PRIMERA LECTURA
La palabra de Dios no está encadenada. Si morimos con él, viviremos con él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-15
Querido hermano:
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. .
Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.
Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Sígueles recordando todo esto, avisándoles seriamente en nombre de Dios que no disputen sobre palabras; no sirve para nada y es catastrófico para los oyentes.
Esfuérzate por presentarte ante Dios y merecer su aprobación, como un obrero irreprensible que predica la verdad sin desviaciones.
Palabra de Dios.
Sal 24, 4-5ab. 8-9. 10 y 14
R. Señor, enséñame tus caminos
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza. R.
EVANGELIO
Tobías 6: 10 – 11 10 Cuando entraron en Media, y estando ya cerca de Ecbátana,11 dijo Rafael al joven: «Hermano Tobías.» Le respondió: «¿Qué deseas?» Contestó él: «Pararemos esta noche en casa de Ragüel; es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sarra; 7,1 Cuando entraron en Ecbátana dijo Tobías: «Hermano Azarías, guíame en derechura a casa de Ragüel, nuestro hermano.» Le condujo, pues a casa de Ragüel y le encontraron sentado a la puerta del patio. Le saludaron ellos primero y él les contestó: «Mucha dicha os deseo, hermanos, y en buena salud vengáis.» Los llevó a su casa 9 Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Tobías dijo entonces a Rafael: «Hermano Azarías, di a Ragüel que me dé por mujer a mi hermana Sarra.» 10 Al oír Ragüel estas palabras dijo al joven: «Come, bebe y disfruta esta noche, porque ningún hombre hay, fuera de ti, que tenga derecho a tomar a mi hija Sarra, de modo que ni yo mismo estoy facultado para darla a otro, si no es a ti, que eres mi pariente más próximo. Pero voy a hablarte con franqueza, muchacho. 11 Ya la he dado a siete maridos, de nuestros hermanos, y todos murieron la misma noche que entraron donde ella. Así que, muchacho, ahora come y bebe y el Señor os dará su gracia y su paz.» Pero Tobías replicó: «No comeré ni beberé hasta que no hayas tomado una decisión acerca de lo que te he pedido.» Ragüel le dijo: «¡Está bien! A ti se te debe dar, según la sentencia del libro de Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. A partir de ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. Tuya es desde hoy por siempre. Que el Señor del Cielo os guíe a buen fin esta noche, hijo, y os dé su gracia y su paz.» 12 Llamó Ragüel a su hija Sarra, y cuando ella se presentó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela, pues se te da por mujer, según la ley y la sentencia escrita en el libro de Moisés. Tómala y llévala con bien a la casa de tu padre. Y que el Dios del Cielo os guíe en paz por el buen camino.» 13 Llamó luego a la madre, mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial, con lo cual se la entregó por mujer, conforme a la sentencia de la ley de Moisés. 14 Y acabado esto, empezaron a comer y beber. 15 Ragüel llamó a su mujer Edna y le dijo: «Hermana, prepara la otra habitación y lleva allí a Sarra.» 16 Ella fue y preparó un lecho en la habitación, tal como se lo había ordenado, y llevó allí a Sarra. Lloró ella y luego, secándose las lágrimas, le dijo: «Ten confianza, hija: que el Señor del Cielo te dé alegría en vez de esta tristeza. Ten confianza, hija.» Y salió. 8,4 Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.» 5 Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los cielos, y tu creación entera, por los siglos todos. 6 Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: “No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él”. 7 Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad. 8 Y dijeron a coro: «Amén, amén.» 9 Y se acostaron para pasar la noche. Se levantó Ragüel y, llamando a los criados que tenía en casa, fueron a cavar una tumba,
Salmo 128,1–5 1 Canción de las subidas. Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos. 2 Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien! 3 Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa. 4 Así será bendito el hombre que teme a Yahveh. 5 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida.
Marcos 12,28-34 28 Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» 29 Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 30 y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» 32 Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que El es único y que no hay otro fuera de El, 33 y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» 34 Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
Comentario: 1.- Tb 6,10-11a.7,1.9-17.8,4-10. La oración de Tobías, el anciano ciego y la de Sarra, la joven injuriada... han sido escuchadas. Ahora es Tobías hijo el que aparece como protagonista. Acompañado por el personaje misterioso, que ellos no saben que es el arcángel Rafael, emprende viaje hasta la casa del pariente Ragüel, a cobrar una deuda pendiente de hacía años. El joven Tobías es retratado con rasgos de persona muy creyente, como su padre. Al llegar a casa de Ragüel, el amor a primera vista entre el joven Tobías y Sara crea una situación penosa, hasta que el ángel les asegura que no se va a repetir el caso de los siete novios anteriores. El matrimonio tiene lugar según las costumbres sociales del tiempo, en familia, con la bendición del padre y la escritura matrimonial y el banquete. Todo ello en un clima de fe y de acción de gracias a Dios, incluidas las tres noches de oración intensa. El amor viene de Dios. Ha sido Dios el que, ya desde Adán y Eva, como muy bien recuerda Tobías, ha pensado en esta admirable complementariedad entre hombre y mujer y ha instituido el matrimonio. Leyendo esta página edificante, uno no puede por menos de pensar en la diferencia con los modos en que ahora se lleva a cabo en muchos casos el noviazgo y el matrimonio de los jóvenes. Ciertamente no con esta fe, esta actitud de oración y esta madurez que demuestran Tobías y Sara. ¿Les falta alguien que haga de ángel y les ayude a discernir, preparar, profundizar y enfocarlo todo, no sólo desde las perspectivas humanas, sino desde la fe en Dios? Así es como se pondría la mejor base para una vida matrimonial más estable y feliz.
Acompañado de Rafael, el hijo de Tobías va a casa de Sarra.
-Hay aquí un hombre llamado Ragüel, tu pariente, miembro de tu tribu y que tiene una hija llamada Sarra. El autor insiste, evidentemente en esos vínculos raciales. En aquel tiempo las bodas se concertaban «entre personas del mismo clan». No olvidemos que el problema capital de los exiliados y emigrados fue siempre conservar su identidad y su fe. La familia es la célula esencial donde se transmiten las tradiciones, las convicciones profundas. Y el momento decisivo es el del matrimonio. De él depende todo el porvenir. Porque los exiliados tienen el gran riesgo de ser progresivamente asimilados a las naciones paganas por el hecho natural de casarse. Ruego por los jóvenes que se preparan al matrimonio: que sean muy conscientes de lo que en él está en juego y de las consecuencias en el porvenir que pueden vislumbrarse a través de sus relaciones. Señor haz que crezca en nosotros el sentido de nuestras responsabilidades.
-Entraron en casa de Ragüel que lo recibió muy contento. Hablaron y Ragüel ordenó que mataran un cabrito y prepararan la mesa. No será una comida ordinaria sino festiva: preparan un cabrito. ¡Sentido de la hospitalidad! ¿Sabemos también nosotros, en el ajetreo de nuestras vidas, encontrar el tiempo de acoger?
-Rafael dijo: No temas dar tu hija a Tobías: es fiel a Dios y con él debe casarse; he ahí por qué nadie la ha tenido por esposa". Más allá del simplismo aparente de ese razonamiento, admiro la "lectura de fe" que hace Rafael del "acontecimiento": la fatalidad de la muerte de los prometidos podría dejarse solamente al nivel de la «mala suerte» o de la mala magia... pero se puede también acceder a ese nivel más profundo de la fe. Sí, todo acontecimiento puede interpretarse en una síntesis más vasta, la de proyecto de Dios. En todo lo que me sucede ¿procuro ver más allá de las apariencias inmediatas? En particular el «encuentro de dos seres» que van a casarse ¿es solamente un juego del azar, una simple pulsión hormonal, una costumbre sociológica, una ocasión de placer...? o bien ¿hay algo más en el interior de esos condicionamientos tan reales? Dios está ahí, activo, en todo acto humano decisivo. La actitud de FE es procurar descubrir el proyecto de Dios y corresponder a él. Eso no dispensa de los análisis humanos lúcidos.
-Ragüel dijo entonces: «Veo ahora que Dios ha atendido mi oración y comprendo que El os ha conducido a los dos hasta mí, para que mi hija se case con un hombre de su tribu, según la ley de Moisés... ¡Yo te la doy!» Luego tomó la mano derecha de su hija y la puso en la de Tobías diciendo: «Que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob sea con vosotros. Que El mismo os una y os colme de su bendición." Mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial. Acabado esto empezaron el banquete bendiciendo a Dios... Esta escena es muy relevante. No hay «sacerdote», ni «santuario», ese matrimonio aparentemente es un matrimonio civil, profano, todo pasa en el plan humano ordinario. Vemos «la aprobación de los padres»... «la evocación de la Ley»... «la mano en la mano»... «el contrato en buena y debida forma»... «el banquete de boda»... Sin embargo nada hay exclusivamente profano: Dios se encuentra en el hondón de las realidades humanas. La teología HOY también como en aquel tiempo nos dice que son los mismos esposos, los «ministros» de su sacramento: ¡felices los esposos que, a lo largo de su vida conyugal, acceden a la conciencia de darse recíprocamente la gracia de Dios! (Noel Quesson).
El encuentro de los dos jóvenes con la familia de Raguel tiene el encanto y la sencillez propios de la era patriarcal. Los semitas poseían esta cordialidad y la consideraban como una de sus obligaciones características. Los vv 9-16 nos cuentan el matrimonio de Tobías y Sara, que tiene cierto parecido con el de Rebeca e Isaac (Gn 24). A pesar de la invitación a participar de los alimentos y bebidas, Tobías tiene muy presente el motivo de su llegada a casa de Raguel y quiere supeditar todo al cumplimiento de su misión: recibir los dineros y casarse dentro de la tribu de su padre. Al fin y al cabo, Tobías tenía el máximo derecho a recibir a Sara como esposa. Así lo reconoció Raguel, el cual le ofreció de hecho su hija. De nuevo quiere el autor que reconozcamos en los acontecimientos la mano providente de Dios, que, por una serie de circunstancias, hace que se vuelvan a encontrar en el gozo imprevisible de unas bodas unos parientes atribulados. En la ceremonia de la boda podemos distinguir dos partes: en primer lugar, la entrega de la mujer por parte del padre, junto con la bendición que la acompaña; en segundo lugar, el documento escrito como testimonio de la validez de la unión. La redacción de un documento para confirmar la validez de la boda data de tiempo muy antiguo; consta ya en el art. 128 del código de Hammurabi. Al principio de la segunda perícopa vemos cómo Tobías cumple fielmente los consejos del ángel. Las lágrimas de Edna se explican perfectamente por la historia de calamidades que habían acompañado las primeras noches de los matrimonios anteriores de Sara. Esta vez era distinto. El designio de Dios había de cumplirse, pero no podía faltar la colaboración humana. De ahí la bellísima plegaria de Tobías, que comienza con una triple invocación, continúa con la explicación del motivo y termina implorando una vejez feliz. La preparación de la tumba y el recuerdo de Raguel contrastan con la inesperada y agradable sorpresa de encontrarlos durmiendo a los dos, Tobías y Sara. Realmente esta vez no era como las anteriores. El auxilio del Señor no falta allí donde la plegaria es constante y sincera: precedida de toda una vida «por las sendas de la verdad y de la justicia» (J. O`Callaghan).
2. Salmo 128/127: enlaza con el anterior, y explicita quién confía en Dios y le tema: los hijos. Comienza con la afirmación de la dicha de quien es fiel a Dios (v. 1) donde “temed al Señor” equivale a cumplir sus mandatos: “para nosotros, el temor de Diso reside sobre todo él en el amor, y su contenido es el ejercidio de la perfecta caridad: obedecer los consejos de Dios, atenderse a sus mandatos y confiar en sus promesas” (S. Hilario de Poitiers). Esta felicidad es también para la familia (vv. 2-4): tanto por tener lo suficiente para vivir (v. 2) como por la paz entre padres e hijos (v. 3); equivale a cumplir los mandamientos, que es camino de la felicidad: “en verdad es muy grande el premio que proporciona la observancia de tus mandamientos y no sólo aquel mandamiento, el primero y el más grande, es provechoso para el hombre que lo cumple, no para Dios que lo impone, sino que también los demás mandamientos de Dios perfeccionan al que los cumple, lo embellecen, lo instruyen, lo ilustran, lo hacen en definitiva bueno y feliz. Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso; si no lo alcanzas, serás un desdichado” (S. Roberto Belarmino). La bendición final (v. 5) cuadra en el contexto de la peregrinación al Templo, donde un sacerdote o levita la pronuncía sobre los que llegan, forma parte de la acogida a los peregrinos. Todo ello adquiere nueva perspectiva en la bendición de Dios que el hombre recibe en y a través de nuestro Señor Jesucristo (cf Ef 1,3-10).
3.- Mc 12, 28b-34. -Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta: Jesús es preguntado, Jesús es abordado en la calle. ¿Suelo preguntar muchas cosas a Jesús?
-"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?" A los escribas les gustaba mucho discutir sobre la Ley. ¿Tenemos también esta afición, esta voluntad de búsqueda, por las cosas de Dios? ¿Sabemos buscar lo esencial?
-Jesús le da esa respuesta: "Escucha Israel, el primero es: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas." (Dt 6, 5). Amar. Primer mandamiento Dios. El primer amado. La acumulación de esos términos -"corazón, alma, mente, fuerza"- quiere significar una plenitud de amor que comprende todas nuestras facultades de amar. Es preciso que el amor arda en nosotros de pies a cabeza, del espíritu al cuerpo, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana, de la infancia a la vejez. ¿Amo yo a Dios? ¿Qué hago para probarle mi amor?
-El segundo es éste: "Amaras a tu prójimo como a ti mismo". Amar. Segundo mandamiento. El prójimo. Segundo amor. Hay que ser fiel a esos dos mandamientos distintos. Como reacción a una cierta espiritualidad de huida del mundo, se ha tenido demasiada tendencia a decir que el segundo reemplazaba el primero. ¡No! Evidentemente esto es burlarse del pensamiento de Jesús. No basta con amar al prójimo. Hay también, y en primer lugar, que amar a Dios.
-Díjole el escriba: "Muy bien, Maestro... Sí, esto es mejor que todas las ofrendas y todos los sacrificios." El también conocía perfectamente su Biblia, cita a 1 Samuel 15, 22.
-Viendo Jesús cuán atinadamente había respondido le dijo: "No estás lejos del Reino de Dios." Es el único pasaje en todos los evangelios, en que Jesús felicita a un escriba. Habitualmente más bien tuvo muchos disgustos con esta clase de gentes demasiado seguros de sus conocimientos religioso y bloqueados en sus certidumbres. Incluso en los pasajes paralelos de Mateo (22, 35) y de Lucas (10, 25), se subraya abiertamente que la pregunta fue hecha con malevolencia "como una zancadilla". Marcos quiso terminar esta serie de controversias con una nota positiva. Ninguna categoría humana es desechada a priori por el Señor. Seguramente hubo escribas que pasaron a ser discípulos. Te ruego, Señor, por los que buscan la verdad con lealtad. Y te ruego también por los que están bloqueados y ya no tratan de buscar. Ayúdanos a todos a permanecer abiertos y disponibles (Noel Quesson).
Esta vez la pregunta es sincera y merece una respuesta de Cristo, a la vez que una alabanza al letrado ante su buena reacción. Habría que estar agradecido a este buen hombre por haber formulado su pregunta a Jesús. Le dio así ocasión de aclarar, también para beneficio nuestro, cuál es el primero y más importante de los mandamientos. Jesús, en su respuesta, une los dos que ya aparecían en el AT: amar a Dios y amar al prójimo. También a nosotros nos conviene saber qué es lo más importante en nuestra vida. Como los judíos se veían como ahogados por tantos preceptos (248 positivos y 365 negativos), complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, también nosotros nos movemos en medio de innumerables normas en nuestra vida eclesial (el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones). La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones. El primer mandamiento es amar a Dios, haciéndole lugar de honor en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Amar a Dios significa escucharle, adorarle, encontrarnos con él en la oración, amar lo que ama él. El segundo es amar al prójimo, a los simpáticos y a los menos simpáticos, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarles, acogerles, perdonarles. Jesús une las dos direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado. Al final de la jornada estaría bien que nos hiciéramos esta pregunta: ¿he amado hoy? ¿o me he buscado a mí mismo? Esto no es necesario que se proyecte siempre a nuestras relaciones con el Tercer Mundo o con los más marginados de nuestra sociedad (direcciones en que también debemos estar en sintonía generosa), sino que debe tener una traducción diaria en nuestras relaciones familiares y comunitarias con las muchas o pocas personas con las que a lo largo del día entramos en contacto. Momentos antes de ir a comulgar con Cristo se nos invita a darnos la paz con los más cercanos. Es un buen recordatorio para que unamos las dos grandes direcciones de nuestro amor (J. Aldazábal). Tan sólo quedaban diez días para la boda cuando he recibido un correo diciéndome que no me preocupe por ir, se ha anulado la
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