Jueves de la 3ª semana de Adviento. No se apartará de Judá el cetro, Genealogía de Jesucristo, hijo de David
Génesis 49,1-2.8-10. En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.»
Salmo 71,1-2.3-4ab.7-8.17. R .Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, el Gran Río al confín de la tierra. Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Evangelio según san Mateo 1,1-17: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Estón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquirn, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.
Comentario: 1.- Is 54,1-10 (ver 4ª lectura de la vigilia pascual). El poema que leemos hoy en Isaías está lleno de imágenes sorprendentes. Dios es el esposo siempre fiel. Israel, la esposa casquivana que ha sido infiel y ha tenido que vivir, en castigo, como esposa abandonada, estéril, llena de vergüenza. Ahora Dios la invita a volver a su amor. Si vuelve, el suyo ya no será un futuro sin esperanza: ya no será estéril, tendrá muchos hijos, y se verá obligada a ensanchar la tienda para que quepan todos en ella. Ya no pasará vergüenza como si siguiera siendo soltera o estéril o viuda. «El que te hizo te tomará por esposa». «Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor». «Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré, con misericordia eterna te quiero, dice el Señor». Es un lenguaje entrañable, que muestra los planes de salvación que Dios tiene para con su pueblo. Dios ofrece el perdón a Israel, le muestra su afecto, le invita a retornar a su vera.
Jesús en el evangelio se comparará a sí mismo con el novio. Su Reino será como el banquete de bodas del Novio, del Cordero, que es él mismo. El que estuvo en las bodas de Caná y convirtió el agua en el vino bueno de la alegría y del amor. El Esposo que se entregó en la cruz por su Esposa la Iglesia. Es una imagen valiente y hermosa, que se aplica en el A.T. a la relación de Dios con su Pueblo, y en el N.T. a la de Cristo con su Iglesia. Dios nos asegura su amor eterno: «aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor que te quiere». La iniciativa es de él. Él es el que ama primero. Habla de la restauración, canta la fecundidad de la nueva Jerusalén. Estéril durante el exilio, puesto que la ciudad había quedado desierta, Jerusalén tendrá hijos, de nuevo. ¡Hay que «gritar»... «gritar de júbilo», "romper en gritos de alegría", dice el Señor! Una vez más notemos esa invitación a una religión alegre; de ningún modo a una religión «fácil» o beata-ingenua, porque esas palabras van dirigidas a gente anonadada, humillada, a hombres que todo podría llevarles a la tristeza y la desesperación. La alegría, que Dios nos pide, ¿de dónde procede? -Tu esposo es tu Creador. La razón de la alegría, incluso en situaciones humanamente sin salida, es el "amor de Dios" por nosotros. Dios afirma que nos ha desposado. Ese tema de los esponsales será desarrollado en tres estrofas.-Como mujer abandonada y contristada de espíritu te llamó el Señor. ¿Es repudiada la mujer de la juventud? Dice el Señor... Los pecados de Jerusalén han sido considerados por Dios como un adulterio; y Dios fue obligado a dar una carta de repudio -el exilio-. Pero Dios no olvida a la que El ha seguido amando. Ni siguiera el pecado puede parar ese amor. Entonces... Dios anula la carta de repudio. -Por un momento te abandoné, pero con gran ternura te recogeré. En un arranque de furor te oculté mi rostro por un momento; pero en mi amor eterno, tengo piedad de ti. Dice el Señor... Hay que volver a leer despacio esas palabras de amor ardiente. ¡Solamente los más apasionados amores humanos pueden darnos una idea de los sentimientos de Dios por su pueblo, por nosotros, por todos los hombres! «Mi amor eterno...» «Mi amor eterno...» Cuando san Pablo repetirá a los esposos que «su amor es grande, porque es el signo -el sacramento- del amor de Cristo y de la Iglesia (Ef 5-32), no hará sino repetir esas palabras mismas de Dios. -¡Juro que no me irritaré más contra ti! ¡Que no te amenazaré! Aun cuando los montes se movieran y las colinas tambalearan, mi amor por ti no cambiará, mi alianza de paz no será alterada, ha declarado el Señor en su compasión por ti... Ciertamente, así me ama Dios. Es preciso callarse y escuchar esas declaraciones. Es preciso ser muy humilde, pequeño, porque no merecemos en absoluto ser amados hasta tal punto (Noel Quesson).
3.- Lc 7,24-30. De nuevo una alabanza del Bautista en labios de Jesús. Juan no es una caña agitada por el viento. No se doblega ni ante las presiones ni ante los halagos. Ha mostrado su reciedumbre hasta el testimonio de la muerte. No usa vestidos delicados ni lleva una vida de lujo. Da un ejemplo admirable de austeridad. Éste sí que puede ser un auténtico profeta, un mensajero de Dios que prepara los caminos de Cristo, como había anunciado el profeta Malaquías, a quien cita Jesús. Pero una vez más, Jesús tiene que quejarse de que a un profeta así le han escuchado la gente sencilla, los más pecadores, pero «los fariseos y los letrados, que no han aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos».
En este Adviento se repite la invitación de Dios, ahora a su Iglesia, o sea, a cada uno de nosotros. La invitación a volver más decididamente a su amor, como esposa fiel, dispuesta a abandonar sus distracciones extramatrimoniales. ¿Quién puede decir que no necesita esta llamada? ¿a quién no le crece más, a lo largo del año, «el hombre viejo» que el nuevo? ¿quién puede asegurar que no ha habido desvíos y olvidos en su vida de fe y en su fidelidad a Dios?
La figura del Bautista también nos interpela: ahí tenemos, según Cristo, el modelo de un seguidor recio y fiel de los planes de Dios. Comparados con él, ¿podemos asegurar que somos personas de carácter, que no obran siguiendo la moda, lo fácil, lo que halaga, lo que hacen todos? ¿que somos sinceros para con Dios, fieles a su amor? Esta pregunta nos la podemos hacer los sacerdotes y los religiosos, y cada uno de los fieles cristianos. Porque nuestra relación de amor y fidelidad con Dios puede conocer en cada caso episodios de ida y de vuelta, de pasos adelante y pasos atrás. Y el Adviento, y la próxima Navidad, es una ocasión para revisar nuestra vida y volver al amor primero.
Para que no se pueda decir de nosotros lo que Jesús, con pena, tuvo que decir de los fariseos: que frustraron los planes que Dios tenía sobre ellos. Si no aceptamos la venida de Cristo a nuestras vidas, es un «fracaso de Dios»: su programa de salvación para este año no se cumplirá, por culpa nuestra.
Además, de Juan debemos aprender la lección de su honradez de profeta y precursor: no se buscó a si mismo («él tiene que crecer, yo tengo que menguar»), no sintió ninguna clase de envidia ni celos por el éxito de Jesús entre sus discípulos. Nosotros ¿nos buscamos a nosotros, en nuestro trabajo apostólico? ¿nos alegramos del bien, sea quien sea quien lo hace? ¿o la paga que buscamos es el premio de las alabanzas humanas? (J. Aldazábal).
-Así que hubieron partido los enviados de Juan, Jesús se dirigió a la muchedumbre y les habló de Juan. El punto de partida de los sermones de Jesús solía ser algo actual. Vamos a tener aquí un ejemplo típico de su estilo. -"¿Qué salisteis a ver en el desierto?" ¿Siempre esta manera interrogativa, provocadora? Jesús va directamente a las motivaciones profundas, como decimos hoy. Quiere que las gentes tomen conciencia del sentido de sus gestiones. ¿Por qué haces esto? ¿Cuál es el sentido que tú das a tal actitud? Trato de oír a Jesús, que, hoy y a mí, me hace esta clase de preguntas. -¿Una caña sacudida por el viento? Lenguaje a base de imágenes, enigmático, que corresponde al modo de pensar de los pueblos de oriente. Lenguaje que, más que afirmar, sugiere. Juan Bautista ¿una caña que se dobla según el viento? ¡Vaya por Dios! ¿Un hombre que cambia de parecer y se pliega a todas las modas del día? Si está en la cárcel precisamente por su firmeza inflexible y por su valentía. Jesús no aparenta estimar mucho la debilidad de carácter. Señor, ayúdanos a ser flexibles y firmes, acogedores y exigentes a la vez. -O ¿algún hombre vestido con ropas delicadas? Esto tampoco parece ser muy del gusto de Jesús. A través de ese tono, algo polémico y mordaz oigo y entiendo el juicio de Jesús sobre la riqueza y el lujo. -Pero, ya sabéis que los que visten ropas preciosas y viven entre delicias, están en los palacios de los reyes. ¡Esto es duro! Y a la vez refleja bien el juicio habitual de las gentes sencillas, sobre ciertos modos de malgastar el dinero. Juan Bautista, por lo contrario, vestía una simple piel de camello y no comía sino langostas y miel silvestre, alimentos pobres del desierto. Manifiestamente Jesús admira a ese tipo de hombre, capaz de vivir muy sobriamente como un asceta. ¿Me lleva esto a reconsiderar tal o cual aspecto de mi vida? -En fin, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, ciertamente yo os lo aseguro, y aún más que un profeta: pues él es de quien está escrito: "Mira que yo envío delante de ti a mi mensajero, para que vaya preparándote el camino." Ser "el que prepara un camino" para otro (Malaquías 3, 1) Tarea eminente de los padres y de las madres, respecto a sus hijos. Tarea de los apóstoles. Tarea de todos aquellos que quieren que algo o alguien progrese. -Entre los hombres, ningún profeta es mayor que Juan Bautista, sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios, es mayor que él. Jesús es verdaderamente consciente de la novedad absoluta que El aporta. Una nueva era comienza. El tiempo del Antiguo Testamento ha terminado. Jesús, a la vez que rinde testimonio al valer de Juan Bautista pone de relieve que se ha quedado en el umbral del Nuevo Testamento: ¿comprendió Juan que Jesús sobrepasaba todas las esperas y todas las profecías? No nos vanagloriemos de ser más lúcidos que Juan: ya que muy a menudo reducimos a Jesús a nuestras cortas esperanzas (Noel Quesson).
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