miércoles, 13 de noviembre de 2013

Jueves de la 32ª semana (impar). El Reino de Dios se va haciendo realidad dentro de nosotros y en la Historia, cuando tenemos buen corazón a imagen de Jesús

“En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: -«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.» Dijo a sus discípulos: -«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación»” (Lucas, 17,20-25).  

1. -“Los fariseos preguntaron a Jesús; «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?»” Para Israel, un Día, Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo de todos sus opresores... Era la espera de «días mejores», la espera de la «gran noche», el deseo de «una sociedad nueva», el sueño de una humanidad feliz. No eran sólo los fariseos los que deseaban ese Día. Los Doce, ellos también, en el momento en que Jesús iba a dejarles, se acercaban aún a preguntarle: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino para Israel?» (Hch 1,6).
La llegada de los tiempos había anunciada por el profeta Daniel. Hay mucha curiosidad, entonces como ahora, por el final, apocalipsis, pero Jesús nunca contesta directamente a esta clase de preguntas, sino que aprovecha para aclarar algunos aspectos: "el Reino de Dios no vendrá espectacularmente", "el Reino de Dios está ya dentro de vosotros".
-“Jesús les contestó: "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"”. Rezamos muchas veces: "venga a nosotros tu Reino". Es como el fermento que actúa en lo escondido, la semilla que es sepultada en tierra y va produciendo su fruto. Está oculto, pero ya está actuando: en la Iglesia, en su Palabra, en los sacramentos, en la vitalidad de tantos y tantos cristianos que han creído en el evangelio y lo van cumpliendo. En los humildes y sencillos: "bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos". En lo sencillo, en lo cotidiano. Es el Dios de las cosas pequeñas. Al impetuoso Elías, Dios le dio una lección y se le apareció, no en el terremoto ni en el estruendo de la tormenta ni en el viento impetuoso, sino en una suave brisa. El Reino está "dentro de vosotros", o bien, "en medio de vosotros", como también se puede traducir, o "a vuestro alcance" (en griego es "entós hymón", y en latín "intra vos").
-“Ni podrán decir: «¡Míralo aquí o allí!" porque el Reino de Dios ya está entre vosotros”. Y es que el Reino es el mismo Jesús. Que, al final de los tiempos, se manifestará en plenitud, pero que ya está en medio de nosotros. Y más, para los que celebramos su Eucaristía: "el que me come, permanece en mí y yo en él" (J. Aldazábal).
Lo importante es el día de la fidelidad a la vida cotidiana, como hiciste tú, Jesús. Hasta que llegó Cristo, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se le imponía desde fuera. Inclusive el judío que ansiaba ya más un tiempo de tipo lineal e "histórico", seguía concibiendo su evolución como una iniciativa exclusiva de Dios. Festejar el tiempo era conformarse con una evolución de la que no se poseían las llaves. Con Jesucristo, el primer hombre que percibió la eternidad del presente porque era Hombre-Dios, el hombre festeja su propio tiempo en la medida en que busca la eternidad de cada instante y la vive en la vida misma de Dios.
La vida cotidiana avanza según esto al compás de un calendario preestablecido; la memoria del pasado y los proyectos hacia el futuro solo sirven para contribuir al valor de eternidad que se encierra en el presente. No existe ningún día que haya que esperar más allá de la historia; cada día encierra en sí la eternidad para quien lo vive en unión con Dios (Maertens-Frisque).
No puede decirse: «Míralo aquí o allí»... simplemente porque ¡ya ha llegado! ¡Ese Reino está oculto! Para detectarlo es necesaria mucha agudeza de atención, buenos oídos finos para oír su susurro, y ojos nuevos para discernirlo «en la noche». ¡Ese Reino es misterio! No se le encuentra nunca en lo espectacular y ruidoso sino tan sólo en humildes trazos, en pobres «signos», en los sacramentos de su presencia oculta. Pero, como precisamente un signo es siempre frágil y ambiguo, hay que descifrarlo, interpretarlo... ese es el papel de la Fe.
-“Llegará un tiempo en que desearéis vivir siquiera un día con el Hijo del hombre y no lo veréis. Os dirán: «¡Míralo aquí, míralo allí!" No vayáis, no corráis detrás”. ¡Siempre tenemos la tentación de ir a buscar los signos de Dios en otra parte! Es en vuestra vida cotidiana donde se encuentra Dios.
-“Porque igual que el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así ocurrirá con el Hijo del hombre cuando vendrá en "su Día" Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esa generación”. Sí, «un Día» vendrá para Gloria de Dios, para el Esplendor de Dios, para el Triunfo de Dios y de su Cristo. Será como el estruendo del trueno, como el rayo que cruza el firmamento: imprevisible, sorprendente, súbito. Pero, entre tanto, es el tiempo del «sufrimiento», del «rechazo», de la «humillación y vergüenza»: "Antes tiene que padecer mucho". Antes de ese triunfo de Jesús y de su Padre, ambos, escarnecidos, humillados, arrastrados en el lodo y la sangre... negados por los ateos, dejados de lado por los indiferentes... ridiculizados por todos los descreídos... y, por desgracia, traicionados por «los suyos». ¡Señor, ten piedad de nosotros! (Noel Quesson).
        
2. Hoy leemos un magnífico himno a la sabiduría, 21 alabanzas: es el producto de tres por siete, lo que indica plenitud y perfección: -“Pues hay en la «sabiduría» un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, puro, sincero, amable... amigo de los hombres, apacible”... Jesús es la Sabiduría de Dios encarnada.
-“La movilidad de la Sabiduría supera todo movimiento. Todo lo atraviesa y penetra”. Es una visión sorprendente: Dios presente en todos y en todas partes, pero penetrando todos los seres, animando todo lo que se mueve, todo lo que vive.
-“Porque es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, el reflejo de la gloria eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, la imagen de su bondad”....
Llama la atención que diga que la sabiduría es "efluvio del poder divino", "reflejo de la luz eterna", "espejo de la actividad de Dios", "imagen de su bondad", "emanación de la gloria de Dios". La sabiduría se va personificando cada vez más. Ya se notaba esto mismo en el libro de los Proverbios y el Eclesiástico, pero aquí todavía más, subrayando su carácter divino. Se está preparando la venida de Jesús, la Palabra viviente de Dios.
-“La Sabiduría es única y lo puede todo. Sin salir de sí misma, renueva todas las cosas. La Sabiduría de Dios trabaja en el corazón del hombre, de todo hombre”. Cristo Jesús es, no sólo el Maestro que Dios nos ha enviado, sino la Palabra misma, hecha persona: "la Palabra se hizo hombre". Él es la Sabiduría en persona. (La basílica de Santa Sofía en Estambul no está dedicada a ninguna santa, sino a la "Santa Sabiduría", que es Cristo). Podemos preguntarnos: ¿estamos asimilando de hecho esta sabiduría de Dios, cuando escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas bíblicas?, ¿vamos identificando nuestra mentalidad con la de Dios, vemos las cosas con sus mismos ojos? Cristo nos enseñó una jerarquía de valores, una lista de bienaventuranzas: se trata de que vayamos mirándonos a su espejo para ir actuando como él.
-“En todas las edades, entrando en las almas santas, la Sabiduría forma en ellas amigos de Dios y profetas”. Gracias, Señor, por "transmitirte" al mismo corazón del hombre. Una centella divina en el hombre. Que hace del hombre el amigo de Dios.
-“La Sabiduría es más hermosa que el sol... Se despliega de un confín al otro del universo y gobierna todas las cosas”. Presencia bienhechora y activa. De la que el sol no es más que un pálido símbolo. Nuestro sol, el que, sin embargo, hace crecer y anima todo viviente. Dios, Sabiduría, ayúdanos a dejarnos animar por Ti (Noel Quesson).

3. “Tu palabra, Señor, es eterna”. Por ella fueron creadas todas las cosas. Queremos, como María, escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
Tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio”. Hemos de escucharte, Señor, meditar profundamente tu Palabra, dejarnos instruir por tu Espíritu Santo para que vivamos esa Palabra hasta sus últimas consecuencias.
La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes”. Así podemos ayudar a los demás, llevarles la luz divina: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes”. Iluminados con la luz del amor de Dios, podremos tener un amor correspondido con él: “Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien”.
Llucià Pou Sabaté


martes, 12 de noviembre de 2013

Miércoles de la 32ª semana (impar). Estamos invitados por la misericordia divina a la salvación; y para eso también nosotros hemos de procurar ser benévolos

“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: -«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: -«ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? » Y le dijo: -«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»” (Lucas 17,11-19).  
1. –“Yendo camino de Jerusalén, atravesó Jesús Samaría”... Jesús, en camino. Es su último viaje. Va «hacia Jerusalén» donde matan a los profetas (cf Lucas 13,33). El camino de cruz ha comenzado desde hace ya mucho tiempo. Va Jesús subiendo hacia Jerusalén, libremente, conscientemente, voluntariamente.
-“Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia Él diez leprosos. Le pararon a distancia y le gritaron...” están marginados y han de avisar al que se le acerca gritando: «¡impuro!, ¡impuro!» (Levítico 13,45). Despreciables, estaban proscritos y aislados. Comían lo que los peregrinos les arrojaban. Eran considerados impuros y no aptos para vivir en sociedad. Jesús permite que un grupo de leprosos se le acerque. -«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Uno de los grandes clamores de toda humanidad sufriente. Una plegaria que repetimos, con frecuencia en la misa. «¡Señor, piedad!» Que no tenga yo jamás miedo de clamar al Señor, de apelar a su misericordia. En la Biblia, la lepra es a menudo el símbolo del pecado, el mal que desfigura. No es inútil apelar a esa imagen que afecta nuestra sensibilidad, para mejor comprender lo que es el pecado, para Dios.
Rompe Jesús con este gesto la mentalidad segregacionista que divide el mundo en puros e impuros, sacros y profanos. Jesús afronta solo la escena. La petición de los leprosos es simple: haz algo por nosotros. Jesús los remite a los sacerdotes, que era la institución encargada de decidir quién es puro y quién impuro: -“Al verlos, Jesús les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»” Era también la Ley (Levítico 14,2). De paso, es un hermoso ejemplo de sumisión de Jesús a las autoridades de su país. “Mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces. Se echó, el rostro contra el suelo, a los pies de Jesús, dándole las gracias”.
De camino, todos quedan curados, pero únicamente uno regresa. El extranjero vuelve a dar gracias a Jesús. Nosotros empezamos nuestra celebración eucarística con una súplica parecida a la de los leprosos: "Señor, ten piedad". Y hacemos bien, porque somos débiles y pecadores, y sufrimos diversas clases de lepra. La oración de súplica nos sale bastante espontánea. Pero ¿sabemos también rezar y cantar dando gracias? Los varios himnos de alabanza en la misa -el Gloria, el Santo- y tantos salmos de alegría y acción de gracias, ¿nos salen desde dentro, reconociendo los signos de amor con que Dios nos ha enriquecido?, ¿sólo sabemos pedir, o también admirar y agradecer? Hay personas que nos parecen alejadas y que nos dan lecciones, porque saben reconocer la cercanía de Dios, mientras que nosotros, tal vez por la familiaridad y la rutina de los sacramentos -por ejemplo del perdón que Dios nos concede en la Reconciliación- no sabemos asombrarnos y alegrarnos de la curación que Jesús nos concede. Debemos cultivar en nosotros un corazón que sepa agradecer, a las personas que nos rodean y que seguramente nos llenan de sus favores, y sobre todo a Dios (J. Aldazábal).
«Alabar a Dios a voces» «Darle gracias» Actitud esencial del que ha sido «salvado». Actitud principal del que participa en la «eucaristía», en griego «acción de gracias». Ayúdame, Señor, a saber reconocer tus beneficios... Ayúdame a orar con mis alegrías, mis horas felices, con las gracias que recibo de ti. Cada noche, examinar cómo he pasado el día para darte las gracias. Ir a la eucaristía con el corazón rebosante de gozo por las maravillas de Dios. Y estar dispuesto, durante el acto litúrgico, a glorificar a Dios «de viva voz». Me imagino al leproso curado, sus gritos de alegría, sus gestos...
-“Ahora bien, era un «samaritano»”... Una vez más -según la parábola del buen samaritano (Lucas 10,30)-  Jesús pone como ejemplo a los que eran mal vistos por los judíos fieles. Algunos paganos, por sus cualidades humanas auténticas, pueden estar más cerca de Dios que algunos fieles. A través de esos hechos evangélicos, adivinamos la apertura del Evangelio a naciones y países hasta aquí apartadas del pueblo de Dios.
-“¿Y los otros nueve? ¿Sólo este extranjero ha vuelto para dar gracias a Dios?” La lección que da Jesús va dirigida a sus paisanos: los del pueblo elegido son, a veces, los que menos saben agradecer los favores de Dios, mientras que hay extranjeros que tienen un corazón más abierto a la fe. Ruego por todos los «samaritanos», los extraños a nuestra fe... y también por todos los fieles que no saben alabar a Dios (Noel Quesson).
A Lucas le encanta subrayar la "vuelta" de sus personajes (el hijo pródigo, los discípulos de Emaús, el leproso curado)? En estas "vueltas" veo representadas las experiencias mías y de muchos. Alejamiento y vuelta: "Jesús, maestro, ten compasión de mí".
En este Evangelio vemos las claves de lo que debe ser la vida del cristiano, resumida en tres sencillas palabras: misericordia, fe y agradecimiento. Jesús, ¡qué grande es tu misericordia, ante los necesitados y enfermos especialmente! Tu piedad no rebaja sino que libera, levanta a las personas. Siente como tuyo el dolor o el sufrimiento de la persona que tiene ante sí. Esta compasión ayuda a quien te mira a tener fe, y así tú puedes hacer milagros con él. Y así puede quien es por ti curado vivir el agradecimiento siendo a su vez misericordioso con los que le rodean.
Pienso que vemos este rostro de Dios cuando nos encontramos a alguien que se detiene en su camino para ayudarnos cuando estamos necesitados, en la carretera por ejemplo, si nuestro coche se ha averiado. Pero también en los pequeños detalles, cuando nos ceden el paso en medio del tráfico, nos sonríen amablemente en el trabajo los lunes por la mañana. Cito una noticia de periódico: Montse está viva gracias a que una mujer que viajaba con ella en un bus urbano de Barcelona a principios de año identificó en su cara unas señales sintomáticas de un tumor. Hoy, operada y recuperada, busca a su 'ángel de la guarda' a través de la prensa catalana para darle las gracias. Después de los análisis que su ángel le aconsejó, y operarse, ella busca a la mujer que la ayudó en el bus. Quiere darle las gracias por salvarle la vida.
Ángeles que Dios pone en nuestro camino… “¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: ¡gracias a Dios!? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad” (San Agustín).
2. –“Oíd, oh reyes, y entended; aprended, soberanos de la tierra. Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de mandar”... Dios es muy riguroso con los gobernantes, por su responsabilidad, pero extremadamente benigno con los humildes, a los que ensalza (cf Fil 2,6-11). Los que mandan necesitan sabiduría para tomar decisiones justas, y el juicio sobre su actuación será más exigente que para los demás.
-“El Señor es quien os ha dado el poder”... ¡toda autoridad tiene el poder venido de Dios! –“Dios examinará vuestra conducta y escrutará vuestras intenciones”. Ayuda, Señor, a todo hombre a responder de lo que Tú esperas. Ayúdame a «aceptar mis responsabilidades» bajo tu mirada, pensando que las decisiones que tomaré te interesan, que las examinas y que me pedirás cuenta de ellas. Te ruego, Señor, especialmente, por todos aquellos que tienen responsabilidades más graves: jefes de todo tipo.
-“Si no habéis gobernado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios, terrible y repentino se presentará ante vosotros”. Los «dominadores» tendrán un juicio implacable. Los "humildes", en efecto, merecen excusa y compasión, pero los «poderosos» serán juzgados «poderosamente».
-“El Señor de todos, ante nadie retrocede; no hay grandeza que se le imponga”. Es verdad que la gran tentación de los jefes es creer que son amos absolutos y ¡que no tienen a nadie por encima de ellos! Manejan a los súbditos de modo despótico, pero darán cuenta a Dios (Noel Quesson).
San Agustín, en su Sermón sobre los pastores, nos dice: Por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como un don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición de cristiano debo pensar en mi salvación, en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra. Hoy el Señor en su Palabra se dirige a quienes se les ha confiado el poder en cualquier nivel para que lo ejerzan escuchando la Palabra de aquel que los escogió para ese ministerio. Entonces, en el día del juicio no serán condenados, pues realizaron el bien y condujeron a los demás, no conforme a los propios criterios, sino conforme a los criterios de Dios. El nivel más cercano del ejercicio de la autoridad es el de los padres respecto a sus hijos en la familia. Ojalá y no se les descuide sino se les oriente y eduque para que, desde la familia, pueda surgir un mundo más integrado, más fraterno y más justo.

3. En el salmo Dios pide a los gobernantes que "protejan al desvalido y al huérfano, que hagan justicia al humilde y al necesitado". Si no lo hacen, si cometen o consienten injusticias, no escaparán del juicio de Dios: "aunque seáis dioses, moriréis como cualquier hombre; caeréis, príncipes, como uno de tantos".

Llucià Pou Sabaté
Martes de la 32ª semana (impar): el servicio a Dios no nos lleva al engreimiento, sino a la humildad de sentirnos instrumentos para ayudar a Dios y a los demás, 

“En aquel tiempo, dijo el Señor: -«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer" (Lucas 17,7-10).  

1. “-Jesús decía: «Cuando un criado vuestro, labrador o pastor, vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dirá: "Ven enseguida a la mesa?" No, más bien le decís: «Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras yo como y bebo. Después comerás y beberás tú.» Jesús no justifica esa situación de desnivel social, sino que la constata. A partir del cap. 14, el evangelista nos pone en aviso contra los fariseos y los ricos, especialmente. Los fariseos creen tener derechos sobre Dios, y quizá lo que censuras, Señor, sea eso, más que a los discípulos, que no tienen esa costumbre de tiranizar a los sirvientes que ya han trabajado todo el día.
-“¿Se tendrá que estar agradecido al criado porque ha hecho lo que se le ha mandado?” El relato va hacia el consejo de «hacer todo lo que Dios ha mandado». Hemos de ver esa parábola en el contexto de un Dios «padre» amante y servicial que se desvivirá por sus servidores: «¿Qué hará el dueño de la casa? Yo os lo digo, se pondrá en actitud de servicio, hará que se coloquen a la mesa, y, pasando junto a ellos, los servirá» (Lc 12,37).
Pero aquí se subraya nuestra actitud de humildad; hemos de decir: «Somos servidores inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer.» Jesús, pienso que quieres destruir la arrogancia de los fariseos, que a fuerza de buenas obras, pensaban que adquirían unos derechos sobre Dios, por sus propios méritos. Otras veces nos decías: no os gloriéis de vuestras obras ante Dios... y ahora lo dices de otro modo. Santa Teresa de Lisieux había comprendido muy bien esa lección capital cuando decía que se presentaría ante Dios con «las manos vacías». Señor, quiero hacer las cosas gratuitamente, por ti, por amor: sin esperar recompensa. Concédenos, Señor, estar a tu servicio desinteresadamente (Noel Quesson).
Dice un dicho popular: "Nadie es necesario, pero todos podemos ser útiles". A veces pensamos que somos imprescindibles, que nuestra aportación es irremplazable. Pero en realidad, indispensable solo es el Señor. Y también podemos verlo al revés: si tenemos a Jesús, lo tenemos todo; mientras él no falte, todo va bien. Los ministerios, en la Iglesia, no son para crecimiento personal, sino para el crecimiento de la comunidad.
Jesús, veo que lo que esperas de nosotros es que estemos siempre dispuestos, como el Buen Pastor, a cuidar de los tuyos, que son nuestros también. No podemos sentarnos a la mesa mientras no lo sirvamos en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos y encarcelados.
Decía uno: “Siempre llamó mi atención aquella gente con un corazón sencillo, aquellos que hacen de lo complejo, de lo sofisticado, algo cotidiano, entendible por todos. Gente que quizás habla de cosas importantes, pero tiene en su forma de expresarse una capacidad de llegar al fondo de su mensaje de inmediato. Sea cual fuere el tema del que esas personas hablan, llegan al corazón, el alma se siente atraída. Gente muy sencilla, que quizás sólo nos sirve o ayuda en determinado punto de nuestras vidas. Rostros sonrientes, dispuestos a ayudarnos, adaptarse y comprender.
¡Dan ganas de sentarse a hablar con esa gente, a saber de su vida! Ellos no buscan complejidades, no desconfían más de la cuenta, hablan de modo abierto y claro, tienden a creer y a confiar, ven en la gente lo bueno. La simpleza de corazón se opone a esa otra postura, la de buscar siempre los motivos para no creer, la de dudar de todo, la de complicar las cosas, la de plantear siempre obstáculos y objeciones, la de esperar que finalmente algo nos de la excusa para descalificar.
Esta actitud frente a la vida, la de hacer lo complejo algo sencillo, la de creer, confiar, de poner una sonrisa y un deseo de hacerse entender y querer por el prójimo, es una parte importante del amor. Porque el amor es simple y Dios es simple, El hace las cosas de Su Reino sencillas para nosotros. Pero también pone un velo entre Sus misterios y nuestro entendimiento. Es por este motivo que es tan importante no querer ver o saber más allá de lo que Dios quiera que veamos. ¡Sólo creer en El!
Esta actitud, la de creer, proviene de un corazón sencillo. Creer, con un alma abierta a las cosas del Reino, más allá de que la mente, nuestro intelecto, no alcance a comprender lo que percibe. Es muy difícil tener fe en Dios si queremos procesar todo a través de nuestra razón”. Nuestro orgullo lo complica todo, queremos controlarlo todo. “Y que difícil es la prueba cuando Dios da la gracia de tener una mente desarrollada, una educación elevada. El propio don que Dios da se puede transformar en el motor de nuestra soberbia: vaya, si somos gente inteligente, ¿como podemos creer en estos tiempos en estas cosas, inexplicables para la ciencia del hombre? Cuanta soberbia se esconde en esta pregunta, pero cuan a menudo se la escucha, o se la piensa. El mundo moderno ha desarrollado tal soberbia, que ha dejado poco espacio para las cosas del Señor, que son por supuesto inexplicables, porque pertenecen a un nivel de pensamiento, el Pensamiento Divino, al que el hombre jamás podrá llegar”.
Cuando alguien ha de ejercer su autoridad, muchas veces se cubre de apariencia, por ejemplo un profesor intentará disimular lo que no sabe, para explicar las cosas dando la impresión de que controla toda su especialidad, porque necesita dar esa imagen de persona que sabe más de lo que sabe. En cambio, el sencillo es el que no quiere dar más imagen que mostrarse como es, sin aparentar, y qué mezcla más fascinante, cuando un sabio es sencillo y puede responder cuando algo no lo sabe con un sencillo “no lo sé”. Se llega así a superar una prueba importante, la de la apariencia, así los pastores nos enseñan el camino a Belén: “Sólo aceptar, orar, adorar al Señor, y disfrutar de los pequeños detalles que él nos permite ver, de Su maravilloso Reino.
Se me ocurre que una buena petición es: "Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de Ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a Ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mí mismo para darme todo a Ti" (S. Nicolás de Flüe). Te pido, Señor, lo que necesite para ser buen instrumentos tuyo: "De que tú y yo nos portemos como Dios quiere —no lo olvides— dependen muchas cosas grandes" (J. Escrivá, Camino 755).
Para ser buen instrumento he de ver como don divino las cualidades que tengo, y usar esos talentos. También se necesita humildad, una perfecta subordinación a la voluntad divina, y una unión con el artista, como el barro en manos del alfarero, como el pincel en manos del pintor, y para esto necesito vida interior y obediencia (más que decir o pensar, hacer las cosas). “Las obras de Dios son perfectas” (Dt 32,4), y cuando Dios nos da unos dones, también nos da los medios para usarlos dignamente” (s. Tomás de Aquino). Es lo que se dice en la ordenación en palabras de S. Pablo: el que ha comenzado la buena obra en ti la llevará a término.
Dame, Señor, la rectitud de intención y humildad en todas mis obras. “Soli Deo honor et gloria”, “sólo para Dios el honor y la gloria” (1 Tim 1,17). Esa humildad de instrumentos arraigará en mi corazón, si procuro la unión con la Voluntad de Dios en lo cotidiano. El modelo es la Virgen: “Illum oportet crescere, me autem minui” (conviene que Él crezca, y yo disminuya: Jn 3,30).

2. –“Dios creó al hombre para una existencia imperecedera, le hizo imagen de su misma naturaleza. La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo”. Admirable expresión, con conceptos griegos de tipo abstracto, de una verdad tradicional de toda la Biblia; recordemos el relato concreto del Génesis que dice lo mismo. Dios creó al hombre para la vida, para la "¡existencia!", ¡para «existir»! Pues Dios «en Sí-Mismo» es el gran viviente, el gran Existente. Y el hombre participa de esa realidad de Dios, es "imagen de Dios". ¡La muerte no es normal! es un incidente de tránsito. Y el autor se atreve a escribir que no es Dios quien ha previsto y querido la muerte. Para aceptar estas Palabras hay que admitir que "la vida humana no se destruye, sino que se transforma" por ese momento que llamamos "la muerte". Ayúdanos, Señor, a creer. Nuestros difuntos están en una "existencia imperecedera".
-“La vida de los justos está en la mano de Dios. Ningún tormento puede alcanzarles”. No hay que tratar de imaginar esas cosas. Hay que recibirlas sencillamente tal como se nos dicen. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto, su partida de este mundo se tuvo como una desgracia, se los creía destruidos, pero ellos están en la paz. Aunque a los ojos de los hombres hayan sufrido castigo por su esperanza poseen ya la inmortalidad. No se trata de "muertos", sino de "vivos": han partido, nos han dejado... Humanamente hablando es una desgracia, es como un aniquilamiento. Y así es. Sin embargo, «están en la paz», "tienen ya la inmortalidad". El evangelio lo dirá de manera sublime.
-“Por una corta corrección recibirán largos beneficios, pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de Él”. Se comprende que los mártires, los perseguidos, puedan hallar en esta certeza, un estímulo para su modo de morir.
-“Como un sacrificio ofrecido sin reserva, los «acogió»”... El cristiano puede pues ir a la muerte con confianza y remitirse a Dios. La muerte es un «pasaje hacia Dios». La muerte no es un caer en el vacío, en la nada, se nos «acoge»... Y podemos hacer de la muerte un acto libre y voluntario, una ofrenda, un sacrificio, un don de sí a Dios. Si nuestra fe en esas Palabras divinas fuese muy viva no tendríamos miedo alguno. No acaba todo con la muerte. Todo empieza. Todo continúa. En el fondo se trata de que, durante nuestra vida, vivamos ya en estado de ofrenda y de sacrificio a Dios. En este caso, la muerte es la consagración de la vida (Noel Quesson).
3. “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren”. Esa alabanza sale del corazón, gloriándose de la relación que le une a Dios, de su interés en él y de lo que espera de él: «En Yahweh se gloriará mi alma.»
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria”.
Dios ha prometido librar a los justos de todas sus angustias y los salvará: “Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos”.


                Llucià Pou Sabaté

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lunes de la semana 32 de tiempo ordinario (impar): pedimos a Jesús el don de perdonar, que es la cosa más grande; y también las otras cualidades de su corazón
«Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan los escándalos; pero, ay de aquel por quien vienen. Más le valdría ajustarle al cuello una piedra de molino y arrojarle al mar, que escandalizar a uno de esos pequeños: andaos con cuidado. Si tu hermano peca, repréndele; y, si se arrepiente, perdónale. Y si peca siete veces al día contra ti, y siete veces vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás». Los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Respondió el Señor: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este moral: "Arráncate y plántate en el mar, y os obedecería"» (Lucas 17,1-6).
1. –“Jesús decía: "Es inevitable que sucedan los escándalos; pero ¡ay del que los provoca!” Estamos todos interconexionados, unidos como los siameses, y esto es la comunión de los santos: si nos esforzamos, ayudamos a los demás, y si hacemos daño, dañamos a todos. "Nadie es una isla". Toda persona esta religada a otras. Juan Pablo II pidió perdón por los errores históricos de la Iglesia, y vemos que en el mundo hay muchos crímenes, pero en primer lugar hemos de reflejar el rostro de Jesús a través de nuestra vida, de la vida de la Iglesia, para dar testimonio al mundo. Por desgracia, hemos visto también en la Iglesia graves pecados contra niños, que claman al cielo. Pidamos al Señor que arranque de la Iglesia todo daño grave, y hoy especialmente este: «El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otros a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave» (Catecismo, 2284).
-“Más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar... antes que escandalizar a uno de esos pequeños”. Jesús es extremadamente riguroso cuando se trata de defender a "los pequeños".
Y pasas, Señor, a hablarnos del perdón: -“Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente perdónalo. Si te ofende siete veces al día y vuelve siete veces a decirte: "Lo siento" lo perdonarás”. El amor "sin límites" es la característica propia del cristianismo. Lo vemos en una madre, cuando sigue perdonando la malicia o debilidad de un hijo, que con sus mentiras o faltas de respeto se aleja de ella, y luego siempre encuentra el perdón maternal cuando va a buscarla. El amor de una madre es el modelo más cercano de lo que Jesús nos muestra, de lo que es el amor de Dios. Señor, te pido aprender a perdonar según la medida de tu corazón.
-“Dijeron los Apóstoles al Señor... ¡Auméntanos la Fe!” Tenemos aquí un ejemplo de los diálogos provocados por tus palabras, Jesús. Eran muy conscientes de que era algo grande lo que pedías, Señor, y así te pedimos también nosotros: "danos, Señor, por gracia, eso que Tú esperas de nosotros". Como también decía San Agustín: pide lo que quieras y dame la fuerza para cumplirlo. O Santa Teresa de Jesús: “manda lo que quisieras y dime lo que mandares, que lo que tu mandares no he dejar de hacer por ningún tesoro del mundo”, claro, con tu fuerza, Señor. Así te pedimos en la plegaria de los fieles de cada misa: por las necesidades mías y de todo el mundo.
-“El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este árbol: Arráncate y plántate en el mar. Y os obedecería"”. ¡Cuántos "árboles" a arrancar, Señor! Soy como un pobre delante de ti; dame varios "granos de mostaza" (Noel Quesson).
2. -“Amad la justicia los que juzgáis la tierra; pensad rectamente del Señor y buscadle con sencillez de corazón...” Por "Justicia", hay que entender siempre en la Biblia, el pleno acuerdo del pensamiento y la acción con la voluntad divina. Así, el primer consejo de ese «sabio» es una invitación a "pensar justamente"... a pensar como Dios... a "buscar a Dios" en la sencillez del corazón. El esfuerzo de la meditación cotidiana va en ese sentido. A condición de que sea yo dócil a la Palabra de Dios y trate de ponerla en práctica.
-“Porque Dios se deja hallar de los que no le tientan y se manifiesta a los que no desconfían de él. Los pensamientos tortuosos apartan de Dios”. «¡Buscar a Dios!» Cuando Dios encuentra esta disposición en el corazón del hombre "se hace el encontradizo", «se revela»... En el fondo, lo que Dios espera de nosotros es la lealtad, la verdad. Los pensamientos «tortuosos» apartan de Dios.
El libro de la Sabiduría nos presenta la sabiduría de Dios como una joven hermosa que solicita a su amante para un encuentro feliz. "Fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan". Se hace la encontradiza para los que la aman, para los que la desean y la buscan. El verdadero conocimiento de Dios no es el resultado de una laboriosa operación intelectual, es un don que se ofrece con generosidad a cuantos se disponen a recibirlo con un corazón abierto. El Señor viene como un novio a celebrar su boda e invita a todos los hombres.
"Se anticipa a darse a conocer a los que la desean. Quien temprano lo busca no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada". La sabiduría de Dios madruga más que quienes la desean. Cuando éstos despiertan y empiezan a buscarla, se la encuentran esperando a la puerta, no necesitan andar detrás de ella todo el día. Dios se presenta siempre al hombre que le busca y se anticipa a sus deseos. Desgraciadamente, hay muchos cristianos que ni siquiera son capaces de imaginar que alguien este "sentado a su puerta", esperando para amarlos.
Este último libro del Antiguo Testamento, compuesto por un judío habitante de Alejandría (por el año 50 a. C.), capital del «Helenismo», aporta su humanismo refinado y pensamiento griego a la fe. Ayuda, Señor, a los hombres de nuestro tiempo a hacer ese mismo esfuerzo. Ayúdanos, Señor, a construir la verdad. A poner en práctica desde ahora la porción de verdad ya descubierta. ¿Cuál es hoy para mí esta correspondencia a Dios, esta conversión que El espera?
-“El Espíritu Santo, nuestro educador, huye de la mentira, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la injusticia”. Estamos ya muy cerca de la doctrina del Nuevo Testamento. El Espíritu de Dios, educador del espíritu del hombre. La luz divina iluminando y animando la inteligencia humana: todo ello se realizará en plenitud en Jesús... ¡el hombre que comulgará totalmente con la voluntad de Dios!
Pero, en contrapartida, existe también ese riesgo terrible: la capacidad del hombre de hacer que se retire el Espíritu Santo... de «rechazar» el Espíritu de Dios. Esta actitud es considerada absurda y necia. Haznos inteligentes, Señor. Ayuda el esfuerzo de todos los «educadores, de todos los que se han consagrado a esa tarea maravillosa del avance de la verdad... ¡profesores, padres, educadores «con el Espíritu»! La Fe no ha de huir ante el mundo científico de HOY. El Espíritu Santo ilumina la inteligencia... ¡y se aleja de la necedad!
-“La Sabiduría es un espíritu que ama al hombre... pues el Espíritu del Señor llena el universo, y El, que lo envuelve todo, sabe todo lo que se dice”. Es el Espíritu de Dios quien realiza la cohesión del universo. Medito detenidamente esta frase y la realidad que representa: ¡Dios presente! (Noel Quesson).
3. La sabiduría es un don de Dios, es "un espíritu amigo de los hombres": porque "el espíritu del Señor, que llena la tierra y da consistencia al universo", "penetra en su interior". Pero esta sabiduría sólo la pueden llegar a poseer los de corazón sencillo, "los que no desconfían", los que no tienen "razonamientos retorcidos". La encuentran "los que la buscan con corazón entero". Sobre todo, "la sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado". Los necios y los deslenguados tampoco sabrán acoger en sí mismos esta sabiduría que viene de Dios. Con el salmo podemos pedirlo hoy a Dios: "Señor, tú me sondeas y me conoces, todas mis sendas te son familiares... Guíame, Señor, por el camino recto".

Llucià Pou Sabaté

sábado, 9 de noviembre de 2013

Domingo de la semana 32 de tiempo ordinario; ciclo C: Jesús nos habla de la resurrección a la vida eterna
«Se le acercaron algunos de los saduceos los cuales niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere dejando mujer, y éste no tiene hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia a su hermano. Pues bien, eran siete hermanos; el primero tomó mujer y murió sin hijos, y lo mismo el siguiente; también el tercero la tomó por mujer; los siete, de igual manera, murieron y no dejaron hijos. Finalmente murió la mujer. Ahora bien: en la resurrección, la mujer ¿de quién será esposa? Porque los siete la tuvieron como esposa». Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; sin embargo, los que sean dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no tomarán ni mujer ni marido. Porque ya no podrán morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Que los muertos resucitarán lo mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán, y Dios de Isaac y Dios de Jacob. Pues no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para El». Tomando la palabra algunos escribas dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle más» (Lucas 20,27-40).
 1. Los saduceos, colaboracionistas con los romanos, mandaban en Judea. No admitían más autoridad doctrinal que el Pentateuco (los 5 libros atribuidos a Moisés), y negaban la resurrección de los cuerpos (cf Hch 23,8). Cuentan a Jesús una historia extraña, sobre lo dispuesto por la llamada ley de "levirato" (Dt 25,5s; Gn 38,8): una mujer queda viuda sin hijos, y el hermano del difunto la toma para dar descendencia a su hermano. Y preguntan: “Ahora bien: en la resurrección, la mujer ¿de quién será esposa? Porque los siete la tuvieron como esposa»”.
“Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; sin embargo, los que sean dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no tomarán ni mujer ni marido”. Esto ha sido interpretado muchas veces en el sentido de que en el cielo no se conserva el vínculo del matrimonio, que es sólo “hasta que la muerte les separe”. No dice eso Jesús. En los sagrados libros no se dice nunca que la existencia futura de los resucitados sea exactamente igual que la vida terrena. Además Dios es poderoso para resucitar a los muertos y acabar con la necesidad de la procreación para asegurar la supervivencia de la humanidad una vez glorificada. Que la vida de los resucitados sea como la de los ángeles no quiere decir, sin embargo, que no puedan tener cuerpo sexuado. Sólo se quiere excluir la necesidad de la procreación y afirmar la libertad de todas las necesidades a las que se ven sometidos los hombres en la tierra. Yo me imagino un amor que no implica la posesión de una cierta exclusividad, algo así como el amor de una madre que puede querer con locura a los hijos, cada uno como si fuera único… pero en el cielo no se pierden, en cualquier caso, las cosas buenas de la tierra, y el amor sobre todo.
La fuerza del argumento de Jesús está en que cita el Pentateuco, lo que ellos aceptan como Palabra de Dios. Pero sobre todo nos dice que es un Dios de vivos, que no morimos para la vida eterna: “Porque ya no podrán morir otra vez, pues son iguales a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Que los muertos resucitarán lo mostró Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán, y Dios de Isaac y Dios de Jacob. Pues no es Dios de muertos, sino de vivos; todos viven para El»”.
Desde Daniel (12,2-3) y otros libros nacidos precisamente en un ambiente de martirio, donde se revela la resurrección de la carne, era más o menos aceptada en los círculos religiosos esa verdad. Los fariseos la admitían (cf Hech 23,8). Jesús la explica revelando plenamente esa maravilla, ese don misericordioso de Dios.
La respuesta de Jesús va también a corregir a los fariseos, que concebían la resurrección en términos supersticiosos, materiales: la vida de los muertos no entra dentro de los esquemas de este mundo presente; es una vida distinta, porque es divina y eterna; podría compararse con la de los ángeles.
El mundo pagano del helenismo no aceptaba la resurrección de los muertos; el cuerpo es la prisión del espíritu y la salvación consiste precisamente en liberarse de él. El pensamiento helenista es fundamentalmente dualista y prefiere hablar de "inmortalidad", no de resurrección. Esto representa una diferencia primaria y sustancial respecto al pensamiento judío. Esto ha vuelto en el tercer milenio en diversas formas de explicación parecida donde el cuerpo es un vestido que se deja hacia una espiritualización progresiva del alma, que aprende, quizá, con sucesivas vidas… Jesús nos explica que también el cuerpo es glorificado.
La reflexión griega busca la razón de la inmortalidad en el hombre mismo: en el hombre hay un elemento espiritual, incorruptible, capaz, por su propia naturaleza, de sobrevivir al cuerpo corruptible. Esto está bien. Pero además está la "resurrección", volver al cuerpo, pero no significa, de ninguna manera, una prolongación de la existencia actual. La resurrección no es la reanimación de un cadáver. Es un salto cualitativo. Por eso precisamente distingue con cuidado la vida futura de la presente. Los griegos tienen profundamente razón al mostrarse insatisfechos de esta existencia y de sus limitaciones; no tendría ningún sentido volver a esta vida y prolongarla.
Es una nueva existencia, en la que todo el hombre entra, no solamente el espíritu. El evangelio habla de "resurrección", no de inmortalidad. La comunidad cristiana pone la solidez de las palabras de Jesús por encima de la cultura de los griegos. No busca la razón de la resurrección en los elementos del hombre, sino que la hace remontar a la fe en el Dios vivo. La promesa de Dios nos asegura que toda la realidad de la persona entra en una vida nueva y, precisamente porque entra en esa vida nueva, dicha realidad queda transformada (Bruno Maggioni).
2. «Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará». El martirio de los siete hermanos del que se informa en la primera lectura, contiene también el primer testimonio seguro de la fe en la resurrección (junto a los textos paralelos de Daniel, que son por situaciones históricas similares: el sacrificio martirial viene de esa fe, y produce entrega alrededor). Los hermanos son cruelmente torturados -son azotados sin piedad, se les arranca la lengua, la piel y las extremidades-, pero, ante el asombro de los que los torturan, ellos soportan todo esto aludiendo a la resurrección, en la que esperan recuperar su integridad corporal. Dios les ha dado una «esperanza» que nadie puede quitarles, mientras que los miembros que han recibido del cielo y que les han sido arrancados, podrán recuperarlos en el más allá. Es el cielo para siempre, aunque haya una pena pasajera. Rezamos con el salmista: “Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío, inclina el oído y escucha mis palabras. A la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante”.
3. «Hermanos, rezad por nosotros». En la segunda lectura se nos promete -como a los hermanos mártires de la primera- «consuelo permanente y una gran esperanza»; pero se nos promete además, ya en la tierra, una comprensión de la fecundidad espiritual. Esta procede de Cristo y la Antigua Alianza todavía no la conoce. Los hombres que «esperan» firmemente la vuelta de Cristo y la resurrección, los hombres cuyo corazón ama a Dios y reciben de Dios «la fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas», pueden ya desde ahora mediante su oración de intercesión participar en la fecundidad de Dios; el apóstol cuenta con esta oración «para que la palabra de Dios siga su avance glorioso» y poder así poner coto al poder «de los hombres perversos y malvados». La oración cristiana es como una esclusa abierta por la que las aguas de la gracia celeste pueden derramarse sobre el mundo (von Balthasar).
Si quiero llegar a ser hijo de Dios en el cielo, he de escoger el camino que me hace hijo de Dios en la tierra: el camino cristiano. Jesús, sólo si adquiero en la tierra la dignidad de hijo de Dios me reconocerás como hijo en la hora de la resurrección de los muertos. Y esa dignidad no se compra con dinero ni se consigue a base de esfuerzo humano exclusivamente. Esa dignidad la concede el Bautismo, pues me abre a la gracia sobrenatural que me das principalmente con los Sacramentos, y también con la oración y las buenas obras (P. Cardona).
Dicen los psicólogos que la frustración, el bloqueo de las aspiraciones humanas, está en la raíz de toda agresividad. Yo pienso que también el resentimiento que genera esta vida vacía sin ideales, sin vivir de acuerdo con ellos. Los sociólogos apuntan como factor de violencia el desencanto, el callejón sin salida al que se ven abocadas las expectativas alumbradas en el sistema. La frustración –me parece que también el resentimiento- vendría a ser como la parte sumergida del enorme iceberg que llaman desencanto. Crecen las expectativas en nuestra sociedad, pero falsificando la esperanza, y crece el número de insatisfechos. Crecen las frustraciones, crece el desencanto, crece la violencia, hay menos razones para vivir, falta una razón para vivir. El hombre se siente roto interiormente, también la mujer (Eucaristía 1988/52).
María, como madre de todos los cristianos, quieres tener mucha descendencia: quieres que todos los hombres reconozcan a Dios como Padre y a tu Hijo como Señor de cielo y tierra. Muéstrate siempre como madre fecunda y atrae a los hombres a la fe. Ayúdame a formarme bien, con claridad de buena doctrina pureza en el corazón, para que siga con fidelidad los pasos de tu Hijo, y ayude a muchos otros para que «sean dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos.»

Llucià Pou Sabaté

viernes, 8 de noviembre de 2013

Sábado de la 31ª semana (impar). Jesús nos enseña el desprendimiento, para vivir felices

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: -«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.» Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: -«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta»” (Lucas 16,9-15).  

1. Continúa el Evangelio con la parábola de ayer, la del administrador injusto. Jesús, nos enseñas cómo actuar con el dinero: -“Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”. Son palabras enigmáticas. Por un lado, Señor, me parece que nos indicas que el dinero y todos los demás bienes de este mundo son buenos, si se usan bien. Necesitamos comer y vestirnos, apoyos materiales. Estas cosas pueden también estorbar. No entiendo este "ganarse amigos" con el dinero. Supongo que te refieres, Señor, a compartirlo con los demás. Hay gente tan pobre que solo posee dinero, y vive para eso. La ambición, la codicia y la avaricia no ayudan a la persona, lo degradan y le ponen triste. Como aquel que era rico de sí mismo, se fue triste y no pudo ver la entrega al Reino de Dios, que acogen los que no están llenos de sí.
-“El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?” Aquí nos haces ver que si el dinero sirve de algo es porque lo administramos bien, según el amor. La misma tierra y todo lo que posee está en nuestras manos para poder hacer el bien, poder desarrollar la creación como amor de Dios.
“Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.» ¡Qué pena, ser esclavo del dinero! En otros momentos nos dijiste que los pobres no pueden entender lo del cielo, como un camello no puede pasar por el agujero de la aguja. Por tanto, en sí el dinero no es un bien, sino un medio para poder hacer el bien, no cuenta el “tener” sino el “ser”.
Los dos señores en pugna son el amor a Dios y al dinero. Y la decisión en favor de uno nos coloca automáticamente en el bando adverso al otro. El dinero puede brindar consideración y respetabilidad en las sociedades humanas del presente, pero esa consideración es engaño y abominación ante los ojos de Dios.
Con el amor de Dios, el dinero puede "servir" y llegar así a ser un símbolo del amor. Lo de ganar amigos con el dinero injusto era lo que hizo el de la parábola del "administrador astuto". El dinero es algo "no importante", "un bien ajeno", a veces para algunos un "bien mal adquirido", pero "con el cual se puede servir" (Noel Quesson).
“Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él”. No le gustó eso a los fariseos, y también se burlarán de nosotros, si no aceptamos la pillería de quedarnos con el dinero de otros, si nos negamos a negocios sucios y trampas que otros hacen, Jesús les dijo: -«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta»”  
Jesús, te pido ser sencillo, no cerrado como esos “observantes” que se creen perfectos. Todo lo que tengo, Jesús, te lo debo a Ti: familia, inteligencia, riquezas. Tú me has dado más o menos talentos para que los haga rendir. Si vivo con la certeza de que todo lo que tengo es prestado y procuro utilizar mis talentos para darte gloria, entonces Tú podrás premiarme con la filiación divina, con la vida eterna.
Jesús, me recuerdas que no puedo servir a Dios y al dinero. El corazón acaba escogiendo: o amo a Dios sobre todas las cosas o acabaré amando a todas las cosas sobre Dios con una comezón de querer más que no acaba nunca. Si hago las cosas por Dios, usaré las cosas como medios, no como fines; y ese desprendimiento hace que saboree las cosas con libertad.
“La abundancia de riquezas no sólo no sacia la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas” (San Juan Crisóstomo).
Vivimos en una sociedad de querer tener cosas, a veces superfluas, inútiles. Le llamamos “sociedad de consumo”. Esto tiene sus inconvenientes, como la avidez desmesurada, acumulación desmedida, compulsiva y egoísta. En cambio, la generosidad de socorrer a los necesitados nos hace felices, a imagen de Cristo que se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. Se da totalmente en la Eucaristía, donde vemos que lo más frágil de la tierra, el don desinteresado, de quedarnos sin lo nuestro porque lo damos, entonces somos ricos, y esa cosa tan frágil que es el amor en realidad es la fuerza más grande del mundo. Señor, al pedirte el pan de cada día, te pido lo que necesitemos los demás y yo, y sobre todo te pido ese amor.

         2. Al final de carta, Pablo recuerda agradecido a diversos colaboradores, la mayoría laicos, que le han ayudado en su misión. Pablo trabajaba en equipo, se apoya en personas como Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquis, Gayo, Cuarto... También ahora, ¡cuántas personas "anónimas" están aportando una contribución valiosísima en la catequesis, en la pastoral de los niños o de los enfermos, en las misiones, en el sostenimiento también económico de las obras de la Iglesia! Están en la lista de Dios.
-“Saludad a Prisca y Aquilas, mis cooperadores en Cristo Jesús... así también a la Iglesia que se reúne en su casa”. Es un matrimonio cristiano... que reúnen en su casa a un grupo de otros cristianos para celebrar la eucaristía, con una simplicidad y fervor de vida "juntos" en la fe en el mismo Cristo Jesús.
-“Saludad a Epeneto, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquio...” Y los cristianos que están con Pablo se unen a él para firmar la carta.
-“Yo Tercio, que ha escrito esta carta os saludo en el Señor... De igual modo Gayo, Erasto, Cuarto...” Pablo saluda… ¿Sabemos saludar y agradecer nosotros?; ¿sabemos los nombres de las personas que colaboran en los equipos en que participamos? Saludar es salir un poco de sí mismos. Saludar agradecidos es reconocer que no somos protagonistas exclusivos: que sin la ayuda de otros, no hubiéramos hecho casi nada. Saludar es ser humilde y poner buena cara a todos, a los adictos y a los alejados. Además de agradecer a Dios y de bendecir su nombre, también debemos agradecer a las personas y tener un detalle con ellas (cumpleaños, Navidades, motivos de alegría o de luto familiares). Que el gesto de paz antes de comulgar, con los que están más cercanos a nosotros, sea verdadero, no ficticio, aprendiendo cada día a descubrir los valores que tienen las personas que viven con nosotros.
De esos primeros cristianos se decía: «¡Ved cómo se aman!» En mi vida cotidiana, ¿qué hago yo en este mismo sentido para crear una fraternidad con otros, «en el Señor»?
-“Gloria a Dios”... Para san Pablo, la acción de gracias es el clima de su vida. Pasa el tiempo dando "Gloria a Dios". –“A Aquel que puede fortaleceros y consolaros conforme al Evangelio...” Hemos destacado a menudo el tema de la «fuerza» del evangelio. La vida cristiana no es blandura, pasividad, sino "fuerza", dinamismo.
-“Este es el «Misterio» que ha sido ahora revelado: mantenido en el silencio desde siempre... Pero hoy manifestado”... «El proyecto de Dios se revela poco a poco a través de la historia».
-“Por disposición del Dios eterno, ese "misterio" ha sido dado a conocer a todas las naciones para conducirlas a la "obediencia" de la fe”. La fe permite al hombre comulgar con este proyecto de Dios, corresponder a él y participar de él (Noel Quesson).
-“Gloria a Dios, el único sabio, por Jesucristo y por los siglos de los siglos. Amén”. Este proyecto es en Cristo, la «sabiduría» de Dios.

3. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza”. Queremos unirnos a esa alabanza de toda la creación, al Santo Nombre del Señor.
Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas”. Anunciar a Dios es predicar su amor, con nuestra sonrisa, y no mostrar tristeza hablando de pecados solamente: “Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas”.
Llucià Pou Sabaté


Viernes de la 31ª semana (impar). Con la misma dedicación que la astucia de los hijos de la luz, pero por amor, hemos de trabajar como buenos administradores de los dones que Dios nos concede

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." El le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que habla procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz» (Lucas 16,1-8).

1. Una vez más, Lucas es el único que relata la parábola:
-“Un hombre rico tenía un administrador... que fue denunciado por malbaratar su hacienda." Y el amo le dice: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración". No somos "propietarios" sino "administradores". Todo lo que poseo: mis bienes, mis cualidades, mis riquezas intelectuales y morales, mis facultades afectivas, los aspectos de mi carácter... De todo ello, se me pedirá cuenta. No soy más que el gerente de todo esto que me ha sido "confiado" por Dios, y que continúa perteneciendo a Dios. No tengo derecho a "malbaratar" los dones de Dios. Tendré que dar cuenta de las riquezas que no hubiere acrecentado.
-“El administrador pensó: Qué voy a hacer ahora... para que cuando me echen de la administración, haya quien me reciba”... Se trata de asegurar el futuro. ¿Tengo yo también esa preocupación... que evidentemente hay que referirla al "futuro escatológico"? Jesús, a menudo ha repetido la idea de que nuestra vida aquí abajo y nuestras decisiones actuales, comprometen nuestro "futuro eterno". El gerente aprovecha el tiempo que le queda, para preparar su porvenir.
-“El amo alabó al administrador injusto”: no entendemos exactamente el por qué, pero sí el mensaje de Jesús: que con buen humor, no tengamos apego a las cosas de la tierra, más o menos riquezas, sino que pensemos en aprovechar los dones que nos concede. La idea no es tanto ver las trampas en la economía, que las había y hay, sino que seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo fue para las suyas.
Quizá se refiere también a la sagacidad del administrador en que hace actuales unas deudas que podían caducar, con el año sabático (cada 7 años, en teoría había un perdón, y el gran perdón cada 50). Al renovar los recibos, quizá también había una nueva deuda viva, que podía llevarse ante el juez, de manera que el amo salía ganando porque era dinero más seguro aunque en menor cantidad que el otro que –en mayor cantidad- ya era menos probable que cobrara, a la vez que el administrador se conseguía un amigo para después del despido por rebajar el precio de la deuda… Pero la idea de fondo que nos dices, Señor, es "atesorar riquezas en el cielo" (Mt 6,20): seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca. La santidad es un don de su Espíritu (1 Tes 4,8). De aquí sacó Teresa de Lisieux su técnica de preferir y recomendar las virtudes pequeñas más que las "grandes" en las cuales fácilmente se infiltra, o la falaz presunción, como dice el Kempis, que luego falla como la de Pedro (Jn 13,37 ss), o la satisfacción venosa del amor propio, como en el fariseo que Jesús nos presenta (18,9ss), cuya soberbia, notémoslo bien, no consistía en cosas temporales, riquezas o mando, sino en el orden espiritual, en pretender que poseía virtudes (Servicio bíblico latinoamericano).
-“Porque los "Hijos de este mundo" son más astutos para sus cosas que los "Hijos de la luz"”. Quiere decir que hemos de estar despiertos, para las tareas del Evangelio.¡Desoladora constatación! En los asuntos económicos y financieros, los hombres despliegan maravillas de ingenio y de inteligencia para asegurar el mejor rendimiento, la eficacia. El hombre moderno, sobre todo es muy sensible a ese aspecto. ¡Y Jesús no parece reprochárselo! Jesús reprocha más bien a los cristianos el hecho de no tener el mismo ingenio ni la misma inteligencia para "sus asuntos espirituales". El Reino de Dios, en algunos aspectos, no está condenado a la ineficacia ni a la incomprensibilidad. ¿Pongo yo todas mis cualidades humanas, todo mi ingenio, al servicio del Reino? "Hijos de la luz" (Noel Quesson).
“Hijos de Dios. —Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras.
”—El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna” (J. Escrivá).

2. Pablo no puede vivir sin evangelizar. Su interés básico y casi único es "anunciar la buena noticia de Dios a los gentiles". Igual que "desde Jerusalén y llegando hasta la Iliria, todo lo ha dejado lleno del evangelio de Cristo", y también se interesa por Roma, la capital del mundo, a la que piensa ir próximamente, y de la que se siente corresponsable, aunque todavía no les conozca.
-“Os he escrito a veces con un cierto atrevimiento, en virtud del don que Dios me ha otorgado”. No son los hombres quienes le dieron la palabra. Esto le viene de Dios y ello le confiere un cierto "atrevimiento". Ocasión de rogar por los sacerdotes de HOY. ¡Que sean dóciles a la gracia que Dios les hace! ¡Que sean atrevidos para escribir o hablar con valentía!
-“El don recibido de Dios me ha hecho un ministro de Jesucristo para con los paganos, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios”... Esta frase ha sido de las más utilizadas, en los textos conciliares, para definir el «sacerdote». El "ministerio" del sacerdote es presentado por san Pablo como «un oficio litúrgico», como un acto sagrado... y esta liturgia es la «evangelización» del mundo pagano... el anuncio sagrado de la Palabra de Dios, la buena "nueva" de la salvación.
-“Para que la ofrenda de los paganos sea agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo”... el sacerdote ofrece la «vida misma de los hombres»..., su palabra evangelizadora induce a sus oyentes a «ofrecerse a sí mismos». Lo esencial del sacerdote es revelar a los hombres la salvación de Jesucristo, a fin de fomentar la fe, conversión, y compromiso al servicio de Dios: ofrecer su vida en «sacrificio espiritual». La misa es, ante todo, esto. Y la evangelización es ante todo esto. "Pasar a ser una ofrenda agradable". «Ofrecer nuestras personas, nuestras vidas.» "Por efecto del Evangelio que nos ha transformado." Nuestra vida cotidiana entera «consagrada» por el evangelio pasa a ser materia de una ofrenda continua a Dios, resumida en la misa.
-“Así, partiendo de Jerusalén hasta Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo”. Es la evocación de la "colegialidad apostólica". Pablo, por esta fórmula se une al colegio de los Doce y a su envío en misión: "de Jerusalén hasta los confines de la tierra". Es lo que Jesús les había dicho (Noel Quesson).
3. “El Señor revela a las naciones su victoria”, cantamos hoy con el salmista: “cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo”. La fidelidad da como recompensa la alegría de sentir esa fuerza divina.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel”. Pablo podía decir: "lo he dejado todo lleno del evangelio de Cristo". Y nosotros también queremos comprometernos en nuestra misión de cristianos, para difundir esa gracia divina, y así glorificar a Dios con alegría, con la esperanza de la salvación: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclamad al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad”.


Llucià Pou Sabaté