martes, 24 de junio de 2014

Natividad de San Juan Bautista

Martes de la semana 12 de tiempo ordinario

El don de Dios es una perla preciosa, que hemos de custodiar con nuestra lucha y confiando en Dios, también en las dificultades que encontremos en el camino de la vida
«No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen. Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!» (Mateo 7, 6, 12-14)
1. Siguen, en el sermón del monte, diversas recomendaciones de Jesús. Hoy leemos tres. La primera es bastante misteriosa, probablemente tomada de un refrán popular: «no echar las perlas a los cerdos o lo santo a los perros». Puede referirse al acceso a los sacramentos sólo a los que ya están preparados, pero no deja de haber un tono de misterio, algo que sería habitual en tiempos de Jesús y que nosotros desconocemos: …”no sea que las pisoteen, y además se revuelvan y os destrocen”. Señor, veo ahí un respeto a las cosas santas... Te pido “que no me acostumbre a lo que es santo, y que trate con especial respeto todo lo sagrado: los vasos sagrados, los vestidos sagrados -los ornamentos-, y los lugares sagrados. Más aún he de tratar con especial respeto a las personas consagradas a Ti: los sacerdotes y religiosos” (Pablo Cardona). El cristianismo es una realidad sagrada, una "perla" preciosa. Jesús, ¿a qué te referías aquí? Intuyo que no podemos causar el desprecio de la fe, cuando queremos presentarla como una exigencia inhumana, o con la excusa de que hemos de decir la verdad la “imponemos” sin discernimiento, y creamos oposición...
La segunda sí que se entiende y nos interpela con claridad: «tratad a los demás como queréis que ellos os traten». Es la regla de oro, base de toda moral, presente en todas las religiones. “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos”. En los refranes populares, se dice: ¡haz a los demás lo que desees para ti! También se puede formular como negativa: "no hagas a los demás lo que no quisieras que se te hiciese." Luego nos darás, Jesús, la medida de ese amar al prójimo: como a uno mismo. Es más, como tú nos has amado. ¿Busco siempre el modo de servir a los demás en pequeños detalles, como me gustaría que hiciesen conmigo?
Igualmente se entiende bien la tercera: «entrad por la puerta estrecha», porque conocemos bien los textos sobre los dos caminos, el exigente y el permisivo, el estrecho y el ancho, todos tendemos a elegir el fácil, que no es precisamente el que nos lleva a la salvación. Jesús nos va enseñando sus caminos. Los que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos. –“Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida!” Puerta angosta, camino estrecho… Señor, ayúdame a no ver, en tu evangelio, lo que me agrada, sino a ver también la exigencia a la que nos invitas, para no caer en la mediocridad de “dejarse llevar”. Pero el sendero que conduce a las cimas es escarpado y rocoso. ¿Qué debería cambiar en mi vida esta severa advertencia? ¿Dónde está la dificultad? ¿Es quizá el signo del deber? (Padre de Foucauld). Para recorrer «el camino que conduce a la Vida», he de luchar. “La santidad requiere esfuerzo, porque la puerta es «angosta y el camino estrecho», y es fácil desviarse. Por eso, hoy me puedo preguntar: ¿estoy luchando, de verdad, por ser santo?; ¿me propongo metas de mejora e intento seriamente cumplirlas?; ¿acudo con puntualidad a la dirección espiritual? para concretar los puntos en los que puedo y debo mejorar? Si no noto la exigencia de la lucha por ser santo, muy posiblemente lo que ocurre es que estoy yendo por la senda ancha que tantos y tantas eligen, pero «que conduce a la perdición»” (Pablo Cardona).
-“Son pocos los que encuentran el sendero”. Es necesario constatarlo -y contrastarlo- con Jesús. Los que aceptan vivir íntegramente el evangelio son una pequeña minoría. Los atraídos a no seguir el camino angosto son la masa. Danos, Señor, este valor y esta personalidad algo fuerte, que Tú nos sugieres con estas palabras abruptas (Noel Quesson/J. Aldazábal).
Danos también, Señor, la llave de la puerta estrecha que abre el camino angosto: la humildad de saber reconocerte en aquel que nos indica ese camino difícil, aun a costa de recibir nuestra negativa y perder nuestra consideración…concédenos, Señor, la docilidad necesaria para dejarnos guiar a través de esa puerta estrecha, cogidos de la mano de aquel que Tú has puesto en nuestro camino… Porque Tú, Señor, en las personas que nos guían y acompañan por el camino angosto que lleva a la vida eterna, a ti, te has quedado con nosotros hasta el fin de los tiempos…
«Has notado con más fuerza la urgencia, la «idea fija» de ser santo; y has acudido a la lucha cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.
”Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad que lucha es sinónimo de Amor; y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que te espera, porque pelearás por Él, con Él y en Él» (J. Escrivá, Surco 158). Jesús, la perla más valiosa que tengo es ser hijo de Dios, que por tu redención nos has dado. El pecado sería echar esa perla a los cerdos, por eso te pido: ayúdame a no pecar, cortando «valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.»
2. –“Hubo una disputa entre los pastores del ganado de Abram y los del ganado de Lot, su sobrino”... ¡Así suelen comenzar todas las guerras!, nacionales o sociales. Va a revelarse el «designio de Dios», de que «somos hermanos»... Porque Abram trata de ser fiel a Dios, porque es hombre de fe y de oración, es también fiel a sus hermanos: decidirá libremente que Lot se quede con los mejores pastos, los del valle del Jordán, abundantes en riego... Y Abram se queda con el resto: los collados más áridos de la montaña de Canaán: Dar al otro la mejor parte: Jesús repetirá ese gesto. Para Abram, «la paz» es ya un bien superior a los bienes materiales. El amor fraterno ante todo. Es ya un «evangelio» vivido, es el tema del Amor: ley esencial del Reino.
Señor, ayúdame HOY, en la situación en que me encuentro, a dar paz. ¿Soy un constructor de hermandad? Ayúdame a dejar pasar a los demás antes que yo. Que mi fe en ti sea también una exigencia de caridad. Que no pueda decirse: «adora a Dios, pero esto no le hace mejor». En tu designio, Señor, «oración y comunión fraterna» están ligadas. El progreso, de etapa en etapa, que Tú me pides, es a la vez una «búsqueda de Dios» y «una búsqueda de los hombres»: no hay más que dos mandamientos, se resuelven en uno, dirá Jesús.
-“Toda la tierra que ves te la daré”. Abram ha sido generoso, sin cálculo, para construir la paz fraterna. Este gesto de desprendimiento suscita, por así decirlo la generosidad de Dios. «Los que renunciaron a todo recibirán el céntuplo...» No se trata de ser negociantes, claro está. Pero queda fuera de duda que el que opta por Dios, no pierde. No quiero tomar esta Promesa únicamente en un sentido material e inmediato, Señor. Porque sé muy bien que hay gentes que te aman y que son desgraciadas y están en la miseria. Pero creo en tu palabra. Si no es HOY, creo sin embargo que colmarás un día a todos los que son fieles y buenos. Es necesario, Señor, es preciso que haya una justicia.
-“Abram vino a establecerse junto a la encina de Mambré, que está en Hebrón, y erigió allí un altar al Señor”. A cada etapa de su vida, ¡la oración! Su primer gesto, doquiera que llegue para plantar su tienda: construir un altar, ponerse ante Dios. Finalmente, para este hombre de fe su espera profunda no es ante todo una «tierra» ni una «posteridad», es Dios mismo. ¡Señor, sé mi saciedad cotidiana! «El pan nuestro de cada día, dánosle hoy.» Que sea tu presencia «lo que colme mi vida». ¡Erigir un altar! ¡Ofrecer mi vida! (Noel Quesson).
3. “El que anda sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón, y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo; con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahvé; que jura en su perjuicio y no se retracta, no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará”. Es un examen de conciencia personal que nos anima a pedir perdón para entrar en comunión con el Señor: seguir el camino de la integridad moral, de la práctica de la justicia y, por último, de la sinceridad perfecta al hablar (ética general). Sigue eliminar la calumnia de nuestra lengua, evitar toda acción que pueda causar daño a nuestro hermano, no difamar a los que viven a nuestro lado cada día (el trato con los demás, fraternidad). En el ámbito social: considerar despreciable al impío y honrar a los que temen al Señor. Por último, ser fieles a la palabra dada, al juramento, incluso en el caso de que se sigan consecuencias negativas para nosotros; no prestar dinero con usura, delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas; y, por último, evitar cualquier tipo de corrupción en la vida pública, otro compromiso que es preciso practicar con rigor también en nuestro tiempo.  Seguir este camino de decisiones morales auténticas significa estar preparados para el encuentro con el Señor. Jesús, en el Sermón de la montaña, lleva a la plenitud esos consejos (Juan Pablo II). San Hilario de Poitiers comenta: "Quien obra de acuerdo con estos preceptos, se hospeda en la tienda, habita en el monte. Por tanto, es preciso guardar los preceptos y cumplir los mandamientos. Debemos grabar este salmo en lo más íntimo de nuestro ser, escribirlo en el corazón, anotarlo en la memoria. Debemos confrontarnos de día y de noche con el tesoro de su rica brevedad. Y así, adquirida esta riqueza en el camino hacia la eternidad y habitando en la Iglesia, podremos finalmente descansar en la gloria del cuerpo de Cristo". Podemos preguntarnos: ¿somos capaces de ceder, y dar prioridad a las necesidades de los demás o tiene que prevalecer mi gusto? ¿Sé resolver los conflictos de la vida familiar o comunitaria poniendo aceite en las junturas, buen humor?
Llucià Pou Sabaté


La Natividad de San Juan Bautista

San Juan Bautista es el precursor, que prepara los caminos de Jesús, y nos enseña a hacer espacio a Jesús en nuestras vidas, para vivir auténticamente, hacer de la oración vida
«Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre, cómo quería que se le llamase. Y él pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos un temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían, los grababan en su corazón, diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él». (Lucas 1, 57-66)
1. Celebramos el nacimiento de los santos en su “dies natalis”, su día de pasar al cielo, pero también celebramos el nacimiento de Jesús, Santa María, y Juan el Bautista, el día de hoy. Fue su nacimiento con signos extraordinarios, de modo que «se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea
El ángel lo comunicó a Zacarías: «Muchos se alegrarán en su nacimiento» (Lucas 1, 14). Todos los parientes, vecinos y amigos se alegran con su nacimiento. Nosotros también. La vida es siempre un don de la misericordia de Dios. Señor, te pedimos hoy que celebremos la vida, que construyamos, ante la locura de esta cultura de la muerte que quiere abrirse paso, una cultura de la vida que haga los hijos deseados, queridos, que no sean abandonados o condenados a la muerte incluso antes de nacer.
El día de hoy tiene gran acogida popular: el folklore con sus hogueras y baños, la literatura con sus romances e incluso la economía (por ser el día en que se contrataban los segadores) así lo constatan. La Iglesia colocó esta celebración a seis meses exactos antes de la navidad, aplicando al ciclo litúrgico la frase "ya está de seis meses la que consideraban estéril". Juan fue conocido en su tiempo, como nos cuenta el historiador Flavio Josefo. Es la “bisagra” o continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Juan, quiero aprender de ti: no construyes nada para ti, ni siquiera un grupo de seguidores. Eres puente y camino hacia Jesús. Estás dispuesto a desaparecer de la escena cuando tu misión esté cumplida.
S. Agustín comenta de ti: “Hoy recibimos al santo Juan, precursor del Señor, el hijo de una estéril que anunciaba al hijo de una virgen, pero siempre siervo que anuncia al Señor. Puesto que Dios hecho hombre había de venir mediante una virgen, le precedió un hombre nacido de una mujer estéril para que aquél -refiriéndose al cual dice Juan que es indigno de desatar la correa de su calzado- fuera reconocido como Dios hombre. Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha, repito, a Cristo, no porque tú le ofrezcas algo a él, sino para progresar tú en él. Admira, pues, a Juan cuanto te sea posible. Escuchaste qué has de admirar. Un ángel lo anuncia a su padre, que era sacerdote, y le priva de la voz porque no le dio crédito; permanece mudo esperando recobrar la lengua con el nacimiento del hijo. Concibe quien era estéril y anciana, infecunda por doble capítulo: por estéril y por su edad. El ángel ya anuncia quién va a ser, y se cumple en él lo anunciado. Cosa más maravillosa aún: aparece lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. Luego, al llegar santa María, salta de gozo en el vientre y saluda con sus movimientos a quien no podía con la palabra. Al nacer devuelve la lengua a su padre y el padre, al hablar, impone el nombre al niño, y todos se maravillan de gracia tan excelsa. ¿De qué otra cosa puede hablarse sino de gracia? ¿De dónde había merecido este Juan a Dios? ¿Cómo mereció a Dios antes de existir para poder merecerlo? ¡Oh gracia, gratuitamente dada!”
Los judíos celebraban la circuncisión y la imposición del nombre a los ocho días del nacimiento, se llamaba al niño con su nombre, muchas veces el de su padre. Pero Isabel dijo: «-Se va a llamar Juan.» Sorprendidos, lo preguntaron al padre, y éste, tomando una tablilla encerada y un punzón, escribió: «-Juan es su nombre.» Entonces, comenzó a hablar otra vez (el ángel le había quitado la palabra por desconfiar de su anuncio). Todos se admiraron mucho. Y es que el ángel había dicho: «Tu mujer te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan» (Lucas 1, 13). Juan significa «Dios es propicio», es decir, gracia de Dios. Ya indicaba el nombre la misión que le tocaría: preparar tus caminos, Jesús. Juan será «grande a los ojos de Dios». El precursor. Su nombre lo indica: "Dios se ha compadecido", mientras que Jesús significa "Dios salva".
Juan, ya mayor, se llamará «una voz que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor»; y tú mismo, Jesús, dirás de él que es «el más grande entre los nacidos de mujer». Zacarías, felicidades por el nacimiento de tu hijo. Quiero verte, cuando lleno del Espíritu Santo, le llamas «profeta del Altísimo». Quiero verte entonar el cántico que leemos cada día en la Liturgia de las Horas, alabando a Dios en la primera parte, y bendiciendo al niño que te acaba de nacer: «-Bendito sea Dios, porque visitó a su pueblo y lo redimió, porque levantó una potencia de salvación en la casa de Israel, porque tuvo misericordia con nuestros padres y se acordó de su santa Alianza.» Redención, salvación, Misericordia, Alianza…  ¡bendito seas, Dios! ¡Qué hermosos los labios en los que florecen las alabanzas a Dios, labios como los tuyos, Zacarías, colmados del Espíritu santo!
Luego, mirando a tu hijo, dices: «-Niño, tú serás llamado profeta del Altísimo, e irás delante de Él para prepararle los caminos, es decir, prepararle un pueblo bien dispuesto mediante el conocimiento de la salvación y el perdón de los pecados, iluminar a los que están en tinieblas y en sombras de muerte, y dirigir sus pasos por el camino de la paz.» Así me gustaría que fuera también mi vida, “dar a los hombres la ciencia de la salvación, liberarlos del pecado, sacarlos de las tinieblas a la luz, y hacer que caminen por caminos de paz...
Hacen falta personas de prestigio en cada actividad que trabajen con visión cristiana, que te traten, que luchen por ser santos. Y yo debo ser una de esas personas” (Pablo Cardona).
«Porque la mano del Señor estaba con él.» Con tu ayuda, Juan, estaré también yo de la mano de Jesús, ayúdame a conseguirlo.
2. En el segundo poema del Siervo vemos la misión del profeta, del siervo o la del precursor llamado desde el seno materno. Habla de la salvación universal, y el siervo será “luz de las naciones”. Eres tú, Jesús, quien nos iluminas con tu luz, como sigue diciendo el salmo 138, canto de las criaturas, donde vemos que tú, Dios, lo sabes todo y estás presente a nuestro lado, con una presencia salvífica, capaz de abarcar todo el ser y toda la historia, para «sondear», «conocer», «saber», «penetrar», «comprender», «distinguir»… Tu mirada amorosa, Señor, está centrada en nosotros para darnos tu imagen, como el alfarero y el escultor, nos «formas»: «Tus manos me formaron, me plasmaron (...). Recuerda que me hiciste como se amasa el barro (...). ¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios» (Jb 10,8-11). Por eso, Señor, te canto: "Tú me conoces, mi amor. Sabes todo sobre mí. No puedo ocultarte nada, ni la madeja enredada de mis idas y venidas, ni mis pensamientos, ni mis proyectos, ni mis desesperaciones" (Noel Quesson). En ti, Señor, como en un espejo, vemos nuestra vida: “Señor, tú me sondeas y me conoces: me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno, porque son admirables tus obras.
Conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra”.
3. En el primer discurso de Pablo (Hch 13,22-26), el Bautista parece sin solución de continuidad respecto a los profetas: es el último eslabón de la acción de Dios para preparar la venida de “un Salvador para Israel: Jesús. Juan, antes de que él llegara, predicó a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión; y cuando estaba para acabar su vida, decía: -Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias”. San Juan, te pido ayuda para ser yo también un buen instrumento para proclamar “este mensaje de salvación”.

Llucià Pou Sabaté

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