Domingo 3º, C – La Palabra de Dios la meditamos en la oración, y así vivimos lo que nos pide el Señor, donde nos ha puesto en su Iglesia.
1. Nehemías cuenta de cuando encontraron el Libro y lo leyeron "en la plaza que hay ante la puerta del agua, desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de hombres, mujeres y de los que podían comprender; y todo el pueblo estaba atento al libro de la ley", y lo celebraron. Nosotros también ADORAMOS AL SEÑOR EN LA ORACIÓN, cuando vamos a rezar cada uno por su cuenta, o juntos en familia o en la iglesia. Podemos decir una oración que nos ponga en presencia de Dios: "Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí"… así pedimos que sea un sincero y real acto de adoración, queremos estar despiertos como las lámparas junto al sagrario, encendidas, como las velas que se ponen en el altar, como estaban los corazones despiertos ese día que el pueblo de Israel volvió a encontrar el libro de la Biblia. Quiero así cargar las pilas para vivir lo que dice este libro, el resumen de todo: "Escucha, Israel, el Señor tu Dios es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas..." adoración que me lleva a amar a los demás por encima del dinero, comodidad, caprichos... (el propio yo). Porque al cargar las pilas me lleno de amor: al orar, que es hablar con Dios, conversar, dialogar con Él. Nuestro hablar con Dios se hace oración cuando se convierte en un sincero y real acto de adoración. Jesús nos advierte que no todo el que dice: ¡Señor! ¡Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre... Hay muchas formas de orar, pero la auténtica oración nunca son meras palabras desconectadas de la mente y del corazón, sino que va siempre unida al deseo eficaz de conocer y cumplir la Voluntad de Dios: Orar es siempre adorar. "La oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de Él y nada de sí mismo. Propósito: - Haré la oración vocal con pausa y atención para que sea también un acto real de adoración. Yo quisiera, Señor, adoraros, con aquella fe y amor, con aquella pureza, humildad y devoción con que os adoró vuestra Santísima Madre, como os adoró San José, y los humildes pastores y los Magos, con el espíritu y fervor de los Santos. Como André Frossard contaba de Juan Pablo II. En su libro No tengáis miedo nos habla de la extrema delicadeza con que dice la Santa Misa -"con la aparente lentitud de los astros en traslación por el cielo"-, de la acción de gracias posterior, en la que permanece arrodillado por espacio de veinte minutos. Resume así su experiencia de hombre que ha visto rezar al Papa: "Ante mí tenía un bloque de oración".
2. El Salmo reza: "Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. / La ley del Señor es perfecta / y es descanso del alma; / el precepto del Señor es fiel / e instruye al ignorante. / Los mandatos del Señor son rectos / y alegran el corazón; / la norma del Señor es límpida / y da luz a los ojos. / La voluntad del Señor es pura / y eternamente estable; / los mandamientos del Señor son verdaderos / y enteramente justos". Al contemplar las maravillas del cielo adoro a Dios que lo ha hecho todo… me preguntaba un niño de 10 años: "Antes de Dios, ¿qué había?" y le intenté explicar que estamos dentro de un "sistema operativo" que tiene espacio y tiempo, y que no entendemos eso de "para siempre", pues en Dios todo es presente, porque ha hecho este sistema, Él está fuera, nosotros estamos programados dentro de espacio y tiempo, pero Jesús ha entrado dentro también, y nos explica cómo está la cosa fuera, cómo estaremos en el cielo, cómo serán las maravillas que nos están reservadas cuando acabe este mundo y tengamos uno nuevo.
3. San Pablo cuenta que todos formamos "un solo cuerpo" en Cristo. Nunca hemos de pensar que somos más que otra persona, pero nunca hemos de pensar que somos menos que otra persona: todos iguales, "bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu". Y no hemos de tener envidia de que otro sepa jugar mejor a fútbol, o tocar la guitarra, pues es bueno que cada uno quiera ser justo como Dios ha querido: "Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como Él quiso". Hemos de procurar ser y sentirnos útiles donde Dios quiere, sabiendo estar como los diamantes en las joyas, allí donde las ponen, formando parte del conjunto: "Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «no te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «no os necesito»".
Cuentan de hace algunos años, en los paraolímpicos de Seattle, nueve corredores, todos con alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros lisos. Al sonido del disparo todos salieron, con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar. Uno tropezó en el asfalto, dió dos vueltas y empezó a llorar. Los otros ocho oyeron al chico llorar, disminuyeron la velocidad y miraron hacia atrás. Todos dieron la vuelta y regresaron... todos. Una niña con Síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo: "Eso te lo va a curar". Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta. Todos en el estadio se pusieron de pie, los aplausos duraron varios minutos. Todos recuerdan aún la historia. ¿Por qué? Porque dentro de nosotros sabemos una cosa: lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros mismos. Lo importante en esta vida es ayudar a ganar a otros, aun cuando esto signifique tener que disminuir la velocidad o cambiar el ritmo… "Así no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le felicitan. Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro".
4. El Evangelio nos dice que fue Jesús a Nazaret y leyó en la sinagoga el Libro: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y todos tenían los ojos fijos en él. Y él dijo: -"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Jesús viene a hacer la Iglesia como la Gran Familia de los hijos de Dios, Él es Dios y me ofrece ser mi mejor Amigo y mi Hermano mayor. Le podemos decir: Jesús, Te doy gracias porque has hecho que yo pertenezca a tu Familia. Cuando Jesús rezaba, al acabar, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar... Entonces Jesús les enseñó que Dios es nuestro Padre y que cuando hablemos con Él podemos llamarle así: Padre nuestro, que estás en el Cielo... rezando esta oración conozco mejor la Familia de Dios y de sus hijos que somos nosotros. En ella, el Padre es Dios: Jesús es el Hermano mayor -su representante en la tierra es el Papa-, la Madre de Jesús es también mi Madre, la Virgen María, y todos nosotros y muchos millones más, somos los hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Es una familia de nuestras familias, que las reúne todas… De modo que tenemos dos papás, el del cielo y el de la tierra, y la Virgen madre del cielo, y tenemos muchos hermanos. Y estos día rezamos porque algunos de estos hermanos se han separado y pedimos que se unan otra vez con el Papa en la Iglesia de Jesús, los orientales (ortodoxos) y los protestantes (y anglicanos) y seamos todos una Iglesia (Ricardo Martínez Carazo), pues rezaba Jesús: Tengo otras ovejas que no son de este redil y es necesario que yo las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor.
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