miércoles, 13 de febrero de 2013


cuaresma1Nota introductoria: La Cuaresma es como una novela, una historia que escribe Dios con nosotros, aquí tienes las pistas para escribirlas, las tienes en las lecturas de la Misa de estos días, en las oraciones de la Iglesia de este tiempo. ¿Cómo escribir esta historia que es la de mi vida? Al meditar estas cosas, piensa en Jesús y en tu vida, en la de los demás encontraré a Dios y en la de Dios la mía…

 “Cuaresma” quiere decir 40 días de Jesús en el desierto, antes de la vida pública; 40 años del pueblo de Israel caminando por el desierto, antes de poder entrar en la Tierra prometida; para nosotros, 40 días de preparación, que culminan en la Pascua, que quiere decir el paso de la muerte a la Vida, de las cosas viejas a las nuevas: la entrada a la Resurrección, simbolizada por la luz de la Vigilia pascual. Así como las ramas del almendro no puede contener la fuerza de la primavera, y brotan en un estallido de flores, también la fuerza contenida de la Cuaresma estalla en un vibrante Aleluya.

¿Qué es más importante, Navidad o Pascua? La tradición popular dice Navidad, con sus tradiciones; los teólogos que la Pascua: en el Libro del Amigo y del Amado, el Amor exploró la Sabiduría del Amigo y le preguntó: “-¿Es por la Encarnación o por la Redención como el Amado ha mostrado su amor?” Y el Amigo, perplejo, respondió: “-La Redención suprime la condenación y la Encarnación abre las puertas de la felicidad”. Pero esta respuesta lleva a una nueva pregunta: “-De estas pruebas de amor, cuál es la más grande?” En realidad, todo es el mismo amor divino. La Encarnación nos trae Dios, nos abre las puertas de la felicidad. La Pascua, con la Resurrección, nos lleva a Dios, es un amor que perdona y que olvida el pecado. Y por eso nos preparamos bien. Cuentan de una mujer que hablaba con Dios, y Dios hablaba con la mujer. Cada día la mujer hablaba con Dios, y Dios cada día hablaba con la mujer. Lo supo el obispo, y la mandó llamar: “-¿es verdad que hablas cada día con Dios?” –“Si, hablo con Dios”. Entonces el obispo le dijo: “-muy bien. Pues esta semana yo confesaré mis pecados a Dios, y después, cuando tú le hables haz el favor de pedirle que te explique mis pecados, y me vienes a contar qué te ha dicho, así sabré si es verdad o que no hablas con Dios”.

Al cabo de una semana, la buena mujer volvió a ver el obispo, y el obispo le preguntó: “-¿Has hablado con Dios?” –“Si”, contestó la mujer. “-¿Y le has pedido que te dijera mis pecados?” –“Si, se lo he pedido” –“¿Y qué te ha dicho Dios?” –“Que ya los había olvidado”.

La bondad y el amor de Dios permanecen para siempre... A veces miramos sólo las obligaciones y cosas desagradables, palabras muertas que no mueven: “¿Cuando llegará el momento que despreciaréis cualquier otro ritmo y no hablaréis sino con palabras vivas? Entonces seréis escuchados con entusiasmo y vuestras palabras misteriosas darán frutos de vida verdadera y desvelaréis entusiasmo” (Joan Maragall). Por esto debemos mirar este proceso extraordinario de mutua seducción entre Dios y el hombre, como recuerda el Papa en la carta de cuaresma (2010): es maravilloso lo que Jesús hace, por conquistar nuestro amor, puesto que “sólo el amor en el cual se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros”. Jesús se nos da totalmente, con aquella fuerza que “hace que los amantes no lo sean de si mismos, sino de aquellos a quienes aman”. Nosotros podemos corresponder y adentrarnos en esta dinámica del amor divino. Y no pensando sólo en el más allá, rechazando nuestra existencia actual, sino reavivándola con una verdadera pasión por la vida, es este amor divino que nos hace sentir y ver todo con una fuerza especial, con una “alegría de vivir” más auténtica.

MIÉRCOLES DE CENIZA: inauguramos un tiempo de entrenamiento para vencer contra las fuerzas del mal: con la capa de la caridad, la espada del sacrificio y la coraza de la oración
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará»  (Mt 6,1-6.16-18).

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1. ¿Qué es la cuaresma? Cuarenta días… ¿de qué? De Jesús en el desierto preparándose para su vida de predicar el Evangelio. “Ahora es tiempo favorable” para convertirnos, “ahora es día de salvación”. Jesús dijo que no hagamos las cosas “para ser vistos”, y nos habla de hacer limosna, rezar y ayunar. Jesús, enséñame esta ciencia de ayudar a los demás, de rezar y hacer sacrificios, sobre todo sacrificios que hagan felices a los demás: como sonreír, hacer las paces, pedir perdón… Mientras el mundo anda de Carnaval, con máscaras, la Iglesia nos anima a quitarnos la máscara del pecado y pedir perdón, y libres de toda culpa alabar a Dios con el corazón sincero.
Cuentan de un niño que se peleaba con una niña en una escuela de enseñanza infantil, y cuando la maestra le regañó se puso a llorar; entonces, ella le dijo: “no te preocupes, que no has sido tú sino el demonio quien te ha hecho hacer esto” y el niño, serio, contestó: “tirarle de la trenza quizá sí que ha sido el demonio pero escupirle a la cara ha sido idea mía”… reconocía sus faltas, era sincero.
La oración, sacrificio y limosna son las armas para vencer todas las fuerzas del mal, del demonio, como veremos el domingo con las tentaciones de Jesús que resumen todos los males. Con estas armas venceremos la batalla y cumpliremos la misión, como la Comunidad del Señor de los Anillos, aunque haya malicia en el mundo que quiera romper el mundo como en Avatar. Así pedimos a Dios "iniciar un camino de auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia, el combate contra el espíritu del mal".
Recibir la ceniza en nuestra cabeza, con la señal de la cruz, es quedar marcados, el otro día algún niño llevaba a bolígrafo marcas en la frente… no es un juego ni algo mágico, sino un signo religioso, de algo muy grande, de que Dios en nuestro interior nos ha dado el Espíritu Santo, y nos ha marcado como suyos, y escrito nuestros nombres en el libro de la Vida. Pero hemos de luchar con alegría para prepararnos para la Olimpiada en estos 40 días, para la Pascua. Por eso se nos dice: "Convertíos y creed el Evangelio" o también: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Este día, los mayores de 14 años debemos hacer abstinencia de carne, como los demás viernes de cuaresma. Los que tenemos entre 18 y 59 años, ayuno. Es un día de penitencia, para que ayudemos a los demás (obras de misericordia) y para ello nos privemos de lo nuestro (por ejemplo dejando los juguetes o las cosas personales a los hermanos, sin tanto miedo a que nos las rompan). Como enseña San Josemaría Escrivá: “La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo..., es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufran, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos... La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que te sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia para los padres y, en general para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.”
Hemos de hacer “ayuno” sobre todo “del yo”. Si te fijas, los hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si me han dicho, si siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen manía, si era mío o para mí, que si yo he metido el gol, si yo le dije y entonces .... si me apetece a mí, qué pensarán de mí, ... y mil frases más que conjugan con distintos verbos el Yo, a Mí, Mío. Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda: polvo eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso? Dios creó el cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo volverá a ser tierra con la muerte. Y nuestra alma volverá a Dios. La ceniza nos hace pensar en todo esto, y quitar las malas hierbas del egoísmo… la Virgen, la muy humilde, nos ayudará a concretar esas armas para la lucha.

2. El profeta Joel - después del exilio seguramente- cree llegado el momento de insistir en su llamamiento a la penitencia y a la conversión del corazón a través "del ayuno, llanto y luto". Lo que hay que rasgar son "los corazones y las vestiduras", por este orden. Nada nuevo añadirá el Nuevo Testamento a esta concepción de la penitencia. Jesús se hará eco de Joel cuando diga a sus discípulos: "Cuando ayunéis..."
El castigo de la plaga de langostas puede convertirse así en una bendición, palabra que incluye todo lo que el hombre puede desear, especialmente la vida y la abundancia de bienes: no faltará la lluvia en la siembra ni en primavera, época en que grana el trigo, «porque os dará la lluvia tardía con regularidad» testimonio de la fidelidad de Dios.
Cuando tuvimos la imposición de ceniza en el cole, los más pequeños querían que les “echara” agua bendita a ellos también. Eso dice el salmo: “limpia mi pecado. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría… Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa». Hazme sentirme limpio. Hazme sentirme perdonado, aceptado, querido. Si mi pecado ha sido contra ti, mi reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza. Dame tu Espíritu, que vea ante el espejo de la verdad. Mata, Dios mío, el gusano de mal que hay en mí; / haz de mí mariposa de tu agrado, / y que pueda volar con libertad / en nuevo paraíso. / Transforma, oh Dios, la fiera que hay en mí; / conviérteme en la persona que Tú sueñas: / sensible, generosa, solidaria, / lléna mi corazón de santo Espíritu... / y te cantaré mi amor (Caritas).
3. "Cristo murió por todos". La muerte de Cristo tenga ese carácter vicario y supletorio, y nos atrae a la salvación "aquel que por ellos murió y resucitó". Vencedor pionero de la muerte, pues "si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe estaría vacía" (1 Cor 15,14), nos invita a vivir lo nuevo: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es". Es la novedad de la vida en Cristo: "Para el que está en Cristo aparece una creación nueva; se destruyen las cosas viejas, todas las cosas se renuevan".
Para ello, se nos invita a hacer el itinerario de la reconciliación, con Cristo, "que no conociendo pecado, Dios lo hizo pecado para que en él llegáramos nosotros a ser justicia de Dios".
Llucià Pou Sabaté

lunes, 11 de febrero de 2013


5ª semana, martes (impar): el amor a los padres está relacionado con el amor creador y redentor de Dios, y la felicidad nuestra está en corresponder al amor con sinceridad
« (…) Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras? Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, “lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán”, que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas» (Marcos 7, 1-13).
1. Se reúnen junto a Jesús y le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
Él les llama hipócritas, por muchas razones… y les dijo con palabras de Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» Les hace ver que no respetan a los padres con excusas religiosas. Aquellos fariseos buscaban tener las “manos limpias” pero Dios mira si tenemos las “manos llenas” de amor. Engañaban con excusas piadosas, incluso dejaban sin atender a sus padres porque habían ofrecido el dinero al templo: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!»
Te veo, Jesús, como intérprete auténtico de la Ley; por eso explicas el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío. «Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’»: el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Tú, Jesús, recuerdas este deber de gratitud. El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo hacia los hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28). El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación” (Iñaki Ballbé).
Ya sabemos que no se puede devolver a los padres todo lo que hacen… con frecuencia, una madre puede sentir en su interior como un desencanto, al ver que ese amor hacia sus hijos no es suficientemente correspondido por ellos. Pues podemos aprovechar ese discernimiento, para devolver a nuestra madre ese amor, si la tenemos en la tierra, y en cualquier caso, cuando nos damos cuenta vemos que es algo que hay que devolverlo “hacia delante”, hacia los hijos, pasar el testigo…
2. La narración de la Creación está reelaborado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia (VI a.C.). La historia humana, no únicamente la de Israel, es conducida por Dios. El relato se desarrolla en pórticos llamados días, en forma de mito, sin embargo podemos ver una ilustración de la religión, o desmitologización: se nos revela que Dios no forma parte del mundo y éste está en sus manos.
Siguen hoy los días de la creación, con su ritmo en la creación de sus criaturas, hasta llegar al punto central de la antropología, la persona como imagen de Dios: -"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". El hombre tiene su lugar en la cima de la pirámide, pues recoge este capítulo las tradiciones de la época de los arquitectos y zigurats, se representa ascendiendo la obra divina, para culminar en la persona, creatura que está más cerca de Dios, con capacidad creadora, por ser él quien puede tomar conciencia de la presencia y de la acción de Dios y porque puede interpretar el mundo como obra suya y así elevar sacerdotalmente hacia él ese reconocimiento.
Y Dios vio que lo que había hecho era muy bueno, como la cumbre de la creación: todo lo demás -animales, plantas- estaba al servicio del hombre y la mujer. El día séptimo «descansó Dios de todo el trabajo que había hecho». En la semana judía, el sábado («sabbat» significa «descanso»). Todo procede de Dios y que todo lo ha pensado para bien de la raza humana. El salmo recuerda esa misión de adorar y bendecir el amor divino. Esta primera creación la completará con la nueva y definitiva creación en Cristo, en la que nos comunicará de modo más pleno todavía la participación en su vida divina. El “Sabbat” pasa a perpetuarse en nosotros con el “domingo”, “dies dominus”, día del Señor. La creación se realiza por la salvación de Dios en la historia. A la luz de esto, la creación no debe entenderse como obra realizada en un punto del tiempo, terminada, sino como obra en curso (Edic. Marova).
Al crearnos amorosamente, de alguna manera, Dios se ha puesto en nuestras manos. Un místico alemán decía: "Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de él". El que ama necesita a la persona amada. Los humanistas ateos dicen: si admitimos la existencia de Dios, el hombre no sería libre. Es al revés: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo. El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Nos espera. Nos ama de tal manera que dio su vida por nosotros.
La Pascua no es condenación de la realidad humana, no es un esperar otro mundo despreciando éste; sino un redescubrir la voluntad de Dios que quiere vida para el hombre. El paso a la mayor vida que ofrece la Resurrección de Jesús no es negación de lo que llamamos lo "natural", sino valoración para ir más allá (Joaquín Gomis).
El hombre, imagen de Dios, no existe ya para sí mismo: así como Dios es amor y comunión, nosotros existimos para Dios y los demás. Somos buscados por Dios desde el principio, tiene sed de nosotros, que a su vez tenemos sed de amor y de Dios. Nos encontramos felices al sentirnos amados, nos encontramos a nosotros mismos cuando amamos, con el don sincero de sí a los demás. Los dos sexos los ha pensado Dios en relación con el amor y la familia, y de ahí la mutua atracción entre ellos. Hombre y mujer son uno para el otro, la mujer no sale del hombre, ni la maternidad no es una maldición sino la fecundidad misma de una pareja bendecida por Dios. Si los animales les bendice para "multiplicarse según su especie", la fecundidad humana se orienta hacia poblar el mundo y "sometedlo" (Maertens-Frisque).
Adán, salido de sus manos trémulas de amor, tiene ya ese rostro que Dios ama desde la eternidad, el de su Hijo único. Adán se llama ya Jesús. Dios podía mirar lo que había hecho y reconocerse en ello, había hecho una obra hermosa. "Esto es muy bueno”: éstas son las palabras maravillosas que cierran la creación. Y Dios añadió las primeras palabras de ternura susurradas al hombre, al que amaba apasionadamente: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes" (Paul Claudel, El zapato de raso).
Dios y Padre creador, bendito sea tu nombre; tú nos has hecho a tu imagen y nos has moldeado a semejanza tuya. Llevamos ya estos nombres gloriosos: hijos amados, hombres nacidos de una palabra de amor. Haz que nada desfigure nuestra belleza original, sino que ésta florezca esplendorosa,
sin mancha ni arruga, en la resurrección eterna (Dios cada día, Sal Terrae).
La creación nueva instaurada por Cristo se corresponde, punto por punto, con la primera creación. Todo tiene que ser instaurado en Cristo, los seres del cielo y los de la tierra (Ef 1,10), pues el designio de Dios es recapitular todas las cosas bajo una única cabeza. En medio de este mundo en trance de renovación se sitúa al hombre (Adrien Nocent). ¡Oh Dios!, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste, concédenos resistir a los atractivos del pecado, guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo.
3. Es precioso el salmo como respuesta a ese don divino: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,  ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas”. Es un resumen de nuestros sentimientos de admiración y gratitud por la obra de la creación… Parecemos tan insignificantes ante la inmensidad del universo. Sin embargo todo está a nuestro servicio. Por desgracia muchas veces nos hemos dejado dominar por las cosas pasajeras. Y hay discordias entre nosotros. Envidias. Caminos de desamor… vamos a procurar los auténticos valores que distinguen a los hijos de Dios.
Llucià Pou Sabaté

domingo, 10 de febrero de 2013


Lunes de la semana 5ª del tiempo ordinario (impar): el poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,53-56).

1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto cuando se dice de ti: «pasó haciendo el bien». Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por ejemplo a través de Caritas. Basta ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas, cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos, marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda éste para más tarde.
-“Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor, para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50) comenta que “Todos los que le tocaban quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm 12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.

2. –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos recuerda aquellas otras palabras: "En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1,1).
-“La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas”. El "caos" se transforma en orden.
-“¡Hágase la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.” La «luz» vence sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la luz del mundo, dirá a los cristianos. Luego vienen las aguas...
El relato llamado “sacerdotal” con que se abre el libro del Génesis tiene una visión del cosmos según la cultura de la Antigüedad, con la tierra como centro cósmico y "hizo Dios una bóveda" celeste y están separadas las aguas que hay debajo de las aguas que hay encima. Pero ahí se nos revela la verdad sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. Hoy día, como antiguamente, se mezcla al hombre con Dios, pero aquí vemos que Dios es distinto, Creador que con su Palabra hace todas las cosas, completando el mundo con luz y el mar y las fuentes y los ríos y así de "la tierra brotó hierba verde..." Las plantas con los árboles y las flores... Los astros con el sol y la luna y las estrellas...Todo es una maravilla.
Los niños preguntan, antes de los 11 años: “¿Cuándo nació Dios?, ¿qué había antes de Dios?”: y se nos dice que Dios crea el tiempo, para él no existe ni siquiera el “antes”, pues es obra suya. En Dios, todo es “ya”.
San Agustín nos dijo: "No se lee en el Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y Galileo, comentando eso, añadió: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".
Hay más enseñanzas: toda criatura, por ser obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de la inteligencia divina; en el “Tapiz de la creación” que se custodia en la Catedral de Gerona se hace expresiva esa verdad, señalando que “todo era bueno”.
La persona, como obra más perfecta es “muy buena”. Tiene que cuidar de todo, y todo está a su disposición, pero su trabajo será custodiar la obra de Dios. Contemplar la creación y al Creador, como leemos en san Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras / de flores esmaltado! / decid si por vosotros ha pasado.
”Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sólo su figura, / vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Y Fray Diego de Estella dice: "Todas tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas, las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi alma! me dicen que te ame.
”Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad, porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas, primero enseñan el amor del criador que el don".
-“Y vio Dios que todo era bueno”.

3. Por eso en el salmo cantamos: “Bendice, alma mía, al Señor, / ¡Dios mío, qué grande eres! / Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto”. Es la aventura de la creación, historia de Dios con el hombre:Asentaste la tierra sobre sus cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y las aguas se posaron sobre las montañas”. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones» (plegaria eucarística IV).
“De los manantiales sacas los ríos, / para que fluyan entre los montes; / junto a ellos habitan las aves del cielo, / y entre las frondas se oye su canto”. Y Dios lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el día y la noche: “Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría; / la tierra está llena de tus criaturas. / ¡Bendice, alma mía, al Señor!”
         Llucià Pou Sabaté

Lunes de la semana 5ª del tiempo ordinario (impar): el poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva

“Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,53-56).

1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto cuando se dice de ti: «pasó haciendo el bien». Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por ejemplo a través de Caritas. Basta ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas, cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos, marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y atracaron. En cuanto salieron de la barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda éste para más tarde.
-“Adonde quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor, para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50) comenta que “Todos los que le tocaban quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm 12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.

2. –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos recuerda aquellas otras palabras: "En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1,1).
-“La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas”. El "caos" se transforma en orden.
-“¡Hágase la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.” La «luz» vence sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la luz del mundo, dirá a los cristianos. Luego vienen las aguas...
El relato llamado “sacerdotal” con que se abre el libro del Génesis tiene una visión del cosmos según la cultura de la Antigüedad, con la tierra como centro cósmico y "hizo Dios una bóveda" celeste y están separadas las aguas que hay debajo de las aguas que hay encima. Pero ahí se nos revela la verdad sobre el origen del mundo y la existencia del hombre. Hoy día, como antiguamente, se mezcla al hombre con Dios, pero aquí vemos que Dios es distinto, Creador que con su Palabra hace todas las cosas, completando el mundo con luz y el mar y las fuentes y los ríos y así de "la tierra brotó hierba verde..." Las plantas con los árboles y las flores... Los astros con el sol y la luna y las estrellas...Todo es una maravilla.
Los niños preguntan, antes de los 11 años: “¿Cuándo nació Dios?, ¿qué había antes de Dios?”: y se nos dice que Dios crea el tiempo, para él no existe ni siquiera el “antes”, pues es obra suya. En Dios, todo es “ya”.
San Agustín nos dijo: "No se lee en el Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y Galileo, comentando eso, añadió: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".
Hay más enseñanzas: toda criatura, por ser obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de la inteligencia divina; en el “Tapiz de la creación” que se custodia en la Catedral de Gerona se hace expresiva esa verdad, señalando que “todo era bueno”.
La persona, como obra más perfecta es “muy buena”. Tiene que cuidar de todo, y todo está a su disposición, pero su trabajo será custodiar la obra de Dios. Contemplar la creación y al Creador, como leemos en san Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras / de flores esmaltado! / decid si por vosotros ha pasado.
”Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sólo su figura, / vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Y Fray Diego de Estella dice: "Todas tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas, las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi alma! me dicen que te ame.
”Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad, porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas, primero enseñan el amor del criador que el don".
-“Y vio Dios que todo era bueno”.

3. Por eso en el salmo cantamos: “Bendice, alma mía, al Señor, / ¡Dios mío, qué grande eres! / Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto”. Es la aventura de la creación, historia de Dios con el hombre:Asentaste la tierra sobre sus cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y las aguas se posaron sobre las montañas”. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones» (plegaria eucarística IV).
“De los manantiales sacas los ríos, / para que fluyan entre los montes; / junto a ellos habitan las aves del cielo, / y entre las frondas se oye su canto”. Y Dios lo hace bien, para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle felicidad: la luz, el agua, el día y la noche: “Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría; / la tierra está llena de tus criaturas. / ¡Bendice, alma mía, al Señor!”
         Llucià Pou Sabaté

viernes, 8 de febrero de 2013


Sábado de la semana 4ª (impar): La mejor ciencia es el buen corazón y el servicio que nos muestra Jesús

Reunidos los apóstoles con Jesús le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice: Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Se marcharon, pues, en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar y muchos los reconocieron; fueron allá a pie desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, y se llenó de compasión, porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas (Marcos 6,30-34).

1. Después de su primera "misión" volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús... Es la hora del "informe"... Se actúa y luego se "revisa" la acción para mejor comprenderla en la Fe, y mejorar las próximas intervenciones apostólicas. Hoy también se hacen muchas "reuniones", puesto que somos relación y participación. La Asamblea eucarística del domingo es también esto: después de su misión durante la semana, los cristianos se reúnen junto a Jesús... ¿Considero yo así mi participación en la misa? Pero es preciso que muchos cristianos se decidan a hacer más, aceptando otras "reuniones" donde participen con otros en una reflexión y una acción colectiva... en la que la Fe sea el fermento de la reflexión y de la acción.
-“Le contaron cuanto habían hecho y enseñado...” Una gracia a pedir al Señor: la revisión de vida apostólica. Esta revisión de nuestra vida con Jesús, es una de las formas más útiles de oración. Cada noche debería darnos ocasión para "relatar" a Jesús "lo que hemos hecho". Si así lo hiciéramos cada día, podríamos dar un contenido mucho más rico a la "ofrenda" de nuestras misas y a nuestras puestas en común de equipos apostólicos. Ayúdanos, Señor, a revisar contigo nuestras vidas.
-“El les dijo: "Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco." Pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer. Fuéronse en la barca a un lugar desierto”... Jesús, te das cuenta de que están cansados y programas un descanso con ellos.
-“Las gentes ven alejarse a Jesús y a sus discípulos...” De todas partes corren hacia allá y ¡llegan antes que ellos! “Al desembarcar, Jesús ve una gran muchedumbre. Se compadece de ellos porque son como "ovejas sin pastor". Y se pone a enseñarles detenidamente”. Señor, consérvanos disponibles, aun en el seno mismo de nuestros planes muy bien previstos (Noel Quesson). Te encuentras con gente que viene a verte, y movido por compasión os perdéis el descanso: te dio lástima de ellos, y te pusiste a atenderles.
Todos necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro. Además de que cada semana, el domingo está pensado para que sea un reencuentro serenante con Dios, con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. El activismo nos agota y empobrece. El stress no es bueno, aunque sea el espiritual.
Hay un grado de sobrecarga, de tensión nerviosa, que resulta nefasto para el apostolado como para todo equilibrio simplemente humano. ¡Gracias, Señor, por recordárnoslo! Y por ocuparte del "descanso" y de la distensión de tus apóstoles, después de un pesado período de misión. Necesidad de silencio, de recogimiento, de soledad. Esencial al hombre de todas las épocas... pero especialmente indispensable al hombre moderno, en la agitación de la vida de hoy. ¿Qué parte de mis jornadas o de mis semanas dedico voluntariamente al "desierto"?
Los apóstoles estaban llenos de «todo lo que hablan hecho y enseñado». A veces dice el evangelio que «no tenían tiempo ni para comer». Necesitamos paz y serenidad. Cuando no hay equilibrio interior, todo son nervios y disminuye la eficacia humana y la evangelizadora. A la vez, hay otro factor importante en nuestra vida: la caridad fraterna, la entrega a la misión que tengamos encomendada. A veces esta caridad se antepone al deseo del descanso o del retiro, como en el caso de Jesús y los suyos. Jesús conjuga bien el trabajo y la oración. Se dedica prioritariamente a la evangelización. Pero sabe buscar momentos de silencio y oración para sí y para los suyos, aunque en esta ocasión no haya sido con éxito. Otra lección que nos da Jesús es que no parece tener prisa. No hace ver que le han estropeado el plan. «Se puso a enseñarles con calma». Porque vio que iban desorientados, como ovejas sin pastor. Tener tiempo para los demás, a pesar de que todos andamos escasos de tiempo y con mil cosas que hacer, es una finura espiritual que Jesús nos enseña con su ejemplo: tratar a cada persona que sale a nuestro encuentro como si tuviéramos todo el tiempo del mundo (J. Aldazábal).
Aprendamos a descansar. Y si podemos evitar el agotamiento, hagámoslo porque cuando se está postrado se tiene menos facilidades para hacer las cosas bien y vivir la caridad. “El descanso no es no hacer nada: es distraernos en actividades que exigen menos esfuerzo” (J. Escrivá, Camino) El descanso, como el trabajo, nos sirven para amar a Dios y al prójimo, por lo tanto la elección del lugar de vacaciones, o el descanso deben ser propicios para un encuentro con Cristo. Hoy veamos si nos preocupamos, como el Señor lo hacía, por la fatiga y la salud de quienes viven a nuestro lado (Francisco Fernández Carvajal): Venid vosotros solos a un sitio tranquilo y descansar un poco.
2. "Por medio de Jesús ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre". Toda la Epístola de los Hebreos nos ha mostrado que hay un solo sacerdote, Jesucristo. «Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, a su nuevo pueblo lo hizo reino y sacerdote para Dios, su Padre. Los bautizados son consagrados como mansión espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo para que por medio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios, y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable... Por ello, todos los discípulos de Cristo... han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios, han de dar testimonio de Cristo en todo lugar, y a quien se la pidiere han de dar también razón de la esperanza que tienen en la vida eterna» (Lumen Gentium 10; cf Hebreos 5,1-5; Apocalipsis 1,6; 5-9; 1 Pedro 2,4-10; Romanos 12,1; 1 Pedro 3,15).
Se cita ahí la recomendación "que ofrezcáis a Dios vuestras vidas como hostia pura, santa e inmaculada" (Rm 12,1). El "sí" de Cristo al Padre, en el Espíritu Santo, hace posible nuestro "sí". "Por Cristo, ya podemos decir "sí" a Dios" (2 Cor 1,20). Este "si" de Cristo encuentra eco en todo corazón que se hace transparente ante la mirada de Dios. Entonces nuestra pobreza se convierte en oración y en misión, es decir, en apertura a los planes salvíficos y universales de Dios. Dios no espera grandes cosas de nosotros, sino solamente que tengamos un corazón abierto y que sepamos hacer nuestro el "sí" de Jesucristo al Padre, en el trabajo y el descanso, en nuestra relación con Dios y con los demás, en la familia y en el deporte... Nuestra verdadera riqueza consiste en esta capacidad de pronunciar continuamente el "sí" de Jesús al Padre en medio de todas las circunstancias de nuestra vida.
Junto a este sacrificio-entrega de uno mismo está el don de los bienes, el ejercicio de la caridad. El amor fraterno es el sacrificio que agrada a Dios. "No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente: esos son los sacrificios que agradan a Dios". La prueba más clara de haber encontrado a Dios es el amor fraterno. Es la señal de que hemos nacido a una vida nueva.
"Obedeced con docilidad a vuestros jefes, pues son responsables de vuestras almas y velan por ellas; así lo harán con alegría y sin lamentarse, con lo que salís ganando". La verdadera "comunión" de Iglesia supone vaciarse de sí mismo o de las propias ventajas. La entrega (kenosis) y obediencia de Cristo al Padre fue así. Y podemos participar del modo que Dios disponga de su pasión y muerte, sin buscar el éxito mundano…
-"Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os haga perfectos, os ponga a punto en todo bien para que cumpláis su voluntad." Jesús hizo de su vida una "pascua", es decir, un "paso" hacia el Padre. Ofreciéndose a sí mismo en el Espíritu Santo transformó su vida en oblación. Con él estamos también nosotros pasando al Padre. "Cristo murió para llevarnos a Dios" (1P 3,18). Ya hemos comenzado a pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1). El "pasar" del tiempo ya no es un simple esfumarse de las cosas, sino una "pascua" o paso hacia la vida definitiva. Conforme van pasando los días y las cosas, debemos ir descubriendo a Dios mismo que se nos comienza a dar para siempre, unas veces de manera desconcertante, otras de manera dolorosa, algunas también con una enorme paz y alegría. Pero siempre es Dios el que viene a nosotros a través de todo lo que nos pasa para hacernos pasar a él (Noel Quesson).

3. El salmo del buen pastor canta toda la vida en cuatro estrofas. En la primera, cuando las cosas van bien, y todo es una maravilla: “El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas”.
Luego, vienen las dificultades, pero ahí sentimos que con el Señor no tememos: “Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan”.
La liturgia nos hace entrar en las primicias del Banquete celestial: “Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa”.
Por último, nos llena de esperanza de la gloria: “Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término.”
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 6 de febrero de 2013



Jueves de la semana 4ª (impar): Jesús, la Palabra encarnada, nos pide que anunciemos el Evangelio por todo el mundo

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Marcos 6,7-13).

1. Hoy vemos el envío de los apóstoles a una misión evangelizadora, de dos en dos: Jesús llama a los "doce" y, por primera vez, los "envía"... Esta es la primera vez que van a encontrarse solos, sin Jesús... lejos de Él. Es el "tiempo de la Iglesia" que empieza con este envío. Hemos visto estos días a "Jesús con sus discípulos"... y también que "Jesús estableció a doce para estar con Él y para enviarlos..." Es el movimiento del corazón: la sangre viene al corazón y de allí es enviada al organismo... Es el mismo movimiento del apostolado: vivir con Cristo, ir al mundo a llevarle este Cristo... intimidad con Dios, presencia en el mundo...
-“Los envía de dos en dos”... Trabajo en equipo. El individualismo tiene formas sutiles, temibles… además, mejor ir acompañado.
-“Dándoles poder sobre los espíritus impuros... Partieron, y predicaron que se arrepintiesen. Y echaron muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los curaban”. Vemos aquí el carisma de la "palabra" que proclama la necesidad de un cambio de vida; el carisma de "echar los demonios", potencia de acción contra el mal; el carisma de "curar a los enfermos", mejorar la vida humana.
-“Y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón... y que se calzasen con sandalias y no llevasen túnica de recambio... Dondequiera que entréis en una casa quedaos en ella, hasta que salgáis de aquel lugar..." Ligeros de equipaje, sin bagajes embarazosos, siempre dispuestos a partir donde sea... caminantes, gentes disponibles, desprendidos. "Lo hemos dejado todo para seguirte: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, niños, campos..." (Mc 10,29-30).
-“Y si una localidad no os recibe ni os escucha, partid”. Como Jesús, se encontrarán ante el rechazo, ante la incredulidad. La misión de la Iglesia es cosa difícil: Jesús les ha advertido (Noel Quesson).
Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan y visibilizan la obra salvadora de Cristo, como dice el último Concilio: «La vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo».
Como los doce apóstoles, que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros, que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en la vida. También para nosotros vale la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a la misión más ligeros de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte- sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que hagamos nosotros. La austeridad y sencillez en hacer el bien es una buena manera de dar testimonio, viviendo esa misión de llevar el Reino de Dios en las vidas de los que nos rodean (J. Aldazábal).
Así, en medio del mundo, de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador, procuraremos «que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas (Josep Vall i Mundó).

2. Los hebreos tienen en mucho la potencia de Dios en Sinaí, con su “fuego ardiente”, “oscuridad, tinieblas y tormentas”, “estrépito de la trompeta” y “clamor de las palabras pronunciadas por aquella voz que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más. Tan espantoso era el espectáculo que el mismo Moisés dijo: «Espantado estoy y temblando.»”
Pero esta visión no es la de Jesús: -“Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión. A la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial”. Una villa rodeada de murallas, una ciudad, es el símbolo de la seguridad y de la vida en una comunidad, imagen del cielo. La Iglesia "ciudad de Dios vivo" es una comunidad fraterna en la que se vive familiarmente con Dios. ¿Es así como veo yo a la Iglesia?
-“Os habéis acercado a millares de ángeles reunidos en asamblea festiva y a la reunión de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo”. «Asamblea» traduce aquí el término griego «ecclesia». ¿Es verdaderamente la Iglesia esa comunidad festiva? Todo lo contrario del temor aterrador del Sinaí. ¿Tienen nuestras liturgias un carácter verdaderamente festivo? ¿Es mi religión la del Antiguo Testamento o la que Jesús nos enseñó?
¿Tengo yo la seguridad de que mi nombre está escrito en el cielo? Mi nombre escrito en el corazón del Padre. Jesús pedía a sus amigos que se alegraran de ello: «Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo» (Lucas 10,20). ¡Cuán grande ha de ser nuestra confianza!
-“Os habéis acercado a Dios, juez universal y a los espíritus de los justos llegados ya a la perfección”. Nos reunimos en espíritu, con Dios y los santos…
-“Y a Jesús, mediador de una nueva Alianza y a la aspersión de su sangre derramada por los hombres”. Nos reunimos en torno a Jesús resucitado. Porque estamos seguros de ser amados, de estar salvados: derramó su sangre por nosotros.
-“Sangre que habla más alto y mejor que la de Abel”. ¡La sangre de Jesús habla! Nos comunica su amor infinito. Nos habla de la voluntad de Salvación de Dios. Y nos dice hasta donde Dios quiere llegar. Te damos las gracias, Señor, en la misa de modo especial (Noel Quesson).
La nueva y definitiva Alianza en Cristo Jesús es más amable que la Antigua; el monte Sión, más cercano que el Sinaí, con ángeles y multitud de creyentes que han alcanzado ya la salvación y gozan en el cielo; y Dios, juez justo, y Jesús como Mediador, que nos ha purificado con su Sangre. Todo ello hace que miremos a la nueva Alianza con confianza, no con miedo.
Es una pena ver que quizá nos han dado una educación religiosa de miedo, durante algún tiempo. ¿Estamos bajo la ley del miedo o de la confianza y el amor? Pero hemos visto también una tendencia a descuidar la ascética. Si el abandono santo de Teresa de Lisieux, el amor misericordioso, es lo más necesario para nuestra espiritualidad, no podemos caer en el extremo opuesto de que todo da igual. Precisamente el amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús y la Alianza que él ha sellado por todos nosotros, no son ciertamente una invitación a la superficialidad y la dejadez: nos comprometen radicalmente. No hay nada más exigente que el amor.
Pero nos envuelven en una atmósfera de confianza, con la actitud de los hijos que se encuentran en casa de su Padre, acompañados de los bienaventurados -la Virgen y los Santos y los ángeles- y el Mediador, Cristo, y delante de todos, Dios que es Juez pero también es Padre. La Nueva Alianza en que vivimos nos debería llenar de alegría por pertenecer a una comunidad que es congregada por el Espíritu de Dios en torno a Cristo. Ahora el lugar de la Alianza no es un monte: es la persona misma del Señor Resucitado, Jesús.
En la oración penitencial ahora más repetida, el «Yo confieso», invocamos a Dios y a la comunidad que nos rodea («vosotros, hermanos») y también a la Virgen María, los ángeles y los santos, para que intercedan por nosotros ante Dios. No estamos solos en nuestro camino de fe: también los hermanos de la comunidad cristiana y la Virgen María y los ángeles y santos están interesados en nuestra conversión a Dios. Es una hermosa oración, que sería completa si además nombrara explícitamente a Jesús, el Mediador, el que en la cruz nos reconcilió con Dios de una vez por todas.
Cuando el Catecismo de la Iglesia, al hablar de la liturgia cristiana, se pregunta: «¿quién celebra?», responde con una visión de la comunidad celestial en torno a Dios y al Cordero, con un río de agua viva que es el Espíritu, y los ángeles y los bienaventurados, con la Virgen Madre, y multitud incontable de salvados por la Pascua de Cristo. Esta es la Alianza a la que pertenecemos. Una visión llena de optimismo, tomada del Apocalipsis (CEC 1137-1139). Una asamblea donde «la celebración es enteramente comunión y fiesta» (CEC 1136) y a la que ya nos unimos ahora en nuestra celebración (mercaba.org).

3. “Grande es el Señor y muy digno de alabanza / en la ciudad de nuestro Dios, / su monte santo, altura hermosa, / alegría de toda la tierra”, decimos con agradecimiento en el salmo de hoy. Sólo el Señor nos salva, convirtiéndose en una fortaleza inexpugnable y en alegría para toda la tierra: “El monte Sión, vértice del cielo, / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, / Dios descuella como un alcázar.” El Señor nos da vida con la Alianza de su Sangre, nos abre las puertas al cielo: “Lo que habíamos oído lo hemos visto / en la ciudad del Señor de los ejércitos, / en la ciudad de nuestro Dios: / que Dios la ha fundado para siempre.”
Por eso queremos cantar eternamente las misericordias de Dios: “Oh Dios, meditamos tu misericordia / en medio de tu templo: / como tu renombre, oh Dios, tu alabanza / llega al confín de la tierra; / tu diestra está llena de justicia.”
Llucià Pou Sabaté

martes, 5 de febrero de 2013


Tiempo ordinario IV, martes (impar): Jesús hace milagros, continúa haciéndolos con la Eucaristía. Corremos por la vida, con la mirada puesta en él

“En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer” (Marcos 5,21-43).

3. Hoy te vemos, Jesús, ayudando a los necesitados con dos milagros: cuando vas camino de la casa de Jairo a sanar a su hija -que mientras tanto ya ha muerto- curas a la mujer que padece flujos de sangre. Veo que ha llegado el Reino prometido. Estás ya actuando con la fuerza de Dios, que a la vez fomentas la fe que tienen estas personas en ti. El jefe de la sinagoga te pide que cures a su hija. Mientras vas, la mujer enferma no se atreve a pedir: se acerca disimuladamente y te toca el borde del manto. Tú notaste “que había salido fuerza” de ti y la atendiste luego con unas palabras: en los dos casos apelas a la fe: «hija, tu fe te ha curado», «no temas, basta que tengas fe».
Me gusta, Señor, ver cómo te enfrentas a la enfermedad y la muerte. Sobre todo cómo tienes compasión por nosotros. Te veo en la Iglesia y tus sacramentos, «como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante», presente en ellos a través del ministerio de la Iglesia. Son también acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia y «las obras maestras de Dios en la nueva y eterna Alianza» (CEC 1116).
Todo dependerá de si tenemos fe. Tu acción salvadora, Señor, está siempre en acto. Pero no actúa mágica o automáticamente. También a nosotros nos dices: «No temas, basta que tengas fe». Tal vez nos falta esta fe de Jairo o de la mujer enferma para acercarnos a ti, Jesús, y pedirte humilde y confiadamente que nos cures de la enfermedad que es nuestra experiencia de debilidad, y del miedo de la muerte, gran interrogante que en ti cobra sentido profundo, al hacernos ver cómo Dios nos tiene destinados a la salud y a la vida: «El que cree en mí, aunque muera, vivirá; el que me come tiene vida eterna».
La buena mujer que se acerca a Jesús nos hace ver que los sacramentos actúan por su propia fuerza divina, de modo infinito, pero se reciben según la capacidad del recipiente, de nuestra fe. Ella, que por padecer flujos de sangre es considerada «impura» y está marginada por la sociedad, sólo quiere una cosa: poder tocar tu manto, Jesús.
En Cafarnaún, donde llegaste con el bote, esta mujer oye quizá la curación del leproso, y ve llegar al jefe de la sinagoga, que angustiado dice al Maestro: "maestro, mi hija se está muriendo, ven a imponerle las manos para que se ponga bien y no se muera", y se pusieron en camino. Entonces hace su plan: "si pudiera tocarle la ropa que trae, me pondré buena", y tan buen punto lo tocó, se le paró la hemorragia, y así el mal había desaparecido, sintió el cuerpo lleno de vida. Entonces fue cuando el Señor dice: "¿quien me ha tocado?" y ella, llena de vergüenza pero contenta y feliz, responde: “he sido yo, Señor”, y dice Jesús: "tu fe te ha salvado, vete en paz".
Cuenta un misionero en la India que estaba en adoración eucarística cuando uno de los asistentes, hindú, se acercó y tocó el copón, mientras él miraba asombrado pero optó –viendo el respeto con que lo hacía- por dejarle hacer. Luego volvió a donde estaban los otros y al cabo de un rato dijo que quería ver la Eucaristía que se escondía dentro del copón, y explicó que cuando se acercó al altar le pidió a Jesús que le curara de un tumor, en la cabeza, un bulto grande como una fruta, y que al tocarlo se había curado. Efectivamente, se fijó el sacerdote que ya no tenía el bulto. Luego pensó en la fe que teníamos los católicos en la Eucaristía, y en la que tenía aquel hindú... Nosotros podemos tocar Jesús, con los sacramentos, el manto de Cristo son los sacramentos, tocar quiere decir creer. La tímida audacia de la hemorroísa debe servirnos para tocar a Jesús, que está esperándonos en la Misa, y espera que nos acerquemos confiadamente.
A veces la cosa está fatal, como cuando los criados de Jairo le dicen “no molestes al maestro, tu hija ha muerto”. Pero Jesús le dice: «No temas, solamente ten fe». Jesús, contra toda esperanza: “no tengas miedo, basta que creas y ella vivirá”, y luego ante ella manda: “talita cumi”, levántate y anda, y cuando se alzó ante la sorpresa de todos, añade: “dadle de comer, que tiene hambre”. Jesús nos dirá muchas veces: “si tuvierais un poco de fe…”, haríais maravillas. La fe no va sola, va de la mano de la humildad. La Iglesia “es” en la Eucaristía, en Jesús. Ahí nos desligamos de las ataduras de espacio y tiempo y nos trasladamos a la cúspide del calvario.... donde ese amor que juega al escondite, que late bajo estas especies, nos da vida pues sin Él no tiene sentido la vida, sería anodina, sin trascendencia. Se descubre la presencia del Amado, que ya vino por el bautismo pero ahora se fusiona con nosotros. Ahí Jesús nos recibe, nos dice: “mira que estoy a la puerta y llamo”... “el que me coma vivirá por mí”. El Apóstol lo expresa así: “No soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí”.
“Una sola gota de la Preciosa Sangre contenida en el cáliz podría bastar para obtenernos gracias cuya eficacia ni siquiera podemos sospechar; bastaría para salvar millones de mundos más culpables que el nuestro, y para hacer más santos que cuantos pueda poseer el paraíso” (Vandeur). “Todas las obras buenas juntas no pueden compararse con el sacrificio de la Misa, pues son obras de hombres, mientras que la Misa es obra de Dios” (Cura de Ars). La Eucaristía tiene un valor infinito, pero nuestra participación es según las posibilidades, las disposiciones: si vamos con un gran recipiente acogeremos más gracia de Dios, según la capacidad de nuestro corazón; como decía Santo Tomás: “pues en la satisfacción se mira más el afecto del que ofrece que el valor de la oblación -fue el Señor quien dijo de la viuda que echó dos céntimos que ‘había echado más que ninguno-, aunque esta oblación sea suficiente de suyo para satisfacer por toda la pena, se satisface sólo por quienes se ofrece o por quienes la ofrecen en la medida de la devoción que tienen, y no por toda la pena”.
 “Cuando participamos de la Eucaristía -dice San Cirilo de Jerusalén- experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos conforma con Cristo, como sucede en el bautismo, sin que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús”.
Así como la hemorroísa percibió instantáneamente su curación con ocasión de tocar el borde del manto de Jesús, “gracias a la fuerza que había salido de Él”; y “se pide al sacerdote que aprenda a no estorbar la presencia de Cristo en él, especialmente en aquellos momentos en los que realiza el Sacrificio del Cuerpo y de la Sangre y cuando, en nombre de Dios, en la Confesión sacramental auricular y secreta, perdona los pecados”, decía san Josemaría, y añadía: “Cuando yo era niño, no estaba aún extendida la práctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo se disponían para comulgar: había esmero en arreglar bien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza bien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, y quizá hasta con un poco de perfume... eran delicadezas propias de enamorados, de almas finas y recias, que saben pagar con amor el Amor”. El deseo de comulgar –comunión espiritual- también fomenta la recepción de esas gracias.
2. La vida es una carrera de fondo y también lucha, leemos hoy en Hebreos. El corredor se viste con ropas ligeras. «Sacudámonos todo el lastre y el pecado que se nos pega; corramos con constancia»: ¡Fuera todo lastre (pecado)! Concentrados en el jefe, Jesús, objeto de contemplación: "Puestos los ojos en Jesús... meditad, pues, en el que soportó tanta oposición", hacemos la carrera a ejemplo de la suya, correr hasta la meta que es la casa del Padre.
3. “Los desvalidos comerán hasta saciarse, / alabarán al Señor los que lo buscan: / viva su corazón por siempre”. Quiero correr, Señor, con la esperanza puesta en ti: “Lo recordarán y volverán al Señor / hasta de los confines del orbe; / en su presencia se postrarán / las familias de los pueblos. / Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, / ante él se inclinarán los que bajan al polvo.” La Vida está en ti, en acoger tu vida en mí: “Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, / hablarán del Señor a la generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: / todo lo que hizo el Señor”.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 4 de febrero de 2013


Tiempo ordinario, IV semana, lunes (impar): Jesús es rechazado por los que no saben agradecer. Los santos han  correspondido misteriosamente a la fe

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes». Es que Él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos». Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti». Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados” (Marcos 5,1-20).

1. Un hombre "andaba siempre, día y noche, entre los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras". Es un pobre hombre desquiciado, privado de sus facultades mentales, que no es dueño de sí mismo y se ha convertido en su propio enemigo. Pienso en algunas personas que se hacen daño, con ese afán masoquista aparentemente… La sociedad no le ayuda: ha marginado al endemoniado. Es la forma más rápida de resolver los problemas: se encierra al enfermo en su enfermedad y se le deja inmóvil en su situación, para que no moleste. Pero tu vocación, Jesús, es la de acercarte a los que ha apartado la sociedad. Son éstos precisamente los que te están esperando, abiertos a la curación y al perdón. Quizás sea éste el mal que has venido a combatir, Señor, ese mal misterioso que hoy llamamos "alienación" que divide al hombre en lo más profundo de sí mismo y lo empuja contra sí mismo. Esa alienación que nos aparta de su amor y de nosotros mismos.
Los porqueros hacen una actividad pecaminosa: los rituales judíos prohíben comer cerdo. Jesús libera al hombre de los demonios. "Nadie se atrevía a transitar por aquel camino". Las fuerzas del mal nos atacan y desvían de la ruta normal. Satán es "aquél que impide al hombre pasar". "Antes de tiempo" parece hacer alusión a la hora del juicio final, en la que todas las fuerzas del mal serán reducidas a la impotencia... ¡los demonios lo saben! Pero Jesús va a anticipar ese día para que todos tengamos confianza en esta victoria final y definitiva. Cuando Jesús anuncia su glorificación por la muerte en Jn 12. 31: "ahora es el juicio de este mudo, ahora el príncipe de este mundo será echado abajo" y es que Satán dominaba el mundo.
Los puercos caen al mar: no sabemos qué fue lo que pasó, pero se puede dar un sentido simbólico a los puercos, como con la parábola del hijo pródigo: el pecado abarca los dominios de la voluntad, la ofensa se ve por el abandono del Padre pero también en el agravio a su persona que es el dedicarse a guardar puercos. Lo acerca a ese estado animal cuando se hace bajo la vista y apetece lo que es tierra, haciéndose él mismo tierra, tal es la pérdida de aquella herencia que reciben los hijos de Dios, reflejada en la parábola (S. Tomás, Enarr. in ps. 18,2,13).
Los porqueros ven su inversión perdida. Quizá hay un sentido escondido de que nos interesamos por lo nuestro sin ver el corazón de los demás. Jesús prioriza las personas, como nosotros hemos de ocuparnos del hambre en el tercer mundo y tantas guerras injustas. Helder Cámara decía: «El egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para los que le rodean».
Jesús, siento ver cómo te maltratan, cuando te piden que te vayas: "empezaron a suplicar a Jesús que se fuera de aquella región". El hombre oprimido y alienado no siempre quiere ser liberado de su alienación. Por eso, el Evangelio no puede ser impuesto a nadie, por muy liberador que se presente (edic. Marova). Jesús, tienes la cruz en tu camino, y seguirte es también acoger la cruz, y esas reacciones en contra. Pero sabemos que todo es para bien, por eso no queremos quejarnos ni siquiera con argumentos “piadosos” de “¡hay que ver cómo está el mundo!”, no quiero ser de la “Cofradía del Santo Reproche”, sino de los que se abandonan en lo que nos depare cada día: “Ésta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios: éstos, en la adversidad, se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella” (san Cipriano).
Además, “si no hay dificultades, las tareas no tienen gracia humana..., ni sobrenatural. —Si, al clavar un clavo en la pared, no encuentras oposición, ¿qué podrás colgar ahí?”, decía San Josemaría Escrivá; los obstáculos son providencia de Dios, para fortalecer a unos, y para santificar a todos: “Pero no olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que El permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios” (hom. “Hacia la santidad”). Algunas veces se levantan voces en contra, a nuestro alrededor o dentro de nosotros. Dios guarda silencio; y la presión del ambiente es fuerte… pero hay que ver el aspecto positivo de las cosas. Lo que parece más tremendo no es tan negro, no es tan oscuro. Si se puntualiza, si se concretan puntos para mejorar, no se llega a conclusiones pesimistas. Como un buen médico no dice, al ver a un paciente, que todo él está podrido, hay que tener confianza en las personas, y en la providencia divina, que de todo saca bien, que al final pone las cosas en su sitio, que al final la verdad se abre paso... Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: “Nada te turbe / Nada te espante /Todo se pasa / Dios no se muda /La paciencia todo lo alcanza / quien a Dios tiene / Nada le falta / Sólo Dios basta”.
La maledicencia de algunos, los chismes y diretes, son parte de esa cruz que es la señal del cristiano: “Así esculpe Jesús las almas de los suyos, sin dejar de darles interiormente serenidad y gozo, porque entienden muy bien que -con cien mentiras juntas- los demonios no son capaces de hacer una verdad: y graba en sus vidas el convencimiento de que sólo se encontrarán cómodos, cuando se decidan a no serlo” (san Josemaría).
“La hostilidad de los perversos suena como alabanza para nuestra vida, porque demuestra que tenemos al menos algo de rectitud en cuanto que resultamos molestos a los que no aman a Dios: nadie puede resultar grato a Dios y a los enemigos de Dios al mismo tiempo” (S. Gregorio). El desarrollo de la Iglesia se ha fundamentado en tantas contrariedades: “la sangre de los mártires es semilla de los cristianos”. Como en el trigo, los golpes que lo esparcen a los cuatro vientos no suponen una pérdida, sino llegar a sitios más lejanos.
Dentro del ambiente de desagradecimiento, vemos la alegría del hombre que había sido curado por Jesús, muestra gratitud hacia el Señor. Quiere seguir a Jesús, quien le indica lo que hace unos días vimos que le decía también al que curó de la parálisis: “vete a tu casa”. A unos el Señor le pide un seguimiento que implica dejarlo todo, pero en muchos casos el consejo es: “Vete a casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.”
2. Se elogia a los antiguos, de modo semejante a los "Elogios de los Padres", de la Sabiduría (Sab 10-16) y del Eclesiástico (Eclo 40-49): los héroes Gedeón, Barak y Sansón, que someten los reinos y ejercen la justicia; David, que consigue el cumplimiento de las profecías; los profetas, como Daniel, que cierra la boca de los leones, los tres muchachos que dominan la violencia del fuego; Elías o Eliseo, entregan a su madre los hijos resucitados; Eleazar y los siete hermanos Macabeos se han dejado torturar sin ceder, encadenar, serrar (¿Isaías?), o asesinar, o exiliar al desierto como Elías, sin perder jamás la fe en su futuro. Y han soportado todo esto cuando todavía no podían esperar la realización de la promesa, aunque intuían: -“Porque querían obtener algo mejor: la resurrección”. Y nosotros que podemos esperar en esa promesa, ¿seremos menos fieles que ellos?
La fe, que es algo sobrenatural, se vive dentro de la experiencia humana y se caracteriza por el don que uno hace de sí mismo para el futuro, el riesgo que uno corre de abandonar su seguridad y darse de lleno a la novedad. Los hebreos han carecido de fe mientras echaban de menos los alimentos de Egipto, en vez de confiar en el futuro en momentos en que, a decir verdad, solo podían esperar la muerte. Abraham, por el contrario, ha tenido fe, pues ha abandonado su patria convencido de que al final de su recorrido le aguardaba un reino mejor que el que había dejado. Los primeros cristianos han podido carecer de fe mientras recordaban con nostalgia Jerusalén y trataban de volver al judaísmo en lugar de confiar plenamente en el nuevo movimiento iniciado por Jesucristo. Cristo, sin embargo, había elevado la fe a la perfección con su muerte, convencido de que merecía la pena correr este riesgo para dar comienzo a una vida nueva.
En una época de constantes cambios, como la que vivimos actualmente, la fe no puede quedarse estancada en una simple adhesión a cierto número de verdades; debe consistir, más bien, en la entrega de sí mismo ante el futuro y tener la plena convicción de que la muerte de algunos conceptos y el fracaso de ciertas estructuras no pueden tener la última palabra (Maertens-Frisque).
3. Se fiaron de Dios aquellos hombres santos. Por eso pedimos: «sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor», y Dios no nos faltará: «amad al Señor, fieles suyos, el Señor guarda a sus leales».
Llucià Pou Sabaté