Martes
de la 17ª semana de Tiempo Ordinario (impar): en el mundo habrá siempre mal,
pecado, pero la misericordia de Dios es más fuerte que el mal, incluso más
poderosa que la misma justicia es la ternura divina
“En aquel tiempo, Jesús dejó a la
gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decide: -«Acláranos la
parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó: -«El que siembra la buena
semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los
ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que
la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los
ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del
tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a
todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será
el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol
en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga» (Mateo 13,36-43).
1. –“Después
de haber hablado en parábolas, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los
discípulos se le acercaron a pedirle: "Acláranos...” ¿Soy yo de los
que buscan más, o de los que se contentan con el mínimo? Señor, explícanos...
Señor, háblanos...
-"El
que siembra la buena semilla, es el Hijo del hombre." Jesús, eres el
sembrador de buena semilla, que pasas "haciendo el bien"... sólo el
bien, nada malo. ¿Y yo?
–“El campo
es el mundo”. Visión realista. Jesús, siembras en el mundo actual... en
este mismo momento.
–“La buena
semilla, son los hijos del reino”. Fórmula sorprendente. ¡Lo que siembras,
Señor, en este momento, en el mundo es "nosotros"! ¡Hijos del reino!
Responsabilidad inaudita que sobrepasa infinitamente nuestros medios humanos.
Yo soy una "simiente" tuya. Me has sembrado en algún sitio para que
sea, allí, fuente de vida.
-“La cizaña
son los hijos del maligno”. El enemigo que la siembra es el diablo El
hombre tiene un amigo: Dios. Pero tiene también un enemigo: el diablo. La vida
humana no es anodina, inofensiva, cándida, indiferente, ni buena ni mala...
como algunos intentan hacernos creer. ¡Los actos humanos no son incoloros,
inodoros y sin sabor! Algunos actos son "destructores" del hombre,
enemigos del hombre. Algunos actos son "constructores" del hombre,
amigos del hombre...
-“La cosecha
es el fin del mundo”. Tu mirada, Jesús va de entrada, y como
espontáneamente, a este fin... Ves lejos... ¡Miras el término, el objetivo! ¡La
obra terminada! la cosecha que se está preparando. Mi mirada ¿es quizá, demasiado
limitada? ¿No está bloqueada por lo inmediato, no desea resultados rápidos? Me
detengo a soñar en la cosecha. Espero. Quiero trabajar con paciencia, para
hacerla madurar.
-“Los
segadores son los ángeles”. Hijo del hombre, enviarás a sus ángeles que
escardarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al
horno encendido. Con imágenes de su cultura, nos cuentas ese misterio de
justicia final… Estos días estoy por Baeza, y en la que fue cárcel y ahora
ayuntamiento, hay una inscripción: "In medio justitiae misericordiae
recordaberis: misericordia superexaltat juditium", que traducen como
“conciliarás la justicia con la misericordia: la misericordia enaltece el
juicio”. En realidad, textualmente dice “en el medio de la justicia recordarás
la misericordia”. Y es la gran verdad: si la justicia no tiene misericordia, no
es tal…
-“Entonces
los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. Lo mismo que el
fuego, usas la imagen del "sol". En esos meses de verano los hombres
se sienten ávidos de sol. Quiero estar "en el reino de mi Padre" Dios.
Ser amado sin fin, mimado sin fin, viviente sin fin (Noel Quesson).
Jesús, tú mismo nos explicas así la parábola que
leíamos el sábado, la de la cizaña que crece junto al trigo en el campo: Dios siembra buena semilla, el trigo. Pero
hay alguien -el maligno, el diablo- que siembra de noche la cizaña. A los
discípulos, siempre dispuestos a cortar por lo sano, les dices que eso se hará
a la hora de la siega, al final de los tiempos, cuando tenga lugar el juicio y
la separación entre el trigo y la cizaña. Entonces sí, los «corruptores y
malvados» serán objeto de juicio y de condena, mientras que «los justos
brillarán como el sol en el Reino de su Padre».
De nuevo se nos recuerda que el juicio no nos corresponde a nosotros. Le pertenece a Dios y lo
hará al final. Mientras tanto, el bien y
el mal coexisten en nuestro campo. Parece la defensa de una comunidad que
no sólo tiene «santos» y «perfectos», sino también personas pecadoras y
débiles. Nuestra comunidad no debe ser elitista, con entrada exclusiva para los
perfectos (naturalmente, según la concepción maniquea que solemos tener,
nosotros seríamos los «perfectos» y los «justos»). Sino que en la Iglesia, como en el campo de la
parábola, hay trigo y cizaña. Y en la red, peces buenos y malos, como nos
dirás, Jesús, pasado mañana. Si tú, Señor, eres tolerante, veo que también yo
he de tener paciencia. Saber esperar, respetando la libertad de las personas y
el ritmo de los tiempos. Dios sigue creyendo
en el hombre, a pesar de todo. Eso sí, tenemos que discernir el bien y el mal
-no todo es trigo- y luchar para que triunfen el bien y los valores que ha
sembrado Jesús, y seguir rezando «venga
a nosotros tu Reino» y «líbranos del mal (o del maligno)». Me cuesta ser
paciente, porque es fácil ser violento con los que obran el mal. Cuesta evitar medidas
drásticas ni coactivas. Con la fuerza de una semilla que se abre paso y de un
fermento que llegará a transformar la masa, según las dos parábolas de ayer.
Conscientes de que el juicio -«arrancar la cizaña»- pertenece a los tiempos
últimos y no nos toca a nosotros (J. Aldazábal).
Repetimos convencidos: ¡Por ahí no paso! ¡Eso no
puede ser! Y si sucede lo que no queremos que suceda, entonces nos hundimos en
la desesperación y decimos: ¡No hay remedio! Dios, sin embargo, tiene una
paciencia que le llega hasta el final de los tiempos. Hasta entonces, estará
esperando, paciente y misericordiosamente, que suceda lo que a nuestros ojos
resulta absolutamente imposible: que la cizaña se convierta en trigo. Como el
dueño del campo espera el tiempo de la cosecha para arrancar la cizaña. Tendríamos
que aprender mucho de esa paciencia de Dios. Va intrínsecamente unida con su
ilimitada capacidad para perdonar, para acoger, para amar, para recrear lo que
el mismo hombre ha destrozado. E intentar aplicarla a la vida de nuestra
nación, de nuestra comunidad, o de nuestra familia, lugares donde las venganzas
y los rencores son a veces para siempre (Servicio Bíblico Latinoamericano).
Decía Benedicto XVI que el mundo se pierde por la impaciencia de los hombres, y se salva por la
paciencia de Dios. Ayúdame, Señor, a participar de esa fortaleza de tu corazón,
de resistir ímpetus, ¡de tener paciencia!
2. –“En el
desierto del Sinaí, Moisés tomó la tienda y la plantó para él a cierta
distancia del campamento. La llamó "Tienda del Encuentro". De modo
que todos los que tenían que consultar al Señor, salían hacia la Tienda del
Encuentro”. El hombre necesita silencio y soledad para encontrar a Dios.
¿Sé también aislarme alguna vez? “En
cuanto entraba Moisés en la Tienda, bajaba la columna de nube y se detenía a la
puerta de la Tienda, mientras el Señor hablaba con Moisés cara a cara, como
habla un hombre con otro hombre”. Moisés era un hombre de oración, el
«confidente de Dios», en cuya intimidad vivía como un amigo con su amigo. Así
Moisés no es solamente el jefe, el hombre de acción que hemos visto
comprometido al servicio de los hombres... es también el «místico» que alimenta
su compromiso en la contemplación. Después de esto, se comprende que Moisés
pueda hacer tan íntimamente suyos los puntos de vista de Dios, y sus
comportamientos de amor salvador.
-“Moisés
invocó el nombre del Señor. El Señor pasó ante él y proclamó: “Yo soy el Señor
tu Dios tierno y misericordioso, lento en la ira, lleno de amor y de
fidelidad...”” Es la historia de la fidelidad de Dios, de su misericordia…
el Amor divino es misericordioso. Así se manifiesta a Moisés: "Dios de ternura y de gracia, lento a la ira
y rico en misericordia y fidelidad" (Ex 34,6). Es en esta revelación
central donde el pueblo elegido y cada uno de sus miembros encontrarán, después
de toda culpa, la fuerza y la razón para dirigirse al Señor con el fin de
recordarle lo que Él había revelado de sí mismo y para implorar su perdón.
La misericordia se contrapone en cierto sentido a
la justicia divina y se revela en multitud de casos no sólo más poderosa, sino
también más profunda que ella. Ya el Antiguo Testamento enseña que, si bien la
justicia es auténtica virtud en el hombre y, en Dios, significa la perfección
trascendente, sin embargo el amor es más "grande" que ella: es
superior en el sentido de que es primario y fundamental. El amor, por así
decirlo, condiciona a la justicia y en definitiva la justicia es servidora de
la caridad. La primacía y la superioridad del amor respecto a la justicia se
manifiestan precisamente a través de la misericordia: "Con amor eterno te amé, por eso te he
mantenido mi favor". "Aunque se retiren los montes..., no se apartará
de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará"” (Juan Pablo II, Dives
in misericordia 4).
«En verdad
es un pueblo de dura cerviz; pero Tú perdonarás nuestras faltas y nuestros
pecados y Tú harás de nosotros un pueblo, herencia tuya”. Admirable oración
de Moisés. Con él ruego por el mundo de HOY.
-“Y escribió
en las tablas el texto de la Alianza, los diez mandamientos”. Los escribió
por segunda vez. Da una nueva oportunidad a ese pueblo (Noel Quesson).
3. Moisés, el mediador, habla con Dios «cara a
cara». En la Eucaristía tenemos una gran cercanía con «Dios-con-nosotros», y
podemos rezar: «que mi Señor vaya con
nosotros... tómanos como heredad tuya»: «el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia: no está siempre acusando...». Es un salmo de acción de gracias
porque después del pecado Dios devuelve la salud y libra de la muerte, y así
avanza la oración manifestando sentimientos íntimos de gran altura, de amor, de
bendición: la bondad y la misericordia de Dios se manifiestan como salvación
–justicia- de los oprimidos. El recuerdo de lo que el Señor ha hecho por el
pueblo a lo largo de la historia concluye con la afirmación de la inmensidad de
su misericordia, la de un padre lleno de ternura hacia sus hijos.
Llucià Pou Sabaté
No hay comentarios:
Publicar un comentario