Feria del día 30-XII
No tengaís miedo
“Vivía entonces una profetisa, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Esta era ya de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad; y habíase mantenido viuda hasta los ochenta y cuatro de su edad, no saliendo del templo, y sirviendo en él a Dios día y noche con ayunos y oraciones. Esta, pues, viniendo a la misma hora, alababa igualmente al Señor, y hablaba de El a todos los que esperaban la redención de Israel” (Lucas 2,36-38).
I. La historia de la Encarnación se abre con estas palabras: No temas, María (Lucas 1, 30). Y a San José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas (Mateo 1, 20). A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo (Lucas 2, 10). Más tarde, cuando atravesaba el pequeño mar de Galilea ya acompañado por sus discípulos, se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las olas cubrían la barca (Mateo 8, 24) mientras el Señor dormía rendido por el cansancio. Los discípulos lo despertaron diciendo: ¡Maestro, que perecemos! Jesús les respondió: ¿Porqué teméis, hombres de poca fe? (Mateo 8, 25-26). ¡Qué poca fe también la nuestra cuando dudamos porque arrecia la tempestad! Nos dejamos impresionar demasiado por las circunstancias: enfermedad, trabajo, reveses de fortuna, contradicciones del ambiente. Olvidamos que Jesucristo es, siempre, nuestra seguridad. Debemos aumentar nuestra confianza en Él y poner los medios humanos que están a nuestro alcance. Jesús no se olvida de nosotros: “nunca falló a sus amigos”(SANTA TERESA, Vida), nunca.
II. Dios nunca llega tarde para socorrer a sus hijos; siempre llega, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. La plena confianza en Dios, da al cristiano una singular fortaleza y una especial serenidad en todas las circunstancias. “Si no le dejas, Él no te dejará” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino). Y nosotros le decimos que no queremos dejarle. “ Cuando imaginamos que todos se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres, Señor, mi fortaleza (Salmos 42, 2). Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio. En cambio, nosotros, en Dios, somos lo permanente” (IDEM, Amigos de Dios) Esta es la medicina para barrer, de nuestras vidas, miedos, tensiones y ansiedades.
III. En toda nuestra vida, en lo humano y en lo sobrenatural, nuestro “descanso” nuestra seguridad, no tiene otro fundamento firme que nuestra filiación divina. Esta realidad es tan profunda que afecta al mismo hombre, hasta tal punto de que Santo Tomás afirma que por ella el hombre es constituido en un nuevo ser (Suma Teológica). Dios es un Padre que está pendiente de cada uno de nosotros y ha puesto un Ángel para que nos guarde en todos los caminos. En la tribulación acudamos siempre al Sagrario, y no perderemos la serenidad. Nuestra Madre nos enseñará a comportarnos como hijos de Dios; también en las circunstancias más adversas.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario