sábado, 29 de noviembre de 2014

Primer Domingo de Adviento, ciclo B

Domingo 1º de Adviento; ciclo B

Meditaciones de la semana
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«Estad alerta; velad, porque ignoráis el momento. Es como un hombre que marchó de viaje y, al dejar su casa, puso todo en manos de sus siervos, señalando a cada cual su tarea, y encargó al portero que vigilase. Estad en vela, porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si por la tarde, si a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!». (Marcos 13, 33-37).
1º. Hijo eterno de Dios, vas a venir al mundo.
Te vas a hacer hombre, como yo.
Te haces como yo para que yo pueda hacerme como Tú: hijo de Dios.
Este es el gran acontecimiento que ha cambiado el rumbo de la historia.
Porque has venido, Jesús, a cambiar los corazones de los hombres, que son los que hacen la historia con sus vilezas y heroísmos.
Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este largo período -cuatro semanas- recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para tu nacimiento.
Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida» (CEC.-524).
Jesús, en estas semanas de adviento, me pides que me prepare interiormente para recibirte con un corazón limpio y generoso cuando nazcas en Belén.
Debo vigilar para que, cuando llegues, mi corazón no esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses.
¿Qué debo hacer para estar vigilante?
2º. Jesús, la tentación más peligrosa no es la del pecado.
 El pecado se descubre a sí mismo y puede dar lugar al arrepentimiento y a una vida de mayor piedad.
El verdadero peligro es la tibieza: esa actitud mezquina del que no hace nada malo, sin querer comprometerse tampoco a hacer nada bueno.
Esta es una tentación peligrosa, porque no se detecta fácilmente, e incapacita a la persona para amar a Dios.
3º. Te pide Jesús oración... Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad» (Forja.-291).
¡Cuántas veces me recomiendas la oración, Jesús!
«Vigilad orando en todo tiempo».
Me lo has enseñado, además, con tu propio ejemplo: haces oración en los momentos más importantes -antes de elegir a los apóstoles, antes de la Pasión-, te pasas noches rezando y, a veces, tienen que venir a buscarte de madrugada a un lugar apartado donde aprovechas la tranquilidad para hacer oración.
Jesús, me doy cuenta de que debo rezar más si quiero estar vigilante, si quiero mejorar de verdad en este tiempo de preparación para tu venida.
Sin embargo, ¡cómo cuesta!
Me siento frente al Sagrario o en mi habitación, o en otro lugar donde me pueda dirigir a Ti con tranquilidad- y ¿qué te digo? ¿qué hago?
Los minutos pasan muy despacio...
Me da pereza, pero tengo que vencerla.
Además, sé que si aprendo a hacer oración, poco a poco me irá costando menos, como ocurre con todo.
También me da un poco de miedo...
Jesús, Tú exiges.
Y cuando empiezo a rezar, me enseñas algunas cosas que debo mejorar.
A veces soy un poco cobarde y prefiero no ver mis defectos.
Pero hoy quiero cambiar; quiero empezar a cambiar, al menos.
Para que cuando nazcas en Belén, encuentres en mi corazón un lugar en el que estés a gusto.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

(Para leer este texto en el web y compartirlo pulse aquí)


San Andrés, apóstol

«Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo: Seguidme y os haré pescadores de hombres. Ellos, al instante, dejaron las redes y le siguieron. Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Ellos, al instante, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron». (Mateo 4, 18-22) 

1º. El Evangelista narra en estos versículos la llamada de Jesús a algunos de los que formarían parte del Colegio Apostólico.
Jesús busca a las personas que había de vincular a su labor.
Busca colaboradores para llevar a cabo su misión de Salvación y Redención.
Varios detalles:
– Y los busca habituados al trabajo, acostumbrados al esfuerzo y lucha constantes, sencillos de costumbres.
– Es Jesús quien elige; se metió en la vida de los Apóstoles, como se mete en la nuestra, sin pedir permiso: Él es nuestro Señor.
– Una cosa digna de tener en cuenta: Por encima de los defectos humanos  -que los Evangelios no disimulan-  resalta, sin duda y de modo ejemplar, la generosidad y la prontitud con que los Apóstoles respondieron a la llamada de Cristo.
– Entrega generosa y libre.
La simple invitación al seguimiento bastó para ponerse incondicionalmente a disposición del Maestro.
– Son de resaltar las palabras con que la Sagrada Escritura describe la entrega inmediata de estos Apóstoles: Pedro y Andrés  "inmediatamente" dejaron las redes y le siguieron.
Del mismo modo, Santiago y Juan "inmediatamente" dejaron la barca y a su padre y le siguieron...
– Estos hombres fueron generosos en responder al Señor.
– Deciden seguirle del todo, sin condiciones, sin cálculos, sin reservas.

2º. Dios pasa y llama.
Si no se le responde al instante, Él puede seguir su camino y nosotros perderlo de vista.
Sería triste que nos quedásemos atrás, por querer  seguirle llevando con nosotros muchas cosas que no serán sino estorbo y peso muerto.
Pensemos si nosotros respondemos con la misma generosidad y prontitud que lo hicieron estos Apóstoles.
Porque cada hombre nace con una vocación; y como la vida nuestra en la tierra es corta, hemos de aprovechar muy bien la capacidad de amar de nuestro corazón.
Porque la vocación es lo que da sentido a todo.
Acabo con unas palabras de un autor moderno: (San Josemaría Escrivá: “También hoy, Jesús pasa por las orillas de nuestro mar en busca de nuevos colaboradores para que extiendan su reino. No te hagas el sordo; sé generoso para colaborar en su misión de construir un mundo fundado en el evangelio y en la paz, en la justicia y en la fraternidad entre todos los hombres”.

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