jueves, 29 de abril de 2010

MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Jesús, Buen Pastor, nos lleva la Iglesia madre, santuario de Cristo y salvación, y María es quien nos acompaña y la fortaleza que nos protege


Antioquia es, después de Roma y Alejandría, la tercera ciudad del
Imperio romano (con medio millón de habitantes, y una numerosa colonia
judía), centro de gran importancia cultural, económica y religiosa;
fue la primera gran urbe del mundo antiguo donde se predica el
Evangelio. La fundación de la Iglesia en Antioquía, capital de Siria y
entonces en pleno país pagano es una etapa principal en la expansión
de la Iglesia. Cuando parecía que los acontecimientos iban a señalar
el final de la comunidad de Jesús, por la persecución de Esteban y la
dispersión que le siguió resultó que la Iglesia empezó a sentirse
misionera y abierta. Los discípulos huidos de Jerusalén fueron
evangelizando -anunciando que Jesús es el Señor- a regiones como
Chipre, Cirene y Antioquía de Siria. Primero a los judíos, y luego
también a los paganos: "Los que se habían dispersado a causa de la
persecución ocurrida con ocasión de Esteban, llegaron hasta Fenicia,
Chipre y Antioquía, predicando sólo a los judíos. Pero había entre
ellos algunos chipriotas y cirenenses, quienes, llegados a Antioquía,
se dirigieron también a los griegos, anunciando a Jesús, el Señor. El
Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al
Señor". Problema típico de todos los tiempos: el respeto a la
diversidad: los «griegos», paganos, tienen una mentalidad totalmente
distinta a la de los judíos… "anunciándoles el Evangelio del Señor
Jesús...": es decir, que Jesús es Dios (no Mesías de un solo pueblo,
sino que su dominio es sobre todos los hombres).
Dios dirige la Iglesia, se sirve de todo para que la cosa vaya hacia
el bien. "Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y
enviaron a Bernabé a Antioquía". No se contentan con "crear" nuevas
Iglesias locales, la comunidad de Jerusalén cuida de incorporarlas a
la unidad de la Iglesia única. «Creo en la Iglesia, Una, Santa,
Católica y Apostólica». Se crean lazos entre una y otra comunidad, así
se «envía a Bernabé», que pertenecía a la comunidad de Jerusalén, a la
comunidad de Antioquía... Aparece aquí un personaje muy significativo
del nuevo talante de la comunidad: Bernabé. Era de Chipre. Había
vendido un campo y puesto el dinero a disposición de los apóstoles.
Había ayudado a Pablo en su primera visita de convertido a Jerusalén,
para que se sintiera un poco mejor acogido por los hermanos. Era
generoso, conciliador: y éste vio en seguida la mano del Espíritu en
lo que sucedía en aquella comunidad, se alegró y les exhortó a seguir
por ese camino. Más aún: fue a buscar a Pablo, que se había retirado a
Tarso, su patria, y lo trajo a Antioquía como colaborador en la
evangelización. Bernabé influyó así decisivamente en el desarrollo de
la fe en gran parte de la Iglesia. También la comunidad cristiana de
ahora debería imitar a la de Antioquía y ser más misionera, más
abierta a las varias culturas y estilos, más respetuosa de lo
esencial, y no tan preocupada de los detalles más ligados a una
determinada cultura o tradición. La apertura que el Vaticano II supuso
-por ejemplo, en la celebración litúrgica, con las lenguas vivas y una
clara descentralización de normas y aplicaciones concretas- debería
seguir produciendo nuevos frutos de inculturación y espíritu
misionero. Nuestra comunidad sigue necesitando personas como Bernabé,
que saben ver el bien allí donde está y se alegran por ello, que creen
en las posibilidades de las personas y las valoran dándoles confianza,
que se fijan, no sólo en los defectos, sino en las fuerzas positivas
que existen en el mundo y en la comunidad. Personas conciliadoras,
dialogantes, que saben mantener en torno suyo la ilusión por el
trabajo de evangelización en medio de un mundo difícil. Esto tendría
que notarse hoy mismo, en nuestra vida personal, al tratar a las
personas y valorar sus capacidades y virtudes, en vez de constituirnos
en jueces rápidos e inclementes de sus defectos. Deberíamos ser, como
Bernabé, conciliadores, y no divisores en la comunidad.
"Al llegar y ver la gracia de Dios, se llenó de alegría y exhortaba a
todos a perseverar con un corazón firme, fieles al Señor, porque era
un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran
multitud se unió al Señor. Se fue a Tarso en busca de Saulo; lo
encontró y se lo llevó a Antioquía. Y estuvieron un año entero en
aquella Iglesia instruyendo en la fe a muchas personas. Fue en
Antioquía donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de
cristianos (Hch 11,19-26). El Espíritu hace que de las patadas que les
pegan las persecuciones, como un saco lleno de semilla, más se
extienden los granos y el viento los lleva lejos (decía san
Josemaría). Te ruego, Señor, por la unidad de tu Iglesia. Que cada
comunidad esté abierta a las demás. Que ninguna llegue a ser un gheto,
un círculo cerrado, un club reservado a sólo algunos. Te ruego, Señor,
por la unidad del mundo. Que la Iglesia, en el mundo, sea signo y
fermento de unidad entre todos los hombres.
"En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el
nombre de cristianos". «Cristianos» = «hombres de Cristo». Se ha
inventado una palabra nueva. ¿Soy yo otro Cristo? ¿Soy de veras un
cristiano? Reflexiono sobre esta palabra, que expresa mi identidad. o
bien, ¿se trata sólo de una etiqueta externa? ¡Oh Cristo, hazme
semejante a Ti! (Noel Quesson/J. Aldazábal).

El Salmo 87/86 habla del nuevo Pueblo de Dios, el Reino de Dios entre
nosotros. El Señor nos ha elegido como pueblo suyo: «alabad al Señor
todas las naciones», porque Dios llama a todos por igual. "Contaré a
Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han
nacido allí…" con alusiones al Templo, que es Jesús, la Presencia de
Dios vivo, y todos seremos puestos en el registro de este pueblo
santo, familia de Dios, Iglesia: "Este ha nacido allí"; y cantarán
mientras danzan: "Todas mis fuentes están en ti"». Es la hermandad de
todos los pueblos. Es la «ciudad de Dios»; está por tanto en la base
del proyecto de Dios. Todos los puntos cardinales de la tierra se
encuentran en relación con esta Madre: Ráhab, es decir, Egipto, el
gran estado Occidental; Babilonia, la conocida potencia oriental;
Tiro, que personifica al pueblo comercial del norte; mientras que
Etiopía representa al profundo sur; y Palestina, el área central,
también es hija de Sión. Es sugerente observar cómo incluso las
naciones consideradas hostiles a Israel suben a Jerusalén y son
acogidas no como extranjeras sino como «familiares», miembros de la
misma familia, llamados a abrazarse como hermanos, de regreso a casa.
Página de auténtico diálogo interreligioso, anticipa la tradición
cristiana que aplica este Salmo a la «Jerusalén de arriba» de la que
san Pablo proclama que «es libre y es nuestra madre» y tiene más hijos
que la Jerusalén terrena. Del mismo modo habla el Apocalipsis cuando
ensalza «la Jerusalén que bajaba del Cielo, de junto a Dios».
Siguiendo la línea del Salmo 87, también el Concilio Vaticano II ve en
la Iglesia universal el lugar en el que se reúnen «todos los justos
descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último elegido».
Tendrá su «cumplimiento glorioso al fin de los tiempos».
El buen pastor -el verdadero pastor- es Jesús: pastor "bueno, bravo,
honrado, hermoso, perfecto en todos los aspectos"... ¿qué significa
"pastor" en la Biblia? El guía ("El Señor es mi pastor, nada me falta,
sobre verdes praderas reposo, hacia fuentes tranquilas me
conduce..."), el que cuida ("como un Pastor que apacienta su rebaño,
recoge con su brazo los corderos, los lleva junto a su pecho y cuida
las ovejas madres"), y gobierna ("he aquí que yo mismo cuidaré de mi
rebaño..."), el "mesías", el "jefe del pueblo", pero Jesús añade: -"El
verdadero pastor da su vida por sus ovejas...", "pone su alma" = "deja
su vida" = "da su vida". ¡Esta es una imagen sorprendente! Cuando un
pastor muere, no puede ya defender sus ovejas... Pero Jesús, por su
muerte misma, salva a sus ovejas. Por otra parte, enseguida añadirá
que El tiene el poder de "recobrar su vida" -resurrección.
Conscientemente Jesús dice que es capaz de "morir" por nosotros.
"Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era
invierno. Jesús se paseaba en el templo, por el pórtico de Salomón.
Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos has de
tener en vilo? Si tú eres el mesías, dínoslo claramente». Jesús les
respondió: «Os lo he dicho y no me habéis creído. Las obras que yo
hago en nombre de mi Padre lo demuestran claramente. Pero vosotros no
creéis, porque no sois ovejas mías…" y sigue con los versículos que
leímos este domingo (Jn 10,22-30).
-"El pastor mercenario, si ve venir el lobo, huye... No tiene interés
alguno por las ovejas". He aquí la imagen contrastante. El falso
pastor, sólo piensa en él. Es incapaz de arriesgar su vida ante el
lobo. Las ovejas no cuentan para él. Jesús ha arriesgado su vida para
defender a la humanidad. Ha arriesgado su vida por mí. Y Pablo, para
expresar el inmenso valor de todo ser humano dirá: "¡es un hermano por
quien Cristo ha muerto! (Rm 14, 15; Co 8, 11) Yo soy alguien para
Jesús. Soy importante para El. Todo hombre es importante para Jesús.
Está dispuesto a batirse por él.
-"Conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí, como el Padre me
conoce y yo conozco a mi Padre". Esto va muy lejos. La intimidad entre
Jesús y sus amigos es como la que existe entre las personas divinas en
el seno de la Trinidad de Amor. Fue al llamarla por su nombre "María",
cuando Magdalena reconoció la "voz de Jesús". La llamó por su nombre.
Y fue entonces que ella le reconoció. De ese modo soy yo también
conocido. Gracias por este amor, gracias.
-"Tengo otras ovejas que no son de este aprisco: y es preciso que Yo
las traiga con las demás. Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y
un solo pastor". Es el corazón universal de Jesús, la dimensión
misionera de la Iglesia. Jesús no se contenta jamás con el "pequeño
rebaño" ya salvado, ya reunido... se preocupa de la "oveja perdida"
que ha abandonado el rebaño. ¿Cuál es mi oración y mi acción para las
misiones, para la evangelización? ¿Cuál es mi participación en el
apostolado? -"Tengo poder para dar mi vida y poder para volver a
tomarla de nuevo" (Noel Quesson). La revelación de Jesús llega a mayor
profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo. No sólo es la
puerta y el pastor, no sólo está mostrando ser el enviado de Dios por
las obras que hace. Su relación con el Padre, con Dios, es de una
misteriosa identificación: «yo y el Padre somos uno». Jesús va
manifestando progresivamente el misterio de su propia persona: el «yo
soy».
El pasaje del evangelio nos invita a renovar también nosotros nuestra
fe y nuestro seguimiento de Jesús. ¿Podemos decir que le escuchamos,
que le conocemos, que le seguimos?, ¿que somos buenas ovejas de su
rebaño? Tendríamos que hacer nuestra la actitud que expresó tan
hermosamente Pedro (leímos el sábado): «Señor, ¿a quién iremos? tú
tienes palabras de vida eterna». En la Eucaristía escuchamos siempre
su voz. Hacemos caso de su Palabra. Nos alimentamos con su Cuerpo y
Sangre. En verdad, éste es un momento privilegiado en que Cristo es
Pastor y nosotros comunidad suya. Eso debería prolongarse a lo largo
de la jornada: siguiendo sus pasos, viviendo en unión con él, imitando
su estilo de vida (J. Aldazábal). Le pedimos a la Virgen, Divina
Pastora, que nos haga escuchadores del Espíritu Santo, el Espíritu de
Jesús.

LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Jesús, el Buen Pastor, continúa guiándonos, abriendo nuestro corazón a la verdad, como hizo con Pedro y los primeros.


La cultura de gente distinta puede crear divisiones y problemas. En la
Iglesia primitiva, algunos de mentalidad limitada, querían imponer a
los demás sus propias costumbres. Acusan a Pedro de ser traidor a su
patria por el hecho de ir donde los romanos. Los Hechos nos dicen que
"los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea supieron que
también los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro
llegó a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le echaron en
cara: «¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has
comido con ellos?»". El asunto es grave.
"Entonces Pedro comenzó a explicarles por orden, diciendo: «Estaba yo
en la ciudad de Jafa orando, cuando tuve en éxtasis una visión: un
objeto descendía a modo de un gran lienzo, colgado por las cuatro
puntas desde el cielo, y llegó hasta mí. Yo lo miré fijamente, lo
examiné y ví cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves. Oí también una voz
que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Pero yo dije: De ninguna
manera, Señor; porque nada profano o impuro ha entrado jamás en mi
boca. Pero la voz del cielo dijo por segunda vez: Lo que Dios ha
purificado, tú no lo llames impuro. Esto se repitió por tres veces, y
todo fue arrebatado de nuevo al cielo". Hoy, todavía, los judíos
tienen prohibidos muy estrictamente ciertos alimentos, que según la
tradición de Moisés, eran considerados impuros. Lo que se le pide a
Pedro es que supere su propia tradición, y sobre todo que no la
imponga a los que no son de su raza. Apertura de espíritu.
Universalismo. Unidad que respeta las diversidades. Pluralismo.
Comunión profunda en lo esencial, dejando a cada uno su libertad en lo
secundario (Noel Quesson).
"Entonces mismo se presentaron en la casa donde yo estaba tres
hombres que me habían enviado desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que
fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos vinieron también
conmigo y entramos en la casa del hombre en cuestión, el cual nos
contó que se le había aparecido un ángel y que le había dicho: Manda a
Jafa a llamar a Simón Pedro, el cual, con sus palabras, te traerá la
salvación a ti y a tu familia. Y al comenzar yo a hablar, descendió el
Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. Recordé
estas palabras del Señor: Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis
bautizados en el Espíritu Santo. Pues si Dios les ha dado a ellos el
mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo,
¿cómo podía yo oponerme a Dios?». Al oír esto callaron y glorificaron
a Dios, diciendo: «Así que también a los paganos Dios ha concedido el
arrepentimiento para alcanzar la vida»" (11,1-18): Todo pueblo, todo
cultura, toda raza, todo medio ambiente... podrá entrar en la Iglesia
y en la Fe, sin renegar de sus propias riquezas, con sólo suprimir de
sus mentalidades lo que, en ellas, es pecado. Una sola condición para
ello: no querer imponer a los demás su propia cultura... Ayúdame,
Señor, a no encerrarme en el particularismo... La intervención
milagrosa de Dios hizo que Pedro, a pesar de todo el peso de su pasado
y de su ambiente, se resolviera por fin a entrar en casa de los
gentiles y comer con ellos. «Una oración...». «Una visión del
cielo...». Es el Espíritu de Dios que empuja a la misión. ¡Dios ama a
los gentiles!
Hoy vemos una apertura de la Iglesia a los gentiles: su misteriosa
visión en Jope, la visión del mismo Cornelio y el llamado «Pentecostés
de los gentiles». El resultado, muy positivo, fue que todos se
sosegaron y glorificaron a Dios. Con eso protagonizaba Pedro, el
primero de los apóstoles, una opción misionera, trascendental y
aleccionadora en la vida de la Iglesia. Daba a la vez acogida a un
nuevo signo de los tiempos y mantenía una cohesión dinámica y
peregrinante de la comunidad cristiana. Juan XXIII, que convocó y dio
la orientación básica al Concilio del aggiornamento eclesial, fue
también una opción profética en estos tiempos modernos (F. Casal).
También hoy hay puntos de vista distintos en los que abrirse a los
demás, dentro de la Iglesia: apertura más sincera a los laicos, al
puesto de la mujer en la Iglesia, a las culturas y lenguas de los
varios países, a la forma de ser de los distintos pueblos y
culturas... ¿somos víctimas de las ataduras que podamos tener, por
formación o pereza mental?, ¿o seguimos teniendo discriminaciones
contrarias al amor universal de Dios y a la voluntad ecuménica de su
Espíritu?, ¿sabemos dialogar?

"Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo". Jesús, buen pastor, nos
lleva a aguas deliciosas. Jesús, buen pastor, sigue guiándonos desde
su gloria: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no
muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya» (ant. de
entrada); le pedimos que donde Él está vayamos también nosotros: «Oh
Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la
Humanidad caída; concede a tus fieles la verdadera alegría, para que
quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen la
felicidad eterna». Con el Salmo 41 cantamos y subrayamos nuestro
carácter de peregrinos gozosos por caminar hacia el que es Luz, Verdad
y Vida: «Como busca la sierva corriente de agua, así mi alma te busca
a Ti, Dios mío. Mi alma tiene sed del Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo
entraré a ver el rostro de Dios? Envía tu luz y tu verdad: que ellas
me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Que yo
me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias
al son de la cítara, Dios, Dios mío». Ponemos en relación estas
palabras con los silbidos del buen pastor, en palabras de San Agustín:
«Aunque camine en medio de la sombra de la muerte; aun cuando camine
en medio de esta vida, la cual es sombra de muerte no temeré los
males, porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón por la fe, y ahora
estás conmigo a fin de que, después de morir, también yo esté contigo.
Tu vara y tu cayado me consolaron; tu doctrina, como vara que guía el
rebaño de ovejas y como cayado que conduce a los hijos mayores que
pasan de la vida animal a la espiritual, más bien me consoló que me
afligió, porque te acordaste de mí».
Jesús de puertas y apriscos. Para comprenderlo, conviene conocer las
costumbres de los pastores de oriente; por la noche varios pastores se
entienden entre sí para agrupar sus rebaños en un solo redil, vigilado
por un solo portero. Los ladrones sólo pueden entrar saltando las
empalizadas. Contrariamente, de madrugada los pastores retornan al
redil y el portero les abre sin vacilación y pueden llamar a sus
ovejas y llevarlas a los pastos.
«Un día Jesús dijo a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por
la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es
un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor
de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su
voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera". -"Llama
a cada una por su nombre..." Jesús me conoce, por mi nombre, en el
detalle. ¿No debo yo imitar a Jesús y desarrollar a mi alrededor toda
una red de lazos de amistad..., luchar contra el "anonimato"?
"Anónimo" = "lo que no tiene nombre, que no se le puede llamar por su
nombre"
-"Las hace salir..." hasta los verdes pastos. Jesús nos conduce hacia
la felicidad, hacia la verdadera expansión, hacia los verdaderos
alimentos.
"Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas", -"Va
delante de ellas..." Toda mi vida humana y cristiana no es otra cosa:
tratar de seguir a Jesús, hacer todo como Él, imitarle. En este
momento preciso de mi vida, ¿qué aspecto de la vida de Jesús debo
seguir?
"…y las ovejas lo siguen porque conocen su voz". -"Las ovejas conocen
su voz..." Esto es también una característica esencial de la vida
cristiana: escuchar la voz... meditar con amor la palabra... de Jesús.
Hacer oración. Pasar un poco de tiempo sin hacer otra cosa que
escuchar a Jesús.
"Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero
ellos no entendieron qué quería decir. Por eso Jesús se lo explicó
así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que
vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no
les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará;
entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan
abundante" (Jn 10,1-10). Fuera de Él, la humanidad está encerrada en
sí misma: ninguna ideología, ninguna teoría, ninguna religión nos
libera de la fatalidad de "no ser más que hombre, y por lo tanto, de
morir". Pero Jesús nos saca de nuestra impotencia y nos introduce en
el dominio divino... un "espacio infinito, eterno se abre a nosotros,
por esta Puerta". El que por mí entrare, se salvará y hallará pasto...
Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia... (Noel
Quesson).
Escuchar la voz del Señor, el buen pastor: la intimidad con Cristo, la
oración, no consiste en grandes discursos o reflexiones espirituales.
Es más bien hacer silencio en lo íntimo del alma. Recoger el alma
dentro de sí... Escuchar la voz del Señor. He aquí la mejor parte.
Aquel tesoro escondido por el cual bien valdría la pena sacrificar
todos los halagos y vanidades del mundo. Pero para alcanzar este
tesoro es preciso aprender a huir de todas las voces que no sean las
del Buen Pastor. Saber escapar, como un ladrón, de la frivolidad de la
imaginación, de la disipación de los sentidos, de la irreflexión y la
charlatanería. Amar el silencio y la soledad como el precioso
santuario de nuestra unión con Dios, el lugar de la paz y la serenidad
del alma y del encuentro profundo con nosotros mismos. Ya en una
ocasión, durante la Transfiguración, la voz del Padre desde la
luminosa nube nos decía: "Este es mi Hijo Amado, en quien me
complazco. Escuchadle". Ahora es Cristo mismo, nuestro pastor, quien
nos invita a sentarnos junto a sus pies, con la docilidad y
mansedumbre de un cordero y escuchar su palabra.
El contexto de Jesús Puerta es también eucarístico, pues la mesa de la
Eucaristía es donde mejor nos conformamos a Él; Tomás de Aquino
escribe: «es evidente que el título de "pastor" conviene a Cristo, ya
que de la misma manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así
también Cristo restaura a los fieles con un alimento espiritual: su
propio cuerpo y su propia sangre». Todo comenzó con la Encarnación, y
Jesús lo cumplió a lo largo de su vida, llevándolo a término con su
muerte redentora y su resurrección: "Después de resucitado, confió
este pastoreo a Pedro, a los Apóstoles y a la Iglesia hasta el fin del
tiempo. A través de los pastores, Cristo da su Palabra, reparte su
gracia en los sacramentos y conduce al rebaño hacia el Reino: Él mismo
se entrega como alimento en el sacramento de la Eucaristía, imparte la
Palabra de Dios y su Magisterio, y guía con solicitud a su Pueblo.
Jesús ha procurado para su Iglesia pastores según su corazón, es
decir, hombres que, impersonándolo por el sacramento del Orden, donen
su vida por sus ovejas, con caridad pastoral, con humilde espíritu de
servicio, con clemencia, paciencia y fortaleza" (Josep Vall).

Domingo 4º de Pascua, C. Este cuarto domingo está centrado en una de las imágenes más entrañables del evangelio: Jesús, el buen pastor. Una vez concluido el ciclo de las apariciones, vamos contemplando al Señor en algunos aspectos. La semana pasada,


En plena expansión de la Iglesia, durante el primer viaje misional de
Pablo, es el momento de la total apertura de la predicación hacia el
mundo no judío. En Antioquía de Pisidia invitan a Pablo a que hable:
"Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquia de Pisidia; el
sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y
prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron
hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios".
Le piden a Pablo que hable sobre el mismo tema el sábado siguiente.
Pablo toma en ese momento una importante decisión: en vez de
encerrarse entre los judíos, durante la semana, va con preferencia a
los "temerosos de Dios", a los que conquista por su total ausencia de
racismo. Ellos, a su vez, atraen a mucha gente a la reunión del sábado
siguiente; ahí se juntan paganos que nunca se habían comprometido con
los judíos.
"El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de
Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y
respondian con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y
Bernabé dijeron sin contemplaciones: - «Teníamos que anunciaros
primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os
consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los
gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los
gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la
tierra."» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la
palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna
creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.
Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los
principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y
Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de
los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los
discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo" (Hechos
13,14.43-52). Entonces se produce la crisis. La asamblea se divide en
dos bandos. Los judíos más cerrados y orgullosos se asustan al verse
invadidos por esos paganos "impuros", se oponen a Pablo e incluso
tratan de echarlo fuera por cualquier medio. Intervienen las mujeres
ricas y piadosas. Desde ese momento se constituye una comunidad
cristiana separada de la de los judíos.
¿Quién no se da cuenta que junto a la Iglesia actual todavía hay
"prosélitos", o sea, hombres de buena voluntad, que esperan que se les
predique un evangelio realmente abierto a todos, y para los cuales no
hay cabida en nuestras asambleas? ("Eucaristía 1992").

"Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad
en su presencia con vítores. / Sabed que el Señor es Dios: que él nos
hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. / «El Señor es
bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades»
(Salmo 99,2.3.5). Cada vez que un nuevo acontecimiento hacía
experimentar la protección de Dios, o cuando se había incurrido en una
gran infidelidad, se re-hacía la Alianza. ¡La Alianza! El corazón de
la fe de Israel: Dios es nuestro "aliado", El está "con nosotros", "El
nos ha desposado", "¡El ha unido su destino con el nuestro!" "¡El nos
ama!" Ahora bien, aunque ciertas fórmulas bíblicas podrían dar una
impresión contraria, jamás Israel consideró esta dicha, esta admirable
convicción, como un "privilegio" exclusivo. Hoy celebramos que el buen
pastor es para todos, la invitación explícita a todos los hombres, a
toda la tierra, a participar de su alegría y su acción de gracias. Lo
que sabemos ya, lo que vivimos ya, la alegría que nos inunda ya, es la
prefiguración de aquello destinado a la "tierra entera" a la
"¡humanidad entera!", ¡Venid todos y cada uno! La Alianza de Dios está
con nosotros, el amor de Dios hacia nosotros... es para ¡todos los
hombres!
La "todah" es la "acción de gracias", palabra que los primeros
cristianos tradujeron en griego por "Eucaristía".
Jesús podía proclamarlo como nadie: "Aclamad al Señor, tierra entera,
servidle con alegría, venid a El con cantos de alegría... Realmente el
Padre es bueno, eterno es su amor, El es fiel"... "Sois su rebaño, su
pueblo"... "Yo soy el Buen Pastor, conozco mi rebaño, cada una de mis
ovejas, como mi Padre me conoce y Yo conozco a mi Padre" (Juan
10,1-21). "Eterno es su amor"... He aquí la sangre de la Nueva
Alianza, de la Alianza eterna. "El nos ha hecho y le pertenecemos"...
No temáis, ni un pajarito cae a tierra sin que vuestro Padre lo
sepa... (Mateo 10,29). ¡Sí, escuchemos a Jesús que recita este salmo!
Escuchémoslo en el fondo de nosotros mismos, allí donde el Espíritu
"ora en nosotros" (Romanos 8,26-31). Cuando recitáis este salmo, es
siempre Jesús que lo recita, que "da gracias". Cada Misa es la
realización de este salmo. Los pocos cristianos, que entran en la Casa
de Dios y celebran la "Eucaristía" cantando, están allí "en nombre de
toda la tierra": toda liturgia es una prefiguración del cielo... donde
todos los hombres cantarán la alabanza y reconocerán que el "¡Señor es
Dios!"
Alegría. Júbilo. Canto. Toda época ha estado necesitada de alegría.
Pero la nuestra más que cualquier otra, la desea; estando como está
amenazada por la difusión masiva de catástrofes a escala mundial. En
otro tiempo, el hombre tenía "sus propias" desgracias que soportar,
las de su familia, de su región, las de la nación... Hoy, por la
información que recibimos de todas partes, llevamos el universo entero
sobre los hombros. De allí la melancolía y la desesperación, que se
apodera de muchos de nuestros contemporáneos.
En este contexto, recibimos los "siete imperativos" de este salmo:
"¡Aclamad... Servid a Dios con alegría! Id hacia El con cantos de
alegría... Reconoced que El es Dios... Id hacia su casa dando
gracias... Entrad en su morada cantando... Bendecid su nombre...
Verdaderamente el Señor es bueno, su amor es eterno!"
Tierra entera. Toda época ha tenido veleidades "de universalismo",
experimentando confusamente que "cada" hombre es sagrado, y una
especie de realización de "la humanidad". A menudo esta visión
universal ha tomado, desgraciadamente, el rostro odioso de la
"dominación". Se ha pretendido anexionar a los demás a sí mismo, para
explotarlos, para imponerles la propia manera de pensar. Y el deseo de
"convertir" a los otros no estaba siempre exento de este instinto de
superioridad, aun hablando de "catolicidad"... Cuando no se hacía otra
cosa que imponer a otras culturas nuestra manera de pensar y de orar.
Aún hoy día estamos lejos de habernos liberado de este "imperialismo"
que unificaría la tierra entera "por la fuerza". No obstante progresa
un movimiento que busca la unificación de la humanidad "por
unanimidad", en la que cada uno se asocia libremente a un proyecto
humano universal. ¿Acaso Dios no trabaja en este sentido en el corazón
del mundo? La proclamación del Evangelio no tiene nada de propaganda o
de publicidad: es una invitación, una proposición. ¡Venid! ¡Id hacia
el Señor! "Todos los hombres, toda la tierra".
La alegría, de por sí, es comunicativa. "Reconoced que el Señor es
Dios". Esto viene de dentro, sin ninguna presión... Libremente. Y
quienes ya lo han "reconocido", ¡están invitados a dar gracias, a
estar felices, a gritarlo, para que se oiga! Nietzsche reprochaba a
los cristianos la "cara triste" cuando el domingo salían de las
iglesias. ¿Tienen nuestras liturgias un rostro de júbilo, de alegría?
¿Dan, nuestras vidas de cristianos, la imagen de hombres y mujeres
felices de su Dios?
¡Dios, plenitud del "ser", y de la "alegría". La única razón que nos
dan de esta inmensa "todah", es que Dios es Dios, y que El nos ha
hecho! ¡Existir. Vivir. Ser. Primer don de Dios. Primera gracia,
primera Alianza... universal (Noel Quesson).
Soy tuyo, Señor, porque soy oveja de tu rebaño. Hazme caer en la
cuenta de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu
pueblo en la tierra. No soy un individuo aislado, no tengo derecho a
reclamar atención personal, no me salvo solo. Es verdad que tú, Señor,
me amas con amor personal, cuidas de mí y diriges mis pasos uno a uno;
pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotros es a
través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido. Te
gusta tratar con nosotros como un pastor con su rebaño. El pastor
conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella, con atención
especial a la que lo necesita más en cada momento; pero las lleva
juntas, las apacienta juntas, las protege juntas en la unidad de su
rebaño. Así haces tú con nosotros, Señor.
Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta
responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas y
miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un
momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que
las vidas de los demás no tienen nada que ver con la mía... No
permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia,
que me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...
Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie
sus cualidades y disfrute con su compañía. Haz que me encuentre a
gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la fuerza que el
vivir juntos trae al grupo, y a mí en él. Haz que yo contribuya a la
vida de los demás y permita a los demás contribuir a la mía. Haz que
disfrute saliendo con todos a los pastos comunes, jugando, trabajando,
viviendo con todos. Que sea yo amante de la comunidad y que se me note
en cada gesto y en cada palabra. Que funcione yo bien en el grupo, y
que al verme apreciado por los demás yo también les aprecie y fragüe
con ellos la unidad común.
Soy miembro del rebaño, porque tú eres el Pastor. Tú eres la raíz de
nuestra unidad. Al depender de ti, buscamos refugio en ti, y así nos
encontramos todos unidos bajo el signo de tu cayado. Mi lealtad a ti
se traduce en lealtad a todos los miembros del rebaño. Me fío de los
demás, porque me fío de ti. Amo a los demás, porque te amo a ti. Que
todos los hombres y mujeres aprendamos así a vivir juntos a tu lado.
«Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo
y ovejas de su rebaño» (Carlos G. Vallés).
El Apocalipsis muestra esta Iglesia que está con el pastor divino.
Este pasaje describe la felicidad celestial de los elegidos, sobre
todo los que han pasado por la persecución, una fiesta celeste de los
Tabernáculos: "yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría
contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del
trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en
sus manos". Esta fiesta era muy rica en manifestaciones litúrgicas
diversas y en cosas simbólicas. Inauguraba el Nuevo Año y tenía una
nueva significación: abrir la era mesiánica. Era también un día de
clamor (o "fiesta de las trompetas"), para esperar la era definitiva,
y vemos aquí los santos que "gritan con voz potente" y claman su
entusiasmo y su fe en la realeza de Dios. La fiesta de las Tiendas
era, sobre todo, una fiesta de fecundidad. Terminada la siega, los
judíos se cuidaban de asegurar el éxito de las próximas agitando
ramajes y regando en espera de las aguas vivas, que será el cielo, y
que lo profetizó José y los tiempos de la lluvia y el sueño de las
vacas gordas. Ahora era la fiesta más importante del año, porque en
verano se hacen las fiestas más populares en el mediterráneo, por el
buen clima. Esta fiesta no pasó al calendario cristiano: la fuente de
agua viva brota del corazón de Cristo (y hemos ido poniendo el mes del
Sagrado Corazón, y antes las cruces de mayo), el misterio pascual
celebrado en el Corpus con las flores ya después de Pentecostés.
Pienso que el hueco del verano lo ha ido cubriendo, junto a las
fiestas de la Transfiguración (que habla de tiendas) las fiestas
populares de la Virgen.
La fiesta de los Tabernáculos estaba precedida de una ceremonia de
purificación: "Y uno de los ancianos me dijo: - «Éstos son los que
vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras
en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole
culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará
entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni
el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su
pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará
las lágrimas de sus ojos.»" (7,9.14b-17).
¿Quiénes son ellos? el número tiene que ver con las 12 tribus de
Israel, y simboliza el pueblo de Dios que milita en la tierra, los que
sufren y se unen especialmente a la "sangre del Cordero", su pastor.
Porque se unieron a su pasión, le glorifican ahora. En fin, que no
sabemos… Es la paradoja que envuelve constantemente la vida del
cristiano, tribulación que introduce en la vida eterna junto a Dios;
sangre que blanquea los vestidos; Cordero que pastorea y conduce a las
fuentes de agua viva ("Eucaristía 1992"). Y llevan su túnica blanca,
vestido de fiesta para celebrar juntos las bodas con el Cordero. Y en
las manos, cada uno su palma para formar un bosque de aclamaciones.
Todos han pasado por la gran tribulación.
El Vidente que se comporta como un espectador asombrado, recibe
información precisa sobre el significado de lo que está viendo. El que
le informa es uno de los ancianos que están ante el trono de Dios. Le
dice que esta muchedumbre ha sido salvada por el Cordero Y Pastor de
la Vida, por Cristo. Pero esta salvación no les ha ahorrado las penas
de la gran tribulación.
La presente visión del Apocalipsis, intercalada entre otras visiones
referentes a la persecución y a los tiempos difíciles de entonces,
interpreta el profundo sentido de la historia en la que todo
contribuye para el bien de los que se salvan. En la medida en que la
vida cristiana comporta siempre una lucha, el mensaje de este libro
escrito para resistir con esperanza en los tiempos de Nerón es válido
para nosotros. Todas nuestras utopías acerca de la mejor sociedad o
del mundo mejor, todas nuestras utopías de felicidad, de fraternidad,
de paz... están localizadas ahora en Cristo, en quien y por quien ha
comenzado el futuro. La esperanza que esto despierta en el corazón de
sus discípulos no es una esperanza para estar a la espera con los
brazos cruzados hasta que el Señor vuelva. Tampoco es una evasión. Es
resistencia y coraje, es paciencia en el más serio de los sentidos.
Lejos de ser la raíz del conformismo, esta esperanza es el fundamento
válido y el móvil de una crítica de todo lo que nos detiene o se
detiene como si no hubiera ningún futuro y cualquier tiempo pasado
fuera mejor. Porque la salvación está por venir, y lo que vemos está
por ver ("Eucaristía 1983").
El Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas
vivas. La Iglesia triunfante en los cielos será el fruto de una
comunidad de creyentes, elegida de toda nación, raza o lengua, y
santificada por la sangre universalmente redentora del Cordero. La
muchedumbre vestida de túnicas blancas, lavadas en la sangre del
Cordero no son únicamente los mártires de la persecución neroniana,
sino también todos los fieles purificados de sus pecados por el
bautismo. El sacramento del bautismo recibe de la sangre del Cordero,
que es también Pastor, la virtud de lavar y purificar las almas.

El Evangelio nos habla del buen pastor, cuando dijo Jesús: -«Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les
doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará
de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie
puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno»
(Juan 10,27-30). "Vida eterna" es la vida que Jesús, el Pastor, da a
cuantos creen en él y le siguen. Por tanto, la vida que se recibe ya
por la fe. Lo contrario de la "muerte eterna", que comienza con la
incredulidad. Por eso dirá Pablo: "Pues estoy completamente convencido
de que ni la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni las
fuerzas, ni lo alto ni lo bajo, en fin, ninguna criatura podrá
separarnos del amor que Dios nos tiene en Jesucristo nuestro Señor"
(Rom 8,38). Basta que nos abandonemos en Jesús, en él estamos seguros,
él nos cuida. También es un día de pedirle al Señor para que mande
buenos pastores, y por eso rezar por las vocaciones.
"Yo soy", era la manifestación del mismo Dios ("el que es") y ahora lo
vemos que pastorea a su pueblo. "El que ha de venir" ya ha venido, ha
plantado su tienda entre nosotros. Así les gustaba a los primeros
cristianos imaginarse a Jesús, como buen pastor, joven, con la oveja a
los hombros, tú y yo, llevados por Jesús. Pastor, para los antiguos,
es también maestro y rey. Abre camino, enseña, y gobierna. Jesús añade
el amor: ama a sus ovejas a las que ha comprado con su propia sangre,
que las guía, que las busca si se pierden, que las defiende con su
vida, que ellas lo reconocen, que la autoridad que manifiesta sobre
ellas está fundada en su entrega y su amor. La semejanza con el pastor
da por supuesto que se está andando, buscando entre escaseces y
peligros algo vital. El inhóspito desierto y los lobos amenazan de
muerte a las ovejas. Nos lleva por el buen camino, a la verdad y a la
vida eterna.

sábado, 24 de abril de 2010

SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: el Apóstol Pedro, vicario de Jesús, está asistido por el Espíritu Santo a lo largo del tiempo, y es portavoz de


Hechos (9,31-42)
En la historia de la primera comunidad de Jerusalén llegamos ahora a una época de paz. Vemos la acción del Espíritu Santo, más allá de los poderes humanos y del demonio. “Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba. Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida. Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico. Pedro le dijo: "Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama." De inmediato se levantó, y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor”.
Pedro, sale de Jerusalén y hace un recorrido por las comunidades cristianas, a modo de visita pastoral, para reanimarlas en su fe. Su presencia va acompañada por hechos milagrosos. La fuerza curativa de Jesús se ha comunicado ahora a su Iglesia, en la persona de Pedro, que explícitamente invoca a Jesús.
“Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía. Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior. Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: "No tardes en venir hasta nosotros."
Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: "¡Tabita, levántate!" Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó. Él le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva”.
Antes de resucitar a la muchacha, se arrodilla y reza. Siempre lo hace «en el nombre de Jesús». Vemos los protagonistas de la historia de la Iglesia: Jesús, su Espíritu y la comunidad misma, con sus ministros. Jesús, desde su existencia gloriosa, sigue presente en su Iglesia, la llena de fuerza por su Espíritu. Siempre la misma frase: «¡levántate!» La misma que Pedro había dirigido ya al mendigo de la Puerta Hermosa en Jerusalén... esa palabra que Jesús había dicho tan a menudo a los enfermos, a los pecadores. Todo Jope -ciudad de Tabita- supo la noticia de esa resurrección y muchos creyeron en el Señor. El milagro está en función de la fe. Y la fe se propaga (Noel Quesson).
Como Pedro en su tiempo, deberíamos ser cada uno de nosotros «buenos conductores» de la salud y de la vida del Resucitado. Yo no tengo el «milagro» a mi disposición, como se lo diste a Pedro para facilitar la primera expansión de tu Iglesia. Pero puedo actuar «en el sentido de la vida»: ¿cómo puedo traducir, concretamente, el poder de tu resurrección en mis responsabilidades, en mis compromisos, en mis relaciones... para que crezca la vitalidad profunda de la humanidad? Para que retrocedan el mal, el pecado, la injusticia, el egoísmo. Celebrar la Pascua es dejarnos llenar nosotros mismos de la fuerza de Jesús, y luego irla transmitiendo a los demás, en los encuentros con las personas. ¿Curamos enfermos, resucitamos muertos en nombre de Jesús? Sin llegar a hacer milagros, pero ¿salen animados los que sufren cuando se han encontrado con nosotros?, ¿logramos reanimar a los que están sin esperanza, o se sienten solos, o no tienen ganas de luchar? Todo eso es lo que podríamos hacer si de veras estamos llenos nosotros de Pascua, y si tenemos en la vida la finalidad de hacer el bien a nuestro alrededor, no por nuestras propias fuerzas, sino en el nombre de Jesús. La Eucaristía nos debería contagiar la fuerza de Cristo para poder ayudar a los demás a lo largo de la jornada. Salir de nosotros mismos -fue un buen símbolo que Pedro saliera de Jerusalén- y recorrer los caminos de los demás -saberles «visitar»-para animarles en su fe, podría ser una buena consigna para nuestra actuación de cristianos en la Pascua.
La esperanza de esta primitiva Iglesia estaba ligada a la maternidad de María, y en este sábado pascual queremos felicitarla por la resurrección de Jesús, y agradecerle sus cuidados maternales para con la Iglesia: “Señor, tú hiciste de María la llena de gracia; te bendecimos. / María, en este nuevo sábado del tiempo pascual, celebramos tu gozo maternal. / Jesús, María, haced de nosotros y de nuestros corazones vuestra morada. / Jesús, María, sed nuestros reyes de paz, justicia, amor, solidaridad”.

Con su resurrección Cristo ha vencido a la muerte. Las cadenas que nos ataban han quedado definitivamente rotas. Jesús nos ha salvado ¿Cómo pagar tan inmenso bien? La Santa Misa es la acción de gracias más agradable al Padre. Con el Salmo decimos: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre” Salmo (116/115,12-17), alusión a la libación ritual, quizá, de vino y aceite, copa derramada en acción de gracias por haber sido librado de la muerte: “¿Quién te dio la copa de salvación, de suerte que, tomándola e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyo? Quien sino Aquel que dice: ‘¿podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que primeramente derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no dudasen en derramarla por el Nombre del Señor” (S. Agustín). “Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Mucho le cuesta al Señor la muerte de su fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor». El sacrificio de acción de gracias tenía lugar en el Templo (donde habitaba el Señor): esas palabras eran citadas en la antigua liturgia romana antes de la comunión (la mejor manera de pagar la deuda es unirse al sacrificio de Jesús), y es un salmo que se usa con frecuencia para preparar el sacrificio de la Misa y lo proclama la liturgia en la fiesta del Corpus y el Jueves santo.
“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. La única correspondencia que nos pide Dios es la de la gratitud y la lealtad. Cuando Jesús relataba cada una de las Bienaventuranzas, pensaba en cada uno de nosotros: los perseguidos, los que lloran, los que sufren… pero, además, entraban en el mismo “saco” los limpios de corazón, los pacíficos, etc. Esa “mezcla” entre lo que a primera vista puede parecer bueno y malo, es de una coherencia sobrenatural que debe asombrarnos. Se trata del mismo recorrido que hizo Cristo, y nosotros hemos sido llamados por Él para acompañarle y dar testimonio de lo que en verdad es el hombre: un ser limitado con aspiraciones de eternidad (de archidiócesis Madrid).

Hoy vemos que el discurso eucarístico tiene un efecto de escándalo y rechazo de la gran mayoría...: ¡es la crisis! Hasta aquí las muchedumbres le han seguido y buscado. Pero la revelación del misterio eucarístico repele a la mayor parte de los oyentes: -Muchos de sus discípulos gritaron: "¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede escucharlas? ¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?" (Juan 6,61-70): Lejos de retirar sus afirmaciones o de explicarlas simbólicamente, Jesús las subrayará: -"¿Esto os escandaliza? Pues, ¿qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde antes estaba?... El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, y decía: -Por esta razón os he dicho que nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre.
Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: -¿Queréis acaso iros vosotros también?” "Yo no os retengo..." parece decir. Sois libres. En el conflicto actual entre muchos jóvenes y sus padres, cara a la eucaristía, recordemos ese gran misterio. Decía una canción de “Operación Triunfo” algo sobre el amor, que en parte se puede aplicar a esa experiencia de amor con Jesús, que aunque se sufra y muchas cosas no se entiendan, o cuesten… se prefiere a otras cosas: “Traigo en los bolsillos tanta soledad, desde que te fuiste no me queda más... que un triste sentimiento... por ti he dejado todo sin mirar atrás, aposté la vida y me dejé ganar. Te extraño, te olvido, te amo de nuevo… Te extraño: porque anidan en mí tus recuerdos, te olvido: a cada minuto lo intento, te: amo... es que ya no tengo remedio... Te extraño te olvido te amo de nuevo. Por ti... He perdido todo hasta la identidad, y si lo pidieras más podría dar... Es que cuando se ama nada es demasiado. Me enseñas el límite de la pasión, y no me enseñaste a decir adiós…, he aprendido ahora que te has marchado. Por ti he dejado todo sin mirar atrás, aposté la vida y me dejé ganar”. Podemos decirle nosotros con san Pedro que no queremos dejarle: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Estar sin Jesús es un infierno insoportable, y estar con Jesús es un dulce paraíso (como decía Kempis). Hemos de ser como la luna, que refleja la luz del sol, así llenos de ese amor llevarlo a los demás. Llenarnos de la alegría que va con la libertad de amar que Jesús nos da. «No dejan huella en el alma las buenas costumbres, sino los buenos amores (...). Esto es en verdad el amor: obedecer y creer a quien se ama» (San Agustín). El amor lleno de fe guía la respuesta del Apóstol: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Estas palabras fueron el lema de la Jornada Mundial de la Juventud de 1996 convocada por Juan Pablo II: “«Señor, ¿a quién iremos?». La meta y el término de nuestra vida es Él, Cristo, que nos espera, a cada uno y a todos juntos, para guiarnos más allá de los confines del tiempo en el abrazo eterno del Dios que nos ama.
Pero si la eternidad es nuestro horizonte de hombres hambrientos de verdad y sedientos de felicidad, la historia es el escenario de nuestro compromiso diario. La fe nos enseña que el destino del hombre está inscrito en el corazón y en la mente de Dios, que gobierna los hilos de la historia. Y nos enseña asimismo que el Padre pone en nuestras manos la tarea de comenzar ya desde aquí la construcción del reino de los cielos que el Hijo vino a anunciar y que llegará a su plenitud al final de los tiempos.
Así pues, tenemos el deber de vivir dentro de la historia, al lado de nuestros contemporáneos, compartiendo sus anhelos y esperanzas, porque el cristiano es, y debe ser, plenamente hombre de su tiempo. No se evade a otra dimensión, ignorando los dramas de su época, cerrando los ojos y el corazón a las inquietudes que impregnan su existencia. Al contrario, es un hombre que, aun sin ser de este mundo, está inmerso cada día en este mundo, dispuesto a acudir a donde haya un hermano a quien ayudar, una lágrima que enjugar, una petición de ayuda a la cual responder. En esto seremos juzgados…
A vosotros, jóvenes, que de forma natural e instintiva hacéis del deseo de vivir el horizonte de vuestros sueños y el arco iris de vuestras esperanzas, os pido que os transforméis en profetas de la vida. Sedlo con las palabras y con las obras, rebelándoos contra la civilización del egoísmo que a menudo considera al ser humano un instrumento en vez de un fin, sacrificando su dignidad y sus sentimientos en nombre del mero lucro; hacedlo ayudando concretamente a quien tiene necesidad de vosotros y que tal vez sin vuestra ayuda tendría la tentación de resignarse a la desesperación.
La vida es un talento que se nos ha confiado para que lo transformemos y lo multipliquemos, dándola como don a los demás. Ningún hombre es un iceberg a la deriva en el océano de la historia; cada uno de nosotros forma parte de una gran familia, dentro de la cual tiene un puesto que ocupar y un papel que desempeñar. El egoísmo vuelve sordo y mudo; el amor abre de par en par los ojos y el corazón, capacita para dar la aportación original e insustituible que, junto a los innumerables gestos de tantos hermanos, a menudo lejanos y desconocidos, contribuye a constituir el mosaico de la caridad, que puede cambiar el rumbo de la historia.
Cuando, considerando demasiado duro su lenguaje, muchos de sus discípulos lo abandonaron, Jesús preguntó a los pocos que habían quedado: «¿También vosotros queréis marcharos?», le respondió Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». Y optaron por permanecer con Él. Se quedaron porque el Maestro tenía palabras de vida eterna, palabras que, mientras prometían la eternidad, daban pleno sentido a la vida.
Hay momentos y circunstancias en que es preciso hacer opciones decisivas para toda la existencia. Como sabéis muy bien, vivimos momentos difíciles, en los que con frecuencia no logramos distinguir el bien del mal, los verdaderos maestros de los falsos. Jesús nos ha advertido: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis». Orad y escuchad su palabra; dejaos guiar por verdaderos pastores; no cedáis jamás a los halagos y a los fáciles espejismos del mundo que luego, con demasiada frecuencia, se transforman en trágicos desengaños.
En los momentos difíciles, en los momentos de prueba se mide la calidad de las opciones. Así pues, en estos tiempos de dificultad cada uno de vosotros está llamado a tomar decisiones valientes. No existen atajos hacia la felicidad y la luz. Prueba de ello son los tormentos de las personas que, en el decurso de la historia de la humanidad, se han puesto a buscar con empeño el sentido de la vida, la respuesta a los interrogantes fundamentales inscritos en el corazón de todo ser humano.
Ya sabéis que estos interrogantes no son sino la expresión de la nostalgia de infinito sembrada por Dios mismo en el interior de cada uno de nosotros. Así pues, con sentido del deber y del sacrificio debéis caminar por las sendas de la conversión, del compromiso, de la búsqueda, del trabajo, del voluntariado, del diálogo, del respeto a todos, sin rendiros ante los fracasos, conscientes de que vuestra fuerza está en el Señor, que guía con amor vuestros pasos, dispuesto a acogeros de nuevo como al hijo pródigo.
Queridos jóvenes, os he invitado a ser profetas de la vida y del amor. Os pido también que seáis profetas de la alegría: el mundo nos debe reconocer por el hecho de que sabemos comunicar a nuestros contemporáneos el signo de una gran esperanza ya realizada, la de Jesús, muerto y resucitado por nosotros.
No olvidéis que «la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar» (Gaudium et spes).
Purificados por la reconciliación, fruto del amor divino y de vuestro arrepentimiento sincero, practicando la justicia, viviendo en acción de gracias a Dios, podréis ser en el mundo, a menudo sombrío y triste, profetas de alegría creíbles y eficaces. Seréis heraldos de la plenitud de los tiempos.
El camino que Jesús os señala no es cómodo; se asemeja más bien a un sendero escarpado de montaña. No os desalentéis. Cuanto más escarpado sea el sendero, tanto más rápidamente sube hacia horizontes cada vez más amplios. Os guíe María, estrella de la evangelización. Dóciles, al igual que ella, a la voluntad del Padre, recorred las etapas de la historia como testigos maduros y convincentes.
Con ella y con los Apóstoles sabed repetir en cada instante la profesión de fe en la presencia vivificante de Jesucristo: Tú tienes palabras de vida eterna”.
Y decía en una fiesta del Corpus: “Jesús se define "el Pan de vida", y añade: "El pan que yo daré, es mi carne para la vida del mundo".
¡Misterio de nuestra salvación! Cristo, único Señor ayer, hoy y siempre, quiso unir su presencia salvífica en el mundo y en la historia al sacramento de la Eucaristía. Quiso convertirse en pan partido, para que todos los hombres pudieran alimentarse con su misma vida, mediante la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
Como los discípulos, que escucharon con asombro su discurso en Cafarnaum, también nosotros experimentamos que este lenguaje no es fácil de entender. A veces podríamos sentir la tentación de darle una interpretación restrictiva. Pero esto podría alejarnos de Cristo, como sucedió con aquellos discípulos que "desde entonces ya no andaban con Él".
Nosotros queremos permanecer con Cristo, y por eso le decimos con Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Con la misma convicción de Pedro, nos arrodillamos hoy ante el Sacramento del altar y renovamos nuestra profesión de fe en la presencia real de Cristo”.
Y al preparar el encuentro del 2000 volvía sobre el tema: “Roma es «ciudad santuario», donde las memorias de los Apóstoles Pedro y Pablo y de los mártires recuerdan a los peregrinos la vocación de todo bautizado. Ante el mundo, en el mes de agosto del próximo año, repetiremos la profesión de fe del apóstol Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» porque «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
También a vosotros, muchachos y muchachas, que seréis los adultos del siglo próximo, se os ha confiado el «Libro de la vida», que en la noche de Navidad de este año el Papa, al cruzar el primero el umbral de la puerta santa, mostrará a la Iglesia y al mundo como fuente de vida y esperanza para el tercer milenio. Que el Evangelio se convierta en vuestro tesoro más valioso: en el estudio atento y en la acogida generosa de la palabra del Señor hallaréis alimento y fuerza para la vida diaria, y encontraréis las razones de un compromiso constante en la construcción de la civilización del amor”; y Benedicto XVI en su primer encuentro volvía al tema: “Esta fuerza de atracción interna de Dios ha hecho que los Tres Reyes Magos hace 2000 años emprendieran el camino para encontrar a Cristo, y os ha traído a vosotros hoy aquí a Colonia para buscar y encontrar a Jesús. Él os garantiza un gran futuro, una vida plena. No existe alternativa en relación a Jesucristo. Cuando algunos de sus discípulos se sintieron molestos por las palabras de Jesús, no siguieron el camino junto con él. Luego Jesús les preguntó a los que se quedaron con él: "¿Queréis acaso iros vosotros también?" Y es el primero de los Pedros el que le da una respuesta al Señor que prácticamente es el primer credo y el más corto a la vez, dentro de toda la Santa Biblia: "Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna". Esta declaración de San Pedro también es nuestro propio credo: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". El Señor nos dice explícitamente: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere". A vosotros, queridas hermanas y queridos hermanos, el Padre os ha guiado. Y esto forma el último motivo por el que estáis aquí en Colonia. Es el resultado de una acción divina llena de gracia. Y os prometo lo siguiente, y os doy mi palabra: Por medio de vosotros, Él seguirá siendo nuestro guía, para que vosotros lleguéis a ser una bendición para vuestro medioambiente, vuestra patria, para el mundo, convirtiendo en la cercanía de Dios, por medio de vuestro empeño, la gran distancia que existe a nivel global entre los hombres y Dios. Porque sólo así, este mundo seguirá siendo habitable para los hombres, que son los hijos de Dios”.
Es importante aquella respuesta de la fe de Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo, el Santo de Dios." Palabra humilde de Pedro. Palabra de amor delicado: Jesús es irremplazable para ellos. Así, Jesús parece terminar por un fracaso su catequesis esencial sobre el más grande misterio de su Presencia. Pero la Iglesia está ya aquí, en estos "doce" que confían en Él. En estas últimas palabras de Pedro, tenemos un equivalente de la famosa "confesión de Cesarea". San Juan no embellece, no adorna el evangelio: dice, de otro modo, a su manera, las mismas cosas que Mateo, Marcos y Lucas (Noel Quesson).
¿Qué es creer? S. Agustín preguntaba a Dios: “¿por ventura, el que sabe estas cosas (otras que ya había dicho) ya os agrada, Señor Dios, de verdad? Desventurado es el hombre que las sabe todas y os ignora a Vos, y bienaventurado el que os conoce, aunque no las sepa. Más aquel que os conoce a Vos y a ellas no es más bienaventurado por conocerlas a ellas, sino que sólo por Vos es bienaventurado, si, conociéndoos a Vos como a Vos, os glorifica y os da gracias y no se desvanece en sus pensamientos”. Algo misterioso, cuando “el corazón entiende las razones que la razón desconoce” (Pascal), como mejor expresa la poesía: “Dice la razón: tú mientes. Y contesta el corazón: quien miente eres tú, razón, que dices lo que no sientes” (Machado). “Dios quiere necesitar de nosotros: tengo necesidad de tus manos para continuar bendiciendo, tengo necesidad de tus labios para continuar hablando, tengo necesidad de tu cuerpo para continuar amando, tengo necesidad de ti para continuar salvando.” (M. Quoist). E, insistiendo en lo mismo, hace unos días aparecían estas frases en el calendario-taco que edita Mensajero: “Dios cuenta contigo siempre: /Dios puede crear, pero tú has de dar valor a lo que Él ha creado. /Dios puede dar la vida, pero tú has de transmitirla y respetarla. /Dios puede dar fe, pero tú has de ser un signo de Dios para todos. /Dios puede dar el amor, pero tú has de aprender a querer al prójimo. /Dios puede dar la esperanza, pero tú has de devolver la confianza a otros. /Dios puede dar la fuerza, pero tú has de animar. /Dios puede dar la paz, pero tú has de hacer las paces siempre. /Dios puede dar el gozo, pero tú has de sonreír. /Dios puede ser luz para el camino, pero tú has de hacerla brillar. /Dios puede hacer milagros, pero tú has de buscar cinco panes y dos peces. /Dios puede hacer lo imposible, pero tú has de hacer todo lo posible.” A veces cuesta… cuentan de un capitán de barco de vela, que mandó un grumete al palo mayor, y desde arriba, al ver pequeña la cubierta, y con el balanceo, bajo él el mar inmenso y profundo, tuvo miedo, y el capitán al verlo le gritó: “¡muchacho, mira hacia arriba!” y al ver el cielo que conocía se sintió tranquilo. Luego, el capitán continuó: “baja poco a poco, pero no dejes de mirar hacia arriba” y todo fue bien. Quien mira hacia arriba todo lo supera, nada le perturba, mantiene la ilusión debida y la fortaleza deseada, nunca le faltarán motivos para la esperanza y la alegría (J. M. Alimbau). “Levanta el corazón hacia mí, cielo arriba, y no te contristarán los desprecios de los hombres” (Tomás de Kempis), o el salmo 33: “Levantad hacia Dios la mirada y os llenará de luz”. Hace falta una opción, en esa dinámica dócil ante la fuerza divina, como hacen los santos: “¡Dios mío, que odie el pecado, y me una a ti… no reservándome nada…”
Simón Pedro proclama su fe en Él, el Mesías, el Hijo de Dios. Comenta San Agustín: «¿Nos alejas de Ti? Danos otros igual que Tú. ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Mirad cómo comprendió esto Pedro con la ayuda de Dios y confortación del Espíritu Santo. ¿De dónde le viene esta inteligencia sino de su fe? Tú tienes palabras de vida eterna. Porque Tú das la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y de tu sangre y nosotros hemos creído y entendido. No entendimos y creímos, sino creímos y entendimos. Creímos, pues, para llegar a comprender; porque si quisiéramos entender primero y creer después, no nos hubiera sido posible entender sin creer. ¿Qué es lo que hemos creído y qué lo que hemos entendido? Que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, es decir, que Tú eres la misma vida eterna y que no comunicas en el servicio de carne y sangre sino lo que Tú eres».

viernes, 23 de abril de 2010

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: la vida de Jesús se nos transmite por la fe y la Eucaristía, y esta experiencia de Vida podemos comunicarla a otros.


La conversión de Pablo se cuenta 4 veces en el Nuevo Testamento,
impresiona que el perseguidor pase a ser el apóstol más audaz: "Saulo,
respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se
presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de
Damasco, con el fin de que si encontraba algunos que siguieran este
camino, hombres o mujeres, pudiera llevarlos presos a Jerusalén. Yendo
de camino y cerca ya de Damasco, de repente le rodeó la claridad de
una luz venida del cielo" Hechos (9,1-20). La capital de Siria estaba
a 230-250 km de distancia. Hay una persecución, como hoy, quizá por
ideas equivocadas, por miserias y resentimientos… En nuestro camino,
podemos ir contra Jesús, sin verle: "son también nuestras miserias las
que ahora nos impiden contemplar al Señor, y nos presentan opaca y
contrahecha su figura. Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos
se nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego sum lux
mundi! (Jn 8,12), yo soy la luz del mundo. Y añade: el que me sigue no
camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida" (S. Josemaría
Escrivá).
¡Señor, transfórmanos! ¡Señor, mira los países perseguidos! ¡Señor,
cambia nuestros corazones! Señor, ayúdanos a ver cómo tu designio
puede ir progresando misteriosamente en todas las situaciones
aparentemente opuestas al evangelio.
Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?» Decía uno: "De muchacho oí predicar que para convertirse
el hombre necesita 'agere contra', luchar contra sus propias
tendencias, ir contra corriente de su alma, cambiarse como un guante
al que se da la vuelta. Así si eras impetuoso tenías que volverte
apocado; si tímido, en atrevido; si impulsivo, en sereno… Pensando, no
encontraba respuesta ¿es posible que si Dios me quería rápido, me haya
creado lento? ¿por qué no empezó por ahí?" Es verdad, más que cambiar
hemos de aceptarnos como somos. La felicidad no está en cambiar. Dice
una historia: "Durante años fui un neurótico (aquí cada uno puede
poner sus defectos: impuntual, desordenado, caótico…). Era un ser
angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme
que cambiara. No dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo
me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar,
pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara. Lo peor era
que en mi familia tampoco dejaban de recordarme lo neurótico que yo
estaba. Y también insistían en la necesidad de que yo cambiara.
También con ellos estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido. De
manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día me dijo un
amigo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa
que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo
dejar de quererte». Aquellas palabras sonaron en mis oídos como
música: «No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero...». Entonces
me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh, maravilla!, cambié. Ahora sé
que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me
quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar". El
cambio de vida comienza por ese aceptarse a uno mismo y a los demás,
respetar su libertad y no perseguir a nadie para que cambie…
Ya vimos cuando el pueblo de Israel va por el desierto y llegan las
"serpientes venenosas", símbolos de espanto: animal sinuoso y
deslizante, difícil de atrapar, que ataca siempre por sorpresa y cuya
mordedura es venenosa, de potencia maléfica, casi mágica. En este
mundo, podemos ser felices y tocar el paraíso con los dedos cuando nos
elevamos de puntillas y alargamos las manos con la esperanza, y para
ello hay que esquivar el hechizo de esas serpientes del amor
desordenado a las cosas que hace envidiar y odiar a las personas,
cuando el amor es sólo para las personas. Y, como consecuencia, la
falta de amor a uno mismo, querer ser de otra manera, ansiar salir de
cómo somos. El paraíso tiene en el centro el árbol de la vida, al que
no podemos llegar por la técnica y el poder: la sabiduría de la vida
auténtica se consigue de otro modo, por el amor, como cuenta también
otra historia sobre "el secreto para ser feliz".
Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio de quien se decía
guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía el hombre
más feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y
dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo
era en vano. Cuanto más lo intentaban, más infelices eran, pues la
envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años. Un día llegó ante
el sabio un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú, también quiero
ser inmensamente feliz. ¿Por qué no me enseñas qué debo hacer para
conseguirlo?" El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le
dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y
presta mucha atención: En realidad son dos cofres en donde guardo el
secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón y, el gran
secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo
de la vida: El primero es saber ver a Dios en todas las cosas, amarlo
y darle gracias por todo lo que tienes y lo que te pasa. El segundo,
es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al
acostarte debes afirmar: Yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy
inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no
pueda vencer. El tercer paso es que debes poner en práctica todo lo
que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa
inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones;
si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay
obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y
lucha por ellas hasta lograrlas: se llama motivación. El cuarto, es
que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos
alcanzaron su meta, logra tú las tuyas. El quinto, es que no debes
albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te
dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú...
Perdona y olvida. El sexto es que no debes tomar las cosas que no te
pertenecen, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza,
mañana te quitarán algo de más valor. El séptimo, es que no debes
maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se
nos respete y se nos quiera. Y por ultimo, levántate siempre con una
sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las
cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al
tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a
recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus
cualidades.
Volvemos a Saulo. Los hombres que iban con él se habían detenido mudos
de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie… Saulo está a punto de
sufrir una transformación, y tendrá que pasar por la soledad que pasó
Jesús en la Pasión.
La verdad no está en ser "perfecto" mirándose sólo a sí mismo. Pasarse
la vida luchando 'contra' los propios defectos, es tiempo perdido.
'Cuando deje de ser egoísta, podré empezar a amar', así no empezaré a
amar nunca. Si me digo: 'voy a empezar a amar…' entonces el amor irá
pulverizando el egoísmo que me corroe. No es que tengamos muchos
defectos; en realidad practicamos pocas virtudes, y así el horno
interior está apagado. Y, claro, en un alma semivacía pronto empieza a
multiplicarse la hojarasca.
-"Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué
«me» persigues?"" Todos buscan a Jesús, se preguntan: ¿Qué hago con la
vida?; ¿de donde vengo…? ¿A donde voy? ¿Me salvaré? Cristo revela el
hombre al hombre y le manifiesta la grandeza de su vocación (Gaudium
et spes), en su caminar terreno decían de él: "porque salía de Él una
fuerza que sanaba a todos"; y resucitado también. La humanidad de
Cristo sigue viva, y funda la iglesia, por eso entiende Pablo que
perseguir a los cristianos es perseguir a Jesús, que Jesús está
presente en los cristianos, en la Iglesia: estar en ella es estar con
Jesús, en ella encontramos a Jesús. Quienes desprecian la Iglesia como
Saulo reciben estas palabras: "yo soy Jesús, a quien tú persigues".
"No dice –S. Beda- ¿por qué persigues a mis miembros? Sino ¿por qué me
persigues? Porque Él todavía padece afrentas en su Cuerpo, que es la
iglesia", perseguir a la Iglesia es perseguir a Jesús. Llevamos la
gente a Jesús cuando les invitamos a una charla de formación, a
visitar el Sagrario, a rezar el Rosario o asistir a un retiro, a rezar
(hablar con Dios): por la piedad, Dios dice de cada uno (imagen de su
Hijo): "este es mi hijo amado, escuchadle". Toda persona lleva dentro
inquietudes, como la cierva que tiene sed se pregunta: ¿por dónde voy
a beber? Como las ovejas que van a buen pasto… y necesitan un pastor,
el buen pastor es el Papa, buen pastor son los fieles a Jesús.
Saulo creía perseguir a discípulos, hombres y mujeres. Encuentra a
«Jesús». Es sorprendido por Cristo viviente, resucitado, presente en
sus discípulos. «Lo que hiciereis al más pequeño de los míos, había
dicho, me lo habréis hecho a mí.» Pablo encuentra a Jesús, en esos
hombres y esas mujeres a quienes está persiguiendo: "¿por qué «me»
persigues?" Desde el primer día de su encuentro con Jesús, se
encuentra con el Cuerpo total de Jesús: los cristianos son el Cuerpo
de Cristo, como dirá más tarde a los Romanos (12,5) «Vosotros sois el
Cuerpo de Cristo... miembros de su Cuerpo...». Al comer el «Cuerpo de
Cristo» en la eucaristía, los cristianos pasan a ser «cuerpo de
Cristo». Gran responsabilidad la nuestra: en nosotros hacemos visible
a Cristo, somos el cuerpo de Cristo... Ayúdame, Señor, a sacar las
consecuencias concretas de este descubrimiento.
…«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Él preguntó: «¿Quién eres,
Señor?». Y Él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra
en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer». Los que lo
acompañaban se quedaron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie.
Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía
nada; lo llevaron de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver
y sin comer ni beber".
Bernardino Herrando dice: "La conversión es mucho más que un
arrepentimiento o un clara conciencia de un mal hecho. La conversión
es emprender un nuevo camino bajo la misericordia de Dios. Y sin dejar
de ser uno mismo. Convertirse no es haber sido impetuoso y ser ahora
una malva. Es ser ahora impetuoso bajo la misericordia de Dios. Por
fortuna, San Pablo se convirtió de verdad; es decir, siguió siendo él
mismo. Cambió de camino, pero no de alma". A San Pablo un día Dios le
tiró (los pintores lo ponen cayendo del caballo) y le explicó que toda
esa violencia era agua desbocada. Pero no le convirtió en un
muchachito bueno, dulce y pacífico. No le cambió el alma de fuego por
otra de mantequilla. Su amor a la ley judaica se transmutó por unas
ansias por la Ley de Cristo. Efectivamente, había cambiado de camino,
pero no de alma. Este es el cambio que Dios espera del hombre: que
luchemos por el espíritu, como hasta ahora hemos peleado por dominar;
que nos empeñemos en ayudar a los demás, como deseábamos que todos nos
sirvieran. No que echemos agua al moscatel de nuestro espíritu, sino
que se convierta en vino que conforte y no emborrache. A veces parece
que esto quita libertad, que ata. "¡Cadenas de Jesús! Cadenas, que
voluntariamente se dejó Él poner, atadme, hacedme sufrir con mi Señor,
para que este cuerpo de muerte se humille... Porque -no hay término
medio- o le aniquilo o me envilece. Más vale ser esclavo de mi Dios
que esclavo de mi carne" (san Josemaría).
Ahora entra en escena el bueno de Ananías, que recibe el encargo de ir
a curar a Saulo: "Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a
quien el Señor llamó en una visión: «¡Ananías!». Y él respondió: «Aquí
estoy, Señor». El Señor le dijo: «Vete rápidamente a la casa de Judas,
en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso, que está allí
en oración y ha tenido una visión: un hombre llamado Ananías entraba y
le imponía las manos para devolverle la vista». Ananías respondió:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y decir todo el mal que
ha hecho a tus fieles en Jerusalén. Y está aquí con plenos poderes de
los sumos sacerdotes para prender a todos los que te invocan». El
Señor le dijo: «Anda, que éste es un instrumento que he elegido yo
para llevar mi nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas.
Yo le mostraré cuánto debe padecer por mí». Ananías partió
inmediatamente y entró en la casa, le impuso las manos y le dijo:
«Saulo, hermano mío, vengo de parte de Jesús, el Señor, el que se te
apareció en el camino por el que venías, para que recobres la vista y
quedes lleno del Espíritu Santo». En el acto se le cayeron de los ojos
como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Comió y
recobró fuerzas. Y se quedó unos días con los discípulos que había en
Damasco. Y en seguida se puso a predicar en las sinagogas proclamando
que Jesús es el Hijo de Dios".
Decía uno: "Yo conozco mucha gente que sin ir a médicos especialistas
viven resucitados: una ciega que reparte alegría en un hospital de
cancerosos; un pianista ciego que toca para asilos de ancianos;
jóvenes que gastan el tiempo que no tienen en despertar minusválidos…"
Pues eso: Dedícate a repartir resurrección… basta con chapuzarse en el
río de tus propias esperanzas para salir de él chorreando amor a los
demás.
-"Este hombre es el instrumento que he elegido para que lleve mi
nombre ante las naciones, los reyes y los hijos de Israel". Señor, haz
de mí también un instrumento de tu salvación, de tu alegría (Noel
Quesson).
b) Pablo es modelo. Hoy los jóvenes se preguntan: "¿Qué personaje
admiro? ¿Quién es mi mujer/hombre impacto? ¿Con qué fotos forro la
carpeta del colegio? Saulo corría, pero fuera del camino, como aquel
hombre en trineo que iba hacia el norte sobre el hielo, sin saber que
estaba en un iceberg, y que se dirigía hacia el sur en realidad,
perdido en medio del océano: cuanto más corre, más lejos está. Jesús
nos interpela también a nosotros: ¿por qué me persigues? Ananías ayudó
en ese camino nuevo… "En materia de religión hay dos tipos de personas
dignas de elogio: los que han encontrado a Dios y a éstos hay que
suponerlos plenamente felices, y los que lo buscan ardorosa y
sinceramente. En cambio, hay tres tipos de hombres a los que hay que
censurar y condenar sin ambages: primero, los que tienen un prejuicio,
es decir, creen saber lo que no saben; luego, los que teniendo
conciencia de no saber, buscan de tal manera que no pueden encontrar;
y finalmente los que ni piensan saber ni quieren buscar" (S. Agustín).
El Señor llamó en una visión a «Ananías.» Caso parecido al de Pedro
(Hch 10,1) cuando en Cesarea había un hombre, llamado Cornelio,
centurión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios, como toda
su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a
Dios. Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el
Ángel de Dios entraba en su casa y le decía: «Cornelio.» Él le miró
fijamente y lleno de espanto dijo: «¿Qué pasa, señor?» Le respondió:
"Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la
presencia de Dios. Ahora envía hombres a Joppe (hoy Jaffa, que forma
el núcleo antiguo de Tel-Aviv) y haz venir a un tal Simón, a quien
llaman Pedro. Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que
tiene la casa junto al mar…"
El Señor es tan fino y delicado que nunca nos manifestará sus deseos
directamente. Prefiere nuestra libertad a sus preferencias. Tanto en
lo humano, como en lo sobrenatural, necesitamos una ayuda, quizá un
"entrenador" o director espiritual. Sólo se vive una vez, y hay que
aprovechar los "cartuchos" de cada día de la existencia, no echarlos a
perder, vivir con sensatez, en un clima de confianza. La Lituania
comunista estaba plagada de caras desconfiadas, con el alma repleta de
cicatrices por seguir a tantos líderes que les han engañado.
Necesitamos en la vida un clima de confianza, desde el cielo viene la
voz de Dios y por la confianza se nos concreta: Oración, ayuda de esa
confianza personal… "Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 9,04).
«¿Desde dónde grita? Desde el cielo. Luego está arriba, ¿Por qué me
persigues? Luego está abajo» (San Agustín). A la cabeza y al cuerpo,
al Señor glorificado y a la comunidad de los creyentes, que forman
juntos el Cristo uno.

Salmo (117,1-2): "¡Aleluya! Alabad al Señor, todos los pueblos,
aclamadlo, todas las naciones, pues su amor por nosotros es muy grande
y su lealtad dura por siempre". Glorifiquemos a Dios y démosle
gracias, pues Él ha hecho que su salvación no se quede como privilegio
de una raza o de un sólo pueblo, sino que llegue a todas las naciones,
de todos los tiempos, lugares y culturas. Efectivamente Dios quiere
que todos los hombres se salven. Y aquel pueblo que era considerado un
olivo silvestre ha sido injertado en el olivo verdadero, en Cristo
Jesús, pues la salvación, conforme al plan previsto y sancionado por
Dios, nos ha llegado por medio de los judíos. Así, por medio de Cristo
Jesús, Señor nuestro, todo aquel que lo acepte en su propia vida podrá
convertirse en una oblación pura y en una continua alabanza del Nombre
de Dios, nuestro Padre. Dios, en Adán, prometió enviarnos un salvador.
Y en Adán no estaba simbolizado un pueblo, sino la humanidad entera. Y
Dios ha cumplido sus promesas, dando así a conocer su amor por
nosotros y que su fidelidad es eterna. Aprovechemos la oportunidad de
ser renovados en Cristo, pues no tendremos ya otro nombre en el cual
podamos alcanzar el perdón de los pecados y la salvación eterna.

Evangelio (Jn 6,52-59): "Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «Os aseguro que
si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre no
tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y
bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me ha enviado
vive y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí. Éste es
el pan que ha bajado del cielo; no como el que comieron los padres, y
murieron. El que come este pan vivirá eternamente». Dijo todo esto
enseñando en la sinagoga de Cafarnaum".
a) -Discutían entre sí los judíos: "¿Cómo puede este darnos a comer su
carne? Ellos lo interpretan de la manera más realista; y les choca.
-Jesús dijo entonces: "Sí, en verdad os digo que, si no coméis la
carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en
vosotros." Lejos de atenuar el choque, Jesús repite lo que ya ha
dicho; lo enlaza explícitamente con el "sacrificio del caIvario"...
"el pan que yo daré, es mi carne... que habré dado antes en la Pasión,
para la vida del mundo". La alusión a la "sangre", en el pensamiento
de Jesús, remite también a la cruz y a la muerte que da la vida. No
olvidemos que cuando San Juan puso por escrito este discurso había
estado celebrando la eucaristía durante más de 60 años. ¿Cómo podría
admitirse que sus lectores de entonces no hubiesen aplicado
inmediatamente estas frases a la eucaristía: cuerpo entregado y sangre
vertida? Por otra parte, si Jesús no hubiese nunca hablado así, ¿cómo
los apóstoles, la tarde de la Cena, hubiesen podido comprender algo de
lo que Jesús estaba haciendo? La institución de la eucaristía, la
tarde del jueves santo, hubiera sido ininteligible para los Doce, si
Jesús no les hubiera jamás preparado anteriormente.
-"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y Yo le
resucitaré en el último día. En efecto, mi carne es la verdadera
comida, y mi sangre es la verdadera bebida… Tomad y comed, esto es mi
cuerpo... Tomad y bebed, esta es mi sangre..."
El discurso de Jesús ha sido intenso, y nos invita a pensar si nuestra
celebración de la Eucaristía produce en nosotros esos efectos que Él
anunciaba en Cafarnaum. Lo de «tener vida» puede ser una frase hecha
que no significa gran cosa si la entendemos en la esfera meramente
teórica. ¿Se nota que, a medida que celebramos la Eucaristía y en ella
participamos de la Carne y Sangre de Cristo, estamos más fuertes en
nuestro camino de fe, en nuestra lucha contra el mal? ¿o seguimos
débiles, enfermos, apáticos? Lo que dice Jesús: «el que me come
permanece en mí y yo en él», ¿es verdad para nosotros sólo durante el
momento de la comunión o también a lo largo de la jornada? Después de
la comunión -en esos breves pero intensos momentos de silencio y
oración personal- le podemos pedir al Señor, a quien hemos recibido
como alimento, que en verdad nos dé su vida, su salud, su fortaleza, y
que nos la dé para toda la jornada. Porque la necesitamos para vivir
como seguidores suyos día tras día (J. Aldazábal): «El Señor
crucificado resucitó de entre los muertos y nos rescató. Aleluya»
(Comunión).
c) Àngel Caldas: "Hoy, Jesús hace tres afirmaciones capitales, como
son: que se ha de comer la carne del Hijo del hombre y beber su
sangre; que si no se comulga no se puede tener vida; y que esta vida
es la vida eterna y es la condición para la resurrección (cf. Jn
6,53.58). No hay nada en el Evangelio tan claro, tan rotundo y tan
definitivo como estas afirmaciones de Jesús. No siempre los católicos
estamos a la altura de lo que merece la Eucaristía: a veces se
pretende "vivir" sin las condiciones de vida señaladas por Jesús y,
sin embargo, como ha escrito Juan Pablo II, «la Eucaristía es un don
demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones». "Comer para
vivir": comer la carne del Hijo del hombre para vivir como el Hijo del
hombre. Este comer se llama "comunión". Es un "comer", y decimos
"comer" para que quede clara la necesidad de la asimilación, de la
identificación con Jesús. Se comulga para mantener la unión: para
pensar como Él, para hablar como Él, para amar como Él. «Vivamente he
deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer», decía Jesús
al atardecer del Jueves Santo. Hemos de recuperar el fervor
eucarístico. Es Dios que baja hasta el corazón del hombre para
establecer ahí una relación misteriosa de amor. Y tenemos que cuidar
la "ternura" hacia la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien
hechas, incremento del número de comuniones espirituales... Y, a
partir de la Eucaristía, los hombres nos aparecerán sagrados, tal como
son. Y les serviremos con una renovada ternura (Juan Pablo II).
d) Unos niños me preguntaban si Jesús en el sagrario tenía frío, si
estaba a oscuras, si pasaba mal olor, o le faltaba aire… contesté que
no tenía nariz ni cara la Sagrada Forma, que no era como un niño en
pequeñito. Como alguno tiene miedo de partir la forma con los dientes,
le dije que está en forma de comida, que no le duele si le comemos,
que es un misterio, no comemos carne sino la carne de Jesús hecha pan,
pero aunque parece pan está él allí… es de gran belleza este
esconderse, jugar al escondite para que no nos sintamos forzados a
someternos a la verdad, es un amor que nos quiere en libertad, un
deseo de nuestro amor, necesita que el sol del Amado lo alcance y
vuelva a calentarlo: si Él es nuestra vida, su sentido y su belleza,
no podemos dejar de encontrarlo allí, donde Él, vivo y verdadero, se
ofrece por nosotros. ¿Qué diríamos de un enamorado que, pudiendo
hacerlo, no sintiera la necesidad de encontrar hasta todos los días a
la persona amada? Y si así es para el amor humano, que a menudo es tan
frágil y voluble, ¿cómo podría ser distinto para el amor que no
desilusiona ni traiciona, el amor que hace vivir en el tiempo y por la
eternidad, el amor de Dios en Cristo Jesús, nuestra vida?
Es ésta la razón por la que tenemos la necesidad de encontrarlo cada
día y siempre nuevamente: y, ¿dónde podríamos encontrarlo sino allí en
donde Él nos ha prometido y garantizado el don de Su presencia? «Éste
es mi cuerpo, éste es el cáliz de la nueva y eterna alianza, derramado
por vosotros y por todos para remisión de los pecados».
Gracias, Jesús, por tu amor… ayúdame a corresponderte. Quiero amarte…
Sí, porque Tú, Señor Jesucristo, no eres sólo verdad y bondad: eres la
belleza, la belleza que salva. Eres el pastor hermoso que nos guía por
los prados de la vida, donde tu belleza no tiene ocaso. "Buen pastor,
pan verdadero, oh Jesús, ten piedad de nosotros: aliméntanos y
defiéndenos, condúcenos a los bienes eternos en la tierra de los
vivos. Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra,
guía a tus hermanos al banquete del cielo en el gozo de tus santos.
Amén".