Santo Tomas de Aquino (28 de enero): un humanista medieval para todos los tiempos
"Lo hace hablar en medio del pueblo reunido, lo llena de sabiduría y de inteligencia, lo cubre con vestidos de gloria" (Antífona de entrada: Ecli 15,5.), es el elogio que hace la misa de santo Tomás. En él se dio una gran unión entre doctrina y piedad. Rezaba horas frente al sagrario. Supo discernir elementos filosóficos del antiguo saber de los autores paganos y conjugarlos con los Santos Padres en síntesis armoniosa de razón y fe.
Se cuenta que Jesús le habló un día: "Has escrito bien de Mí, Tomás: ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?". Y él respondió: "Señor, no quiero otra cosa, sino a Ti" (Cfr. Fontes vitae Sancti Tomae, p. 108). Cuentan también que al experimentar el amor divino, no quiso volver a escribir más, y dejó inacabada su Suma Teológica. Y cuando le preguntaron sus colaboradores, respondió: "Después de lo que Dios se ha dignado de revelarme el día de San Nicolás, todo lo que he escrito en el transcurso de mi vida, me parece paja. Por eso no puedo escribir nunca más" (Bartomeu de Capua, en el Proceso napolitano de canonización, n.79; Fontes vitae Sancti Tomae, p. 377).
Se le llama el Doctor Angélico porque estudió a fondo la misión de los ángeles, y es tan sólida su doctrina, que puede ayudarnos a poder transmitir la luz del evangelio en los nuevos campos de la cultura como son las nuevas tecnologías. Santa Teresa de Jesús decía que "a quien conoce a Dios, más fáciles se le hacen las obras" (Fundaciones, 3, 5), poder actuar con la libertad de saber manejarnos entre tinieblas, por conocer bien el camino. Porque si lo fundamental es esa "nariz católica" que nos hace intuir como navegar entre nieblas, también la ciencia ayuda: si "un hombre ignorante puede ser virtuoso, es igualmente evidente que la ignorancia no es una virtud" (F. J. Sheed, Teología para principiantes). La piedad exige doctrina. Es bonito ver como en el autógrafo de su Suma contra gentiles se encuentran las palabras del Ave María repartidas por los márgenes, como jaculatorias que ayudaban a Santo Tomás a mantener el corazón encendido mientras escribía. Y dijo que así como si hubiera un libro que contuviera toda la sabiduría, así nosotros sólo tenemos que buscar a Cristo, porque en Él, como dice San Pablo, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Comentario sobre la Epístola a los Tesalonisenses). Y es Jesús quien nos da su amor y con él, el conocimiento de la verdad (Comentario en el Evangelio de San Juan, 5, 6'), pues todo conduce a la caridad como a su fin (Ibidem 15, 2).
Tomás de Aquino es considerado fiel eco de la Tradición de los Patrística, y "la Iglesia ha hecho suya esta doctrina por estar más conforme que ninguna otra con las verdades reveladas, las enseñanzas de los Santos Padres y la recta razón" (Juan XXIII, 28-IX-60). Y el Concilio Vaticano II recomienda: "profundizar en los misterios de la fe y descubrir su mutua conexión... bajo el magisterio de Santo Tomás" (Optatam Totius, 16).
Nuestra formación doctrinal debe crecer con el tiempo, alimentarnos de las inquietudes y experiencias de nuestro tiempo, y beber de la seguridad que nos dan los clásicos, que en su contexto fueron genios, y que ahora podemos acomodar a nuestro contexto, con las aportaciones que ha habido desde entonces. Para esa formación doctrinal, para fortalecernos en la fe y en el Amor, las Escrituras y los Padres de la Iglesia son fundamentales. Y la enseñanza que algunos como Tomás de Aquino han construido, según el saber de su tiempo, son muy interesantes siempre que no nos quedemos en las palabras de aquel tiempo, por eso algunos se llaman "tomasianos" en lugar de "tomistas", pues hoy Tomás hubiera dicho cosas distintas, adecuadas a nuestro tiempo. Precisamente hoy nos planteamos algo delicado: ¿qué hubiera dicho Jesús a los problemas de nuestros días? Y para eso conviene conocer muy bien qué cosas son perennes en la doctrina, y cuáles son contextuales de otro tiempo, y por tanto una disciplina que puede irse actualizando con el tiempo.
Al igual que en otras materias, también la religión requiere estudio, un rato cada día es lo ideal: no dejar de aprender en toda la vida, pues "frecuentemente la ignorancia es hija de la pereza" (San Juan Crisóstomo: tenemos material maravilloso que aprovechamos poco. Leer, leer mucho, consultando, pero leer para formar la cabeza. Y por eso Santo Tomás de Aquino, es el patrono de los estudiantes.
Nacido en Aquino de noble familia, estudió en Montecasino y en Nápoles, donde se hizo fraile dominico. Esto no le hizo gracia a su madre, pues eran otros los planes de la altiva condesa, y lo encerró en el castillo. Sin convencerlo de que abandonara su idea, poco después lo vemos estudiando en Colonia y en París, como discípulo de San Alberto Magno. Fue un alumno modelo. Embebido en los estudios, no participaba en recreos ni discusiones. Por ello lo llamaban «el buey mudo». Sí, dijo su maestro, "pero sus mugidos resonarán en todo el mundo". Murió joven, mientras se dirigía al concilio de Lyon.
De su Conferencia sobre el Credo son las palabras siguientes, sobre la cruz que es ejemplo de todas las virtudes: "¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
La segunda razón tiene también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes.
Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que hizo Cristo en la cruz. Y por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él.
Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: corramos también nosotros con firmeza y constancia la carrera para nosotros preparada. Llevemos los ojos fijos en Jesús, caudillo y consumador de la fe, quien, para ganar el gozo que se le ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por encima de su ignominia.
Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato y morir.
Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel que se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Como por la desobediencia de un solo hombre -es decir, de Adán- todos los demás quedaron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán constituidos justos.
Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien, finalmente, dieron a beber hiel y vinagre.
No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se reparten mi ropa; ni a los honores, ya que él experimentó las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que entretejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre mi cabeza; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron vinagre".
Llucià Pou Sabaté
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