miércoles, 6 de noviembre de 2013

Jueves de la 31ª semana (impar). El amor de Jesús nos hace felices, en la esperanza del cielo, y por ese tesoro podemos renunciar a toda cosa humana

“En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: -«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: -«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta» (Lucas 15,1-10).  

1. El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado "el corazón del evangelio". Ha sido llamado “el evangelio de la misericordia” por Juan Pablo II: hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida. La del hijo pródigo, la más famosa, la leemos en Cuaresma.
Los fariseos y los letrados murmuraban de él porque acogía a los publicanos y pecadores y comía con ellos. La lección, por tanto, va para estas personas que no tienen misericordia, que solían acercarse en masa para escuchar a Jesús pero lo criticaban diciendo: "Este hombre acepta a los pecadores y come con ellos". Nos dejaron sin querer una de las definiciones de Jesús: "aquel que acepta bien a los pecadores". He ahí una revelación sorprendente de Dios. Jesús les dice:
-“Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y nueve en el campo para ir en busca”... La aritmética de Dios no es la nuestra. El número, la cantidad nos impresionan siempre. Para Dios "uno" iguala a "noventa y nueve". Cada hombre tiene un valor inestimable. Misterio del respeto que Dios tiene para cada uno de nosotros. ¡Tú nos amas, Señor, con un amor "personal", "individualizado"! Pienso por contraste mi poco interés en recordar los nombres de este niño, de la persona que me atendió en tal ocasión… y cada uno de ellos, es amado por Dios. El Buen Pastor es Cristo: “puso la oveja sobre sus hombros, porque, al asumir la naturaleza humana, Él mismo cargó con nuestros pecados” (San Gregorio Magno).
La parábola es una explicación de la conducta de Jesús, y nos explica que frente a Él, quien le juzga acaba por ser juzgado en aquello mismo que juzga. La estructura de esta parábola, como la de la dracma perdida, son similares: expresan la alegría por haber encontrado lo perdido y Jesús añade que así es la alegría en el cielo por el arrepentimiento de un pecador de manera que el oyente entiende que la actitud del pastor o de la mujer, su alegría, representan a Dios que no se queda cruzado de brazos ante nuestras debilidades, sale a buscar lo perdido, y con un celo hace lo necesario para encontrarnos, pero sobre todo se alegra cuando le buscamos a él: “mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces” (Santa Teresa de Jesús; cf Biblia de Navarra).
-...“Para ir en busca de "la descarriada", hasta que la encuentra” Me la imagino. Es precisamente aquella que se ha escapado, o que se ha perdido, Es aquella la que embarga todo el pensamiento del pastor. Sólo ella cuenta, por el momento. ¡Es así nuestro Dios! Un Dios que sigue pensando en los que le han abandonado, un Dios que ama a los que no le aman, un Dios que anda en busca de sus "hijos dispersos" ¡La oveja que causa preocupación a Dios! ¿Soy quizá yo?
-“Cuando la encuentra, se la carga en los hombros, muy contento...” Un hombre, un pastor feliz, sonriente, exultante, muy contento. ¡Así se nos presenta Dios!
-“Y de regreso a su casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos para decirles: "alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja, la que había perdido"”. Alegraos conmigo, dice Dios. Dios es un ser que se alegra, y de su alegría, hace partícipes a los demás. La "alegría de Dios" es encontrar de nuevo a los hijos que estaban perdidos.
-“Os digo: "Lo mismo pasa en el cielo, da más alegría un pecador que se enmienda, que noventa y nueve justos que no necesitan enmendarse, convertirse"”. En el cielo hay alegría ¿Quién quiere alegrarse conmigo, dice Dios? ¡Un solo pecador que se convierte! ¿Lo he oído bien? ¡Un solo pecador que se convierte! ¡Uno solo! pasa a tener una importancia desmesurada a los ojos de Dios. Parece que sólo "él" es el que cuenta. Y tú, ¡no te contentas con esperar que ella vuelva! Tú saliste a buscarla. ¿Y yo? ¿Tengo ese mismo afán por la salvación de los hombres? ¿Tengo, como Dios, un corazón misionero? ¿enviado para salvar lo que se ha perdido?
-“Y, si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?” Lucas es el único que nos cuenta esa parábola "femenina", que nos repite lo mismo; con otra imagen. "Alumbrar"... "barrer"... "buscar con cuidado..." Yo, pecador, como todos los pecadores, soy objeto de ese amor (Noel Quesson).
La Virgen María, en su Magníficat, cantaba a Dios porque "acogió a Israel su siervo acordándose de su misericordia". Si al pueblo elegido de Israel le tuvo que perdonar, también a nosotros, que no somos mucho mejores. Pero la lección se orienta a nuestra actitud con los demás, cuando fallan. Sería una pena que estuviéramos retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que Dios da a los pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que no quería participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del hermano pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
Si somos tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces sí nos podemos llamar discípulos de Jesús. La imagen de Jesús como Buen Pastor que carga sobre sus hombros a la oveja descarriada (la famosa estatua del siglo III que se conserva en el Museo de Letrán en Roma), debería ser una de nuestras preferidas: nos enseña a ser buenos pastores y a no comportarnos como los fariseos puritanos que se creen justos, sino como seguidores de Jesús, que no vino a condenar sino a perdonar y a salvar (J. Aldazábal).
Quizá la nota dominante en las parábolas de la misericordia es la alegría que reina en el ambiente. Gracia en griego se dice "járis" y va unida con la alegría, que se dice "jára". No importa si nos sentimos pecadores, pues Jesús dice: “No he venido para los sanos, sino para los enfermos” (Mc 2,17). Malo sería que nos sintamos sanos que no lo necesitan. Sentado entre estos hombres que parecen muy alejados de Dios, Jesús se nos muestra entrañablemente humano. No se aparta de ellos, sino que busca su trato. La oración de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos con más fuerza la propia flaqueza. Y pediremos con más confianza por aquellos que están alejados del Señor. La vida de Jesús estuvo totalmente entregada a sus hermanos los hombres (Gal 2,20), con un amor tan grande que llegará dar la vida por todos (Jn 13,1). Cuanto más necesitados nos encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta misericordia supera cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas. Con esta parábola, el Señor expresa su inmensa alegría ante la conversión de un pecador; un gozo divino que está por encima de toda lógica humana. Es la alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro camino, quizá después de pequeños o grandes fracasos. Existe también una alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un pariente al sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos. Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. Jesús se acerca al pecador con respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada alma. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador arrepentido son abrumadores. Nos perdona y olvida para siempre nuestros pecados. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida. Nos muestra el Señor el valor que para Él tiene una sola alma y los esfuerzos que hace para que no se pierda. Este interés es el que debemos tener para que los demás no se extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan. Pidámoselo a Nuestra Madre (F. Fernández Carvajal).
2. Hoy San Pablo nos habla de ser flexible ante las distintas sensibilidades: -“Hermanos, ninguno de nosotros vive para sí mismo, y tampoco muere nadie para sí mismo”. Nuestra vida no puede proyectarse hacia un autoperfeccionamiento egoísta sino «hacia los demás», hacia Dios. -“Vivimos para el Señor, morimos para el Señor”. Es el primer principio para conservar o desarrollar la unidad entre cristianos de "opciones" opuestas: que cada uno actúe con lealtad "como servidor del mismo Señor". -“Ya vivamos, ya muramos, pertenecemos al Señor”, referencia absoluta. Hoy vemos conservadores, progresistas… cada uno que siga su conciencia sin uniformizar todo. La unidad no ha de hacerse a ese nivel concreto, sino más profundamente, en el esfuerzo de cada uno para ser «servidor del mismo Dios», para pertenecer al mismo Dios. Necesitamos  hoy también, como siempre, una cultura de pluralismo. Señor, ayúdanos a que te pertenezcamos... a que aceptemos las tensiones que nos dividen en todos los otros puntos.
-“Entonces tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?” Es el segundo «principio»: ayúdanos, Señor, a no juzgar, a no despreciar.
-“Todos compareceremos ante el tribunal de Dios”. El "Juicio" es una prerrogativa sólo de Dios y ¡nosotros seremos juzgados por El! Precisa tener en cuenta esta eventualidad. Jesús mismo nos recomendó firmemente esta actitud cuando nos pidió que no mirásemos demasiado la «paja en el ojo del vecino» cuando no vemos «la viga que hay en el nuestro».
-“Por mi vida, dice el Señor, que toda rodilla se doblegará ante Mí...” Así, pues, cada uno de nosotros deberá rendir cuenta de sí mismo a Dios. No hay nada mejor que ese género de pensamientos para ayudarnos a relativizar nuestras posturas demasiado categóricas. Señor, no quiero temer tu juicio. Pero que esto me ayude a estar más abierto a los demás (Noel Quesson); a ser tolerante y no querer imponer mi opinión.
3. “El Señor es mi luz…” que para un cristiano tiene una nueva referencia en las palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12; cf 1,9). San Juan de Nápoles dice que las almas luminadas por esta luz no caen en el pecado, no tropiezan en el mal, caminan con el Señor.
Llucià Pou Sabaté


martes, 5 de noviembre de 2013

Miércoles de la 31ª semana de Tiempo Ordinario (impar). El amor a la pobreza y renuncia va unido a la esperanza de la vida plena en Jesús, la vida eterna

“En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: -«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿0 qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío»” (Lucas 14,25-33).  

1. Un gran gentío acompañaba a Jesús por el camino; él se volvió y les dijo: "Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a su propia vida, no puede ser discípulo mío". Jesús, no va a ser fácil seguirte. Parece que por eso algunos no aceptan tu invitación al banquete de su Reino, la exigencia no gusta, ya no se trata sólo de sentarse a tu mesa, sino "posponer al padre y a la madre, a la familia, e incluso a sí mismo"… Quiero entenderte, Señor, pues tú quieres que amemos a los nuestros. El amor filial, el amor conyugal, el amor fraterno son "sagrados". Ayúdame a entender que el amor de Dios, que sostiene y anima todos los demás amores, debe ser mayor todavía.
«Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y madre, y a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo». Son términos duros. Ciertamente, ni el odiar ni el aborrecer castellanos expresan bien el pensamiento original de Jesús. De todas maneras, fuertes fueron las palabras del Señor, ya que tampoco se reducen al amar menos, como a veces se interpreta templadamente, para suavizar la frase. Es tremenda esa expresión tan tajante no porque implique una actitud negativa o despiadada, ya que el Jesús que habla ahora es el mismo que ordena amar a los demás como a la propia alma, y que entrega su vida por los hombres: esta locución indica, sencillamente, que ante Dios no caben medias tintas. Se podría traducir las palabras de Cristo por amar más, amar mejor; más bien, por no amar con un amor egoísta ni tampoco con un amor a corto alcance: debemos amar con el Amor de Dios» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 97).
Jesús, ¿cómo amaste Tú a tu familia en la tierra: a María y a José? El Evangelio nos lo resume con una breve frase: «Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto» (Lucas 13,34). Siendo Dios, obedeciste a tus padres de la tierra, ayudándoles en sus necesidades: a tu Madre en las labores de la casa, y a José en su taller de artesano. Sin embargo, cuando te «pierdes» en el Templo, haciendo sufrir a tus padres, les recuerdas: «¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?» (Lucas 2,49). Jesús, el amor grande que tuviste a tus padres nunca supuso un obstáculo para hacer la voluntad de tu Padre. Por eso, en el momento de la cruz, aun sabiendo que rompías el corazón de tu Madre santísima, obedeciste fielmente a la misión que Dios te había confiado. Que aprenda de tu vida a amar a mi familia con hechos, y a amar más aún a Dios, cumpliendo siempre primero su voluntad (Pablo Cardona).
-“Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío.” Hoy queremos un cristianismo a "a la carta", pero tú, Jesús, renunciaste a tu poder para ser Salvador de todos. Nos dices que también nosotros debemos saber llevar la cruz de cada día, para hacer el bien como tú y contigo (J. Aldazábal). Sufriste el suplicio de los desertores y de los esclavos, Señor… quiero vivir contigo ese camino, de la Pasión y Gloria. Te pido quitar de mi vida apegamientos que me impidan ese camino. Sé que cuando la fe está enraizada en la cruz, el sacrificio en vez de alejarnos de Dios nos une a Ti: nos hace colaboradores de tu Redención: «Inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la Cruz. Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor» (San Gregorio Nacianceno).
-“Quién es el que quiere edificar una torre... construir. Quién es el rey que parte a guerrear... combatir”. Dos empresas que requieren reflexión y perseverancia.
-“Que no empieza por sentarse... Para calcular el gastoPara ver si podrá afrontar al adversario.” Reflexionar es algo importante, analizar las consecuencias de nuestros actos.
-“De igual manera, todo aquel de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. ¿Qué "he arriesgado" yo por Jesús? En la alegría del don total (Noel Quesson).

2. –“Pues el que «ama" al otro tiene cumplida la Ley”, dirá hoy san Pablo: el resto de la ley está ahí. Todos los demás mandamientos son comentario y acompañamiento. Todos "se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo", como nos dejó dicho el Maestro. Un primer nivel de amar es "amar al prójimo como a nosotros mismos". Pero luego Jesús nos dice algo más alto: "como Él nos ha amado”, como Dios ama a todos. Y es que amar con el amor con que Dios nos ama, es lo más alto. Y esto se refleja… ¿no comunicamos luz y esperanza a los que viven con nosotros cuando les tratamos bien? En el fondo, que ahí está Jesús, Dios está en cada persona cuando la ayudamos: "a mí me lo hicisteis".
-“La Ley dice: «No cometerás adulterio, no matarás, no robarás... no codiciarás..... Estos mandamientos y todos los demás se resumen en esta fórmula: amarás al prójimo como a ti mismo”. Es más que un resumen, es un cambio completo de perspectiva. Se pasa de lo "negativo", de lo "interdicto", de lo «permitido y de lo prohibido"... no... no... A lo "positivo", al "dinamismo interior", a la exigencia infinita... ¡ama! Las reglas de la Ley son una especie de "minimum": Cuando las hemos cumplido, podemos creer que estamos en regla. Pero el amor es distinto: consiste en una "llamada", dirigida a todos. El fariseo de la parábola "estaba en regla". Jesús dice que no quedó justificado. El publicano, en cambio, era un pobre pecador, que no estaba en regla con la Ley, pero que estaba "abierto al amor". Jesús dice que éste quedó justificado.
-“El amor no hace mal al prójimo”.¡Ayúdanos, Señor, a no hacer daño a nadie! Al menos, voluntariamente. Ayúdanos a sanar, en lo posible, las heridas que hemos podido causar (Noel Quesson).

3. La Felicidad del justo es el tema del salmo de hoy: "Dichoso el que teme al Señor". Es el eco de las bienaventuranzas… "ama de corazón sus mandatos" y los cumple, hallando en ellos alegría y paz. “La docilidad a Dios es, por tanto, raíz de esperanza y armonía interior y exterior. El cumplimiento de la ley moral es fuente de profunda paz de la conciencia” (Juan Pablo II): "Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. En su casa habrá riquezas y abundancia". Job es el contrapunto, que representa a muchas personas justas, que sufren duras pruebas en el mundo. Así pues, conviene leer este salmo en el contexto global de la sagrada Escritura, hasta la cruz y la resurrección del Señor…
El centro de esta fidelidad a la palabra divina consiste en una opción fundamental, es decir, la caridad con los pobres y necesitados: "Dichoso el que se apiada y presta (...). Reparte limosna a los pobres". Admirable generosidad, completamente desinteresada… Clemente Alejandrino, el Padre de la Iglesia del siglo II, se pregunta: el dinero, la riqueza, ¿son de por sí injustos? Y dice: Jesús "declara injusta por naturaleza cualquier posesión que uno conserva para sí mismo como bien propio y no la pone al servicio de los necesitados; pero declara también que partiendo de esta injusticia se puede realizar una obra justa y saludable, ayudando a alguno de los pequeños que tienen una morada eterna junto al Padre (…) ‘Dios ama a quien da con alegría’ (2 Co 9,7), a quien goza dando y no siembra con mezquindad, para no recoger del mismo modo, sino que comparte sin tristeza, sin hacer distinciones y sin dolor; esto es auténticamente hacer el bien"… Eso le pedimos al Señor por intercesión de la Santísima Virgen, que podamos contarnos entre los que oímos esta bienaventuranza: dichoso el hombre que da; dichoso el hombre que no utiliza la vida para sí mismo, sino que da; dichoso el hombre que es "justo, clemente y compasivo"; dichoso el hombre que vive amando a Dios y al prójimo.
Santa Teresa comenta que “a los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates, y con la perseverancia entrado a las terceras moradas ¿qué les diremos, sino bienaventurado el varón que teme al Señor?” Y añade que “si no torna atrás, a lo que podemos entender lleva camino seguro de su salvación”. Importa vencer las “porque tengo por cierto que nunca deja el Señor de ponerle en seguridad de conciencia”, aunque no se trata de una seguridad nuestra, que “no la hay en esta vida”, sino confianza en la misericordia divina. Y aunque estemos en vela, “¿qué contento puede tener quien todo su contento es contentar a Dios?” Y esto nos da alegría pues aunque haya tropiezos sabemos “que nos dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que ellos”.  “Mas bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen”. Quien tiene buen corazón recibe el premio del amor de Dios, que ‘repartió con largueza, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre’ (2 Co 9,8-9).


Llucià Pou Sabaté

lunes, 4 de noviembre de 2013

Martes de la 31ª semana (impar). Nos pide el Señor que invitemos por los caminos y senderos a todos, para que entren al convite divino, se llene la sala que es la Iglesia

“En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: -«¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» Jesús le contestó: -«Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor. "Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete» (Lucas 14,15-24).  

1. “Jesús estaba a la mesa. Uno de los comensales le dijo: "¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!"” Me gustaría estar comiendo contigo, Jesús, para hablar de estos temas tan bonitos. Sigues con el tema de la comida, como ayer. Aquí nos hablas, Señor, de tu Reino como una boda, donde muchos convidados no quieren ir, y tú abres el convite a "pobres, lisiados, ciegos y cojos". Dios quiere "que se le llene la casa". Ya que no han querido los titulares de la invitación, que la aprovechen otros. Israel, al menos oficialmente, había rechazado al Mesías, mientras que otros muchos, procedentes del paganismo, sí lo aceptaban. Esto también es para nosotros motivo de examen: ¿me excuso, para no darme por enterado? Quiero aprender de cuantos aceptaron agradecidos la invitación de Jesús. En cada Eucaristía somos invitados a participar de este banquete sacramental, que es anticipo del definitivo del cielo: "dichosos los invitados a la cena del Señor" (en latín, "a la cena de bodas del Cordero"). Celebrar la Eucaristía debe ser el signo diario de que celebramos también todos los demás bienes que Dios nos ofrece (J. Aldazábal). Nuestras comidas de la tierra son una imagen y un anuncio del "banquete mesiánico" en el Reino de Dios. La eucaristía ha asumido ese simbolismo de la comida.
Nos dices, Señor: "Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora del banquete mandó al criado a decir a sus invitados: Venid que ya está preparado"”. Dios invita. Yo soy el invitado.
-“Pero todos, en seguida, empezaron a excusarse”… Somos responsables ante Dios: podemos decir que sí o que no a su invitación. Dios hizo al hombre desde el principio y lo dejó en manos de su libre albedrío (Ecclo XV, 14). Esto no sucedería si no tuviese libre elección (Santo Tomás de Aquino). Somos responsables ante Dios de todas las acciones que realizamos libremente. La libertad religiosa es importante, y Jesús nunca nos obliga, sino invita: “si alguno quiere venir…” Si somos arrastrados a Cristo, creemos sin querer; se usa entonces la violencia, no la libertad. Sin que uno quiera se puede entrar en la Iglesia; sin que uno quiera se puede acercar al altar; puede, sin quererlo, recibir el Sacramento. Pero sólo puede creer el que quiere (san Agustín). Y resulta evidente que, habiendo llegado a la edad de la razón, se requiere la libertad personal para entrar en la Iglesia, y para corresponder a las continuas llamadas que el Señor nos dirige.
Cuando se respira ese ambiente de libertad, se entiende claramente que el obrar mal no es una liberación, sino una esclavitud. El que peca contra Dios conserva el libre albedrío en cuanto a la libertad de coacción, pero lo ha perdido en cuanto a la libertad de culpa (santo Tomás de A.). Manifestará quizá que se ha comportado conforme a sus preferencias, pero no logrará pronunciar la voz de la verdadera libertad: porque se ha hecho esclavo de aquello por lo que se ha decidido, y se ha decidido por lo peor, por la ausencia de Dios, y allí no hay libertad.
-“Entonces el dueño de la casa indignado dijo a su criado: sal corriendo a las calles y plazas de la ciudad y tráete a los "pobres", a los "lisiados", a los "ciegos" y a los "cojos"”. Cuando se está satisfecho con lo que uno tiene, no se siente necesidad de nada más. Espiritualmente, somos pobres, pues siempre estamos insatisfechos, tendemos a querer todo, en el Señor.
-“El criado dijo: "Señor, todavía queda sitio". El dueño le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa"”. Si meditamos el Evangelio y ponderamos las enseñanzas de Jesús, no confundiremos esas órdenes con la coacción. Ved de qué modo Cristo insinúa siempre: si quieres ser perfecto…, si alguno quiere venir en pos de mí… Ese “insísteles hasta que entren” (compelle intrare) no entraña violencia física ni moral: refleja el ímpetu del ejemplo cristiano, que muestra en su proceder la fuerza de Dios: mirad cómo atrae el Padre: deleita enseñando, no imponiendo la necesidad. Así atrae hacia El (san Agustín).
La mejor esclavitud es la del Amor de Dios. Pues las otras son fruto del egoísmo. “El Amor de Dios marca el camino de la verdad, de la justicia, del bien. Cuando nos decidimos a contestar al Señor: mi libertad para ti, nos encontramos liberados de todas las cadenas que nos habían atado a cosas sin importancia, a preocupaciones ridículas, a ambiciones mezquinas. Y la libertad -tesoro incalculable, perla maravillosa que sería triste arrojar a las bestias- se emplea entera en aprender a hacer el bien.
Esta es la libertad gloriosa de los hijos de Dios (…). Nuestra fe no es una carga, ni una limitación. ¡Qué pobre idea de la verdad cristiana manifestaría quien razonase así! Al decidirnos por Dios, no perdemos nada, lo ganamos todo: quien a costa de su alma conserva su vida, la perderá; y quien perdiere su vida por amor mío, la volverá a hallar (Mt 10,39).
Hemos sacado la carta que gana, el primer premio (…) Vida de oración. Hemos de rogar al Señor -a través de su Madre y Madre nuestra- que nos aumente su amor, que nos conceda probar la dulzura de su presencia; porque sólo cuando se ama se llega a la libertad más plena: la de no querer abandonar nunca, por toda la eternidad, el objeto de nuestros amores” (J. Escrivá de Balaguer).
El Señor es generoso, tiene muchos sitios para el banquete nupcial, y quiere que invitemos a muchos. La Iglesia; abierta a todos los desgraciados de la tierra, a todos los que sufren, y salvadora de todas las miserias (Noel Quesson).

2. Después de la parte «doctrinal», vemos ahora «aplicaciones prácticas», de tipo moral: -“Todos nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros”. Hoy como ayer hay peligro de sectas y divisiones, y san Pablo empieza dando el «principio» de la unidad, el «Cuerpo único que nosotros formamos». Aunque me caiga mal tantas cosas de esa o aquella persona… somos un cuerpo en Cristo.
-“Según la gracia de Dios, hemos recibido dones «diferentes»”. Tenemos algo en común, la gracia de Dios, y luego dones diversos que corresponden a la misión que vamos descubriendo en la vida, para la que Dios nos llamó.
-“Don de profecía... Don de servicio... Don de enseñar... Don de animar... Don de dirigir... Don de abnegación...” Concédeme, Señor, no humillar los «dones» de los demás... Concédeme, Señor, no humillar a los demás con mis propios dones... Concédeme poner todos mis dones al servicio del conjunto. Ayúdanos, Señor, a descubrir y a valorar los dones de los demás... a ayudarlos a desplegar su personalidad, a ocupar su lugar en la comunidad. Dedico un rato a descubrir los «dones» de los que me rodean... Es una oración que ha de hacerse a menudo.
-“Manteneos unidos los unos a los otros con afecto fraterno. Sed respetuosos, rivalizando en la estima mutua”... Se trata de hacer carreras en el amor, de cuidar esos pequeños detalles que hacen crecer el fuego del amor.
-“No frenéis el empuje de vuestra generosidad... dinamismo, empuje... Dejad surgir el Espíritu”... ¡Es extraordinaria esta fórmula audaz!
-“Manteneos siempre al servicio del Señor”... Pablo nos lo dijo ya: «servidores».
-“Que la esperanza os mantenga alegres”... Cuando viene la alegría, aceptarla.
-“En las tribulaciones sed enteros”... No os rajéis. Aguantad.
-“Compartid... Que vuestra casa sea siempre acogedora”... ¡Todo un programa!
-“Bendecid a los que os persiguen. Desead el bien para ellos”... No es nada fácil, Señor.
-“Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran”... Adaptarse a los sentimientos de los demás: mantened relaciones interpersonales.
-“Estad de acuerdo entre vosotros”... San Pablo es reiterativo ¡Las cosas no se arreglan en seguida!
-“No penséis en grandezas... No queráis dominar. Dejaos atraer por lo humilde...” Así, las altas consideraciones doctrinales, terminan en estos consejos sencillos y concretos que es preciso releer y a partir de los cuales hay que orar (Noel Quesson). “Después de haber hablado el apóstol de aquellos dones que no son comunes a todos, aquí enseña que la caridad es el don común a todos” (Santo Tomás de A.)

3. Tenemos paz cuando estamos con Dios: “junto al Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre”. Santa Teresa de Lisieux en su "caminito" quiere "permanecer pequeña" para "estar entre los brazos de Jesús".

Llucià Pou Sabatéos recuerda que nza enorme: . niño ", de cuidar esos pequeños detalles que hacen crecer el fuego del amor. ____________________

domingo, 3 de noviembre de 2013

Lunes de la 31 semana (impar): no podemos estar cerrados, pues la apertura a los demás en el amor y el compartir es estar con Jesús
«Decía también al que le había invitado: «Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lucas 14,12-14).
         1. –Jesús, eres amigo de la paradoja, y una vez más has querido despertar la curiosidad de sus oyentes... nos hablas de convidar a comer a los más desvalidos quizá nos dices que si no salimos de "nosotros mismos" en un primer círculo de personas que forman parte de nosotros... nos cerramos, y vamos mal. Podría ser en parte seguir amándonos a nosotros mismos. "Si amáis sólo a los que os aman ¿qué hacéis de extraordinario? Los pecadores también lo hacen" (Lc 6,32).
-“Por el contrario, cuando des un banquete, invita a "pobres", "lisiados", "cojos", "ciegos"...” Jesús, nos muestras un modo nuevo de vivir: - sin distinción de clase social (Lucas 14,12-14; Santiago 1,9; 2,1-6); - sin distinción de razas (Romanos 10,12; Corintios 12,13; Gálatas 3,28) - sin excluir, siquiera, a los pecadores (Lucas 7,36-5O).
-“Y "dichoso" serás tú entonces, porque no te pueden corresponder”. Esta es la palabra clave del amor evangélico: "amar sin esperar correspondencia". El desinterés más absoluto. Es difícil… cuántas veces una madre se deprime al ver que sus hijos no corresponden a todo el amor que ella ha puesto durante tantos años… es natural, pero el Señor nos anima a ir siempre más allá…
-“Esto te será devuelto cuando resuciten los justos”. Es lo mismo que decir amar "sólo por Dios". Hay casos, en que esta es la única motivación capaz de hacernos superar unas repugnancias invencibles, unos bloqueos afectivos, aparentemente sin salida y unas dificultades psicológicas extremas. Hay personas, que aman por encima de toda visión humana: «Es éste un distintivo del hombre justo: que, aun en medio de sus dolores y tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con paciencia sus propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que prevé necesaria para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está él mismo enfermo. Mientras sufre las desgarraduras de su propia herida, no deja de proveer a los otros el remedio saludable» (San Gregorio Magno).
Sí, Dios interviene en el hombre para ensancharle el corazón. Y la "resurrección de los justos" será el brillante despliegue a pleno día de ese amor sin condiciones, sin fronteras, sin exclusivas... que es el amor mismo de Dios (Noel Quesson). Porque Dios "ama a los justos y a los injustos" (Lc 6,35; Mt 5,45).
Me llegó un texto (“Europa cerrada”, de J.M.A.S.) sobre la hipocresía con que Europa procura evitar la llegada de inmigrantes africanos, cuando no son otra cosa que el residuo patético de sus correrías coloniales de varios siglos. ¿Acaso espera Europa que luego de centurias de saquear África despojándola de su cultura, de sus recursos materiales y humanos, de inyectarla con su fiebre perniciosa de consumo, vaya a poder encarar el nuevo milenio como una suerte de castillo artillado y compacto en cuyo interior todos son felices mientras fuera cunde el hambre y la desesperación?
En el cuento de Edgar Allan Poe “La máscara de la muerte roja” se simboliza la futilidad del intento del príncipe de encerrarse en su palacio a dar fiestas hasta que pase la peste. El egoísmo no es solución. Hay un convidado con máscara de muerte, que era la peste, y se la transmite a los que pensaban estar aislados. Se les mete en casa. La muerte acabó entrando igual. Europa es rica gracias, en buena medida, a todo lo que se llevó de África.
Es una vergüenza pensar que tienen que morir de hambre a pocos kilómetros, mientras aquí se tira la comida. ¿Dónde están los derechos humanos? Todos somos responsables de reparar el daño hecho, invitando a nuestra mesa a los pobres. Es además de justicia, por el daño hecho por ingleses, franceses, alemanes, belgas (“El corazón de las tinieblas”, relato de Joseph Conrad, que fue guión de la película “Apocalipsys now” es impresionante sobre esta colonia), portugueses (aquí recuerdo una película de Spielberg, “Amistad”, sobre las penosas condiciones de los traslados de esclavos).
¿Con qué vergüenza rechazamos las pateras? Son personas sin medios en su país, devastado por nuestra rapiña muchas veces, que solo piden las migajas de una limosna, vender baratijas en las plazas, repartir diarios o limpiar automóviles... Y aun así no los queremos. Europa desea permanecer cerrada mientras una África saqueada se desangra... igual que América Latina... igual que el Oriente de segunda... Seguramente Europa abrirá su corazón, sus puertas... Seguramente aprenderemos algún día a tratarnos todos los seres humanos como iguales, porque si no fuera así, estaríamos aceptando los distintos genocidios ocurridos a lo largo de la historia como hechos normales... Seguramente invitaremos a comer a los necesitados, y así todos saldremos adelante.
2. –“Los dones de Dios y su llamada son irrevocables”. Es algo «asegurado», «sólido», de «promesa irrevocable», de «algo dado». Por nuestra parte se trata de vincularnos a ello.
-“Antes erais paganos... Desobedecisteis... Obtuvisteis misericordia. También los judíos desobedecieron... También ellos obtuvieron misericordia”. Estamos unidos misteriosamente a los judíos, hay una cierta comunión –imperfecta- de unos de los otros, que se ha perdido lamentablemente en la historia, pero que se intenta recomponer.
-“Dios, en efecto, encerró a todos los hombres en la rebeldía, para usar con todos ellos de misericordia”. La misericordia tiene la última palabra. Dios permite que cada hombre pase por el pecado -la desobediencia- para que experimente la vanidad, el vacío y la incapacidad de su voluntad... a fin de abrirlo entonces a la gratuidad del amor divino, única salida... Ayúdame Señor, a ver así mis pecados. No como una vejación personal ante el fracaso de mi voluntad. No con despecho.
No con desesperación -«yo no llegaré nunca»-; sino con la certeza de que esos pecados me abren a tu misericordia y me hacen sentir más hondamente cuán necesario me eres. Señor, ayúdame a ver así a todo pecador entorno a mí, como un futuro objeto de tu misericordia, como un actual objeto de tu misericordia. ¡Tú amas a los pecadores! Amas a este pecador que está junto a mí y cuyo pecado me hace sufrir. ¿Seré, junto a él, el testigo de tu misericordia?
-“¡Oh abismo... de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!” El término griego traducido por «abismo» es el término «bathos», raíz que se encuentra en el término «bathyscafo», el aparato que trata de explorar las «profundidades», los «abismos» del mar.
-«¡Cuán insondables son sus decisiones e impenetrables sus caminos!» Ninguna sonda puede llegar hasta el «hondón» de Dios. Ningún viajero, ningún explorador puede «penetrar» hasta ese país secreto, en el corazón de esta selva impenetrable. Y sin embargo vale la pena partir, aventurarse por ese «camino» que conduce hacia... Dios.
«Los caminos de Dios»... hermosa expresión, capaz de hacer soñar, capaz de hacer rezar. Oro, partiendo de lo que estas palabras me sugieren. ¡Oh, Señor, haz que camine hacia Ti! ¿Estoy en el camino que conduce a Ti? ¿Cuándo se efectuará el encuentro?
-“¿Quién conoció el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?” Confesión de ignorancia. Pablo está profundamente extrañado del rechazo de Israel a adherirse al plan en Dios. Su mentalidad farisea, su orgullo nacional han sido heridos en lo vivo. Sólo puede confesar su ignorancia. A menudo en nuestras vidas tampoco nosotros comprendemos el designio de Dios. Humildemente me remito a Ti.
-“Porque «de» Él, «por» Él y «para» Él son todas las cosas. ¡A Él la gloria por los siglos! Amén”. Dios, origen de todo. El que lo conserva todo. El objetivo hacia el cual todo va (Noel Quesson).
3. "Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias". Señor, te pido ser más humilde y comprensivo con los demás. Como la Virgen. Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor (…) sus ternuras sobre todas sus obras (...) en todas sus obras amoroso. Yahveh sostiene a todos los que caen, a todos los encorvados endereza”. A ti la alabanza por siempre, Señor.
Llucià Pou Sabaté


sábado, 2 de noviembre de 2013

El Señor nos ayuda a buscarle y convierte nuestro corazón
«Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Y, adelantándose corriendo, subió a un sicómoro (una higuera), para verle, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa». Bajó rápido y lo recibió con gozo. Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lucas 19,1-10).
1. El Evangelio nos habla del encuentro misericordioso de Jesús con Zaqueo. El Señor pasa por Jericó, camino de Jerusalén. Acaba de curar a un ciego a la entrada de la ciudad. La multitud llena la calle por donde pasaba el Maestro. Allí se encuentra también un hombre, que era jefe de publicanos y rico, conocido como recaudador de impuestos. Cobraba una sobretasa, de la cual vivía. Eran mal vistos. Zaqueo intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Y adelantándose corriendo, subió a un sicómoro, para verle, porque iba a pasar por allí. Nos ayuda a no tener vergüenzas a nosotros, que también queremos ver a Jesús y permanecer con Él. Pero debemos examinar hoy la sinceridad y el vigor de estos deseos: ¿Quiero yo ver a Jesús? –preguntaba el Papa Juan Pablo II–, ¿hago todo lo posible para poder verlo?: ¿verdaderamente quiero contemplarlo, o quizá evito el encuentro con Él? ¿Prefiero no verlo o que Él no me vea? Y si ya le vislumbro de algún modo, ¿prefiero entonces verlo de lejos, no acercándome mucho, no poniéndome ante sus ojos para no llamar la atención demasiado..., para no tener que aceptar toda la verdad que hay en Él, que proviene de Él, de Cristo?
Cualquier esfuerzo que hagamos por acercarnos a Cristo es largamente recompensado. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me hospede en tu casa. ¡Qué inmensa alegría! Él, que se contentaba con verlo desde el árbol, se encuentra con que Jesús le llama por su nombre, como a un viejo amigo, y, con la misma confianza, se invita en su casa. «Quien tenía por grande e inefable el verle pasar –comenta San Agustín–, mereció inmediatamente tenerlo en casa» (Sermón 174,6).
Zaqueo «descubre que es amado personalmente por Aquel que se presenta como el Mesías esperado, se siente tocado en lo más profundo de su espíritu y abre su corazón» (Juan Pablo II, Homilía 5-XI-1989). Quiere estar cerca del Maestro: Bajó rápido y lo recibió con gozo. Experimentó la alegría singular de todo aquel que se encuentra con Jesús. Se convierte en un discípulo más del Maestro; pasa de la curiosidad a la conversión: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces más. Todavía no lo da todo quizá, pero va dando pasos, como en el diálogo que se puede mantener en la confesión: se va abriendo el alma a Dios (F. Fernández Carvajal). "Donde entra mucho el sol, dice santa Teresa, el alma ve su miseria... toda se ve muy turbia".
San Agustín comenta: “Vas a decir: « Si voy como Zaqueo no podré ver a Jesús a causa de la muchedumbre». No te entristezcas, sube al árbol del que Jesús estuvo colgado por ti y verás. ¿Y a qué clase de árbol subió Zaqueo? A un sicómoro… Se levantó sobre la muchedumbre y vio a Jesús sin que ella se lo impidiese. En efecto, a los humildes, a los que siguen el camino de la humildad, a los que dejan en manos de Dios las injurias recibidas y no piden venganza para sus enemigos, a ésos los insulta la turba y les dice: «¡Inútil, que eres incapaz de vengarte!». La turba te impide ver a Jesús; la turba, que se gloria y exulta de gozo cuando ha podido vengarse, impide la visión de quien, pendiente de un madero, dijo: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).
Por eso Zaqueo, que quería verle, simbolizando a las personas humildes, no pone su mirada en la turba, que es impedimento, sino que sube a un sicómoro, como al árbol de fruto necio [es su etimología]. Pues, nosotros, dice el Apóstol, predicamos a Cristo crucificado, escándalo ciertamente para los judíos -contempla el sicómoro- necedad, en cambio, para los gentiles (1 Cor 1,23). Finalmente, los sabios de este mundo nos insultan a propósito de la cruz de Cristo y dicen: «¿Qué corazón tenéis quienes adoráis a un Dios crucificado?». «¿Qué corazón tenemos?», preguntas. Ciertamente, no el vuestro. La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. No tenemos, pues, un corazón como el vuestro, Decís que nuestro corazón es necio. Decid lo que queráis; nosotros subimos al sicómoro para ver a Jesús. Vosotros no podéis ver a Jesús porque os avergonzáis de subir al sicómoro. Alcance Zaqueo el sicómoro, suba el humilde a la cruz. Poca cosa es subir; para no avergonzarse de la cruz de Cristo, póngala en la frente, donde está el asiento del pudor; allí precisamente, donde antes se nota el rubor; póngala allí para no avergonzarse de ella. Pienso que te ríes del sicómoro, pero también él me hizo ver a Jesús. Tú te ríes del sicómoro porque eres hombre, pero lo necio de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres (1 Cor 1,25).
El Señor, que había recibido a Zaqueo en su corazón se dignó ser recibido en casa de él. Le dice: Zaqueo, apresúrate a bajar, pues conviene que yo me quede en tu casa (Lc 19,5). Gran dicha consideraba él ver a Cristo. Quien tenía por grande e inefable dicha el verle pasar, mereció inmediatamente tenerle en casa. Se infunde la gracia, actúa la fe por medio del amor, se recibe en casa a Cristo, que habitaba ya en el corazón. Zaqueo dice a Cristo: Señor, daré la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado le devolveré el cuádruplo (Lc 19,8). Como si dijera: «Me quedo con la otra mitad, no para poseerla, sino para tener con qué restituir». He aquí, en verdad, en qué consiste recibir a Jesús, recibirle en el corazón. Allí, en efecto, estaba Cristo; estaba en Zaqueo, y por su inspiración se decía a sí mismo lo que escuchaba de su boca. Es lo que dice el Apóstol: Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe (Ef 3,17).
Como se trataba de Zaqueo, el jefe de los publicanos y gran pecador, aquella turba, que se creía sana y le impedía que Jesús entrase en casa de un pecador, que equivale a reprochar al médico el que entre en casa del enfermo. Puesto que Zaqueo se convirtió en objeto de burla en cuanto pecador y se mofaban de él, ya sano, los enfermos, respondió el Señor a esos burlones: Hoy ha llegado la salvación a esta casa (Lc 19,9). He aquí el motivo de mi entrada: Hoy ha llegado la salvación. Ciertamente, si el Salvador no hubiese entrado no hubiese llegado la salvación a aquella casa” (Sermón 174).
«Elige a un jefe de publicanos: ¿quién desesperará de sí mismo cuando este alcanza la gracia?», comenta San Ambrosio (en su comentario, in loc.). El Señor es clemente y misericordioso. «¡No desesperéis nunca! Os lo diré en todos mis discursos, en todas mis conversaciones; y si me hacéis caso, sanaréis. Nuestra salvación tiene dos enemigos mortales: la presunción cuando las cosas van bien y la desesperación después de la caída; este segundo es con mucho el más terrible» (San Juan Crisóstomo).
Zaqueo invita a Jesús. Juan Pablo II decía: “No se asusta de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiese amenazar, por ejemplo, su carrera profesional, o hacerle difícil algunas acciones ligadas con su actividad de jefe de publicanos”,
2. «A todos perdonas, porque son tuyos». La maravillosa afirmación de la primera lectura es que Dios ama todo lo que ha creado, pues si no, no lo habría creado. Muchos hombres, incluso muchos cristianos, no quieren creer esto debido a los males innumerables que existen en el mundo. Pero la prueba que el libro de la Sabiduría aporta para sostener su afirmación es tan simple y clara que no se la puede rechazar sin negar a Dios o acusarlo de contradicción interna. La naturaleza, como a una sola voz, nos dice: «No me hice a mí misma, sino que me hizo Dios». «Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado». Dios ama a todos los seres y por eso sólo castiga a los pecadores por amor y para propiciar su conversión al amor.
“Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás, Día tras día te bendeciré, y alabaré tu nombre por siempre jamás”. Es una oración agradecida, sobre todo porque “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”. Esta misericordia es la parte central del salmo, por eso: “Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.
3. «No perdáis fácilmente la cabeza». Parece como si la segunda lectura quisiera recordar la enseñanza de la primera. Dios, que «corrige, poco a poco a los pecadores», nos da tiempo para cumplir todos «los buenos deseos y la tarea de la fe». Por eso no hay que «alarmarse» por el anuncio del fin inminente del mundo, aunque esto se asegure mediante «supuestas» revelaciones o profecías, sino que hay que proseguir con tranquilidad y sin pánico alguno la tarea cristiana. El Señor no es solamente el que viene hacia nosotros desde el futuro como una amenaza («como un ladrón en medio de la noche»), sino también el que nos acompaña constantemente en nuestro camino hacia el cielo, nos ilumina con su presencia (como a los discípulos de Emaús) y nos libra de todo miedo que pudiera haber suscitado en nosotros (von Balthasar).
Llucià Pou Sabaté


Amoroso lance

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viernes, 1 de noviembre de 2013

Sábado de la semana XXX (impar). La humildad va unida al servicio, y así estamos con el Señor, ya sin buscar gloria humana
«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos, ellos le estaban observando. Proponía a los invitados una parábola al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos diciéndoles: «Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: "Cede el sitio a éste"; y entonces empieces a buscar lleno de vergüenza, el último lugar: Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado» (Lucas14,1.7-11).
1. –“Durante la comida en casa de uno de los jefes de los fariseos, Jesús, notando que los invitados elegían los primeros puestos...” El mundo judío -por ejemplo, las "reglas de la Comunidad de Qumram- tenía gran preocupación por seguir el orden jerárquico. En un banquete, antes de sentarse, cada invitado elegía "su" puesto según su rango, según la idea que él tenía de su propia dignidad, en comparación a los demás invitados. Y esto estaba codificado por las escuelas de Doctores de la Ley. Se aconsejaba un poco de prudencia elemental, por ejemplo: "Sitúate dos o tres puestos más allá del que te convendría". Hoy tenemos muchos signos distintivos que permiten realzar la posición social de cada uno: marcas en el vestir... o de automovil...
-“Jesús les propuso esta parábola: "Cuando alguien te convide a una boda no ocupes el puesto principal...” Jesús, no entras aquí en los problemas de las conveniencias mundanas, no es tu objeto...  te interesa decirnos lo que otras veces: ¡sed humildes!, ¡disponeos a ser el servidor de los demás!, ¡ocupad el último puesto!, ¡los pequeños son los más grandes! Si no os hacéis pequeños, ¡no entraréis en el Reino de Dios! No, nadie puede revindicar la entrada a las Bodas eternas como algo que le es debido, en virtud de su propia justicia.
-“Al revés, cuando te conviden, vete derecho al último puesto”. Durante la última Cena, sabemos que hubo una discusión entre los Doce sobre sus jerarquías y sus prelaciones. "Llegaron a querellarse sobre quién parecía ser el mayor. Jesús les dijo: Los reyes de las naciones gobiernan como señores... Pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros, ocupe el puesto del más joven, y el que manda, el puesto del que sirve... Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lucas 22,24-27). En las primeras comunidades había estas discriminaciones en las asambleas litúrgicas, como cuenta Santiago: "Si en vuestra reunión entra un personaje con sortijas de oro, magníficamente vestido y entra también un pobretón con traje mugriento; si atendéis al primero en detrimento del pobre, ¿no hacéis una discriminación?" Hoy, hay muchas maneras de creerse superior, de excluir a un tal o a un cual, de hacer discriminaciones.
Señor, haznos acogedores los unos hacia los otros. Que todos los participantes a nuestras asambleas dominicales se sientan cómodos. Que las celebraciones eucarísticas no pasen a ser pequeños clubs cerrados en los que "las personas, allí reunidas, se sientan bien", porque se ha comenzado por excluir a "los que no piensan como nosotros".
-“El que se encumbre, lo abajarán, y al que se abaja lo encumbrarán”. Es la condena de cualquier suficiencia. Dios cerrará su Reino, a los que están persuadidos de su propia justicia. Ser humilde. Hacerse pequeño. Juzgarse indigno... No juzgar indignos a los demás.
La parábola del fariseo y el publicano se terminará con la misma fórmula (Lucas 18,14): "Todo el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja, lo encumbrarán." Señor, ayúdame; quiero combatir todas mis formas de orgullo. Quiero conocer mis miserias, para que no me estime superior a los demás. Ayúdame a encontrarme feliz en el "último puesto". Como Tú, Señor: "Jesús, de tal manera tomó para sí el último puesto, que nadie se lo ha podido quitar" (Noel Quesson).
"Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29): Jesús, nos enseñas que la humildad va unida al servicio, y quiero aprender de ti, de Belén, de tu vida en Nazaret, de tu entrega en la Cruz y en la Eucaristía.
"Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia" (1 Pedro 5,5); dame, Señor, la humildad, para estar abierto a ti, pues nos dices: "Sin mí, nada podéis hacer " (Jn 15,5). Quiero pedirte ser humilde, Señor, por la intercesión de tu Madre María Santísima, meditar tu ejemplo, rectificar cuando la soberbia aprieta, ser sincero en la dirección espiritual, utilizar las experiencias negativas para sacar más fuerza y humildad de ellas, y que todo me sirva para hacer las cosas como tú las harías, para darme a los demás que es lo que me enriquece  y lo que tú dijiste de ti mismo, que “no he venido a dejarme servir sino a servir” (Mt 20,28).
Animaba san Josemaría: “no pienses nunca en ti. Huye de la soberbia de imaginar que eres eso que en mi tierra llaman el palico de la gaita. Cuando no te acuerdes de ti, entonces haces buena labor. No podemos creernos el centro, de modo que pensemos que todo debe girar alrededor de nosotros. Y lo peor es que, si caes en este defecto, cuando te digan que eres soberbio, no te lo creerás; porque mientras el humilde se cree soberbio, el soberbio se cree humilde”. La santísima Virgen es modelo de humildad y por eso es llena de gracia.
2. Pablo nos enseña que Dios no deja de ser fiel a su esposa infiel. Dios ama a aquellos que no le aman. Dios no rechaza a nadie: –“Hermanos, os pregunto: ¿Habría Dios rechazado a su pueblo? No, de ningún modo. Yo mismo soy prueba de ello: también soy uno de Israel”. Y tomando la tesis de los profetas según la cual sólo un «pequeño resto» subsistiría, hace notar que hay judíos, como él, por ejemplo, que son los testigos de ese amor. Esto nos anima a conservar las solidaridades. No quedarse aparte, resguardado, como aquellos que huyen del peligro. Al contrario, considerarse como responsable de todos aquellos que son solidarios con él: no soy un salvado "para mí", sino «para todos». Pablo-creyente es ya una parte del pueblo de Israel... ¡creyente! Pablo-salvado es ya una porción, algo del pueblo de Israel... ¡salvado!
-“¿Ha caído Israel para no levantarse?... si por haber caído ellos la salvación ha pasado a los paganos, su caída ha supuesto riqueza para el mundo”. Es preciso comprender bien este sorprendente argumento. Pablo alude al «hecho histórico» muy conocido: el rechazo de los judíos ayudó a Pablo a no encerrarse en el mundo judío e ir a los paganos. Expulsado de la Sinagoga y de la comunidad judía, se halló casi obligado a dirigirse a los paganos.
-“No quiero dejaros en la ignorancia de este misterio: el endurecimiento de los judíos durará hasta la entrada del conjunto de los paganos”. Así el rechazo de la Fe, de los judíos, lejos de contradecir el prodigioso amor salvador de Dios por todos los hombres no es sino una ilustración temporal y brillante de ese amor universal. A través de este misterio quisiera comprender mejor el misterio de la "incredulidad" HOY. ¡Muchos son los que "rechazan" HOY a Dios o viven «como si no existiera»! Quiero creer que Tú sigues amándolos, Señor, y que quieres también salvarlos a todos. Tu proyecto es ¡«la entrada del conjunto de los paganos»! en la salvación.
-“Es así que todo Israel será salvo. En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien. Pero en cuanto a la elección de Dios, son amados en atención a sus padres... ¡Los dones y la vocación de Dios son irrevocables!” También los judíos un día serán creyentes. El Señor vendrá. Pero retrasa su venida para dar a todos un «plazo» de conversión. Así, todo contribuye al proyecto de Dios. La incredulidad de los judíos es la prueba dramática del fracaso del hombre que quiere salvarse por sí mismo. Como tal, esta «incredulidad» tiene un aspecto positivo, pone en evidencia que nos salvamos «por pura misericordia»: mas entonces los judíos pueden también beneficiarse, y se beneficiarán de ello. Los dones de Dios son "IRREVOCABLES" (Noel Quesson).
3. En Nostra aetate, el Concilio quiso hablar de ese respeto de todo corazón a los que viven otras religiones, y siguiendo el ejemplo de Pablo, llenarnos de esperanza de que un día acabarán aceptando a Jesús. Con el salmo decimos: "El Señor no rechaza a su pueblo ni abandona su heredad".

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 30 de octubre de 2013

Jueves de la semana 30 de tiempo ordinario (impar): la vida del cristiano es una lucha, para la que el Señor nos prepara para la victoria, con su fuerza
«En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: «Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar». Y les dijo: «Id a decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. Pera es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor» (Lucas 13,31-35).
1. –“Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: "Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte"”. Lucas presenta a fariseos que ayudan a Jesús para que salve su vida. Por tanto, no hay que pensar que todos los fariseos iban contra Jesús. Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz... ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes solamente. Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.
-“Jesús les contestó: "Id a decir a ese zorro..."” Jesús, te veo con imperio, sin preocuparte de lo que será de ti, pues sabes que estás en buenas manos, y que tu misión está por encima de todo. El "zorro" es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro... así defines, Señor, a ese gobernante.
-"Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo". La expresión "el tercer día" es usual en lengua aramea para significar "en plazo breve". "Acabo"... estoy llegando al final, o bien "he logrado mi objetivo..." Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte, va hacia un cumplimiento. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que está previsto.
-“Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. Palabras misteriosas, anunciadas por tantos profetas, como el profeta Oseas: "Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos" (Oseas 6,2). Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.
Jesús morirá por amor nuestro: «porque vine a servir y no a ser servido. Yo soy amigo, y miembro y cabeza, y hermano y hermana y madre: todo lo soy, y sólo quiero contigo intimidad. Yo, pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti; en el cielo, por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para Mí, hermano y coheredero, amigo y miembro. ¿Qué más quieres?» (San Juan Crisóstomo).
-¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!... Jerusalén, ciudad de la "proximidad de Dios..." ciudad del rechazo a Dios... el punto culminante será ahora... ¡los hombres van a juzgar a Dios!
-“¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas... pero no habéis querido!” Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos. La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios... ha sido rehusada. "¡No habéis querido!"
-“Pero Yo os digo: "No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor"”. Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte... Día vendrá en el que se le saludará exclamando: "Bendito el que viene" (Noel Quesson). Jesús, quisiera tener una entrega decidida como la tuya, llena de misericordia y de amor (J. Aldazábal).
2. –“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” No estamos seguros de nosotros. Seguimos sin fiarnos de nuestros propios límites, desgraciadamente continuamos pecando... Pero ¡estamos seguros de Dios ¡Estamos seguros del amor de Jesús!
-“El que no perdonó ni a su propio Hijo... Antes bien lo entregó por todos nosotros... ¿cómo no nos dará con El todas las cosas?” Quiero tratar de contemplar detenidamente ese «don del Hijo». Dios, ¡que ha dado su Hijo por nosotros! Que es lo más querido. Alusión al sacrificio que Abraham había aceptado también (Génesis 22,16). Dios no entrega a su hijo a la muerte, lo ama y el Hijo ama a su Padre y ambos están de acuerdo en el Espíritu y el Hijo «se entrega". Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros. Y el Padre acepta ese don total, que la malignidad de los hombres se ingenió en hacer cruel. El Padre también se entrega… ¿De qué obstáculo no podrá triunfar tal amor?
-“¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Pues es Dios quien justifica! ¿Quién condenará? Puesto que Jesucristo murió...” Más aún, resucitó... Está a la diestra del Padre... Intercede por nosotros... No somos dignos, Señor. Somos muy ingratos contigo. Quisiera amarte más. Quiero contemplar la intercesión que en este instante estás llevando a cabo por mí en el cielo... por nosotros los hombres, ¡por todos! En este mismo instante, Tú, Señor, estás intercediendo por los pecadores, por aquellos que, como yo, cometen el mal. Estás intercediendo por todos los que me están dañando, por todos los que yo no amaría o que detestaría.
-“¿Quién podrá separarme del amor de Cristo?” A veces, Señor, llego a preguntarme si te amo de veras... Lo cierto, es que yo quisiera amarte, sinceramente. Pero, ¡mis actos cotidianos contradicen tan a menudo este deseo y esta buena voluntad! Esa frase de san Pablo me invita HOY a no pensar ya en el "amor que debería yo tener por Ti"... para pensar, en cambio, en el «amor que Tú tienes por mí». Incluso si llego a abandonarte alguna vez, Señor, sé que Tú no me abandonas nunca. ¿«Quién podrá separarme del amor de Cristo»?
-“Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Jesús”. Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el peligro, ni... Es una especie de letanía triunfal en la que san Pablo pone a continuación todos los obstáculos que ha ido encontrando personalmente: nada, nada, nada, puede separarnos de Ti. Guardo unos momentos de silencio para reflexionar en lo que podría yo añadir a esa lista: ¿cuáles son mis pruebas y dificultades desde hace unas semanas, HOY mismo? Trato de repetir a mi vez la certeza: ni... ni... ¡ni... podrán jamás separarme de tu amor, Señor!
San Agustín señala que "la felicidad es la alegría de la verdad" (Confesiones X, 23), en donde identifica la verdad con Dios mismo; y ningún obstáculo puede separarnos del amor de Dios:
durante la Misa, antes de la Comunión, el celebrante pronuncia en voz baja esta humilde oración, que todos los fieles pueden repetir: "Haz que nunca me separe de ti". Y al revés, que el trabajo nos una al Señor. Y dice de Santo Tomás su biógrafo, Guillermo de Tocco: "Siempre que quería estudiar, entablar un debate, enseñar, escribir o dictar, se retiraba a orar en secreto y rezaba derramando lágrimas  para  obtener  la inteligencia de los divinos misterios" (Vita S. Thomae Aquinatis auctore Guillelmo de Tocco, 30). Lo mismo han hecho muchos otros santos. Benedicto XVI pone como modelo de teólogo a De Hans Urs von Balthasar, que solía hablar de una "teología orante" o "de rodillas":  "El ejemplo que Von Balthasar nos ha dejado es (...) el de un verdadero teólogo, que en la contemplación había descubierto la acción coherente con vistas al testimonio cristiano en el mundo".
-“Saldremos vencedores, gracias a Aquel que nos amó”. Qué hermosa definición de Jesús: «aquel que nos amó"... Trato de dar a estas palabras un contenido concreto: Tú piensas en mí, Señor... Quieres mi felicidad... Me tiendes la mano cuando caigo... Me comprendes... Das tu vida por mí... Me perdonas... Me amas... (Noel Quesson).
3. ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!, porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón; ¡ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!” Quien se ve perseguido y condenado injustamente, fácilmente reacciona con violencia; la justicia no siempre es posible aquí, pero se realizará más tarde, y mientras podemos unirnos a la oración de Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.  Entonces seremos un signo divino en medio del mundo: “¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho! ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré: porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!

 Llucià Pou Sabaté