miércoles, 11 de febrero de 2015

Jueves semana 5ª de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

La fe puede corromperse con el orgullo egoísta, y en cambio se vuelve grande por la humildad y la caridad, en un culto auténtico a Dios
“En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos».Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado” (Marcos 7,24-30).
1. En el extranjero, en territorio de Tiro y Sidón, en Fenicia, una mujer protagoniza la escena del Evangelio de hoy. No es judía, y se acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio: “le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos». Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras: los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos. En el lenguaje de los judíos llamaban a los paganos “Goyim” que significa perro o apartado de Dios; la mujer, en lugar de sentirse ofendida, reconoce eso pero no se desanima, intuiría algo más allá de esas palabras, en tu tono, Señor, estabas superando esa división:
Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». A Jesús le gusta su respuesta y le concede lo que pide: Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada. Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado”.
A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.
La promesa mesiánica, según la tradición judía, es ante todo para el pueblo de Israel. Jesús, sin desmentirlo, amplía la salvación.
No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. También nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores, en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (discriminaciones diversas). Jesús «anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo» (plegaria eucarística IV) (J. Aldazábal).
¿Tengo un corazón universal? "Católico" es una palabra griega que significa "universal". Dios ama a todos los hombres. Dios quiere la salvación de todos. Y yo, ¿qué hago para ello?
San Juan Crisóstomo dice: “Una mujer cananea se acerca a Jesús suplicándole a grandes gritos que curase a su hija, poseída de un demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin relación alguna con el pueblo judío ¿no era como una perra, indigna de alcanzar lo que ella pedía? “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.” Sin embargo, la perseverancia de la mujer le ha valido ser escuchada. Aquella, que no era sino una perrilla, Jesús la levanta a la nobleza de los hijos de la casa. Más aún, la colma de alabanzas. Le dice al despedirla: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides.” Cuando se oye a Cristo decir: “Tu fe es grande” no hace falta buscar otras pruebas para ver la grandeza de alma de esta mujer. Ha salido de su indignidad por la perseverancia en la petición. Observa también que alcanzamos del Señor más por nuestra propia oración que por la de los otros” (Homilía “Que Cristo sea anunciado” 12-13; PG 51, 319-320).
2. Salomón tuvo problemas políticos y económicos, y dificultades dentro y fuera de sus fronteras. Se apuntaba ya la división que pronto sucedería entre los reinos del Norte y del Sur. En la primera lectura esta decadencia se atribuye al pecado en que cayó Salomón: la idolatría. Las mujeres extranjeras le arrastraron cada una hacia sus dioses, con la edificación de ermitas o templos y la corrupción consiguiente. Faltó a: «no tendrás otro Dios más que a mí». Por eso Dios se encoleriza contra él y le anuncia el castigo que seguirá por su infidelidad: «había desviado su corazón del Señor Dios». «Milkom», por ejemplo, es calificado de ídolo abominable, ¡porque se le ofrecían sacrificios de niños recién nacidos que se hacían pasar por el fuego! Líbranos, Señor, de todos nuestros ídolos. Libera a la humanidad de sus ídolos abominables. Ayúdanos, Señor, a progresar siempre más en humanidad. Hay que progresar la ciencia y el saber para que los hombres no tengamos necesidad de recurrir a ninguna clase de magia.
Dioses falsos pueden ser para nosotros el dinero, o el deseo de poder, o la ambición, o el poco control de la sensualidad, o el excesivo apego al dinero, o algún otro afecto desordenado.
3. Con el salmista, te pedimos, Señor, fidelidad: ¡Felices los que proceden con rectitud, los que practican la justicia en todo tiempo! Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación, se mezclaron con los paganos e imitaron sus costumbres; rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa. Sacrificaron en honor de los demonios a sus hijos y a sus hijas; por eso el Señor se indignó contra su pueblo y abominó de su herencia”.
Llucià Pou Sabaté

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