miércoles, 16 de febrero de 2011
Martes de la 6º semana. El mal se supera siempre con el bien, si acogemos el don de Dios y evitamos el mal: “tened cuidado con la levadura de los fari
Génesis 6,5-8/7,1-5,10: 5 Viendo Yahveh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, 6 le pesó a Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón. 7 Y dijo Yahveh: «Voy a exterminar de sobre la haz del suelo al hombre que he creado, - desde el hombre hasta los ganados, las sierpes, y hasta las aves del cielo - porque me pesa harberlos hecho.» 8 Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahveh.
7,1 Yahveh dijo a Noé: «Entra en el arca tú y toda tu casa, porque tú eres el único justo que he visto en esta generación. 2 De todos los animales puros tomarás para ti siete parejas, el macho con su hembra, y de todos los animales que no son puros, una pareja, el macho con su hembra. 3 (Asimismo de las aves del cielo, siete parejas, machos y hembras) para que sobreviva la casta sobre la haz de toda la tierra. 4 Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hice.» 5 Y Noé ejecutó todo lo que le había mandado Yahveh. 10 A la semana, las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
Salmo 29,1-4,3,9-10, 1 ¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder! 2 Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado. 3 Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas! 4 Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad. 9 Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja, mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria! 10 Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 14-21. En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no teman mas que un pan en la barca. Jesús les recomendó: -«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta, les dijo Jesús: -«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?» Ellos contestaron: -«Doce.» -« ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le respondieron: -«Siete.» Él les dijo: -«¿Y no acabáis de entender?»
Comentario: 1.-Gn 6,5-8.7,1-5.10. El oscuro río del pecado se iba haciendo cada vez más ancho y funesto; el NO con que los hombres se enfrentaban a Dios era cada vez más profundo e insistente. Este cáncer del pecado que primeramente se había manifestado sólo en la persona de Caín, devoraba ya a toda la humanidad. La figura de Dios: el escritor sagrado presenta una figura de Dios ingenua y genial el mismo tiempo, con la misma sencillez con que en el relato de la creación y del paraíso habla de las palabras, de las acciones y de los paseos de Dios a la brisa de la tarde, ahora escribe "al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón". Nos encontramos ante una humanización de Dios atrevida, incluso arriesgada e inaudita desde el punto de vista teológico. Parece que Dios no es el que lo sabe todo -el omnisciente- y que se ha visto sorprendido por el modo de obrar de los hombres, hasta el punto de sentir pesar y decidir la destrucción de la humanidad. La desilusión y el desaliento -sentimientos tan humanos- son proyectados sobre Dios, sin que por esto su figura aparezca disminuida a los ojos del justo del A.T. El escritor sagrado estaba tan convencido de la eternidad de Dios, de la espiritualidad de Dios y de la grandeza de Dios, que podía permitirse el lujo de humanizarlo hasta ese punto.
El hombre bíblico conoce la insuficiencia de sus propias afirmaciones respecto de Dios y como se encuentra en una relación dinámica y existencial con ese "tú" divino, puede hablar de un Dios que parece puramente humano. Lo que pretende decir es fruto de su piedad, aun cuando la forma de expresarlo sea insuficiente e incluso arriesgada desde el punto de vista teológico. En el fondo, este pesar de Dios, este arrepentimiento de Dios quieren dar a entender su gran interés por los hombres. Cuando aparece alguna desgracia, aquí simbolizada por el diluvio, se puede decir: ¿Qué clase de Dios es éste, cuya cólera destruye de tal manera, que aniquila todo cuanto existe, aunque fue él quien anteriormente lo creó de la nada, y ahora hace esto?
Por un lado, Dios no quiere el mal, aunque la Biblia nos presente ese modo de hablar digamos “a lo humano”, nuestra visión: Dios deja que las cosas pasen y no dejaría que pasaran si no fuera porque incluso del mal sacará un bien. Toda la moral auténtica se basa en esta convicción que los comportamientos del hombre no son indiferentes, sino que van hasta comprometer a Dios: Dios quiere el bien y la felicidad... Dios va contra el mal y la desgracia... Al enviar a su Hijo para la salvación del mundo, Dios es fiel a sí mismo. Nos es un bien contemplar a «Dios dolido» por el mal que los hombres continúan haciendo hoy ¡como en tiempo del diluvio! Esto puede comprometernos a fondo a combatir con El enérgicamente. -Pero Noé halló gracia a los ojos de Dios: «Tú eres el único justo que he visto en esta generación.» Jesús, el único verdadero justo, será también quien salvará la raza humana de la perdición total.
Importancia de nuestras solidaridades interiores: todo hombre que "se" eleva, "eleva el mundo". Todo verdadero acto de justicia, de santidad, de amor, contribuye a la salvación de la humanidad. -Entra en el arca, tú y tu familia, con siete animales de cada especie. En todos esos detalles es patente la inverosimilitud de este relato, si se persiste en querer tomarlo en sentido literal. Sin embargo, su significación simbólica es, en cambio, profundamente verdadera: el hombre es quien salva la naturaleza o la pierde. El único verdadero mal es el mal culpable: el que el hombre hace. De otra parte, esta «arca de salvación», este barco de salvamento, lleno de seres vivos tan dispares, es una imagen de la Iglesia. Porque finalmente, Dios no quiere destruir, sino salvar. El mal no tendrá la última palabra, sigue repitiéndonos la Biblia. Jesús, «Dios salva», se vislumbra en el horizonte del diluvio universal, como salvador universal.
-Dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hiciere. Simbolismo del agua que destruye. El gran naufragio. El Mar Rojo que engulle a los opresores, cuando salen de Egipto los israelitas. El bautismo que «engulle» nuestros pecados con la muerte de Jesús. Sería conveniente que de vez en cuando recordáramos que nuestro bautismo posee su sentido simbólico y real de un gran combate de Dios contra el mal: seamos conscientes del precio que Jesús pagó, del bautismo de sangre en el que fue sumergido. Nuestra vida de bautizados no puede ser una vida tranquila, como si el mal no existiera.
-Noé ejecutó todo lo que el Señor le había mandado. Verdaderamente, Dios es el que salva. El hombre participa en ello por su libertad y su cooperación. Tu voluntad, Señor, es una voluntad de salvación. Tú quieres la vida. Y el verdadero diluvio es el mal capaz de destruir todo a su paso. Ayúdanos, Señor, a cooperar en tu proyecto. Haz que seamos "salvadores" contigo (Noel Quesson).
En 6,5-8 subraya el yahvista la inmersión de la humanidad en el mal ("en la tierra crecía la maldad del hombre y toda su actitud era siempre perversa"), que motiva la inundación que Dios decreta, y destaca también el arrepentimiento de haber creado al hombre (que intenta justificar la incompatibilidad entre el Dios creador y el Dios destructor). Otra posibilidad de pecado que presenta la tradición yahvista es la corrupción de un grupo de hombres en una o varias generaciones. Si Noé es preservado es debido únicamente a la gracia divina. Las características principales de la forma de introducir el diluvio (que está en todo relato de pueblos antiguos) en la tradición sacerdotal (6,9-22) son que el gran castigo ha sido encuadrado dentro de la genealogía de Noé (convertida así en un relato de héroe del diluvio) y el predominio de la alocución de Dios a Noé, según los esquemas teológicos y estilísticos de esta tradición, según la cual todo lo que sucede obedece al mandamiento divino (Gn 1; 6; 17; Ex 25s). Noé no hace más que ejecutar las órdenes divinas y de esta forma (al revés de la actitud yahvista, en la que Noé es salvado por gracia) se manifiesta su piedad. El mundo, por tanto, es preservado a causa de un hombre piadoso. Las medidas del arca, por grandes que sean, no llegan a la exageración de los relatos extrabíblicos. La divergencia en el número de cada especie de animales entre la tradición yahvista y la sacerdotal (mayor número en la yahvista) estriba, sobre todo, en que la sacerdotal no relata ningún sacrificio después del diluvio y concuerda con el orden inicial, según el cual los hombres se alimentaban de vegetales.
En cuanto a la irrupción de las aguas y a los efectos del diluvio, el yahvista, interesado en el hombre, relata los hechos y la aniquilación de los seres con gran concisión, mientras que la tradición sacerdotal, con mayor dramatismo y despliegue de palabras, insiste en la crecida de las aguas (también la bendición, a la inversa, implica un crecimiento) y en la augusta majestad de Dios en el acto de destruir. El diluvio pone de relieve la contingencia de todo lo creado y la fuerza devastadora de los pecados de los hombres. Por tanto no busquemos aquí restos arqueológicos de naves, ni imaginemos cómo hacer caber tantos animales en una barca, sino más bien en la idea religiosa que se nos muestra (J. Mas Anto).
2. El día de nuestro Bautismo fuimos «salvados a través del agua», como lo fueron los ocho miembros de la familia de Noé (cf. l Pedro 3,20). Fuimos incorporados al nuevo Noé, Cristo Jesús, que atravesó la muerte y pasó a la nueva existencia. En el Arca que es la Iglesia. Debemos poner nuestra confianza en Dios, que es quien dirige la historia y saber captar sus señales para nuestra vida. Seguro que él quiere una nueva humanidad, la que ya inauguró con Cristo Jesús y que no acaba nunca de establecerse de veras: los cielos nuevos y la tierra nueva, purificados de todo mal. Tal vez de nuevo busca un Noé, un grupo, una familia, un «resto de Israel», que sea fermento de la nueva humanidad.
3.- Mc 8,14-21 (par: Mt 16,5-12). A partir de un episodio sin importancia -los discípulos se han olvidado de llevar suficientes panes- Jesús les da una lección sobre la levadura que han de evitar. Jesús va sacando enseñanzas de las cosas de la vida, aunque sus oyentes esta vez, como tantas otras, no acaban de entenderle. La levadura es un elemento pequeño, sencillo, humilde, pero que puede hacer fermentar en bien o en mal a toda una masa de pan. También puede entenderse en sentido simbólico: una levadura buena o mala, dentro de una comunidad, la puede enriquecer o estropear. Jesús quiere que sus discípulos eviten la levadura de los fariseos y de Herodes.
El aviso va para nosotros, ante todo en nuestra vida personal. Una actitud interior de envidia, de rencor, de egoísmo, puede estropear toda nuestra conducta. En los fariseos esta levadura mala podía ser la hipocresía o el legalismo, en Herodes el sensualismo o la superficialidad interesada: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos? Al contrario, cuando dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior buena. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la raíz.
El aviso también afecta a la vida de una comunidad. Pablo, en l Corintios 5,6-8, aplica el simbolismo al mal que existe en Corinto. La comunidad tendría que ser «pan ázimo», o sea, pan sin levadura mala: «¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos». Y quiere que expulsen esa levadura (está hablando del caso del incestuoso) y así puedan celebrar la Pascua. «no con levadura vieja, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y de verdad» (J. Aldazábal).
En el entramado del relato evangélico se introduce, de una forma un poco artificiosa, un episodio bastante curioso. Al subir en la barca, los discípulos se habían olvidado de llevarse pan; por casualidad les quedaba un pequeño pedazo. Estando en esta tensión psicológica, oyen a Jesús que, dándole vueltas a la respuesta negativa que había dado a los fariseos, decía: "Cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes". Los discípulos no entienden; a lo sumo creen que se trata de una regañuza por no haber llevado el alimento necesario. Sin embargo, el significado de aquellas palabras era más profundo. Para comprender este texto, hay que conocer antes el significado de la palabra "levadura". La fiesta de la pascua implicaba, entre otras cosas, el rito de comer panes no fermentados. La levadura era considerada como signo y causa de corrupción. La pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo. El NT profundiza este sentido de la novedad y ve en Jesús el ácimo por excelencia, el hombre nuevo frente al hombre viejo (1 Co 6,6-8; 15, 20-23; Rm 6,1-11). Así queda patente cómo la levadura se pone en relación con la maldad y la bondad: "Rechazad la vieja levadura, para llegar a ser una masa nueva, ya que sois ácimos... Celebremos, pues, la fiesta, no con el fermento antiguo, ni con el fermento de la maldad o de la iniquidad, sino con los ácimos de la pureza y de la verdad" (1 Co 5,7-8).
Pero en la literatura judea-helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente no a cualquier "corrupción" moral, sino muy concretamente al orgullo, a la soberbia, a la hipocresía. En el pasaje paralelo Lucas añade expresamente: "Guardaos de la levadura (esto es, de la hipocresía) de los fariseos" (Lc 12, 1).
Así pues, nos inclinamos a creer que Jesús hubiera puesto en guardia a sus discípulos contra el orgullo y la soberbia de los fariseos, los cuales pensaban probablemente en un mesías triunfal, en un jefe, que con prodigios grandiosos sometía al mundo al nuevo superpoder de Israel. Para Jesús no se trata de alcanzar el poder, sino de servir a la humanidad necesitada. Este es el único milagro que se debe realizar en este mundo mientras se va proclamando la gran noticia del reino de Dios. Los discípulos habían recibido recientemente una espléndida lección con respecto a ello, lección insistentemente repetida: en la primera multiplicación habían recogido cinco cestas llenas de las sobras, en la segunda, doce. Esto significa que el hecho de compartir el pan no empobrece, sino que, todo lo contrario, enriquece. Esta era la lección del " hijo del hombre", que los discípulos, contagiados en parte por los fariseos, no lograban entender (Edic. Marova).
La escena que nos propone hoy Marcos es una de las más dolorosas del evangelio. Jesús acaba de romper voluntariamente el diálogo con los fariseos ante su "ininteligencia" y su "endurecimiento"... ahora bien, en el barco mismo que les aleja, encontramos a Jesús ante la misma "incomprensión" y aquí, de parte de sus amigos más próximos, los Doce elegidos. Inmensa soledad. Jesús está rodeado de incredulidad. Nadie comprende en verdad su mensaje. No, el evangelio no está engalanado, no es un bonito cuento color de rosa inventado por los Doce. Las cosas debieron pasar así para que hayan sido relatadas con esta dureza.
-Los discípulos al embarcar se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan. Jesús les daba esta consigna: "¡Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes!" Pero ellos iban discurriendo entre sí porque no habían llevado panes. Este malentendido revela que ellos no se encuentran en la misma longitud de onda. Jesús quisiera ponerles en guardia contra el "fermento" -considerado como fuente de impureza y de corrupción. 1 Co 5, 68, Ga 5, 9- de los fariseos. Jesús continúa todavía bajo el peso de la tentación anterior. El gran problema es el "fariseísmo": ¡Estad atentos, desconfiad! ¡Pero los apóstoles están preocupados por problemas materiales: Temen no tener suficiente para comer... ¡sólo se han llevado un pan de la panadería!
-Por qué discutís por no tener pan? Todavía no comprendéis? ¿Sois obtusos de entendimiento? ¿Teniendo ojos no véis y teniendo oídos no oís? Ellos son también "ciegos" y no entienden en absoluto a Jesús! Notemos que antes de la "profesión de fe" de Pedro (Mc 8 27-30) Jesús ejercerá su poder iluminador, curando, como con dificultad, a un ciego (Mc 8,22-26). "¡Tenéis ojos y no véis!" Los mismos discípulos tendrán que ser curados de su ceguera espiritual para reconocer quién es Jesús. Así los Doce reciben el mismo reproche que las multitudes que no comprendían las parábolas (Mc 4,12). Esta ininteligencia de los apóstoles es aquí subrayada fuertemente. Continuará hasta el final... hasta después de la resurrección: "Jesús se manifestó a los once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad y la dureza de su corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado" (Mc 16,14). Esta ininteligencia, esa incredulidad, debe interpelarnos hoy también a nosotros. ¿No estamos a veces muy orgullosos de nuestra Fe, muy seguros de nosotros mismos? Y sin embargo ¿no somos también a menudo ininteligentes e incrédulos? Señor, ven en ayuda de nuestra falta de Fe. Haznos humildes. Guarda nuestras mentes y nuestros corazones abiertos, alertados, siempre atentos, disponibles para nuevos progresos. Purifícanos, Señor, del "fermento" de la suficiencia, sánanos de nuestras certidumbres orgullosas. Mantén en nosotros, Señor, un espíritu de búsqueda (Noel Quesson).
Jesús pone en alerta al grupo de discípulos sobre el plan que están organizando los fariseos y los herodianos contra él. Jesús sabe que el proyecto del Reino que ha venido predicando de pueblo en pueblo, está incomodando a los líderes del poder religioso y político de Jerusalén. Por eso Jesús le dice al grupo de sus amigos que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes; esas dos levaduras pueden corromper la masa.
Frente a la llamada de atención que hace Jesús, sus apóstoles no le prestan atención, sino que se preocupan de la falta de alimento y de esa forma distorsionan el mensaje de alerta que el Maestro estaba dando. El pan no es el problema fundamental. Siempre que ha faltado ha habido forma de conseguirlo para saciar el hambre del grupo y de la multitud hambrienta. Jesús deseaba que sus seguidores cayeran en cuenta del complot que se estaba preparando contra él.
En el proseguimiento de la causa de Jesús, es decir en el asumir el proyecto del Reino, la persecución es una de las realidades que acompañan a todos aquellos que asumen con radicalidad la obra liberadora iniciada por el Maestro. Los poderosos siempre estarán descontentos con las propuestas de humanizar esta historia y de equilibrar este mundo desequilibrado por el egoísmo institucionalizado. La misión es difícil. Pero tenemos que ser capaces de continuarla para hacer posible el Reinado de Dios en medio de nuestro mundo. La utopía del Reino nos sigue interpelando y nos sigue llamando a desinstalarnos y a dejar las seguridades que nos impiden ponernos en camino para vivir como Jesús vivió. La Iglesia tiene un compromiso con el Reino de Dios. Nosotros que somos Iglesia estamos llamados a combatir con nuestro propio testimonio el poder de dominio e instaurar en medio de nuestro mundo una realidad alternativa, así se nos persiga y se nos calumnie (Juan Mateos).
La levadura de los fariseos, según vemos en Luc 12,1, es la hipocresía. Hemos de guardarnos tanto de compartirla cuanto de ser su víctima. La levadura de Herodes es la mala vida, que se contagia como una peste. Véase Mt 16,6 y 12: "Y Jesús les dijo: "Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Entonces, comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos".
Hoy notamos que Jesús —como ya le pasaba con los Apóstoles— no siempre es comprendido. A veces se hace difícil. Por más que veamos prodigios, y que se digan las cosas claras, y se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).
Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.
Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.
Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).
Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28; Lluís Roqué Roqué).
La levadura, en la mentalidad judía, tiene una imagen negativa. Igualmente en el NT, con excepción de la parábola para ilustrar el Reino (Lc 13,20-21; Mt 13,33). Los rabinos veían en la levadura una fuerza maligna que predispone a las personas hacia al mal. Dado que la levadura tiene la función de fermentar, era considerada como signo y causa de corrupción. Sobre esto nos dice 1 Cor 5,7-8 “echen fuera la vieja levadura y purifíquense; ustedes han de ser una masa nueva, pues si Cristo es para nosotros la víctima pascual, ustedes son los panes sin levadura. Entonces basta ya de vieja levadura, la levadura del mal y del vicio, y celebren la fiesta con el pan sin levadura, que es pureza y sinceridad”. Podríamos concluir diciendo que la metáfora de la levadura se aplicaba a la corrupción moral, pero sobretodo al orgullo, la soberbia y la hipocresía.
En el pasaje paralelo a nuestro texto de hoy, Lucas dirá expresamente “cuídense de la levadura de los fariseos que es la hipocresía”. Jesús advierte entonces de la soberbia, el orgullo y la hipocresía de los fariseos, deseosos de un mesías triunfalista, revelado a través de grandes prodigios cósmicos, que someta el mundo conocido bajo el poder de Israel, y les permita mantener su poder religioso. Al fin y al cabo, ellos parecen ponerse como los únicos jueces autorizados para determinar quien es el verdadero mesías.
En la misma línea están los herodianos, temerosos de perder sus privilegios políticos. Cuando Jesús dice a sus discípulos “abran los ojos”, se contrapone a la actitud de los fariseos y herodianos, que hasta el momento han cerrado sus ojos ante Jesús de Nazaret, la verdadera señal revelada por Dios para que la humanidad tuviera vida, y vida en abundancia. Al contrario, ambos grupos se habían puesto de acuerdo para intentar eliminar a Jesús (Mc 3,6). Los discípulos deben estar atentos para no dejarse contagiar de esta levadura. Las palabras de Jesús no parecen tener eco en los discípulos que siguen preocupados por la falta de pan. Jesús entonces los reprocha, utilizando advertencias echas precedentemente a sus adversarios (Mc 3,5; 4,12), que a su vez tiene su origen en los profetas”.”Oye pueblo estúpido y tonto, que tienes ojos y no ves, orejas y no oyes” (Jer 5,21). Llama la atención que la expresión “ojos que no ven y oídos que no oyen”, se encuentra en medio de relatos de curaciones de un sordomudo y un ciego. Esto significa que, aún los discípulos, dependen totalmente de Jesús para abrir sus ojos y sus oídos, o lo que es lo mismo, sólo Jesús abre los ojos y los oídos para ver y escuchar el verdadero proyecto de Dios.
A partir del v. 19, Jesús evoca el recuerdo de los dos relatos de multiplicación, en los que solo se mencionan los panes omitiendo los peces. Esto permite afirmar la lectura simbólica cristológica y eucarística que hace Marcos de estos relatos. Aquí incluso, podríamos releer de manera simbólica, el único pan (v. 14) como una alusión a Jesús. En las preguntas sobre los relatos de la multiplicación, Marcos insiste en las expresiones “repartir” (o “partir el pan”, término con que en el cristianismo primitivo llamaba a la eucaristía) y “recoger”. Podríamos interpretar estas palabras diciendo que lo que aún no logran entender, ni ver, ni oír los discípulos, es que lo opuesto a la levadura de los fariseos y los herodianos, es el repartir o compartir el pan con los necesitados, sólo así recogeremos la riqueza del Reino de Dios. Llucià Pou Sabaté, con textos de mercaba.org
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