23 Jul 2025 Lecturas de Santa Brígida de Suecia, religiosa
A. Lecturas
1. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (2,19-20):
Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.
2. Salmo 33,2-3.4-5.6-7.8-9.10-11
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
3. Juan (15,1-8): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mi no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
B. Comentario:
1. "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,19-20)
Las palabras de san Pablo en la carta a los Gálatas resuenan con una fuerza mística profunda: "Estoy crucificado con Cristo... ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". No se trata de una metáfora piadosa, sino de una experiencia interior de transformación radical. Pablo ha dejado de vivir para sí mismo, para los criterios de la Ley o del mundo, y ha comenzado a vivir desde la fe, desde una nueva identidad que nace del amor recibido.
Este pasaje nos ofrece la clave para comprender la vida de los santos, y en particular, la de Santa Brígida de Suecia. Ella no vivió para sus propios planes ni se dejó guiar por los valores mundanos. Desde su experiencia mística, se dejó configurar por Cristo. Las visiones que recibió, sus escritos espirituales, su fundación religiosa y su influencia en la vida eclesial de su tiempo no se explican sin esa entrega radical: una vida ya no vivida desde el "yo" egoísta, sino desde Cristo.
En este sentido, la lectura nos interpela también a nosotros. ¿Quién vive en mí? ¿Mis decisiones brotan de un corazón configurado con Cristo o de una voluntad que busca imponerse? Vivir como cristiano no es simplemente cumplir normas, sino dejar que sea Cristo quien viva en nosotros, quien piense en nosotros, quien ame y perdone a través de nuestra carne frágil. Esto requiere una constante conversión interior, una muerte al egoísmo y una apertura a la gracia.
2. "Gustad y ved qué bueno es el Señor" (Sal 33)
El salmo responsorial es un canto de confianza y alabanza. Quien ha hecho la experiencia del amor de Dios no puede guardar silencio. "Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca". Santa Brígida, como los grandes místicos, vivió en un estado de alabanza constante. No porque su vida estuviera exenta de sufrimientos (al contrario, vivió muchos), sino porque había aprendido a confiar en medio de las pruebas.
El salmo habla de la cercanía del Señor con los humildes, con los afligidos, con los que invocan su nombre. Hay una promesa fuerte: Dios escucha, responde, libera. Esta es una verdad que Santa Brígida experimentó personalmente: en su vida de casada, como madre, en su viudez, en su vocación mística y profética, y especialmente en los momentos de incomprensión y oscuridad. Nunca dejó de buscar al Señor ni de proclamar su bondad.
Nosotros, en nuestro camino diario, también estamos llamados a descubrir esa bondad. La expresión "gustad y ved" implica experiencia personal, encuentro real, no ideas abstractas. ¿Qué sabor tiene mi fe? ¿Es una carga o es un gozo? ¿Mi oración nace de la confianza o del miedo? Este salmo nos invita a mirar a Dios con ojos de esperanza, y a mirar nuestra vida desde una actitud de gratitud.
3. "Permaneced en mí, y yo en vosotros" (Jn 15,1-8)
El evangelio según san Juan nos presenta una de las imágenes más ricas de la vida espiritual: la vid y los sarmientos. Jesús no solo pide adhesión externa o imitación moral; exige una unión vital. "Sin mí no podéis hacer nada", dice con claridad. La fecundidad de nuestra vida depende de esa unión íntima con Cristo.
En la figura de la vid y los sarmientos hay una advertencia: el sarmiento que no permanece se seca. ¿Cómo permanecer en Cristo? A través de la escucha de su Palabra, la oración, los sacramentos, la caridad concreta. Pero también a través de las podas que el Padre permite: sufrimientos, correcciones, desprendimientos. No siempre entendemos estas podas, pero son necesarias para que demos más fruto.
Santa Brígida entendió profundamente este misterio. Su vida fue podada en muchas etapas: la muerte de su esposo, la separación de su vida anterior, las resistencias a su vocación profética, la incomprensión e incluso las críticas. Pero lejos de secarse, dio fruto abundante. Porque permaneció en la Vid, en Cristo. Por eso fue luz para muchos en su tiempo, y sigue siéndolo hoy.
La vida cristiana no se mide por la cantidad de obras o por la perfección externa, sino por el grado de unión con Cristo. Y esa unión solo se mantiene si es alimentada cada día. La oración no es un deber, es un vínculo vital; la Eucaristía no es un rito, es un injerto en Cristo. Si permanecemos en Él, nuestras vidas darán fruto: paz, alegría, servicio, testimonio.
Las tres lecturas de hoy se entrelazan en una misma invitación: dejar que sea Cristo quien viva en nosotros, alabarlo en todo momento confiando en su bondad, y permanecer unidos a Él como sarmientos de la vid verdadera. Santa Brígida de Suecia es testigo de que esta vida no es una utopía, sino una posibilidad real para quienes se abren con humildad a la acción de Dios.
En un mundo marcado por el individualismo, el ruido y la autosuficiencia, estas palabras nos devuelven al centro: vivir desde Cristo, vivir para Dios, vivir en comunión. Que Santa Brígida interceda por nosotros, para que también nuestras vidas sean fecundas y glorifiquen al Padre.
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