Martes de la semana 4 de Pascua
Lucha paciente contra los defectos
«Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Les respondió Jesús: Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.» (Juan 10, 22-30)
I. No podemos nunca “conformarnos” con deficiencias y flaquezas que nos separan de Dios y de los demás, excusándonos en que forman parte de nuestra manera de ser, en que ya hemos intentado combatirlos otras veces sin resultados positivos. La Cuaresma nos mueve precisamente a mejorar en nuestras disposiciones interiores mediante la conversión del corazón a Dios y las obras de penitencia que preparan nuestra alma para recibir las gracias que el Señor quiere darnos. El Señor siempre está dispuesto a ayudarnos, sólo nos pide nuestra perseverancia para luchar y recomenzar cuantas veces sea necesario, sabiendo que en la lucha está el amor. Nuestro amor a Cristo se manifestará en el esfuerzo por arrancar el defecto dominante o alcanzar aquella virtud que se presenta difícil adquirir, y en la paciencia que hemos de tener en la lucha interior.I. No podemos nunca “conformarnos” con deficiencias y flaquezas que nos separan de Dios y de los demás, excusándonos en que forman parte de nuestra manera de ser, en que ya hemos intentado combatirlos otras veces sin resultados positivos. La Cuaresma nos mueve precisamente a mejorar en nuestras disposiciones interiores mediante la conversión del corazón a Dios y las obras de penitencia que preparan nuestra alma para recibir las gracias que el Señor quiere darnos. El Señor siempre está dispuesto a ayudarnos, sólo nos pide nuestra perseverancia para luchar y recomenzar cuantas veces sea necesario, sabiendo que en la lucha está el amor. Nuestro amor a Cristo se manifestará en el esfuerzo por arrancar el defecto dominante o alcanzar aquella virtud que se presenta difícil adquirir, y en la paciencia que hemos de tener en la lucha interior.
II. Es necesario saber esperar y luchar con paciente perseverancia, convencidos de que con nuestro interés agradamos a Dios. La adquisición de una virtud no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con la continuidad en la lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana, ayudados por la gracia. El alma de la constancia es el amor; sólo por amor se puede ser paciente (SANTO TOMÁS, Suma Teológica) y luchar, sin aceptar los defectos y los fallos como algo inevitable. En nuestro caminar hacia el Señor sufriremos derrotas; muchas de ellas no tendrán importancia; otras sí, pero el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más a Dios. Este dolor es el pesar de no estar devolviendo tanto amor como el Señor se merece, el dolor de estar devolviendo mal por bien a quien tanto nos quiere.
III. Además de ser pacientes con nosotros mismos hemos de serlo con quienes tratamos con más frecuencia, sobre todo si tenemos obligación de ayudarles en su formación, o una enfermedad. Hemos de contar con los defectos de quienes nos rodean. La comprensión y fortaleza nos ayudarán a tener calma, sin dejar de corregir cuando sea oportuno y en el momento indicado. La impaciencia hace difícil la convivencia, y también vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. Debemos ser especialmente constantes y pacientes en el apostolado. Las personas necesitan tiempo y Dios tiene paciencia: en todo momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con nosotros ha tenido esta paciencia sin límites. Pidamos a Nuestra Madre paciencia para nosotros mismos y para los que nos rodean.
II. Es necesario saber esperar y luchar con paciente perseverancia, convencidos de que con nuestro interés agradamos a Dios. La adquisición de una virtud no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con la continuidad en la lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana, ayudados por la gracia. El alma de la constancia es el amor; sólo por amor se puede ser paciente (SANTO TOMÁS, Suma Teológica) y luchar, sin aceptar los defectos y los fallos como algo inevitable. En nuestro caminar hacia el Señor sufriremos derrotas; muchas de ellas no tendrán importancia; otras sí, pero el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más a Dios. Este dolor es el pesar de no estar devolviendo tanto amor como el Señor se merece, el dolor de estar devolviendo mal por bien a quien tanto nos quiere.
III. Además de ser pacientes con nosotros mismos hemos de serlo con quienes tratamos con más frecuencia, sobre todo si tenemos obligación de ayudarles en su formación, o una enfermedad. Hemos de contar con los defectos de quienes nos rodean. La comprensión y fortaleza nos ayudarán a tener calma, sin dejar de corregir cuando sea oportuno y en el momento indicado. La impaciencia hace difícil la convivencia, y también vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. Debemos ser especialmente constantes y pacientes en el apostolado. Las personas necesitan tiempo y Dios tiene paciencia: en todo momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con nosotros ha tenido esta paciencia sin límites. Pidamos a Nuestra Madre paciencia para nosotros mismos y para los que nos rodean.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir
Nacido en 1577, en Sigmaringen, Prusia, pueblo del cual su padre Johannes Rey fue burgomaestre; falleció en Sevis, el 24 de Abril de 1622. Por el lado paterno, sus antepasados eran de origen flamenco. Realizó sus estudios en la Universidad de Freiburg en Breisgau, y en1604 se convirtió en tutor de Wilhelm von Stotzingen, con quién viajo por Francia e Italia. En el proceso de canonización de Fidel, Wilhelm von Stotzingen proveyó de testigos de las severas mortificaciones que su tutor practicaba durante estos viajes.
En 1611 regresó a Freiburg para realizar su doctorado en leyes canónicas y civiles, y de inmediato inició la práctica como abogado. Pero era tal la corrupción en las cortes que lo hizo que lo hizo abandonar dicha profesión e ingresar a la Iglesia. Fue ordenado sacerdote al año siguiente, e inmediatamente después fue admitido en la Orden de los Frailes Menores de la Reforma Capuchina en Freiburg, adoptando el nombre de Fidel. Ha dejado un recuerdo interesante de su noviciado y de su desarrollo espiritual de la época en un libro de ejercicios espirituales que escribió él mismo. Dicha obra fue reeditada por el Padre Michael Hetzenauer, O.F.M. Cap., y publicada de nuevo en 1893 en Stuttgart bajo el título: "S. Fidelis a Sigmaringen exercitia seraphicae devotionis". De su noviciado se le envió a Constancia para terminar sus estudios de teología a cargo del Padre Juan Bautista, un fraile Polaco de gran reputación en la enseñanza y en la santidad. Al concluir los estudios teológicos, Fidel fue designado primer guardián de la comunidad en Rheinfelden, y después en Freiburg y Feldkirch. Como predicador, su celo ardiente le otorgó una gran reputación.
Desde el inicio de su carrera apostólica, fue incansable en sus esfuerzos de convertir a los herejes y no se restringió en sus esfuerzos desde el púlpito, sino también mediante la pluma. Escribió muchos panfletos en contra del Calvinismo y el Zwinglianismo aunque nunca autografió dichos escritos con su nombre. Desafortunadamente estas publicaciones desaparecieron hace mucho tiempo. Fidel seguía siendo guardián de la comunidad de Feldkirch cuando en 1621 fue designado para llevar a cabo una misión en el país de los Grisones con el propósito de devolver a este distrito a la Fe Católica. Sus habitantes, casi todos se habían convertido al Calvinismo, debido en parte a la ignorancia de los sacerdotes y su falta de celo apostólico. En 1614 El Obispo de Coire había solicitado a los Capuchinos que realizaran misiones entre los herejes de su diócesis, pero no fue sino hasta 1621 que el prefecto de la orden pudo enviar a los frailes. En ese año el Padre Ignacio de Sergamo fue comisionado, junto con otros frailes, a ponerse a disposición de este Obispo para el trabajo misionero, y una comisión similar fue asignada a Fidel quién, sin embargo, aun permanecía como guardián de Feldkirche. Antes de partir a dicha misión, fue designado, por la autoridad del nuncio papal a reformar el monasterio Benedictino en Pfafers.
Inició sus nuevas tareas con el verdadero espíritu apostólico. Desde que ingresó a la orden había orado constantemente, según una confesión a un compañero fraile, se le concedieran dos favores: uno, nunca caer en pecado mortal; el otro, morir por la Fe. Con este Espíritu, se puso en camino, listo para entregar su vida predicando la Fe. Llevó consigo su crucifijo, la Biblia, un Breviario, y el libro con la regla se su orden; respecto a lo demás, se fue en completa pobreza, confiando a la Divina Providencia su sustento diario. Arribó a Mayenfeld a tiempo para el Adviento e inmediatamente inició predicando y catequizando; con frecuencia predicando en diferentes lugares en el mismo día. Su llegada levantó una fuerte oposición y frecuentemente fue amenazado e insultado. No solo predicó en las iglesias Católicas y en las calles públicas, sino ocasionalmente en los lugares de reunión de los herejes. En zizers uno de los principales centros de su actividad, sostuvo conferencias con los magistrados y los principales dirigentes del pueblo, a menudo hasta altas horas de la noche. Esto resultó en la conversión de Rudolph de Salis, el hombre más influyente del pueblo, cuya retractación pública fue seguida por muchas conversiones.
Durante el invierno, Fidel trabajó infatigablemente y con tal éxito que los predicadores herejes se alarmaron seriamente y se dieron a la tarea de calumniarlo entre la gente diciendo que su misión era más política que religiosa y que venía a preparar el camino para la subyugación del país por los Austríacos. Durante la cuaresma de 1622 predicó con fervor especial. En la Pascua regresó a Feldkirch para asistir a un capítulo de la orden y atender algunos asuntos de su comunidad. Para esta época la Congregación de la Propaganda ya se había establecido en Roma, y Fidel fue constituido formalmente por la Congregación, superior de la misión de los Grisones. Tuvo, sin embargo, el presentimiento que sus colaboradores serían martirizados en un tiempo muy corto. Predicando un sermón de despedida en Feldkirch, dijo mucho. Al regresar al país de los Grisones se encontró por doquier con la consigna: "¡Muerte a los Capuchinos!" El 24 de abril, estando en Grusch, se confesó y después celebró la Misa y predicó. Luego se encaminó a Sevis. Por el camino sus acompañantes percibieron que se veía particularmente animado. Una vez en Sevis entró a la iglesia y comenzó a predicar, pero fue interrumpido por un súbito tumulto tanto dentro como fuera de la iglesia.
Varios soldados Austríacos que cuidaban las puertas de la iglesia fueron asesinados y Fidel mismo fue golpeado. Un Calvinista presente ofreció llevarlo a un lugar seguro. Fidel le agradeció a aquel hombre, pero le dijo que su vida estaba en manos de Dios. Fuera de la iglesia fue rodeado por una multitud guiada por los predicadores que le ofrecieron salvar su vida si a cambio cometía apostasía. Fidel respondió: "Vine a extirpar la herejía, no a abrazarla", después de lo cual fue derribado a golpes. Fue el primer mártir de la Congregación de la Propaganda. Su cuerpo fue llevado después a Feldkirch y enterrado en la iglesia de su orden, excepto su cabeza y el brazo izquierdo, que fueron colocados en la catedral de Coire. Fue beatificado en 1729, y canonizado en 1745. A San Fidel se le representa en los iconos artísticos con un crucifijo y una herida en su cabeza; su emblema es un mazo. Su festividad de celebra el 24 de abril.
PADRE CUTHBERT
Transcrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Félix Carrera Franco
En 1611 regresó a Freiburg para realizar su doctorado en leyes canónicas y civiles, y de inmediato inició la práctica como abogado. Pero era tal la corrupción en las cortes que lo hizo que lo hizo abandonar dicha profesión e ingresar a la Iglesia. Fue ordenado sacerdote al año siguiente, e inmediatamente después fue admitido en la Orden de los Frailes Menores de la Reforma Capuchina en Freiburg, adoptando el nombre de Fidel. Ha dejado un recuerdo interesante de su noviciado y de su desarrollo espiritual de la época en un libro de ejercicios espirituales que escribió él mismo. Dicha obra fue reeditada por el Padre Michael Hetzenauer, O.F.M. Cap., y publicada de nuevo en 1893 en Stuttgart bajo el título: "S. Fidelis a Sigmaringen exercitia seraphicae devotionis". De su noviciado se le envió a Constancia para terminar sus estudios de teología a cargo del Padre Juan Bautista, un fraile Polaco de gran reputación en la enseñanza y en la santidad. Al concluir los estudios teológicos, Fidel fue designado primer guardián de la comunidad en Rheinfelden, y después en Freiburg y Feldkirch. Como predicador, su celo ardiente le otorgó una gran reputación.
Desde el inicio de su carrera apostólica, fue incansable en sus esfuerzos de convertir a los herejes y no se restringió en sus esfuerzos desde el púlpito, sino también mediante la pluma. Escribió muchos panfletos en contra del Calvinismo y el Zwinglianismo aunque nunca autografió dichos escritos con su nombre. Desafortunadamente estas publicaciones desaparecieron hace mucho tiempo. Fidel seguía siendo guardián de la comunidad de Feldkirch cuando en 1621 fue designado para llevar a cabo una misión en el país de los Grisones con el propósito de devolver a este distrito a la Fe Católica. Sus habitantes, casi todos se habían convertido al Calvinismo, debido en parte a la ignorancia de los sacerdotes y su falta de celo apostólico. En 1614 El Obispo de Coire había solicitado a los Capuchinos que realizaran misiones entre los herejes de su diócesis, pero no fue sino hasta 1621 que el prefecto de la orden pudo enviar a los frailes. En ese año el Padre Ignacio de Sergamo fue comisionado, junto con otros frailes, a ponerse a disposición de este Obispo para el trabajo misionero, y una comisión similar fue asignada a Fidel quién, sin embargo, aun permanecía como guardián de Feldkirche. Antes de partir a dicha misión, fue designado, por la autoridad del nuncio papal a reformar el monasterio Benedictino en Pfafers.
Inició sus nuevas tareas con el verdadero espíritu apostólico. Desde que ingresó a la orden había orado constantemente, según una confesión a un compañero fraile, se le concedieran dos favores: uno, nunca caer en pecado mortal; el otro, morir por la Fe. Con este Espíritu, se puso en camino, listo para entregar su vida predicando la Fe. Llevó consigo su crucifijo, la Biblia, un Breviario, y el libro con la regla se su orden; respecto a lo demás, se fue en completa pobreza, confiando a la Divina Providencia su sustento diario. Arribó a Mayenfeld a tiempo para el Adviento e inmediatamente inició predicando y catequizando; con frecuencia predicando en diferentes lugares en el mismo día. Su llegada levantó una fuerte oposición y frecuentemente fue amenazado e insultado. No solo predicó en las iglesias Católicas y en las calles públicas, sino ocasionalmente en los lugares de reunión de los herejes. En zizers uno de los principales centros de su actividad, sostuvo conferencias con los magistrados y los principales dirigentes del pueblo, a menudo hasta altas horas de la noche. Esto resultó en la conversión de Rudolph de Salis, el hombre más influyente del pueblo, cuya retractación pública fue seguida por muchas conversiones.
Durante el invierno, Fidel trabajó infatigablemente y con tal éxito que los predicadores herejes se alarmaron seriamente y se dieron a la tarea de calumniarlo entre la gente diciendo que su misión era más política que religiosa y que venía a preparar el camino para la subyugación del país por los Austríacos. Durante la cuaresma de 1622 predicó con fervor especial. En la Pascua regresó a Feldkirch para asistir a un capítulo de la orden y atender algunos asuntos de su comunidad. Para esta época la Congregación de la Propaganda ya se había establecido en Roma, y Fidel fue constituido formalmente por la Congregación, superior de la misión de los Grisones. Tuvo, sin embargo, el presentimiento que sus colaboradores serían martirizados en un tiempo muy corto. Predicando un sermón de despedida en Feldkirch, dijo mucho. Al regresar al país de los Grisones se encontró por doquier con la consigna: "¡Muerte a los Capuchinos!" El 24 de abril, estando en Grusch, se confesó y después celebró la Misa y predicó. Luego se encaminó a Sevis. Por el camino sus acompañantes percibieron que se veía particularmente animado. Una vez en Sevis entró a la iglesia y comenzó a predicar, pero fue interrumpido por un súbito tumulto tanto dentro como fuera de la iglesia.
Varios soldados Austríacos que cuidaban las puertas de la iglesia fueron asesinados y Fidel mismo fue golpeado. Un Calvinista presente ofreció llevarlo a un lugar seguro. Fidel le agradeció a aquel hombre, pero le dijo que su vida estaba en manos de Dios. Fuera de la iglesia fue rodeado por una multitud guiada por los predicadores que le ofrecieron salvar su vida si a cambio cometía apostasía. Fidel respondió: "Vine a extirpar la herejía, no a abrazarla", después de lo cual fue derribado a golpes. Fue el primer mártir de la Congregación de la Propaganda. Su cuerpo fue llevado después a Feldkirch y enterrado en la iglesia de su orden, excepto su cabeza y el brazo izquierdo, que fueron colocados en la catedral de Coire. Fue beatificado en 1729, y canonizado en 1745. A San Fidel se le representa en los iconos artísticos con un crucifijo y una herida en su cabeza; su emblema es un mazo. Su festividad de celebra el 24 de abril.
PADRE CUTHBERT
Transcrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Félix Carrera Franco
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