miércoles, 2 de julio de 2025

Martes de la semana 13 de tiempo ordinario (impar): Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe

Martes de la semana 13 de tiempo ordinario (impar): Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe

Génesis 19,15-29: 15    Al rayar el alba, los ángeles apremiaron a Lot diciendo: «Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que se encuentran aquí, no vayas a ser barrido por la culpa de la ciudad.» 16 Y como él remoloneaba, los hombres le asieron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas por compasión de Yahveh hacia él, y sacándole le dejaron fuera de la ciudad. 17 Mientras los sacaban afuera, dijo uno: «¡Escápate, por vida tuya! No mires atrás ni te pares en toda la redonda. Escapa al monte, no vayas a ser barrido.» 18 Lot les dijo: «No, por favor, Señor mío. 19 Ya que este servidor tuyo te ha caído en gracia, y me has hecho el gran favor de dejarme con vida, mira que no puedo escaparme al monte sin riesgo de que me alcance el daño y la muerte. 20 Ahí cerquita está esa ciudad a donde huir. Es una pequeñez. ¡Ea, voy a escaparme allá - ¿verdad que es una pequeñez? - y quedaré con vida!» 21             Díjole: «Bien, te concedo también eso de no arrasar la ciudad que has dicho. 22 Listo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no entres allí.» Por eso se llamó aquella ciudad Soar. 23 El sol asomaba sobre el horizonte cuando Lot entraba en Soar. 24 Entonces Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahveh. 25 Y arrasó aquellas ciudades, y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetacíon del suelo. 26 Su mujer miró hacia atrás y se volvió poste de sal. 27 Levantóse Abraham de madrugada y fue al lugar donde había estado en presencia de Yahveh. 28 Dirigió la vista en direción de Sodoma y Gomorra y de toda la región de la redonda, miró, y he aquí que subía una humareda de la tierra cual la de una fogata. 29 Así pues, cuando Dios destruyó las ciudades de la redonda, se acordó de Abraham y puso a Lot a salvo de la catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba.

Salmo    26,2-3,9-12: 2 Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón; 3 está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino. 9 No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, 10 que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno. 11                  Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí; 12 mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas.

3. Mateo 8, 23-27: «Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?».

B. Comentario:

1. En este relato que tiene mucho de simbólico, a pesar de la plegaria de Abraham, Dios no encontró en Sodoma los diez justos que hubieran permitido salvar la ciudad. Dios acepta que Lot, sobrino de Abraham, se libre del castigo: -"¡Levántate! Toma a tu mujer y a tus dos hijas: no vayas a ser barrido por el castigo a la ciudad". La destrucción de Sodoma sería por un cataclismo natural que arrasó una ciudad del valle del Jordán. Pero la leyenda cobra ahora una «significación» de Fe: el tema de la «huida de una ciudad» es un tema importante a lo largo de la Escritura. En el contexto rural que era el del conjunto del Pueblo de Israel, la «ciudad» era considerada como la estancia del mal y del pecado. Abandonar una ciudad, huir de ella, es reconocer su maldad, es «convertirse». Los hebreos serán así invitados a abandonar las ciudades monstruosas de Egipto (Éx 1,11), y luego, de Babilonia, símbolo de la perversión pagana (Is 48,20; Ap 18,4). La huida de los discípulos de Cristo fuera de Jerusalén (Mateo 24, 16-20) reviste el mismo significado. Ayúdanos, Señor, a saber «interpretar» todos los acontecimientos, todas las situaciones a la luz de la Fe. En su última Carta apostólica, el Papa Pablo VI aporta una apreciación matizada al fenómeno moderno de la urbanización. «En lugar de favorecer el encuentro fraternal y la mutua ayuda la ciudad desarrolla las discriminaciones y las indiferencias y se presta a nuevas formas de explotación y de dominio... Las fachadas esconden muchas miserias que los vecinos más próximos ignoran; y abundan otras miserias en que la dignidad del hombre falla: delincuencia, criminalidad, droga, erotismo...» El texto del Génesis se pronunciaba ya contra la ciudad de Sodoma para «poner un dique» a prácticas sexuales aberrantes.

-"Mostraste, Señor, gran misericordia conservándome la vida". Dios quiere «salvar». Así, Señor, si todavía HOY juzgas y condenas el anonimato, la promiscuidad, la malsana incitación de nuestras Sodomas modernas, lo que siempre quieres es «salvar» más que destruir. Y esperas sin duda que los cristianos con otros muchos hombres de buena voluntad, actúen en nuestras ciudades y asuman responsabilidades a fin de inventar nuevos estilos de relaciones humanas, para que todos puedan realizarse. Señor, te ruego por...

-"La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió así en columna de sal". Aquí la leyenda surgiría por una roca de forma caprichosa, pero ahora adquiere un sentido: «no hay que mirar atrás» (Mc 13,16; Lc 9,62). «Que quien esté en el campo, no vuelva por la capa.» «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no es apto para el Reino de Dios.» Señor, nos hablas HOY. Ayúdame a no «retroceder», a no «mirar atrás»... perdiendo la paz con victimismos, con el deseo de tomar otros derroteros en la vida… a no echar de menos lo que nos mandas dejar. De esta manera los primeros apóstoles «abandonaron las redes» para seguir a Jesús (Noel Quesson).

En la Biblia hay frases en las que Dios dice que maten, o como aquí, que manda un castigo que mata… ¿es así? No: Voy a decirlo de modo más claro: pienso que Dios no quiere el mal, y por tanto ni mata ni dice nunca que maten. La clásica expresión "Dios quiere que haya pasado esta desgracia" que se decía antes, hay que entenderla en el sentido de que Dios "permite" aquello, y su voluntad permisiva no ha cambiado con un milagro aquello. Porque Dios no permitiría nada malo si no fuera que de aquello sacará una cosa buena, por caminos que no conocemos…

2. Aquí el salmista presenta a Dios su inocencia y pureza de corazón (que viene de haber obtenido el perdón de Dios). Aunque en sentido pleno, sólo Jesús puede rezar este salmo en todo su alcance pues Él ha hecho siempre lo que agrada al Padre, y es para nosotros un estímulo en el camino de la santidad a la que estamos llamados: "Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón; está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino". Cuando pide a Dios "sondea mis entrañas" indica lo más interior, la conciencia, por eso se añade el "corazón". Vamos pidiendo el salmista el camino de la purificación y de la salvación, para presentarnos ante la mirada del Señor, estar con él, como nos sugiere el Evangelio y Abraham: "No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno. Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí; mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas".

3. –"Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron". La palabra "seguir" tiene un sentido de entrar en la barca contigo, Jesús, meterse en esa aventura divina, con plena conciencia de los riesgos y renuncias a los que hay que atenerse. Eres tú, Señor, que nos dices: "Seguidme".

-"De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas". A veces la cruz aparece en forma de enfermedad, o de contradicciones, fracasos o penas de todo tipo. Y da miedo. En griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo", un temporal violento que hace temblar la tierra y que en suelo firme ya resulta horroroso, pero en una frágil barquilla lo es mucho más. El Lago de Galilea tiene fama de violentas tempestades, causadas por vientos que encajonados entre las montañas soplan muy fuertes sobre el agua.

-"Y Jesús dormía". Hay sin duda un simbolismo que quieres subrayar, Señor: en la historia del mundo, de mi vida, a veces parece que Dios calla: ¡Dios duerme!... y nos preguntamos: ¿por qué no te manifiestas, Señor, para calmar las "tempestades", en las que tu Iglesia, que el mundo, parecen próximos a naufragar? ¿Por qué, Señor no intervienes en mi vida para salvarme de tal o cual cosa?

-"Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: "Sálvanos, Señor, que nos hundimos"". Una oración que es nuestra muchas veces: "Señor, ¡sálvame!"

-"Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!"" Es la respuesta del Señor, el núcleo de este relato: la fe nos salva. Jesús, nos das confianza: "No tengáis miedo". La fe nos quita el miedo: todo irá bien. Lo mejor está siempre por llegar. De ese mal Dios sacará algo bueno, si no –como buen Padre- no hubiera permitido que pasara aquello. En la más negra noche, amanece Dios. Dios aprieta pero no ahoga. Cuando me sienta desolado, Señor, que me arrastre la fe en ti, que me sienta seguro en tus brazos, que me sepa abandonar de verdad.

-"Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"" Señor, en tus manos está la vida y la muerte, tienes el poder creador de Dios. Todo le obedece: las enfermedades, los demonios, los elementos. No me preocuparé de nada de lo qué pasa en el mar de la vida y sus tempestades: me ocuparé de todas esas cosas, pero sabiendo que tú estás en la barca, en mi vida... en la barca de la Iglesia... que contigo estoy seguro. ¡Señor, suprime todo temor y todo miedo en mí! (Noel Quesson).

«Los problemas que antes te acogotaban te parecían altísimas cordilleras  han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. / ¡Y pensar que todavía dudabas!» (J. Escrivá, Surco 119).

Y ahora, cuando la tempestad está calmada, me admiro de tu poder como los apóstoles, que «se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?»

Eres hombre y Dios, Jesús. Y al calmar el viento y el mar, muestras el poder de tu divinidad de modo que la gente se pregunta: «¿quién es éste?» Yo te confieso como el Hijo de Dios que se ha hecho hombre para que los hombres podamos ser hijos de Dios (Pablo Cardona).

Confieso que «la nave es la Iglesia, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, calmando las aguas de las persecuciones» (Santo Tomás).

Te pido, señor, fe para creer que tú viajas en mi barca... en la barca de la Iglesia... ver que la tempestad son los acontecimientos históricos que ponen en peligro el mundo, la iglesia, mi vida… llegar a descubrir y admirar tu presencia honda, secreta y misteriosa en mi vida. Te pido fe viva, para que mi vida esté metida en este ambiente sobrenatural que es lo más natural del diario vivir del cristiano. La visión sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de la vida.

Llucià Pou Sabaté

Lunes de la semana 13 de tiempo ordinario (impar): Jesús nos enseña el desprendimiento, que nos da libertad de espíritu

Lunes de la semana 13 de tiempo ordinario (impar): Jesús nos enseña el desprendimiento, que nos da libertad de espíritu

A. Lecturas:

1. Génesis (18,16-33): Cuando los hombres se levantaron de junto a la encina de Mambré, miraron hacia Sodoma; Abrahán los acompañaba para despedirlos.

El Señor pensó: «¿Puedo ocultarle a Abrahán lo que pienso hacer? Abrahán se convertirá en un pueblo grande y numeroso, con su nombre se bendecirán todos los pueblos de la tierra; lo he escogido para que instruya a sus hijos, su casa y sucesores, a mantenerse en el camino del Señor, haciendo justicia y derecho; y así cumplirá el Señor a Abrahán lo que le ha prometido.»

El Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.»

Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán.

Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?»

El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.»

Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?»

Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.»

Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.»

Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.»

Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?»

Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.»

Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»

Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.»

Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?»

Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.»

Cuando terminó de hablar con Abrahán, el Señor se fue; y Abrahán volvió a su puesto.

2. Salmo 102: Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no está siempre acusando

ni guarda rencor perpetuo.

No nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre sus fieles.

3. Mateo 8, 18-22: «Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor ordenó pasar a la otra orilla. Y acercándose a él cierto escriba, le dijo: 'Maestro, te seguiré dondequiera que vayas'. Jesús le contestó: 'Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza'. Otro de sus discípulos le dijo: 'Señor permíteme ir primero a enterrar a mi padre'. Jesús le respondió: 'Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos'».

B. Comentario:

1. –"Dijo el Señor a Abraham: «¡Su pecado es gravísimo!»" Señor, consideras realmente a Abraham como «Tu amigo». Le confías lo que se da en lo más íntimo de tu corazón. Eres un Dios Santo y no puedes pactar con el mal. No puedes admitir la maldad, la injusticia, la corrupción. Te desagrada el hombre perverso que quiere hacer el mal. Estás decidido a destruir el mal que va extendiéndose en la ciudad corrompida de Sodoma. Y confías tu propósito a Abraham.

Señor, ¿soy suficientemente amigo tuyo para que compartas, también conmigo, tu preocupación divina de «combatir el mal», de «hacer progresar el bien», en el mundo, en la ciudad donde habito, en la profesión en que trabajo? «¡Su pecado es gravísimo!»

-"¿No perdonarás por los cincuenta justos que hubiere en la ciudad?" Abraham intercede a favor de toda la ciudad. Ruega a Dios por esta urbe, donde «hay tanto mal», en medio de tan «poco bien». Miles de hombres malvados... y ¿quizá cincuenta hombres justos? La fe me pone «en diálogo contigo» y me introduce en el misterio de la «salvación» de la humanidad. La fe me hace ver el mundo «desde un cierto ángulo»: lo veo como un mundo que hay «que salvar». Una humanidad a la que hay que ayudar a salir del mal. La fe me hace participar de tu manera de ver, Señor. Descubro los caminos de Dios.

Creyendo en Ti, Señor, adopto tu punto de vista: en el fondo y a pesar de las apariencias ¡quieres salvar a todos los hombres! Y los que son tus amigos, como Abraham, comparten tu preocupación.

¿Qué haré, HOY, para ayudarte en tu labor de Salvador? ¿A quién puedo ayudar? «¿Me atreveré a interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza?»-

Abraham se siente a sí mismo pecador. Ante el Dios Santísimo, está al lado de la humanidad pecadora y pobre amasada de frágil barro. Quizá por esto, emprende la defensa de sus hermanos: se siente solidario porque hay también mal en él.

Señor, ayúdame a no juzgar, incluso cuando «combato el mal»... pensando que yo mismo participo también de ese pecado. Necesito ser «salvado» yo primero. Mi deseo de salvar a los demás no es una superioridad orgullosa: porque yo mismo he sido beneficiado, quisiera hacer llegar a otros el mismo beneficio: tu perdón.

Que mi fe, Señor, me ayude a profundizar en mi solidaridad con el mundo pecador, que diga yo de veras «perdónanos nuestras ofensas» -insistiendo sobre el «-nos»... contándome estar entre los pecadores-.

-"¿Quizá se encuentren allí diez. - En gracia de esos diez no destruiré la ciudad." A ese final tiende todo el relato. Ahí se revela la intención profunda de Dios: en realidad. Tú no deseas castigar sino salvar... Esto es ya el evangelio: por «un solo Justo», Jesús, ha llegado la salvación a todos los pecadores. ¡Qué misterio de bondad, Señor! Algunos justos son suficientes para salvar a toda la comunidad.

Concédeme la gracia, Señor, de ser de «los que contribuyen a salvar»... y no de los que contribuyen a merecer la desgracia... Te doy gracias, Señor Jesucristo, a Ti que has dado tu vida por nosotros. ¡Concédenos la gracia de no condenar al mundo, sino de interceder por él, como tu amigo Abraham!

HOY, en mi familia, en mi oficio o profesión, en los grupos que frecuentaré, quiero «atraer el perdón» para todos (Noel Quesson).

2. El diálogo es un regateo delicioso. Abrahán está convencido de la justicia de Dios y, a la vez, de su misericordia. Pero no se atreve a bajar del número de diez justos. Y, como no se encuentran tantos en Sodoma, cae el juicio de Dios sobre esta ciudad, como leeremos mañana.

El salmo subraya la actitud comprensiva de Dios, que va aceptando todas las rebajas que le pide Abrahán, porque lo que Dios quiere es la salvación y no la condenación de los hombres: «el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo». Rezamos de nuevo este salmo, que tan hermosamente canta el amor misericordioso de Dios (J. Aldazábal). El sacrificio pascual de Jesús lleva a coronación ese Amor: «dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la victima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad» (Plegaria Eucarística III). Nuestra oración es eficaz a los ojos de Dios porque está apoyada en la de Jesús.

3. Jesús, buscas la soledad… a veces me cuesta, porque confundo el trabajo con activismo. Con tu vida, me enseñas que el equilibrio humano corporal y espiritual requiere descanso, que no somos mejores por desarrollar una hiperactividad... ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de vacaciones?

-"Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas"". Es bonito ver que quieren seguirte, Señor. Me recuerdas que la vida cristiana no es solo seguir unos principios... Esto sería "moralismo". Tampoco unos dogmas... esquemas mentales... Ser cristiano es seguirte, Señor, compartir tu vida... imitarte... necesito meditar tu evangelio, tratarte, para conocerte mejor. Como tus discípulos, ir contigo y seguir tus pasos. No quiero, Señor, solamente "saber", sino "aprender" contigo.

-"Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza..." Las personas necesitan seguridad, algo así como lo que hacen los animales, de "marcar su territorio", lo que es suyo. Pero tú, Jesús, vives en libertad, tienes en tu madre tu hogar, y en la familia que has comenzado que es la Iglesia, y te sientes en casa dondequiera que estés: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Hoy te pido, Señor, no estar apegado a mis cosas, "seguirte". Sé que eso es renunciar a cosas, al excesivo confort. Que la cruz aparece como un tesoro, eso que llamamos inseguridad... ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú nos enseñas a caminar por donde tú has ido.

-"Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos."" Desprendimiento de la "familia" que hay que entender en el contexto del mensaje de Jesús, de su amor a la familia y de los preceptos de atención a la familia, sino sería algo no evangélico, descarnado, y que pasa factura cuando uno abre los ojos a lo que de verdad nos dice el Señor (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

Domingo XIII (ciclo C): Jesús nos llama en el camino de la vida, a una misión para la que se nos han concedido los dones que tenemos, y vamos creciendo en el amor y descubriendo esa misión

Domingo XIII (ciclo C): Jesús nos llama en el camino de la vida, a una misión para la que se nos han concedido los dones que tenemos, y vamos creciendo en el amor y descubriendo esa misión

"Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno: -Te seguiré adonde vayas. Jesús le respondió: -Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

A otro le dijo: -Sígueme. El respondió: -Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: -Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.

Otro le dijo: -Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús le contestó: -El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (Lucas 9,51-62).

1. «Ve y vuelve», dice Elías a Eliseo, a quien ha elegido mientras éste ara con su yunta, y va a despedirse de sus padres, y se despide de todos con la comida asada de sus bueyes. «Luego se levantó, marchó tras Elías y  se puso a sus órdenes». No se trata de un servicio puramente humano, sino que, al ser  Elías un hombre de Dios, es ya un servicio a Dios. Para la Antigua Alianza esto es una  obediencia grandiosa a una llamada de Dios transmitida por el profeta (H. von Balthasar). Es vivir para el Señor, como reza el salmo: "El Señor es mi lote y mi heredad".

2. «Vuestra vocación es la libertad», dice san Pablo: libertad para la que «Cristo nos  ha liberado», y no otra. No una libertad individualista, pues la libertad cristiana consistirá en  el servicio al prójimo: «Sed esclavos unos de otros por amor». Tampoco se trata del  libertinaje, pues entre los deseos de la carne y la libertad que nos da el Espíritu que nos  guía hay una contradicción directa, un antagonismo total. Que el hombre tenga que luchar  contra sí mismo y contra sus pasiones para conservar su verdadera libertad, nada dice  contra la libertad que le ha sido dada; también Cristo tuvo que luchar en sus «tentaciones»  (Lc 4,1-12). No se puede ser libre para hacer al mismo tiempo dos cosas contradictorias,  sino que para ser libre hay que superar la contradicción en uno mismo. La libertad de Cristo  es hacer siempre la voluntad del Padre, y seguir a Jesús en esto nos «hace libres» verdaderamente (Jn 8,31-32). La libertad a la que Cristo nos llama es su propia libertad, a  través de la cual participamos en la libertad intradivina, trinitaria, absoluta (H. von Balthasar). 

3. "Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante": Jesús va a Jerusalén: en Lucas la vida de Jesús fue un largo caminar hacia Jerusalén, su vida pública es un irse acercando a la meta, la Pascua. De Galilea a Jerusalén se pasa por Samaría, pero al saber que va al Templo, se enfadan porque ellos creen en el Garizín: "De camino entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea".  Jesús no quiere que nos dejemos llevar apor venganza o ira: «Si la regla de conducta del maestro debe ser siempre perseguir el vicio para corregirle, es muy conveniente que conozcamos que debemos ser firmes con los vicios, pero compasivos con el hombre» (San Gregorio Magno). Ayúdame, Jesús, a tener buen carácter, fuerte pero con tu mansedumbre, compasión por los demás.

"Mientras iban de camino, le dijo uno: -Te seguiré adonde vayas"… Jesús le dice que ya no tiene  casa propia. Ni siquiera la casa en la que ha crecido, la casa de su madre, cuenta ya. No  mira atrás. Es más pobre en esto que los animales, vive en una inseguridad total. No posee  más que su misión. Y al comienzo del evangelio se dice a dónde conduce esta misión: a su  «ascensión» se dice literalmente: ¿a la cruz? ¿Al cielo? Lucas deja abierta la cuestión. Es  típico que no se le reciba en la aldea de Samaría donde quería alojarse. Por eso no es  necesario mandar bajar fuego del cielo (H. von Balthasar). Es normal que «los suyos no lo reciban» (Jn 1,11). 

Comenta así san Agustín: "Escuchad lo que Dios me ha inspirado sobre este capítulo del evangelio. En él se lee cómo el Señor se comportó distintamente con tres hombres. Rechazó a uno que se ofreció a seguirlo; a otro que no se atrevía, lo animó; por fin, censuró a un tercero que lo difería. ¿Quién más dispuesto, más resuelto, más decidido ante un bien tan excelente, como es seguir al Señor a donde quiera que vaya, que el que dijo: Señor, te seguiré adondequiera que vayas? Lleno de admiración, pregunta: «¿Cómo es eso? ¿Cómo desagradó al maestro bueno, nuestro Señor Jesucristo, que va en busca de discípulos para darles el reino de los cielos, hombre tan bien dispuesto?». Como se trataba de un maestro que preveía el futuro, entendemos que este hombre, hermanos míos, si hubiera seguido a Cristo, hubiera buscado su propio interés, no el de Jesucristo, pues el mismo Señor dijo: No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos (Mt 7,21). Éste era uno de ellos; no se conocía a sí mismo, como lo conocía el médico que lo examinaba, porque si ya se conocía mentiroso, falaz y doble, no conocía a quién hablaba. Pues es él de quien dice el evangelista: No necesitaba que nadie le informase sobre el hombre, pues él sabía lo que había en el hombre (Jn 2,25). ¿Y qué le respondió? Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Pero, ¿dónde no tiene? En tu fe. Las zorras tienen escondites en su corazón: eres falaz. Las aves del cielo tienen nidos en su corazón: eres soberbio. Siendo mentiroso y soberbio, no puedes seguirme. ¿Cómo puede seguir la doblez a la simplicidad?

En cambio, a otro que está siempre callado, que no dice nada y nada promete, le dice: Sígueme. Cuanto era el mal que veía en el otro, tanto era el bien que veía en éste. Al que no quiere, le dice: Sígueme. Tienes un hombre dispuesto -te seguiré adondequiera que vayas-, y dices: Sígueme a quien no quiere seguirte. «A éste -dice- le excluyo, porque veo en él madrigueras, veo en él nidos». Pero ¿por qué molestas a ése que invitas y se excusa? Mira que le impeles y no viene, le ruegas y no te sigue; pues, ¿qué dice? Iré primero a enterrar a mi padre. Mostraba al Señor la fe de su corazón, pero le retenía la piedad. Cuando nuestro Señor Jesucristo destina a los hombres al evangelio, no quiere que se interponga excusa alguna de piedad carnal y temporal. Ciertamente la ley ordena esta acción piadosa, y el mismo Señor acusó a los judíos de echar abajo ese mandato de Dios. También dice San Pablo en su carta: Éste es el primer mandamiento de la promesa. ¿Cuál? Honra a tu padre y a tu madre (Ef 6,2). No hay duda de que es mandato de Dios. Este joven, pues, quería obedecer a Dios, dando sepultura a su padre. Pero hay lugares, tiempos y asuntos apropiados a este asunto, tiempo y lugar. Ha de honrarse al padre, pero ha de obedecerse a Dios; ha de amarse al progenitor, pero ha de anteponerse el Creador. Yo -dice Jesús- te llamo al evangelio; te llamo para obra más importante que la que tú quieres hacer. Deja a los muertos que entierren a sus muertos. Tu padre ha muerto. Hay otros muertos que pueden enterrar a los muertos. ¿Quiénes son los muertos que sepultan a los muertos? ¿Puede ser enterrado un muerto por otros muertos?... Le amortajan, le llevan a enterrar y le lloran, a pesar de estar muertos, porque aquí se trata de los infieles.

En este texto nos ordenó el Señor lo que está escrito en el Cantar de los Cantares: Ordenad en mí el amor (Cant 2,4). ¿Qué significan esas palabras? Estableced una jerarquía, un orden y dad a cada uno lo que se le debe. No sometáis lo primario a lo secundario. Amad a los padres, pero anteponed a Dios. Contemplad a la madre de los Macabeos: Hijos, no sé cómo aparecisteis en mi seno (2 Mac 7). Pude concebiros y daros a luz, pero no pude formaros. Luego oíd a Dios, anteponedle a mí, no os importe el que me quede sin vosotros. Se lo indicó y lo cumplieron. Lo que enseñó la madre a sus hijos, eso mismo enseñaba nuestro Señor Jesucristo a aquel a quien decía: Sígueme.

Ahora entra en escena otro que quiere ser discípulo, quien, sin nadie haberle dicho nada, confiesa: Te seguiré, Señor, pero antes voy a comunicárselo a los de mi casa. En mi opinión, el sentido de las palabras es el siguiente: «Avisaré a los míos, no sea que, como suele acontecer, me busquen». Pero el Señor le replicó: Nadie que pone las manos en el arado y mira atrás es apto para el reino de los cielos. Te llama el oriente y tú miras a occidente. El presente capítulo nos enseña que el Señor eligió a los que quiso. Como dice el Apóstol, eligió según su gracia y conforme a la justicia de ellos (Sermón 100,1-3).

 

Llucià Pou Sabaté