Domingo de la semana 33 de tiempo ordinario; ciclo B
San Miguel salva a Israel, y anuncia que Jesús con su sacrificio nos salvará de una vez para siempre, y nos reunirá.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre»” (Marcos 13,24-32).
1. En el Evangelio, Jesús habla del fin del mundo: “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”; y para cuando se acabe todo hay que tener la maleta hecha, estar preparados, haber dado fruto: “Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. Y como no sabemos cuándo será el examen de la vida, hemos de llevar las asignaturas al día, sobre todo la del amor. Ya no habrá más cosas desagradables, será todo precioso entonces, como una fiesta continua con los mejores deportes, las mejores músicas y canciones y bailes, los mejores amigos y por supuesto nuestra familia, todas las diversiones y paisajes con montañas y valles, ríos y mares, islas y playas, aves y peces y nuestros animales preferidos, y los salvajes, que podremos jugar con ellos, todo lleno de olores y colores y sabores y con las mejores comidas y pasteles y helados, etc. Y allá se podrá practicar desde el esquí al submarinismo, básquet y fútbol con los mejores jugadores de la historia, pero lo mejor será estar con el Señor, y con la Virgen y los santos junto al Padre en el Espíritu Santo. ¡Vale la pena luchar por ello, ánimo!
2. El libro de Daniel dice que Miguel arcángel salvará al pueblo de Israel y “todos los inscritos en el libro… despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”. O sea que irán al cielo, nos habla de la resurrección de los muertos. Hace poco he leído el chiste de uno que llama preguntando por alguien: “¿está fulanito?” y responden al otro lado: “-no, pero vendrá”. Insiste: –“¿Cuándo? ¿Tardará mucho en ir?” –“no sé, pero vendrá”, le dicen. Y algo curioso, quiere aclarar cómo sabe que irá si no lo conoce: “-oiga, ¿cómo está usted tan seguro?, ¿con quién hablo?” Y le responden: –“Con el cementerio…”
En la Misa de hoy nos dice Jesús: “yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción”, de manera que si alguna cosa nos quita la paz, no es de Dios, hemos de quitarla de la cabeza como si fuera una idea del demonio, porque Jesús es Príncipe de la Paz, y hemos de pensar las cosas –también las decisiones difíciles- de manera que nos den paz, pensamientos de paz, de resurrección… de cielo, que vale la pena. En la práctica, eso se hace pensando de manera positiva y constructiva, sin olvidar que lo mejor está por venir, sin dejarse ganar la batalla de la esperanza, que tanto fastidia al demonio, y por eso nos quiere hacer perder la paz… Daniel, en tiempos difíciles, les anima a sus compañeros con esa esperanza, la gloria especial que Dios les tiene reservada, para que les anime ante la persecución que sufren.
Con el Salmo pido a Dios: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”, con la esperanza de que el Señor es mi seguridad, “mi heredad” y mi suerte, yo “tengo siempre presente al Señor, con Él… no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas”, porque nos guía hasta el cielo: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua” a tu lado. No nos da una herencia de unos millones, Dios mismo y su Reino es nuestra herencia, la lotería que nos toca: ¡estamos de suerte, porque nos ama tanto, más que todas las madres y las abuelas del mundo juntas! Y ya es decir, eh? Por eso queremos llevar el amor de Dios en nuestro corazón, seguir las pistas que nos da y decirle a Jesús que sea nuestro "camino": "Me enseñarás el camino de la vida" que lleva al "gozo pleno en la presencia" divina, a "la alegría perpetua" junto al Señor hasta más allá de la muerte, en la vida eterna, para siempre… "mi fiesta".
Mientras, vamos a seguir su mandato: "Tomad y bebed". Sí, nuestra suerte es maravillosa, nuestra parte la más bella... y sin cesar nos reunimos para dar "gracias". Esto es la Eucaristía. Tenemos ya la presencia de Dios, la prenda de felicidad... ¿Escuchamos a Jesús que pronuncia estas palabras ardientes? Nos preguntamos a veces lo que Jesús podría decir durante las largas noches que pasaba en oración y ¿hacemos oración? "Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros". "Estoy a la puerta y llamo... si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". No es por mera casualidad que Jesús tomara como signo de su presencia ¡"una comida", a la cual nos invita!... La certeza de que Dios está con nosotros, Emmanuel. Podemos mantener con Él una conversación continua, día y noche: meditación-conversación- oración... nos prepara para el cielo. Señor, que te busque, que Tú seas mi único amor absoluto: los demás, contigo (porque quien busca el amor total en otros, se defrauda en los amigos, en los esposos, porque hay algo que sólo Dios da…).
3. La carta a los Hebreos nos dice que “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio… Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados”, y en la Misa se ofrece para nuestra salvación. Así como el Sacerdote entraba en el templo, Cristo ha entrado en un santuario eterno que es el cielo, su ascensión hasta el Padre y el sacrificio de Cristo abre a todos los hombres el acceso a los bienes espirituales, al cielo, en tanto que los sacrificios antiguos sólo eran símbolos: el sacrificio de Cristo es causa de una salvación eterna. Todo por su obediencia amorosa, que es aceptación y exaltación de la condición humana. Así, donde había el pecado, ahora hay más amor. El Señor nos introduce en la religión interior, fundada en la confianza de hijos y confianza, y no en el temor. No debemos, pues, preocuparnos de nuestros fallos y defectos, pues no importan, lo que importa es la victoria de Cristo sobre el pecado y nuestra buena voluntad en luchar, para que la victoria sea en todas sus consecuencias. Por ejemplo, no se trata tanto de hacer sacrificios para alcanzar el perdón, sino de perdonar para poder participar de la gracia del sacrificio de Cristo: “misericordia quiero, y no sacrificio”. Así también nosotros entramos en el templo, nuestra entrada ante Dios consiste en la «sinceridad y plenitud de fe..., la confesión de la esperanza..., la caridad y las buenas obras». Creyendo, esperando y amando: «Tenemos libertad para entrar en el santuario llevando la sangre de Cristo... Acerquémonos... por la fe, la esperanza y la caridad». Esto es lo que hemos de ofrecer. Esto es lo que hizo Cristo.
Llucià Pou Sabaté
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