lunes, 3 de junio de 2013

Martes de la semana 9ª del Tiempo ordinario (impar): estamos llamados a participar de las actividades temporales con el corazón lleno de amor de Dios.

«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él» (Marcos 12,13-17).

1. Jesús, te hacen una pregunta malévola, pero tú respondes con una regla de oro para compaginar la religión con la vida social. ¿Cómo compaginar el respeto a la libertad de la conciencia de cada uno, al mismo tiempo que busco la gloria de Dios? Quisiera profundizar en tus palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Estoy en el mundo, pero soy hijo de Dios. Soy del mundo, pero no me limito a él, estoy llamado a algo más. No te tendré solo en el cielo, Señor, sino que ya estás aquí, en nuestras cosas, en las personas que conviven conmigo: «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,40). Quiero verte, Señor, y darte lo que es tuyo, en unión con los demás, respetando su modo de ser, su libertad política, unidos en el trabajo común, en buscar el bien común a través del trabajo, la justicia, la solidaridad.
Que te sepa ver, Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que sepa darles lo que les toca por justicia, sin dejarme llevar por ese dios falso que es “don dinero”.
Se va acuñando el término “laicidad”, para significar mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, porque hoy día un “laicismo” quiere la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social, fruto de un proceso de secularización. Cuando se rompió la unidad religiosa y un cierto control de la Iglesia sobre actividades seculares, especialmente a partir de la Ilustración, se va configurando una separación entre los ámbitos religioso y profano, con unas Constituciones democráticas donde se va plasmando esa separación Iglesia-Estado. En estos años primeros del siglo XXI, se ha focalizado la atención sobre la manifestación pública de los símbolos religiosos, como el crucifijo en los lugares públicos.
En nuestra sociedad, que los Estados quieren controlar todo, cuesta más el "dad a Dios lo que es de Dios". "Laicidad" puede significar, en positivo, superar esas tensiones antiguas de "poder civil" opuesto a "poder religioso", es decir no subyugar un aspecto al otro, pues las áreas civiles y religiosas pertenecen igualmente a la persona en su carácter público. Así, toda forma de (cesaropapismo) quedaría superada y también una respuesta -¡por fin!- por parte de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la libertad religiosa) a la justa autonomía de la esfera civil, y de los laicos, en el orden político y social. Para los creyentes, en pocas palabras, se trataría de sustituir el sueño de la "teocracia" (gobierno con "censura" religiosa) a una aspiración de "teocentrismo": uno, libremente, puede albergar la luz de Dios en su interior, y con ella iluminar a su alrededor, sabiendo que la propia libertad acaba donde comienza la libertad de los demás.
También hoy se olvida que muchos progresos de la humanidad han sido promovidos por las instituciones religiosas: en los campos del derecho (derecho de gentes, preludio del Derecho internacional), de la cultura (el comienzo de las Universidades, muchas escuelas), de los servicios (los hospitales y tantas otras cosas que ahora sustenta el Estado o entes privados), la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Algunos intentan excluir a Dios de estos y otros ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre, cuando han sido los cristianos promotores de la libertad (que no existía como hoy entendemos en la antigua Grecia, por ejemplo).
Los llamados bienes de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad son de raíz cristiana en gran parte. Pero sin las raíces, no dan frutos: así, sin referencia al Padre, la fraternidad no se vive -sin padres, no hay hermanos-, sino que es una filantropía que muchas veces pisa a los demás, los ningunea a través de diversas formas de su corrupción.
Jesús, tú desacralizas el concepto de impuesto, sin desprestigiar la autoridad civil que tiene derecho a la obediencia, pero nos indicas que siempre que no vaya contra la conciencia que indica una obediencia superior: la que se debe a Dios. Lo que indicas “Al César lo que le toca y Dios lo propio”, no es contradictorio sino el modo de conjugar las dos cosas. Te pedimos valentía para defender por ejemplo la libertad de la conciencia ante los asaltos de los poderes del Gobierno, a los que quizá convendrá denunciar a los tribunales, cuando falten a ese respeto al marco constitucional.
No te pedimos, Jesús, un lugar de privilegio para la Iglesia ni mandar sobre las cosas de la calle, pero sí un respeto a la libertad religiosa de cada persona. Te pido que nos ayudes a influir en la sociedad, cada uno en nuestro campo. En tu tiempo había algunos contrarios a los impuestos (zelotes) y otros que veían en ellos un modo de cuidar del Templo (fariseos), incluso algunos adulaban al poder establecido (herodianos). Jesús, que aprenda a no tomar parte sino estar con la verdad, a no “venderme” ante los poderosos, chantajes, tráfico de influencias,
Te pido también, Jesús, no servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. Que no me deje llevar por el bienestar material, y ponga encima el espiritual. Ser un ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional, política, y ser creyente, como dice Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César».
Te pido verte en las cosas el mundo, buscar una ética en mi campo profesional, con un discernimiento que vaya madurando en la oración, donde –dice Tertuliano- «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».
2. –“Un día Tobías, fatigado después de su trabajo, volvió a su casa, se recostó contra una tapia y se durmió. Mientras dormía, del nido de unas golondrinas cayó excremento caliente sobre sus ojos y quedó ciego”. Escena tan viva que parece una película, que se queda grabado en la imaginación. Aquí se nos dice que los justos no son preservados de la desgracia de modo mágico. Dios no interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones. El azar de ese grotesco accidente sugiere, sin necesidad de largos razonamientos, que no hay que hacer a Dios responsable de muchas «pruebas» que nos llegan como ésta por la conjunción de unas circunstancias ordinarias y ridículas.
Una segunda lección que se nos da: nuestra fidelidad a Dios se pone a prueba en los acontecimientos más banales. Más frecuente que las grandes catástrofes cósmicas anunciadas por los apocalipsis, son las adversidades corrientes, que por desgracia provienen simplemente de la condición humana. Hay muchas cosas que pasan, que podían no haber sucedido. Humildad. Realismo. Aceptación profunda de nuestra contingencia de criaturas limitadas.
-“Pero Dios permitió esa prueba para dar a la posteridad el ejemplo de su paciencia”. Una tercera lección: el mal puede a veces resultar un bien. El autor afirma que, aunque Dios no haya querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido" para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción. ¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo «permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió. Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por la vida!
-“Tobías fue siempre temeroso de Dios, por lo mismo no le reprochó la ceguera de que estaba afectado, sino que perseveró inquebrantablemente en el temor de Dios, glorificándole todos los días de su vida”. A menudo nos resulta difícil aceptar la prueba. Pero, finalmente, ¿no es la fidelidad nuestra mejor actitud, como creyentes? Ayúdanos, Señor, a conservar la esperanza en la noche, cuando ya nada vemos. Cuando la «ceguera» cae sobre nuestros ojos de carne, refuerza en nosotros, Señor, esa luz interior que iluminaba la vida de Tobías.
-“Ana, su mujer, iba cada día al taller de hilados y tejidos y traía a casa el sueldo ganado por su trabajo. Un día recibió además un cabrito. Tobías oyó balar al animal y dijo a su mujer: "Cuida que no sea producto de un robo; devuélvelo a los amos"”. Su fidelidad no es tan sólo meritoria respecto a Dios, sino que tiene la misma delicadeza de conciencia respecto a los hombres. No fue muy oportuno en su pregunta sobre el cabrito, dudando de ella. El paralelismo de Tobías con Job es subrayado claramente por el libro, por la reacción de ambos ante las desgracias que les suceden.
-“Furiosa, su mujer le injurió”. No hay peor prueba que ese tipo de abandono (Noel Quesson).
2. “¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace!” El salmo va más allá de las desgracias: “Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos”. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante las pruebas que nos depara la vida? Hay temporadas en que parece que se acumulan las malas noticias y no tenemos suerte en nada: salud, vida familiar, trabajo. ¿Nos rebelamos ante Dios?, ¿o hacemos como Tobías y seguimos confiando en él día tras día?
“No tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado.  Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor”.  Un cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien, sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u hostiles. No pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la puerta a la confianza en Dios y anima a los que pasan por malos momentos en lugar de apesumbrarlos (J. Aldazábal).


Llucià Pou Sabaté
Martes de la semana 9ª del Tiempo ordinario (impar): estamos llamados a participar de las actividades temporales con el corazón lleno de amor de Dios.

«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él» (Marcos 12,13-17).

1. Jesús, te hacen una pregunta malévola, pero tú respondes con una regla de oro para compaginar la religión con la vida social. ¿Cómo compaginar el respeto a la libertad de la conciencia de cada uno, al mismo tiempo que busco la gloria de Dios? Quisiera profundizar en tus palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Estoy en el mundo, pero soy hijo de Dios. Soy del mundo, pero no me limito a él, estoy llamado a algo más. No te tendré solo en el cielo, Señor, sino que ya estás aquí, en nuestras cosas, en las personas que conviven conmigo: «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,40). Quiero verte, Señor, y darte lo que es tuyo, en unión con los demás, respetando su modo de ser, su libertad política, unidos en el trabajo común, en buscar el bien común a través del trabajo, la justicia, la solidaridad.
Que te sepa ver, Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que sepa darles lo que les toca por justicia, sin dejarme llevar por ese dios falso que es “don dinero”.
Se va acuñando el término “laicidad”, para significar mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, porque hoy día un “laicismo” quiere la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social, fruto de un proceso de secularización. Cuando se rompió la unidad religiosa y un cierto control de la Iglesia sobre actividades seculares, especialmente a partir de la Ilustración, se va configurando una separación entre los ámbitos religioso y profano, con unas Constituciones democráticas donde se va plasmando esa separación Iglesia-Estado. En estos años primeros del siglo XXI, se ha focalizado la atención sobre la manifestación pública de los símbolos religiosos, como el crucifijo en los lugares públicos.
En nuestra sociedad, que los Estados quieren controlar todo, cuesta más el "dad a Dios lo que es de Dios". "Laicidad" puede significar, en positivo, superar esas tensiones antiguas de "poder civil" opuesto a "poder religioso", es decir no subyugar un aspecto al otro, pues las áreas civiles y religiosas pertenecen igualmente a la persona en su carácter público. Así, toda forma de (cesaropapismo) quedaría superada y también una respuesta -¡por fin!- por parte de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la libertad religiosa) a la justa autonomía de la esfera civil, y de los laicos, en el orden político y social. Para los creyentes, en pocas palabras, se trataría de sustituir el sueño de la "teocracia" (gobierno con "censura" religiosa) a una aspiración de "teocentrismo": uno, libremente, puede albergar la luz de Dios en su interior, y con ella iluminar a su alrededor, sabiendo que la propia libertad acaba donde comienza la libertad de los demás.
También hoy se olvida que muchos progresos de la humanidad han sido promovidos por las instituciones religiosas: en los campos del derecho (derecho de gentes, preludio del Derecho internacional), de la cultura (el comienzo de las Universidades, muchas escuelas), de los servicios (los hospitales y tantas otras cosas que ahora sustenta el Estado o entes privados), la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Algunos intentan excluir a Dios de estos y otros ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre, cuando han sido los cristianos promotores de la libertad (que no existía como hoy entendemos en la antigua Grecia, por ejemplo).
Los llamados bienes de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad son de raíz cristiana en gran parte. Pero sin las raíces, no dan frutos: así, sin referencia al Padre, la fraternidad no se vive -sin padres, no hay hermanos-, sino que es una filantropía que muchas veces pisa a los demás, los ningunea a través de diversas formas de su corrupción.
Jesús, tú desacralizas el concepto de impuesto, sin desprestigiar la autoridad civil que tiene derecho a la obediencia, pero nos indicas que siempre que no vaya contra la conciencia que indica una obediencia superior: la que se debe a Dios. Lo que indicas “Al César lo que le toca y Dios lo propio”, no es contradictorio sino el modo de conjugar las dos cosas. Te pedimos valentía para defender por ejemplo la libertad de la conciencia ante los asaltos de los poderes del Gobierno, a los que quizá convendrá denunciar a los tribunales, cuando falten a ese respeto al marco constitucional.
No te pedimos, Jesús, un lugar de privilegio para la Iglesia ni mandar sobre las cosas de la calle, pero sí un respeto a la libertad religiosa de cada persona. Te pido que nos ayudes a influir en la sociedad, cada uno en nuestro campo. En tu tiempo había algunos contrarios a los impuestos (zelotes) y otros que veían en ellos un modo de cuidar del Templo (fariseos), incluso algunos adulaban al poder establecido (herodianos). Jesús, que aprenda a no tomar parte sino estar con la verdad, a no “venderme” ante los poderosos, chantajes, tráfico de influencias,
Te pido también, Jesús, no servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. Que no me deje llevar por el bienestar material, y ponga encima el espiritual. Ser un ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional, política, y ser creyente, como dice Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César».
Te pido verte en las cosas el mundo, buscar una ética en mi campo profesional, con un discernimiento que vaya madurando en la oración, donde –dice Tertuliano- «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».
2. –“Un día Tobías, fatigado después de su trabajo, volvió a su casa, se recostó contra una tapia y se durmió. Mientras dormía, del nido de unas golondrinas cayó excremento caliente sobre sus ojos y quedó ciego”. Escena tan viva que parece una película, que se queda grabado en la imaginación. Aquí se nos dice que los justos no son preservados de la desgracia de modo mágico. Dios no interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones. El azar de ese grotesco accidente sugiere, sin necesidad de largos razonamientos, que no hay que hacer a Dios responsable de muchas «pruebas» que nos llegan como ésta por la conjunción de unas circunstancias ordinarias y ridículas.
Una segunda lección que se nos da: nuestra fidelidad a Dios se pone a prueba en los acontecimientos más banales. Más frecuente que las grandes catástrofes cósmicas anunciadas por los apocalipsis, son las adversidades corrientes, que por desgracia provienen simplemente de la condición humana. Hay muchas cosas que pasan, que podían no haber sucedido. Humildad. Realismo. Aceptación profunda de nuestra contingencia de criaturas limitadas.
-“Pero Dios permitió esa prueba para dar a la posteridad el ejemplo de su paciencia”. Una tercera lección: el mal puede a veces resultar un bien. El autor afirma que, aunque Dios no haya querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido" para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción. ¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo «permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió. Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por la vida!
-“Tobías fue siempre temeroso de Dios, por lo mismo no le reprochó la ceguera de que estaba afectado, sino que perseveró inquebrantablemente en el temor de Dios, glorificándole todos los días de su vida”. A menudo nos resulta difícil aceptar la prueba. Pero, finalmente, ¿no es la fidelidad nuestra mejor actitud, como creyentes? Ayúdanos, Señor, a conservar la esperanza en la noche, cuando ya nada vemos. Cuando la «ceguera» cae sobre nuestros ojos de carne, refuerza en nosotros, Señor, esa luz interior que iluminaba la vida de Tobías.
-“Ana, su mujer, iba cada día al taller de hilados y tejidos y traía a casa el sueldo ganado por su trabajo. Un día recibió además un cabrito. Tobías oyó balar al animal y dijo a su mujer: "Cuida que no sea producto de un robo; devuélvelo a los amos"”. Su fidelidad no es tan sólo meritoria respecto a Dios, sino que tiene la misma delicadeza de conciencia respecto a los hombres. No fue muy oportuno en su pregunta sobre el cabrito, dudando de ella. El paralelismo de Tobías con Job es subrayado claramente por el libro, por la reacción de ambos ante las desgracias que les suceden.
-“Furiosa, su mujer le injurió”. No hay peor prueba que ese tipo de abandono (Noel Quesson).
2. “¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace!” El salmo va más allá de las desgracias: “Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos”. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante las pruebas que nos depara la vida? Hay temporadas en que parece que se acumulan las malas noticias y no tenemos suerte en nada: salud, vida familiar, trabajo. ¿Nos rebelamos ante Dios?, ¿o hacemos como Tobías y seguimos confiando en él día tras día?
“No tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado.  Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor”.  Un cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien, sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u hostiles. No pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la puerta a la confianza en Dios y anima a los que pasan por malos momentos en lugar de apesumbrarlos (J. Aldazábal).


Llucià Pou Sabaté
Lunes de la semana 9 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Somos la viña del Señor, que en Jesús nos salva, y cuida de nosotros para que demos fruto según su corazón.
“Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido;      fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron” (Marcos 12,1-12).
1. En esta parábola Jesús resume la historia de la salvación y su propia vida. Los judíos están acostumbrados a las viñas, comprenden muy bien la imagen que les pone el Señor, para mostrar las atenciones de Dios para que su pueblo diera frutos, y también muestra la malicia de los hombres, especialmente los jefes de Israel. Los del Gran Sanedrín le están espiando, y buscaban una ocasión para prenderle y matarle; esto da mucho más significado a toda la parábola:
"Un hombre plantó una viña, la cercó de un muro, cavó un lagar y edificó una torre..." Jesús, como los que te escuchan, también yo veo que la "viña" es el pueblo de Israel. Amenizas la narración con detalles cargados de significado: la cerca es tu protección, el lagar (donde se recoge la uva para prensarla) es para mí una imagen de cómo darás la vida por nosotros y te ofreces en la Eucaristía, la torre es el reposo y vivienda… todo se refiere al cuidado de Dios por nosotros, que nos ama.
-“Arrendó "su" viña y partió lejos de allí... Yo soy "tu" viña, Señor. Qué gran misterio... que me ames hasta considerarme tuyo...Misterio de amor escondido, porque a no te veo, ¡pero te siento tan próximo! “Jesús, has hecho conmigo lo mismo que con la viña: has plantado la semilla de la fe en mi alma; me has rodeado de familiares y amigos que me ayudan a vivir cristianamente; has excavado lo necesario para quitarme defectos; y has edificado poco a poco algunas virtudes que me facilitan la lucha por la santidad” (Pablo Cardona).
«Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor Su majestad arranca las malas hierbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta de que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma, y lo ha comenzado a usar. Y, con la ayuda de Dios, hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes» (Santa Teresa).
Maltrataron a tus enviados, Señor. Al acercarse la Pasión, recuerdas que ahora eres tú, el Hijo, que viene como Salvador: -Le quedaba todavía uno, su Hijo "muy amado" y se lo envió también a ellos... Es un derroche de amor el que haces con nosotros, Jesús, cuando te nos das hasta la muerte, y cambias todo, para que incluso la ignorancia sea motivo de salvación, cuando rezas por los que te matarán, para que se salven también ellos. Pones la primera piedra para una forma nueva de vivir, por el amor: "La piedra que desecharon los constructores vino a ser la principal piedra angular. ¡El Señor es el que hizo esto y estamos viendo con nuestros ojos tal maravilla!"
Jesús sabe que quieren eliminarlo, pero proclama sin miedo la verdad, acepta su martirio y sabe que la Pasión nos salvará. Desde Isaías el pueblo judío sabe que está representado por la imagen de la viña, que cuida Dios, a pesar de que no daba los frutos que Dios esperaba de ella (Is 5). Por eso usas este ejemplo, Jesús, para mostrar el drama de lo que sucederá cuando te rechazan y te matan, cuando desprecian la piedra clave de la salvación. También hoy me examino con tus palabras, Señor, para revisar si soy coherente con la verdad: ¿Soy viña que da los frutos que tú esperas? ¿Acudo a los medios de salvación: Sacramentos, oración, perdón, amor?
Vemos a los jefes de los judíos que acosan contra Jesús, hasta mentir y juzgarle luego, y matarlo. Jesús les muestra esto que está por pasar, como una evolución del rechazo de los arrendatarios hacia el amo de la viña: "Aquellos viñadores se dijeron: Este es el heredero. Matémoslo y será nuestra la herencia." Jesús, nos haces ver otra realidad, distinta del fracaso humano: que tu Pasión está unida a la resurrección y la gloria, y que esta realidad es más completa que ver solo logros humanos. Nos haces ver que ser rechazado por los hombres, muchas veces, es señal de elección divina como nos resumes en las bienaventuranzas, tu retrato vivo. Nos muestras quiénes son los nuevos arrendatarios (que ya son hijos), y –dice S. Ireneo- son los miembros de la Iglesia: “El Señor Dios la consignó –no ya cercada, sino dilatada por todo el mundo- a otros colonos que den fruto a sus tiempos, con la torre de elección levantada en alto por todas partes y hermosa. Porque en todas partes resplandece la Iglesia, y en todas partes está cavado en torno al lagar, porque en todas partes hay quienes reciben el Espíritu”; le pedimos a Él, que con sus dones nos ayude a dar frutos de gozo y de entrega, de trabajo y de amor, de sacrificios y de autenticidad y amor a la Verdad.
2. En la primera lectura nos da S. Pedro el deseo de “«gracia y paz» por el conocimiento exacto de Dios y de nuestro Señor Jesucristo”. La «gracia» es el don que nos hace partícipes de la naturaleza divina (la fe, ser hijos, el amor…). La «paz» es el sentido de plenitud que deja Dios con sus dones, es el deseo de los primeros cristianos: “la paz esté contigo/con vosotros”. Señor, ¡danos tu paz! ¡Haz que la llevemos a los demás!
Se nos habla también de «Vida y piedad». "Piedad" era «la veneración, el respeto, el amor filial y sagrado», lo que nos da esta vida plena: -“Para que os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que reina en el mundo”. Me gusta esta expresión, que es la definición más cariñosa de “gracia de Dios”: lo que nos hace “partícipes de la naturaleza divina”, que no depende tanto de lo que hacemos bien, sino de dejar hacer a Dios en nosotros. Jesús, ¿ayúdame a preguntarme si estoy en comunión contigo.
Pienso que no hemos de hacer oración cuando nos sentimos perfectos, sino que la perfección está en estar contigo, en oración, comunión, participar de tu amor… que se despliega en un actuar bien, como sigue el Apóstol: -“Por esa misma razón, añadid «a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor». Hay aquí siete virtudes en las que “habla el amor”, que es el resumen de todas ellas. Ayúdame, Jesús, a entender que la fe y participar de Dios en Ti, es lo fundamental de mi vida, pero esto va unido a vivir con las obras de esta gracia y paz, de hijos de Dios.
3. Te lo pedimos con el Salmo (90), pidiéndote lo que resume todo nuestro actuar, la confianza: “Tú que habitas al amparo del Altísimo, / que vives a la sombra del Omnipotente, / di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío, / Dios mío, confío en ti."
Quiero meterme en este abandono en tus manos, Señor, entrar en tus sentimientos, sentirme partícipe de tu naturaleza y sentir que me acompañas siempre, pues dices: "Se puso junto a mí: lo libraré; / lo protegeré porque conoce mi nombre, / me invocará y lo escucharé. / Con él estaré en la tribulación." 
Y terminas asegurándome tu gloria, pues sigues diciendo de cada uno: "Lo defenderé, lo glorificaré, / lo saciaré de largos días / y le haré ver mi salvación."
Llucià Pou Sabaté

jueves, 30 de mayo de 2013

Viernes de la semana 8 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
La “higuera seca” es un estimulo para dar fruto, con la oración y el amor manifestado en las buenas obras.
«Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Al ver de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, y cuando llegó no encontró más que hojas, pues no era tiempo de higos. E increpándola, dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos lo estaban escuchando.Por la mañana, al pasar vieron que la higuera se había secado de raíz. Y acordándose Pedro, le dijo. “Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Jesús les contestó: “Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Arráncate y échate al mar sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá. Y cuando os pongáis de pie para orar perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone vuestros pecados”. (Marcos 11, 12-14, 20-26)
1. Jesús “sintió hambre”. ¡Qué humano eres, Señor! Tienes también hambre de nuestro amor, y quiero corresponder mejor a partir de hoy. Aquel día, al no encontrar más que hojas en aquella higuera, le dijiste: -nunca jamás coma nadie de ti.»” Jesús, esta maldición es un enigma para mí, la explicarás más tarde, con la "purificación" del Templo, cuando entraste en él y echaste a los cambistas. Quizá quieres decirme que el culto del templo era falaz, y que en nombre de Dios oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda, pues citaste al profeta: “Robáis, matáis y venís luego a poneros delante de mí... ¿Es este Templo una cueva de bandidos?” Y citas también: "Ya no habrá más mercaderes en el templo del Señor, en ese día".
Y los instruías, diciendo: -“¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos?” Entiendo que lo de la higuera va unido a que demos fruto de oración auténtica, y no seamos como ellos una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio. Señor, te pido que me ayudes a cuidar mi vida de oración, para tener más fe. Así les dijiste al día siguiente, al ver la higuera seca: -«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá”. Ahora entiendo que estás hablando de oración, pues sigues diciendo: “Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis”.
Veo también que la oración va unida al amor y su fruto más alto, el perdón: “Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas» (Marcos 11,11-26).
Fe es esperar de Dios, no de nosotros mismos ni de nuestras obras. La fe lleva a los frutos de amor, cito a continuación algún párrafo de San Josemaría: “Jesús maldice este árbol, porque ha hallado solamente apariencia de fecundidad, follaje. Así aprendemos que no hay excusa para la ineficacia. Quizá dicen: no tengo conocimientos suficientes… ¡No hay excusa! O afirman: es que la enfermedad, es que mi talento no es grande, es que no son favorables las condiciones, es que el ambiente… ¡No valen tampoco esas excusas! ¡Ay del que se adorna con la hojarasca de un falso apostolado, del que ostenta la frondosidad de una aparente vida fecunda, sin intentos sinceros de lograr fruto! Parece que aprovecha el tiempo, que se mueve, que organiza, que inventa un modo nuevo de resolver todo… Pero es improductivo. Nadie se alimentará con sus obras sin jugo sobrenatural”.
Te pedimos, Señor, “que seamos almas dispuestas a trabajar con heroísmo feraz. Porque no faltan en la tierra muchos, en los que, cuando se acercan las criaturas, descubren sólo hojas: grandes, relucientes, lustrosas. Sólo follaje, exclusivamente eso, y nada más. Y las almas nos miran con la esperanza de saciar su hambre, que es hambre de Dios. No es posible olvidar que contamos con todos los medios: con la doctrina suficiente y con la gracia del Señor, a pesar de nuestras miserias”.
Te pedimos, Señor, aprovechar las ocasiones que nos concedes. “No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!”
Recuerdo un amigo, hace muchos años, que quedó impactado por estas palabras, decía que hacía mucho tiempo que no veía un cura y no se confesaba, que se dejaba ir por la poltronería y la dejadez, lo más placentero… no estaba contento de sí mismo. Al leer esas palabras del comentario de la escena de la higuera que no daba frutos y que quedaba seca, fue a confesarse y se quedó en paz. “No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se ha prodigado con nosotros: nos ha instruido pacientemente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas, y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puede preguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿y aún no me habéis conocido? Ha llegado el momento de trabajar de verdad, de ocupar todos los instantes de la jornada, de soportar -gustosamente y con alegría- el peso del día y del calor”.
2. En este último pasaje de la carta de san Pedro, se nos habla también de aprovechar el tiempo: «El fin de todas las cosas está cercano: sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar». Ayúdame, Señor, a que mi oración vaya acompañada de un estilo de vida sobrio y moderado, y sobre todo de amor a los demás, practicar la hospitalidad, ofrecer los talentos que me has dado en servicio a mis hermanos: “Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios”. Señor, que la caridad cubra mis pecados.
El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios”.
Y así “Dios será glorificado en todo”, también en las dificultades, este “fuego abrasador que os pone a prueba”. Señor, te pido que éstas no nos hagan perder la alegría: “Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo” (1 Pedro 4,7-13). La cruz en forma de dificultades no ha cesado en aquel tiempo de san Pedro, hasta el nuestro, a lo largo de la historia.
3. Por eso, terminamos alabando a Dios con el salmo: “Llega el Señor a regir la tierra. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente."
Contemplamos la salvación llevada a cabo por Jesús, con su obra redentora: “Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque” (95,10-13).

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 29 de mayo de 2013

Miércoles de la semana 8 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús sube a Jerusalén, va a ser entregado por nosotros: “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”.
«Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos.» (Marcos 10, 32-45)
1. Este tercer anuncio de la pasión de Jesús nos muestra el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús está en el camino hacia Jerusalén, camino hacia la entrega de su pasión y muerte, por eso dice: «se burlarán de él; le escupirán, lo azotarán y lo matarán». Los discípulos le seguirán en ese camino. Les anuncia su muerte, pero los discípulos no entendían nada. Se distraen en pedir los primeros puestos en el Reino. Santiago y Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis lo que pedís." Llenos de vanidad, quieren los mejores sitios… como yo tantas veces, por eso quiero escuchar sus palabras con atención:
-"¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo he de ser bautizado?" Ayúdame a entenderte, Señor, a saber que a la gloria se llega por la cruz, no por el éxito o los mejores sitios. Les hablas de la copa amarga de la Pasión, del bautismo en la muerte. Y Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo. Los otros se indignaron contra Santiago y Juan… quizá se indignan porque tienen la misma "ambición".
Te pido, Jesús, que no ambicione yo puestos de honor, que aprenda la lección de servicio que nos das: «el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». Te pido entender la autoridad no como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», que dices que a los demás «los tiranizan y los oprimen». Ayúdame a imitar tu vida, a entender que «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». ¿Sabes? Me cuesta el dolor y sufrimiento necesarios, a veces los rechazo, y me gusta el placer inmediato: ayúdame a que quiera seguirte por el camino estrecho, como me pides al que es tuyo: «que cargue cada día con su cruz y me siga».
Todo lo que es grande, cuesta… “Jesús, te has estado preparando para tu Pasión durante toda tu vida.
Pero ahora, el momento está cerca.
Calladamente -tal vez sólo la Virgen se da cuenta- estás sufriendo ya todos esos dolores que te esperan, esa agonía que tendrá su punto álgido en el huerto de los olivos, pero que se ha ido fraguando poco a poco a medida que se acerca tu hora.
De alguna manera estás ya clavado en la Cruz, sufriendo voluntariamente por mí.
Y yo no me entero: como Santiago y Juan, me acerco a Ti buscando mis intereses personales” (P. Cardona).
2. Pedro habla de que el bautismo que nos da Jesús es “rescate” de esclavitud. Te doy gracias, Jesús, por sacarme de la antigua vida, y volver a nacer de Ti. Gracias por rescatarme, por haber pagado un precio por mi liberación: con su propia sangre.
Ayúdame a vivir lo que sigues pidiéndome hoy, pues nos dices que si «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza», si hemos nacido de Ti, soy hermano de los demás, he de quererlos, como mandas: «habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente».
Veo con claridad que mi vida tiene como centro el amor, a Dios y a los demás: soy “yo” mismo cuando me uno a Ti, Jesús, y cuando amo a los demás. En esto está todo, y veo que las otras palabras son «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». Tu Palabra es firme, Señor: ayúdame a construir sobre ella, para edificar mi vida para siempre.
Esta catequesis del "bautismo", que hizo San Pedro, es una buena meditación para hacer memoria de mi bautismo, por ejemplo con el uso del agua bendita. Es una manera de actualizar ese "vivir delante de Dios y con Dios", tomar presencia de mi Padre y de que he de comportarme como hijo suyo. En mi familia, los padres en el trato con el su cónyuge y con sus hijos, y los hijos con los padres y hermanos. Ser bautizado, es vivir ese sueño de Dios, su proyecto de salvación con nosotros.
“Habéis santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente como hermanos”. Señor, ayúdame a vivir esta santidad, esta obediencia a la verdad de esta «vida nueva» bautismal, este amor fraterno...: “Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente”. Pienso que amar es tener tu «germen», Señor, que va creciendo y cuanto más sea yo Tuyo, más podré amar por participar más de tu ser Dios-Amor...
3. Quiero terminar con el canto de hoy: “Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que… ha bendecido a tus hijos dentro de ti”. Pienso en el canto de nuestra Madre Santa María, que hizo posible esta obra. Sé que si soy dócil a tus inspiraciones, Señor, también podré yo ayudarte en tu obra: “Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra…” (Salmo 147,12-15.19-20).
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

martes, 28 de mayo de 2013

Martes de la semana 8 de tiempo ordinario

Jesús nos trae la salvación, y si nos entregamos como Él, recibiremos cien veces más y la vida eterna
«Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.» (Marcos 10, 28-31)
1. Ayer vimos al joven rico marchar triste, sin decidirse a seguir a Jesús. Luego, Pedro, que sí le ha seguido, pregunta: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Mateo lo completa: ¿qué recibiremos en cambio?
La respuesta de Jesús nos llena de esperanza para quien se entrega a Dios: «Recibirá en este tiempo cien veces más y en la edad futura vida eterna». No habla Jesús de tantos por ciento, sino que en la nueva familia que se crea en torno a Jesús, dejamos un hermano y encontramos cien. Es la familia: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34s).
Una madre no pregunta cuánto le van a pagar por su trabajo, ni un amigo pone precio a un favor, ni Jesús pasa factura por su entrega en la cruz. Señor, yo todavía quiero honores, que me valoren: ayúdame a madurar en la fe, a ejemplo de tantos laicos en medio del mundo, entregados al apostolado, de sacerdotes que hacen presente a Jesús en nuestro mundo, de religiosos dentro de una comunidad, de misioneros… tantos que han abandonado esa familia biológica, para vivir tu misma vida, Jesús. Vivir tu felicidad… con algunas persecuciones. Además, sin renuncia aparece el egoísmo en sus formas de comodidad, pasiones varias e intereses, orgullo, que hacen daño. En cambio, la generosidad vence todo mal: «Este es el índice para que el alma pueda conocer con claridad si ama a Dios o no, con amor puro. Si le ama, su corazón no se centrará en sí misma, ni estará atenta a conseguir sus gustos y conveniencias. Se dedicará por completo a buscar la honra y gloria de Dios y a darle gusto a Él. Cuanto más tiene corazón para si misma menos lo tiene para Dios» (San Juan de la Cruz).
-“Muchos de los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. En economía se dice que hay que ir atentos a no crecer de manera imprudente y desmesurada en la empresa, pues alguien que vive bien con su familia puede vivir luego mal para mantener los costes de esa ampliación. Así también no podemos polarizar nuestra vida para proyectos materiales, pues solo el amor explica el motivo de una vida, y el amor de Dios es lo que da sentido a todo. Pero en el campo de las intenciones, es difícil conocer quien es el primero y cuál el último, por eso el último puede ser el primero.
Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?".
2. Vemos hoy que el sacrificio no ha de ser externo con muerte de animales, sino que se va preparando el que Jesús nos trae con su obediencia al Padre y su amor por la humanidad.
-“Observar la ley es hacer muchas ofrendas. Atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión”. El sacrificio grato a Dios es la vida recta del hombre, sus esfuerzos para cumplir los mandamientos de Dios.
-“Dar gracias es hacer oblación de flor de harina. Hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza”. La alegría en la vida es la verdadera acción de gracias a Dios. El amor-caridad en la vida es la verdadera alabanza a Dios.
-“Desviarse del mal, agrada al Señor. Apartarse de la injusticia, es un sacrificio de expiación”. Siempre la misma idea: el verdadero culto no es la sucesión de los ritos escrupulosamente cumplidos... ¡es la vida cotidiana! Aparte de la misa del domingo, se celebra la misa, la liturgia, en la calle, en las casas, en las escuelas, en los ambientes de trabajo todos los días de la semana para: apartarse del mal, combatir la injusticia... Señor, ayuda a cada uno de los cristianos a redescubrir sin cesar el valor de su vida cotidiana como «ofrenda espiritual» y como culto verdadero. San Pablo repitió esa misma idea: «Os exhorto, hermanos a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro sacrificio espiritual» (Rm 12,1-2).
-“No vayas con las manos vacías ante la presencia del Señor...” Los ritos son necesarios, claro está, pero adquieren valor cuando se les confiere un contenido real: el ofertorio de una misa va unida a una vida de responsabilidad. El pan y el vino, «frutos de la tierra y del trabajo del hombre» de hecho no son más que representantes de esta vida cotidiana. ¡No vengas con las manos vacías!
-“En todos tus dones, muestra un rostro alegre, consagra los diezmos con contento”. San Pablo, también dirá que "Dios ama al que da con alegría" (2 Co 9,7). ¿Tienen nuestras liturgias ese carácter alegre?
-“Da con mirada generosa, según tus posibilidades”. La ofrenda ritual debería ser la que corresponde a nuestra vida.
-“No busques ganarte a Dios con presentes. Porque el Señor es un juez que no hace acepción de personas”. Ser desinteresado. El culto no es un regateo «doy para que me des" (Noel Quesson).
3. El salmo, como siempre, hace eco a esta palabra: «escucha, pueblo mío: no te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mi», «ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos... al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios». La caridad es la piedra de toque, como «la prueba de nueve», para saber si los sacrificios rituales son sólo apariencia o vienen de lo más profundo. Podíamos pensar, equivocadamente, que con unas oraciones o unas limosnas al templo ya agradamos a Dios y somos buenos cristianos. Haremos bien en hacer caso al sabio Sirácida. Está bien que recemos y llevemos medallas y ofrezcamos sacrificios a Dios. Pero todo esto debe ir acompañado de lo que él afirma que es la verdadera religión: cumplir la voluntad de Dios, hacer favores al prójimo, dar limosna a los pobres, apartarse del mal, hacer el bien, ser justo. Está bien que ofrezcamos cosas. Pero sobre todo debemos ofrecernos nosotros mismos. Como hizo Jesús, que no ofrecía en el Templo dinero o corderos, sino que se entregó a sí mismo en el altar de la cruz (J. Aldazábal).
El autor de la carta a los Hebreos pone este salmo en labios de Cristo para definir la naturaleza del sacrificio de la cruz: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo, Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hb 10,5-9).
Llucià Pou Sabaté


lunes, 27 de mayo de 2013

Lunes de la semana 8 de tiempo ordinario
Dios nos invita a la conversión, hasta una entrega radical, vivir aquella invitación de Jesús: “Vende lo que tienes y sígueme”
 «Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.» (Marcos 10, 17-22)
1. Así que salió Jesús para ponerse en camino... un hombre corrió hacia él y arrodillándose a sus pies le dice: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?" Escena muy viva. Un hombre de deseos e inquietudes: corre... se lanza de rodillas a sus pies... sin aliento, le pregunta. Esta, su pregunta, es ¡la pregunta esencial!
Lo primero que hace Jesús es declarar: -"¿Por qué me llamas "Bueno"? Nadie es "Bueno" sino solo Dios”. Sólo Dios es bueno. Jesús, quiero saber cómo ser bueno, más de Dios, como Tú…
Jesús le recuerda luego: -“Tú sabes los mandamientos”... y le cita algunos; el chico responde: “Maestro, los he observado desde mi juventud... ¿qué más me falta?” No está contento con estar en regla, con cumplir la Ley. Le falta algo más… Señor, yo también quiero saber qué quieres que haga, cómo tener paz en las inquietudes de mi corazón, como tener la vida eterna.
-“Jesús mirándolo le mostró afecto y le dijo”... La mirada de Jesús también es sobre mí. Trato de imaginarla que se posa también sobre mí... sobre aquellos con los que convivo, con los que tengo a mi cargo... El afecto de Jesús es amor, afecto sanante, salvación. Y todas sus palabras también.
-"Una sola cosa te falta: Vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ¡ven y sígueme!" Si me ponen una multa de tráfico, o pierdo un Ipod por el monte, ¡qué disgusto! Es porque todavía me dejo llevar por el “tener”, y Jesús revoluciona ese orden de cosas: nos hace pasar al “ser”. Cuando estamos en contacto con la enfermedad, vemos que la salud es mucho mejor que todas esas cosas. Jesús, te pido que me entere de ese espíritu: sustituir el afán de tener por el ser, el tener cosas por el amar, el dinero por la salud, sobre todo la salud espiritual que es la salvación.
Señor, que sepa vivir en el ambiente de la llamada a los Apóstoles, dejarlo todo y seguirte, como dijiste tantas veces que ganamos la vida al perderla, al renunciar a nosotros mismos. Tú nos indicas que vale la pena darlo todo, seguirte de cerca, en una formidable aventura, con riesgo, que por la fe sabemos que estás Tú para todo y estoy así seguro. Señor, ayúdame a ver mi vocación, llámame como a ese rico, que quiero “dejarme pescar”, porque “sólo Tú tienes palabras de vida eterna”, ayúdame a responder que sí a lo que deseas... Jesús, sé Tú mi «pescador», que me libere de mi vida anodina, de pecado. Dame “eso” que “me falta”.
Ayúdame también, Jesús, a mostrar a otros este camino de amor, de tu seguimiento, y que no tenga miedo de hablarles de mi experiencia, del camino tuyo, que es de felicidad. «Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios» (San Bernardo).
El diálogo acaba “mal”, pues ese hombre con inquietudes –“se marchó triste porque tenía mucha hacienda... Jesús, mirando en tomo suyo dijo a sus discípulos: "¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios, los que poseen riquezas!"” Este hombre, luego volvería, al cabo del tiempo, quizá cuando ya tenía su familia, y también tuvo un lugar entre los primeros cristianos. No pudo ser de los primeros, pero no perdemos el tren cuando dejamos la invitación del Señor, sino que nos manda un tren cada día, en cada momento. En las cosas de amor, el castigo no está en que la vida sea un infierno, sino en que se pierde ese tiempo de amar, en el que está el premio, que es ya el cielo, aquí, y luego en la eternidad, según nuestra capacidad de amar, la anchura de nuestro corazón. Por eso te pido, Señor, que no quede yo «solo y triste» como ese cobarde, que no pierda esa ocasión que me das hoy para ser feliz.
Jesús continuó: "Es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". Los discípulos, algo desanimados, decían entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, conociendo lo que pensaban, dijo: “A los hombres sí les es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible". Señor, que no busque ya más seguridades en esta vida que la de tu amor.
2. -“A los que se convierten, Dios les abre el camino de retorno”: la conversión es un «retorno». La parábola del hijo pródigo ilustrará esa imagen de modo inolvidable. El pecado es como un alejamiento. Se establecen distancias. Se abandona la casa paterna. Ahora sabemos que el «padre» es el primero en sufrir. La conversión implica un doble movimiento: el movimiento del pecador que se «vuelve» hacia Dios... Ia libertad; y el movimiento de Dios que «abre el camino del retorno»... Ia gracia.
Con frecuencia experimentamos la incapacidad de cambiarnos a nosotros mismos por solas nuestras fuerzas. ¡Pues bien! Hay que empezar haciendo lo que está de nuestra parte, iniciar un gesto en dirección al retorno...
-“Consuela a los que perdieron la esperanza”. Todo sucede como si de hecho Dios estuviera allí esperando nuestro primer movimiento, para terminarlo, dándole el empuje suplementario. Señor, ven a completar el esfuerzo de mi voluntad demasiado débil para perseverar. Cuando lo hemos hecho todo como si no esperásemos nada de Dios, es preciso aún esperarlo todo de Dios, como si no hubiésemos hecho nada por nosotros mismos. «Pero, ¡si ya he procurado tantas veces luchar contra tal pecado!» -«Conviértete al Señor, suplica ante su faz
Evita las ocasiones de pecar. A menudo, el único medio de salir victoriosos es ¡la huida! Esto pertenece también a la sabiduría popular. El que se pone en las ocasiones de pecado, caerá en él. De ahí la importancia del ambiente, que facilita una vida virtuosa o la hace muy difícil. HOY se habla mucho del entorno. Ahora bien, existe un entorno moral. Cuando el mal surge a la vista, cuando las ocasiones son fáciles, es comprensible que los seres más frágiles no las resistan. Por sí mismo es evidente que un cierto estilo de vida que evite las ocasiones de pecado, facilita llevar una vida sana.
Rehúye el pecado... Apártate de la injusticia. Detesta lo que es abominable. Es el combate «en directo». La vida humana no puede ser una especie de quietud dulce y tranquila. No hay que saber solamente «huir» del mal, sino «afrontarlo». ¿Tengo yo el valor de comprometerme? Dame, Señor, valor para combatir.
-“Es el que vive y goza de salud quien alaba al Señor”. El hombre que goza de buena salud moral es el «viviente que alaba al Señor». Y es lo que Dios espera: ese hombre vigoroso que alaba al Creador. Dios quiere la vida, la apertura, la salud, el vigor. Señor, ¡haz de nosotros unos vivientes, de vida sana! (Noel Quesson).
3. El motivo fundamental con el que quiere animar a los pecadores a que se conviertan es la bondad de Dios: «A los que se arrepienten Dios los deja volver... qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él». Por tanto nuestra actitud más sabia es la de convertirnos: o sea, «volver», «retornar a Dios», «abandonar el pecado», «alejarnos de la injusticia y de la idolatría». A eso nos invita también el salmo, que rezuma confianza en la bondad perdonadora de Dios y que podríamos rezar hoy por nuestra cuenta, por ejemplo después de la comunión: «Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito... tú perdonaste mi culpa y mi pecado... tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación».
Eso lo debemos hacer también los que sencillamente andamos distraídos, mirando hacia otro lado o caminando por otros caminos; los que podemos haber caído en la mediocridad, en la rutina y en la dejadez espiritual (J. Aldazábal). El Sacramento de la reconciliación y mostrar nosotros esa misericordia que Dios nos da, con nuestra vida hacia el perdón de los que nos ofenden, será el modo de vivir el espíritu que hoy se nos propone.
Llucià Pou Sabaté


domingo, 26 de mayo de 2013


Solemnidad de la Santísima Trinidad (C)
Dios vive en nosotros, con nosotros: Jesús enviado por el Padre nos deja su Espíritu Santo y así las Tres divinas Personas viven en nuestra alma de hijos de Dios y podemos gozar ya del cielo en la esperanza
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Juan 16,12–15).
1. Jesús nos revela la Santísima Trinidad: -“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena”.  Jesús se despide abriendo su corazón, dando a conocer los misterios de su divinidad, aunque les dice que más tarde entenderán bien lo que ahora no llegan… de hecho el mismo Evangelio de san Juan es como un esquema ya desarrollado por la primitiva Iglesia, donde algunas palabras de Jesús se van desarrollando en la fe que va ilustrando el mismo Espíritu.
“El Espíritu Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando”. Esa profundización en el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Maestro será posible únicamente bajo el influjo del Espíritu Santo. Fruto de esa comprensión interior son las cartas de Pablo, las demás Epístolas y el mismo Evangelio según San Juan. Jesús es la misma Verdad o Palabra de Dios. Y el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, el que Cristo envía desde el Padre; por lo tanto, el Espíritu de la Verdad. De ahí que esta Verdad sólo pueden comprenderla plenamente los que reciben su Espíritu. El Espíritu no enseñará nuevas verdades, sino que conducirá al pleno conocimiento de la Verdad. Será un Espíritu para recordar lo que el Padre reveló de una vez por todas en Cristo, que es su Palabra; será también un Espíritu para anunciar lo que aún está por ver, la manifestación de Jesús cuando vuelva sobre las nubes del cielo. Lo mismo que Jesús glorificó al Padre dando a conocer a los hombres lo que él había recibido del Padre, así el Espíritu glorificará a Cristo conduciendo a los hombres al pleno conocimiento de la Verdad y comunicándoles lo que él recibe de Cristo (“Eucaristía 1974”).
“-¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. /  “-¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. / “-¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. / “Piénsalo bien. -Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo…
”Hemos corrido como el ciervo, que ansía las fuentes de las aguas (Sal 41, 2); con sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Sin rarezas, a lo largo del día nos movemos en ese abundante y claro venero de frescas linfas que saltan hasta la vida eterna (cf Jn 4,14). Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas” (J. Escrivá).
Así, los santos van entrando en ese mundo que es tan interno a nosotros y al mismo tiempo tan por encima. “Tú, Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto más descubro, más te busco” (Santa Catalina de Siena).
 “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”. San Agustín quería penetrar en ese misterio, el más grande de nuestra vida, penetrar en la verdad que nos habla Jesús, que es ir de Jesús a la Trinidad, y rezaba: “por compasión, te pido que me digas, Señor, mi Dios, ¿quién eres tú para mí? Dile a mi alma: ‘yo soy tu salvación’. Dímelo, deseo escucharlo, abre los oídos de mi corazón… yo quiero alcanzarte. No me ocultes tu rostro: que muera o no muera, poco me importa; quiero verte”.
2. La Sabiduría de Dios que se nos muestra hoy es Jesús, el Verbo, y también se aplica a la Virgen pues Jesús nos llegó por ella: “Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada”. La creación es obra de la generosidad y sabiduría de Dios, de su vida que se desborda. Pero ya antes de ser creados Él se complacía en nosotros y en todas las cosas, como los esposos que sueñan con el hijo deseado. Y antes de todo, desde la eternidad, la Sabiduría jugaba en presencia de Dios, y era su encanto cotidiano. Y del amor de Dios surgía un gozo inexplicable que era el Espíritu. Dios es una comunidad de Espíritu.
“No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del Abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar: y las aguas no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres”. Cristo será llamado por Pablo "sabiduría de Dios". Echando imaginación y poniendo fantasía, estos sabios bíblicos nos cantan las excelencias de la sabiduría como una hija de Dios personificada. Es la primera en ser engendrada y acompaña a Dios en todas sus obras. No sabían estos sabios hasta qué punto acertaban en sus imágenes literarias. La Sabiduría de Dios llega a ser persona en el Hijo, engendrado desde el principio. Diálogo gozoso con el Padre, colaborador en todas sus obras, «su encanto cotidiano». Dios… es comunicación infinita y «juego» eterno. El Padre y el Hijo juegan amorosamente, y esa relación, ese juego, ese encanto, es el Espíritu. La creación es el desbordamiento de esta comunicación. Desde la eternidad, Dios ya piensa en nosotros y juega con nosotros  (Caritas).
 “Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!  Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?” La Humanidad Santísima de Cristo es la maravilla de la Creación. Con este salmo celebramos al Verbo Creador para concluir con una visión de Cristo Resucitado, coronado de gloria y dignidad, segundo Adán. En la Creación actúa ciertamente el amor, pero sobresale el poder. En la restauración -segunda creación- brilla, por encima de todo, el amor.
Este salmo de alabanza a la grandeza de Dios, se transforma a la larga en alabanza a la grandeza del hombre. Proclamamos la grandeza de Dios en su Trinidad, que supera todas sus obras, entre las que la más grande es la creación del hombre: “Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar” (Salmo 8,4-9). Entre todas las personas, Cristo aparece como enviado de Dios, hijo, la Segunda Persona. No podemos entenderlo todo, pues si pensáramos que lo hemos comprendido, nos habríamos hecho un ídolo, habríamos perdido a Dios.
Queremos por eso cantar su grandeza: "A ti, Señor, Padre nuestro, te aclaman cuantas criaturas reúne el plácido jardín del Universo" (Himno en la fiesta de hoy). Como las madres convierten los alimentos sólidos y sustanciosos en leche para que puedan aprovecharlos los niños -de tal modo que si no fueran sustanciosos no servirían y si no fueran asimilados en forma de leche, no podrían tomarlos-, así, el alimento solidísimo de la Divinidad se hace para nosotros asimilable con imágenes que podemos comprender (Félix Arocena).
3. “Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. ¡Estar en paz! Es un don del Espíritu Santo, es saberse salvado, no por nuestros méritos, buscando una seguridad mágica por hacer determinadas cosas: somos salvados en la esperanza, porque ésta, así como la fe, se apoya solamente en la misericordia de Dios y en la fidelidad de sus promesas. Todo esto no es el reino de “jauja”: conlleva muchas tribulaciones. Pero tampoco somos masoquistas, nos gusta disfrutar de la vida, en Cristo y en el amor que Dios nos tiene y del que nadie podrá separarnos. Así sigue san Pablo:
“Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,1-5).
Estamos justificados, estamos salvados, estamos en paz con Dios, por Jesucristo. Con vigor expresa S. Pablo esta realidad de gracia. Hay que repetir constantemente: Gloria a Dios. Pero aún no vivimos en la gloria. Es el tiempo de la esperanza. Vivimos en «la esperanza de la gloria de los hijos de Dios». Y esta esperanza es inquebrantable. Incluso se crece en los trabajos, en los fracasos, en los sufrimientos y en las tribulaciones. Y la razón última es que tenemos una fuerza secreta y una garantía infalible: son las arras del Espíritu, «Amor de Dios derramado en nuestros corazones». ¡Admirable revelación! (Caritas). Dice S. Agustín: “¿De dónde, ¡oh mendigo!, te llegó ese amor de Dios derramado en tu corazón? ¿Cómo ha podido ser derramado en el corazón del hombre ese amor divino? Dice el Apóstol: Tenemos este tesoro en vasos de barro. ¿A qué fin en vasos de barro? Para que resalte la fuerza de Dios (2 Cor 4,7). Por último, habiendo dicho: El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, y, al objeto de que nadie se atribuya a sí mismo el amar a Dios, añadió: Por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 5,5). Por tanto, para que tú ames a Dios, es necesario que Dios more en ti, que su amor te venga de él y de ti vuelva a él; es decir, que él sea quien te mueva a amarle, te encienda, te ilumine y te excite a su amor. Tenemos una lucha en nuestro mismo cuerpo. Nuestra vida es un combate, y el combate un peligro. Y nosotros no podemos vencer sino por merced de quien nos ama... Examina primero si ya sabes amarte a ti mismo; luego te dejaré amar al prójimo como a ti mismo. Pero si aún no sabes amarte a ti mismo, temo que engañes al prójimo como te engañas a ti mismo. Si amas la maldad, no te amas a ti. "Testigo es el salmo: Quien ama la maldad aborrece a su alma (Sal 10,6). Y si aborreces a tu alma, ¿qué te aprovecha el amar a tu carne? Aborreciendo a tu alma y amando a tu carne, resucitará tu carne, mas para tormento de ambos. Por tanto, lo primero ha de ser amar al alma y someterla a Dios, para que haya orden de servicio: sirva el alma a Dios y la carne al alma. ¿Quieres que tu carne obedezca a tu alma? Sirva tu alma a Dios. Para gobernar, debes dejarte gobernar, porque esta lucha es tan peligrosa, que, si deja las riendas quien debe gobernar, la derrota es segura” (Sermón 128,4-5). Es una lección de antropología: emociones sujetas a la mente, que dentro de la persona se abre a un dejar hacer a Dios, que nos guía.
Llucià Pou Sabaté