Génesis 2,18-25: 18 Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» 19 Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. 20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. 21 Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. 22 De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. 23 Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» 24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. 25 Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.
Salmo 128,1-5: 1 Canción de las subidas. Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos. 2 Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien! 3 Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa. 4 Así será bendito el hombre que teme a Yahveh. 5 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida.
Evangelio según San Marcos 7,24-30. En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos». Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Comentario: Después de la creación de Adán, hoy la de Eva. Con un lenguaje igualmente popular y lleno de encanto. Si ayer eran las manos de un Dios alfarero las que modelaban al hombre, hoy son las de un cirujano las que extraen una costilla de Adán y forman a Eva… Pero lo importante es la tesis que hay en el fondo:
- que Dios es el que ha ideado lo de la compañía y la atracción de los sexos y el amor; que él es quien ha dicho que «no está bien que el hombre esté solo: voy a hacerle alguien como él que le ayude»;
- después de pasar revista a todos los animales y aves, Adán «no encontraba ninguno como él que le ayudase»;
- mientras que quedó entusiasmado cuando se le presentó la mujer: esta sí es igual a él, de la misma naturaleza que él, «hueso de mis huesos y carne de mi carne»; la mujer tiene el mismo origen que el hombre: las manos creadoras de Dios;
- es lo que se expresa con el juego de nombres (juego que sólo tiene validez en el original, claro): si el hombre se llamó «ish», la mujer es «isha»; como si dijéramos «varón» y «varona";
- los dos están destinados en el plan de Dios a unirse y ser «una sola carne» y a engendrar vida nueva, el mayor milagro que puede pasar en la creación y la mejor manera de colaborar con el Dios de la vida y del amor.
b) Esta página está escrita no precisamente en tiempos de reivindicaciones feministas. Por eso tiene más mérito que se nos diga ya desde el primer libro de la Biblia que el plan de Dios es la igualdad entre el hombre y la mujer y que ambos están pensados como complementarios el uno del otro. Que el amor es un invento de Dios. Que todo amor que pueda haber entre nosotros es participación del amor sin medida que nos tiene Dios. Luego se nos dirá, en el NT, algo todavía más profundo y decisivo: que Dios es Amor.
Es una buena presentación, popular pero profunda, de la dualidad de sexos y de la finalidad comunicativa de la pareja humana. Al aparecer la mujer, el «yo>, de Adán ya tiene un «tú» igual a él y así se podrá cumplir el plan de Dios sobre la dignidad, la igualdad y el destino de la raza humana. Estamos hechos para comunicarnos. La idea inicial de que formen «una sola carne», en la vida matrimonial, la ve san Pablo, ya desde la perspectiva cristiana, como un misterio que refleja la unión íntima entre Cristo y la Iglesia. Lo humano se compagina perfectamente con lo cristiano y adquiere en Cristo su pleno sentido.
2. Tal vez no nos gusta el trasfondo social que refleja el salmo, pero sí ciertamente podemos aceptar su intención: «Tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa; esta es la bendición del hombre que teme al Señor». Una familia unida, armónica, abierta al amor y a la vida, sean cuales sean las circunstancias sociales de convivencia y de trabajo, es la que responde al plan de Dios.
La página de hoy, siempre a través de imágenes ingeniosas, nos sugerirá toda una «sabiduría» sobre la pareja y la sexualidad. -No es bueno que el hombre esté solo. Voy a darle una ayuda adecuada. Las filosofías y las sociologías no llegarán nunca al fondo de esa afirmación: el hombre es un «ser relacional»... su personalidad misma no se construye más que a partir del «otro», de la «sociedad», del grupo, del ambiente, del clan, de la familia. Es prácticamente imposible vivir solo. La soledad es un sufrimiento. Ante todo la pareja debería ser: un lugar de comunicación, de diálogo... el primer lugar de encuentro con «el otro», diferente de sí. Pero este otro, este frente a frente, diferente de uno es también "uno como yo" en una igualdad profunda.
-El hombre puso nombre a todos los animales. Gesto de posesión, de dominio: importancia del lenguaje. Primer esbozo de la ciencia, que analiza, mide, compara y da nombre a todo. -Mas para él, no encontró una ayuda adecuada. Que no nos engañe la aparente ingenuidad de ese relato del sabio. En medio de un mundo que no cesa de despreciar a la «mujer», el relator afirmará fuertemente que la mujer, aunque diferente, es la igual al hombre. El Señor Dios hizo caer al hombre en un sueño profundo, le sacó una de sus costillas, formó de ella una mujer y la llevó ante el hombre. Este dijo entonces: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Será llamada «mujer" -ishshah en hebreo. Hay ahí un "juego de palabras" que no deja de tener gracia: «hombre» es «ish» y «mujer» es «ishshah»... es sencillamente ¡la forma femenina del término hombre! Todo ello pone de relieve la similitud de los dos seres complementarios. ¿Podemos ahora adivinar el otro «guiño» de ese texto? El hombre había sido sacado de la «tierra», ¡era una obra tosca!
La mujer es más delicada, es como un sutil refinamiento de la carne del varón. Una cierta superioridad del material de origen. Y... vayamos más lejos. La atracción de los seres, tan vehemente, tan misteriosa es presentada por el sabio como el deseo de reunir lo que procede del mismo origen.
-Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán uno solo. ¡Uno solo! Es el deseo de todo amor: no formar más que uno ¡si esto fuera verdad! Qué difícil es, parece decirnos el sabio. Pero es posible, porque uno procede del otro y porque habéis sido creados para no «formar más que uno». La vida sexual, lejos de ser un tabú, una prohibición, algo vergonzoso, es presentado aquí como una creación de Dios. La inclinación del varón por la mujer y de ésta por el varón, son queridos por Dios. La vida conyugal es una realidad tan fuerte y tan natural que llega a romper el primer vínculo, el de hijo con sus padres, para crear otro, más importante que los del parentesco: «el hombre dejará a su padre y a su madre». De ahí sacará Jesús la conclusión de que el amor ha de ser fiel: «no separe el hombre lo que Dios ha unido». -Estaban ambos desnudos y no se avergonzaban uno del otro. Inocencia, bondad radical de la sexualidad. Lección esencial para ser recibida hoy como ayer (Noel Quesson).
3.- Mc 7, 24-30 (paralelo: Mt 15, 21-28: Miércoles de la 18ª Semana). La mujer que protagoniza esta escena no es judía, lo que le da un sentido muy particular al gesto de Jesús. La buena mujer se le acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio. Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras (los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos), pero que a la mujer no parecen desanimarla. A Jesús le gusta su respuesta sobre los perritos que también comen las migajas de la casa y le concede lo que pide. Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada.
A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.
Lo que Jesús dice de que primero son los hijos de la casa es razonable: la promesa mesiánica es ante todo para el pueblo de Israel. También Pablo, cuando iba de ciudad en ciudad, primero acudía a la sinagoga a anunciar la buena nueva a los judíos. Sólo después pasaba a los paganos.
Para nosotros también es una lección de universalismo. No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. Esto nos tendría que poner sobre aviso: tenemos que saber acoger a los extraños, a los que no piensan como nosotros, a los que no pertenecen a nuestro círculo.
Igual que la primera comunidad apostólica tuvieron sus dudas sobre la apertura a los paganos, a pesar de estos ejemplos diáfanos por parte de Jesús, también nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, cuando no en nuestros privilegios y tradiciones, para negar a otros el pan y la sal, para no reconocer que también otros pueden tener una parte de razón y sabiduría.
Deberíamos corregir nuestra pequeñez de corazón en el ámbito familiar (por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores), en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (sin discriminaciones de ningún tipo). «Anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo» (Plegaria eucarística IV) (J. Aldazábal).
-Jesús se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse... Jesús no busca las acciones brillantes. Siempre el secreto mesiánico. La obra de Dios es una labor escondida, que no hace ruido... ni busca hacerlo. Partiendo de esto, yo me pregunto: ¿Deseo con avidez manifestaciones espectaculares de Dios, de la Iglesia? ¿Acepto francamente la humildad de Dios? ¿Busco acaso sobresalir, ocupar los primeros puestos?
-Una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro, entró y se postró a sus pies. La expresión "espíritu impuro" se encuentra 23 veces en el Nuevo Testamento. ¡Cuántas madres en el mundo entero, tienen preocupaciones acerca de sus hijos, rezan y confían su preocupación a Jesús!
-Esta mujer era pagana, Sirofenicia de origen. Marcos lo subraya. Cuando Marcos redacta su evangelio, en Roma, en pleno núcleo del paganismo, este detalle tiene su importancia. Quiere mostrarnos que Jesús es efectivamente el fundador de la "misión a los paganos o gentiles". Jesús, de hecho, salió de su país para ir a Tiro, en Siria. ¿Tengo yo, siguiendo a Jesús, un corazón misionero? La Iglesia no puede limitarse a mantener en la Fe a los que ya conocen al Evangelio. El Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia comienza así: "Enviada por Dios a las gentes para ser "el sacramento universal de la salvación obedeciendo el mandato de su Fundador (Mc 16, 16), por exigencias íntimas de su catolicidad se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres". ¿Tengo un corazón universal? "Católico" es una palabra griega que significa "universal". Dios ama a todos los hombres. Dios quiere la salvación de todos. Y yo, ¿qué hago para ello?
-Jesús le dijo: "Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos". Ella replicó: "Sí, Señor, pero los cachorrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos." Todo el interés de este episodio está en habernos conservado esta frase. Jesús, ante la suplica de una mujer pagana, acepta que el pan de los hijos, -reservado a los judíos- sea participado también por los "cachorrillos" -es decir por los paganos. Esto adquiere toda su importancia si recordamos que el gran debate de la Iglesia primitiva fue precisamente este problema de la incorporación de los paganos. Jesús deja claramente entender que el pan del que quiere saciar a las gentes, si bien ha sido destinado primero a Israel, será un día participado por todos.
-Díjole entonces Jesús: "Por eso que has dicho, vete, que ya el demonio salió de tu hija". Y habiendo vuelto a su casa habló a la niña, acostada en la cama y libre ya del demonio. A través de estas palabras penetró mejor en la conciencia que tenía Jesús de su papel: no es tan sólo el mesías esperado por Israel, sino el salvador que todos los hombres, todos los pueblos esperan en la oscuridad. Es aquél que puede liberar a todas las razas de sus malos demonios. Es aquél que en todo hombre puede liberar "lo mejor de sí mismo". Señor, libéranos de nuestros demonios, de todas las fuerzas que nos dominan (Noel Quesson).
Es sorprendente la facilidad con la que nos damos por vencidos; con que razón decía Nuestro Señor que “el Reino sufre violencia y los aguerridos lo arrebata”. Para la mujer, que ante todo cree en el poder de Jesús, no acepta tan fácilmente su negación. Al contrario, la usa para persuadirlo. Jesús compara la mujer con un perrito (cosa en el lenguaje de los judíos de corte usual en el trato con los no judíos a quienes llamaban “Goyim” que significa perro o apartado de Dios); la mujer, en lugar de sentirse ofendida, reconoce lo que es, no se quiere poner por encima de lo que le está diciendo Jesús, pero usa sus mismas palabras para arrebatarle el milagro. Si Señor, dices bien, si soy un perrito, pero déjame comer de las migajas que los niños tiran. Mientras que los judíos despreciaban la gracia de Jesús ella se conforma con las migajas. Cuánta enseñanza en un pasaje. Por un lado no desperdiciemos la gracia que Dios nos ha dado en nuestro bautismo y al tener como Dios a Jesús. Por otro lado no nos demos por vencidos en nuestras peticiones. No sabemos qué nos dará pero de seguro no nos dejará marcharnos con las manos vacías, sobre todo si somos capaces de reconocer con humildad lo que somos: Unos pobres pecadores (Ernesto María).
Estamos por Tiro y Sidón (3,8). Contra la costumbre judía de no pisar territorio pagano (impuro), Jesús lleva a la práctica la universalidad de su mensaje.
v. 24b Se alojó en una casa, no queriendo que nadie se enterase, pero no pudo pasar inadvertido. Alojarse en una casa, con una familia del lugar, sin especificar religión ni raza, fue una instrucción que dio Jesús a los Doce (6,8). Se rompe el tabú judío de la impureza de los demás pueblos… hay que preparar el terreno para la difusión del mensaje, trabajando en primer lugar por la humanización progresiva de esa sociedad. Este sería el objetivo primario de la misión. Mientras la relación entre los hombres no tenga un mínimo de humanidad y los individuos no alcancen en alguna medida el nivel de personas, no se puede proponer el mensaje. El evangelista lo expone narrativamente en el encuentro que se describe a continuación.
vv. 25-26 Una mujer que había oído hablar de el, y cuya hijita tenía un espíritu inmundo, llegó en seguida y se echó a sus pies. La mujer era una griega, siro fenicia de origen, y le rogaba que echase el demonio de su hija. La sociedad pagana, antes considerada desde el punto de vista de los esclavos en rebelión (5,2-20: geraseno), está ahora representada por una madre y su hija. Este binomio está en paralelo con el de Jairo y su hija (cf. 5,23 y 7,25: hijita; 5,35 y 7,25.29: su/tu hija; 5,39ss y 7,30: la chiquilla), que en forma figurada describía la situación extrema en que se encontra ba el pueblo sometido a la institución religiosa judía. La madre es una griega, es decir, pertenece a la clase privilegiada, a la ciudadanía libre, aunque ella misma fuera de origen indígena (sirofenicia); representa la clase dominante. La hija, figura de la clase dominada, está infantilizada (25: hijita; 30: chiquilla) y tiene un espíritu inmundo (cf 5,2), un demonio (26.29.30, cf 5,15), es decir, está alienada por un espíritu de odio que la lleva a la autodestrucción; no se resigna a su condición, pero su falta de desarrollo humano (infantilismo), efecto de la opresión, la priva de toda iniciativa. La madre reconoce la superioridad y poder de Jesús (se echó a sus pies), mostrando al mismo tiempo la gravedad de su problema. La situación de su hija le resulta insostenible. Quiere que Jesús la libere del espíritu inmundo, de su actitud de odio, de la que ella, sin embargo, no se reconoce responsable…
v. 27 El le dijo: «Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros». La respuesta de Jesús sorprende por su tono despectivo, pero replica a la mujer de ese modo para hacerle comprender lo que ella hace dentro de su sociedad. Si los judíos, que se consideran privilegiados como pueblo, llaman perros a los paganos, ella, la clase social privilegiada, quizá trata como perros a los oprimidos que dependen de ella...
v. 28 Reaccionó ella diciendo: «Señor, también los perros debajo de la mesa comen de las migajas que dejan caer los chiquillos». Al oír la frase despectiva, la mujer no se marcha. Comprende el reproche y responde reconociendo para los despreciados al menos un mínimo derecho humano, el derecho a la supervivencia, a la vida. No hay que esperar, como decía Jesús, a que se sacien los hijos, pueden comer al mismo tiempo los perros, aunque sean las migajas. ¿Da así un primer paso para disminuir la distancia social? No sabemos las lecturas que podría tener ese diálogo para la mujer…
vv. 29-30 El le dijo: «En vista de lo que has dicho, márchate: el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa encontró a la chiquilla tirada en la cama y que el demonio ya había salido. Jesús la despide (márchate): ha hecho el mínimo indispensable, si por ejemplo fuera cierto que ella era algo altiva y que ahora ha aprendido a ser humilde, reconociendo que debe compartir en cierta medida con la los humildes. Por este mismo hecho queda liberada la chiquilla, denominación que indica minoría de edad, pero no ya dependencia ni posesión («mi hija»). Aunque sigue siendo menor, el término chiquilla ha designado a los que comen a la mesa y dejan caer las migajas (28); de este modo el evangelista, al designar a la gente sencilla con un término que expresa su igualdad con la clase dirigente, propone el ideal que hay que alcanzar.
Parece que no fuera Jesús quien expulsa al demonio, que sale por el cambio de actitud de la «madre». En cuanto ésta acepta con humildad ese diálogo que no conocemos, pero que hemos supuesto aquí que es tomar conciencia de la injusticia que practica, empieza a desaparecer el obstáculo; pero «la chiquilla» aún no tiene vitalidad (tirada en la cama, sin fuerzas); sólo el encuentro con Jesús podría dársela (5,41s). Jesús no habla a los paganos de la Ley judía ni de normas a las que tengan que atenerse. Es la renuncia a la injusticia de su sociedad la que les abre la posibilidad de acceder al reinado de Dios y formar parte de la nueva comunidad universal.
Quizá no haya nada de esta cosa social o de conversión en el corazón de la cananea, lo cierto es que lo grandioso del relato evangélico es la forma como una mujer pagana es colocada como modelo de fe, pero modelo de fe así como Israel entendió la fe en su sentido más genuino y original. Ella se abandona en los brazos de aquél que viene de parte de Dios y se declara sin fuerza y limitada humanamente. Declara en su expresión que sin su ayuda, sin su poder, sería imposible llegar a humanizarse ella y su pequeña hija que se encuentra dominada por la enfermedad.
La dignidad e igualdad de la mujer aparece en la misma respuesta que la mujer le da a Jesús, que es también una crítica a la desvalorización que el judío hacía de otras culturas. Ella habla del perrito, dulcificando la palabra perro, expresión judía para nombrar a los pueblos de la gentilidad.
Jesús, con este milagro, entra a combatir el alma social judía ya que en el fondo de esta alma está el peso acumulado de la opresión femenina: un ser inferior, sin plenos derechos, impura por su condición sexual. Ella era una cananea, una extranjera. La mujer no se deja amedrentar frente a un judío. Ella, a Jesús, le habla con claridad y es la claridad de su palabra la que hace que Jesús actúe frente a ella con libertad y la libere de la opresión en la que vive; por eso el milagro ocurrió y su hija fue sanada a distancia.
La Iglesia también tiene que entrar a respetar las múltiples expresiones culturales que existen en nuestro mundo. Tenemos, como Iglesia, que dejar de ser tan colonialistas y respetar el legado cultural y ancestral que los otros pueblos tienen. Hay que mirar a los otros pueblos con respeto y con admiración para hacer de este mundo una casa donde todos quepamos. También tenemos que comenzar a ver a la mujer con ojos adultos, y asimilar una Iglesia donde ella adquiera responsabilidad eclesial. ¿Hasta cuándo seguirá la subvaloración femenina en el seno del catolicismo? ¿En qué podemos ayudar nosotros a superar este error histórico frente a la mujer? (Juan Mateos).
Hoy se nos muestra la fe de una mujer que no pertenecía al pueblo elegido, pero que tenía la confianza en que Jesús podía curar a su hija. En efecto, aquella madre «era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio» (Mc 7,26). El dolor y el amor le llevan a pedir con insistencia, sin tener en cuenta ni desprecios, ni retrasos, ni indignidad. Y consigue lo que pide, pues «volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido» (Mc 7,30).
San Agustín decía que muchos no consiguen lo que piden pues son «aut mali, aut male, aut mala». O son malos y lo primero que tendrían que pedir es ser buenos; o piden malamente, sin insistencia, en lugar de hacerlo con paciencia, con humildad, con fe y por amor; o piden malas cosas que si se recibiesen harían daño al alma o al cuerpo o a los demás. Hay que esforzarse, pues, por pedir bien. La mujer sirofenicia es buena madre, pide algo bueno («que expulsara de su hija al demonio») y pide bien («vino y se postró a sus pies»).
El Señor nos mueve a usar perseverantemente la oración de petición. Ciertamente, existen otros tipos de plegaria —la adoración, la expiación, la oración de agradecimiento—, pero Jesús insiste en que nosotros frecuentemos mucho la oración de petición.
¿Por qué? Muchos podrían ser los motivos: porque necesitamos la ayuda de Dios para alcanzar nuestro fin; porque expresa esperanza y amor; porque es un clamor de fe. Pero existe uno que quizá sea poco tenido en cuenta: Dios quiere que las cosas sean un poco como nosotros queremos. De este modo, nuestra petición —que es un acto libre— unida a la libertad omnipotente de Dios, hace que el mundo sea como Dios quiere y algo como nosotros queremos. ¡Es maravilloso el poder de la oración! (Enric Cases Martín).
San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de Antioquia y Constantinopla, doctor de la Iglesia, en su Homilía “Que Cristo sea anunciado” (12-13; PG 51, 319-320) habla de la “La oración humilde e insistente” y dice: “Una mujer cananea se acerca a Jesús suplicándole a grandes gritos que curase a su hija, poseída de un demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin relación alguna con el pueblo judío ¿no era como una perra, indigna de alcanzar lo que ella pedía? “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.” (Mt 15,26) Sin embargo, la perseverancia de la mujer le ha valido ser escuchada. Aquella, que no era sino una perrilla, Jesús la levanta a la nobleza de los hijos de la casa. Más aún, la colma de alabanzas. Le dice al despedirla: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides.” (Mt 15,28) Cuando se oye a Cristo decir: “Tu fe es grande” no hace falta buscar otras pruebas para ver la grandeza de alma de esta mujer. Ha salido de su indignidad por la perseverancia en la petición. Observa también que alcanzamos del Señor más por nuestra propia oración que por la de los otros”.
Pocas veces en el Evangelio escuchamos respuestas en las que Jesús aplace algo que le piden de corazón (no esas peticiones de los escribas y los fariseos para ponerlo a prueba, sino de personas que ponen en Él su confianza). Hoy es una de ellas. Otras ocasiones en que parece que Jesús se niega a escuchar a los que le piden algo: en las bodas de Caná a su madre santísima y cuando le avisan de que su amigo Lázaro está enfermo y se muere. En todas ellas el Señor se sobrepasa en generosidad cuando ve la fe probada como oro en crisol. Llucià Pou Sabaté, con textos de mercaba.org
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