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sábado, 8 de septiembre de 2012

Domingo de la semana 23 de tiempo ordinario; ciclo B

Dios nos libera de las penas y para esto nos manda a Jesús, con sus milagros cura y con el Evangelio nos salva

«De nuevo, saliendo de la región de Tiro, vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea, cruzando el territorio de la Decápolis. Le traen un sordo y mudo, y le ruegan que le imponga su mano. Y apartándolo de la muchedumbre, metió los dedos en sus orejas, y con saliva tocó su lengua; y mirando al cielo, dio un suspiro, y le dice: Eftétha, que significa: ábrete. Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo proclamaban; y estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» (Marcos 7; 31-37)

1. El Evangelio nos presenta Jesús con “un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: - «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad… y decían: - «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»” Es como el bautismo cuando se dice a los oidos “ábrete” pero no como en el cuento “¡ábrete sésamo!” sino que se abren los oidos a la Palabra de Dios y se empieza a creer, y se hace el milagro. Hay quienes se tapan los oídos para no oír las palabras, per nosotros queremos oír a Jesús y quedar curado de nuestra sordera, de que a veces nos cuesta creer: con los Sacramentos, todo el hombre queda sanado. Las dolencias que deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original. Es un signo de la creación nueva que Dios realizará algún día. En la mañana de la creación todo lo hizo bien en el día de la consumación todo lo hará nuevo. También en los sacramentos se nos impone las manos y Jesús vuelve a decir las palabras que nos curan. Y entonces la lengua puede pedir perdón, y empieza a alabar a Dios, a estar contenta, con esperanza: sueña un futuro mejor, y lo tendrá, porque él ya será mejor.

2. Isaías profetiza: “Sed fuertes, no temáis… vuestro Dios… viene en persona… os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial”. Habían salido de Egipto, pero esta nueva salida es distinta… cuando los emisarios de Juan el Bautista le preguntan a Jesús: "¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro? Jesús les respondió: Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia". Jesús cumple así la gran profecía de Isaías; Él es el gran liberador… Y también tiene un sentido espiritual que nos toca: ¿anunciamos a Jesús a los demás, nos preocupamos de los pobres, no dejamos que haya nadie marginado a nuestro lado? Nadie puede vivir sin esperanza. Todos necesitamos un ideal que dé sentido a la vida. Los pobres, los enfermos son los que necesitan hacer renacer la esperanza, necesitan que les hagamos ver a Jesús…

Por eso pedimos en el Salmo:Alaba, alma mía, al Señor… Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados”. Pedimos el reino de Dios, como en el padrenuestro: “venga a nosotros tu reino”, que la gente sea feliz, y que vaya al cielo: Padre: -Que has creado los cielos -Que mantienes su fidelidad -Que haces justicia a los oprimidos... -Que das el pan a los hambrientos... Yahvéh -Que liberas a los prisioneros... Yahvéh -Que abres los ojos a los ciegos... -Que enderezas a los encorvados... Yahvéh -Que amas a los justos... Yahvéh -Que guardas a los peregrinos... -Que proteges al huérfano y a la viuda... ¡ayúdalos a todos, los que te necesitan! Jesús se pone de lado de los pobres. Muchos milagros de Jesús fueron eso: la multiplicación de los panes para los hambrientos, la devolución de la vista a los ciegos, la liberación de los prisioneros del pecado... Señor, concédenos esta felicidad profunda. Haz que creamos que allí, y únicamente allí está la felicidad estable, que nada, absolutamente nada, puede lastimar ni empañar.

3. Santiago insiste: “No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos?...: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?” La mayor contradicción está en pretender compaginar la fe en Jesús con la discriminación de clases: la comunidad prefiere a los ricos y menosprecia a los pobres. Vive en el engaño. Prefiere a los ricos, olvida que la riqueza de la comunidad viene de Dios, que se ha hecho cargo de sus pobres: vive como si Dios no fuera su único Señor: la fe en Jesucristo, el único Señor de todos los creyentes, no se compagina con preferir unos a otros por dinero. Por lo tanto, no debemos estimar a los hombres por lo que aparentan o lo que tienen, sino por lo que son delante de Dios. La máxima del mundo es ésta: "Tanto tienes, tanto vales". Pero Jesús llamó bienaventurados a los pobres. Si preferimos a los ricos y despreciamos a los pobres, nos apartamos en la práctica de la verdadera religión y así no era Jesús. Los pobres, herederos del Reino; el único criterio es el amor. Los que hayan amado al Señor serán herederos del Reino prometido, porque a todos los ha hecho ricos en la fe. La verdadera riqueza es la fe, y la condición de entrada en el Reino es el amor. Nadie es más que nadie, y nadie es menos que nadie. Amar es compartir, el que tenga, que dé a los que no tienen, porque podríamos estar en su lugar, y hemos de tratarlos como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en su lugar, como dice S. Agustín: “Por lo tanto, repartan. Tengan; pero lo que tienen de más, repártanlo. Así tienen lo necesario y no pierden lo que hayan dado. Serán más dueños de esto que de aquello con que se quedaron, pues, o bien lo han de dejar aquí, o bien lo han de consumir en sus necesidades. ¿Qué se hará de lo que hayan dado? Óyelo también. Sigue así: Atesoren para sí una buena base para el futuro, a fin de conseguir la verdadera vida. ¿Qué diste de grande, si has dispuesto emigrar de este lugar donde todo perece? Con lo que diste a los pobres los convertiste en tus portaequipajes. Si sois tales no floreceréis como el heno en la travesía de este mundo, sino como el olivo, que está verde aun en el invierno, y se dirá por vuestra boca: Yo soy como el olivo fructífero en la casa de Dios. Pero como olivo fructífero en la casa de Dios, mira lo que sigue: He esperado en la misericordia de Dios, no en la inseguridad de las riquezas”.

Llucià Pou Sabaté




viernes, 11 de febrero de 2011

Jueves de la 5ª semana: el primer matrimonio de Adán y Eva. El milagro de Jesús en la curación de la hija de la Cananea, mujer de fe

Génesis 2,18-25: 18 Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» 19 Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. 20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. 21 Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. 22 De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. 23 Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» 24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. 25 Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.
Salmo 128,1-5: 1 Canción de las subidas. Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos. 2 Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien! 3 Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa. 4 Así será bendito el hombre que teme a Yahveh. 5 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida.
Evangelio según San Marcos 7,24-30. En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos». Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Comentario: Después de la creación de Adán, hoy la de Eva. Con un lenguaje igualmente popular y lleno de encanto. Si ayer eran las manos de un Dios alfarero las que modelaban al hombre, hoy son las de un cirujano las que extraen una costilla de Adán y forman a Eva… Pero lo importante es la tesis que hay en el fondo:
- que Dios es el que ha ideado lo de la compañía y la atracción de los sexos y el amor; que él es quien ha dicho que «no está bien que el hombre esté solo: voy a hacerle alguien como él que le ayude»;
- después de pasar revista a todos los animales y aves, Adán «no encontraba ninguno como él que le ayudase»;
- mientras que quedó entusiasmado cuando se le presentó la mujer: esta sí es igual a él, de la misma naturaleza que él, «hueso de mis huesos y carne de mi carne»; la mujer tiene el mismo origen que el hombre: las manos creadoras de Dios;
- es lo que se expresa con el juego de nombres (juego que sólo tiene validez en el original, claro): si el hombre se llamó «ish», la mujer es «isha»; como si dijéramos «varón» y «varona";
- los dos están destinados en el plan de Dios a unirse y ser «una sola carne» y a engendrar vida nueva, el mayor milagro que puede pasar en la creación y la mejor manera de colaborar con el Dios de la vida y del amor.
b) Esta página está escrita no precisamente en tiempos de reivindicaciones feministas. Por eso tiene más mérito que se nos diga ya desde el primer libro de la Biblia que el plan de Dios es la igualdad entre el hombre y la mujer y que ambos están pensados como complementarios el uno del otro. Que el amor es un invento de Dios. Que todo amor que pueda haber entre nosotros es participación del amor sin medida que nos tiene Dios. Luego se nos dirá, en el NT, algo todavía más profundo y decisivo: que Dios es Amor.
Es una buena presentación, popular pero profunda, de la dualidad de sexos y de la finalidad comunicativa de la pareja humana. Al aparecer la mujer, el «yo>, de Adán ya tiene un «tú» igual a él y así se podrá cumplir el plan de Dios sobre la dignidad, la igualdad y el destino de la raza humana. Estamos hechos para comunicarnos. La idea inicial de que formen «una sola carne», en la vida matrimonial, la ve san Pablo, ya desde la perspectiva cristiana, como un misterio que refleja la unión íntima entre Cristo y la Iglesia. Lo humano se compagina perfectamente con lo cristiano y adquiere en Cristo su pleno sentido.
2. Tal vez no nos gusta el trasfondo social que refleja el salmo, pero sí ciertamente podemos aceptar su intención: «Tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa; esta es la bendición del hombre que teme al Señor». Una familia unida, armónica, abierta al amor y a la vida, sean cuales sean las circunstancias sociales de convivencia y de trabajo, es la que responde al plan de Dios.
La página de hoy, siempre a través de imágenes ingeniosas, nos sugerirá toda una «sabiduría» sobre la pareja y la sexualidad. -No es bueno que el hombre esté solo. Voy a darle una ayuda adecuada. Las filosofías y las sociologías no llegarán nunca al fondo de esa afirmación: el hombre es un «ser relacional»... su personalidad misma no se construye más que a partir del «otro», de la «sociedad», del grupo, del ambiente, del clan, de la familia. Es prácticamente imposible vivir solo. La soledad es un sufrimiento. Ante todo la pareja debería ser: un lugar de comunicación, de diálogo... el primer lugar de encuentro con «el otro», diferente de sí. Pero este otro, este frente a frente, diferente de uno es también "uno como yo" en una igualdad profunda.
-El hombre puso nombre a todos los animales. Gesto de posesión, de dominio: importancia del lenguaje. Primer esbozo de la ciencia, que analiza, mide, compara y da nombre a todo. -Mas para él, no encontró una ayuda adecuada. Que no nos engañe la aparente ingenuidad de ese relato del sabio. En medio de un mundo que no cesa de despreciar a la «mujer», el relator afirmará fuertemente que la mujer, aunque diferente, es la igual al hombre. El Señor Dios hizo caer al hombre en un sueño profundo, le sacó una de sus costillas, formó de ella una mujer y la llevó ante el hombre. Este dijo entonces: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Será llamada «mujer" -ishshah en hebreo. Hay ahí un "juego de palabras" que no deja de tener gracia: «hombre» es «ish» y «mujer» es «ishshah»... es sencillamente ¡la forma femenina del término hombre! Todo ello pone de relieve la similitud de los dos seres complementarios. ¿Podemos ahora adivinar el otro «guiño» de ese texto? El hombre había sido sacado de la «tierra», ¡era una obra tosca!
La mujer es más delicada, es como un sutil refinamiento de la carne del varón. Una cierta superioridad del material de origen. Y... vayamos más lejos. La atracción de los seres, tan vehemente, tan misteriosa es presentada por el sabio como el deseo de reunir lo que procede del mismo origen.
-Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán uno solo. ¡Uno solo! Es el deseo de todo amor: no formar más que uno ¡si esto fuera verdad! Qué difícil es, parece decirnos el sabio. Pero es posible, porque uno procede del otro y porque habéis sido creados para no «formar más que uno». La vida sexual, lejos de ser un tabú, una prohibición, algo vergonzoso, es presentado aquí como una creación de Dios. La inclinación del varón por la mujer y de ésta por el varón, son queridos por Dios. La vida conyugal es una realidad tan fuerte y tan natural que llega a romper el primer vínculo, el de hijo con sus padres, para crear otro, más importante que los del parentesco: «el hombre dejará a su padre y a su madre». De ahí sacará Jesús la conclusión de que el amor ha de ser fiel: «no separe el hombre lo que Dios ha unido». -Estaban ambos desnudos y no se avergonzaban uno del otro. Inocencia, bondad radical de la sexualidad. Lección esencial para ser recibida hoy como ayer (Noel Quesson).
3.- Mc 7, 24-30 (paralelo: Mt 15, 21-28: Miércoles de la 18ª Semana). La mujer que protagoniza esta escena no es judía, lo que le da un sentido muy particular al gesto de Jesús. La buena mujer se le acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio. Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras (los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos), pero que a la mujer no parecen desanimarla. A Jesús le gusta su respuesta sobre los perritos que también comen las migajas de la casa y le concede lo que pide. Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada.
A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.
Lo que Jesús dice de que primero son los hijos de la casa es razonable: la promesa mesiánica es ante todo para el pueblo de Israel. También Pablo, cuando iba de ciudad en ciudad, primero acudía a la sinagoga a anunciar la buena nueva a los judíos. Sólo después pasaba a los paganos.
Para nosotros también es una lección de universalismo. No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. Esto nos tendría que poner sobre aviso: tenemos que saber acoger a los extraños, a los que no piensan como nosotros, a los que no pertenecen a nuestro círculo.
Igual que la primera comunidad apostólica tuvieron sus dudas sobre la apertura a los paganos, a pesar de estos ejemplos diáfanos por parte de Jesús, también nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, cuando no en nuestros privilegios y tradiciones, para negar a otros el pan y la sal, para no reconocer que también otros pueden tener una parte de razón y sabiduría.
Deberíamos corregir nuestra pequeñez de corazón en el ámbito familiar (por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores), en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (sin discriminaciones de ningún tipo). «Anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo» (Plegaria eucarística IV) (J. Aldazábal).
-Jesús se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse... Jesús no busca las acciones brillantes. Siempre el secreto mesiánico. La obra de Dios es una labor escondida, que no hace ruido... ni busca hacerlo. Partiendo de esto, yo me pregunto: ¿Deseo con avidez manifestaciones espectaculares de Dios, de la Iglesia? ¿Acepto francamente la humildad de Dios? ¿Busco acaso sobresalir, ocupar los primeros puestos?
-Una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro, entró y se postró a sus pies. La expresión "espíritu impuro" se encuentra 23 veces en el Nuevo Testamento. ¡Cuántas madres en el mundo entero, tienen preocupaciones acerca de sus hijos, rezan y confían su preocupación a Jesús!
-Esta mujer era pagana, Sirofenicia de origen. Marcos lo subraya. Cuando Marcos redacta su evangelio, en Roma, en pleno núcleo del paganismo, este detalle tiene su importancia. Quiere mostrarnos que Jesús es efectivamente el fundador de la "misión a los paganos o gentiles". Jesús, de hecho, salió de su país para ir a Tiro, en Siria. ¿Tengo yo, siguiendo a Jesús, un corazón misionero? La Iglesia no puede limitarse a mantener en la Fe a los que ya conocen al Evangelio. El Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia comienza así: "Enviada por Dios a las gentes para ser "el sacramento universal de la salvación obedeciendo el mandato de su Fundador (Mc 16, 16), por exigencias íntimas de su catolicidad se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres". ¿Tengo un corazón universal? "Católico" es una palabra griega que significa "universal". Dios ama a todos los hombres. Dios quiere la salvación de todos. Y yo, ¿qué hago para ello?
-Jesús le dijo: "Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos". Ella replicó: "Sí, Señor, pero los cachorrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos." Todo el interés de este episodio está en habernos conservado esta frase. Jesús, ante la suplica de una mujer pagana, acepta que el pan de los hijos, -reservado a los judíos- sea participado también por los "cachorrillos" -es decir por los paganos. Esto adquiere toda su importancia si recordamos que el gran debate de la Iglesia primitiva fue precisamente este problema de la incorporación de los paganos. Jesús deja claramente entender que el pan del que quiere saciar a las gentes, si bien ha sido destinado primero a Israel, será un día participado por todos.
-Díjole entonces Jesús: "Por eso que has dicho, vete, que ya el demonio salió de tu hija". Y habiendo vuelto a su casa habló a la niña, acostada en la cama y libre ya del demonio. A través de estas palabras penetró mejor en la conciencia que tenía Jesús de su papel: no es tan sólo el mesías esperado por Israel, sino el salvador que todos los hombres, todos los pueblos esperan en la oscuridad. Es aquél que puede liberar a todas las razas de sus malos demonios. Es aquél que en todo hombre puede liberar "lo mejor de sí mismo". Señor, libéranos de nuestros demonios, de todas las fuerzas que nos dominan (Noel Quesson).
Es sorprendente la facilidad con la que nos damos por vencidos; con que razón decía Nuestro Señor que “el Reino sufre violencia y los aguerridos lo arrebata”. Para la mujer, que ante todo cree en el poder de Jesús, no acepta tan fácilmente su negación. Al contrario, la usa para persuadirlo. Jesús compara la mujer con un perrito (cosa en el lenguaje de los judíos de corte usual en el trato con los no judíos a quienes llamaban “Goyim” que significa perro o apartado de Dios); la mujer, en lugar de sentirse ofendida, reconoce lo que es, no se quiere poner por encima de lo que le está diciendo Jesús, pero usa sus mismas palabras para arrebatarle el milagro. Si Señor, dices bien, si soy un perrito, pero déjame comer de las migajas que los niños tiran. Mientras que los judíos despreciaban la gracia de Jesús ella se conforma con las migajas. Cuánta enseñanza en un pasaje. Por un lado no desperdiciemos la gracia que Dios nos ha dado en nuestro bautismo y al tener como Dios a Jesús. Por otro lado no nos demos por vencidos en nuestras peticiones. No sabemos qué nos dará pero de seguro no nos dejará marcharnos con las manos vacías, sobre todo si somos capaces de reconocer con humildad lo que somos: Unos pobres pecadores (Ernesto María).
Estamos por Tiro y Sidón (3,8). Contra la costumbre judía de no pisar territorio pagano (impuro), Jesús lleva a la práctica la universalidad de su mensaje.
v. 24b Se alojó en una casa, no queriendo que nadie se enterase, pero no pudo pasar inadvertido. Alojarse en una casa, con una familia del lugar, sin especificar religión ni raza, fue una instrucción que dio Jesús a los Doce (6,8). Se rompe el tabú judío de la impureza de los demás pueblos… hay que preparar el terreno para la difusión del mensaje, trabajando en primer lugar por la humanización progresiva de esa sociedad. Este sería el objetivo primario de la misión. Mientras la relación entre los hombres no tenga un mínimo de humanidad y los individuos no alcancen en alguna medida el nivel de personas, no se puede proponer el mensaje. El evangelista lo expone narrativamente en el encuentro que se describe a continuación.
vv. 25-26 Una mujer que había oído hablar de el, y cuya hijita tenía un espíritu inmundo, llegó en seguida y se echó a sus pies. La mujer era una griega, siro fenicia de origen, y le rogaba que echase el demonio de su hija. La sociedad pagana, antes considerada desde el punto de vista de los esclavos en rebelión (5,2-20: geraseno), está ahora representada por una madre y su hija. Este binomio está en paralelo con el de Jairo y su hija (cf. 5,23 y 7,25: hijita; 5,35 y 7,25.29: su/tu hija; 5,39ss y 7,30: la chiquilla), que en forma figurada describía la situación extrema en que se encontra ba el pueblo sometido a la institución religiosa judía. La madre es una griega, es decir, pertenece a la clase privilegiada, a la ciudadanía libre, aunque ella misma fuera de origen indígena (sirofenicia); representa la clase dominante. La hija, figura de la clase dominada, está infantilizada (25: hijita; 30: chiquilla) y tiene un espíritu inmundo (cf 5,2), un demonio (26.29.30, cf 5,15), es decir, está alienada por un espíritu de odio que la lleva a la autodestrucción; no se resigna a su condición, pero su falta de desarrollo humano (infantilismo), efecto de la opresión, la priva de toda iniciativa. La madre reconoce la superioridad y poder de Jesús (se echó a sus pies), mostrando al mismo tiempo la gravedad de su problema. La situación de su hija le resulta insostenible. Quiere que Jesús la libere del espíritu inmundo, de su actitud de odio, de la que ella, sin embargo, no se reconoce responsable…
v. 27 El le dijo: «Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros». La respuesta de Jesús sorprende por su tono despectivo, pero replica a la mujer de ese modo para hacerle comprender lo que ella hace dentro de su sociedad. Si los judíos, que se consideran privilegiados como pueblo, llaman perros a los paganos, ella, la clase social privilegiada, quizá trata como perros a los oprimidos que dependen de ella...
v. 28 Reaccionó ella diciendo: «Señor, también los perros debajo de la mesa comen de las migajas que dejan caer los chiquillos». Al oír la frase despectiva, la mujer no se marcha. Comprende el reproche y responde reconociendo para los despreciados al menos un mínimo derecho humano, el derecho a la supervivencia, a la vida. No hay que esperar, como decía Jesús, a que se sacien los hijos, pueden comer al mismo tiempo los perros, aunque sean las migajas. ¿Da así un primer paso para disminuir la distancia social? No sabemos las lecturas que podría tener ese diálogo para la mujer…
vv. 29-30 El le dijo: «En vista de lo que has dicho, márchate: el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa encontró a la chiquilla tirada en la cama y que el demonio ya había salido. Jesús la despide (márchate): ha hecho el mínimo indispensable, si por ejemplo fuera cierto que ella era algo altiva y que ahora ha aprendido a ser humilde, reconociendo que debe compartir en cierta medida con la los humildes. Por este mismo hecho queda liberada la chiquilla, denominación que indica minoría de edad, pero no ya dependencia ni posesión («mi hija»). Aunque sigue siendo menor, el término chiquilla ha designado a los que comen a la mesa y dejan caer las migajas (28); de este modo el evangelista, al designar a la gente sencilla con un término que expresa su igualdad con la clase dirigente, propone el ideal que hay que alcanzar.
Parece que no fuera Jesús quien expulsa al demonio, que sale por el cambio de actitud de la «madre». En cuanto ésta acepta con humildad ese diálogo que no conocemos, pero que hemos supuesto aquí que es tomar conciencia de la injusticia que practica, empieza a desaparecer el obstáculo; pero «la chiquilla» aún no tiene vitalidad (tirada en la cama, sin fuerzas); sólo el encuentro con Jesús podría dársela (5,41s). Jesús no habla a los paganos de la Ley judía ni de normas a las que tengan que atenerse. Es la renuncia a la injusticia de su sociedad la que les abre la posibilidad de acceder al reinado de Dios y formar parte de la nueva comunidad universal.
Quizá no haya nada de esta cosa social o de conversión en el corazón de la cananea, lo cierto es que lo grandioso del relato evangélico es la forma como una mujer pagana es colocada como modelo de fe, pero modelo de fe así como Israel entendió la fe en su sentido más genuino y original. Ella se abandona en los brazos de aquél que viene de parte de Dios y se declara sin fuerza y limitada humanamente. Declara en su expresión que sin su ayuda, sin su poder, sería imposible llegar a humanizarse ella y su pequeña hija que se encuentra dominada por la enfermedad.
La dignidad e igualdad de la mujer aparece en la misma respuesta que la mujer le da a Jesús, que es también una crítica a la desvalorización que el judío hacía de otras culturas. Ella habla del perrito, dulcificando la palabra perro, expresión judía para nombrar a los pueblos de la gentilidad.
Jesús, con este milagro, entra a combatir el alma social judía ya que en el fondo de esta alma está el peso acumulado de la opresión femenina: un ser inferior, sin plenos derechos, impura por su condición sexual. Ella era una cananea, una extranjera. La mujer no se deja amedrentar frente a un judío. Ella, a Jesús, le habla con claridad y es la claridad de su palabra la que hace que Jesús actúe frente a ella con libertad y la libere de la opresión en la que vive; por eso el milagro ocurrió y su hija fue sanada a distancia.
La Iglesia también tiene que entrar a respetar las múltiples expresiones culturales que existen en nuestro mundo. Tenemos, como Iglesia, que dejar de ser tan colonialistas y respetar el legado cultural y ancestral que los otros pueblos tienen. Hay que mirar a los otros pueblos con respeto y con admiración para hacer de este mundo una casa donde todos quepamos. También tenemos que comenzar a ver a la mujer con ojos adultos, y asimilar una Iglesia donde ella adquiera responsabilidad eclesial. ¿Hasta cuándo seguirá la subvaloración femenina en el seno del catolicismo? ¿En qué podemos ayudar nosotros a superar este error histórico frente a la mujer? (Juan Mateos).
Hoy se nos muestra la fe de una mujer que no pertenecía al pueblo elegido, pero que tenía la confianza en que Jesús podía curar a su hija. En efecto, aquella madre «era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio» (Mc 7,26). El dolor y el amor le llevan a pedir con insistencia, sin tener en cuenta ni desprecios, ni retrasos, ni indignidad. Y consigue lo que pide, pues «volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido» (Mc 7,30).
San Agustín decía que muchos no consiguen lo que piden pues son «aut mali, aut male, aut mala». O son malos y lo primero que tendrían que pedir es ser buenos; o piden malamente, sin insistencia, en lugar de hacerlo con paciencia, con humildad, con fe y por amor; o piden malas cosas que si se recibiesen harían daño al alma o al cuerpo o a los demás. Hay que esforzarse, pues, por pedir bien. La mujer sirofenicia es buena madre, pide algo bueno («que expulsara de su hija al demonio») y pide bien («vino y se postró a sus pies»).
El Señor nos mueve a usar perseverantemente la oración de petición. Ciertamente, existen otros tipos de plegaria —la adoración, la expiación, la oración de agradecimiento—, pero Jesús insiste en que nosotros frecuentemos mucho la oración de petición.
¿Por qué? Muchos podrían ser los motivos: porque necesitamos la ayuda de Dios para alcanzar nuestro fin; porque expresa esperanza y amor; porque es un clamor de fe. Pero existe uno que quizá sea poco tenido en cuenta: Dios quiere que las cosas sean un poco como nosotros queremos. De este modo, nuestra petición —que es un acto libre— unida a la libertad omnipotente de Dios, hace que el mundo sea como Dios quiere y algo como nosotros queremos. ¡Es maravilloso el poder de la oración! (Enric Cases Martín).
San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), obispo de Antioquia y Constantinopla, doctor de la Iglesia, en su Homilía “Que Cristo sea anunciado” (12-13; PG 51, 319-320) habla de la “La oración humilde e insistente” y dice: “Una mujer cananea se acerca a Jesús suplicándole a grandes gritos que curase a su hija, poseída de un demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin relación alguna con el pueblo judío ¿no era como una perra, indigna de alcanzar lo que ella pedía? “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.” (Mt 15,26) Sin embargo, la perseverancia de la mujer le ha valido ser escuchada. Aquella, que no era sino una perrilla, Jesús la levanta a la nobleza de los hijos de la casa. Más aún, la colma de alabanzas. Le dice al despedirla: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides.” (Mt 15,28) Cuando se oye a Cristo decir: “Tu fe es grande” no hace falta buscar otras pruebas para ver la grandeza de alma de esta mujer. Ha salido de su indignidad por la perseverancia en la petición. Observa también que alcanzamos del Señor más por nuestra propia oración que por la de los otros”.
Pocas veces en el Evangelio escuchamos respuestas en las que Jesús aplace algo que le piden de corazón (no esas peticiones de los escribas y los fariseos para ponerlo a prueba, sino de personas que ponen en Él su confianza). Hoy es una de ellas. Otras ocasiones en que parece que Jesús se niega a escuchar a los que le piden algo: en las bodas de Caná a su madre santísima y cuando le avisan de que su amigo Lázaro está enfermo y se muere. En todas ellas el Señor se sobrepasa en generosidad cuando ve la fe probada como oro en crisol. Llucià Pou Sabaté, con textos de mercaba.org

lunes, 19 de abril de 2010

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: la Eucaristía, fortaleza para ser testimonios de la verdad, da alas para amar


Hechos (5,34-42): Entonces un fariseo, Gamaliel, les dijo que fueran
con cuidado, pues Teudas, Judas el Galileo perecieron al cabo de poco
de levantarse con sus proclamas y se disolvió su grupo. "Y ahora os
digo: Dejad a estos hombres; porque si este consejo o esta obra es de
los hombres, se desvanecerá: mas si es de Dios, no la podréis
deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo a Dios. Y convinieron
con él: y llamando a los apóstoles, después de azotados, les intimaron
que no hablasen en el nombre de Jesús, y los soltaron. Y ellos
partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por
dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el
templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo".
Fariseo de tendencia liberal, Gamaliel fue el profesor de Pablo de
Tarso. Nos da una lección de coherencia, de honradez, de no dejarse
llevar por la moda. Cuando es difícil ejercer lúcidamente un
discernimiento, vemos gente que se pone del lado de la Iglesia por
motivos de sinceridad, de buscar la verdad aunque no compartan la
doctrina. Gamaliel recuerda a los senadores judíos que esas
insurrecciones acabaron en nada: sus jefes fueron muertos
violentamente y sus seguidores dispersados. Les aconseja entonces que
no den mucha importancia al naciente movimiento de los apóstoles: si
es de los hombres se disolverá por sí mismo. Si es de Dios nada podrán
contra ellos. Hombres como él están muy cerca del Reino de Dios, son
los que llamamos "hombres de buena voluntad" que, sin saberlo,
encarnan muchos de los valores y de las virtudes evangélicas ("Diario
Bíblico"), esa familia inaugurada por Jesús, aunque algunos no lo
sepan, como recordamos en la Entrada: «Con tu sangre, Señor, has
comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has
hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva a Dios. Aleluya», y
esta familia tiene una tierra, que es la que nos promete la esperanza,
que recordamos en la Colecta: «Oh Dios, que, para librarnos del poder
del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz; concédenos
alcanzar la gracia de la resurrección». Supone vivir con los pies en
la tierra pero sin valorar lo material más que lo que es para siempre,
como pedimos en el Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondad las ofrendas
de tu pueblo, para que, bajo tu protección, no pierda ninguno de tus
bienes y descubra los que permanecen para siempre».
Es de destacar la alegría de los Apóstoles por padecer por Cristo,
como recuerda Juan Pablo II: «La alegría cristiana es una realidad que
no se puede describir fácilmente, porque es espiritual y también forma
parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo
Encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar en
lo íntimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz,
abandono, resignación, gozo... ¡No apaguéis esa alegría que nace de la
fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría!
¡Habituaros a gozar de esta alegría!»

Esta alegría es la que proclamamos con el Salmo 26: «El Señor es mi
luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Una cosa pido al Señor, eso
buscaré: habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida; gozar
de la dulzura del Señor contemplando su Templo. Espero gozar de la
dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé
valiente, ten ánimo, espera en el Señor», pues como recordamos en la
Comunión, «Cristo nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y
resucitado para nuestra justificación. Aleluya».
Querer vivir en la casa del Señor puede ser el mejor de los deseos. La
confianza absoluta en Dios tiene una referencia completa en Jesús, luz
del mundo que ilumina el camino que se ha encendido plenamente en su
resurrección; este es el sentido de "tierra de los vivos" pues el
cielo es donde está el Santuario.
Juan Pablo II comentaba que este Salmo tiene como telón de fondo el
templo de Sión, sede del culto de Israel, en un ambiente de confianza
en Dios. Ante las dificultades, no está el hombre solo y su corazón
mantiene una paz interior sorprendente, pues -como dice la espléndida
«antífona» de apertura del Salmo- «El Señor es mi luz y mi salvación».
Parece ser un eco de las palabras de san Pablo que proclaman: «Si Dios
está por nosotros ¿quién contra nosotros?»… «habitaré en la casa del
Señor por años sin término». Y mientras, buscamos en esta tierra el
rostro del Señor, la intimidad divina a través de la oración, en la
liturgia, hasta que un día «le veremos tal cual es», «cara a cara».
Orígenes, escribe: «Si un hombre busca el rostro del Señor, verá la
gloria del Señor de manera desvelada y, al hacerse igual que los
ángeles, verá siempre el rostro del Padre que está en los cielos». Y
san Agustín, en su comentario a los Salmos, continúa de este modo la
oración del salmista: «No he buscado en ti algún premio que esté fuera
de ti, sino tu rostro. "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia
insistiré en esta búsqueda; no buscaré otra cosa insignificante, sino
tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, ya que no encuentro nada
más valioso..."
El Evangelio (Juan 6,1-15): -"Levantando pues los ojos, y contemplando
la gran muchedumbre que venía a Él, dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos
pan para dar de comer a estos?"" Dios es amor, dirá san Juan en su
primera Epístola. Jesús es amor, nos revela a Dios. Jesús ve las
necesidades de los hombres. Jesús se preocupa de la felicidad de los
hombres. Jesús tiene presente la vida de los hombres. Y hace un
milagro, la multiplicación de los panes, como más tarde el sacramento
de eucaristía... son gestos de amor. ¡Me paro a escuchar tu voz,
Jesús! Eres Tú quien nos interroga, quien nos provoca. Eres Tú, Señor,
quien nos pide saber mirar el hambre de los hombres, y sus necesidades
aun las más prosaicas... "para que tengan de qué comer" Tú dices...
¡simplemente de qué comer! Y nosotros que tan a menudo soñamos en un
Dios lejano, en las nubes. Eres Tú que nos conduces a nuestra vida
humana cotidiana. Amar... ¡ahí está! es un humilde servicio cotidiano.
-"Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces;
pero ¿qué es esto para tanta gente?" Ante los grandes problemas
humanos -el Hambre, la Paz, la Justicia- repetimos constantemente la
misma respuesta: "¿qué podemos hacer nosotros? esto nos rebasa."
Retengo la inmensa desproporción: 5 panes... 2 peces... 5.000 hombres.
-"Jesús tomó los panes, y, habiendo "eucaristiado" -habiendo "dado
gracias"- se los distribuyó". Dar Gracias. Agradecer a Dios. Tal es el
sentimiento de Jesús en este instante. Piensa en otra multiplicación
de "panes". Piensa en el inaudito misterio de la comida pascual que
ofrecerá a los hombres de todos los tiempos. No descuida el "hambre
corporal", pero piensa sobre todo en el "hambre de Dios" que es de tal
modo más grave aún para los hombres.
-"Verdaderamente éste es el gran profeta, que ha de venir al mundo."
Pero Jesús conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey
se retiró otra vez al monte El solo. Jesús no quiere dejar creer que
El trabaja para un reino terrestre. Su proyecto no es político,
incluso si tiene incidencias humanas profundas. Jesús no entra
directamente en el proyecto de "liberación" cívica en el que sus
contemporáneos quisieran arrastrarle. Esto será por otra parte la gran
decepción de estas gentes, que le abandonarán todos. Jesús piensa que
su proyecto es otro: su gran discurso sobre el "pan de la vida eterna"
nos revelará ese "proyecto"" (Noel Quesson).
"En un mundo también ahora desconcertado y hambriento, Cristo Jesús
nos invita a la continuada multiplicación de su Pan, que es él mismo,
su Cuerpo y su Sangre. También ahora la Eucaristía se puede entender
como relacionada a los dones humanos y limitados, pero dones al fin,
que podemos aportar nosotros. Los cinco panes y dos peces del joven
pueden compararse a los deseos de justicia y de paz por parte de la
humanidad, el amor ecologista a la naturaleza, la igualdad apetecida
entre hombres y mujeres, y entre razas y razas, los progresos de la
ciencia: Jesús multiplica esos panes y se nos da él mismo como el
alimento vital y la respuesta a las mejores aspiraciones de la
humanidad. Nosotros, los que podemos gozar de la Eucaristía diaria,
apreciamos más todavía el don de Cristo que se nos da como Palabra
iluminadora y como Pan de vida (J. Aldazábal).
Quiero comentar brevemente aquella frase: «Se lo decía para probarle,
porque Él sabía lo que iba a hacer». Hoy leemos el Evangelio de la
multiplicación de los panes: «Tomó entonces Jesús los panes y, después
de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo
mismo los peces, todo lo que quisieron». El agobio de los Apóstoles
ante tanta gente hambrienta nos hace pensar en una multitud actual, no
hambrienta, sino peor aún: alejada de Dios, con una "anorexia
espiritual", que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús. No
sabemos cómo llegar a tanta gente... Aletea en la lectura de hoy un
mensaje de esperanza: no importa la falta de medios, sino los recursos
sobrenaturales; no seamos "realistas", sino "confiados" en Dios. Así,
cuando Jesús pregunta a Felipe dónde podían comprar pan para todos, en
realidad «se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a
hacer» (Jn 6,5-6). El Señor espera que confiemos en Él.
Al contemplar esos "signos de los tiempos", no queremos pasividad
(pereza, languidez por falta de lucha...), sino esperanza: el Señor,
para hacer el milagro, quiere la dedicación de los Apóstoles y la
generosidad del joven que entrega unos panes y peces. Jesús aumenta
nuestra fe, obediencia y audacia, aunque no veamos enseguida el fruto
del trabajo, como el campesino no ve despuntar el tallo después de la
siembra. «Fe, pues, sin permitir que nos domine el desaliento; sin
pararnos en cálculos meramente humanos. Para superar los obstáculos,
hay que empezar trabajando, metiéndonos de lleno en la tarea, de
manera que el mismo esfuerzo nos lleve a abrir nuevas veredas» (San
Josemaría), que aparecerán de modo insospechado.
No esperemos el momento ideal para poner lo que esté de nuestra parte:
¡cuanto antes!, pues Jesús nos espera para hacer el milagro. «Las
dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del
nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo
alto puede hacer esperar un futuro menos oscuro», escribió Juan Pablo
II. Acompañemos, pues, con el Rosario a la Virgen, pues su intercesión
se ha hecho notar en tantos momentos delicados por los que ha surcado
la historia de la Humanidad.