Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario
Dios nos llama a una misión para desarrollar los proyectos de su corazón, con nuestra colaboración su misericordia se vierte sobre la humanidad.
“En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca»” (Mateo 10,1-7).
1. Seguimos en este segundo de los cinco grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su misión evangelizadora. Ya había insinuado la idea al final del evangelio de ayer, cuando Jesús contemplaba la abundancia de la mies y la escasez de obreros para la siega, invitándonos a orar al Padre para que envíe trabajadores a su campo.
“-Jesús llamó a sus "doce"” para enviarlos a misión. Tenemos ahora a los doce constituidos en "colegio apostólico", es decir, "misionero". "La Iglesia peregrina es misionera por su naturaleza, puesto que procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre" (Vaticano II: A.G. 2) "Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un solo Colegio Apostólico, de igual modo el Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles se unen entre sí y forman un todo (ídem, L.G. III, 22). "El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al "cuerpo de los pastores", ya que a todos ellos en común dio Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común... Por tanto todos los obispos deben proveer a las misiones, no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales." (ídem, L.G. III, 23).
Unos serán más célebres y otros quedan en la sombra... –“Y les dio autoridad sobre los espíritus "inmundos" para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad”. Nos mandas, Jesús, para curar, buscar la salud de alma y cuerpo… Destruir el mal. Hacer el bien. Nos llamas a cada uno para una misión, para que yo sea responsable contigo de la obra de salvación.
-“A los doce los envió Jesús con estas instrucciones:.. Id a las ovejas descarriadas de Israel. Por el camino proclamad que el Reino de Dios está cerca”. “Son muchos los cristianos persuadidos de que la Redención se realizará en todos los ambientes del mundo, y de que debe haber algunas almas —no saben quiénes— que con Cristo contribuyen a realizarla. Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...: serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
”Así pensabas tú, hasta que vinieron a “despertarte”” (J. Escrivá, Surco 1). Dios llama a cada uno según su pensamiento amoroso, y vamos descubriendo en el tiempo lo que desde siempre había pensado para cada uno. Es un diálogo entre el Señor y nuestro interior, y vemos aquí condensada la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.
¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).
Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).
Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.
2. Sigue Oseas (10,1-3.7-8.12) con la imagen de Israel como una vid frondosa que producía mucho fruto. Es la primera vez que el pueblo elegido es comparado a una "viña" que ha de dar fruto, una imagen luego muy desarrollada, especialmente por Jesús.
-“Pero, cuanto más aumentaba su fruto, más aumentaba los altares. Cuanto mejor era su país, mejores y más lujosos hacían los ídolos”. Era Dios quien daba la prosperidad y la felicidad. Pero ellos iban a dar gracias a los Baales.
-“Su corazón es doble”. Fingen permanecer fieles al verdadero Dios, pero de hecho su corazón está en los cultos sensuales de los Baales. En verdad, Señor, mi corazón es también doble. Me atrae el bien, pero mi corazón va hacia los materialismos fáciles. San Pablo confesará que hay «dos hombres en él, uno que se complace en la ley de Dios, otro que le empuja al pecado» (Rom 7,14-25).
"¡Se ha acabado Samaria! su rey no es más que espuma..." Es la predicción de la deportación: “-Espinas y cardos crecerán sobre los altares”... Jesús citará ese pasaje (Lucas 23,30).
Y, como siempre, el camino: “-Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, entonces será el tiempo de buscar al Señor, hasta que venga a lloveros justicia”. La esperanza de conversión se abre camino, con la promesa de un futuro mucho mejor, si los hombres quieren colaborar en ello... Gracias, Señor. ¡Danos la valentía de "sembrar la justicia", para que Tú, por tu parte, «lluevas justicia»! (Noel Quesson).
De nuevo se nos interpela respecto a si somos o no idólatras, si levantamos altares a dioses falsos, si tenemos «el corazón dividido», como Israel, o sea, si decimos que seguimos a Cristo, pero en realidad hacemos más caso a este mundo y sus criterios de vida, caminando, de este modo, derechos al desmoronamiento interior.
Si hay conductas dudosas, o un doble juego en nuestro estilo de vida, o nos dejamos llevar por el egoísmo o la ambición, somos invitados a convertirnos a Dios: «sembrad justicia y cosecharéis misericordia» (J. Aldazábal).
3. En el salmo (104) queremos buscar “el rostro del Señor”; cantarle “al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas; / gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor”. Y acudir con la intercesión de Santa María, a él “y a su poder, / buscad continuamente su rostro. / Recordad las maravillas que hizo, / sus prodigios, las sentencias de su boca… El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra”.
Llucià Pou Sabaté
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