domingo, 17 de abril de 2011
Semana Santa, Domingo de Ramos: en la pasión Jesús es proclamado nuestro Rey y se realiza nuestra liberación, por su sufrimiento
Semana Santa, Domingo de Ramos: en la pasión Jesús es proclamado nuestro Rey y se realiza nuestra liberación, por su sufrimiento
Lectura del Profeta Isaías 50,4-7: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, / para saber decir al abatido / una palabra de aliento. // Cada mañana me espabila el oído, / para que escuche como los iniciados. // El Señor Dios me ha abierto el oído; / y yo no me he rebelado / ni me he echado atrás. // Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, / la mejilla a los que mesaban mi barba. // No oculté el rostro a insultos y salivazos. // Mi Señor me ayudaba, / por eso no quedaba confundido; / por eso ofrecí el rostro como pedernal,/ y sé que no quedaré avergonzado.
Sal 21,8-9. 17-18a. 19-20. 23-24: Al verme se burlan de mí, / hacen visajes, menean la cabeza: / «Acudió al Señor, que le ponga a salvo; / que lo libre si tanto lo quiere.» // Me acorrala una jauría de mastines, / me cerca una banda de malhechores: / me taladran las manos y los pies, / puedo contar mis huesos. // Se reparten mi ropa, / echan a suerte mi túnica. / Pero tú, Señor, no te quedes lejos; / fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. // Contaré tu fama a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré. // Fieles del Señor, alabadlo, / linaje de Jacob, glorificadlo, / temedlo, linaje de Israel.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2,6-11: Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, / no hizo alarde de su categoría de Dios; / al contrario, se despojó de su rango, / y tomó la condición de esclavo, / pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, / se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, / y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, / y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; / de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble / -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, / y toda lengua proclame: « ¡Jesucristo es Señor!», / para gloria de Dios Padre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 26,14-27,66. C. En aquel tiempo [uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. -¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
C. El contestó:
+ -Id a casa de Fulano y decidle: «El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu ''casa con mis discípulos.»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían dijo:
+ -Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. -¿Soy yo acaso, Señor?
C. El respondió:
+ -El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del Hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido.
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. -¿Soy yo acaso, Maestro?
C. El respondió:
+ -Así es.
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:
+ -Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:
+ -Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
+ -Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.» Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. -Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.
C. Jesús le dijo:
+ -Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás.
C. Pedro le replicó:
S. -Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Get'semaní, y les dijo:
+ -Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ -Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.
C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ -Padre mío, si es posible que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+-¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ -Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ -Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. -Al que yo bese, ése es: detenedlo.
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. -¡Salve, Maestro!
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ -Amigo, ¿a qué vienes?
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ -Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? El me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ -¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S. -Este ha dicho: «Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. -¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. -Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
C. Jesús le respondió:
+ -Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S. -Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y ellos contestaron:
S. -Es reo de muerte.
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros; lo golpearon diciendo:
S. -Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado.
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S. -También tú andabas con Jesús el Galileo.
C. El lo negó delante de todos diciendo:
S. -No sé qué quieres decir.
C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. -Este andaba con Jesús el Nazareno.
C. Otra vez negó él con juramento:
S. -No conozco a ese hombre.
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron:
S. -Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento.
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S. -No conozco a ese hombre.
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces.» Y saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:
S. -He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.
C. Pero ellos dijeron:
S. -¿A nosotros qué? ¡Allá tú!
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas dijeron:
S. -No es licitó echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre.
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»]Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. -¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús respondió:
+ -Tú lo dices.
C. Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. -¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?
C: Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. -¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.
C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S.-¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
C.-Ellos dijeron:
S.-A Barrabás.
C.Pilato les preguntó:
S. -¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?
C. Contestaron todos:
S. -Que lo crucifiquen.
C. Pilato insistió:
S. -Pues, ¿qué mal ha hecho?
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -¡Que lo crucifiquen!
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:
S. -Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una. corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S.-¡Salve, rey de los judíosl
C.-Luego lo escupían, le quitaban la caña y, le golpeaban con ella la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: ÉSTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban; lo injuriaban y decían meneando la cabeza:
S. -Tú que, destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
C. -Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
S. -A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?
C. -Hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ -Elí, Elí, lamá sabaktaní.
C. (Es decir:
+ -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).
C. Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -A Elías llama éste.
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:
S. -Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
S. -Realmente éste era Hijo de Dios.
[C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia; lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. -Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: «A los tres días resucitaré.» Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos.» La última impostura sería peor que la primera.
C. Pilato contestó:
S. -Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.]
Comentario: Hoy es la Palabra de Dios la que habla, pocas glosas hacen falta sino meditarla. 1. La 1ª lectura es del tercer canto del Siervo de Yahvé (los otros tres los escuchamos estos días: sobre todo el cuarto el Viernes Santo). Es Jesús este Siervo que tiene palabras para consolar al cansado, que da su cuerpo a los que le hieren, que no retira su rostro ante nuestro dolor, hasta el final: "Ofrecí la espalda a los que me golpeaban... para saber decir al abatido una palabra de aliento". Vemos la actitud que toma Jesús ante dificultades, persecución, golpes e insultos, y su confianza en Dios, que le permite ser fiel hasta el final, el cumplimiento pleno de la misión de Cristo Jesús. Los diversos momentos de la Historia de la Salvación que hemos ido contemplando en las primeras lecturas de estos domingos culminan en el Siervo, para quien la misión (anunciar) siempre nace de una vocación (Dios concede las fuerzas para ello). Es un canto de esperanza, y si su tarea es amarga, suscita esperanza en el pueblo pero recibe escepticismo (como Ezequiel 2,8 abre su boca para comer el mensaje divino, pero éste no es dulce sino que le acarrea un gran sufrimiento: le apalean, le mesan la barba; signos de ultraje y desprecio: II Sam. 10, 4ss). Acepta estos ultrajes sin intentar vengarse; sabe que este es su camino; cree con total firmeza que el Señor está a su lado y contra toda esperanza sabiendo que al final el triunfo es suyo; todo ello es imagen de Jesús y ejemplo para nuestro comportamiento (A. Gil Modrego). No hay páginas más sugestivas del Antiguo Testamento, para meditar la Pasión de Jesús, que los poemas del Siervo de Yahveh y el salmo que hoy se lee un trozo.
2. El precioso salmo de la redención, que pronuncia Jesús en la Cruz, es un resumen cristológico perfecto: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", expresión dramática de la soledad y del dolor de un moribundo que se siente olvidado incluso por Dios. Entonces es cuando él se abandona en Dios. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta la profundidad de la misma muerte. Los versos de hoy muestran el sentido de la cruz como cumplimiento de las Escrituras (horadan mis manos y pies, sobre mi túnica echan suertes) y la proclamación de la salvación (anunciaré tu nombre a mis hermanos...).
En la versión reducida de hoy, se intuyen de todos modos tres pasos que abarcan (v. 2-11, v. 12-22, v. 23-32). Los dos primeros sirven para describir realista y crudamente la propia situación desesperada. Se abren con un lamento («¿Por qué me has abandonado?... te grito y no me respondes» v. 2, 3) y con una oración («no te quedes lejos»: v. 12). La tercera parte se abre con un grito de triunfo. Ha llegado la liberación esperada: «Contaré tu fama a mis hermanos» (v. 23). Al llegar aquí el salmista siente necesidad de contar en medio de la asamblea la salvación que le ha sido regalada por el Señor. El «público» que poco antes le despreciaba, ahora le escucha alabar al Señor. Son «hermanos» invitados a celebrar esta «acción de gracias». Y nos encontramos con la visión de un banquete en el que participan pobres y ricos. Se han roto todos los confines y son convocados todos los pueblos de la tierra a este banquete en el que «los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan» (v. 27). Esta última parte del salmo 22 contiene los elementos esenciales de nuestra liturgia, especialmente de la eucaristía. Un banquete en el que participan todos sin distinciones y donde existe una única mesa para todos los hermanos. Es memorial, es decir, conmemoración de los acontecimientos que tienen como protagonista al Señor, que toma partido por la gente humillada, indefensa, pisoteada. Que interviene para salvar y liberar. Es también acción de gracias, que es mucho más que un simple agradecer. Es el tomar conciencia de la gracia en acción aquí y ahora. Los acontecimientos que son rememorados, contados, no hacen referencia sólo al pasado. También afectan al hombre de hoy. Su conmemoración les hace actuales, no sólo en la memoria, sino sobre todo en su acción real, en sus efectos. Es un recuerdo «eficaz». Por eso podemos decir que la liturgia actualiza la historia de la salvación. La liturgia, por tanto, traspasa el tiempo. Gracias a ella las acciones que pertenecen al pasado me afectan hoy —de este modo me convierto en testigo, actor y beneficiario de las «maravillas» de Dios— y prefiguran lo que llegará mañana, en la plenitud de los tiempos. Por tanto es una conmemoración, actualmente eficaz y signo del futuro. El protagonista es siempre él, el Dios que «actúa», no es un Dios lejano ni ausente (Alessandro Pronzato).
Lo que hallamos aquí es algo insustituible: jamás un salmista describió tan de cerca la lucha contra la muerte ni se acercó tanto a la victoria. Se relaciona con la profecía del siervo doliente (Is 52,13-53,12), texto introducido posteriormente en el libro del «segundo Isaías» (Is 40-55), que data del exilio. Vuelva el lector sobre ese texto tan conocido, sopese sus palabras y compare después su mensaje con el del salmo 22. Podrá verificar el cambio que se produce cuando se llega efectivamente al «límite». Nos son muy mal conocidas las diferencias, en cuanto a realidad histórica, que separan el salmo 22 de este texto, pero advertimos la novedad aportada por el texto más reciente, el texto profético. Desde un punto de vista externo y a la vez esencial, la novedad principal consiste en que, en esta profecía, ya no escuchamos a un hombre que habla de sí mismo. El inculpado, el condenado ha desaparecido por haber atravesado ya el «límite»: Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron... / Lo arrancaron de la tierra de los vivos (Is 53,8). En este salmo vemos prefigurados los sentimientos de Jesús, que lo recita en la Cruz haciéndolo propio. Es impresionante sobre todo –a mi parecer- ver cómo Jesús en su conciencia humana ve que en Él se están cumpliendo las Escrituras, está “trabajando” en el sufrimiento la redención, con la esperanza de su eficacia. Así imprime en todo dolor la eficacia. Es quizá la cristología más completa, este salmo puesto en relación con los demás aspectos de la redención, de la misma forma que vimos en el salmo siguiente, del buen pastor, la síntesis más completa de la esperanza visto desde la fe cristiana, por eso suelo recitarlo cuando acompaño a un moribundo que me pide que recemos juntos. Pasión y gloria se unen en estos dos salmos centrales (22-23), igual como vimos la semana pasada que en el capítulo 8 de Juan se unía el Dios revelado en Moisés (“Yo soy el que estoy entre vosotros”) con el Emanuel (“Dios en Jesús está ya con nosotros”).
Juan Pablo II comentó el salmo, sobre todo en sus aspectos de pasión, el “silencio de Dios”. Se puede aplicar a Jesús que cuando más abandonado se siente, sufre la experiencia de la muerte como cualquier otro, sintiéndose solo: entonces se abandona en Dios. Se puede aplicar a cada uno de nosotros, y en esta perspectiva actual, es admirable la experiencia de Teresa de Calcuta. Ella sintió una ausencia de Dios, una «noche oscura», según sus cartas que recoge el libro «Madre Teresa: Ven y sé mi luz». A los diez años de su muerte podemos conocer su larga aridez espiritual y sus dudas de fe: “Señor, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Yo era la hija de tu Amor, convertida ahora en la más odiada, la que Tú has rechazado, que has echado fuera como no querida y no amada. ¿Dónde está mi fe?... Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!”. Raniero Cantalamessa opina que “el que la Madre Teresa pudiera pasar horas ante el Santísimo, como dicen los testigos que la vieron, casi extasiada… y el que lo hiciera en estas condiciones demuestra que es un martirio… Creo que la Madre Teresa es la santa de la era mediática, pues esta ‘noche del espíritu’ la protegió de la posibilidad de convertirse en víctima de los medios, es decir, de que se exaltara a sí misma. De hecho, ella misma decía que ante los más grandes honores y ante el interés de la prensa, no sentía nada porque vivía este vacío interior”. La santa vivía feliz en medio de ese “silencio de Dios”, que la protegía de una idolatría del yo o de cualquier éxito. Le decía al Señor: “Tu felicidad es lo único que quiero”, y el ejemplo de vida que confirmaba este deseo “puede indicar también a los otros miembros de la orden cómo sobrellevar los momentos de oscuridad o de crisis espiritual, a lo largo de una vida no fácil, al servicio de los más pobres”, dice el P. Kolodiejchuk, autor del libro, quien añade que esas cartas de la Madre Teresa muestran su madurez espiritual, sus locuciones divinas, su amor a Cristo crucificado como base de “la revolución del amor” que empieza en la propia casa, con el “apostolado de la sonrisa”.
“En este silencio, ¿dónde está Dios?”, preguntaba una chica a Benedicto XVI, quien le respondía: «todos nosotros, aunque seamos creyentes, experimentamos el silencio de Dios… podemos gritar siempre de nuevo a Dios: "¡Habla, muéstrate!". Y sin duda en nuestra vida, si el corazón está abierto, podemos encontrar los grandes momentos en los que realmente la presencia de Dios se hace sensible incluso para nosotros». Es posible entreverle también en la belleza de la Creación, escuchando la Palabra de Dios (así las celebraciones litúrgicas son la gran música de la fe), y en la amistad, el encuentro de comunión.
Decía la santa: “mi mayor alegría ha sido haber conocido a Jesucristo». En China quiso recibirla Deng Xiao Ping. Fue al hogar para minusválidos donde estaba el hijo de Deng: –“Señor –le dijo–, está usted haciendo aquí algo maravilloso, una obra de Dios”. Le contestó: –“Pero si yo no creo en Dios...” Y ella, con esa ciencia de la experiencia: “–No importa; Él sí cree en usted...” Eso es lo que cuenta, saber que Dios sí cree en mí, me ama, y eso se vive así: «Sólo se tiene lo que se da»; es más, sólo quien está vacío tiene para dar, pues se quita el yo, y cuando nos damos es cuando nos dejamos amar por Dios y llenar de su amor, como Teresa, experta en humanidad: se manifiesta muy bien en aquellas últimas palabras de un moribundo en sus brazos: «¡Gracias. Ya ni me acordaba de lo que era un beso...». Esa mujer que adoptó el nombre de Santa Teresita de Lisieux, quien como ella tuvo esa crisis antes de morir, nos recuerda cómo vivir de manera auténtica la religión del amor que triunfa desde la aparente debilidad: la vida sin amor no vale nada... la justicia sin amor te hace duro... la inteligencia sin amor te hace cruel... la amabilidad sin amor te hace hipócrita... la fe sin amor te hace fanático... “Veo a Dios en cada ser humano. Cuando lavo las heridas de los leprosos, siento que estoy curando al mismo Señor. ¿No es una experiencia hermosa?”
3. En la 2ª lectura, parece que san Pablo toma un "himno" litúrgico que se canta en dos partes, la primera en el que el Hijo de Dios se encarna y obedece y por eso sufre la humillación hasta la muerte (movimiento descendente), pero ha sido elevado por el Padre hasta la gloria (movimiento ascendente). Pascua significa eso: el "paso" por la muerte a la vida. Pablo nos lo dice para animarnos a que nuestro programa de vida sea el mismo que el de Jesús. Este himno ha de animarnos a que nuestros sentimientos sean los mismos que los de Cristo Jesús.
Comienza con la preexistencia de Cristo: es el Hijo de Dios desde siempre, igual al Padre. El segundo punto es el vaciamiento, por solidaridad con el hombre, compartiendo el destino de ésta aun en sus lados más oscuros y negativos. Indica una actitud contrastante con la de Adán, que quiso ser lo que no podía. El Hijo, en cambio, no vive como podía, sino como nosotros, haciendo una suerte de milagro por puro amor gratuito. Jesús es hombre, pero, además, tal hombre. Muere, pero muere tal muerte, la de cruz. Lleva a cabo su misión de predicar el Reino asumiendo las consecuencias de su vida, de su acción concreta de predicar la justicia y el amor en un mundo donde ello a menudo no se admite. Con ello corre el riesgo, al ser pobre, desamparado y pacífico, de morir injustamente. El proceso no termina en lo negativo, sino en la exaltación, como indica la segunda parte del himno. Se trata de Jesús en su destino final y definitivo gloriosos, de su proclamación como Señor de todo, o sea, de reconocimiento de cuanto era de hecho, pero disimulado a lo largo de su vida mortal. Comenzado todo ello en su Resurrección (Federico Pastor).
Pablo está en la cárcel, probablemente en Éfeso. Cuando escribe a los filipenses ya ha comparecido ante el tribunal, pero la sentencia está todavía pendiente (Fil 1,13). No podemos leer este texto sin sentir una gran emoción, una fuerte sacudida, una iluminación sobre el misterio de Cristo. Este himno cristológico es una joya por lo antiguo, por lo bello, por lo conciso, por lo inspirado. No pretende solamente dar una lección moral -«tener los mismos sentimientos de Cristo»-, sino una exposición profunda y poética del misterio de Cristo en su encarnación, su pasión y su exaltación. Hay toda una dramática realidad de anonadamiento que da vértigo, que parece no terminar nunca. El Hijo de Dios, despojándose de su gloria, se lanza a tumba abierta a las simas más obscuras de la existencia humana. Es la antítesis liberadora de lo que pretendía el primer hombre, quien, siendo una pequeñez, quería subir hasta lo más alto del cielo de una manera directa. Pero enseguida viene la verdad de la exaltación gloriosa. Porque se humilló tanto, hasta la muerte de cruz, «Dios lo levantó sobre todo». El que se hizo siervo, será «Señor» y Salvador de todos. A ver si aprende Adán. La gloria no es conquista, sino regalo y fruto del amor que se entrega; el camino hacia la gloria no es tan directo, sino que pasa por la cruz. Himno cristológico primitivo, muy hermoso y enteramente inspirado, una buena síntesis de toda la cristología. El Cristo no es como Adán, como el hombre que quiere ser Dios, que quiere exaltarse por encima de todo. Cristo, al revés, siendo Dios, se despoja de su divinidad con todas las consecuencias, y quiere ser un hombre más, desciende por debajo de todos, y llega a ser un don nadie. Comparte nuestro dolor y nuestra condición miserable. Llega al dolor y la humillación más grande: la muerte de cruz. El Señor no nos salva desde el cielo, sino desde dentro, llevando la medicina donde estaba la enfermedad, hasta las raíces más profundas del mal. Pero por la nada al todo, la cruz será el principio de su exaltación, el Siervo será el Señor, el don nadie recibirá el «Nombre-sobre-todo-nombre», será el bendito y el que dará la salvación a todo el que invoque su nombre (de “Caritas”).
4. El evangelio de Mateo es la cumbre del mensaje de hoy: la comunidad escucha una vez más, desde la fe y la admiración, el camino que ha seguido Jesús a la cruz y a la resurrección. Un camino serio, solidario, prototipo de todo el dolor de la humanidad y también del estilo con que Dios ha asumido nuestro mal y nos ha querido salvar por el perdón y el amor. Volveremos a escuchar la Pasión -esta vez según Juan-, el Viernes, el primer día del Triduo Pascual (J. Aldazábal).
a) Traición de Judas. La peor traición, la de dentro. Jesús ante Pilatos. Barrabás ("hijo del padre") es amnistiado en vez del verdadero Hijo. Y el que es "inocente" en el sueño de la mujer de Pilatos, es condenado (J. Naspleda). Cumplimiento de las Escrituras, perspectiva muy viva en Mateo (como prueba a los judeo-cristianos, que esperaban el Mesías).
Así, la agonía de Jesús en Getsemaní estaba prevista por el Sal 41/62, 6 (26, 38). Apenas detenido Jesús, Mateo precisa que era necesario que así sucediera para cumplir las Escrituras (26, 54, 56), rechazando con ello la opinión de quienes pudieran ser partidarios de una respuesta armada a la detención de Jesús. Y cuando se produce este suceso, Jesús hace alusión al procedimiento que le identifica con los maleantes (26, 55), actuación que él relaciona con la del Siervo paciente en Is. 53, 9, 12, según los Setenta: "Catalogado entre los criminales".
En el diálogo entre Cristo y el sumo sacerdote, Mateo subraya también el tema del Templo (26, 21), "cumplido" en la persona de Cristo, y cita (mejor que Lucas) el pasaje de Dan. 7, 13 sobre el Hijo del hombre (26, 64). El evangelista es también el único que descubre la muerte de Judas (27, 3-10), en la que ve de nuevo el cumplimiento de las Escrituras (cita de Zac. 11, 12-13).
Al contrario que Lucas y Juan, Mateo y Marcos insisten en el hecho de que Jesús no contesta nada a Pilatos. Reflejan así el silencio del Siervo paciente ante las injurias (Is. 53, 7). Mateo alude igualmente al gesto de Pilatos lavándose las manos (26, 24-25), duda porque en él ve un rito ejecutado en cumplimiento de la ley (Dt. 21, 6-9; Sal. 72/73, 13). La multitud responde también a Pilatos por medio de una expresión tradicional: "Que su sangre caiga..." (27, 25; cf. 2 Sam. 1, 16); quizá Mateo haya visto en ello una profecía de la decadencia del pueblo judío.
Mientras que los demás evangelistas no prestan gran atención al detalle, Mateo especifica que la bebida que se le ofrece a Cristo en la cruz era de hiel, con lo que verifica el texto del Sal. 68/69, 22 (Mt. 27, 34). Utiliza el mismo procedimiento a propósito del reparto de sus vestiduras, y del grito lanzado en la cruz, y otras aplicaciones, según él, del Sal. 21/22 (Mt. 27, 35). Mateo es igualmente el único que relaciona las burlas de los judíos contra Cristo en la cruz: "Ha salvado a otros...", con las burlas de los impíos respecto al Justo (cf. 27, 43; Sab. 2, 18-20).
Y también es el único autor que describe los episodios que se desarrollaron después de la muerte de Jesús: el velo del Templo que se rasga, las resurrecciones, los temblores de tierra son fenómenos anunciados por los profetas para el día de Yahvé (Am. 8, 9). Mateo es, finalmente, el único que menciona la riqueza de José de Arimatea (Marcos habla de su notoriedad y Lucas de su piedad), con el fin de verificar la profecía de Is. 53, 9: tendrá su sepulcro entre los ricos. No estará de más señalar que, en el pensamiento de Isaías, esta profecía quería significar que el Siervo sería confundido con los impíos.
Es evidente que Mateo siente la preocupación por explicar los hechos por la Palabra: palabra de las Escrituras cumplidas, palabra del mismo Jesús (mucho más pródigo en Mateo que en las demás versiones). No se trata, pues, de una simple visión de conjunto: en Mateo se elabora ya una teología que se centra preferentemente en torno a la idea de cumplimiento: los acontecimientos de la Pasión no tienen nada de accidental y forman parte del designio de Dios sobre el mundo.
Todo se desarrolla tan bien de la mano de Dios en los acontecimientos de la Pasión que Mateo puede hacer de ella el final de la era antigua y el comienzo de la era de la Iglesia. Más aún que los otros, el primer Evangelio subraya el alcance escatológico y eclesiológico de los acontecimientos. El velo desgarrado es señal de la caducidad de la economía antigua y el temblor de tierra señala la introducción de la nueva. La fe del centurión constituye las primicias de la conversión de las naciones. Al devolver a los "discípulos" el cuerpo de Cristo, los sumos sacerdotes abdican definitivamente sus prerrogativas y dejan a la Iglesia la tarea de ser signo de Cristo en el mundo.
Una de las características propias del relato de Mateo, bastante compleja por otro lado, es la mención de los guardias en la cruz (Mt. 27, 36 y 54) y sobre todo en el sepulcro (Mt. 27, 62-66), una mención que no hacen los demás evangelistas. La clave de esa mención nos la da el mismo Mateo en 28, 11-15.
Parece que Mateo, o la tradición que representa, compuso esta narración de la custodia con una finalidad apologética: contrarrestar la fábula judía de la sustracción del cuerpo. La fe de Mateo en Cristo es tan fuerte que llega incluso a componer un relato con el fin de anular radicalmente la mentira de los judíos. De hecho, si Mateo parece engañarnos, a nosotros y a nuestra mentalidad moderna, es fiel a una historia más verdadera, la de su fe, de la que sabe perfectamente que no descansa sobre la experiencia verificable de Jesús saliendo del sepulcro (Maertens-Frisque).
b) Getsemaní. No hace falta decir que el episodio de Jesús en Getsemaní posee gran importancia para comprender la pasión que sigue. Es una escena de revelación. Mientras que la transfiguración (17,1-9) revelaba por anticipado la gloria del Hijo del hombre, aunque encaminándose hacia la cruz, aquí se revela la profunda humanidad de Cristo, su "debilidad". Es una revelación que podemos resumir así: este hombre que siente "tristeza y angustia", cuya alma está triste hasta morir y que experimenta el peso de la "carne débil", es el portador de la revelación definitiva de Dios, ¡es el Hijo de Dios! Así pues, una profunda revelación del misterio de Cristo que el discípulo, como siempre, no comprende; en lugar de velar y acompañar, el discípulo se abandona al sueño. Es la pasión interior del Maestro. Los relatos que siguen (proceso, condena, insultos, crucifixión) son la superficie de la pasión, los hechos, la crónica; aquí se nos revela la reacción íntima de Jesús; allí lo que los hombres hicieron con Jesús; aquí cómo reaccionó en su ánimo. Por tanto, la escena de Getsemaní es, también desde este punto de vista, una clave indispensable para comprender en profundidad el resto de la narración. "Vigilad y orad" es la invitación reiterada a la Iglesia. El episodio se convierte en un modelo para la existencia cristiana, en una ilustración de la advertencia que Mateo ha colocado como conclusión del discurso escatológico (24,42): "Velad, pues, porque no sabéis el día en que vendrá el Señor" (Bruno Maggioni).
c) La Realeza de Jesús. Mateo lo ha introducido desde el principio de su evangelio (2,2), y ya entonces tuvo cuidado de situarlo en un contexto de oposición y rechazo: Jesús es un rey que marcha al destierro. Luego, el título de rey desaparece por completo del relato evangélico y no reaparece hasta el relato de la pasión, precisamente en la escena de la crucifixión. La realeza del mundo se manifiesta en el poder, en la imposición, en la salvación de sí mismo; la realeza de Cristo se manifiesta en el servicio, en el amor, en el rechazo del poder como medio de sustraerse a las contradicciones. Por eso el mundo rechaza la realeza de Cristo, no la comprende y hasta la considera una realeza de burla. Por eso los mismos discípulos se sienten con frecuencia tentados -¡incluso por amor al Maestro!- a modificar la realeza de Jesús, a hacerla semejante a la del mundo, en un intento, se diría, de hacerla más convincente y eficaz (Bruno Maggioni).
d) El Mesías, abandonado. La misma voz de satanás que ya escuchamos en el relato de la tentación (Mt 4,3) vuelva a resonar en esa soledad: "Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. (Una digresión. Scorsese llevó al cine una novela con la trama de esta tentación última, desde la perspectiva del demonio, pero con una visión de la época hippie, fuera de la fe, y levantó un escándalo, pero la parte de “verisímil” que tenía era plantear la tentación del demonio de este modo: “no eres más que una persona normal, no vale la pena de sufrir tanto, baja de la cruz y renuncia al sufrimiento que no te mereces”). Si realmente eres el Hijo de Dios, debes usar el poder de que dispones para obtener credibilidad, para hacer triunfar la verdad. Sal 34,8 y en Sal 1,9-12: "Teniendo a Yahvé por refugio, el Altísimo por tu asilo, no te llegará la calamidad ni se acercará la plaga a tu tienda, pues te encomendará a sus ángeles para que te guarden en todos sus caminos". Por tanto, los jueces tienen ahora la prueba de la verdad de su veredicto (una prueba, diríamos, ¡tomada de las Escrituras!): si no puede salvarse, si Dios no le salva, significa que hemos tenido razón al tomarlo por un falso mesías, por un impostor y un blasfemo. Así comprendemos la soledad de Jesús. Es la soledad del que se siente al final desmentido, abandonado de aquel mismo Dios en el que únicamente había confiado y por cuya obediencia ha emprendido su camino: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; cf. Bruno Maggioni).
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