martes, 9 de agosto de 2016

Miércoles semana 19 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 19 de tiempo ordinario; año par

La corrección fraterna es un medio de ayuda al que se equivoca, muestra de caridad
«Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo. Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir; mi Padre que está en los Cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18, 15-20)
1. La corrección fraterna es una manifestación del amor, para las comunidades cristianas, formada por personas que no son perfectas. Coexisten el bien y el mal. Con el hermano que falta, Jesús, nos muestras un método gradual en la corrección fraterna: el diálogo personal, el diálogo con testigos y, luego, la separación, si es que el pecador se obstina en su fallo.
No se juzga al pecador, se le perdona. La condena será medicinal, si se niega a vivir en el seno de esa comunidad acogedora (Maertens-Frisque).
Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano”. La Iglesia no es una comunidad de "puros" –eso se pensaban los cátaros-. Pero nos señalas, Señor, el modo de corregir: “-Ve y házselo ver a solas”. El que ve el mal, ha de dar el primer paso. ¿Somos nosotros delicados como lo fue Jesús... o bien nos apresuramos a publicar los defectos de los demás? ¿Corregimos en privado? ¿Nuestras intervenciones intentan "salvar", "ganar" a nuestros hermanos... o contribuyen a hundirles mas todavía?
“Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos.Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un recaudador”. Vemos aquí los modos del Antiguo Testamento, y unas oportunidades de rehacerse: son modos de continuar, por otros medios, a querer salvar.
Son modos sucesivos, por tanto esta corrección con testigos o reprobación pública van después de la privada. También el hecho de remitirse al juicio del conjunto de la comunidad, de la Iglesia, es una medida de prudencia y confianza en el don del Espíritu que ella tiene.
Es muy bonito ver que hasta la reprensión final, una modo que llamaríamos hoy de “excomunión”, también es medicinal, ayuda para la conversión.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra que dará desatado en el cielo”. Jesús, repites aquí a la comunidad las palabras dichas a Pedro como primer creyente (16,19). El perdón es tarea de todos los miembros de la Iglesia: mostrar la misericordia con nuestras vidas.
Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos, estoy yo”. Jesús, gracias por estar en tu Iglesia, por hacernos ver que todos somos corresponsables en la comunidad.
La indiferencia no es cristiana, la actitud de Caín es falsa: «¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?». Un centinela tiene que avisar. Un padre no siempre tiene que callar, ni el maestro o el educador permitirlo todo, ni un amigo desentenderse cuando ve que su amigo va por mal camino, ni un obispo dejar de ejercer su cura pastoral en la diócesis. No es que nos vayamos a meter continuamente en los asuntos de otros, pero nos debemos sentir corresponsables de su bien. La pregunta de Dios a Caín nos la dirige también a nosotros: «¿qué has hecho con tu hermano?». Esta corrección no la ejercitamos desde la agresividad y la condena inmediata, con métodos de espionaje o policíacos, echando en cara y humillando. Nos tiene que guiar el amor, la comprensión, la búsqueda del bien del hermano: tender una mano, dirigir una palabra de ánimo, ayudar a rehabilitarse. La corrección fraterna es algo difícil, en la vida familiar como en la eclesial. Pero cuando se hace bien y a tiempo, es una suerte para todos: «has ganado a un hermano».
“Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios” (Catecismo 1445). Somos hermanos en la comunidad.
Corrección fraterna entre amigos, entre esposos, en el ámbito familiar, en una comunidad religiosa, en la Iglesia. Y acompañada de la oración: rezar por el que ha fallado es una de las mejores maneras de ayudarle y, además, nos enseñará a adoptar el tono justo en nuestra palabra de exhortación, cuando tenga que decirse (J. Aldazábal).
Jesús, tu modo de vivir el perdón lo subvierte todo: rezas y pides el perdón divino para tus verdugos (Lc 23,34); Esteban hace lo mismo ante los que le matan (Act 7,59-60), Pablo (1 Cor 4,12-13) y otros muchos siguen también tu ejemplo. Nos dices que si no juzgamos no tendremos juicio, y añades que Dios nos perdona cuando nosotros perdonemos a nuestros hermanos.
El poder de atar y desatar indica también los modos de vivir el perdón en la Iglesia: “Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad. El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la tranquilidad de conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera «resurrección espiritual», una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios» (Catecismo 1468).
Señor, nos dices que “donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”: veo la importancia de rezar en familia, hacer la oración acompañado de otros, y de muchas costumbres en las que los cristianos se reúnen para rezar: procesiones, romerías, etc.
Jesús, Tú estableciste que la reunión de cristianos por excelencia fuera la Santa Misa: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19).
En la Santa Misa, Tú estás en medio de nosotros de manera muy especial: te haces presente en la Eucaristía con tu cuerpo y sangre, alma y divinidad.
Por eso, la Santa Misa es el mejor lugar para pedirte lo que necesito, y también para alabarte, darte gracias y pedirte perdón.
Si esto es así, ¿no es raro que muchos cristianos se sientan urgidos para recortar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?
Jesús, lo que pasa es que me falta fe para descubrir tu presencia en la Misa.
Auméntame mi fe.
Precisamente la Misa es el mejor momento para pedirte que aumentes mi fe, especialmente en la Consagración y en la Comunión, pues la Eucaristía es el Sacramento de nuestra Fe (Pablo Cardona).
2. Ezequiel muestra la predilección divina en los atribulados por la justicia, los que tienen buen corazón: -«Recorre la ciudad y marca una cruz en la frente de todos los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en ella...» Los salvados son los lúcidos, los que saben reconocer el pecado del mundo y llorar por este pecado.
San Juan, en su Apocalipsis repetirá textualmente esta imagen: «Esperad, no causéis daño a la tierra hasta que marquemos la frente de los servidores de nuestro Dios» (Apocalipsis 7,3). Que sea yo también una de esas almas sensibles que sienten en profundidad su solidaridad con el pecado del mundo para «cargar con su peso» y, en lo posible, «salvarlo».
-“La gloria del Señor abandonó el umbral del Templo y se posó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos... Era el ser vivo que yo había visto debajo del Dios de Israel, junto al río Kebar”. Dios abandona el Templo de Jerusalén para ir a reunirse con los deportados, allá donde sufren, a orillas del río de Babilonia. Es una intuición extraordinaria:el Señor no está ligado a un santuario, ni a un lugar determinado... está presente en todas partes, especialmente allá donde los hombres creen en El, allá donde los hombres sufren.
Ayúdame, Señor, a tener yo también esta convicción, que Tú estás conmigo, en el lugar mismo de mis actividades, en el centro de mis pruebas (Noel Quesson).
A la samaritana que le preguntaba por el lugar más favorable para dar culto a Dios, Jesús le dirá: «Créeme, mujer, viene la hora que ni en esta montaña, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.» (Juan 4,21-23)
3. Por eso cantamos hoy la gloria del Señor: “Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. / Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. / De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. / El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos.
Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”.
Llucià Pou Sabaté
San Lorenzo, diácono y mártir

Tres días después del martirio del Papa San Sixto II (7 de agosto) a quién servía, San Lorenzo también llegó a la gloria del martirio.
Según la tradición, fue asado vivo sobre una parrilla.
San Lorenzo ha sido venerado tanto en el Oriente como en el Occidente como el más conocido de los diáconos romanos.
De el escribieron los santos Ambrosio, León el Grande, Agustín y otros. Por lo que es evidente que su martirio impresionó profundamente a la Iglesia y fue utilizado por Dios como una gran inspiración a la santidad.  Según Prudencio, su muerte fue la muerte de la idolatría romana, que desde entonces declinó.
Fue enterrado en la Via Tiburtina, en el Campus Veranus donde hoy se encuentra la basílica en su honor. 
Su nombre se menciona en la primera plegaria Eucarística.
Del Oficio de Lectura, 10 de agosto, San Lorenzo, Diácono mártir
Administró la sangre sagrada de Cristo
De los sermones de san Agustín, obispo
Sermón 304, 1-4
La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica. Él, como ya se os ha explicado más de una vez, era diácono de aquella Iglesia. En ella administró la sangre sagrada de Cristo, en ella, también, derramó su propia sangre por el nombre de Cristo. El apóstol san Juan expuso claramente el significado de la Cena del Señor, con aquellas palabras: Como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Así lo entendió san Lorenzo; así lo entendió y así lo practicó; lo mismo que había tomado de la mesa del Señor, eso mismo preparó. Amó a Cristo durante su vida, lo imitó en su muerte.
También nosotros, hermanos, si amamos de verdad a Cristo, debemos imitarlo. La mejor prueba que podemos dar de nuestro amor es imitar su ejemplo, porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Según estas palabras de san Pedro, parece como si Cristo sólo hubiera padecido por los que siguen sus huellas, y que la pasión de Cristo sólo aprovechara a los que siguen sus huellas. Lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos.
Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rosas de los mártires, sino también los linos de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de él que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio. El Apóstol, refiriéndose a Cristo, dice: A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!
Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgullecerte? Finalmente, después de haber pasado por semejante humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, aspirad a los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.
Oración
Señor Dios nuestro, encendido en tu amor, san Lorenzo se mantuvo fiel a tu servicio y alcanzó la gloria en el martirio; concédenos, por su intercesión, amar lo que él amó y practicar sinceramente lo que nos enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo.

No hay comentarios: