«No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen. Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!» (Mateo 7, 6, 12-14)
1. Siguen, en el sermón del monte, diversas recomendaciones de Jesús. Hoy leemos tres. La primera es bastante misteriosa, probablemente tomada de un refrán popular: «no echar las perlas a los cerdos o lo santo a los perros». Puede referirse al acceso a los sacramentos sólo a los que ya están preparados, pero no deja de haber un tono de misterio, algo que sería habitual en tiempos de Jesús y que nosotros desconocemos: …”no sea que las pisoteen, y además se revuelvan y os destrocen”. Señor, veo ahí un respeto a las cosas santas... Te pido “que no me acostumbre a lo que es santo, y que trate con especial respeto todo lo sagrado: los vasos sagrados, los vestidos sagrados -los ornamentos-, y los lugares sagrados. Más aún he de tratar con especial respeto a las personas consagradas a Ti: los sacerdotes y religiosos” (Pablo Cardona). El cristianismo es una realidad sagrada, una "perla" preciosa. Jesús, ¿a qué te referías aquí? Intuyo que no podemos causar el desprecio de la fe, cuando queremos presentarla como una exigencia inhumana, o con la excusa de que hemos de decir la verdad la “imponemos” sin discernimiento, y creamos oposición...
La segunda sí que se entiende y nos interpela con claridad: «tratad a los demás como queréis que ellos os traten». Es la regla de oro, base de toda moral, presente en todas las religiones. “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos”. En los refranes populares, se dice: ¡haz a los demás lo que desees para ti! También se puede formular como negativa: "no hagas a los demás lo que no quisieras que se te hiciese." Luego nos darás, Jesús, la medida de ese amar al prójimo: como a uno mismo. Es más, como tú nos has amado. ¿Busco siempre el modo de servir a los demás en pequeños detalles, como me gustaría que hiciesen conmigo?
Igualmente se entiende bien la tercera: «entrad por la puerta estrecha», porque conocemos bien los textos sobre los dos caminos, el exigente y el permisivo, el estrecho y el ancho, todos tendemos a elegir el fácil, que no es precisamente el que nos lleva a la salvación. Jesús nos va enseñando sus caminos. Los que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos. –“Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida!” Puerta angosta, camino estrecho… Señor, ayúdame a no ver, en tu evangelio, lo que me agrada, sino a ver también la exigencia a la que nos invitas, para no caer en la mediocridad de “dejarse llevar”. Pero el sendero que conduce a las cimas es escarpado y rocoso. ¿Qué debería cambiar en mi vida esta severa advertencia? ¿Dónde está la dificultad? ¿Es quizá el signo del deber? (Padre de Foucauld). Para recorrer «el camino que conduce a la Vida», he de luchar. “La santidad requiere esfuerzo, porque la puerta es «angosta y el camino estrecho», y es fácil desviarse. Por eso, hoy me puedo preguntar: ¿estoy luchando, de verdad, por ser santo?; ¿me propongo metas de mejora e intento seriamente cumplirlas?; ¿acudo con puntualidad a la dirección espiritual? para concretar los puntos en los que puedo y debo mejorar? Si no noto la exigencia de la lucha por ser santo, muy posiblemente lo que ocurre es que estoy yendo por la senda ancha que tantos y tantas eligen, pero «que conduce a la perdición»” (Pablo Cardona).
-“Son pocos los que encuentran el sendero”. Es necesario constatarlo -y contrastarlo- con Jesús. Los que aceptan vivir íntegramente el evangelio son una pequeña minoría. Los atraídos a no seguir el camino angosto son la masa. Danos, Señor, este valor y esta personalidad algo fuerte, que Tú nos sugieres con estas palabras abruptas (Noel Quesson/J. Aldazábal).
Danos también, Señor, la llave de la puerta estrecha que abre el camino angosto: la humildad de saber reconocerte en aquel que nos indica ese camino difícil, aun a costa de recibir nuestra negativa y perder nuestra consideración…concédenos, Señor, la docilidad necesaria para dejarnos guiar a través de esa puerta estrecha, cogidos de la mano de aquel que Tú has puesto en nuestro camino… Porque Tú, Señor, en las personas que nos guían y acompañan por el camino angosto que lleva a la vida eterna, a ti, te has quedado con nosotros hasta el fin de los tiempos…
«Has notado con más fuerza la urgencia, la «idea fija» de ser santo; y has acudido a la lucha cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.
”Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad que lucha es sinónimo de Amor; y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que te espera, porque pelearás por Él, con Él y en Él» (J. Escrivá, Surco 158). Jesús, la perla más valiosa que tengo es ser hijo de Dios, que por tu redención nos has dado. El pecado sería echar esa perla a los cerdos, por eso te pido: ayúdame a no pecar, cortando «valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.»
2. Después de dominar el reino de Samaria, van los asirios contra Jerusalén: “-Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, rey de Jerusalén: "Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, y tú ¿te librarías?"” Todos han sucumbido, y el profeta Isaías va repitiendo a todos que no hay que apoyarse en las "alianzas" humanas, sino sólo en Dios (Isaías 10,5-34).
-“Ezequías tomó la carta... la leyó... luego subió al Templo del Señor, y desplegó la carta ante el Señor”. Acude a Dios para exponerle lo que forma parte de nuestras angustias, de nuestras preocupaciones: -"Señor, Dios de Israel que te asientas sobre los Querubines, Tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra. Presta tu oído y escucha... abre los ojos y mira..."
-Entonces Isaías hizo enviar un mensaje a Ezequías: «De Jerusalén saldrá un "Resto"; el celo del Señor del Universo lo hará. No entrará en esa ciudad el rey de Asiria...» Cuando un pueblo o una persona pone toda su confianza en Dios, suceden cosas sorprendentes de ese género. Jerusalén fue salvada en aquel momento, por circunstancias que fueron interpretadas como un signo del cielo. ¡Atiéndenos, Señor! ¡Escúchame, Señor! Y ayúdanos, Señor, a seguir creyendo en Ti, aun cuando tenga la impresión de no haber sido escuchado (Noel Quesson).
3. Este resto de Jerusalén nos habla de la Iglesia, del cielo… Hoy te canto con el Salmo: “Grande es el Señor y muy digno de alabanza / en la ciudad de nuestro Dios, / su monte santo, altura hermosa, / alegría de toda la tierra”.
Nos habla de una Jerusalén celestial, donde confiamos ir contigo, Señor: “El monte Sión, vértice del cielo, / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, / Dios descuella como un alcázar.”
Y por eso, me abandono en tu misericordia: “Oh Dios, meditamos tu misericordia / en medio de tu templo: / como tu renombre, oh Dios, tu alabanza / llega al confín de la tierra; / tu diestra está llena de justicia.”
Llucià Pou Sabaté
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