viernes, 21 de septiembre de 2018

Sábado semana 24 de tiempo ordinario año par

Sábado de la semana 24 de tiempo ordinario; año par

La tierra buena
“En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: -«Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Entonces le preguntaron los discípulos: -«¿Qué significa esa parábola?» Él les respondió: -«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando» (Lucas 8,4-15).
I. Cristo continuamente extiende su reinado de paz y de amor en las almas, contando con la libertad y la personal correspondencia de cada uno. Dios se encuentra en las almas con situaciones tan diversas como distintos son los terrenos que reciben idéntica semilla. Como la semilla que no alcanza a dar fruto porque cae en tierra mala, hay almas que están endurecidas por la falta de arrepentimiento de sus pecados y por lo tanto no pueden recibir a Dios que las visita. El demonio encuentra en estas almas el terreno apropiado para lograr que la semilla quede infecunda. Por el contrario, el alma que a pesar de sus flaquezas, se arrepiente una y otra vez, y procura evitar las ocasiones de pecar y recomienza cuantas veces sea necesario, atraerá por su humildad, la misericordia divina.
II. Muchas almas, a la hora de la prueba sucumben porque han basado su seguimiento a Cristo en el sentimiento y no en una vida de oración, capaz de resistir los momentos difíciles, las pruebas de la vida y las épocas de aridez. ¡Cuántos buenos propósitos han naufragado cuando el camino de la vida interior ha dejado de ser llano y placentero! Estas almas buscaban más su contento y la satisfacción propia que a Dios mismo. Sólo conseguiremos buscar a “Jesús por Jesús” con la fidelidad a la oración diaria y una vida mortificada, y el deseo firme de subir hasta la cima donde está Cristo, aunque el camino no sea llano y sombreado. La oración y la mortificación preparan el alma para recibir la buena semilla y dar fruto. Sin ellas, la vida queda infecunda.
III. Todos podemos dar buenos frutos para Dios, pues Él siembra constantemente la semilla de su gracia. La eficacia depende de nuestras disposiciones. Tres son las caracteriza que el Señor señala en la tierra buena: oír con un corazón contrito, humilde, los requerimientos divinos; esforzarse para que –con la oración y la mortificación- esas exigencias calen en el alma; y por último, comenzar y recomenzar, sin desanimarse si los frutos tardan en llegar, si nos damos cuenta que los defectos no acaban de desaparecer a pesar de los años y del empeño en desarraigarlos. Si queremos y somos dóciles, el Señor está dispuesto a cambiar en nosotros todo lo que sea necesario para transformarnos en tierra buena y fértil. Lo importante es ir a Él una y otra vez, con humildad, sin querer separarnos jamás de su lado, aunque parezca que no cosechamos los frutos deseados. Si se lo pedimos, Nuestra Madre nos ayudará a dar muchos frutos de amor a su Hijo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

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