Domingo de la 2ª semana de
Adviento. Nuestra meta es siempre Cristo, la gran promesa de
salvación, en la que Dios mostrará su esplendor… en espera del día en que todos
verán la salvación de Dios
“En
el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato
gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de
Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de
Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los
oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino
del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y
colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la
salvación de Dios»”
(Lucas 3,1-6).
1. Juan Bautista fue el
Precursor, que cumple la antigua profecía: "Preparad el camino del Señor", para la gran esperanza de los
pobres de Israel: todos verán la salvación de Dios. San León Magno nos dice: «Demos
gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la
inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros y, estando
muertos por el pecado, nos resucitó a la vida de Cristo para que fuésemos en Él
una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre
viejo con sus acciones y renunciemos a las obras de la carne nosotros que hemos
sido admitidos a participar del nacimiento de Cristo. Reconoce ¡oh cristiano!
tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina y no vuelvas a la antigua
vileza con una vida depravada. Ten presente que, arrancado al poder de las
tinieblas se te ha trasladado al reino y claridad de Dios. Por el sacramento del bautismo te convertiste en
templo del Espíritu Santo. No ahuyentes a tan escogido huésped con acciones
pecaminosas».
-“Todos verán la salvación de Dios”. La salvación es universal: aquel
que nace en Navidad es el salvador de
todos los hombres (recordemos:"omnis caro" toda carne). La
iglesia, decimos, es el
"sacramento" (el signo sensible) de esta salvación universal, el
lugar donde se hace accesible y visible. El resplandor de la Iglesia se ve hoy
por todas partes. Pero ¿es realmente
signo sensible de aquel que vino "en la humildad de nuestra carne"? (Josep M. Totosaus).
Juan convoca al pueblo al
desierto, le invita a entrar en el agua. Ese rito bautismal adquiere un valor
simbólico. Juan conduce a Israel a través
del desierto hasta el Jordán, cuyo paso permitirá la entrada en la Tierra prometida. Y él, Juan, se queda en las
orillas del río, como si su misión, semejante a la de Moisés, se detuviera a las puertas de esa
tierra en la que no entrará el pueblo sino bajo la dirección de otro. Juan recorre "toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de agua",
mientras que a Jesús le corresponderá introducir por fin al pueblo, salido del Jordán, adonde Juan lo
había conducido, hasta el interior mismo de la
Tierra deseada. Y así, Jesús irá a predicar a Galilea. A través de este
juego de alusiones al valor simbólico de
los lugares, se muestra la diversidad de las personas y de las misiones (Louis
Monloubou).
En la biblia se nos habla del
"día-de-Yahvé", fecha en la que se dará un cambio drástico en la
trayectoria histórica de Israel. Las infidelidades a su Dios terminarán porque
los malos serán eliminados y sólo quedará
un "resto" fiel. Por supuesto, ese día no finalizará la existencia
del cosmos, ya que este "resto" de fieles vivirá feliz en la tierra.
Será un mero viraje en la historia del hombre. Al "fin de los tiempos", acabará el mundo del
pecado. Quizá los cristianos al ver el día del Yahvé en el "día de
Jesús", en su venida futura (parusía), pensaron al principio que esa sería
inminente, aunque la presencia de cristianos no judíos les condujo a un
planteamiento más teológico y no cronológico.
Hoy se sigue preguntando: “¿cuándo
acabará este mundo?” Pero el aspecto cronológico es más cuestión de la
astrofísica. El Reino de Dios viene ya, cuando seguimos a Jesús en nuestra
vida, en una dinámica de entrega y amor.
Adviento es camino: de esperanza,
de alegría de vivir en comunión con el
amor de Dios. La colecta de hoy habla precisamente de salir
"animosos al encuentro de tu
Hijo" y pide "participar plenamente del esplendor de su gloria".
Es una invitación a caminar con alegría y esperanza en el Dios que libera, que salva, al que pedimos: "Que
los afanes de este mundo no nos impidan
salir animosos al encuentro de tu Hijo" (colecta); "danos
sabiduría para sopesar los bienes de la
tierra amando intensamente los del cielo" (postcomunión), en la segunda
venida de aquel que vino "en la humanidad de nuestra carne" (prefacio).
El desierto es un lugar que transforma,
en lo físico y lo espiritual. Juan Bautista vivió allí, su figura sería de ceño duro, de piel curtida, de cabellos enredados por
el viento del desierto. Sobre él vino
la Palabra de Dios. Nos habla del Adviento:
"enderezad lo torcido, allanad lo
escabroso"; pues Dios viene, Dios nos salva. Dios está presente en nuestra historia.
Juan antecede: ¨Y a ti niño te llamarán profeta del Altísimo, porque
irás delante del Señor a preparar sus
caminos... ¨ (Lc 1,76-77). "Preparad
el camino del Señor... y todos verán la
salvación de Dios". Esta profecía de Isaías que Juan encarnó perfectamente, debe introducirnos en el auténtico sentido del Adviento que busca suscitar en nosotros una actitud profundamente espiritual.
"Una voz grita en le desierto: Preparad el camino del Señor". Flavio
Josefo cuenta: «Herodes había hecho asesinar a este hombre bueno (Juan), que
exhortaba a los judíos a llevar una vida honrada, tratándose con justicia unos
con otros, sometiéndose religiosamente a Dios y participando en un bautismo. De
hecho, el propio Juan estaba convencido de que esa ablución no sería aceptable
como perdón de los pecados, sino que se quedaría en una mera purificación
temporal, si antes no se limpiaba el espíritu mediante una conducta honrada».
Pero Juan hace algo más: anuncia el juicio de Dios sobre los hombres. El
mensaje del Bautista significa el punto de partida de la obra de Jesús, que
comienza con la conversión, pues no se trata de estar a la espera, con los
brazos cruzados o las manos juntas creyendo que el reinado de Dios es una
bicoca caída del cielo. Es un camino, un trabajo, y el bautismo es eso: «el que
se convierte» testimonia, con su inmersión-emersión, que en lo sucesivo quiere
ser otro, vivir como un ser purificado, convertir su camino torcido en un
camino recto. En Juan Bautista toda la Antigua Alianza reconoce que ella no es
más que un preludio de lo decisivo, que viene ahora (H. von Balthasar).
2.
Baruc
muestra una comunidad deportada por los babilonios y que vivió en la
dispersión. Fue el profeta secretario, confidente y amigo de Jeremías, y quiere
alentar a los desterrados, para que acepten su situación y cambien de
mentalidad. Luego ese pueblo volverá a Jerusalén, como "pobres que buscan
al Señor". Todo esto se refiere a un tiempo futuro indefinido. Es, sobre
todo, este fragmento una invitación a la alegría profunda por los bienes que
Dios ofrece: el cambio profundo que se ha de realizar (“Eucaristía 1988”).
Todo esto está compilado en el siglo
II-I a. C. Canta, junto al recuerdo del pasado, la providencia especial de Dios
respecto al pueblo de Israel. Invita a Jerusalén a despojarse del duelo y a
vestirse como una mujer que se engalana para una fiesta. La ciudad devastada y
desposeída de sus hijos, que fueron llevados al cautiverio de Babilonia; la
ciudad desconsolada como una viuda, sin hijos y sin esposo que la cuide, puede
y debe alegrarse ahora como una novia y como una madre feliz que espera el
pronto retorno de sus hijos.
Yahvéh, su esposo, le ha
preparado como vestido el "manto de
su justicia" y como diadema "la
gloria perpetua", su nueva condición. Es invitado Israel a ponerse de
pie, a subir a Sión, la esperanza: y verá que vuelven sus hijos, que son
traídos en carroza real los mismos que antes fueron llevados por la fuerza al
exilio. Pues el Espíritu, esto es, la fuerza de Dios, los ha congregado de
todos los rincones de la tierra. Se acabó la diáspora, porque Dios se acuerda
de Jerusalén y le han devuelto sus hijos (inspirado el texto en Isaías).
"Dios mostrará tu resplandor a cuantos viven bajo el cielo". Mensaje
universalista para que no quedemos encerrarnos en "nuestra" salvación
individual. Y así "Dios ha
mandado abajarse a todos los montes
elevados y a las colinas encumbradas... para que Israel camine con seguridad". La verdadera gloria
que aquí se anuncia a Jerusalén es la venida de Cristo proclamada por el
Bautista; pero esta gloria tampoco será un esplendor terreno, sino exactamente
lo que el evangelio de Juan designará como la gloria visible para el que cree:
la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Este es en el fondo el camino
recto -«yo soy el camino»- por el que Dios viene a nosotros, el Dios que
ciertamente, como se dice al final de la lectura, en su «misericordia» (que se
consumará en la cruz) trae consigo su «justicia» de la alianza. El profeta
Baruc invita a Jerusalén a «ponerse en pie» y a «mirar hacia oriente» para ver
venir esta gloria sobre sí (H. von Balthasar).
«El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres», canta
este salmo "salmo gradual" o "de subida" hacia Jerusalén. Hace
pensar en una inmensa procesión que avanza hacia el Templo, con los brazos
cargados de "gavillas" para la fiesta en que se ofrendaban a Dios las
cosechas: "como escalones a subir
paso a paso": "se va, se
va llorando / hecha la semilla, / viene, viene alegremente. / Trae las gavillas".
El sentido original era el "regreso de los prisioneros" mediante el
edicto de Ciro, en el año 538, después de 47 años de exilio en Babilonia. Pero
el sentido profundo es este: Dios es el único "salvador". Y es así la
"vida que renace después de la muerte": lo expresa el torrente de
agua viva que hace florecer el Negueb en primavera... Y las semillas del grano
de trigo que mueren bajo tierra para dar nacimiento a la alegría de las
cosechas... La salvación "ya" ha comenzado pero "aún" no ha
terminado. Este mundo es sólo un comienzo. Las lágrimas son simiente de alegría
(Noel Quesson).
«Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se
nos llenaba de risas, la lengua de cantares». La vida es como marea que
sube y baja, se pasa de la sequía a la lluvia primaveral llena de agua,
cubriendo de verde sus riberas en sonrisa espontánea de campos agradecidos. «Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas».
3. Habla san Pablo del "Día de Cristo Jesús", "Día de Cristo". Hay que
trabajarlo: "habéis sido
colaboradores en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy".
El Padre ha empezado en cada uno de nosotros la obra de la salvación, y él
mismo es quien la llevará a término. Concordia divina y humana, misterio de
gracia y libertad, a través de la oración, por la gracia, en la alegría. Hay en
nuestro camino un crecimiento, desarrollo de la vida cristiana. No somos observantes,
sino testigos de la vida de Cristo. Y crecer "en penetración y en sensibilidad
para apreciar los valores", con limpieza "e irreprochables, cargados de
frutos de justicia", con la mirada puesta en el "Día de Cristo el Señor".
En una ordenación sacerdotal, se
dice al que ha de ser ordenado: "El
que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el
día de Cristo Jesús", que hoy leemos. El camino del Señor» prometido
en Isaías, el camino que es necesario preparar y que fue anunciado con tanta
seriedad como apremio por el Bautista, se ha convertido ahora en el «Camino»
que es el Señor mismo, que está siempre dispuesto a llevarnos consigo a través
de él (Hans Urs von Balthasar).
Llucià Pou Sabaté
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