jueves, 10 de julio de 2025

Viernes de la 14ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús es signo de contradicción, y nos manda el Espíritu Santo y su perdón, que nos da la libertad completa

Viernes de la 14ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús es signo de contradicción, y nos manda el Espíritu Santo y su perdón, que nos da la libertad completa

 

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre»" (Mateo 10,16-23)  

 

B. Comentario:

1. Hoy leemos el hermoso final del libro del Génesis, con la muerte de Jacob y el perdón definitivo de José a sus hermanos. Es un texto cargado de significado humano y espiritual, que conecta muy bien con las reflexiones que has compartido.

Jacob siente cercana su muerte y deja un último encargo a sus hijos:

«Yo voy a reunirme con los míos… sepultadme junto a mis padres en la cueva de Macpelá» (Gn 49,29-30).

Qué expresión tan bella y antigua para hablar de la muerte: reunirse con los suyos. Si nuestra fe fuese más sólida, también nosotros contemplaríamos la muerte con serenidad, como el momento de regresar al hogar y reencontrarnos con los que partieron antes. No es solo el descanso de un cuerpo, sino la certeza de que el alma continúa viva y unida a quienes amamos en el misterio de Dios.

La sepultura en el mismo lugar que sus antepasados es signo de esa unión familiar, pero es un signo que debemos saber trascender: más allá de los cuerpos, la fe nos enseña que en Dios las almas y los corazones se funden en un único amor eterno.

El sentido de la tierra prometida

Jacob pide ser enterrado en la cueva de Macpelá, en el campo que Abraham había comprado a Efrón el hitita.

Para aquellos nómadas, ese minúsculo pedazo de tierra era la única propiedad familiar en la tierra prometida. Era una prenda de esperanza.

Así, también nosotros vivimos en camino hacia nuestra "tierra prometida". Dios nos concede en esta vida pequeñas primicias de lo que un día nos dará en plenitud. Cada gesto de amor, cada reconciliación, cada momento de luz son como ese campo de Macpelá: anticipos del cielo.

El perdón de José

Tras la muerte de Jacob, los hermanos de José temen que él busque venganza. Les atormenta la duda:

"¿A ver si José nos guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos?"

Cuántas veces sucede lo mismo en las familias: mientras el padre o la madre viven, mantienen unidos a los hijos. Pero cuando faltan, surgen tensiones, viejas heridas o resentimientos. El Génesis refleja esta fragilidad de la fraternidad. José, sin embargo, les responde con magnanimidad y lágrimas:

"¡No temáis! ¿Estoy yo acaso en lugar de Dios? El mal que vosotros pensasteis hacerme, Dios lo pensó para bien, para dar vida a un pueblo numeroso." (Gn 50,19-20).

Es una lección fundamental de fe y providencia. José reconoce que Dios es capaz de transformar el mal en bien. Lo que parecía desgracia (su venta como esclavo) se convirtió en salvación para su familia y para Egipto.

Aquí está la clave para leer la historia, incluso la nuestra, desde la fe:

"No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien." (Rm 12,21)

Claves espirituales

La muerte como reencuentro. Jacob muere en paz, confiado en reunirse con sus antepasados. Para los creyentes, la muerte no es el fin, sino la entrada en la comunión definitiva con Dios y con nuestros seres queridos.

La tierra prometida. Igual que Abraham adquirió aquel campo como anticipo de la herencia prometida, también nosotros recibimos en esta vida pequeños anticipos de la alegría eterna. Vivimos de esperanza.

El perdón que libera. José perdona de corazón porque tiene una visión providencial de lo sucedido. Comprende que Dios escribe derecho incluso sobre renglones torcidos. Así es la verdadera fe: no se queda en el dolor o la injusticia, sino que confía en que Dios puede sacar bien del mal.

Unidad familiar y fraternidad. Tras la muerte de los padres, muchas familias se disgregan. Génesis nos deja una enseñanza preciosa: la verdadera familia permanece unida si sabe perdonarse, reconciliarse y dejar a Dios el juicio definitivo.

Reflexión final

Hoy es un buen día para preguntarnos:

  • ¿Cómo veo la muerte? ¿Como ruptura o como reencuentro?
  • ¿Tengo esperanza en las pequeñas "tierras prometidas" que Dios me anticipa aquí?
  • ¿Guardo resentimientos o, como José, puedo decir: "¿Acaso estoy yo en lugar de Dios?"
  • ¿Soy instrumento de paz y reconciliación en mi familia?

 "La cruz pasa a ser fuente de vida. El pecado mismo puede mudarse en amor."

2. El salmo nos invita, una vez más, a hacer el bien y a tener confianza en Dios, que nos sigue en todos nuestros «viajes» con cercanía de padre: «Confía en el Señor y haz el bien... el Señor vela por los días de los buenos... apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles... el Señor es quien salva a los justos, los protege y los libra». Vivir con rectitud además de prosperidad es tener al Señor, que socorre en las circunstancias más adversas a quienes buscan refugio en Él. "Confiemos, hermanos y hermanas: sostenemos el combate del Dios vivo y lo ejercitamos en esta vida presente, con miras a obtener la corona en la vida futura. Ningún justo consigue enseguida la paga de sus esfuerzos, sino que tiene que esperarla pacientemente. Si Dios premiase enseguida a los justos, la piedad se convertiría en un negocio; daríamos la impresión de que queremos ser justos por amor al lucro y no por amor a la piedad. Por esto, los juicios divinos a veces nos hacen dudar y entorpecen nuestro espíritu, porque no vemos aún las cosas con claridad" (Homilía anónima del s. II). José va a Egipto, Jesús irá a Egipto, y a cada uno de nosotros que va por el camino de la vida acompañado por la mirada amorosa de Dios; en el abrazo de Jacob y José vemos el encuentro que tenemos con Dios Padre que nos busca (que Jesús nos presenta en la parábola del hijo pródigo).

 

3. Jesús nos avisa de la lucha del discípulo contra el mal: "Os envío como ovejas en medio de lobos". El discípulo es pobre y está inerme; sólo es rico en fe en la validez de su anuncio. Somos vulnerables a los poderes del mundo. Pero con la fe somos fuertes. Simples y prudentes, son las palabras de Cristo. La simplicidad, o sencillez,  es lealtad, transparencia, confianza en la verdad y, por tanto, rechazo de cualquier subterfugio y de todo medio de violencia, la prudencia es la capacidad (y la humildad) de valorar las situaciones concretas. Pero se trata siempre, por supuesto, de la prudencia de Cristo, no de la prudencia del mundo, basada en cálculos cínicos, diplomacia y compromisos, siempre en busca de una salvación propia (Bruno Maggioni).

El Reino de Dios se revela en la debilidad de Jesús y de sus mensajeros. San Pablo dirá también que "la fortaleza de Dios encuentra su cumplimiento en la debilidad" (2 Cor 12,9). Toda la historia de la Iglesia confirma esta verdad. Son los pequeños y los humildes los que han hecho las mayores obras. Bernardita Soubirous era la más débil en Lourdes cuando Dios la escogió para que transmitiera el mensaje de la Virgen.

-"Sed cautos como serpientes e ingenuos como palomas". Jesús, tomas tus comparaciones del mundo animal. Anuncias la persecución a tus apóstoles, pero les pides que no se expongan inoportunamente: nos pides que seamos "cautos", es decir inteligentes, hábiles, finos, como serpientes... y también que hemos de conservar la "ingenuidad", es decir la "candidez", la simplicidad, sin disimulo, sin segunda intención, como palomas... Es preciso que se perciba que los mensajeros del evangelio sólo se ocupan de Dios y no buscan su propio provecho.

-"Os llevarán a los tribunales... os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa, así daréis testimonio ante ellos". Jesús, no escondes la verdad a tus apóstoles: el evangelio provoca, a veces, la oposición y la persecución. Esto no te espanta. Nos pides que nos mantengamos valientes, como tú, pues tú mismo fuiste acusado ante el tribunal de Pilato.

-"No os preocupéis por lo que vais a decir; será el Espíritu de vuestro Padre quien hable por medio de vosotros". Dios, que "habita en nuestros corazones", que habita "en mí"... Ayúdanos, Señor, a escucharte y a ser dóciles.

A veces las dificultades surgen en el ambiente social, profesional, familiar. San  Ambrosio, hablando sobre los padres que no querían que sus hijos se entregaban a Dios, decía: "Y porque sé de no pocas jóvenes que, deseosas de consagrar a Dios su virginidad, no lo consiguieron por estorbárselo sus madres (...), a tales madres dirijo ahora mi discurso y pregunto: ¿no son libres vuestras hijas para amar a los hombres y elegir marido entre ellos, amparándolas la ley en su derecho aun contra vuestra voluntad? Y las que pueden libremente desposarse con un hombre, ¿no han de ser libres para desposarse con Dios?"

-"Todos os odiarán por causa mía; pero quien resista hasta el final, se salvará". La oposición y la persecución vienen, a veces, de la propia familia: "un hermano entregará a su hermano y un padre a su hijo..." El odio puede nacer en todas partes. Jesús, nos sugieres una sola solución: ¡"aguantar"!, ¡permanecer fieles! Conservar la firmeza y el valor, contra toda decepción, contra toda oposición y contra todo fracaso. Lo que cuenta es la salvación eterna, "salvarse"... y saber que Jesús está con nosotros.

-"Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre". Jesús, nos promete que "vienes", que te veremos, que viviremos contigo. "No te prometo que serás dichosa en este mundo sino en el otro", decía santa María a Santa Bernardita (Noel Quesson).

Ya cuando se redactan los Evangelios, Santiago y Esteban han sido mártires, así como Pedro y Pablo. La salvación está en ti, Señor, y te pido el modo de comunicarla a los demás. Con prudencia y, al mismo tiempo, con sencillez. Ayudados por el Espíritu de Dios. Tenemos trabajo hasta el fin del mundo, hasta la vuelta del Señor (J. Aldazábal).

Y «el que persevere hasta el final, se salvará». Decía S. Josemaría: «¡Acabar!, ¡acabar! -Hijo, «qui perseveraverit usque in finem, hic salvus erit» -se salvará el que persevere hasta el fin.

"-Y los hijos de Dios disponemos de los medios, ¡tú también!: cubriremos aguas, porque todo lo podemos en Aquél que nos conforta.

"-Con el Señor no hay imposibles: se superan siempre» (Forja 656).

 

 

No hay comentarios: