1ª Semana de Adviento. Jueves: Jesús es nuestra roca, donde estamos seguros, y
sobre él hemos de edificar nuestra vida entera.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina” (Mt 7,21.24-27).
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina” (Mt 7,21.24-27).
1. –“No todo
aquel que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos. Sino el que
hace la voluntad de mi Padre celestial”. Señor, que hoy me repita estas
palabras. Sé que tengo necesidad de orar y me lo dices, pero también siento que
no basta rezar... hay que vivir ese amor con obras. Quiero descubrir y vivir la
"voluntad del Padre"... "hacer esta voluntad". ¿Qué esperas
de mí, Señor, en el día de hoy?
La voluntad de Dios es la brújula que nos indica el
camino que nos lleva a Él, y es al mismo tiempo, el sendero de nuestra propia
felicidad. El cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios es a la vez, la
cima de toda santidad. El Señor nos la muestra a través de los Mandamientos, de
las indicaciones de la Iglesia, y de las obligaciones que conlleva nuestra
vocación y estado. La voluntad de Dios se nos manifiesta también a través de
aquellas personas a quienes debemos obediencia, y a través de los consejos
recibidos en la dirección espiritual: “Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia”
(San Juan Crisóstomo).
La voluntad de Dios también se manifiesta en aceptar aquellas
contrariedades que Él permite (no las quiere, pero no hace un milagro para
evitarlas y por eso decimos que es su “voluntad permisiva”): la enfermedad, la
muerte de un ser querido, el dolor de los que más queremos. “Dios sabe más”… sabrá
como sacar un bien de ahí… El Señor nos consolará de todos nuestros pesares y
quedarán santificados. Todo contribuye al bien de los que aman a Dios (Rom 8,28).
Decía santa Teresa de Jesús que Dios “da conforme al
amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos,
menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su
Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que
amare poco, poco. Tengo yo para mí, que la medida del poder llevar gran cruz o
pequeña, es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean
palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar
lo que Su Majestad quisiere... Porque sin dar nuestra voluntad del todo al
Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja beber
de ella”, de la fuente del agua viva.
-“Cualquiera
que escucha estas mis instrucciones, y las practica…” -Escuchar... -Poner
en práctica… Señor, ayúdame a fin de que te escuche verdaderamente. Concédeme
que esté atento a tu voz. Señor, ayúdame; que mi obrar sea verdadero, que mis
actos sean conformes a lo que Tú quieres.
-“Será
semejante a un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra”. Mis días
podrían estar más llenos si tuviera más presencia tuya, Señor, si edifico
cuanto hago sobre tu Palabra, sobre tu querer, sobre ti, Señor, la roca firme. Nuestra
vida sólo puede ser edificada sobre Cristo mismo, nuestra única esperanza y
fundamento.
-“Pero,
cualquiera que oye estas mis instrucciones y no las pone en práctica...” Oímos:
"soy creyente... pero no soy practicante..." Es verdad que hay muchas
maneras de "practicar": la caridad, la justicia, la plegaria, la
bondad... practicar la fe... Fe y vida. Hay que aplicar la caridad, si decimos
amar. Lo contrario ¡es ser como una "casa
edificada sobre la arena"! (Noel Quesson), y por tanto se expone a un
derrumbamiento lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en
sus oraciones ¡Señor, Señor!
Confiar en mis fuerzas es como si una amistad se basa
en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un amor romántico, o una
espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación
sacerdotal o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería
construir sobre arena. La casa puede que parezca de momento hermosa y bien
construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde. Isaías y Jesús
nos dicen que no busquemos seguridades humanas, ni mesianismos fugaces que
fallan, ni horóscopos o religiones orientales o sectas que se cruzan en su
camino.
Tenemos un modelo admirable, sobre todo estos días de
Adviento, en María, la Madre de Jesús. Ella fue una mujer de fe, totalmente
disponible ante Dios, que edificó su vida sobre la roca de la Palabra. Su lema
puede ser nuestro: «hágase en mí según
tu Palabra». Es nuestra maestra en la obediencia a la Palabra (J. Aldazábal).
2. -“Aquel día se entonará este cantar en el país
de Judá: «¡Ciudad fuerte tenemos!»”. Tener una ciudad fuerte, asentada
sobre roca, inexpugnable para el enemigo, era una de las condiciones más
importantes en la antigüedad para sentirse seguros. El pueblo puede confiar en
el Señor, nuestro Dios: Él es nuestra muralla y torreón, la roca y la fortaleza
de nuestra ciudad. Y a la vez, con él podemos conquistar las ciudades enemigas,
por inexpugnables que crean ser -¿Babel, Nínive?-, porque la fuerza de Dios no
tiene límites.
Anuncia «la comunidad espiritual», la Iglesia, Ciudad
fuerte. Con ello responde a la necesidad profunda de seguridad que habita en
todos los hombres. ¿Es la Iglesia mi
seguridad? ¿De qué modo me apoyo en ella? o bien... ¿me apoyo en mis propias
fuerzas, en mis propios juicios? ¿En qué tengo puesta mi confianza? ¿En el
dinero, en el poder, en la seguridad...? No lo permitas, Señor: sé tú mi
Ciudad, mi roca y mi salvación.
"Abrid las
puertas para que entre un pueblo justo". Tengo que abrir cada vez más
de par en par las puertas de mi corazón, para vivir la justicia y fidelidad.
"El que
escuche estas palabras mías": eres
la roca verdadera, Señor. La piedra que Jesús dirá en el evangelio. Babilonia y
Jerusalén son símbolo de la lucha entre el mal y el bien (Ap 18,21).
-“Para
protegernos, el Señor le ha puesto murallas y antemuro...” Aquellos días
iban cayendo en manos de los enemigos tal o cual ciudad, en el reino del Norte,
distante unos cincuenta kilómetros. Es la fragilidad patente… Y te pido, Señor,
que seas mi muralla, la muralla de los míos y de todos los hombres. ¡Protégenos
del mal!
-“¡Abrid las
puertas! Y entrará la nación justa, la que guarda fidelidad”. Abrir la mentalidad,
pues son la "justicia" y la «fidelidad» lo que cuenta ahí, y no el
hecho de pertenecer a una raza o a un país. La puerta está abierta a todos los
pueblos, a todos los hombres justos y fieles. En el evangelio resuena esta
apertura. ¿Y yo? Tú construyes "la paz" sólidamente, Señor. Construir
la paz, con Dios... es un gran reto para el mundo de hoy, dividido por guerras
y egoísmos. Te pedimos, Señor, más solidaridad entre las naciones, y para eso,
entre cada uno de nosotros. Construir la paz con los que viven conmigo.
-“Poned vuestra
confianza en el Señor, porque en El tenemos una Roca para siempre”. Jerusalén,
por ejemplo, era considerada inexpugnable porque estaba admirablemente situada
sobre un espolón rocoso, lugar muy estratégico para la defensa. Los profetas
desarrollan el tema: Dios-roca. Pues la verdadera seguridad no procede de sus
medios humanos de defensa, sino del apoyo divino: ¡Dios es la roca verdadera!
Imagen de la solidez de la piedra, que Jesús repetirá en el evangelio.
"Edificar su casa sobre roca"... "Tú eres Pedro, tú eres Roca, y
sobre esta piedra, sobre esta Roca, edificaré mi Iglesia" (Noel Quesson).
-“El derroca a
los que viven en las alturas y humilla la ciudadela inaccesible”. "¡Tenemos
una ciudad fortificada! ¿Quién podrá derrocarnos?... ¡Somos dueños de la mitad
del mundo! ¿Quién podrá igualarnos?" Letanía del orgullo humano, y una
pequeña crisis hace tambalear todo… nuestras ciudades están cimentadas sobre
arena. ¿Acaso no se escribe la historia sobre la base de las civilizaciones
destruidas? Una visión de fe nos señala que "no tenemos aquí ciudad permanente... Nuestra morada está destinada a
permanecer eternamente"...
3. Sólo acertaremos en la vida si ponemos de veras
nuestra confianza en él: «mejor es
refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres» (salmo). Un pueblo que
confía en el Señor, que sigue sus mandatos y observa la lealtad, es feliz, «su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti». Él nos llevará a la Jerusalén celestial, la ciudad de
la fiesta perpetua: «Tú, Señor, estás cerca y todos tus
mandatos son estables. Hace tiempo comprendí tus preceptos, porque Tú existes
desde siempre».
En la oración colecta ,
pedimos al Señor que despierte nuestros corazones y que los mueva a preparar
los caminos de su Hijo; que su amor y su perdón apresuren la salvación que
retardan nuestros pecados. Ansiamos la venida del Señor, pero nos vemos faltos
de fuerza y de mérito. Solo en el Señor tenemos puesta nuestra confianza. Y
en la oración de Comunión: Para ello llevemos ya desde ahora una vida
sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición
gloriosa del gran Dios (Tit 2,12-13).
Llucià Pou Sabaté
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