jueves, 15 de febrero de 2024

Viernes después de Ceniza: el sacrificio, necesario para la vida cristiana

 Viernes después de Ceniza: el sacrificio, necesario para la vida cristiana

A. Lecturas:

   1. lsaías (58,1-9a): Esto dice el Señor Dios: «Grita a pleno pulmón, no te contengas; alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios. "¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?" En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos. No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo. ¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza? ¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor? Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: "Aquí estoy"».

   2. Salmo 50,3-4.5-6a.18-19: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

   Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad en tu presencia.

   Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

   3. Mateo 9, 14-15: «Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús les respondió: ¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán».

 

B. Comentario:

   1. Hay una historia que une las tres herramientas que nos dice la Iglesia para estos días (oración, sacrificio, amor). Había una vez un ermitaño, que vivía solo en la montaña, en lo alto había una antigua iglesia con su casita donde vivía, trabajando, buscando alimento. Durante el día, bajaba al pueblo a vender sus productos, y luego subía otra vez hacia su ermita. Cuando hacía calor, al subir tenía muchísima sed y sudaba. Pasaba por una fuente y... no bebía, le ofrecía a la Virgen aquel sacrificio y proseguía su camino. Al anochecer, el ermitaño miraba al cielo y veía una estrella, regalo de la Virgen, en recompensa a su sacrificio...

   Pero, un jovencito, al ver la vida del ermitaño, llegó a admirarlo y quiso ser como él. Entonces hacía lo que el ermitaño hacía... Cuando subían acalorados, con mucha sed, el ermitaño pensó que el chico tenía sed, y que si él no bebía, el muchacho tampoco lo haría. Pero, que si bebía, no tendría el lucero por la noche como premio, porque no habría hecho el sacrificio. Al final, venció el corazón y bebió, y también el chico. Pensó al subir que no había podido ofrecer a la Virgen su sacrificio, y quién sabe si tendría recompensa aquel día, si vería su estrella en el firmamento. Pero, al tener al jovencito a su lado estaba contento y pensó que valía la pena. Al anochecer miró al cielo con miedo y vio que no había una estrella… aquel día la Virgen le había hecho un regalo distinto… había dos estrellas en el firmamento. La Virgen estaba contenta de su atención hacia el muchacho.

   ¿Se encienden de verdad las estrellas?, No sé en el cielo, pero en nuestro corazón seguro que sí, el Señor enciende una luz mágica, como nos dicen las lecturas de hoy: "Entonces brotará tu luz como la aurora", tendrás una fuerza especial, divina, serás hijo de Dios, y es lo que pedimos en la Misa de hoy: "Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia con que hemos empezado la Cuaresma"  

   Dice el profeta: -"Pero mientras ayunáis sabéis buscar vuestro negocio, explotáis a vuestros trabajadores, continuáis las querellas, las disputas, los puñetazos". Ayunar es bueno, dice Dios, pero no es lo esencial. Lo esencial es respetar al prójimo, no explotarle, no considerarlo como un objeto que ponemos a nuestro provecho. Ayúdanos, Señor, a no buscar con avidez nuestra ventaja y menos si hay detrimento para los demás. ¡Ayuda a cada hombre a no explotar a otro hombre! En nuestras vidas de familia, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, ayúdanos a no ser exigentes ni duros, ni atropelladores, ni tajantes; que renunciemos a las «disputas y a las querellas» y, como dice el Señor, que nuestro ayuno sea «desatar los lazos de maldad». Privarse de suscitar disputas y atropellos es más necesario que privarse de alimento o de golosinas. La Cuaresma que me agrada es: -Aflojar las cadenas injustas... -Liberar a los oprimidos... -Compartir el pan con el hambriento... -Dar acogida al desgraciado... -Cubrir al que veas sin vestido... -No esquivar a tu semejante... Esas frases deberían pasar sin comentario. Es preciso llevar a la oración esas palabras que nos queman como brasas. Eso es lo que Tú esperas de mí, Señor. ¡Ah, si todos los cristianos pudieran oír esas llamadas. Si tu pueblo aceptara dejarse interrogar sobre esas cuestiones, durante cuarenta días al año! ¡Cuál sería la renovación de la sociedad humana, con esa levadura! ¡Qué revolución sin violencia sería la Iglesia en medio del mundo! Pero, cuidado, no he de aplicar esas palabras a mis vecinos. Van dirigidas a mí. Concédeme, Señor, no andar soñando en sacrificios y en «ayunos» excepcionales; te pido saber aceptar francamente los que me imponen mis relaciones humanas, cotidianas. «¡Comparte!» «¡Acoge!» «¡Da!».

   -"Un día agradable al Señor..." Lo significativo de ese día no es el «ayuno», sino el amor a los semejantes.

   -"Entonces brotará tu luz como la aurora". Entonces clamarás al Señor y te contestará: "Aquí estoy". Si la búsqueda de Dios, el deseo de su cercanía parece a menudo tan inoperante, es porque no ponemos los medios adecuados. El encuentro con Dios está condicionado por nuestras conductas humanas fraternas o no (Noel Quesson).

    2. El amor es lo que da sentido al sacrificio, dirá Jesús llevando a plenitud esos textos de Isaías, y el salmo insiste: «los sacrificios no te satisfacen... mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias». Debería recorrer por ahí nuestra preparación para la Pascua. La liturgia nos insiste que son importantes las formas externas, pero más importantes son los contenidos del corazón. Los ayunos de Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, y la abstinencia de esos días y los viernes de Cuaresma, ampliable a todos los viernes del año –esos otros viernes se puede sustituir por otro acto penitencial como la oración, mortificación o limosna-. Son un signo externo que conviene que vaya acompañado de un corazón también lleno de dolor de amor. La conciencia personal sincera va unida a una opción vital de conversión: "Tengo siempre presente mi pecado", "no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados" (Sal 37,4)... y por la gracia de Dios nos llega la luz de la salvación, esperanza de la purificación, de la liberación y de la nueva creación, pues Dios nos salva "no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador" (Tt 3,5-6)".

   Te pedimos, Señor, tener "la sinceridad de corazón" de tu mano: «Señor, enséñame tus caminos e instrúyeme en tus sendas» (ant. de entrada).  

   ¿Dónde poner estos sacrificios? será al dejar cada cosa en su sitio; para un chico estudiante, estudiar y hacer los deberes puntualmente; estar atento a clase sin "de aventuras" con la imaginación, no escoger lo mejor en la comida, ceder el sitio…, obedecer, rezar por la mañana y noche aunque tenga sueño. Levantarme a la primera por la mañana –minuto heroico. Limpiarme los zapatos, bajar la basura, no decir motes que molestan a los demás, "ayunar" de tele sobre todo cuando no toca, sonreír cuando me cuesta. Dominar el mal humor cuando las cosas cuestan o no salen como esperaba. Dominar la curiosidad. Aprender a comer, quizá un poco más de lo que no me gusta… y así hacer como un "entrenamiento"… (Josep Maria Torras).

   3. El Señor dice que no quiere sacrificios de gente que reza y luego maltrata a los demás, que quiere que la gente se quiera. No quiere que nos pongamos piedras en los zapatos sino el amor a los demás. Cuando le preguntan a Jesús por qué no ayunan los suyos, les contesta: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán». Habla de fiesta. Por eso, lo que decíamos ayer de pensar en sacrificios va unido a la alegría, esta cruz que nos encontramos cada día unidos a la de Jesús.

   Jesús aparece como el esposo que perfecciona el alma, preparándola para esta unión esponsal a través del amor. Y esto lleva consigo corresponder, a ejemplo de Jesús, seguir su vida que tiene entrega de cruz.

   "Todos los fieles... son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (LG 40). Y ese amor, nos dice el Catecismo (n. 2015), ese "camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: "El que asciende nunca cesa de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa)".

 

Llucià Pou Sabaté

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