nos escribe lo que hizo Jesús "en la noche en que iba a ser entregado". Hecho histórico fiel, pues si no le hubieran corregido los que participaron de la primera Cena, los que la fueron rememorando desde entonces. Podemos proclamar: "Tantum ergo Sacramentum / veneremur cernui – A un Sacramento tan grande / venerémoslo postrados".

   d) El Éxodo habla del cordero "sin defecto, macho, de un año" (Éxodo 12,5) del sacrificio. Jesús es el nuevo Cordero, que con la sangre derramada libremente en la cruz ha establecido una nueva y definitiva Alianza, en un acto de amor supremo: "los amó hasta el extremo" (Juan 13, 1   La letra de las Escrituras enseña lo ocurrido; lo que debes creer, la alegoría. La moral enseña qué es lo que hay que hacer; hacia dónde tender, la anagogía. «La Pascua puede tener un significado histórico, uno alegórico, uno moral y uno anagógico. Históricamente, la Pascua ocurrió cuando el ángel exterminador pasó por Egipto; alegóricamente, cuando la Iglesia, en el bautismo, pasa de la infidelidad a la fe; moralmente, cuando el alma, a través de la confesión y la contrición, pasa del vicio a la virtud; anagógicamente, cuando pasamos de la miseria de esta vida a los gozos eternos» (Sicardo de Cremona).

   Jesús es el "Siervo de Yahvé" que tenía que sufrir para que las injusticias fueran aplacadas, como entendió Edith Stein el drama que se estaba gestando para ella y para su pueblo en la Alemania de Hitler: «Allí, bajo la cruz, comprendí el destino del pueblo de Dios. Pensé: aquellos que saben que esta es la cruz de Cristo tienen el deber de cargar con ella, en nombre de todos los demás». No se habla aquí de culpables sino de perdón para la culpa. No hemos de incriminar a nadie.

   e) Jesús callaba ante las acusaciones... Es el supremo orden ético. Calla ante Caifás, calla ante Pilatos que se irrita por su silencio, calla ante Herodes que esperaba verle hacer un milagro (Cf. Lucas 23, 8). Silencio de Jesús que nos ayuda a comprender el silencio de Dios: «Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues con tu santa Cruz redimiste al mundo».

   f) Jesús, "sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía" nos da pistas para entender que también nosotros somos Cristo, que venimos de Dios para cumplir una misión, y a Dios volvemos cuando la hemos cumplido. "El Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y aunque no lo entendamos vemos ahí el cumplimiento de su misión por amor, que ilumina nuestra misión de dar la vida por amor. Y le decimos con el poeta: "No me tienes que dar porque te quiera, / pues, aunque lo que espero no esperara, / lo mismo que te quiero te quisiera".

   g) El agua es vida, pero en la cultura mediterránea hay tres elementos importantes: el pan de trigo, el vino y el aceite de oliva como dice el Salmo 104: el pan que se obtiene de la tierra, el vino que le alegra el corazón y el aceite, que da brillo a su rostro; representan la bondad de la creación, la fiesta (preparación de la vida eterna), están presentes en los sacramentos.

   También están en la enseñanza de Jesús: hará su primer milagro con vino en las Bodas de Caná donde habla del vino nuevo, que será el último milagro en la Santa Cena. Y la viña será imagen del canto de amor de Dios con los suyos, y también nos asociamos a Jesús con esta imagen: "yo soy la vid, vosotros los sarmientos".

   h) Es el "yo soy" divino que resuena desde el monte Sinaí: "soy" en el sentido presente y futuro: "y seré"… profecía de ese "Yo vendré con vosotros", estaremos injertados a Él como el sarmiento a la vid. El pan está presente desde la multiplicación de los panes hasta la Eucaristía, y los dos están unidos en ese «permanecer» en Él. En Juan 15,1-10 aparece diez veces el verbo griego ménein (permanecer, perseverar).

   Para eso, hemos de vivir las escenas del Evangelio, y con el ciego Bartimeo rezar: ¡Hijo de David, ten compasión de mi! ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!

   Con la humildad del centurión: Señor, basta que tú digas una palabra y yo quedaré sano ¡Señor ten piedad!

   Con la fe del leproso te decimos: ¡Señor, si tú quieres, puedes curarme!.¡Señor, ten piedad!

   Con los apóstoles atemorizados te decimos: ¡Señor, sálvanos que perecemos! ¡Señor, ten piedad!

   Con la mujer cacanea te confiamos: ¡Señor, ayúdame! ¡Señor, ten piedad!

   Con el apóstol Pedro hundiéndose en las aguas: ¡Señor, sálvame! ¡Señor, ten piedad!

   Con Dimas el buen ladrón arrepentidos te suplicamos: ¡Acuérdate de mi ahora que estás en tu reino! ¡Señor, ten piedad!

   María nos muestra a Jesús para que vayamos a él: "Éste es el cordero que permanecía mudo y que fue inmolado; éste es el que nació de María, la blanca oveja; éste es el que fue tomado de entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; éste es aquel cuyos huesos no fueron quebrados sobre el madero y que en la tumba no experimentó la corrupción; éste es el que resucitó de entre los muertos y resucitó al hombre desde las profundidades del sepulcro" (Helitón de sardes).

   A la Virgen María nos dirigimos: Oh primicia del pueblo humilde y del resto de Israel, sierva sufriente junto al Siervo sufriente, nueva Eva obediente junto al nuevo Adán, alcánzanos de Jesús, con tu intercesión la gracia de permanecer en él, bien unidos a ti. Amén.

jueves, 28 de marzo de 2024

Jueves Santo: el cáliz de la salvación es amor hasta el extremo, que nos enseña a amar (servir, pasar del egoísmo a la donación)

Jueves Santo: el cáliz de la salvación es amor hasta el extremo, que nos enseña a amar (servir, pasar del egoísmo a la donación)


Por la mañana: MISA CRISMAL

"Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír»" (Lucas 4,16-21)

El Jueves Santo está cargado de significación eclesial: es un día en el que se congrega la Iglesia como comunidad diocesana en torno a su pastor, el Obispo, para la consagración de los santos óleos, que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos, signo de la donación del Espíritu Santo en diversas circunstancias de la vida; simbolizaron fortaleza, agilidad, medicina, buen olor: todas las significaciones que puedan ser relacionadas con los óleos santos, nos remiten al Espíritu de Dios, que en la Iglesia se nos comunica permanentemente por el Señor. El sacramento de la penitencia y de la reconciliación comunitaria, también encontró siempre en este día su ubicación privilegiada.

Jesús se reúne hoy con los discípulos, de entonces y de todos los tiempos: «los que crean en mí por la palabra de ellos» (Jn 17,20). Y pide: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así os envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad» (17,17ss). Para continuar su misma misión nos lo dice. Dice Jesús: «Por ellos me consagro yo». ¿Qué quiere decir? ¿No es «el Santo de Dios»? ¿Cómo puede ahora consagrarse, es decir, santificarse a sí mismo? En la Biblia «santo» y «santificar/consagrar» es "en primer lugar la naturaleza de Dios mismo, su modo de ser del todo singular, divino, que corresponde sólo a Él. Sólo Él es el auténtico y verdadero Santo en el sentido originario. Cualquier otra santidad deriva de Él, es participación en su modo de ser. Él es la Luz purísima, la Verdad y el Bien sin mancha. Por tanto, consagrar algo o alguno significa dar en propiedad a Dios algo o alguien, sacarlo del ámbito de lo que es nuestro e introducirlo en su ambiente, de modo que ya no pertenezca a lo nuestro, sino enteramente a Dios. Consagración es, pues, un sacar del mundo y un entregar al Dios vivo. La cosa o la persona ya no nos pertenece, ni pertenece a sí misma, sino que está inmersa en Dios. Un privarse así de algo para entregarlo a Dios, lo llamamos también sacrificio: ya no será propiedad mía, sino suya. En el Antiguo Testamento, la entrega de una persona a Dios, es decir, su «santificación», se identifica con la Ordenación sacerdotal y, de este modo, se define también en qué consiste el sacerdocio: es un paso de propiedad, un ser sacado del mundo y entregado a Dios. Con ello se subrayan ahora las dos direcciones que forman parte del proceso de la santificación/consagración. Es un salir del contexto de la vida mundana, un «ser puestos a parte» para Dios" (Benedicto XVI).

No es una segregación, sino ser puestos para representar a los otros. "El sacerdote es sustraído a los lazos mundanos y entregado a Dios, y precisamente así, a partir de Dios, debe quedar disponible para los otros, para todos". Cuando Jesús dice «Yo me consagro», se hace a la vez sacerdote y víctima: «Yo me sacrifico». Cuando Jesús dice: «Por ellos me consagro yo», se da "el acto sacerdotal en el que Jesús —el hombre Jesús, que es una cosa sola con el Hijo de Dios— se entrega al Padre por nosotros. Es la expresión de que Él es al mismo tiempo sacerdote y víctima. Me consagro, me sacrifico: esta palabra abismal, que nos permite asomarnos a lo íntimo del corazón de Jesucristo, debería ser una y otra vez objeto de nuestra reflexión. En ella se encierra todo el misterio de nuestra redención. Y ella contiene también el origen del sacerdocio de la Iglesia, de nuestro sacerdocio" (Benedicto XVI).

Y cuando dice «conságralos en la verdad» es la inserción de los apóstoles en el sacerdocio de Jesucristo, la institución de su sacerdocio nuevo para la comunidad de los fieles de todos los tiempos: es la verdadera oración de consagración para los apóstoles. El Señor pide que Dios los atraiga al seno de su santidad, los sustraiga de sí mismos y los tome como propiedad suya, para que, desde Él, puedan desarrollar el servicio sacerdotal para el mundo. Y Jesús añade: «Tu palabra es verdad». Esa inmersión es por la palabra de Dios, baño que los purifica, poder creador que los transforma en el ser de Dios. Nos da materia para examen en el día de hoy, si nos dejamos conducir por la Palabra y no por nuestras preferencias. La libertad absoluta del hombre es tan mala como las caricaturas de una humildad equivocada y una falsa sumisión que no queremos imitar. Cristo nos enseña la recta humildad, que corresponde a la verdad de nuestro ser, y esa obediencia que se somete a la verdad, a la voluntad de Dios: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad»… te pedimos, Señor, que tus palabras iluminen nuestra vida y nos llamen a ser siempre nuevamente discípulos de esa verdad que se desvela en la palabra de Dios. Tú, Señor, dijiste «Yo soy la verdad» (cf. Jn 14,6): haznos una sola cosa conmigo, Cristo. Sujétanos a ti, único sacerdote, participando nosotros del tuyo. Pero "unirse a Cristo supone la renuncia. Comporta que no queremos imponer nuestro rumbo y nuestra voluntad; que no deseamos llegar a ser esto o lo otro, sino que nos abandonamos a Él, donde sea y del modo que Él quiera servirse de nosotros. San Pablo decía a este respecto: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). En el «sí» de la Ordenación sacerdotal hemos hecho esta renuncia fundamental al deseo de ser autónomos, a la «autorrealización». Pero hace falta cumplir día tras día este gran «sí» en los muchos pequeños «sí» y en las pequeñas renuncias. Este «sí» de los pequeños pasos, que en su conjunto constituyen el gran «sí», sólo se podrá realizar sin amargura y autocompasión si Cristo es verdaderamente el centro de nuestra vida. Si entramos en una verdadera familiaridad con Él. En efecto, entonces experimentamos en medio de las renuncias, que en un primer momento pueden causar dolor, la alegría creciente de la amistad con Él; todos los pequeños, y a veces también grandes signos de su amor, que continuamente nos da. «Quien se pierde a sí mismo, se guarda». Si nos arriesgamos a perdernos a nosotros mismos por el Señor, experimentamos lo verdadera que es su palabra" (Benedicto XVI).

Señor, te pido hoy de nuevo que mi modo de ser, pensar, actuar sea a imagen tuya. Por la oración que sepa entrar en comunión personal contigo, sobre todo que la Eucaristía me haga vivir tu vida, «un cuerpo solo y una sola alma» contigo. En ti, Señor, verdad y amor son una misma cosa. Y el amor verdadero es exigente. Ayúdame a reconocerlo en los que sufren, en los pobres, en los pequeños de este mundo; entonces nos convertimos en personas que sirven, que reconocen a sus hermanos y hermanas, y en ellos te veré a ti, Jesús.

«Conságralos en la verdad», es tu oración de hoy, Jesús: «Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad» (Jn 17,19). Tantas religiones buscan dar cauce al deseo de Dios que hay en el hombre… tú, Jesús, nos tocas en la profundidad de nuestro ser. Benedicto XVI cuenta su testimonio: "La víspera de mi Ordenación sacerdotal, hace 58 años, abrí la Sagrada Escritura porque todavía quería recibir una palabra del Señor para aquel día y mi camino futuro de sacerdote. Mis ojos se detuvieron en este pasaje: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad». Entonces me di cuenta: el Señor está hablando de mí, y está hablándome a mí. Y lo mismo me ocurrirá mañana. No somos consagrados en último término por ritos, aunque haya necesidad de ellos. El baño en el que nos sumerge el  Señor es Él mismo, la Verdad en persona. La Ordenación sacerdotal significa ser injertados en Él, en la Verdad. Pertenezco de un modo nuevo a Él y, por tanto, a los otros, «para que venga su Reino». Queridos amigos, en esta hora de la renovación de las promesas queremos pedir al Señor que nos haga hombres de verdad, hombres de amor, hombres de Dios. Roguémosle que nos atraiga cada vez más dentro de sí, para que nos convirtamos verdaderamente en sacerdotes de la Nueva Alianza. Amén".

Misa vespertina de la Cena del Señor

 

Lecturas:

   1. Éxodo 12, 1-8. 11-14: En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: -«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

   Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.

   Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

   2. Salmo 115, 12-13. 15-16bc. 17-18: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.

   Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas.

   Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

   3. I Corintios 11, 23-26: Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: -«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.      

   4. Juan 13,1-15: "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

   Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».

   Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros»".

 

B. Comentario:   

   1. El Éxodo nos cuenta aquel momento de la primera pascua cuando se preparan para salir de Egipto los judíos, la comida del cordero, el día del paso del Señor, cuando la sangre era signo de salvación.

   No sabemos si Jesús siguió la cena judía, pero en cualquier caso hacía la cena acostumbrada en sus ocho partes: 1. Encendido de las luces de la fiesta. 2. La bendición de la fiesta (Kiddush), todos a la mesa, bendiciendo la primera copa y tomando hiervas. 3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah), y se servían la segunda copa de vino y leían Éxodo, capítulo 12. Se asaba en un asador en forma de cruz el cordero, sin romper ningún hueso. 4. Oración de acción de gracias por la salida de Egipto. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113. 5. La solemne bendición de la comida. 6. La cena pascual. 7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición. 8. Bendición final (leyendo Números 6,24-26) y con una cuarta copa, "de Melquisedec". La Pascua judía era y sigue siendo una fiesta familiar, se celebraba en la casa. Se vive en recuerdo del Éxodo, en aquella noche oscura en que el caos se convierte en salvación.

   2. "El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor".  Este cáliz es identificado por la tradición cristiana con «la copa de la bendición» (1 Cor 10,16), con la «copa de la Nueva Alianza» (1 Cor 11,25; Luc 22,20): expresiones que en el Nuevo Testamento hacen referencia precisamente a la Eucaristía.

   3. Los sentimientos de Jesús en esa despedida de hoy son impresionantes. Cuando algunos se dan una fotografía y unas palabras de recuerdo… él se queda, nos ofrece su cuerpo. San Pablo narra: "Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: -«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva". La liturgia define el Jueves santo como «el hoy eucarístico», el día en que «nuestro Señor Jesucristo encomendó a sus discípulos la celebración del sacramento de su Cuerpo y de su Sangre» (Canon romano, Jueves santo). Antes de ser inmolado en la cruz el Viernes santo, instituyó el sacramento que perpetúa su ofrenda en todos los tiempos. En cada santa misa, la Iglesia conmemora ese evento histórico decisivo. Con profunda emoción el sacerdote se inclina, ante el altar, sobre los dones eucarísticos, para pronunciar las mismas palabras de Cristo «la víspera de su pasión». Desde aquel Jueves santo de hace casi dos mil años hasta esta tarde… la Iglesia vive mediante la Eucaristía, se deja formar por la Eucaristía, y sigue celebrándola hasta que vuelva su Señor. Dice también san Agustín: «come la vida, bebe la vida: tendrás la vida y esa vida es íntegra» (Sermón 131, I, 1).  

   «Salve, verdadero cuerpo, nacido de María Virgen»; así reza hoy la Iglesia: «Concédenos pregustarte en el momento decisivo de la muerte». Sí, tómanos de la mano, oh Jesús eucarístico, en esa hora suprema que nos introducirá en la luz de tu eternidad: «O Iesu dulcis! O Iesu pie! O Iesu, fili Maria".

   4. Jesús les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicio. En la Última Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a prenderlo. Son los momentos en que sale de los muros de lo seguro y va a lo nuevo, a darnos nuestra libertad.

   El lavatorio de los pies significa el servicio que ha de ser punto de referencia para nuestra actitud. Gracias, Señor, por tu levantarse de la mesa, despojarte de las vestiduras de gloria, inclinarte hacia nosotros en el misterio del perdón, el servicio de la vida y de la muerte humanas. Quiero dejarme lavar por ti, Señor, para no rechazar tu amor. Cuenta Ratzinger: "Judas representa al hombre que no quiere ser amado, al hombre que piensa sólo en poseer, que vive únicamente para las cosas materiales. Por esta razón, San Pablo dice que la avaricia es idolatría (Col 3,5), y Jesús nos enseña que no es posible servir a dos señores. El servicio de Dios y el de las riquezas se excluyen entre sí; el camello no pasa por el hondón de la aguja (Mc 10,25)". Pero hay otro tipo de rechazo de Dios; además del rechazo del materialista, se da también el del hombre religioso, representado aquí por Pedro. "Existe el peligro que San Pablo llamó «judaísmo» y que es duramente criticado en las cartas paulinas; consiste este peligro en que el «devoto» no quiera aceptar la realidad, es decir, no quiera aceptar que también él tiene necesidad del perdón, que también sus pies están sucios. El peligro que corre el devoto consiste en pensar que no tiene necesidad alguna de la bondad de Dios, en no aceptar la gracia; es el riesgo a que se halla expuesto el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo, el riesgo de los obreros de la primera hora (Mt 20,1-16), el peligro de aquellos que murmuran y sienten envidia porque Dios es bueno. Desde esta perspectiva, ser cristiano significa dejarse lavar los pies o, en otras palabras, creer".

   Aceptar el lavatorio de los pies significa tomar parte en la acción del Señor, compartirla nosotros mismos, dejarnos identificar con este acto. Aceptar esta tarea quiere decir: continuar el lavatorio, lavar con Cristo los pies sucios del mundo. Jesús dice: «Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros» (13,14). No puedo amar en general, sino con los que tengo al lado, con los hermanos. El amor  universal no existe si no es también concreto, como señalaba Dovstojeski: "¿por qué será que cuanto más amo a la humanidad, más me fastidian los hombres?"

   "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio». El bautizado, ¿por qué y en qué sentido hay necesidad de lavarse los pies? Mientras vivimos aquí abajo, nuestros pies pisan la tierra de este mundo: son los afectos a purificar, como en la oración dominical al decir: perdona nuestras deudas. Todos los días, cuando rezamos el Padrenuestro, el Señor se inclina hacia nosotros, toma una toalla y nos lava los pies.

   San Agustín tenía un dilema entre la oración y la labor de pastor, y señala que cuando acudimos al trabajo apostólico, nos ensuciamos inevitablemente los pies. Pero los ensuciamos por la causa de Cristo, porque aguarda fuera la multitud y no hay otro modo de llegar a ella que metiéndonos en la inmundicia del mundo, en medio de la cual se encuentra: «Y he aquí que me levanto y abro. ¡Oh Cristo, lava nuestros pies: perdona nuestras deudas, porque nuestro amor no se ha extinguido, porque también nosotros perdonamos a nuestros deudores! Cuando te escuchamos, exultan contigo en el cielo los huesos humillados. Pero cuando te predicamos, pisamos la tierra para abrirte paso; y, por ello, nos conturbamos si somos reprendidos, y si alabados, nos hinchamos de orgullo. Lava nuestros pies, que ya han sido purificados, pero que se han ensuciado al pisar los caminos de la tierra para abrirte la puerta".