lunes, 18 de noviembre de 2013

Martes de la 33ª semana (impar): Jesús salva a un pecador publicano: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»” (Lucas 19,1-10).

1. Lucas es el único evangelista que nos cuenta la famosa escena de la conversión de Zaqueo. Estamos en Jericó, primer bastión de la tierra prometida, símbolo de las luchas de Israel. El evangelista de la misericordia y del perdón nos habla hoy de ese publicano -recaudador de impuestos, y además para la potencia ocupante, los romanos-, despreciado y con negocios un tanto dudosos. Dirigía el grupo de cobradores de impuestos de la comarca.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Zaqueo, jefe de publicanos y rico, como no podía ver a Jesús entre la gente por ser bajo, se subió a una higuera, para verlo. Las búsquedas de Zaqueo lo conducen a Jesús, superando todos los obstáculos que se le presentan en su camino. Soluciona su falta de estatura encaramándose a un sicomoro.
“Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento”. Zaqueo tendrá una conversión radical, consecuente, llevada hasta sus consecuencias materiales y sociales. Jesús busca a todos y que a todos les predica una Noticia. La conversión será paulatina: comienza con el deseo de conocer a Jesús de cerca; luego Jesús le habla, y él lo acoge en su casa.
Jesús, Tú que conoces el interior de las almas no te haces esperar; y una vez más, pagas con creces insospechadas la generosidad del corazón humano: él buscaba verte, y Tú vas a hospedarte en su casa. Zaqueo bajó rápido y lo recibió con gozo. No puede ser de otra manera. Si acudimos continuamente a ponernos en la presencia del Señor, se acrecentará nuestra confianza, al comprobar que su Amor y su llamada permanecen actuales: Dios no se cansa de amarnos. La esperanza nos demuestra que, sin Él, no logramos realizar ni el más pequeño deber; y con él, con su gracia, cicatrizarán nuestras heridas; nos revestiremos con su fortaleza para resistir los ataques del enemigo, y mejoraremos. En resumen: la conciencia de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús (Josemaría Escrivá, Amigos de Dios).
“Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»” Jesús, tu presencia remueve a Zaqueo y le lleva a la conversión.
“Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»” Es el momento de la decisión, de la luz, de la esperanza, la conversión.
Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»” Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Todo empezó por aquel deseo de conocerte que le llevó a poner los medios que hiciera falta para verte pasar. Señor, yo también necesito que vengas a mi casa: a mi vida, a mi alma. Tengo tantas heridas que necesitan cicatrizar, tantas flaquezas que necesitan de tu fortaleza divina, tantos egoísmos que me impiden ser feliz. A veces pienso que no puedo... lléname de esperanza: “¡No desesperéis nunca! Os lo diré en todos mis discursos, en todas mis conversaciones; y si me hacéis caso, sanaréis. Nuestra salvación tiene dos enemigos mortales: la presunción cuando las cosas van bien y la desesperación después de la caída; este segundo es con mucho el más terrible” (San Juan Crisóstomo).
Jesús, que la conciencia de mi poquedad y mi fragilidad no me lleve a la desconfianza ni a la desesperación. La conciencia de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús. Y si alguna vez me rompo en mil pedazos, que siempre sepa volver a Ti, especialmente a través del Sacramento de la Penitencia, dándome cuenta de que el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Pablo Cardona).
Jesús, provocas el encuentro… el resultado es la alegría, la salvación. “Elige a un jefe de publicanos, ¿quién deseperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?” (S. Ambrosio). En Zaqueo vemos la búsqueda de Dios, sin miedo… “convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo mejor” (S. Josemaría Escrivá, Camino 392).
Al final, su correspondencia a la gracia, propósitos de devolver… “Que aprendan los ricos que no consiste el mal en tener riquezas, sino en no usar bien de ellas; porque así como las riquezas son un impedimento para los malos, son también un medio de virtud para los buenos” (S. Ambrosio). Jesús llamó a la puerta de Zaqueo y él oyó-subió-abrió, con el esfuerzo que supone querer oír, alzarse y abrir. Jesús entró y comieron juntos. Y la salvación iluminó la casa de un pecador que deseaba oír-ver, quería levantarse y anhelaba abrir la puerta. La salvación entró en casa de alguien que, sabiéndose necesitado de ella, aguzó el oído (Luis Ángel de las Heras).
También de este pasaje aprendo a tener confianza a todos, como hacías tú, Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura", como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a Jesús", y pueden llegar a ser auténticos "hijos de Abrahán". ¿Nos alegramos del acercamiento de los alejados?, ¿tenemos corazón de buen pastor, que celebra la vuelta de la oveja o del hijo pródigo?, ¿o nos encastillamos en la justicia, como el hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que estaba perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie? "Hoy voy a comer en tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor, debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia nuestra actitud con los demás (J. Aldazábal).

2. El anciano Eleazar, que se mantiene firme en su fe a pesar de las promesas y de las amenazas de los enemigos de Israel, es en verdad admirable y aleccionador para sus contemporáneos y para nosotros. El buen anciano quiere dar a todos un ejemplo de fidelidad a la Alianza: "si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo". "De esta manera terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud".
“El recuerdo de Eleazar enseña que la fidelidad a la ley de Dios es el valor supremo para el hombre justo, y que el ejemplo dado por personas de relevancia social tiene consecuencias de enorme importancia. San Gregorio Nacianceno llama a Eleazar ‘primicia de aquellos que sufrieron antes de Cristo; así como Esteban lo es de aquellos que sufrieron después de Cristo’. En la tradición ascética ha quedado como un modelo de fortaleza” (Biblia de Navarra). “El camino del cristiano, el de cualquier hombre, no es fácil. Ciertamente, en determinadas épocas, parece que todo se cumple según nuestras previsiones; pero esto habitualmente dura poco. Vivir es enfrentarse con dificultades, sentir en el corazón alegrías y sinsabores; y en esta fragua el hombre puede adquirir fortaleza, paciencia, magnanimidad, serenidad (…): aquel anciano, Eleazar, que prefiere morir antes que quebrantar la ley de Dios. Animosamente entregaré la vida y me mostraré digno de mi vejez, dejando a los jóvenes un ejemplo noble, para morir valiente y generosamente por nuestras venerables y santas leyes” (S. Josemaría Escrivá).

3. “Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.» Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo”. “El Señor escucha siempre la plegaria que se le dirige en el Templo de Jerusalén (cf 1 R 8,30). El sueño del que, gracias al Señor, se despierta el salmista simboliza el sueño de la muerte del que despertó Jesucristo por el poder de Dios que le resucitó de entre los muertos (cf Rm 1,4)” (Biblia de Navarra) y Jesús nos recordará que lo que pidamos en su nombre nos lo concederá Dios.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor”.

Llucià Pou Sabaté

domingo, 17 de noviembre de 2013

Lunes de la 33ª semana (impar). Un ciego lleno de fe pide a Jesús ver, y también nosotros pedimos al Señor la fe y la perseverancia en el amor

“En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: -«Pasa Jesús Nazareno.» Entonces gritó: -«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: -«¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: -«¿Qué quieres que haga por ti?» Él dijo: -«Señor, que vea otra vez.» Jesús le contestó: -«Recobra la vista, tu fe te ha curado.» En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios” (Lucas 18,35-43).

1. Jesús, te vemos hoy después de anunciar tu Pasión y resurrección, que curas a un ciego que es modelo de fe. Veo que subes a Jerusalén para cumplir la ley y los profetas; pero para comprender este misterio pascual hay que abrir los ojos de la fe para poder entender las Escrituras, como los discípulos de Emaús. Lucas concibe su Evangelio como una subida progresiva a Jerusalén en donde se consumará el sacrificio de la cruz. El hombre judío quiere manifestar con su peregrinación a la ciudad santa el contenido de su fe en Yahvé. Así también tú, Señor, subes a Jerusalén para morir de amor por los hombres (Maertens-Frisque).
El ciego se ponía todos los días en el mismo lugar, y aparece Jesús el Nazareno.
-“Al oír que pasaba gente”... Serán peregrinos, que cantan sin duda los «cánticos de las subidas», los Salmos 120 a 134, según la tradición. El ciego sentado está oyéndolos.
-“Preguntó qué era aquello”. Es el ciego, el que toma la iniciativa.
-“Le explicaron: «Está pasando Jesús, el Nazareno.
-Empezó a gritar diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi!»” Es el título mesiánico, anunciado a María el día de la concepción de Jesús (Lucas 1,32): «el Señor Dios le dará el trono de David, su padre». De modo que muchos vieron las obras de Jesús y permanecieron ciegos sobre su verdadera identidad. Pero el Mesías, anunciado por los profetas, es ciertamente aquel que «cura a los ciegos» (Isaías 35,5; Lucas 4,18) ¡y son esos «videntes interiores», los pobres, los que ven justo!
Los que estaban ahí le regañaban para que callara. Es triste que en el momento del encuentro contigo, Señor, haya gente que quiera impedir que se te acerquen las almas.
-“Jesús se paró y mandó que se lo trajeran”. Acepta ese título de realeza, cuyo uso había prohibido antes (Mateo 9,30). Ahora que su Pasión está cerca, todas las esperanzas políticas y nacionales que no quiso asumir, cuando todo el mundo le empujaba a ellas, han quedado atrás: se dirige a Jerusalén, no para tomar el poder, sino para morir.
-El diálogo es breve: "Señor, que vea otra vez". «El descubrimiento de la vocación personal es el momento más importante de toda la existencia. Hace que todo cambie sin cambiar nada, de modo semejante a como un paisaje, siendo el mismo, es distinto después de salir el sol que antes, cuando lo bañaba la luna con su luz o le envolvían las tinieblas de la noche. Todo descubrimiento comunica una nueva belleza a las cosas y, como al arrojar nueva luz provoca nuevas sombras, es preludio de otros descubrimientos y de luces nuevas, de más belleza» (F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora).
-"Recobra tu vista, tu fe te ha curado". Y el buen hombre le sigue lleno de alegría, glorificando a Dios. Podemos vernos reflejados de varias maneras. También nosotros recobramos la luz cuando nos acercamos a Jesús. El que le sigue no anda en tinieblas. Y nunca agradeceremos bastante la luz que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús. Con su Palabra, que escuchamos tan a menudo, él nos enseña sus caminos e ilumina nuestros ojos para que no tropecemos. ¿O tal vez estamos en un período malo de nuestra vida en que nos sale espontánea la oración: "Señor, que vea otra vez"? También podemos preguntarnos qué hacemos para que otros recobren la vista: ¿somos de los que ayudan a que alguien se entere de que está pasando Jesús?, ¿o más bien de los que no quieren oír los gritos de los que buscan luz y ayuda? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que imitarle en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino?, ¿sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver?, ¿o sólo nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan?
Esos "ciegos" que buscan y no encuentran pueden ser jóvenes desorientados, hijos o hermanos con problemas, amigos que empiezan a ir por malos caminos. ¿Les ayudamos? ¿Les llevamos hacia Jesús, que es la Luz del mundo? (J. Aldazábal).
-“Jesús le dijo: «Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.» Y en el acto recobró la vista, y siguió a Jesús bendiciendo a Dios.” ¡Concédeme, Señor, que yo también te siga hasta la cruz y hasta la Pascua! (Noel Quesson).
El Señor nunca niega su gracia. Este hombre es imagen “de quien desconoce la claridad de la luz eterna”, pues en ocasiones el alma puede sufrir también momentos de ceguera y de oscuridad. Muchas veces esta situación está causada por pecados personales, cuyas consecuencias no han sido del todo zanjadas, o por falta de correspondencia a la gracia. En otras ocasiones, el Señor permite esta difícil situación para purificar el alma, para madurarla en la humildad y en la confianza en Él. Sea cual sea su origen, si alguna vez nos encontramos en ese estado, ¿qué haremos? Dirigirnos al Señor, siempre cercano para que tenga misericordia de nosotros, y pedirle: ¡Que vea, Señor!
Si el Señor permite que nos quedemos a oscuras, incluso en cosas pequeñas; si sentimos que nuestra fe no es firme, acudamos al buen pastor. La falta de objetividad con que nos vemos a nosotros mismos hace imposible encontrar los senderos seguros que nos llevan en la dirección justa. “El alma sola sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo; antes se irá enfriando que encendiendo” (San Juan de la Cruz). ¡Cuántas veces Jesús espera la sinceridad y la docilidad del alma para obrar el milagro! Nunca niega el Señor su gracia si acudimos a Él en la oración y en los medios por los cuales derrama su gracia.
En quien nos ayuda vemos al mismo Cristo, que enseña, ilumina, cura y da alimento a nuestra alma para que siga su camino. Sin ese sentido sobrenatural, sin esta fe, el acompañamiento espiritual quedaría desvirtuado. Se transformaría en algo completamente distinto: en intercambio de opiniones, quizá. Este medio es una gran ayuda cuando lo que realmente queremos es averiguar la voluntad de Dios sobre nosotros e identificarnos con ella. No busquemos en la dirección espiritual a quien pueda resolver nuestros asuntos temporales; nos ayudará a santificarlos, nunca a organizarlos ni a resolverlos. No es ésa su misión. Si seguimos bien este medio de dirección espiritual, nos sentiremos como el ciego que seguía en el camino a Jesús glorificando a Dios, lleno de alegría.

2. Los Macabeos surgen como testimonios de la fe, cuando en el año 175 a.C. cuando con Antíoco IV Epífanes se desató una fuerte persecución religiosa. -“Entre los nobles que se repartieron la sucesión de Alejandro, surgió un renuevo pecador, Antíoco Epifanes, hijo de Antíoco el Grande”... La historia profana no es solamente profana, se juega en ella un misterio de "gracia y de pecado". En mi "empresa"... en mi "periódico"... en los "acontecimientos" de todas clases... ¿sabré leer e interpretar los "signos de Dios"?
-“En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes, que sedujeron a muchos diciendo: "concertemos alianza con los pueblos paganos que nos rodean..."” No sólo prohibió el culto judío, sino que profanó el Templo y el altar, y obligó a aceptar las costumbres helénicas. Bastantes judíos adoptaron un estilo de vida que les parecía más moderno, y apostataron de su fe. Otros, con los hermanos Macabeos, se mantuvieron fieles a la Alianza y, humillaron a Antíoco, devolvieron la libertad al pueblo y restauraron el culto verdadero en el Templo de Jerusalén.
-“Se les permitió adoptar las costumbres paganas: levantaron un gimnasio en Jerusalén, disimularon su circuncisión, sacrificaron a los ídolos, violaron el Sábado, quemaron los libros de la Ley”... ¡He aquí la provocación! ¡Hay que elegir! Ya no se puede vivir entre dos aguas, mitad «a lo judío» y mitad «a lo pagano». Es la opción radical. Hay unos gestos exteriores, visibles que descubren la pertenencia o no pertenencia a tal tendencia. Claro está que esos "gestos" exteriores no son lo esencial, lo que cuenta es el corazón. Pero los ritos traducen el corazón y la Fe. ¿Qué sentido doy a los ritos? (Noel Quesson).
-“Pero muchos israelitas resistieron... Y prefirieron morir antes que”... Aparecen ese momento histórico algunos «mártires», que con el testimonio de sus vidas ofrecidas hasta la muerte mostrarán la revelación de la vida eterna y la resurrección de las personas.
3. El salmista, lleno de santo celo, se queja a Dios: "sentí indignación ante los malvados que abandonan tu voluntad; los lazos de los malvados me envuelven, pero no olvido tu voluntad... ya se acercan mis inicuos perseguidores, están lejos de tu voluntad": lo importante es la Alianza, señal a su vez de la Nueva Alianza en Cristo.

Llucià Pou Sabaté

sábado, 16 de noviembre de 2013

Domingo de la semana 33 de tiempo ordinario (ciclo C): hemos de trabajar, unidos al Señor, esperanzados y procurando corresponder a su amor, para estar con él en su Reino
«Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas, dijo: «Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo acontecerá esto y cuál será la señal de que comienza a suceder?». Él dijo: «Mirad no os dejéis engañar; pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy, y el momento esta próximo". No les sigáis. Cuando oigáis rumores de guerras y revoluciones, no os aterréis: porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos y, hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Determinad, pues, en vuestros corazones no tener preparado cómo habéis de responder; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lucas 21,5-19).
1. Le hablan a Jesús del “Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas”, cuando Él “dijo: «Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. Los judíos piensan que el Templo es el centro de su religión, algo así como el fundamento de todo. No conocen, como dijo Jesús a la samaritana, que es Él el Templo, y la religión será en espíritu y en verdad, formado el templo por su cuerpo, por todos nosotros, piedras vivas.
Pienso que lo que nos pides, Señor, es tener buen corazón, y dejarnos llevar. Que el sentido de la vida es amar, tener un corazón bueno que sepa amar. Que lo demás, aunque parezca muy importante la decisión de un jefe, de un juez, de un gobierno; o bien los pronósticos de salud o de dinero; o bien el futuro familiar y el número de hijos… en realidad no es importante: lo que cuenta es tener un corazón que sepa amar.
Toda construcción y toda seguridad humana es engañosa: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra". En este mundo todo pasa, sólo Jesucristo es lo permanente. De ahí que el Señor anime a los suyos a perseverar en la búsqueda de la salvación eterna a pesar de las resistencias, los malos tratos, las persecuciones que, por el testimonio de una vida cristiana coherente, encuentren en el camino (Juan Pablo II). "Esta espera de un mundo nuevo -enseña el C. Vaticano II- no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra donde crece el cuerpo de la nueva familia humana" (GS 39).
Pedimos al Señor en la colecta: "Concédenos vivir siempre alegres en tu servicio". Cerca ya del fin de año litúrgico y de la proclamación de la fiesta de Cristo Rey, esta última semana se nos habla del fin de toda la creación: Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo acontecerá esto y cuál será la señal de que comienza a suceder?». Y el Señor, uniendo el fin del Templo al de los Tiempos, dijo: «Mirad no os dejéis engañar; pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy, y el momento esta próximo. No les sigáis. Cuando oigáis rumores de guerras y revoluciones, no os aterréis: porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato”. El curso de la historia está surcado por desgracias, pero de ahí el Señor, que no las quiere pero sí permite habitualmente que la naturaleza o la libertad humana siga su orden, sabe sacar de todo eso algo mejor. La virtud de la esperanza consiste precisamente en confiar en Ti, Señor, porque aunque a veces lo vea todo negro, otras siento tu presencia, que eres mi Padre y quieres lo mejor para tus hijos. Siento –como te dijo san Pedro- que “sólo tú tienes palabras de vida eterna”, que las demás cosas no llenan mi corazón, sediento de afán de verdad. Por eso, para el que se sabe hijo de Dios, todo lo que ocurre es para bien, y nada en esta tierra puede quitarle la alegría. La virtud de la esperanza es una roca firme que mantiene segura mi fe y no deja que se apague mi amor por Ti.
“Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos y, hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio”.  Sé que el que sigue tu camino se encontrará con la Cruz, que no le faltarán dificultades y a veces ser mártir como tú, unido a ti, que das tu gracia a quien pasa por contrariedades.
A veces, cuando veo gente sufrir, pienso ¿cómo Dios permite eso? Esa duda llena mi alma, pero en mi vida veo que cuando paso por una dificultad, das tu gracia para llevarla, y pienso –nos lo dice la Iglesia- que con los demás haces lo mismo. Cuando me pregunto: ¿cómo voy a perseverar a pesar del cansancio y de las contradicciones, de las dificultades exteriores y por mis miserias? Recuerdo entonces el testimonio que dejó san Pablo: ¡la gracia de nuestro Señor Jesucristo puede! De manera que soy un pecador, pero salvado por tu gracia, Señor.
La clave está en contemplar ese amor divino y corresponder, enamorándome cada día más de Ti cada día: Enamórate, y no «le» dejarás (san J. Escrivá, Camino 999). Ayúdame, Señor, a tratarte de tal modo en mi oración personal, cada día, que me sienta ligado a Ti -como la hiedra se adhiere a la pared, dice una canción- por amor (Pablo Cardona).
Habrá una oposición, en ocasiones muy fuerte, entre la verdad y la mentira, entre el servicio a los demás y la explotación de los más débiles, el amor y el egoísmo... "No tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero", dice el Señor, pero el trabajo paciente y esperanzado impondrá al final su ley, y "ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
El Catecismo señala: «El juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su advenimiento. Entonces, Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación. Y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte» (1040).
«La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por su Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la vida eterna» (S. Cirilo de Jerusalén) (1050).
«A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz) (1022). La enseñanza de la Iglesia sobre el juicio final y el último día es un mensaje esperanzador (1040 y 1060). Quien vive en Cristo, le espera, y ansía ver a Dios.
2. Malaquías (siglo V a. C.) nos habla de un horno donde “malvados y perversos serán la paja”, que será quemada.Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia, que lleva la salud en las alas”. Se nos habla del triunfo de la justicia divina. Como un padre a su hijo, así Dios actuará en el "día de Yahvé"; de manera que la justicia y la recompensa de Dios serán unidas a la misericordia.
Por eso canta el salmista: “Tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines, y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor”. Porquenunca se oyó cosa semejante” (San Atanasio De titulis psalmorum, 97). “Su diestra le ha dado la victoria: es decir, para salvarnos por medio de su Muerte y Resurrección, el Señor no necesitó ayuda extraña” (S. Hilario, Tractatus super psalmos 97). Se refiere a "¡la salvación que tú preparaste ante todos los pueblos!" (Lucas 2,30), aquella que proclama Jesús: "atraeré hacia mí a todos los hombres" (Juan 12,32). Y Paul Claudel señala: "¿Qué canto, oh Dios mío, podemos inventar al compás de nuestro asombro? Él ha roto todos los velos. Se ha mostrado. Se ha manifestado tal como es a todo el mundo. La misma caridad, la misma verdad, todo semejante, a lo que quiso con Israel, ¡helo aquí, doquier, brillando a los ojos de todo el mundo! ¡Tierra, estremécete! ¡Que oiga en tus profundidades el grito de todo un pueblo que canta y que llora y que patalea! ¡Adelante, todos los instrumentos! ¡Adelante la cítara y el salmo! ¡Adelante, la trompeta en pleno día con sonido claro, y esta trompeta, la otra, muy bajo, como un hormigueo de trompetas que yo creía escuchar durante la noche! ¡Adelante el mar, para sumirme! ¡Adelante, la redondez de la tierra como un canasto que se sacude! ¡Ríos, aplaudid, y que se alisten las montañas, porque ha llegado el momento en que Dios va a "juzgar" a la tierra! ¡Ha llegado el día del rayo del sol, y de la radiante nivelación de la justicia!": "se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel" (nos recuerda el Magníficat de María: Lc 1,54): "Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios
".
3. ¿Qué debe hacer el cristiano? Pablo da en la segunda lectura una respuesta lacónica: trabajar. Y trabajar como él. Tanto en la Iglesia como «en el mundo» Pablo ha trabajado «día y noche»: «Nadie me dio de balde el pan que comí». Al cristiano se le exige un compromiso en la Iglesia y en el mundo (von Balthasar); visto desde la providencia de Dios: "Ni un cabello de vuestra cabeza se perderá" (Lc 21,18).
Llucià Pou Sabaté


viernes, 15 de noviembre de 2013

Sábado de la 32ª semana (impar). Dios hará justicia a sus elegidos que le piden, y nos pide que cooperemos en la propagación de la verdad.

“En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: -«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad habla una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, corno esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. "» Y el Señor añadió: -«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»” (Lucas 18,1-8).  

1. Lucas nos muestra muchas veces a Jesús orando y nos transmite su enseñanza sobre cómo debemos orar. Hoy, con la parábola de la viuda insistente.
-“Entonces les propuso esta parábola, para explicar a sus discípulos que tenían que orar siempre y no desanimarse”. Jesús quiere que despertemos de nuestras torpezas y de nuestras indiferencias, pero no quiere angustiarnos. Por eso, la contemplación del juicio en estos últimos días del año litúrgico, ha de hacerse con mucha paz. A las preguntas: ¿perseveraré hasta el fin? ¿Sería yo capaz de abandonar a Dios? ¿Podría mi fe desmoronarse por la duda o la desgracia?, el Señor nos habla de oración, que es una medicina anti-angustia:
-“Érase una vez un juez que no temía a Dios y se burlaba de los hombres. En la misma ciudad había una viuda que iba a decirle: «Hazme justicia»”. Las viudas eran generalmente objeto de explotación y marginación, junto con los huérfanos, los extranjeros y los enfermos. Podían buscar un defensor de sus derechos, que era llamado «Goel» y representaba el camino hacia una vida digna. Jesús toma este ejemplo y lo aplica a la oración. En la oración nos sentimos como la viuda: carentes de toda protección y a merced de la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios no es un juez sordo o injusto. Dios se nos muestra como un Padre misericordioso, resuelto a escuchar a sus hijos. Fe y constancia, confianza y tenacidad, son las dos llaves que nos abren la posibilidad de un diálogo sincero con Dios y con los hermanos. Dios escucha el clamor de los marginados, de los oprimidos, de los justos. Si nosotros clamamos en estas condiciones hemos de tener la certeza de ser escuchados (servicio bíblico latinoamericano).
El juez por bastante tiempo no quiso atenderla, pero después pensó: "Yo no temo a Dios, ni respeto a los hombres; pero esa viuda me está amargando la vida: Le voy a hacer justicia para que no venga sin parar a importunarme..."” ¡Fijaos en lo que dice ese juez injusto! Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que están clamando a El día y noche? Hemos de hacer como la viuda, seguros de que, si perseveramos, conseguiremos lo que pedimos, pues Jesús dijo esta parábola "para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse". Dios siempre escucha nuestra oración. Él quiere nuestro bien y nuestra salvación más que nosotros mismos. Nuestra oración es una respuesta, no es la primera palabra. Nuestra oración se encuentra con la voluntad de Dios, que deseaba lo mejor para nosotros. El Catecismo lo expresa con el ejemplo del encuentro de Jesús con la mujer samaritana, junto a la boca del pozo. "Nosotros vamos a buscar nuestra agua", pero resulta que ya estaba allí Jesús: "Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de él" (1560).
Esto se llama una parábola «a contraste» en la que la lección a sacar de ella es lo «contrario» del ejemplo expuesto. El juez es «sin Dios» y «sin misericordia» y acaba haciendo justicia... ¡Con cuánta mayor razón, Dios que es padre y ama a los hombres, hará justicia a los que ama y la hará prontamente! La lección esencial de la parábola no es la perseverancia en la oración, sino más bien en la certidumbre de ser atendida: si un hombre impío y sin escrúpulos acaba atendiendo a una pobretona, ¡cuánto más sensible será Dios a los clamores de los que, en su pobreza, se dirigen a El! Sus elegidos claman a El noche y día... Hay que rogar siempre, sin desanimarse... Vuelvo a escuchar esas palabras. Si nos pides esto, Señor Jesús, es porque Tú mismo lo has hecho también: orabas sin cesar noche y día. No nos pides nada imposible ¿Cómo trataré hoy de hacer algo mejor una plegaria continua? No, forzosamente, recitando fórmulas de plegarias... sino por una unión constante contigo.
-“Pero, cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará Fe en la tierra?” Señor, confío en ti, y te pido que no te abandone jamás. ¿Qué voy a hacer HOY para alimentar mi fe? (Noel Quesson; J. Aldazábal).
Orar más y mejor es un deseo que a menudo se encadena con el deseo de hacer un poco de ejercicio físico, vigilar la dieta o comunicarnos con los amigos que hace años que no vemos. A veces tenemos la impresión de estar siempre empezando y de estar siempre interrumpiendo.
Cuando nos indignamos por la injusticia de los  hombres, y no podemos hacer nada, descubrimos a fondo la importancia de la oración. Nos podemos desanimar si no recibimos rápido lo que pedimos, y por eso, Jesús, nos cuentas la parábola que nos muestra la fuente de toda justicia y que conviene orar siempre, sin desfallecer jamás. Así la lucha por la justicia va unida a la confianza en Dios, íntimamente comprometido con los valores de la justicia (Josep Rius-Camps).

2. –“Cuando un sosegado silencio lo envolvía todo... Tu Palabra omnipotente, Señor, irrumpió en medio de este país”... En esta última página que leemos del libro de la Sabiduría, su autor reflexiona sobre la décima plaga que cayó sobre Egipto para que el Faraón se decidiera finalmente a dejar salir a los judíos hacia el desierto. No sólo Israel, sino todo el cosmos "retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador".
El éxodo de los israelitas fue una poderosa figura del definitivo éxodo, la muerte y resurrección de Jesús, su paso a través de la muerte a la nueva existencia, guiando, como nuevo Moisés, al pueblo de los salvados. Esta lectura nos prepara para la celebración del domingo y nos ayuda a refrescar nuestra admiración por las maravillas que ha obrado Dios. Tu Palabra, Señor, es siempre «activa» en el corazón de los hombres y en el de los acontecimientos. Pero, a menudo, no la oímos. Permanecemos envueltos en el silencio. Ayúdanos a percibir esta Voz.
-“La creación entera, obediente a tus decretos, se rehízo de nuevo en sus diversos elementos, a fin de que tus hijos fuesen preservados de todo daño”. El agua, los animales, el mar Rojo, intervienen para «salvar» a los hebreos, signo de que hay una correlación entre la "salvación de los justos" y el «equilibrio cósmico».
-“Se vio una nube proteger su campamento... Una tierra seca emerger del agua que la cubría... Un camino practicable a través del mar Rojo... Una verde llanura del oleaje impetuoso...” Es claramente como una "reproducción" de la creación primera. También en el Génesis el Espíritu, como una nube planeaba sobre las aguas (Gn 1,9). Así el Éxodo de Egipto es también la "evocación" de la creación futura. La Palabra de Dios que en el principio lo creó todo, está siempre presente sobre la tierra para preparar una "nueva creación" más allá de la muerte. En estas reflexiones hay una perspectiva, un sentido de la historia. Dios no ha hecho la "naturaleza", el "cuerpo", la "materia" para la destrucción. El proyecto de Dios no es tan solo la «salvación de las almas»: la creación material está realmente asociada al hombre. No olvidemos que ese texto fue escrito tan sólo unos años antes de Jesús. No solamente no desprecia Dios la «carne y el mundo material»... sino que "se encarna en él" y «resucita los cuerpos».
-“Los que tu mano protegía mientras contemplaban tan admirables prodigios, eran "como caballos conducidos a los pastizales". "Retozaban como corderos", alabándote a Ti, Señor, que los habías liberado”. La exultación corporal del hombre... es como la del caballo que salta y relincha percibiendo ya cerca el pastizal. La imagen es hermosa y audaz. Esforzándose por comprender el mundo, a veces el hombre tiende a separar "la materia del espíritu". En ciertos ambientes es de buen tono despreciar el cuerpo y la materia, lo que es una visión pesimista, jansenista. Es verdad que la "máquina", el "erotismo" pueden alienar al hombre. Pero el pensamiento cristiano no se resigna a un dualismo que diría: el espíritu es bueno... la materia es mala. De hecho, el dogma de la resurrección nos presenta como ideal buscar ya aquí y ahora, una reconciliación entre el cuerpo y el espíritu, un cuerpo flexible al ritmo del pensamiento y del amor. ¡Glorificar a Dios con todo mi ser y toda la naturaleza! (Noel  Quesson).
3. Nunca será suficiente nuestra gratitud y nuestros cantos de alegría. ¿Estamos joviales o tristes es nuestra Eucaristía? Los cantos nos ayudan a ver que la Pascua de Jesús hace nuevas todas las cosas, y eso nos hace interpretar positivamente la historia y los pequeños o grandes acontecimientos de nuestra vida, con la consecuencia de que siempre estemos optimistas y llenos de confianza en Dios. A ver si nos dejamos contagiar el entusiasmo del salmo y, con instrumentos o a viva voz, expresamos nuestra alabanza a Dios: "recordad las maravillas que hizo el Señor, cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas que se alegren los que buscan al Señor, porque sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo". Es un amor que requiere correspondencia: “"Se alegre el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, "un corazón recto", y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios” (Catecismo 30).
Llucià Pou Sabaté

Llucià Pou Sabaté


jueves, 14 de noviembre de 2013

Viernes de la 32ª semana (impar). El Hijo del Hombre vendrá en el día final, a poner justicia. Pero ya ahora podemos vivir en el Reino siguiendo a Jesús

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.» Ellos le preguntaron: -«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo»” (Lucas, 17,26-37).  

1. Si ayer nos anunciaba Jesús que el Reino es imprevisible, hoy refuerza su afirmación comparando su venida a la del diluvio en tiempos de Noé y al castigo de Sodoma en los de Lot.
A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento se orienta también hacia una reflexión sobre el «fin» de todas las cosas. «Todo lo que se acaba es corto». A medida que Jesús subía hacia Jerusalén, su pensamiento se orientaba hacia el último fin. En la lectura de hoy, Jesús nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo «Fin»: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera, Sodoma... la ruina de Jerusalén...
-“En tiempo de Noé...En tiempo de Lot... Lo mismo sucederá el día que el Hijo del hombre se revelará...” En nuestro tiempo... Una salida de fin de semana... o bien en primavera... o durante el trabajo... o en plenas vacaciones...
-“Comían... Bebían... Se casaban... Compraban... Vendían... Sembraban... Construían”... Estamos en una sociedad de «consumo»... de «producción»..., como decimos hoy. De crisis, porque nos preocupa la situación en estos años. El diluvio sorprendió a la mayoría de las personas muy entretenidas en sus comidas y fiestas. El fuego que cayó sobre Sodoma encontró a sus habitantes muy ocupados en sus proyectos. No estaban preparados. Así sucederá al final de los tiempos. ¿Dónde? (otra pregunta de curiosidad): "donde está el cadáver se reunirán los buitres", o sea, en cualquier sitio donde estemos, allí será el encuentro definitivo con el juicio de Dios.
Lo que Jesús dice del final de la historia, con la llegada del Reino universal podemos aplicarlo al final de cada uno de nosotros, al momento de nuestra muerte, y también a esas gracias y momentos de salvación que se suceden en nuestra vida de cada día. Otras veces puso Jesús el ejemplo del ladrón que no avisa cuándo entrará en la casa, y el del dueño, que puede llegar a cualquier hora de la noche, y el del novio que, cuando va a iniciar su boda, llama a las muchachas que tengan preparada su lámpara. Estamos terminando el año litúrgico. Estas lecturas son un aviso para que siempre estemos preparados, vigilantes, mirando con seriedad hacia el futuro, que es cosa de sabios. Porque la vida es precaria y todos nosotros, muy caducos. Vale la pena asegurarnos los bienes definitivos, y no quedarnos encandilados por los que sólo valen aquí abajo. Sería una lástima que, en el examen final, tuviéramos que lamentarnos de que hemos perdido el tiempo, al comprobar que los criterios de Cristo son diferentes de los de este mundo: "el que pretenda guardarse su vida, la perderá, y el que la pierda, la recobrará". La seriedad de la vida va unida a una gozosa confianza, porque ese Jesús al que recibimos con fe en la Eucaristía es el que será nuestro Juez como Hijo del Hombre, y él nos ha asegurado: "el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (J. Aldazábal).
Muchos no se poseen, están “entre-tenidos”, es decir “tenidos-entre muchas cosas”, distraídos… en satisfacer el hambre, la sed, el sexo, la afición por los negocios, trabajo, tareas. Dormir... Muchos afirman «no haber nada después de la muerte».
-“Entonces llegó el diluvio, y perecieron todos... Pero el día que Lot salió de Sodoma llovió fuego y azufre del cielo y perecieron todos...” La vida no es una «diversión» agradable. Es algo más…
-“Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas”. Jesús, eres el mismo que nos hablas de abandono en Dios, pero aquí quieres que hagamos examen, para no perder el tiempo, la vida…
-“Aquella noche estarán dos en una cama, a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán”. Nos repites que hay que estar «siempre a punto». «Dios mío, ¿será esta noche?» Cada día es el día del juicio (Noel Quesson).
Demasiado ocupados en sus cosas algunos prefieren no escuchar (como los habitantes de Sodoma); o abandonan la lucha retornando hacia lo antiguo (la mujer de Lot). De forma irresponsable, como con inconsciencia, afrontan muchos la vida. Pero el tiempo presente es ámbito de realización de la salvación para nosotros y para los demás. El tiempo es “kairós”, oportunidad de salvación que nos aleja de la despreocupación y de una vida “light”, en la espera del Señor que vendrá con gran poder y majestad; y quiere que estemos vigilantes, como el siervo bueno y fiel a quien el Amo confió el cuidado de todas sus posesiones y de los habitantes de su casa. El Señor viene en cada hombre y en cada acontecimiento de la vida, y si bien habrá un final, nuestra lucha en el hoy es servicio a Dios, amando, sirviendo, socorriendo, alimentando, visitando, consolando a nuestros prójimos que viven desprotegidos, construyendo un mundo más en paz y más fraternalmente unido por el amor. Entonces estaremos ciertos de que, al final, seremos de Dios y estaremos con Él eternamente (www.homiliacatolica.com).
Jesús, son enigmáticas las palabras que dices cuando te preguntan: -«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo».” El cuerpo, dicen algunos, sería el anticristo, al que hace referencia la primera lectura que vemos a continuación. Los buitres, son sus seguidores que buscan esa carroña de muerto. Mostraría la caducidad de lo malo, pues al final se queda en nada. Por contraste, las águilas serán los seguidores nobles del Cuerpo (de Cristo, la Eucaristía).

2. La belleza de la creación revela al Creador: -“Fueron insensatos todos los hombres que ignoraron a Dios y que a través de los bienes visibles no fueron capaces de conocer a "Aquel que es", ni reconocieron al Artífice considerando sus obras”. La belleza del mundo tiene un valor religioso. Y no será el descubrimiento más profundo de las ciencias modernas, lo que pueda reducir la belleza del universo. El cual resulta ser mayor y más complejo aún, desde la inmensidad del cosmos a lo infinitamente pequeño del átomo.
-“El fuego, el viento, el aire sutil, la bóveda estrellada, la ola impetuosa...” Hay que saber detenerse ante esas maravillas. Vivimos en medio de fenómenos extraordinarios que no vemos... habitualmente. Danos, Señor, una mirada nueva para contemplar "el fuego", "el viento", "la flor", "el niño", "la estrella", «la ola» del mar.
-“Si quedaron encantados por su belleza, hasta el punto de haberlos tomado como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó”. En todo tiempo los hombres han sido sensibles a la belleza: Esta era una verdadera pasión en los griegos, en la época del autor de la Sabiduría. El mundo moderno siente también inclinación a idolatrar la belleza, de hacerla un fin, de dejarse captar por su "encanto". Ayúdanos, Señor, a contemplarte, a Ti, fuente e inventor de todo lo que es bello. Tú fuiste el primero en tener la pasión de hacer cosas bellas.
-“Y si fue su poder y su eficiencia lo que les sobrecogió, deduzcan de ahí, cuánto más poderoso es «Aquel que los formó», pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su autor”. “Para los antiguos el estudio de las ciencias naturales coincidía en gran parte con el saber filosófico”, y en este libro “el autor afirma que, precisamente razonando sobre la naturaleza, se puede llegar hasta el Creador: «de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor». Se reconoce así un primer paso de la Revelación divina, constituido por el maravilloso «libro de la naturaleza», con cuya lectura, mediante los instrumentos propios de la razón humana, se puede llegar al conocimiento del Creador. Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como creador de todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo al impedimento puesto por su voluntad libre y su pecado” (Juan Pablo II, Fides et ratio 19).
-“Con todo no son éstos demasiado censurables; pues tal vez se desorientan buscando a Dios: viviendo entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas y las apariencias los seducen” (Noel Quesson). Busquemos sinceramente a Dios, en este mundo en que todo está en una constante interrelación. Por medio de Cristo, Dios se hizo Dios-con-nosotros para que no sólo llegáramos a la conclusión de que Dios existe, sino para que, poseyendo la misma vida y el Espíritu de Dios en nosotros, podamos entrar en una auténtica relación con Él; más aún: lleguemos a ser sus hijos y, junto con Cristo, seamos herederos de la Gloria del Padre.

3. El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra”.  Todo nos habla de la armonía y de la hermosura de Dios: “Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje”. San Juan Crisóstomo afirma: "El silencio de los cielos es una voz más resonante que la de una trompeta: esta voz pregona a nuestros ojos, y no a nuestros oídos, la grandeza de Aquel que los ha creado". Y san Atanasio: "El firmamento, con su grandeza, su belleza y su orden, es un admirable predicador de su Artífice, cuya elocuencia llena el universo"”. Que María, la que mejor descubre esa huella divina en todo, nos ayude a abrir los ojos para ver a Dios en lo de cada día.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Jueves de la 32ª semana (impar). El Reino de Dios se va haciendo realidad dentro de nosotros y en la Historia, cuando tenemos buen corazón a imagen de Jesús

“En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: -«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.» Dijo a sus discípulos: -«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación»” (Lucas, 17,20-25).  

1. -“Los fariseos preguntaron a Jesús; «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?»” Para Israel, un Día, Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo de todos sus opresores... Era la espera de «días mejores», la espera de la «gran noche», el deseo de «una sociedad nueva», el sueño de una humanidad feliz. No eran sólo los fariseos los que deseaban ese Día. Los Doce, ellos también, en el momento en que Jesús iba a dejarles, se acercaban aún a preguntarle: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino para Israel?» (Hch 1,6).
La llegada de los tiempos había anunciada por el profeta Daniel. Hay mucha curiosidad, entonces como ahora, por el final, apocalipsis, pero Jesús nunca contesta directamente a esta clase de preguntas, sino que aprovecha para aclarar algunos aspectos: "el Reino de Dios no vendrá espectacularmente", "el Reino de Dios está ya dentro de vosotros".
-“Jesús les contestó: "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir"”. Rezamos muchas veces: "venga a nosotros tu Reino". Es como el fermento que actúa en lo escondido, la semilla que es sepultada en tierra y va produciendo su fruto. Está oculto, pero ya está actuando: en la Iglesia, en su Palabra, en los sacramentos, en la vitalidad de tantos y tantos cristianos que han creído en el evangelio y lo van cumpliendo. En los humildes y sencillos: "bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos". En lo sencillo, en lo cotidiano. Es el Dios de las cosas pequeñas. Al impetuoso Elías, Dios le dio una lección y se le apareció, no en el terremoto ni en el estruendo de la tormenta ni en el viento impetuoso, sino en una suave brisa. El Reino está "dentro de vosotros", o bien, "en medio de vosotros", como también se puede traducir, o "a vuestro alcance" (en griego es "entós hymón", y en latín "intra vos").
-“Ni podrán decir: «¡Míralo aquí o allí!" porque el Reino de Dios ya está entre vosotros”. Y es que el Reino es el mismo Jesús. Que, al final de los tiempos, se manifestará en plenitud, pero que ya está en medio de nosotros. Y más, para los que celebramos su Eucaristía: "el que me come, permanece en mí y yo en él" (J. Aldazábal).
Lo importante es el día de la fidelidad a la vida cotidiana, como hiciste tú, Jesús. Hasta que llegó Cristo, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se le imponía desde fuera. Inclusive el judío que ansiaba ya más un tiempo de tipo lineal e "histórico", seguía concibiendo su evolución como una iniciativa exclusiva de Dios. Festejar el tiempo era conformarse con una evolución de la que no se poseían las llaves. Con Jesucristo, el primer hombre que percibió la eternidad del presente porque era Hombre-Dios, el hombre festeja su propio tiempo en la medida en que busca la eternidad de cada instante y la vive en la vida misma de Dios.
La vida cotidiana avanza según esto al compás de un calendario preestablecido; la memoria del pasado y los proyectos hacia el futuro solo sirven para contribuir al valor de eternidad que se encierra en el presente. No existe ningún día que haya que esperar más allá de la historia; cada día encierra en sí la eternidad para quien lo vive en unión con Dios (Maertens-Frisque).
No puede decirse: «Míralo aquí o allí»... simplemente porque ¡ya ha llegado! ¡Ese Reino está oculto! Para detectarlo es necesaria mucha agudeza de atención, buenos oídos finos para oír su susurro, y ojos nuevos para discernirlo «en la noche». ¡Ese Reino es misterio! No se le encuentra nunca en lo espectacular y ruidoso sino tan sólo en humildes trazos, en pobres «signos», en los sacramentos de su presencia oculta. Pero, como precisamente un signo es siempre frágil y ambiguo, hay que descifrarlo, interpretarlo... ese es el papel de la Fe.
-“Llegará un tiempo en que desearéis vivir siquiera un día con el Hijo del hombre y no lo veréis. Os dirán: «¡Míralo aquí, míralo allí!" No vayáis, no corráis detrás”. ¡Siempre tenemos la tentación de ir a buscar los signos de Dios en otra parte! Es en vuestra vida cotidiana donde se encuentra Dios.
-“Porque igual que el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así ocurrirá con el Hijo del hombre cuando vendrá en "su Día" Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esa generación”. Sí, «un Día» vendrá para Gloria de Dios, para el Esplendor de Dios, para el Triunfo de Dios y de su Cristo. Será como el estruendo del trueno, como el rayo que cruza el firmamento: imprevisible, sorprendente, súbito. Pero, entre tanto, es el tiempo del «sufrimiento», del «rechazo», de la «humillación y vergüenza»: "Antes tiene que padecer mucho". Antes de ese triunfo de Jesús y de su Padre, ambos, escarnecidos, humillados, arrastrados en el lodo y la sangre... negados por los ateos, dejados de lado por los indiferentes... ridiculizados por todos los descreídos... y, por desgracia, traicionados por «los suyos». ¡Señor, ten piedad de nosotros! (Noel Quesson).
        
2. Hoy leemos un magnífico himno a la sabiduría, 21 alabanzas: es el producto de tres por siete, lo que indica plenitud y perfección: -“Pues hay en la «sabiduría» un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, puro, sincero, amable... amigo de los hombres, apacible”... Jesús es la Sabiduría de Dios encarnada.
-“La movilidad de la Sabiduría supera todo movimiento. Todo lo atraviesa y penetra”. Es una visión sorprendente: Dios presente en todos y en todas partes, pero penetrando todos los seres, animando todo lo que se mueve, todo lo que vive.
-“Porque es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, el reflejo de la gloria eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, la imagen de su bondad”....
Llama la atención que diga que la sabiduría es "efluvio del poder divino", "reflejo de la luz eterna", "espejo de la actividad de Dios", "imagen de su bondad", "emanación de la gloria de Dios". La sabiduría se va personificando cada vez más. Ya se notaba esto mismo en el libro de los Proverbios y el Eclesiástico, pero aquí todavía más, subrayando su carácter divino. Se está preparando la venida de Jesús, la Palabra viviente de Dios.
-“La Sabiduría es única y lo puede todo. Sin salir de sí misma, renueva todas las cosas. La Sabiduría de Dios trabaja en el corazón del hombre, de todo hombre”. Cristo Jesús es, no sólo el Maestro que Dios nos ha enviado, sino la Palabra misma, hecha persona: "la Palabra se hizo hombre". Él es la Sabiduría en persona. (La basílica de Santa Sofía en Estambul no está dedicada a ninguna santa, sino a la "Santa Sabiduría", que es Cristo). Podemos preguntarnos: ¿estamos asimilando de hecho esta sabiduría de Dios, cuando escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas bíblicas?, ¿vamos identificando nuestra mentalidad con la de Dios, vemos las cosas con sus mismos ojos? Cristo nos enseñó una jerarquía de valores, una lista de bienaventuranzas: se trata de que vayamos mirándonos a su espejo para ir actuando como él.
-“En todas las edades, entrando en las almas santas, la Sabiduría forma en ellas amigos de Dios y profetas”. Gracias, Señor, por "transmitirte" al mismo corazón del hombre. Una centella divina en el hombre. Que hace del hombre el amigo de Dios.
-“La Sabiduría es más hermosa que el sol... Se despliega de un confín al otro del universo y gobierna todas las cosas”. Presencia bienhechora y activa. De la que el sol no es más que un pálido símbolo. Nuestro sol, el que, sin embargo, hace crecer y anima todo viviente. Dios, Sabiduría, ayúdanos a dejarnos animar por Ti (Noel Quesson).

3. “Tu palabra, Señor, es eterna”. Por ella fueron creadas todas las cosas. Queremos, como María, escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
Tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio”. Hemos de escucharte, Señor, meditar profundamente tu Palabra, dejarnos instruir por tu Espíritu Santo para que vivamos esa Palabra hasta sus últimas consecuencias.
La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes”. Así podemos ayudar a los demás, llevarles la luz divina: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes”. Iluminados con la luz del amor de Dios, podremos tener un amor correspondido con él: “Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien”.
Llucià Pou Sabaté


martes, 12 de noviembre de 2013

Miércoles de la 32ª semana (impar). Estamos invitados por la misericordia divina a la salvación; y para eso también nosotros hemos de procurar ser benévolos

“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: -«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: -«ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? » Y le dijo: -«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»” (Lucas 17,11-19).  
1. –“Yendo camino de Jerusalén, atravesó Jesús Samaría”... Jesús, en camino. Es su último viaje. Va «hacia Jerusalén» donde matan a los profetas (cf Lucas 13,33). El camino de cruz ha comenzado desde hace ya mucho tiempo. Va Jesús subiendo hacia Jerusalén, libremente, conscientemente, voluntariamente.
-“Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia Él diez leprosos. Le pararon a distancia y le gritaron...” están marginados y han de avisar al que se le acerca gritando: «¡impuro!, ¡impuro!» (Levítico 13,45). Despreciables, estaban proscritos y aislados. Comían lo que los peregrinos les arrojaban. Eran considerados impuros y no aptos para vivir en sociedad. Jesús permite que un grupo de leprosos se le acerque. -«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Uno de los grandes clamores de toda humanidad sufriente. Una plegaria que repetimos, con frecuencia en la misa. «¡Señor, piedad!» Que no tenga yo jamás miedo de clamar al Señor, de apelar a su misericordia. En la Biblia, la lepra es a menudo el símbolo del pecado, el mal que desfigura. No es inútil apelar a esa imagen que afecta nuestra sensibilidad, para mejor comprender lo que es el pecado, para Dios.
Rompe Jesús con este gesto la mentalidad segregacionista que divide el mundo en puros e impuros, sacros y profanos. Jesús afronta solo la escena. La petición de los leprosos es simple: haz algo por nosotros. Jesús los remite a los sacerdotes, que era la institución encargada de decidir quién es puro y quién impuro: -“Al verlos, Jesús les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»” Era también la Ley (Levítico 14,2). De paso, es un hermoso ejemplo de sumisión de Jesús a las autoridades de su país. “Mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces. Se echó, el rostro contra el suelo, a los pies de Jesús, dándole las gracias”.
De camino, todos quedan curados, pero únicamente uno regresa. El extranjero vuelve a dar gracias a Jesús. Nosotros empezamos nuestra celebración eucarística con una súplica parecida a la de los leprosos: "Señor, ten piedad". Y hacemos bien, porque somos débiles y pecadores, y sufrimos diversas clases de lepra. La oración de súplica nos sale bastante espontánea. Pero ¿sabemos también rezar y cantar dando gracias? Los varios himnos de alabanza en la misa -el Gloria, el Santo- y tantos salmos de alegría y acción de gracias, ¿nos salen desde dentro, reconociendo los signos de amor con que Dios nos ha enriquecido?, ¿sólo sabemos pedir, o también admirar y agradecer? Hay personas que nos parecen alejadas y que nos dan lecciones, porque saben reconocer la cercanía de Dios, mientras que nosotros, tal vez por la familiaridad y la rutina de los sacramentos -por ejemplo del perdón que Dios nos concede en la Reconciliación- no sabemos asombrarnos y alegrarnos de la curación que Jesús nos concede. Debemos cultivar en nosotros un corazón que sepa agradecer, a las personas que nos rodean y que seguramente nos llenan de sus favores, y sobre todo a Dios (J. Aldazábal).
«Alabar a Dios a voces» «Darle gracias» Actitud esencial del que ha sido «salvado». Actitud principal del que participa en la «eucaristía», en griego «acción de gracias». Ayúdame, Señor, a saber reconocer tus beneficios... Ayúdame a orar con mis alegrías, mis horas felices, con las gracias que recibo de ti. Cada noche, examinar cómo he pasado el día para darte las gracias. Ir a la eucaristía con el corazón rebosante de gozo por las maravillas de Dios. Y estar dispuesto, durante el acto litúrgico, a glorificar a Dios «de viva voz». Me imagino al leproso curado, sus gritos de alegría, sus gestos...
-“Ahora bien, era un «samaritano»”... Una vez más -según la parábola del buen samaritano (Lucas 10,30)-  Jesús pone como ejemplo a los que eran mal vistos por los judíos fieles. Algunos paganos, por sus cualidades humanas auténticas, pueden estar más cerca de Dios que algunos fieles. A través de esos hechos evangélicos, adivinamos la apertura del Evangelio a naciones y países hasta aquí apartadas del pueblo de Dios.
-“¿Y los otros nueve? ¿Sólo este extranjero ha vuelto para dar gracias a Dios?” La lección que da Jesús va dirigida a sus paisanos: los del pueblo elegido son, a veces, los que menos saben agradecer los favores de Dios, mientras que hay extranjeros que tienen un corazón más abierto a la fe. Ruego por todos los «samaritanos», los extraños a nuestra fe... y también por todos los fieles que no saben alabar a Dios (Noel Quesson).
A Lucas le encanta subrayar la "vuelta" de sus personajes (el hijo pródigo, los discípulos de Emaús, el leproso curado)? En estas "vueltas" veo representadas las experiencias mías y de muchos. Alejamiento y vuelta: "Jesús, maestro, ten compasión de mí".
En este Evangelio vemos las claves de lo que debe ser la vida del cristiano, resumida en tres sencillas palabras: misericordia, fe y agradecimiento. Jesús, ¡qué grande es tu misericordia, ante los necesitados y enfermos especialmente! Tu piedad no rebaja sino que libera, levanta a las personas. Siente como tuyo el dolor o el sufrimiento de la persona que tiene ante sí. Esta compasión ayuda a quien te mira a tener fe, y así tú puedes hacer milagros con él. Y así puede quien es por ti curado vivir el agradecimiento siendo a su vez misericordioso con los que le rodean.
Pienso que vemos este rostro de Dios cuando nos encontramos a alguien que se detiene en su camino para ayudarnos cuando estamos necesitados, en la carretera por ejemplo, si nuestro coche se ha averiado. Pero también en los pequeños detalles, cuando nos ceden el paso en medio del tráfico, nos sonríen amablemente en el trabajo los lunes por la mañana. Cito una noticia de periódico: Montse está viva gracias a que una mujer que viajaba con ella en un bus urbano de Barcelona a principios de año identificó en su cara unas señales sintomáticas de un tumor. Hoy, operada y recuperada, busca a su 'ángel de la guarda' a través de la prensa catalana para darle las gracias. Después de los análisis que su ángel le aconsejó, y operarse, ella busca a la mujer que la ayudó en el bus. Quiere darle las gracias por salvarle la vida.
Ángeles que Dios pone en nuestro camino… “¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: ¡gracias a Dios!? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad” (San Agustín).
2. –“Oíd, oh reyes, y entended; aprended, soberanos de la tierra. Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de mandar”... Dios es muy riguroso con los gobernantes, por su responsabilidad, pero extremadamente benigno con los humildes, a los que ensalza (cf Fil 2,6-11). Los que mandan necesitan sabiduría para tomar decisiones justas, y el juicio sobre su actuación será más exigente que para los demás.
-“El Señor es quien os ha dado el poder”... ¡toda autoridad tiene el poder venido de Dios! –“Dios examinará vuestra conducta y escrutará vuestras intenciones”. Ayuda, Señor, a todo hombre a responder de lo que Tú esperas. Ayúdame a «aceptar mis responsabilidades» bajo tu mirada, pensando que las decisiones que tomaré te interesan, que las examinas y que me pedirás cuenta de ellas. Te ruego, Señor, especialmente, por todos aquellos que tienen responsabilidades más graves: jefes de todo tipo.
-“Si no habéis gobernado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios, terrible y repentino se presentará ante vosotros”. Los «dominadores» tendrán un juicio implacable. Los "humildes", en efecto, merecen excusa y compasión, pero los «poderosos» serán juzgados «poderosamente».
-“El Señor de todos, ante nadie retrocede; no hay grandeza que se le imponga”. Es verdad que la gran tentación de los jefes es creer que son amos absolutos y ¡que no tienen a nadie por encima de ellos! Manejan a los súbditos de modo despótico, pero darán cuenta a Dios (Noel Quesson).
San Agustín, en su Sermón sobre los pastores, nos dice: Por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como un don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición de cristiano debo pensar en mi salvación, en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra. Hoy el Señor en su Palabra se dirige a quienes se les ha confiado el poder en cualquier nivel para que lo ejerzan escuchando la Palabra de aquel que los escogió para ese ministerio. Entonces, en el día del juicio no serán condenados, pues realizaron el bien y condujeron a los demás, no conforme a los propios criterios, sino conforme a los criterios de Dios. El nivel más cercano del ejercicio de la autoridad es el de los padres respecto a sus hijos en la familia. Ojalá y no se les descuide sino se les oriente y eduque para que, desde la familia, pueda surgir un mundo más integrado, más fraterno y más justo.

3. En el salmo Dios pide a los gobernantes que "protejan al desvalido y al huérfano, que hagan justicia al humilde y al necesitado". Si no lo hacen, si cometen o consienten injusticias, no escaparán del juicio de Dios: "aunque seáis dioses, moriréis como cualquier hombre; caeréis, príncipes, como uno de tantos".

Llucià Pou Sabaté