jueves, 5 de octubre de 2023

Viernes 26º (impar). La penitencia transforma nuestro corazón, como el dolor, y nos hace agradables a Dios y dignos del perdón y de su amor, corredentores con Jesús

Viernes 26º (impar). La penitencia transforma nuestro corazón, como el dolor, y nos hace agradables a Dios y dignos del perdón y de su amor, corredentores con Jesús

 

A. Lecturas

1. Baruc (1,15-22): Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.

 

2. Salmo 78,1-2.3-5.8.9: Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, / han profanado tu santo templo, / han reducido Jerusalén a ruinas. / Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo, / y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.

 

Derramaron su sangre como agua / en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba. / Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, / la irrisión y la burla de los que nos rodean. / ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? / ¿Arderá como fuego tu cólera?

 

No recuerdes contra nosotros / las culpas de nuestros padres; / que tu compasión nos alcance pronto, / pues estamos agotados.

 

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, / por el honor de tu nombre; / líbranos y perdona nuestros pecados / a causa de tu nombre.

 

3. Lucas 10,13-16: "En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

 

B. Comentario:

 

1. Hoy y mañana leemos una selección del libro de Baruc (es probablemente el secretario y hombre de confianza del profeta Jeremías), también de la época del destierro de Babilonia y la vuelta a Sión.

-"Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como es patente en el día de hoy". La humildad no tiene HOY buena prensa. El mundo se burla de los humildes. Esta postura o estado se considera una dimisión. Y sin embargo, más allá de posibles desviaciones contra las que tenemos que luchar para no contribuir a que esta virtud resulte odiosa a nuestros contemporáneos, la humildad es un valor esencial, de verdad, algo atractivo asociado a la sencillez, lo contrario de la ampulosidad y la suficiencia. Desde el punto de vista religioso, la humildad es el reconocimiento de nuestra verdadera situación delante de Dios.

-"Sí, hemos pecado contra el Señor, le hemos desobedecido". En efecto, nuestra "condición humana" no es solamente frágil, limitada, efímera... es pecadora. Es preciso, es verdad, cerrar los ojos para no verlo. Basta mirar lúcidamente el fondo de nuestro interior para descubrir allí tendencias malas. El solo hecho de «reconocer» este pecado en nosotros es ya liberador: afirmamos por ende cuál es la dirección esencial de nuestra vida. Cuando reconozco que te he desobedecido, Señor, afirmo al mismo tiempo que eres Tú el verdadero sentido de mi vida.

La oración de Baruc sigue siendo actual. Solemos excusarnos echando las culpas a los demás o a las instituciones o al mundo que nos rodea. Pero entonar el "mea culpa" de cuando en cuando, con golpes en el pecho bien dados -en el nuestro, no en el de los demás-, nos ayuda a progresar en nuestra vida de fe. Lo hacemos normalmente al empezar la Eucaristía, con el acto penitencial. Lo hacemos, sobre todo, cuando celebramos el sacramento de la Reconciliación. Eso nos ayuda a reflexionar sobre si estamos "siguiendo nuestros malos deseos sirviendo a dioses ajenos". Y nos invita a corregir la dirección de nuestra vida para no llegar hasta la ruina total.

-"En nuestra ligereza, no hemos escuchado la voz del Señor. Cada uno de nosotros, según el capricho de su perverso corazón, hemos ido a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor, nuestro Dios". Nuestra libertad profunda no se ejerce de veras más que en los límites de nuestra conciencia real. Nuestra responsabilidad recae en lo que «sabemos». Y Jesús pudo decir de sus verdugos: «perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen». Efectivamente, nuestra ligereza y nuestra inconsciencia nos inducen a satisfacer «nuestros propios caprichos» en lugar de cumplir «la Voluntad de Dios» porque Dios sólo quiere nuestro bien más profundo.

-"Por esto, como sucede en este día, se nos han pegado los males". El pensamiento judío, como también el pensamiento popular de muchos pueblos, piensa que hay una relación entre el pecado y la desgracia. Es la tesis de la «retribución»: ¡cosecha lo que ha sembrado! Cristo ha superado netamente ese punto de vista demasiado estrecho, -defendiendo de toda acusación al ciego de nacimiento- (Juan 9,3).

Sigue siendo verdad que la felicidad consiste en seguir a Dios. Y todo aquello que nos desvía de su voluntad, nos aleja también de nuestro bien más profundo (Noel Quesson).

2. El salmista comienza con un lamento por las desgracias (pérdida del Templo, deportación) que causaron los gentiles, y pide la liberación… Hagamos nuestro el salmo y sus sentimientos: "¿hasta cuándo, Señor?, ¿vas a estar siempre enojado? Que tu compasión nos alcance pronto. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, líbranos y perdona nuestros pecados". Es una buena manera de afirmar que no estamos conformes ni con nuestra vida ni con la situación de la sociedad, si la vemos decadente, y que estamos dispuestos a luchar por su mejora.

Dios, por medio de Jesús, su Hijo, ha descubierto su brazo a la vista de nuestros enemigos y nos ha liberado de ellos. Dios escucha el clamor de sus pobres y está pronto a sus plegarias para librarlos de la muerte. Aún en medio de nuestras más grandes miserias, aún cuando hayamos vivido demasiado lejos del Señor, volvamos a Él nuestra mirada y nuestro corazón, pues el Señor es rico en misericordia y su bondad nunca se acaba. Retornemos a Él dispuestos a dejar que nos purifique de nuestras maldades y nos revista de su propio Hijo, de tal forma que no sólo participemos de sus bienes, sino que, bien calzados nuestros pies, vayamos a anunciar el Evangelio de la paz y de la misericordia que el Señor nos ha manifestado, y del cual quiere que participen los hombres de todos los lugares y tiempos.

3. Ayer, al final del "envío en misión", Jesús daba una última consigna: "Cuando no seáis recibidos, salid a las plazas y decid: -"Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos sabed: que ya llega el reino de Dios". En Galilea ha habido contrariedades, quedan recuerdos amargos. De paso por Samaria no les han querido hospedar. En Jerusalén habrá cosas aún peores. Hoy día también vemos dificultades. Tantas veces oímos: "yo creo en Cristo, pero en la Iglesia, no". Sería bueno que la Iglesia fuera siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como somos). Pero ha sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles, sino por hombres imperfectos. Jesús, nos hablas de que en el mundo hay trigo y cizaña hasta el final, pero también nos aseguras que el juicio, a su tiempo, dará la razón y la quitará (J. Aldazábal).

-""Yo os digo: El día del Juicio le será más llevadero a Sodoma que a ese pueblo"". Y estallan las maldiciones de los labios de Jesús: -""¡Ay de ti Corazoín, ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia cubiertas de sayal y sentadas en ceniza". Las ciudades de Corazoín, Betsaida y Cafarnaun, al nordeste del Lago de Tiberíades, delimitan el triángulo, el "sector" en el que más trabajó Jesús. Esas ciudades recibieron mucho... Serían ricas de grandes riquezas espirituales si hubiesen querido escuchar. Si se las compara a las ciudades paganas de Sodoma, Tiro y Sidón, éstas son unas "pobres" ciudades que no han tenido la suerte de oír el evangelio: pues bien, una vez más, Jesús se queda con éstas, prefiere las pobres. Esas amenazas hay que escucharlas en nuestros días. Las "riquezas espirituales", de ningún modo constituyen una seguridad: cuanto más abundantes son las gracias recibidas, tanto más hay que hacerlas fructificar.

-"Por eso, en el Juicio, habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras." Es difícil ver el juicio de Dios, y muchas veces lo suplantamos con falsas seguridades…

-"Y tú Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? No, te hundirás en el abismo". Cafarnaún es donde Simón Pedro tenía su casa y su oficio. Es la ciudad más nombrada en el evangelio -dieciséis veces-. Jesús hizo en ella numerosos milagros… pero no aceptaron la Palabra…

-"Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí". Esas palabras nos hacen ver que la tarea apostólica o misionera es una participación a la misión misma de Jesús. Dios necesita de los hombres. Hay hombres por los cuales habla Dios... ¿Con qué amor, con qué atención estoy delante de los "enviados" de Dios? Y en principio, acepto yo que Dios me envíe otros hombres, hermanos débiles como yo, pero con el peso de esta responsabilidad? (Noel Quesson).

Hay un sentimiento de tristeza en el corazón del Señor, al ver que esos sitios queridos piensan que se encumbran, cuando en realidad se hunden. Pienso que nos puede pasar en el "Estado de bienestar" que provoca crisis económicas, por culpa de una suma de egoísmos de las personas que llevan los centros neurálgicos de la banca, bolsa, comercio… parece que prosperan esas culturas, cuando en realidad se están hundiendo.

«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con la que concluye el Evangelio son una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre inacabado  (Jordi Sotorra). San Máximo nos dirá: «No hay nada más agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento».

El Catecismo nos explica esta penitencia que reclama el Señor: "La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (1431)".

Pidamos a la Virgen por este mundo nuestro que continúa dominado por tantos egoísmos y tantos males provocados, incluso, por personas que se confiesan cristianas. Que no nos quedemos con la profesión de fe hecha con los labios, por mera costumbre o tradición familiar, mientras nuestro corazón está lejos del Señor. Que sepamos sustentar en la oración y la caridad nuestra vida de seguidores de Jesús, y la alegría desbordante se comunicará en esa misión apostólica a nuestro alrededor.

 

Llucià Pou Sabaté

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