viernes, 3 de octubre de 2025

San Francisco de Asís, religioso: reconstruir la Iglesia desde la pobreza y la alegría. 4 de octubre

San Francisco de Asís, religioso: reconstruir la Iglesia desde la pobreza y la alegría

4 de octubre

A.    Lecturas:

 

1.     Nehemías (2,1-8):

Era el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes. Tenía el vino delante, y yo tomé la copa y se la serví. En su presencia no debía tener cara triste.
El rey me preguntó: «¿Qué te pasa, que tienes mala cara? Tú no estás enfermo, sino triste.»
Me llevé un susto, pero contesté al rey: «Viva su majestad eternamente. ¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas, y sus puertas consumidas por el fuego?»
El rey me dijo: «¿Qué es lo que pretendes?»
Me encomendé al Dios del cielo y respondí: «Si a su majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjeme ir a Judá a reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres.»
El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron: «¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás?»
Al rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó ir.
Pero añadí: «Si a su majestad le parece bien, que me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin de que me faciliten el viaje hasta Judá. Y una carta dirigida a Asaf, superintendente de los bosques reales para que me suministren tablones para las puertas de la ciudadela de templo, para el muro de la ciudad y para la casa donde me instalaré.»
Gracias a Dios, el rey me lo concedió todo.

2.    Salmo 136,1-2.3.4-5.6

R/. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. 
R/.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» 
R/.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. 
R/.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. 
R/.

 

Lucas (9,57-62):

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

B.      Comentario:

Cada 4 de octubre la Iglesia celebra la memoria de San Francisco de Asís (1182-1226), uno de los santos más universales, amado incluso más allá del ámbito cristiano por su radical sencillez, su amor a la creación y su testimonio de alegría en la pobreza. Su espiritualidad, hecha de despojo y libertad interior, sigue interpelando hoy a un mundo saturado de posesiones y carente de sentido.

Francisco rezaba así ante el crucifijo:

"Oh alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón.

Dame una fe recta,
una esperanza cierta,
una caridad perfecta
y una humildad profunda.

Dame, Señor,
juicio y discernimiento
para cumplir tu verdadera
y santa voluntad.

Amén."

Por su belleza en el original, la pongo en italiano:

«O alto e glorioso Dio,
illumina le tenebre del cuore mio.
Dammi una fede retta,
speranza certa,
carità perfetta
e umiltà profonda.
Dammi, Signore,
senno e discernimento
per compiere la tua vera e santa volontà. Amen.»

Es una oración breve y directa, pero contiene todo un programa de vida: fe, esperanza, caridad, humildad, discernimiento. Pide a Dios luz para el corazón, porque solo desde dentro se puede responder a la llamada del Señor.

"Repara mi Iglesia"

Cuando Francisco escuchó ante el Cristo de San Damián la voz que le decía: "Francisco, repara mi Iglesia", al principio lo entendió de modo literal: comenzó a reconstruir piedras, reparar muros, devolver dignidad a templos en ruinas. Pero pronto comprendió que la llamada iba más allá: debía contribuir a la renovación espiritual de la Iglesia entera. Esa doble dimensión –lo concreto y lo simbólico– define también nuestra misión: cuidar los signos visibles de la fe, pero sobre todo revitalizar el alma de la comunidad cristiana.

Las lecturas del día: reconstrucción y desapego

La liturgia de la Palabra ilumina la figura de San Francisco desde distintos ángulos. En la primera lectura (Nehemías 2,1-8) escuchamos la súplica del profeta que pide permiso al rey Artajerjes para regresar a Jerusalén y reconstruir la ciudad destruida. Es el eco bíblico de la misión franciscana: levantar lo que se ha derrumbado, reparar lo que parecía perdido, recuperar la esperanza en medio de las ruinas.

El salmo (136) pone voz al dolor del exilio: "Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar". El pueblo llora porque se siente lejos de su tierra y de su Dios. Francisco, que conoció el vacío de una vida frívola en su juventud, entendió bien esa nostalgia de lo esencial. Su conversión fue un volver a casa, un volver a Dios.

El evangelio (Lc 9,57-62) muestra la radicalidad del seguimiento de Cristo: no hay tiempo para despedidas, no hay seguridad material, solo la libertad de quien confía plenamente en Dios. Jesús exige desapego; Francisco lo vivió literalmente, despojándose incluso de sus vestidos ante su padre y ante el obispo, para declararse pobre y libre en manos del Señor.

La santa pobreza: Francisco y el papa Francisco

Desde tradiciones y épocas distintas, santos como Francisco de Asís y el papa Francisco han coincidido en la convicción de que sin pobreza no hay verdadera libertad. Francisco la llamaba "señora pobreza", enamorado de ella como de una dama que lo libraba de las cadenas del tener. En clave distinta, en medio del mundo, pero con la misma raíz evangélica, podemos nosotros vivirla: desprendernos de lo superfluo, no apegarnos a los objetos, vivir como administradores y no como dueños de las cosas.

Ambos comprendieron que el apego impide ver a Dios. Como decía un antiguo relato: una moneda puesta sobre la palabra "Dios" la oculta a la vista; solo quitando la moneda se recupera la visión de lo esencial.

La "perfecta alegría", enseñaba Francisco, no está en los logros ni en los éxitos, sino en aceptar con paciencia y amor las humillaciones y las pruebas. Ahí se mide la verdadera libertad del corazón.

Conclusión: reconstruir desde dentro

Celebrar a San Francisco de Asís no es un ejercicio de nostalgia, sino una llamada actual. En un mundo dividido, lleno de ruinas morales y espirituales, necesitamos franciscanos que vuelvan a escuchar: "Repara mi Iglesia". Reconstruir exige comenzar por el corazón: vivir con humildad, desprenderse de lo superfluo, abrirse a la alegría de la pobreza que libera.

Como Francisco, podemos orar hoy: "Señor, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta". Solo desde ahí podremos, cada uno en nuestro lugar, contribuir a la verdadera renovación de la Iglesia y del mundo.

 

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