Lunes de la semana 19 de tiempo ordinario; año par
Nos pide Jesús que seamos ciudadanos ejemplares, sabiéndonos en compañía del buen Dios en nuestro camino de la vida
«Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, pero al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes. Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? Respondió. Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estárter; tómalo y dalo por mí y por ti» (Mateo 17,22-27).
1. Leemos hoy un nuevo anuncio de su muerte y resurrección, que entristece mucho a sus discípulos. Jesús, anuncias tu pasión, tienes presente el pensamiento de tu "muerte". Cada vez que hablas de ella es también para anunciar tu "resurrección". Te pido tu gracia, para reconocerte en la Pascua, en la Eucaristía, tu "memorial".
Jesús, los apóstoles “han aprendido a quererte de verdad; lo han dejado todo por Ti, y ahora les dices que te van a matar.
”Pobres apóstoles.
”No entendían aquella muerte tan injusta.
”Y mucho menos aún entendían lo de que ibas a resucitar al tercer día.
”Por eso están tristes.
”No entienden que la Cruz es el principio de la Resurrección: la muerte es la puerta de la vida.
”Y esta verdad se aplica también a mi vida” (Pablo Cardona). Como dice San Pablo: «Si somos hijos de Dios, también herederos: herederos de Dios, y coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con El glorificados» (Romanos 8,17).
Quisiera ser generoso en las cosas que me pides, Jesús: superar mis malos modos de genio, mis caprichos, envidiejas e ira, orgullo y comodidad sobre todo… ayúdame a poner ahí la Cruz. Que vea que también las dificultades me sirven, más que las cosas que van sin esfuerzo… que la señal del cristiano es la cruz, no el éxito y tantas falsas apariencias…
Vemos hoy también cómo pagas un impuesto, Señor. Desde tiempos de Nehemías era costumbre que los israelitas mayores de veinte años pagaran, cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del Templo de Jerusalén: dos dracmas (en moneda griega) o dos denarios (en romana). Era un impuesto que no tenía nada que ver con los que pagaban a la potencia ocupante, los romanos, y que recogían los publicanos.
-“Los que cobraban el "didracma", tributo anual para el templo, se acercaron a Pedro y le preguntaron: "Vuestro Maestro no paga el impuesto"?” Y Pedro responde: "¡Sí, cabalmente!"
Jesús, veo que pagas este didracma a favor del Templo, como afirma en seguida Pedro. Cumples las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío. Aunque nos dices que el Hijo no tendría por qué pagar un impuesto precisamente en su casa, en la casa de su Padre. Pero, para no dar motivos de escándalo y crítica, lo haces.
Tu encarnación, Señor, es total, hasta en las costumbres de tu pueblo, desde la infancia: «Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... ¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a uno ley, para dar cumplimiento a su profecía?
Ama y respeta lo normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios» (J- Escrivá,Surco 322).
Luego, sigues con ese cumplimiento… desde la circuncisión al cumplimiento de los deberes de ciudadanía: «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». En otros temas, como el sábado y la venta en el templo, la indisolubilidad del matrimonio y otros temas, prefieres anunciar la verdad de la nueva Alianza.
Aquí nos haces ver que pagar impuestos justos, seguir la ley en lo civil, en los negocios, en nuestro tiempo las de tráfico… no son aparte de la vida cristiana sino el sitio donde podemos agradar a Dios. «Lo autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidos contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa» (Catecismo 1903).
Hay leyes justas, que procuraremos cumplir, pero también te pido, Señor, fortaleza para oponerme a las leyes injustas: matar a los no nacidos (aborto), pensar que los niños son del Estado quitándoselos a los padres, o negando la libertad en la educación, llamando matrimonio a cosas que lo desnaturalizan, etc.
Pero te pido, Jesús, hacer como tú, pues «la corresponsabilidad en el bien común exige moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto y la defensa del país» (Catecismo 2240). La pillería de evitar “arrimar el hombro”, es un mal, una plaga que en ciertos tiempos se ve más claro: subvenciones mal distribuidas, fondos mal llevados… aparte de colaborar en el bien común, también podemos canalizar a través de la Iglesia, como “Caritas”, colectas de dinero para actividades buenas que podemos desarrollar.
-“Cuando llegó a casa se adelanto Jesús a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón?..."” Jesús, me gusta tu método: no das enseguida la "solución", preguntas, haces reflexionar. Qué bellos debían de ser esos diálogos sostenidos entre Tú y tus apóstoles, a lo largo de los días, cara a los acontecimientos... o al anochecer, en la calma de la casa... Ayúdame también a ser una persona de diálogo, respetuoso con la opinión ajena, capaz de escuchar, sin imponer mis propias opiniones.
-“Los reyes de este mundo, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos?: ¿a sus hijos o a los extraños? Contestó Pedro: "A los extraños" Jesús le dijo: "O sea, que los hijos están exentos..." Una vez más, y a propósito de un pequeño suceso banal, nos adentras, Jesús, en tu psicología profunda. Un día habías dicho: "...hay aquí más que el Templo..." (Mateo 12, 6). Y, en otra ocasión: "Hay aquí más que Salomón" (Mateo 12, 42).
-“Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago y echa el anzuelo; toma el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda”. ¡Admirable humildad del Hijo de Dios, que "siendo de condición divina no reivindicó celosamente su igualdad con Dios", dirá San Pablo!-“Toma esta moneda de cuatro dracmas y págales por mí y por ti” (Noel Quesson).
2. Ezequiel es el profeta que comenzamos a leer hoy, durante dos semanas, pues tiene muchas cosas. Está lleno de fantasía, imaginativo, con un lenguaje cargado de simbolismos. Era sacerdote en Jerusalén cuando, junto con otros muchos israelitas, fue deportado al destierro de Babilonia. Vive el mayor desastre nacional y religioso (597-570 a. C.).
Señor, hoy nos muestras que en los períodos más dramáticos de la historia, sigues cercano a nosotros. Personas que viven las mismas dificultades que los demás, y así, desde esa solidaridad, ejercen su misión profética.
Ante una desgracia personal o colectiva, nos preguntamos a veces: ¿cómo lo permite Dios?; ¿dónde está Dios en este momento? No sabemos más que la bondad de Dios, que se compadece («padece-con») sus hijos, con su pueblo que sufría en Egipto. Que pasaba hambre y sed en el desierto, o estaba en el destierro. Todo irá bien, sabemos que de todo saca Dios algo bueno. Que nos acompaña y nos da fuerza, como Jesús nos dijo: «yo estaré con vosotros todos los días», «donde dos o tres están reunidos en mi nombre estaré yo». Y contigo, Jesús, no puede pasarnos nada malo, aunque nos hagan daño.
Así, en medio de su visión, dice el profeta: -“Vi algo como fuego que producía un resplandor en torno... Era la visión de la imagen de la gloria del Señor”.
3. Con esta esperanza de que todo contribuye a nuestro bien, cantamos en el salmo: «Alabad al Señor en el cielo... los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor... él acrece el vigor de su pueblo». Tú, Señor, nos das vigor y ánimos en nuestra vida.
Llucià Pou Sabaté
Santo Domingo de Guzmán, presbítero
Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores. Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221.
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Su padre, Félix de Guzmán, era noble acompañante del Rey. Su madre era la Beata Juana de Aza de quien Domingo recibió su educación primera.
Cuando tenía seis años fue entregado a un tío suyo, arcipreste, para su educación literaria. A los catorces años fue enviado al Estudio General de Palencia, el primero y más famoso de toda esa parte de España, y en el que estudiaban artes liberales, es decir, todas las ciencias humanas y sagrada teología. El joven Domingo se entregó de lleno al estudio de la teología.
Eran tiempos de continuas guerras contra los moros y entre los mismos príncipes cristianos. Una gran hambre sobrevino a toda aquella región de Palencia. Domingo se compadeció profundamente de los pobres y les fue entregando sus pertenencias. En los oídos de Domingo martilleaban las palabras del maestro: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado". Llegó el momento que solo le quedaba lo que mas preciaba, sus libros. Entonces pensó: "¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?". Un día llegó a su presencia una mujer llorando y le dijo: "Mi hermano ha caído prisionero de los moros". A Domingo no le queda ya nada que dar. Decide venderse como esclavo para rescatar al esclavo. Este acto de Domingo conmovió a Palencia.
Domingo conmovió a la ciudad de Palencia de manera que se produjo un movimiento de caridad y se hizo innecesario vender sus libros o entregarse como esclavo. También surgieron vocaciones para la Orden que mas tarde Domingo fundaría.
A los 24 años de edad, Domingo fue llamado por el obispo de Osma para ser canónigo de la catedral. A los 25 años fue ordenado sacerdote.
El Rey Alfonso VIII había encargado al Obispo de Osma, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir la mano de una dama de la nobleza para su hijo Fernando. El Obispo acepta y como compañero de viaje lleva a Domingo. Al pasar por Francia, Flandes, Renania e Inglaterra, Domingo quedó preocupado al constatar la extensión de las grandes herejías, los cátaros, valdenses y otras herejías procedentes del maniqueísmo oriental. Estos negaban muchos dogmas de la fe católica, incluso la Redención por la Cruz de Cristo y los Sacramentos.
En 1207 Domingo, con algunos compañeros, entre ellos el Obispo de Osma, se entrega de lleno a la vida apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaba, renunciando a toda comodidad, caminando a pie y descalzo, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin más ropa que la puesta.
Comprendiendo la necesidad de instruir a aquellas gentes que caían en las herejías, determinó fundar la Orden de predicadores, dispuestos a recorrer pueblos y ciudades para llevar a todas partes la luz del Evangelio. Funda centros de apostolado en todo el sur de Francia. Pero, reconociendo que para combatir las herejías era necesario una buena formación teológica, busca un doctor en teología que instruyera a la comunidad. Más tarde, uno de sus discípulos en la orden sería la lumbrera más grande que haya tenido la iglesia universal: Santo Tomás de Aquino.
Santo Domingo fue un gran amigo de San Francisco de Asís, a quien visito y abrazó efusivamente.
Santo Domingo poco después fundó la rama femenina de su Orden.
La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.
El 21 de enero de 1217, el Papa Honorio III aprobó definitivamente la obra de Domingo, la Orden de los predicadores o Dominicos.
En 1220 la herejía de los cataros y albigenses se había extendido por Italia. El Papa Honorio pone a Domingo a cargo de una gran misión.
Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221
Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. El Papa dijo: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".
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Sto. Domingo le decía a su hermanos:
Primero contemplar, y después enseñar.
Predicar siempre y en todas partes.
Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.
Predicar siempre y en todas partes.
Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.
Hacía estrictas penitencias:
Temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas.
Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve.
Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.
Predicaba a pesar de estar enfermo.
Nunca mostraba desánimo. Era el hombre de gran alegría y del buen humor.
Siempre dormía sobre duras tablas.
Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve.
Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.
Predicaba a pesar de estar enfermo.
Nunca mostraba desánimo. Era el hombre de gran alegría y del buen humor.
Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página de la Biblia.
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