jueves, 14 de febrero de 2013


JUEVES DESPUÉS DE CENIZA: Jesús anuncia por primera vez a sus discípulos que ha de morir y resucitar… el camino de la cruz
«Y añadió: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea condenado por los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; el que, en cambio, pierda su vida por mí, ése la salvará. Porque ¿qué adelanta el hombre si gana todo el mundo, pero se pierde a sí mismo, o sufre algún daño?». (Lucas 9, 22-25).
1. La cruz es el camino hacia la plenitud de la vida, y la condición indispensable para seguir a Jesús. –“Jesús decía a sus discípulos: "Es preciso que el Hijo del Hombre padezca mucho y que sea rechazado por los ancianos, y por los príncipes de los sacerdotes, y por los escribas y sea muerto y resucite al tercer día”. Desde el segundo día de cuaresma, la liturgia nos sitúa delante de lo esencial de la cuaresma: es una subida hacia la Pascua... una marcha hacia la vida en plenitud... una ascensión hacia las cumbres de la alegría, del gozo... Dios se propone que tengamos vida, felicidad... Pascua está al final del camino. Yo voy hacia la Pascua. Pero el camino es la cruz, es el sufrimiento y la renuncia. Un solo modelo, un solo principio, un solo esfuerzo cuaresmal: imitar a Jesús, seguir el camino que El siguió. De ahí la importancia primordial de la oración, de la meditación, para poner realmente a Cristo ante nuestros ojos, en nuestros corazones y en nuestras vidas.
Jesús, nos propones hoy el camino que tú vas a seguir, la Pascua completa: la muerte y la nueva vida. El camino que lleva a la salvación. Usas en verdad ejemplos paradójicos: el discípulo que quiera «salvar su vida» ya sabe qué tiene que hacer, «que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo». Mientras que si alguien se distrae por el camino con otras apetencias, «se pierde y se perjudica a sí mismo». «El que quiera salvar su vida, la perderá. El que pierda su vida por mi causa, la salvará». Hemos de abrazarnos a la cruz para encontrar la vida. De nada sirve ganar el mundo si uno se pierde. Únicamente muriendo a nosotros mismos tendremos la senda de la libertad y de la alegría verdaderas (Misa dominical 1990).
Si alguno quiere venir en pos de mí…” No eres masoquista, Señor, no te gusta el dolor, no propones la mortificación como fin en sí mismo. Juan Pablo II nos indicaba pistas para entender mejor el mensaje: “En realidad, «negarse a sí mismo» y «tomar la cruz» equivale a asumir hasta el fondo la propia responsabilidad ante Dios y el prójimo. El Hijo de Dios ha sido fiel a la misión que le confió el Padre hasta derramar su propia sangre por nuestra salvación. A sus seguidores, les pide que hagan lo mismo, entregándose sin reservas a Dios y a los hermanos. Al acoger estas palabras, descubrimos cómo la Cuaresma es un tiempo de fecunda profundización en la fe. La Cuaresma tiene un elevado valor educativo, de manera particular, para los jóvenes, llamados a orientar con claridad su vida. A cada uno, Cristo les repite: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame». Cristo es exigente: “Quienes se ponen a la escucha del divino Maestro abrazan con amor su Cruz, que conduce a la plenitud de la vida y de la felicidad”.
Lo que vale, cuesta. El amor supone renuncias. En el fondo, para nosotros Cristo mismo es el camino: «yo soy el camino y la verdad y la vida». Celebrar la Eucaristía es una de las mejores maneras, no sólo de expresar nuestra opción por Cristo Jesús, sino de alimentarnos para el camino que hemos elegido. La Eucaristía nos da fuerza para nuestra lucha contra el mal. Es auténtico «viático», alimento para el camino. Y nos recuerda continuamente cuál es la opción que hemos hecho y la meta a la que nos dirigimos (J. Aldazábal). «Que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras» (oración)… «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renúevame por dentro» (comunión).
No es posible seguir al Señor sin la Cruz. Unida al Señor, la mortificación voluntaria y las mortificaciones pasivas adquieren su más hondo sentido. No son algo dirigido a la propia perfección, o una manera de sobrellevar con paciencia las contrariedades de esta vida, sino participación en el misterio de la Redención. La mortificación puede parecer a algunos locura o necedad, y también puede ser signo de contradicción o piedra de escándalo para aquellos olvidados de Dios. Pero no nos debe extrañar, pues ni los mismos Apóstoles no siguen a Cristo hasta el Calvario, pues aún, por no haber recibido al Espíritu Santo, eran débiles.
Decía San Josemaría, después de experiencias duras, al meditarlas al cabo de los años: “Tener la Cruz es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón -lo veo con más claridad que nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios (...). Vale la pena clavarse en la Cruz, porque es entrar en la Vida, embriagarse en la Vida de Cristo”. Y escribía en su epacta: “in laetitia, nulla dies sine cruce! –¡con alegría, ningún día sin cruz!”. Rezan unos versos: "Corazón de Jesús, que me iluminas, / hoy digo que mi Amor y mi Bien eres, / hoy me has dado tu Cruz y tus espinas / hoy digo que me quieres". Jesús bendice con su cruz, pero la ayuda a llevar: "Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal.  Y te he respondido al oído: toma sobre tus hombros una partecica de esa cruz, sólo una parte pequeña. Y si ni siquiera así puedes con ella... déjala toda entera sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora, repite conmigo: Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. Y quédate tranquilo".
Antes de cargar con nuestra “cruz”, lo primero, es seguir a Cristo. No se sufre y luego se sigue a Cristo... A Cristo se le sigue desde el Amor, y es desde ahí desde donde se comprende el sacrificio, la negación personal: «Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16,25). Escoger amar es muchas veces escoger sufrir… «En aquello que se ama, o no se sufre, o el mismo sufrimiento es amado» (San Agustín). Dios no quiere el mal, no es correcta la pregunta: «¿Por qué Dios me manda esto?», aunque muchas veces se dice así, que Dios envía eso o aquello. Dios sacará de “eso” algo bueno, si no, no lo permitiría.
Tomás Moro fue mártir por preferir la verdad, siguiendo su conciencia, a la adulación política (el rey Enrique VIII quiso el divorcio con su mujer Catalina de Aragón y nuevo matrimonio con Ana Bolena, y él no lo aceptó como tampoco la iglesia anglicana). Muchos eclesiásticos ingleses cedieron. La propia familia de Tomás Moro intentó persuadirle de que diera su consentimiento para salvar la vida. Moro, Lord Canciller de Inglaterra, intentó primero no opinar, pero su silencio era acusación para el rey… En la película “Un hombre para la eternidad” se relata bien la grandeza de su conciencia, que no se doblega ante ningún poder humano, siempre abierta a Dios. Los mártires, los buenos pastores de la Iglesia, nos enseñan a ser heraldos de la Verdad, a vivir lo que rezamos en la oración Colecta: «Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en Ti como en su fuente, y tienda siempre a Ti como a su fin». Esta presencia de Dios es la que nos lleva a esa coherencia, con la gracia que nos viene también por la Eucaristía, y que pedimos en la Postcomunión: «Favorecidos con el don del Cielo te pedimos, Dios Todopoderoso, que esta Eucaristía se haga viva realidad en nosotros y nos alcance la salvación».
La grandeza del hombre no consiste en trascender la finitud de la materia, subiendo hasta la altura del ser de lo divino (mística oriental) ni consiste en identificarnos sacramentalmente con las fuerzas de la vida que laten en la hondura radical del cosmos (religión de los misterios) ni es perfecto quien cumple la ley hasta el final (fariseísmo) ni el que pretende escaparse del abismo de miseria del mundo, en la esperanza de la meta que se acerca (apocalíptica)... Seguir a Jesús es nuestra religión, la del reino, adoptar su manera de ser en el ofrecer siempre el perdón, amar sin limitaciones, vivir abiertos al misterio de Dios y mantenerse fieles, aunque eso signifique un riesgo que nos pone en camino de la muerte. La ley de Jesús se puede traducir así: se gana en realidad aquello que se pierde, es decir, lo que se ofrece a los demás, aquello que se sacrifica en bien del otro. Por el contrario, todo aquello que los hombres retienen para sí de una manera cerrada y egoísta lo han perdido. La concreción de esta manera de vida es el "Calvario": resucita lo que ha muerto en bien del otro (Edic. Marova).

 2. “Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor… si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá... Pero si tu corazón se desvía y no escuchas” lloverán desgracias: “yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob”. Te pido, Señor, seguir el camino de tus mandatos, y meditar hoy este resumen del discurso de Moisés a su pueblo, para acoger tu fuerza y tu salvación, no quedarme como mustio sino lleno de vida, pues tú me has dado vida para esa felicidad que me ofreces, que supone lucha pero que vale la pena: la coherencia con la ley que has puesto, Señor, en mi corazón, la Verdad.

3. El salmo lo dice de otra manera: «dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor, que no entra por la senda de los pecadores... será como árbol plantado al borde de la acequia», que tiene raíces que pueden beber, «no así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal».
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 13 de febrero de 2013


cuaresma1Nota introductoria: La Cuaresma es como una novela, una historia que escribe Dios con nosotros, aquí tienes las pistas para escribirlas, las tienes en las lecturas de la Misa de estos días, en las oraciones de la Iglesia de este tiempo. ¿Cómo escribir esta historia que es la de mi vida? Al meditar estas cosas, piensa en Jesús y en tu vida, en la de los demás encontraré a Dios y en la de Dios la mía…

 “Cuaresma” quiere decir 40 días de Jesús en el desierto, antes de la vida pública; 40 años del pueblo de Israel caminando por el desierto, antes de poder entrar en la Tierra prometida; para nosotros, 40 días de preparación, que culminan en la Pascua, que quiere decir el paso de la muerte a la Vida, de las cosas viejas a las nuevas: la entrada a la Resurrección, simbolizada por la luz de la Vigilia pascual. Así como las ramas del almendro no puede contener la fuerza de la primavera, y brotan en un estallido de flores, también la fuerza contenida de la Cuaresma estalla en un vibrante Aleluya.

¿Qué es más importante, Navidad o Pascua? La tradición popular dice Navidad, con sus tradiciones; los teólogos que la Pascua: en el Libro del Amigo y del Amado, el Amor exploró la Sabiduría del Amigo y le preguntó: “-¿Es por la Encarnación o por la Redención como el Amado ha mostrado su amor?” Y el Amigo, perplejo, respondió: “-La Redención suprime la condenación y la Encarnación abre las puertas de la felicidad”. Pero esta respuesta lleva a una nueva pregunta: “-De estas pruebas de amor, cuál es la más grande?” En realidad, todo es el mismo amor divino. La Encarnación nos trae Dios, nos abre las puertas de la felicidad. La Pascua, con la Resurrección, nos lleva a Dios, es un amor que perdona y que olvida el pecado. Y por eso nos preparamos bien. Cuentan de una mujer que hablaba con Dios, y Dios hablaba con la mujer. Cada día la mujer hablaba con Dios, y Dios cada día hablaba con la mujer. Lo supo el obispo, y la mandó llamar: “-¿es verdad que hablas cada día con Dios?” –“Si, hablo con Dios”. Entonces el obispo le dijo: “-muy bien. Pues esta semana yo confesaré mis pecados a Dios, y después, cuando tú le hables haz el favor de pedirle que te explique mis pecados, y me vienes a contar qué te ha dicho, así sabré si es verdad o que no hablas con Dios”.

Al cabo de una semana, la buena mujer volvió a ver el obispo, y el obispo le preguntó: “-¿Has hablado con Dios?” –“Si”, contestó la mujer. “-¿Y le has pedido que te dijera mis pecados?” –“Si, se lo he pedido” –“¿Y qué te ha dicho Dios?” –“Que ya los había olvidado”.

La bondad y el amor de Dios permanecen para siempre... A veces miramos sólo las obligaciones y cosas desagradables, palabras muertas que no mueven: “¿Cuando llegará el momento que despreciaréis cualquier otro ritmo y no hablaréis sino con palabras vivas? Entonces seréis escuchados con entusiasmo y vuestras palabras misteriosas darán frutos de vida verdadera y desvelaréis entusiasmo” (Joan Maragall). Por esto debemos mirar este proceso extraordinario de mutua seducción entre Dios y el hombre, como recuerda el Papa en la carta de cuaresma (2010): es maravilloso lo que Jesús hace, por conquistar nuestro amor, puesto que “sólo el amor en el cual se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros”. Jesús se nos da totalmente, con aquella fuerza que “hace que los amantes no lo sean de si mismos, sino de aquellos a quienes aman”. Nosotros podemos corresponder y adentrarnos en esta dinámica del amor divino. Y no pensando sólo en el más allá, rechazando nuestra existencia actual, sino reavivándola con una verdadera pasión por la vida, es este amor divino que nos hace sentir y ver todo con una fuerza especial, con una “alegría de vivir” más auténtica.

MIÉRCOLES DE CENIZA: inauguramos un tiempo de entrenamiento para vencer contra las fuerzas del mal: con la capa de la caridad, la espada del sacrificio y la coraza de la oración
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará»  (Mt 6,1-6.16-18).

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1. ¿Qué es la cuaresma? Cuarenta días… ¿de qué? De Jesús en el desierto preparándose para su vida de predicar el Evangelio. “Ahora es tiempo favorable” para convertirnos, “ahora es día de salvación”. Jesús dijo que no hagamos las cosas “para ser vistos”, y nos habla de hacer limosna, rezar y ayunar. Jesús, enséñame esta ciencia de ayudar a los demás, de rezar y hacer sacrificios, sobre todo sacrificios que hagan felices a los demás: como sonreír, hacer las paces, pedir perdón… Mientras el mundo anda de Carnaval, con máscaras, la Iglesia nos anima a quitarnos la máscara del pecado y pedir perdón, y libres de toda culpa alabar a Dios con el corazón sincero.
Cuentan de un niño que se peleaba con una niña en una escuela de enseñanza infantil, y cuando la maestra le regañó se puso a llorar; entonces, ella le dijo: “no te preocupes, que no has sido tú sino el demonio quien te ha hecho hacer esto” y el niño, serio, contestó: “tirarle de la trenza quizá sí que ha sido el demonio pero escupirle a la cara ha sido idea mía”… reconocía sus faltas, era sincero.
La oración, sacrificio y limosna son las armas para vencer todas las fuerzas del mal, del demonio, como veremos el domingo con las tentaciones de Jesús que resumen todos los males. Con estas armas venceremos la batalla y cumpliremos la misión, como la Comunidad del Señor de los Anillos, aunque haya malicia en el mundo que quiera romper el mundo como en Avatar. Así pedimos a Dios "iniciar un camino de auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia, el combate contra el espíritu del mal".
Recibir la ceniza en nuestra cabeza, con la señal de la cruz, es quedar marcados, el otro día algún niño llevaba a bolígrafo marcas en la frente… no es un juego ni algo mágico, sino un signo religioso, de algo muy grande, de que Dios en nuestro interior nos ha dado el Espíritu Santo, y nos ha marcado como suyos, y escrito nuestros nombres en el libro de la Vida. Pero hemos de luchar con alegría para prepararnos para la Olimpiada en estos 40 días, para la Pascua. Por eso se nos dice: "Convertíos y creed el Evangelio" o también: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Este día, los mayores de 14 años debemos hacer abstinencia de carne, como los demás viernes de cuaresma. Los que tenemos entre 18 y 59 años, ayuno. Es un día de penitencia, para que ayudemos a los demás (obras de misericordia) y para ello nos privemos de lo nuestro (por ejemplo dejando los juguetes o las cosas personales a los hermanos, sin tanto miedo a que nos las rompan). Como enseña San Josemaría Escrivá: “La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo..., es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufran, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos... La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que te sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia para los padres y, en general para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.”
Hemos de hacer “ayuno” sobre todo “del yo”. Si te fijas, los hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si me han dicho, si siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen manía, si era mío o para mí, que si yo he metido el gol, si yo le dije y entonces .... si me apetece a mí, qué pensarán de mí, ... y mil frases más que conjugan con distintos verbos el Yo, a Mí, Mío. Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda: polvo eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso? Dios creó el cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo volverá a ser tierra con la muerte. Y nuestra alma volverá a Dios. La ceniza nos hace pensar en todo esto, y quitar las malas hierbas del egoísmo… la Virgen, la muy humilde, nos ayudará a concretar esas armas para la lucha.

2. El profeta Joel - después del exilio seguramente- cree llegado el momento de insistir en su llamamiento a la penitencia y a la conversión del corazón a través "del ayuno, llanto y luto". Lo que hay que rasgar son "los corazones y las vestiduras", por este orden. Nada nuevo añadirá el Nuevo Testamento a esta concepción de la penitencia. Jesús se hará eco de Joel cuando diga a sus discípulos: "Cuando ayunéis..."
El castigo de la plaga de langostas puede convertirse así en una bendición, palabra que incluye todo lo que el hombre puede desear, especialmente la vida y la abundancia de bienes: no faltará la lluvia en la siembra ni en primavera, época en que grana el trigo, «porque os dará la lluvia tardía con regularidad» testimonio de la fidelidad de Dios.
Cuando tuvimos la imposición de ceniza en el cole, los más pequeños querían que les “echara” agua bendita a ellos también. Eso dice el salmo: “limpia mi pecado. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría… Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa». Hazme sentirme limpio. Hazme sentirme perdonado, aceptado, querido. Si mi pecado ha sido contra ti, mi reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza. Dame tu Espíritu, que vea ante el espejo de la verdad. Mata, Dios mío, el gusano de mal que hay en mí; / haz de mí mariposa de tu agrado, / y que pueda volar con libertad / en nuevo paraíso. / Transforma, oh Dios, la fiera que hay en mí; / conviérteme en la persona que Tú sueñas: / sensible, generosa, solidaria, / lléna mi corazón de santo Espíritu... / y te cantaré mi amor (Caritas).
3. "Cristo murió por todos". La muerte de Cristo tenga ese carácter vicario y supletorio, y nos atrae a la salvación "aquel que por ellos murió y resucitó". Vencedor pionero de la muerte, pues "si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe estaría vacía" (1 Cor 15,14), nos invita a vivir lo nuevo: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Es la novedad de la vida en Cristo: "Para el que está en Cristo aparece una creación nueva; se destruyen las cosas viejas, todas las cosas se renuevan".
Para ello, se nos invita a hacer el itinerario de la reconciliación, con Cristo, "que no conociendo pecado, Dios lo hizo pecado para que en él llegáramos nosotros a ser justicia de Dios".
Llucià Pou Sabaté

lunes, 11 de febrero de 2013


5ª semana, martes (impar): el amor a los padres está relacionado con el amor creador y redentor de Dios, y la felicidad nuestra está en corresponder al amor con sinceridad
« (…) Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras? Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, “lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán”, que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas» (Marcos 7, 1-13).
1. Se reúnen junto a Jesús y le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
Él les llama hipócritas, por muchas razones… y les dijo con palabras de Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» Les hace ver que no respetan a los padres con excusas religiosas. Aquellos fariseos buscaban tener las “manos limpias” pero Dios mira si tenemos las “manos llenas” de amor. Engañaban con excusas piadosas, incluso dejaban sin atender a sus padres porque habían ofrecido el dinero al templo: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!»
Te veo, Jesús, como intérprete auténtico de la Ley; por eso explicas el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío. «Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’»: el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Tú, Jesús, recuerdas este deber de gratitud. El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo hacia los hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28). El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación” (Iñaki Ballbé).
Ya sabemos que no se puede devolver a los padres todo lo que hacen… con frecuencia, una madre puede sentir en su interior como un desencanto, al ver que ese amor hacia sus hijos no es suficientemente correspondido por ellos. Pues podemos aprovechar ese discernimiento, para devolver a nuestra madre ese amor, si la tenemos en la tierra, y en cualquier caso, cuando nos damos cuenta vemos que es algo que hay que devolverlo “hacia delante”, hacia los hijos, pasar el testigo…
2. La narración de la Creación está reelaborado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia (VI a.C.). La historia humana, no únicamente la de Israel, es conducida por Dios. El relato se desarrolla en pórticos llamados días, en forma de mito, sin embargo podemos ver una ilustración de la religión, o desmitologización: se nos revela que Dios no forma parte del mundo y éste está en sus manos.
Siguen hoy los días de la creación, con su ritmo en la creación de sus criaturas, hasta llegar al punto central de la antropología, la persona como imagen de Dios: -"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". El hombre tiene su lugar en la cima de la pirámide, pues recoge este capítulo las tradiciones de la época de los arquitectos y zigurats, se representa ascendiendo la obra divina, para culminar en la persona, creatura que está más cerca de Dios, con capacidad creadora, por ser él quien puede tomar conciencia de la presencia y de la acción de Dios y porque puede interpretar el mundo como obra suya y así elevar sacerdotalmente hacia él ese reconocimiento.
Y Dios vio que lo que había hecho era muy bueno, como la cumbre de la creación: todo lo demás -animales, plantas- estaba al servicio del hombre y la mujer. El día séptimo «descansó Dios de todo el trabajo que había hecho». En la semana judía, el sábado («sabbat» significa «descanso»). Todo procede de Dios y que todo lo ha pensado para bien de la raza humana. El salmo recuerda esa misión de adorar y bendecir el amor divino. Esta primera creación la completará con la nueva y definitiva creación en Cristo, en la que nos comunicará de modo más pleno todavía la participación en su vida divina. El “Sabbat” pasa a perpetuarse en nosotros con el “domingo”, “dies dominus”, día del Señor. La creación se realiza por la salvación de Dios en la historia. A la luz de esto, la creación no debe entenderse como obra realizada en un punto del tiempo, terminada, sino como obra en curso (Edic. Marova).
Al crearnos amorosamente, de alguna manera, Dios se ha puesto en nuestras manos. Un místico alemán decía: "Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de él". El que ama necesita a la persona amada. Los humanistas ateos dicen: si admitimos la existencia de Dios, el hombre no sería libre. Es al revés: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo. El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Nos espera. Nos ama de tal manera que dio su vida por nosotros.
La Pascua no es condenación de la realidad humana, no es un esperar otro mundo despreciando éste; sino un redescubrir la voluntad de Dios que quiere vida para el hombre. El paso a la mayor vida que ofrece la Resurrección de Jesús no es negación de lo que llamamos lo "natural", sino valoración para ir más allá (Joaquín Gomis).
El hombre, imagen de Dios, no existe ya para sí mismo: así como Dios es amor y comunión, nosotros existimos para Dios y los demás. Somos buscados por Dios desde el principio, tiene sed de nosotros, que a su vez tenemos sed de amor y de Dios. Nos encontramos felices al sentirnos amados, nos encontramos a nosotros mismos cuando amamos, con el don sincero de sí a los demás. Los dos sexos los ha pensado Dios en relación con el amor y la familia, y de ahí la mutua atracción entre ellos. Hombre y mujer son uno para el otro, la mujer no sale del hombre, ni la maternidad no es una maldición sino la fecundidad misma de una pareja bendecida por Dios. Si los animales les bendice para "multiplicarse según su especie", la fecundidad humana se orienta hacia poblar el mundo y "sometedlo" (Maertens-Frisque).
Adán, salido de sus manos trémulas de amor, tiene ya ese rostro que Dios ama desde la eternidad, el de su Hijo único. Adán se llama ya Jesús. Dios podía mirar lo que había hecho y reconocerse en ello, había hecho una obra hermosa. "Esto es muy bueno”: éstas son las palabras maravillosas que cierran la creación. Y Dios añadió las primeras palabras de ternura susurradas al hombre, al que amaba apasionadamente: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes" (Paul Claudel, El zapato de raso).
Dios y Padre creador, bendito sea tu nombre; tú nos has hecho a tu imagen y nos has moldeado a semejanza tuya. Llevamos ya estos nombres gloriosos: hijos amados, hombres nacidos de una palabra de amor. Haz que nada desfigure nuestra belleza original, sino que ésta florezca esplendorosa,
sin mancha ni arruga, en la resurrección eterna (Dios cada día, Sal Terrae).
La creación nueva instaurada por Cristo se corresponde, punto por punto, con la primera creación. Todo tiene que ser instaurado en Cristo, los seres del cielo y los de la tierra (Ef 1,10), pues el designio de Dios es recapitular todas las cosas bajo una única cabeza. En medio de este mundo en trance de renovación se sitúa al hombre (Adrien Nocent). ¡Oh Dios!, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste, concédenos resistir a los atractivos del pecado, guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo.
3. Es precioso el salmo como respuesta a ese don divino: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,  ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas”. Es un resumen de nuestros sentimientos de admiración y gratitud por la obra de la creación… Parecemos tan insignificantes ante la inmensidad del universo. Sin embargo todo está a nuestro servicio. Por desgracia muchas veces nos hemos dejado dominar por las cosas pasajeras. Y hay discordias entre nosotros. Envidias. Caminos de desamor… vamos a procurar los auténticos valores que distinguen a los hijos de Dios.
Llucià Pou Sabaté

domingo, 10 de febrero de 2013


Lunes de la semana 5ª del tiempo ordinario (impar): el poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,53-56).

1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto cuando se dice de ti: «pasó haciendo el bien». Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por ejemplo a través de Caritas. Basta ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas, cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos, marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda éste para más tarde.
-“Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor, para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50) comenta que “Todos los que le tocaban quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm 12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.

2. –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos recuerda aquellas otras palabras: "En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1,1).
-“La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas”. El "caos" se transforma en orden.
-“¡Hágase la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.” La «luz» vence sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la luz del mundo, dirá a los cristianos. Luego vienen las aguas...
El relato llamado “sacerdotal” con que se abre el libro del Génesis tiene una visión del cosmos según la cultura de la Antigüedad, con la tierra como centro cósmico y "hizo Dios una bóveda" celeste y están separadas las aguas que hay debajo de las aguas que hay encima. Pero ahí se nos revela la verdad sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. Hoy día, como antiguamente, se mezcla al hombre con Dios, pero aquí vemos que Dios es distinto, Creador que con su Palabra hace todas las cosas, completando el mundo con luz y el mar y las fuentes y los ríos y así de "la tierra brotó hierba verde..." Las plantas con los árboles y las flores... Los astros con el sol y la luna y las estrellas...Todo es una maravilla.
Los niños preguntan, antes de los 11 años: “¿Cuándo nació Dios?, ¿qué había antes de Dios?”: y se nos dice que Dios crea el tiempo, para él no existe ni siquiera el “antes”, pues es obra suya. En Dios, todo es “ya”.
San Agustín nos dijo: "No se lee en el Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y Galileo, comentando eso, añadió: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".
Hay más enseñanzas: toda criatura, por ser obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de la inteligencia divina; en el “Tapiz de la creación” que se custodia en la Catedral de Gerona se hace expresiva esa verdad, señalando que “todo era bueno”.
La persona, como obra más perfecta es “muy buena”. Tiene que cuidar de todo, y todo está a su disposición, pero su trabajo será custodiar la obra de Dios. Contemplar la creación y al Creador, como leemos en san Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras / de flores esmaltado! / decid si por vosotros ha pasado.
”Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sólo su figura, / vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Y Fray Diego de Estella dice: "Todas tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas, las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi alma! me dicen que te ame.
”Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad, porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas, primero enseñan el amor del criador que el don".
-“Y vio Dios que todo era bueno”.

3. Por eso en el salmo cantamos: “Bendice, alma mía, al Señor, / ¡Dios mío, qué grande eres! / Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto”. Es la aventura de la creación, historia de Dios con el hombre:Asentaste la tierra sobre sus cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y las aguas se posaron sobre las montañas”. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones» (plegaria eucarística IV).
“De los manantiales sacas los ríos, / para que fluyan entre los montes; / junto a ellos habitan las aves del cielo, / y entre las frondas se oye su canto”. Y Dios lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el día y la noche: “Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría; / la tierra está llena de tus criaturas. / ¡Bendice, alma mía, al Señor!”
         Llucià Pou Sabaté

Lunes de la semana 5ª del tiempo ordinario (impar): el poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,53-56).

1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto cuando se dice de ti: «pasó haciendo el bien». Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por ejemplo a través de Caritas. Basta ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas, cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos, marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda éste para más tarde.
-“Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor, para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50) comenta que “Todos los que le tocaban quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm 12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.

2. –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos recuerda aquellas otras palabras: "En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1,1).
-“La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas”. El "caos" se transforma en orden.
-“¡Hágase la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.” La «luz» vence sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la luz del mundo, dirá a los cristianos. Luego vienen las aguas...
El relato llamado “sacerdotal” con que se abre el libro del Génesis tiene una visión del cosmos según la cultura de la Antigüedad, con la tierra como centro cósmico y "hizo Dios una bóveda" celeste y están separadas las aguas que hay debajo de las aguas que hay encima. Pero ahí se nos revela la verdad sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. Hoy día, como antiguamente, se mezcla al hombre con Dios, pero aquí vemos que Dios es distinto, Creador que con su Palabra hace todas las cosas, completando el mundo con luz y el mar y las fuentes y los ríos y así de "la tierra brotó hierba verde..." Las plantas con los árboles y las flores... Los astros con el sol y la luna y las estrellas...Todo es una maravilla.
Los niños preguntan, antes de los 11 años: “¿Cuándo nació Dios?, ¿qué había antes de Dios?”: y se nos dice que Dios crea el tiempo, para él no existe ni siquiera el “antes”, pues es obra suya. En Dios, todo es “ya”.
San Agustín nos dijo: "No se lee en el Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y Galileo, comentando eso, añadió: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".
Hay más enseñanzas: toda criatura, por ser obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de la inteligencia divina; en el “Tapiz de la creación” que se custodia en la Catedral de Gerona se hace expresiva esa verdad, señalando que “todo era bueno”.
La persona, como obra más perfecta es “muy buena”. Tiene que cuidar de todo, y todo está a su disposición, pero su trabajo será custodiar la obra de Dios. Contemplar la creación y al Creador, como leemos en san Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras / de flores esmaltado! / decid si por vosotros ha pasado.
”Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sólo su figura, / vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Y Fray Diego de Estella dice: "Todas tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas, las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi alma! me dicen que te ame.
”Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad, porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas, primero enseñan el amor del criador que el don".
-“Y vio Dios que todo era bueno”.

3. Por eso en el salmo cantamos: “Bendice, alma mía, al Señor, / ¡Dios mío, qué grande eres! / Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto”. Es la aventura de la creación, historia de Dios con el hombre:Asentaste la tierra sobre sus cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y las aguas se posaron sobre las montañas”. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones» (plegaria eucarística IV).
“De los manantiales sacas los ríos, / para que fluyan entre los montes; / junto a ellos habitan las aves del cielo, / y entre las frondas se oye su canto”. Y Dios lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el día y la noche: “Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría; / la tierra está llena de tus criaturas. / ¡Bendice, alma mía, al Señor!”
         Llucià Pou Sabaté

viernes, 8 de febrero de 2013


Sábado de la semana 4ª (impar): La mejor ciencia es el buen corazón y el servicio que nos muestra Jesús

Reunidos los apóstoles con Jesús le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice: Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Se marcharon, pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar y muchos los reconocieron; fueron allá a pie desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas (Marcos 6,30-34).

1. Después de su primera "misión" volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús... Es la hora del "informe"... Se actúa y luego se "revisa" la acción para mejor comprenderla en la Fe, y mejorar las próximas intervenciones apostólicas. Hoy también se hacen muchas "reuniones", puesto que somos relación y participación. La Asamblea eucarística del domingo es también esto: después de su misión durante la semana, los cristianos se reúnen junto a Jesús... ¿Considero yo así mi participación en la misa? Pero es preciso que muchos cristianos se decidan a hacer más, aceptando otras "reuniones" donde participen con otros en una reflexión y una acción colectiva... en la que la Fe sea el fermento de la reflexión y de la acción.
-“Le contaron cuanto habían hecho y enseñado...” Una gracia a pedir al Señor: la revisión de vida apostólica. Esta revisión de nuestra vida con Jesús, es una de las formas más útiles de oración. Cada noche debería darnos ocasión para "relatar" a Jesús "lo que hemos hecho". Si así lo hiciéramos cada día, podríamos dar un contenido mucho más rico a la "ofrenda" de nuestras misas y a nuestras puestas en común de equipos apostólicos. Ayúdanos, Señor, a revisar contigo nuestras vidas.
-“El les dijo: "Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco." Pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer. Fuéronse en la barca a un lugar desierto”... Jesús, te das cuenta de que están cansados y programas un descanso con ellos.
-“Las gentes ven alejarse a Jesús y a sus discípulos...” De todas partes corren hacia allá y ¡llegan antes que ellos! “Al desembarcar, Jesús ve una gran muchedumbre. Se compadece de ellos porque son como "ovejas sin pastor". Y se pone a enseñarles detenidamente”. Señor, consérvanos disponibles, aun en el seno mismo de nuestros planes muy bien previstos (Noel Quesson). Te encuentras con gente que viene a verte, y movido por compasión os perdéis el descanso: te dio lástima de ellos, y te pusiste a atenderles.
Todos necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro. Además de que cada semana, el domingo está pensado para que sea un reencuentro serenante con Dios, con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. El activismo nos agota y empobrece. El stress no es bueno, aunque sea el espiritual.
Hay un grado de sobrecarga, de tensión nerviosa, que resulta nefasto para el apostolado como para todo equilibrio simplemente humano. ¡Gracias, Señor, por recordárnoslo! Y por ocuparte del "descanso" y de la distensión de tus apóstoles, después de un pesado período de misión. Necesidad de silencio, de recogimiento, de soledad. Esencial al hombre de todas las épocas... pero especialmente indispensable al hombre moderno, en la agitación de la vida de hoy. ¿Qué parte de mis jornadas o de mis semanas dedico voluntariamente al "desierto"?
Los apóstoles estaban llenos de «todo lo que hablan hecho y enseñado». A veces dice el evangelio que «no tenían tiempo ni para comer». Necesitamos paz y serenidad. Cuando no hay equilibrio interior, todo son nervios y disminuye la eficacia humana y la evangelizadora. A la vez, hay otro factor importante en nuestra vida: la caridad fraterna, la entrega a la misión que tengamos encomendada. A veces esta caridad se antepone al deseo del descanso o del retiro, como en el caso de Jesús y los suyos. Jesús conjuga bien el trabajo y la oración. Se dedica prioritariamente a la evangelización. Pero sabe buscar momentos de silencio y oración para sí y para los suyos, aunque en esta ocasión no haya sido con éxito. Otra lección que nos da Jesús es que no parece tener prisa. No hace ver que le han estropeado el plan. «Se puso a enseñarles con calma». Porque vio que iban desorientados, como ovejas sin pastor. Tener tiempo para los demás, a pesar de que todos andamos escasos de tiempo y con mil cosas que hacer, es una finura espiritual que Jesús nos enseña con su ejemplo: tratar a cada persona que sale a nuestro encuentro como si tuviéramos todo el tiempo del mundo (J. Aldazábal).
Aprendamos a descansar. Y si podemos evitar el agotamiento, hagámoslo porque cuando se está postrado se tiene menos facilidades para hacer las cosas bien y vivir la caridad. “El descanso no es no hacer nada: es distraernos en actividades que exigen menos esfuerzo” (J. Escrivá, Camino) El descanso, como el trabajo, nos sirven para amar a Dios y al prójimo, por lo tanto la elección del lugar de vacaciones, o el descanso deben ser propicios para un encuentro con Cristo. Hoy veamos si nos preocupamos, como el Señor lo hacía, por la fatiga y la salud de quienes viven a nuestro lado (Francisco Fernández Carvajal): Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y descansar un poco.
2. "Por medio de Jesús ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre". Toda la Epístola de los Hebreos nos ha mostrado que hay un solo sacerdote, Jesucristo. «Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, a su nuevo pueblo lo hizo reino y sacerdote para Dios, su Padre. Los bautizados son consagrados como mansión espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo para que por medio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios, y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable... Por ello, todos los discípulos de Cristo... han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios, han de dar testimonio de Cristo en todo lugar, y a quien se la pidiere han de dar también razón de la esperanza que tienen en la vida eterna» (Lumen Gentium 10; cf Hebreos 5,1-5; Apocalipsis 1,6; 5-9; 1 Pedro 2,4-10; Romanos 12,1; 1 Pedro 3,15).
Se cita ahí la recomendación "que ofrezcáis a Dios vuestras vidas como hostia pura, santa e inmaculada" (Rm 12,1). El "sí" de Cristo al Padre, en el Espíritu Santo, hace posible nuestro "sí". "Por Cristo, ya podemos decir "sí" a Dios" (2 Cor 1,20). Este "si" de Cristo encuentra eco en todo corazón que se hace transparente ante la mirada de Dios. Entonces nuestra pobreza se convierte en oración y en misión, es decir, en apertura a los planes salvíficos y universales de Dios. Dios no espera grandes cosas de nosotros, sino solamente que tengamos un corazón abierto y que sepamos hacer nuestro el "sí" de Jesucristo al Padre, en el trabajo y el descanso, en nuestra relación con Dios y con los demás, en la familia y en el deporte... Nuestra verdadera riqueza consiste en esta capacidad de pronunciar continuamente el "sí" de Jesús al Padre en medio de todas las circunstancias de nuestra vida.
Junto a este sacrificio-entrega de uno mismo está el don de los bienes, el ejercicio de la caridad. El amor fraterno es el sacrificio que agrada a Dios. "No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente: esos son los sacrificios que agradan a Dios". La prueba más clara de haber encontrado a Dios es el amor fraterno. Es la señal de que hemos nacido a una vida nueva.
"Obedeced con docilidad a vuestros jefes, pues son responsables de vuestras almas y velan por ellas; así lo harán con alegría y sin lamentarse, con lo que salís ganando". La verdadera "comunión" de Iglesia supone vaciarse de sí mismo o de las propias ventajas. La entrega (kenosis) y obediencia de Cristo al Padre fue así. Y podemos participar del modo que Dios disponga de su pasión y muerte, sin buscar el éxito mundano…
-"Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os haga perfectos, os ponga a punto en todo bien para que cumpláis su voluntad." Jesús hizo de su vida una "pascua", es decir, un "paso" hacia el Padre. Ofreciéndose a sí mismo en el Espíritu Santo transformó su vida en oblación. Con él estamos también nosotros pasando al Padre. "Cristo murió para llevarnos a Dios" (1P 3,18). Ya hemos comenzado a pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1). El "pasar" del tiempo ya no es un simple esfumarse de las cosas, sino una "pascua" o paso hacia la vida definitiva. Conforme van pasando los días y las cosas, debemos ir descubriendo a Dios mismo que se nos comienza a dar para siempre, unas veces de manera desconcertante, otras de manera dolorosa, algunas también con una enorme paz y alegría. Pero siempre es Dios el que viene a nosotros a través de todo lo que nos pasa para hacernos pasar a él (Noel Quesson).

3. El salmo del buen pastor canta toda la vida en cuatro estrofas. En la primera, cuando las cosas van bien, y todo es una maravilla: “El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas”.
Luego, vienen las dificultades, pero ahí sentimos que con el Señor no tememos: “Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan”.
La liturgia nos hace entrar en las primicias del Banquete celestial: “Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa”.
Por último, nos llena de esperanza de la gloria: “Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término.”
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 6 de febrero de 2013



Jueves de la semana 4ª (impar): Jesús, la Palabra encarnada, nos pide que anunciemos el Evangelio por todo el mundo

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Marcos 6,7-13).

1. Hoy vemos el envío de los apóstoles a una misión evangelizadora, de dos en dos: Jesús llama a los "doce" y, por primera vez, los "envía"... Esta es la primera vez que van a encontrarse solos, sin Jesús... lejos de Él. Es el "tiempo de la Iglesia" que empieza con este envío. Hemos visto estos días a "Jesús con sus discípulos"... y también que "Jesús estableció a doce para estar con Él y para enviarlos..." Es el movimiento del corazón: la sangre viene al corazón y de allí es enviada al organismo... Es el mismo movimiento del apostolado: vivir con Cristo, ir al mundo a llevarle este Cristo... intimidad con Dios, presencia en el mundo...
-“Los envía de dos en dos”... Trabajo en equipo. El individualismo tiene formas sutiles, temibles… además, mejor ir acompañado.
-“Dándoles poder sobre los espíritus impuros... Partieron, y predicaron que se arrepintiesen. Y echaron muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los curaban”. Vemos aquí el carisma de la "palabra" que proclama la necesidad de un cambio de vida; el carisma de "echar los demonios", potencia de acción contra el mal; el carisma de "curar a los enfermos", mejorar la vida humana.
-“Y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón... y que se calzasen con sandalias y no llevasen túnica de recambio... Dondequiera que entréis en una casa quedaos en ella, hasta que salgáis de aquel lugar..." Ligeros de equipaje, sin bagajes embarazosos, siempre dispuestos a partir donde sea... caminantes, gentes disponibles, desprendidos. "Lo hemos dejado todo para seguirte: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, niños, campos..." (Mc 10,29-30).
-“Y si una localidad no os recibe ni os escucha, partid”. Como Jesús, se encontrarán ante el rechazo, ante la incredulidad. La misión de la Iglesia es cosa difícil: Jesús les ha advertido (Noel Quesson).
Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan y visibilizan la obra salvadora de Cristo, como dice el último Concilio: «La vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo».
Como los doce apóstoles, que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros, que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en la vida. También para nosotros vale la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a la misión más ligeros de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte- sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que hagamos nosotros. La austeridad y sencillez en hacer el bien es una buena manera de dar testimonio, viviendo esa misión de llevar el Reino de Dios en las vidas de los que nos rodean (J. Aldazábal).
Así, en medio del mundo, de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador, procuraremos «que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas (Josep Vall i Mundó).

2. Los hebreos tienen en mucho la potencia de Dios en Sinaí, con su “fuego ardiente”, “oscuridad, tinieblas y tormentas”, “estrépito de la trompeta” y “clamor de las palabras pronunciadas por aquella voz que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más. Tan espantoso era el espectáculo que el mismo Moisés dijo: «Espantado estoy y temblando.»”
Pero esta visión no es la de Jesús: -“Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión. A la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial”. Una villa rodeada de murallas, una ciudad, es el símbolo de la seguridad y de la vida en una comunidad, imagen del cielo. La Iglesia "ciudad de Dios vivo" es una comunidad fraterna en la que se vive familiarmente con Dios. ¿Es así como veo yo a la Iglesia?
-“Os habéis acercado a millares de ángeles reunidos en asamblea festiva y a la reunión de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo”. «Asamblea» traduce aquí el término griego «ecclesia». ¿Es verdaderamente la Iglesia esa comunidad festiva? Todo lo contrario del temor aterrador del Sinaí. ¿Tienen nuestras liturgias un carácter verdaderamente festivo? ¿Es mi religión la del Antiguo Testamento o la que Jesús nos enseñó?
¿Tengo yo la seguridad de que mi nombre está escrito en el cielo? Mi nombre escrito en el corazón del Padre. Jesús pedía a sus amigos que se alegraran de ello: «Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo» (Lucas 10,20). ¡Cuán grande ha de ser nuestra confianza!
-“Os habéis acercado a Dios, juez universal y a los espíritus de los justos llegados ya a la perfección”. Nos reunimos en espíritu, con Dios y los santos…
-“Y a Jesús, mediador de una nueva Alianza y a la aspersión de su sangre derramada por los hombres”. Nos reunimos en torno a Jesús resucitado. Porque estamos seguros de ser amados, de estar salvados: derramó su sangre por nosotros.
-“Sangre que habla más alto y mejor que la de Abel”. ¡La sangre de Jesús habla! Nos comunica su amor infinito. Nos habla de la voluntad de Salvación de Dios. Y nos dice hasta donde Dios quiere llegar. Te damos las gracias, Señor, en la misa de modo especial (Noel Quesson).
La nueva y definitiva Alianza en Cristo Jesús es más amable que la Antigua; el monte Sión, más cercano que el Sinaí, con ángeles y multitud de creyentes que han alcanzado ya la salvación y gozan en el cielo; y Dios, juez justo, y Jesús como Mediador, que nos ha purificado con su Sangre. Todo ello hace que miremos a la nueva Alianza con confianza, no con miedo.
Es una pena ver que quizá nos han dado una educación religiosa de miedo, durante algún tiempo. ¿Estamos bajo la ley del miedo o de la confianza y el amor? Pero hemos visto también una tendencia a descuidar la ascética. Si el abandono santo de Teresa de Lisieux, el amor misericordioso, es lo más necesario para nuestra espiritualidad, no podemos caer en el extremo opuesto de que todo da igual. Precisamente el amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús y la Alianza que él ha sellado por todos nosotros, no son ciertamente una invitación a la superficialidad y la dejadez: nos comprometen radicalmente. No hay nada más exigente que el amor.
Pero nos envuelven en una atmósfera de confianza, con la actitud de los hijos que se encuentran en casa de su Padre, acompañados de los bienaventurados -la Virgen y los Santos y los ángeles- y el Mediador, Cristo, y delante de todos, Dios que es Juez pero también es Padre. La Nueva Alianza en que vivimos nos debería llenar de alegría por pertenecer a una comunidad que es congregada por el Espíritu de Dios en torno a Cristo. Ahora el lugar de la Alianza no es un monte: es la persona misma del Señor Resucitado, Jesús.
En la oración penitencial ahora más repetida, el «Yo confieso», invocamos a Dios y a la comunidad que nos rodea («vosotros, hermanos») y también a la Virgen María, los ángeles y los santos, para que intercedan por nosotros ante Dios. No estamos solos en nuestro camino de fe: también los hermanos de la comunidad cristiana y la Virgen María y los ángeles y santos están interesados en nuestra conversión a Dios. Es una hermosa oración, que sería completa si además nombrara explícitamente a Jesús, el Mediador, el que en la cruz nos reconcilió con Dios de una vez por todas.
Cuando el Catecismo de la Iglesia, al hablar de la liturgia cristiana, se pregunta: «¿quién celebra?», responde con una visión de la comunidad celestial en torno a Dios y al Cordero, con un río de agua viva que es el Espíritu, y los ángeles y los bienaventurados, con la Virgen Madre, y multitud incontable de salvados por la Pascua de Cristo. Esta es la Alianza a la que pertenecemos. Una visión llena de optimismo, tomada del Apocalipsis (CEC 1137-1139). Una asamblea donde «la celebración es enteramente comunión y fiesta» (CEC 1136) y a la que ya nos unimos ahora en nuestra celebración (mercaba.org).

3. “Grande es el Señor y muy digno de alabanza / en la ciudad de nuestro Dios, / su monte santo, altura hermosa, / alegría de toda la tierra”, decimos con agradecimiento en el salmo de hoy. Sólo el Señor nos salva, convirtiéndose en una fortaleza inexpugnable y en alegría para toda la tierra: “El monte Sión, vértice del cielo, / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, / Dios descuella como un alcázar.” El Señor nos da vida con la Alianza de su Sangre, nos abre las puertas al cielo: “Lo que habíamos oído lo hemos visto / en la ciudad del Señor de los ejércitos, / en la ciudad de nuestro Dios: / que Dios la ha fundado para siempre.”
Por eso queremos cantar eternamente las misericordias de Dios: “Oh Dios, meditamos tu misericordia / en medio de tu templo: / como tu renombre, oh Dios, tu alabanza / llega al confín de la tierra; / tu diestra está llena de justicia.”
Llucià Pou Sabaté