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de septiembre, Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Son
espíritus enviados para cuidarnos. Jesús nos dice: “Veréis a los ángeles de
Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”
“En aquel tiempo, vio Jesús que
se acercaba Natanael y dijo de él: -«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en
quien no hay engaño.» Natanael le contesta: -«¿De qué me conoces?» Jesús le
responde: -«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi.» Natanael respondió: -«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres
el Rey de Israel.» Jesús le contestó: -«¿Por haberte dicho que te vi debajo de
la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: -«Yo os aseguro:
veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del
hombre» (Juan 1,47-51).
1. Gabriel, Rafael y Miguel son ángeles y
además símbolos de la comunicación entre Dios y los hombres. Comunicación que
en ti, Señor, se hace plena realidad. Tú anuncias a Natanael un tiempo en el
que el cielo quedará abierto y los ángeles, mensajeros de Dios, subir y bajar
del cielo a la tierra, como el sueño de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Este
sueño se hace realidad en ti, Señor, pues unes cielo y tierra con tu vida. Eres
tú, Jesús, el auténtico Enviado, “ángel” de Dios, te has convertido para
nosotros en la Scala Sancta (Escalera Santa) como nos dirigimos a Dios Padre en
el Canon de la misa: “Te pedimos
humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel [Jesús, el único que puede
hacer ese acto], para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición”.
Describes a Natanael como a modelo de
israelita. La mención de la higuera alude a Os 9, 10 (LXX): «Como racimo en el desierto encontré a
Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres». El profeta
describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel
elegido que ha conservado la fidelidad a Dios. Ahora, Jesús, renueva la
elección.
Nos hablas de los ángeles cuando te refieres
al fin del mundo (“Cuando el Hijo del
hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles”), aparecen con
ocasión de tu nacimiento (anunciándolo a los pastores de Belén); te sirvieron
en el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un
ángel te confortará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto a tu sepulcro
cuando resucitas; cuando vas a los cielos, animan a tus discípulos a la
extensión del Evangelio. En las prisiones de Pedro, lo liberan unos ángeles.
Los ángeles son criaturas espirituales que
glorifican a Dios sin cesar y que sirven a sus designios salvíficos con las
otras criaturas (Catecismo). Los ángeles cooperan en toda obra buena que
hacemos (santo Tomás de Aquino). La Iglesia venera a los ángeles que la ayudan
en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano. Los ángeles custodios
están junto cada uno para asistirnos en nuestro camino hasta la casa del Cielo.
2. La liturgia de hoy nos ofrece como posible
primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de
Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta
contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles
a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte
humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino
rebajándolo. El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra
entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial,
arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del
Cordero triunfador.
El himno de Laudes es bien expresivo:
“Miguel, Gabriel, Rafael. / ¡Oh espíritus señeros / arcángeles mensajeros de Dios, que estáis junto a él! / A vuestro
lado se sienten / alas de fiel
protección, / el incienso de oración y
el corazón obediente. / ‘¿Quién como Dios?’ / es la enseña; es el grito de
Miguel... / Gabriel trae la embajada..., /
al ‘Sí’ de la Virgen Madre... / Rafael /
nos encamina por la ruta
verdadera... // ¡Oh Dios!, Tú que nos
diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus
compañeros del cielo. Amén.
San Gregorio el Grande nos dice que esos
ángeles llevan las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones,
que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente,
“arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las
más grandes misiones (Jorge Mejía).
Miguel significa: “¿Quien como Dios?” La humildad es condición fundamental para ser
fieles. Serviam! La paz, consecuencia
de la lucha… Hubo una batalla en el cielo, y él encabezó la victoria. Pax in
bello. Hemos de tener moral de victoria (Ap 12,7 ss.). En algunas oraciones
litúrgicas le pedimos que nos proteja en el peligro (Defende nos in proelio…);
que proteja a la Iglesia de sus
enemigos y que los humille (ut inimímicos Sanctae Ecclesiae humiliare
digneris). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que
también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de
su victoria y la nuestra sobre el mal. Quizá las alas con que pintamos a los
ángeles proceden de descripciones simbólicas de los profetas Daniel, Ezequiel e
Isías.
En aquellos primeros momentos de la creación,
algún espíritu creado por Dios se reveló en un pecado consciente, y la
corrupción de lo mejor se convirtió en lo peor (corruptio optimi pessima).
Su castigo no permite una redención, pues no quiere ser redimido, permanece en
su odio, aunque sufra. Por ello odia a los hombres y trata de seducirlos. Su
presencia en la historia es importantísima, pero por contraste se hace más
luminosa la misericordia divina y la luminosa presencia de los ángeles
fieles, Miguel el primero. San Gregorio Magno dice que "siempre que se
debe realizar algo que requiere un poder extraordinario es enviado Miguel para
que quede claro que nadie es más fuerte que Dios." Hacen falta migueles:
fuertes, valientes, generosos en esa guerra de amor y de paz que es la vida. El
nombre del enviado Gabriel es Poder de Dios, Fortaleza de Dios, ya que
necesitamos fortaleza para decir que sí a lo que Dios nos dice por sus
emisarios.
Gabriel fue enviado para anunciar a María
Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de
nuestra redención (Lc 1).
Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo
defiende y lo aconseja, socorre a Sara de la que murieron los anteriores 7
maridos, cura finalmente al padre Tobit (Tob). Nos ayuda a buscar la vocación,
ayuda en el camino. Su nombre es “medicina de Dios”. Importa mucho no equivocar
la ruta. San Rafael es el guía especial de los que aún han de conocer lo que
Dios espera de ellos.
3. En el salmo rezamos: Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré
para ti, Señor. Con la inocencia de Natanael, la de los niños sencillos,
queremos cantarte, Señor, con todos los ángeles, como dice S. Bernardo: “A sus
ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Dad gracias al
Señor por su misericordia por las maravillas que hace con los hombres. Dad
gracias y decid entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos».
Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él?
Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para
con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso
le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres
celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los
espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes
nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.
”A sus
ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras
deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y
conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles,
devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están
presentes Junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte,
lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta
orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con
tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan
grandes.
”Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos
guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y
según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de
tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para
nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.
”En él, hermanos, amemos con verdadero afecto
a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma
herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a
nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya
hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores
de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos
distinguiéramos de los esclavos.
”Por lo demás, aunque somos menores de edad y
aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos
temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan
en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden
engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos?
Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la
sombra del Omnipotente”.
Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has
dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a
nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar
eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Entre muchos otros piropos, dedicamos a
nuestra Madre del Cielo el de Reina de los Ángeles. A Ella suplicamos
confiadamente que nos recuerde, siempre que sea preciso, que contamos para
nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de nuestro ángel.
Llucià Pou Sabaté
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