miércoles, 27 de septiembre de 2017

Jueves semana 25 de tiempo ordinario, año impar

Jueves de la semana 25 de tiempo ordinario; año impar

Jesús no es un gran hombre, sino Dios encarnado. Y el hombre solo se realiza cuando se abre a Dios
“En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que habla aparecido Elías, y otros que habla vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús” (Lucas 9,7-9).

I. En el Evangelio de la Misa, San Lucas nos dice que Herodes deseaba encontrar a Jesús: buscaba la manera de verle (Lucas 9, 7-9). Le llegaban frecuentes noticias del Maestro y quería conocerlo. A través de los Evangelios sabemos que muchas personas querían ver a Jesús. Contemplarlo, conocerle, y tratarle, también es nuestro mayor deseo. Nada se puede comparar a este don. Herodes, teniéndole tan cerca, no supo ver al Señor. Jesús vive y está muy cerca de nuestros quehaceres normales, pero hemos de purificar nuestra mirada para contemplarlo. Su rostro amable será siempre el principal motivo para ser fieles en los momentos difíciles y en las tareas de cada día. Le diremos muchas veces: buscaré, Señor, tu rostro... siempre y en todas las cosas.
II. Nadie que de verdad haya buscado a Cristo ha quedado defraudado. Herodes sólo trataba de verlo por curiosidad, por capricho..., y así no se le encuentra. Cuando durante la Pasión, Pilato se lo remitió, se alegró mucho... porque deseaba verle hacer algún milagro. Le preguntó con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada (Lucas 23, 8-9). Jesús no le dijo, porque el Amor nada tiene qué decir ante la frivolidad. Él viene a nuestro encuentro para que nos entreguemos, para que correspondamos a su Amor infinito. Vemos a Jesús, siempre presente en el Sagrario, cuando deseamos purificar el alma en el sacramento de la Confesión, cuando no dejamos que los bienes pasajeros –incluso los lícitos- llenen nuestro corazón como si fueran los definitivos. La contemplación de la Humanidad Santísima del Señor, fuente de amor y fortaleza, hará un gran bien a nuestra alma.
III. Un día, con la ayuda de la gracia, veremos a Cristo glorioso lleno de majestad que nos recibe en su Reino. Le reconoceremos como al Amigo que nunca nos falló, a quien procuramos tratar y servir aun en lo más pequeño. Ya tenemos a Jesús con nosotros, hasta el fin de los siglos. En la Eucaristía encontramos a Cristo completo: su Cuerpo glorioso, su Alma humana y su Persona divina, que se hacen presentes por las palabras de la Consagración. A veces, por nuestras miserias y falta de fe, nos podrá resultar costoso apreciar el rostro amable de Jesús. Es entonces cuando debemos pedir a Nuestra Señora un corazón limpio, una mirada clara, un mayor deseo de purificación. Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria. (Himno Adoro te devote)

San Wenceslao, mártir. San Lorenzo Ruiz y compañeros, mártires

Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.
Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.

El joven príncipe, que nació en Bohemia hacia el año 907, personifica el ideaI del héroe nacional, valientemente comprometido en la promoción cultural y religiosa del pueblo eslavo.
Cuando se derrumbó el reino moravio, en el 895 los príncipes bohemios, entrando en el juego diplomático de las potencies de ese entonces, se aliaron con el fuerte reino franco, y adoptando los principios de las antiguas civilizaciones comenzaron el proceso de europeización de los Estados de Europa central.
Lider de esta política de visión hacia el futuro fue el joven duque de Bohemia, Wenceslao. El había sido educado cristianamente por la abuela Ludmila, venerada como santa. Tan pronto tuvo la edad requerida, sucedió al padre después de la breve regencia de la madre Draomira. Mujer intrigante, Draomira prefería al segundo hijo, Boleslao, y fomentó con todos los medios a su alcance la rivalidad entre los dos, hasta el punto de llevar al segundo a mancharse con el grave delito del fratricidio.
En la mañana del 28 de septiembre del 935, mientras Wenceslao salía de case para ir a Misa, Boleslao, que lo esperaba en un lugar solitario con un grupo de cómplices, le saltó encima para herirlo por la espalda. El joven rey, que todavía no tenía treinta años, detuvo el golpe y echó mano a su espada, pero cuando se dio cuenta que el asesino era su hermano bajó el arma, murmurando: “Podría matarte, pero la mano de un siervo de Dios no debe mancharse con el fratricidio”. Fue asesinado por los sicarios de Boleslao.
Este ejemplarísimo príncipe cristiano anteponía sus deberes religiosos a los de soberano, hasta el punto de llegar tarde a una importante asamblea de Worms, convocada por el emperador Otón, porque estaba en Misa. No era raro ver al joven rey mezclado con los otros fieles, con los pies descalzos, durante las procesiones penitenciales. Impuso a su cuerpo la dura disciplina del cilicio y las diarias mortificaciones.
Fue considerado como un rey renunciatario por haber buscado la alianza con los poderosos francos limítrofes, pero el mismo hermano Boleslao, que le sucedió, después de haberlo mandado asesinar, comprendió esa política realistica y la siguió. Boleslao comprendió el error de valoración respecto de su hermano, hacia quien la devoción popular creció de día en día, por los prodigios que se obraban sobre la tumba del mártir, venerado inmediata mente como santo, el primero de los pueblos eslavos.
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SAN LORENZO RUIZ Y 15 COMPAÑEROS, MÁRTIRES
Lorenzo Ruiz y 15
compañeros, SantosSan Lorenzo Ruiz (c. 1600 - 29 de septiembre de 1637) fue un notario filipino, que murió martirizado en Okinawa. Es el primer beato filipino.
Los nuevos Santos hablan también hoy a todos los misioneros que, urgidos por el mandato de Cristo “ id y enseñad a todas las gentes ” (Mt 28, 19), 5), han salido por los caminos del mundo a anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres, particularmente a los más necesitados.
Ellos, con su mensaje y su martirio, hablan a los catequistas, a los agentes de pastoral, a los laicos, a quienes la Iglesia, está dedicando particular atención y solicitud en el presente Sínodo de los Obispos. Ellos nos recuerdan que “morir por la fe es un don que se concede a algunos; pero vivir la fe es una llamada dirigida a todos” (Homilía durante la misa de beatificación de Laurencio Ruiz en Manila, n. 5, 18de febrero de 1981).
La gran familia dominica, y en particular la Provincia del Santo Rosario que celebra el cuarto centenario de su creación, recibe hoy, con legítimo orgullo, entre sus Santos a estos mártires, algunos de los cuales estuvieron especialmente ligados al Colegio de Santo Tomás de Manila. Este centro, convertido hoy en Universidad, así como otras beneméritas instituciones eclesiales, han contribuido de modo notable a la implantación y desarrollo de la Iglesia en el lejano oriente.
Los misioneros que hoy son canonizados hablan a todos los fieles cristianos, en esta Jornada de oración por las misiones, y les exhortan a reavivar su conciencia misionera. “ Todos los cristianos –nos dice el Concilio–, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo ” Todo bautizado debe sentirse, pues, urgido por su vocación a la santidad. En esto los nuevos Santos han de servirnos de modelo a seguir con una entrega sin límites a la llamada de Dios. Uno de ellos, el Padre Lucas del Espíritu Santo escribía: “E1 beneficio que yo estimo más, es haberme enviado a esta tierra en compañía de tan grandes siervos de Dios, de los cuales, unos ya le están gozando, y otros tienen adquirido un gran tesoro delante de su divina Majestad” (Ad gentes, 11).
Ruiz nació en Binondo, Manila (Filipinas). Su padre, de origen chino le enseñó el idioma chino, y su madre filipina le enseñó tagalo. Ambos eran católicos. Lorenzo sirvió en el convento de la iglesia de Binondo como sacristán. Años más tarde, se hizo miembro de la Confraternidad del Santo Rosario.
Lorenzo fue falsamente acusado de asesinato y buscó asilo a bordo de una nave con tres sacerdotes dominicos, san Antonio González, san Guillermo Courtet y san Miguel de Aozaraza, además del sacerdote japonés san Vicente Shiwozuka de la Cruz, y un laico llamado san Lázaro de Kyoto, que padecía de lepra. El barco tocó tierra en Okinawa y el grupo fue arrestado por su religión cristiana. Aún torturados no abjuraron de su fe, y murieron mártires.
Lorenzo Ruiz fue beatificado en Manila de febrero el 18 de 1981 por el papa Juan Pablo II, que lo canonizó el 18 de octubre de 1987.

martes, 26 de septiembre de 2017

Martes semana 25 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 25 de tiempo ordinario; año impar

Escuchar la palabra de Dios y ponerla en obra, es el camino para pertenecer a la familia de Jesús
“En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: -«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: -«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra»” (Lucas 8, 19-21).
1. Entre los que seguían a Jesús, hoy aparecen también "su madre y sus hermanos", María su madre y los parientes de Nazaret, que en lengua hebrea se designan indistintamente con el nombre de "hermanos". En la versión de Marcos van a verle para avisarle, que lo que decía hacía peligrar su vida, venían poco menos que a llevárselo, porque decían que "estaba fuera de sí" (Mc 3,20-21). Lucas, que parece conocer noticias más directas -¿de parte de la misma Virgen?- no le da esa lectura. Podían venir sencillamente a saludarle, a hacer acto de presencia junto a su pariente tan famoso, a alegrarse con él y a preocuparse de si necesitaba algo. Esto, en el caso de que fuera la misma escena, pues puede ser otra ocasión.
-“Fueron a verlo su Madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograron llegar hasta El...” Es una escena natural y emotiva...
-“Entonces le avisaron: "Tu Madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte."” ¿Estoy yo también deseoso de "ver a Jesús"? Teresa de Ávila, siendo niña, se escapó un día de su casa. Se la encontró caminando por la carretera "¿Qué haces aquí?" -"¡Quiero ver a Dios!" Había oído decir que los sarracenos mataban a los cristianos, y, en su deseo de ver a Dios, con la ingenuidad de su corazón de niña, se había imaginado llegar hasta el sur de España donde le sería fácil, pensaba, recibir el martirio. Naturalmente fue reconducida a la casa paterna. Pero toda su vida de adulta fue como la realización de ese deseo: quiero ver a Dios. ¿Participa mi oración de ese deseo? Vivir con Dios, acercarme a El.
-“Pero Él les contesto: "Mi Madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios...” Esa es la explicación muy positiva que Lucas nos propone.
Para entender bien ese episodio hemos de ver que están escritos exactamente después de las parábolas de la "semilla" y de la "lámpara". De ese modo Lucas elaboró como una pequeña teología de la Palabra: los que escuchan a Dios, son tierra buena que produce mucho... son también como lámpara sobre un pedestal que alumbra lejos en derredor... pero también, y sobre todo, son la "familia de Jesús"... "¿Mi madre, mis hermanos? ¡Son los que escuchan la Palabra de Dios!"
¡No se trata, para Jesús, de rehusar a su familia, sino de ampliarla! Como si dijera: "¡Oh sí, amo a mi familia; pero esa familia es mucho más extensa de lo que imagináis! Comporta innumerables lazos con innumerables hermanos".
Si escuchamos la Palabra de Jesús, nos hacemos semejantes a El, poco a poco vamos pensando y reaccionando como El... como si viviéramos familiarmente con El, como hermanos...
-“Los que escuchan la Palabra de Dios, y la ponen en obra”. Encontramos aquí la misma insistencia que en las dos parábolas precedentes: vivir la fe... vivir lo que se cree; poner en práctica, eficazmente, nuestras convicciones... practicar, poner en obra, la Palabra de Dios... (Noel Quesson).
Jesús, aprovechas la ocasión para decir cuál es su nuevo concepto de familia o de comunidad: "mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra". Lo pongo en relación con el piropo que le diste a tu madre, cuando alguien la bendijo por haberte traído al mundo y tú dijiste que “bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”, pues María no fue escogida solo por sus donde, sino también por su correspondencia. Modelo de creyente, dijo: "hágase en mí según tu palabra". Su prima Isabel la retrató bien: “dichosa tú, porque has creído” (J. Aldazábal).
“De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno” (S. Agustín).
Desde que Jesucristo está sentado a la diestra del Padre, no podemos ya entrar personalmente en contacto con él, no podemos ya verlo con los ojos, no podemos ya presenciar su acción. Jesús mismo dice qué es lo que importa: oír y poner en práctica la palabra de Dios. Nosotros tenemos la palabra de Dios. Los discípulos la siembran todavía en el mundo. Por Jesús fue traída la palabra de Dios al mundo, hizo una carrera triunfal por el mundo, nos llegó también a nosotros. En la palabra está la acción salvífica de Jesús, él está presente como portador de salud "Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Jn 20,29). El que escucha y pone en práctica la palabra de Dios, es madre y hermano de Jesús. No son los lazos de la sangre los que proporcionan la comunión con Jesús, sino el oír y poner en práctica la palabra de Dios. La Iglesia es edificada por la palabra de Dios. Ésta es el alma de la Iglesia, y la Iglesia es su fruto. De la palabra de Dios brota siempre Iglesia viva. Ésta viene a ser familia de Cristo oyendo y guardando la palabra de Dios. En la historia de la infancia se presenta ya a la madre de Jesús como la tierra buena que oye y hace, pone en práctica la palabra de Dios. Es esclava del Señor, que oye la palabra de Dios y se pone a su disposición como esclava (1. 38). Guarda cada palabra y la medita en su corazón (2,19). Lleva la palabra a Isabel, y su anuncio la hace tan rica, que desborda en un cántico (1,46-55). María es el corazón bueno, que retiene la palabra y lleva fruto con constancia. María es madre de Jesús, no sólo porque le dio la vida humana, sino también porque oyó y puso en práctica la palabra de Dios (El NT y su mensaje, Herder).
-“Los que escuchan la Palabra de Dios, y la ponen en obra”. Encontramos aquí la misma insistencia que en las dos parábolas precedentes: vivir la fe... vivir lo que se cree; poner en práctica, eficazmente, nuestras convicciones... practicar, poner en obra, la Palabra de Dios... (Noel Quesson).
2. -“El rey de Persia, Darío, escribió a las autoridades de la provincia situada al oeste del Eufrates y de la que dependía Jerusalén”... Israel no es independiente, y su identidad es la fe y el culto de Yahvéh. Cuando en mi vida aparecen las circunstancias malas de falta de libertad, la pobreza u otras desgracias, ¿me concentro en lo esencial, en abandonarme en Dios, en saber que de aquello malo vendrá algo bueno si sé aprovecharlo?
-«Dejad al gobernador de Judá y a los ancianos de los judíos que reconstruyan ese Templo de Dios... los gastos de esas gentes les serán reembolsados sin demora de los fondos reales, es decir, de los impuestos de la provincia.» En medio de la historia hay un proyecto divino… Darío, sucesor de Ciro, sigue con su misma política de dejar bastante autonomía a los pueblos que pertenecen a su imperio, y favorece claramente, según el relato de hoy, que los judíos puedan reconstruir su templo. Los persas pensaban, como estrategia política, que se consigue mucho más teniendo contentos a los pueblos que oprimiéndolos innecesariamente. El relato deja entrever que los judíos habían encontrado dificultades por parte de los pueblos vecinos.
-“Los ancianos de Judá continuaron con éxito los trabajos de construcción, animados por la palabra de los profetas Ageo y Zacarías. Llevaron a término la construcción conforme a la orden del Dios de Israel y según los decretos de Ciro y de Darío”. La fiesta de la Dedicación del templo -el año 515 antes de Cristo- fue solemne y colmó de alegría el corazón de los israelitas. Este templo era el segundo, después del de Salomón, y duraría hasta Herodes el Grande, que un poco antes de nacer Jesús lo reedificó completamente, y que a su vez duraría hasta que los romanos lo asolaron el año 70 de nuestra era. Algunos judíos hablan de que el tercer templo lo construirá el Mesías, cuando venga.
-“El Templo fue terminado el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado de Darío”. Los israelitas -sacerdotes, levitas y el resto de los repatriados- celebraron con júbilo la dedicación del Templo.
-“Los deportados celebraron la Pascua... Inmolaron la Pascua para todos, para sus hermanos, los sacerdotes y para sí mismos”. Se trata en efecto, de una renovación religiosa. Aquel día recomienza un culto interrumpido durante setenta y dos años. Admirable tenacidad la de esos creyentes. Podría creerse que la Fe de Israel había zozobrado en la persecución y en la deportación. Pues bien, sin ninguna estructura, sin ninguna ceremonia se mantuvo y fue, incluso, más profunda (Noel Quesson).
3. ¡Qué emoción sentirían los israelitas, sobre todo los mayores, al volver a oír los cantos y al ver el esplendor de las ceremonias y las volutas de incienso subiendo hacia Dios! No es extraño que el salmo exprese estos sentimientos: "¡qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor... Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta". Después de la tempestad viene la calma. Ojalá también en nuestra propia vida, y en la iglesia y la sociedad, tengamos reconstrucción esperanzada. Si nuestra historia personal o social ha dejado que desear, en una decadencia, pidamos al Señor ayuda para volver a empezar, con esfuerzo y sacrificio.
S. Agustín comenta esta construcción: “Esta ciudad bien compacta es la Iglesia. Su cimiento es Cristo. En la tierra, cuando se echa el cimiento, se edifican las paredes hacia arriba y su peso gravita hacia abajo, porque abajo está colocado el fundamento. Pero, si nuestro fundamento –Cristo- está en el Cielo, entonces edificamos hacia el Cielo. En esta basílica que veis, la que hoy nos reúne, los arquitectos colocaron los cimientos abajo; pero cuando somos edificados como templo espiritual, el cimiento lo hemos de colocar en las alturas. Corramos, pues hacia allí; apresurémonos hasta que nuestros pies estén pisando tus umbrales, Jerusalén”.
Esto es "ir a la casa del Señor", a Jerusalén, "ciudad bien compacta", símbolo de seguridad y estabilidad: las doce tribus de Israel convergen hacia ella como centro de su fe y de su culto, a ella suben "a celebrar el nombre del Señor". Y el templo de la dinastía davídica anuncia el Mesías. De ahí que habla el salmo de "los tribunales de justicia en el palacio de David". Culto a Dios y solidaridad son dos aspectos de su consistencia: "fundada como ciudad bien compacta". Recuerda san Gregorio Magno que así como en un edificio una piedra soporta la otra, y la que soporta a otra es a su vez soportada por otra, en la santa Iglesia cada uno sustenta al otro y es sustentado por el otro, según lo de Pablo: "Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,2), ya que "la caridad es la ley en su plenitud" (Rm 13,10). Además, "hay un cimiento que soporta todo el peso del edificio, y es nuestro Redentor; él solo nos soporta a todos tal como somos. De él dice el Apóstol: "Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo" (1 Co 3,11)”.
Llucià Pou Sabaté
Santos Cosme y Damián, mártires

Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".
Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.
Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martiriologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.
Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.
A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que el Papa Félix  (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.
Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.
Tres pares de santos llevan los mismos nombres
Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.
Pidamos al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que cumplan santamente con su profesión.
"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO TAMBIEN GRATUITAMENTE" (Jesucristo Mt. 10, 8)
Bibliografía:
Butler, Alban. Vidas de los Santos.
Sálesman, Eliécer- Vidas de Santos # 3
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

domingo, 24 de septiembre de 2017

Lunes semana 25 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 25 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos comunica la luz de su gracia, para que alumbremos a los demás con ella
“Nadie que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la luz.Porque no hay oculto que no haya de manifestarse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se la dará, y a todo aquel que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará”. (Lucas  8,16-18)
1. -“Jesús decía a sus discípulos: "Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija o ponerla debajo de la cama..."” Una lámpara se la coloca en el lugar más adecuado para que alumbre al máximo.
-“Se la pone sobre un candelero, para que los que entran vean la luz”. Hemos de usar las cosas con “rendimiento”, y cuanta más luz demos, mejor. ¡Dar fruto en abundancia, si es un árbol! ¡Dar ciento por uno, si es una semilla! ¡Iluminar todo el entorno, si es una lámpara! Yo, en mi vida ¿tengo una verdadera solicitud por "hacer que la luz rinda" al máximo su resplandor y claridad?
«Te aseguro que, sí los hijos de Dios queremos, contribuiremos poderosamente o iluminar el trabajo y la vida de los hombres, con el resplandor divino  -¡eterno!- que el Señor ha querido depositar en nuestras almos.
”-Pero «quien dice que mora en Jesús, debe seguir el camino que ÉI siguió», como enseña San Juan: camino que conduce siempre o la gloria, pasando -siempre también- a través del sacrificio» (J. Escrivá, Forja 1018).
-“Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no llegue a ser conocido y manifiesto”. ¿Tengo yo esa solicitud para no esconder el don de Dios, y dejar que se propague? Los discípulos son aún como una luz "escondida", pero Jesús entrevé el día en el cual el evangelio será proclamado "a plena luz". ¿Procuro que mi vida y mis palabras, en ocasiones oportunas, sean evangelizadoras? La fe no será nunca un "secreto" personal, un "asunto privado", pues el amor, si bien no lleva a imposiciones, sí lleva a desear para los que se ama lo mejor…
-“Estad atentos al modo como escucháis y aprendéis...” a veces nos dormimos, como los alumnos que no están muy interesados en la lección. Ayúdame, Señor, a tener un buen “rendimiento”, escuchar tu palabra, dejarme iluminar por ella, darla a los demás…
-“Porque al que tenga se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará...” Sí, es una verdad popular, de experiencia: se pierden los dones que no se hacen fructificar... se atrofian los músculos que no se hacen actuar... se apaga poco a poco la Fe que no se lleva a la práctica (Noel Quesson).
La parábola de la semilla que leímos el sábado, que da el ciento por uno de fruto, se relaciona con la luz del Evangelio de hoy. Si escuchamos la palabra de Dios "con un corazón noble y generoso" y la guardamos, tendremos esa luz para los demás, daremos el ciento por uno.
Quisiera que me explicaras, Jesús, la misteriosa expresión "al que tiene, se le dará". Imagino que si me abro a la Palabra, la tengo y se multiplica sus frutos en nosotros. Y al revés, si no hago caso de tu Palabra, "se le quitará hasta lo que cree tener" y quedará estéril.
Sería una pena desperdiciar la luz, la semilla… una madre sacrificada, un amigo que sabe animar y también decir una palabra orientadora, una muchacha que está cuidando de su padre enfermo, un anciano que muestra paciencia y ayuda con su interés y sus consejos a los más jóvenes, un voluntario que sacrifica sus vacaciones para ayudar a los más pobres… son luz para el mundo.
El día de nuestro Bautismo -y lo recordamos en el cirio pascual, en la Vigilia Pascual y las misas de difuntos- se encendió esa luz de la fe en el alma, para alumbrar según el compromiso de bautizados de dar testimonio de esa luz ante las personas que viven con nosotros.
El Vaticano II llamó a la Iglesia Lumen Gentium, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad, comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que no queden ocultas por nuestra pereza o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: vosotros sois la luz del mundo. Somos Iglesia misionera, que multiplica los dones recibidos comunicándolos a cuantos más mejor (J. Aldazábal).
2. Las lecturas a partir de hoy se refieren al retorno del exilio en Babilonia. En 538 se derrumba el imperio babilónico, bajo la ofensiva del persa Ciro, que promulga un edicto famoso por el que permite que los deportados vuelvan a su patria. Después de un duro y largo cautiverio, de 587 a 538, los judíos retornan a su país y algunas personalidades excepcionales animan a la «restauración»: Nehemías, el constructor... Esdras, el sacerdote... Ageo y Zacarías, los profetas... Se emprende la reconstrucción del Templo de Jerusalén, luego de las murallas de la ciudad; y ante todo se reconstruirá el alma de la comunidad, en derredor de la Ley. Es una de las más grandes épocas del judaísmo.
-“En el año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor inspiró a Ciro quien mandó publicar a todo el imperio: «Quienes de entre vosotros pertenezcan a su pueblo sea su Dios con ellos, y suban a Jerusalén a edificar el templo del Señor...»”. Es una forma de respeto a las minorías que hace pensar que Ciro fue un enviado de Dios.
-“A todo el resto de Israel donde residan, que las gentes del lugar les ayuden, proporcionándoles oro, plata, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para el Templo de Dios que está en Jerusalén”. Es una invitación generosa a evitar particularismos. Si conozco a personas que practican una religión diferente de la mía, ¿cuál es mi actitud hacia ellas? ¿Y mi propia convicción personal?: ¿me contento con una práctica religiosa totalmente exterior? O bien, ¿profundizo en mi propia fe para ser capaz, eventualmente, de dar cuenta de ella a los que practican otras religiones, o a los ateos?
-“Entonces, los cabeza de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a reconstruir el Templo del Señor en Jerusalén”. Fueron unos pioneros los que arrimaron el hombro. De este modo, comienza una especie de nuevo Éxodo. Hay que arrancarse de las seguridades adquiridas, y lanzarse a la aventura... bajo la inspiración de Dios (Noel Quesson).
3. Dios va escribiendo su historia, para salvación de todos. Los años del destierro habían sido ruinosos social y religiosamente. Recordemos el dramático salmo "¡capital de Babilonia, criminal!". Pero las promesas de Dios se cumplen, y empieza de nuevo la historia. Dios nunca deja las puertas cerradas del todo.
No fue nada fácil la vuelta de los israelitas a su antigua tierra. Encontraron muchas dificultades. No perdamos la confianza en Dios, que está siempre a nuestro lado y nos ayuda. Por oscura que nos parezca una situación, el salmo nos invita a decir: "cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar... el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres".
Llucià Pou Sabaté

sábado, 23 de septiembre de 2017

Domingo semana 25 de tiempo ordinario. Ciclo A

Domingo de la semana 25 de tiempo ordinario; ciclo A


Lo más importante en la vida no son nuestros méritos sino acoger el amor que Dios nos da

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. El les dijo: -Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos" (Mateo 20,1-16).

"El reino de los cielos es semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña…"  Gracias, Jesús, por contarnos la parábola de los trabajadores de la viña, donde "es Dios quien llama al hombre al trabajo y que el trabajo debe contribuir a la plasmación continua del mundo según el proyecto del mismo Dios. Todo tipo de trabajo humano, todas sus variantes, están incluidas en la parábola evangélica. En el punto de partida esta parábola incluye la llamada al hombre a redescubrir el significado del trabajo, teniendo presente el designio salvífico de Dios", señalaba Juan Pablo II en 1981; y, al plantearse qué es el trabajo, añadía: "es una prerrogativa del hombre-persona, un factor de plenitud humana que ayuda precisamente al hombre a ser más hombre. Sin el trabajo no solo no puede alimentarse, sino que tampoco puede autorrealizarse, es decir, llegar a su dimensión verdadera. En segundo lugar y consecuentemente, el trabajo es una necesidad, un deber que da al ser humano, vida, serenidad, interés, sentido. El Apóstol Pablo advierte severamente, recordémoslo: 'el que no quiera trabajar, no coma' (2 Tes 3,10). Por consiguiente cada uno está llamado a desempeñar una actividad sea al nivel que fuere, y el estar ocioso y el vivir a costa de otros quedan condenados. El trabajo es, además, un derecho, 'es el grande y fundamental derecho del hombre'".

El trabajo llega a ser igualmente un servicio, de tal modo que "el hombre crece en la medida en que se entrega por los demás". Y de esta armonía se beneficia no sólo el individuo sino también la misma sociedad.

Añadía el Papa que hay en el trabajo un "significado último en el designio salvífico de Dios", donde "no sólo debemos dominar la tierra, sino también alcanzar la salvación. Por tanto, al trabajo está vinculada no sólo la dimensión de la temporalidad, sino también la dimensión de la eternidad".

La horas de contratación son: 6 de la mañana (amanecer, hora primera, prima), 9 (media mañana, hora tercera, tercia), 12 (mediodía, hora sexta), 3 de la tarde (media tarde, hora novena, nona), 5 de la tarde (caer de la tarde, hora undécima). Los judíos computaban las horas diurnas de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Después de contratar también a los de última hora, acaba el trabajo y viene la hora de cobrar. "Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno". Y los trabajadores se quejan… es la queja que oímos del hijo mayor en la parábola del padre misericordioso que acoge al hijo pródigo, y de tantos otros que oponen la justicia de Dios, tal como los hombres la conciben, y su comportamiento misericordioso. Si pensamos distinto, tendremos que cambiar nuestro modo de pensar… "Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos".

"¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno?", Jesús, das el golpe de gracia a un concepto de Dios y de su retribución al modo humano.

"Es tentación del hombre de todos los tiempos juzgar los planes de Dios, conforme a las propias categorías. Dios desborda nuestros pensamientos. Por eso, el hombre ante Dios ha de ser humilde y sencillo, confiado en su Amor a cada uno de nosotros, que ha llamado a la existencia y a su Reino.

En un mundo donde todo se cobra y todo se paga qué difícil es comprender, aceptar y vivir la gratuidad con los demás y con Dios" (Catecismo, 543).

La recompensa divina, un denario, excede de tal manera el esfuerzo realizado por nosotros, que quien ha sido llamado al alba no puede pensar que tiene más méritos que quien fue convocado a mediodía o en el crepúsculo de su vida.  

Jesús, veo que cuentas esta parábola luego de tu encuentro con el joven rico, y quiero aprender el contexto de lo que cuentas, para la mejor comprensión del texto. Acabas diciendo: "Todos los que hayan dejado esposa... por causa mía, recibirán la herencia de la vida eterna. Ahora bien, muchos que son primeros, serán últimos y muchos que son últimos, serán primeros". Dices a los discípulos que son los primeros, pero pueden ser últimos. Y lo repites hoy al final de la parábola: "Así es como los últimos serán los primeros y los primeros los últimos". Dices a tus discípulos que ellos pueden ser los últimos. Esta es la pauta de interpretación.

El Talmud de Jerusalén contiene un relato parecido en la forma a la parábola que hemos escuchado. Se trata del discurso funerario que pronuncia un rabino al sepultar a un joven maestro de 28 años. En él se cuenta cómo un rey contrató obreros para su viña y también pagó a todos lo mismo. Pero, ante las protestas, su contestación fue: éste ha trabajado en dos horas más que vosotros en todo el día. El joven rabino difunto había hecho más en 28 años que muchos doctores en cien. Se le premiaba la cantidad de trabajo que fue capaz de realizar en poco tiempo. La forma narrativa, como se ve, es bien similar, pero el fondo es muy distinto: mientras el discurso rabínico habla de mérito, la parábola de Jesús se refiere a la gracia. En el primer caso, la causa del premio está en el trabajo de quien lo recibe; en el segundo, en la bondad del que lo otorga. En alguna ocasión, la liturgia de la misa recoge en sus oraciones: no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad. Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Exigimos normas cuyo cumplimiento diferencie a los buenos de los malos. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Tardamos en comprender que la traducción no es: "Paz a los hombres de buena voluntad", sino: "Paz a los hombres que Dios ama". Tampoco hay conexión entre culpa y desgracia. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley. Necesitamos que existan los malos para podernos calificar de buenos. De esta forma, el amor al hermano se torna imposible ("Eucaristía 1990").

2. Los planes divinos subvierten los nuestros, son siempre más altos de lo que podamos aspirar, por eso es muy pobre la visión que algunos tienen del cielo, de estar con un arpa aburrida rodeado de ángeles… prefieren su egoísmo sin darse cuenta que le degrada, y como les gusta lo malo, prefieren su "infierno", en lugar de aspirar a mejorar su gusto… es como estar en la mejor representación de una Opera con los auriculares escuchando la peor música. Por eso dice el profeta: "Buscad al Señor mientras se le encuentra,  invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes".

El malvado, ¿para qué vive, para qué trabaja si luego está la nada, lo absurdo? El salmista despierta en nosotros una idea que será central en el Evangelio: Dios es amor. Y por eso sale de nosotros alabarle: "Día tras día te bendeciré, Dios mío, y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente".

3. San Pablo viene a decirnos que la muerte es el paso a algo mucho mejor, y que si prefiere seguir viviendo aquí es para el servicio a los demás: "Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger"… Pablo deja el asunto en las manos de Dios y acepta su voluntad en cualquier caso, pues todo contribuye tanto la vida como la muerte, para bien de los que se salvan. Lo importante es que los cristianos vivan dignamente y conformen su conducta a las enseñanzas del Señor. A través del amor podremos llegar a comprender y a desear con realismo vivir el estilo de vida que vive ya Jesús. Desde la cárcel, el Apóstol está olvidado de su destino, pensando sólo en hacer el bien, ha logrado desprenderse del ego para vivir la vida de verdad.

Llucià Pou Sabaté

Nuestra Señora de la Merced. San Vicente María Strambi, obispo


NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

En castellano se le ha llamado en plural, Virgen de las Mercedes, que no corresponde con el sentido originario de la advocación.

El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.

MARÍA Y PEDRO NOLASCO

Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenéis vuestra fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenad en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" (Mt 6,20).

Año 1203. El laico, Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman cofradías-para recaudar la "limosna para los cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota y Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda.

LE RESPONDE LA VIRGEN

Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Nolasco le dice a María:

-¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?:

-"Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecía de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:"Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma":

-¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?:

-"No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregaciónn en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos."

LA INSTITUCION NUEVA

Pedro Nolasco, funda la congregación, apoyado por el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús, el liberador de la humanidad y en la Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, mercedarios. El Padre Antonio Quexal, siendo general de la Merced en 1406, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".

EN LA CATEDRAL DE BARCELONA

El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la congregación mercedaria.

LA VIRGEN DE LA MERCED, LA FUNDADORA

El título mariano de la Merced tiene su origen en Barcelona, España, cuando muchos eran cautivos de los moros y en su desesperación y abandono estaban en peligro de perder la fe . La Virgen de La Merced, manifesta su misericordia por para atenderlos y liberarlos. La talla de la imagen de la Merced venerada en la basílica de la Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo sedente, como las románicas. He subido piadosamente a su camarín y he comprobado su aspecto imponente por su talla extraordinaria e impresionante. El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.

ACTUALIDAD DEL CARISMA

El carisma mercedario de liberar a los cautivos sigue siendo tan necesario como siempre. María ofreció todo su ser para que viva el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del Magníficat (Lc 1, 46), María expresa la liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II dijo que "María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad". La Virgen continúa velando por sus hijos cautivos de Satanás (LG 62) y nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para que su Hijo viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos enseñará como hacerlo.

DIOS PADRE DE MISERICORDIA, MARÍA MADRE DE MISERICORDIA.

Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de Misericordia. Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo todo por amor. "Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis sido tomados, las entrañas de la Madre de Dios" - Las obras de misericordia que la Virgen pidió incluyen la visita, el acompañamiento y la ayuda a los que salen de la cárcel.

UNA CONGREEGACION LAICAL

Así fue en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. en Barcelona. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Salían cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.

CUARTO VOTO

Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara a pagar su redención. Así lo hizo San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios. El Papa Gregorio IX aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General. El rey Jaime decía que la conquista de Valencia, se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada triunfo que obtenía lo atribuía a sus oraciones.

DESCANSA YA, SIERVO BUENO Y FIEL

Pedro Nolasco, a los 77 años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". y se durmió en el regazo de la Virgen. Su intercesión logró muchos milagros y fue canonizado en 1628.

En el año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha el 24 de septiembre.

ORACION
Virgen y Señora nuestra de la Merced,
a ti suplicamos que, mediante tu maternal intercesión ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que experimentemos en nosotros la alegría de la salvación. Amén

ORACION
María, Merced de Dios, regalo de Cristo a los hombres. La Trinidad Santa te envió a Barcelona, mensajera de libertad y misericordia, para, por medio de Pedro Nolasco, mostrarte corredentora, mediadora, Madre de todos, ternura de Dios para los pobres.

Madre de la Merced, enséñanos a valorar nuestra fe cristiana, haznos capaces de amar con caridad mercedaria, conviértenos en portadores de paz.

Que tus besos derritan la violencia que nos envuelve, hasta que recuperemos, en tu regazo materno, la ilusión de familia, transformado el mundo en un hogar.

Bendice esta ciudad tuya, que te proclama patrona y princesa y gusta, enamorada, de llamarte madre.

SAN VICENTE MARIA STRAMBI, OBISPO

Poco antes de su muerte, Pablo de la Cruz quiere que esté cerca de sí el padre Vicente. Le estrecha afectuosamente las manos y lo mira fijamente a los ojos. "Padre Vicente, le dice, te encomiendo la Congregación". A la comprensible sorpresa de Vicente, añade motivos de mayor maravilla. "Harás cosas grandes, harás mucho bien". Vicente tiene solamente treinta años, es pasionista apenas hace seis. No faltan religiosos maduros, expertos, ejemplares. Pero Pablo quiere confiar su congregación a él, al joven Vicente. Y ve bien el fundador. Vicente: un religioso que ilumina con la ciencia y la bondad los comienzos de su congregación; un obispo, ejemplo de heroica fidelidad al papa. Santo, misionero, teólogo, guía espiritual, marca los últimos veinte años del setecientos y el primero del ochocientos. Famoso en Italia, incluso popular en Roma.

¿Tarea difícil? Está Vicente

Hijo del farmaceutico José Strambi y de Eleonor Gori, Vicente nace en Civitavecchia (Roma) el 1 de enero de 1745. De sus padres hereda una fe sencilla y un particular amor hacia los pobres, que lo caracterizará durante toda su vida. El padre colma de consistentes donaciones a la cofradía del nombre de Jesús a la que está inscrito; perdona, con frecuencia, deudas y ha depositado una considerable cantidad de dinero para la educación y el futuro de las jóvenes necesitadas. Vicente no es menos. El padre, además, lo debe incluso frenar la excesiva generosidad. La madre ve con alegría la vocación sacerdotal del muchacho; no así su padre que, aún siendo cristiano irreprochable, alimenta totalmente otros proyectos para aquel hijo único suyo (dos hermanitos y una hermanita alegran durante poquísimo tiempo la familia Strambi). Entre tanto, en el seminario de Montefiascone (Viterbo), Vicente comienza la formación filosófica, teológica y bíblica atrayéndose la admiración de los superiores y condiscípulos por la vivaz inteligencia y por la distinguida piedad.

Se traslada a Roma y luego a Viterbo para perfeccionarse en la sagrada elocuencia y en otras disciplinas. Al padre dice que su única herencia es el Crucificado: destina, pues, a otros el patrimonio familiar. Ordenado subdiácono a los 21 años, es llamado por el obispo de Montefiascone para la tarea de prefecto del seminario, tarea que Vicente ejerce haciéndose querer bien por todos. Pero no deja de estudiar, convencido que ciencia y santidad son esenciales para la misión sacerdotal. A los 22 años es nombrado rector del seminario de Bagnoregio (Viterbo). El 29 de diciembre de 1767, incluso antes de cumplir los 23 años, es ordenado sacerdote.

Advirtiendo cada vez más clara la vocación a la vida religiosa, pide entrar primero con los padres de la Misión, y luego con los Capuchinos. Los primeros no lo aceptan porque es débil de salud, los segundos porque es hijo único. En Civitavecchia, durante una misión, Vicente conoce a Pablo de la Cruz y queda fascinado por su santidad y su ardor misionero. Lo vuelve a ver en el convento de San Ángel de Vetralla (Viterbo) donde hizo los ejercicios espirituales en preparación al sacerdocio. En la circunstancia se entretuvo con él en amable conversación. Pide, entonces, entrar con los Pasionistas. En 1768, muy joven sacerdote, es recibido por el mismo Pablo. Pero antes ha tenido que vencer grandes dificultades suscitadas por el papá que ya de mala gana lo había visto partir para el seminario y que no logra asumir un golpe aún más duro. El señor José escribe al mismo fundador expresando todo su desacuerdo. Se dirige también al cardenal Santiago Oddi, obispo de Viterbo, para que convenza al hijo a dejar Monte Argentario (Grosseto), donde el joven ya es novicio con el nombre de Vicente María. Pero inútilmente. Por último, el padre se resigna y establece relaciones amigables con Pablo.

Emitida la profesión religiosa el 24 de septiembre de 1769, Vicente comienza a predicar ejercicios espirituales al clero y misiones al pueblo, para lo cual manifiesta aptitudes sobresalientes. Pero pronto es obligado a reducir las predicaciones. En 1773, en efecto, es llamado a Roma en la casa general de los Santos Juan y Pablo para la tarea de profesor y director de los estudiantes teólogos. Vicente reserva particulares atenciones a los jóvenes, esperanza de la nueva congregación. Está atento a su salud, los guía espiritualmente, los forma en la sana teología.

Es, ciertamente, de los más grandes misioneros del siglo. Por deseo del papa predica con frecuencia en Roma en iglesias importantes y en momentos, incluso, difíciles. Para la apertura del año santo de 1775 Clemente XIV le encarga predicar al pueblo romano en la iglesia de Santa María en Trastévere. La elección es felicísima. Entre los oyentes está el mismo pontífice. Siempre, por el papa es llamado a dirigir más veces los ejercicios espirituales a los cardenales, a los obispos, a los prelados de la curia Romana y de la corte pontificia, al clero de la capital. Ya lo conocen todos. Lo llaman simplemente "el predicador pasionista santo". Sus predicaciones están, con frecuencia, acompañadas de hechos prodigiosos. Tiene el don de la profecía, lee el interior de los corazones. El 13 de enero de 1793 en Roma es asesinado Hugo de Basville, diplomático, representante de la revolución francesa. Con el pretexto de visitar los monumentos, andaba desarrollando actividad sediciosa. El pueblo va a la plaza, amenazante y tumultuoso, durante varios días. Se le pide a Vicente, a nombre del papa, hacer algo. Las palabras de Vicente, ya bien conocido, obtienen el resultado esperado. A él acuden los papas para la solución de casos particularmente delicados. Tan grande es la fama de la que goza que, según fuentes autorizadas, en el atormentado conclave en Venecia que elige papa a Pío VII, es propuesta, incluso su candidatura y 5 de los 34 cardinales dan el propio voto a él, siendo un simple religioso pasionista.

Dentro de la congregación ejerce el oficio de profesor de teología, director de los estudiantes. Cubre el cargo de superior, de provincial, de consultor general. Pero se hace siervo de todos, se adapta a los trabajos más humildes presentándose, incluso, en los trabajos de la cocina y de la huerta. No quiere ninguna distinción. Tiene cualidades extraordinarias para consolar a los afligidos y para suscitar fervor y devoción en el corazón de los hermanos y de los fieles. Escribe también algunos textos escolares y libros de contenido espiritual. Digno de especial mención, es el "Mes de la preciosísima Sangre" testimonio e irradiación directa de su espiritualidad pasionista. Y luego, su obra magistral: la admirable biografía de Pablo de la Cruz. La escribe, como dice él mismo, de rodillas y permaneciendo en la celda habitada por el santo en el convento vecino a San Ángel de Vetralla. Allí se admira su competencia de historiador y teólogo, pero, sobre todo, una extraordinaria inspiración espiritual. Caso raro: un santo, biógrafo de otro santo. Es postulador de la causa de Pablo; encargo que llevará a cabo, incluso, siendo obispo.

Eminente director espiritual guía, sea a personalidades sobresalientes que a gente de modesta condición. Algunos nombres: el fundador de los misioneros de la Preciosísima Sangre, san Gaspar del Búfalo, la beata Ana María Taigi, la venerable María Luisa Maurizi, la venerable María Clotilde Adelaida de Saboya, esposa de Carlos Emmanuel IV rey de Cerdeña. Vicente interviene también en la conversión de Paulina Bonaparte hermana menor de Napoleón. Mujer tan hermosa como depravada, luego de un diálogo con él, cambia de vida dedicándose a obras de bien.

Con el Papa. Por el Papa

En 1801 Pío VII lo nombra obispo de Macerata y Tolentino. Vicente corre personalmente a él manifestándole el deseo de permanecer en convento y de continuar en la vida de misionero itinerante. Pero el papa no cede. Le asegura: "Sábete que nadie se ha interesado para elegirte; lo he hecho yo espontáneamente, por mi personal conocimiento, por inspiración divina". Vicente se resigna. Consagrado obispo el 26 de julio, el 31 parte para Macerata, separándose "con angustia de espíritu" de los hermanos. En Macerata comienza inmediatamente aquel trabajo que renovará el rostro de la diócesis. Apenas llegado, visita a los párrocos, las cárceles, los hospitales, los monasterios; organiza una misión popular en la que participa él mismo. Vive una vida austera y penitente. Pobre, los pobres serán su atención constante. "Los pobres son mis patrones, dice. Yo no soy sino su ecónomo". Es acuñada por él la frase hoy frecuente: "Oír el clamor de los pobres", los pobres gritan, gritan". Padre dulce y exigente. Durante la visita pastoral rehúsa fiestas y comidas especiales. Quien no se adecua paga una multa; la relativa cantidad es devuelta a los pobres. Atenciones continuas reserva para el seminario. Favorece la vida religiosa. Santo, estimula a la santidad. Elimina escándalos y abusos: no teme tomar duras disposiciones cuando el caso lo amerita. El episcopado está abierto a todos. Comprensible la aprehensión de alguno cuando se difunde la noticia de su posible transferencia. Se hace intérprete el vice – comisario pontificio de Tolentino con una carta a la secretaría de Estado.

Para la iglesia, entre tanto, se condensan nubes amenazadoras. En 1805 Napoleón Bonaparte comienza a ocupar el estado pontificio. Las tropas francesas entran, incluso, en Macerata. Requerido hacer juramento de fidelidad al emperador, Vicente rehúsa, declarándose fidelísimo al papa. Es condenado al exilio. El 28 de septiembre de 1808 Macerata saluda llorando a su obispo deportado primero a Novara y luego a Milán. Pero su santidad tiene manera de resplandecer, aún, en el exilio: consuela, alienta a otros obispos exiliados como él. Lo llaman "obispo pasionista santo". Nada más normal que Vicente llegue a ser confesor requerido, consejero autorizado y buscado sea por laicos que por eclesiásticos. Predica frecuentemente al clero, a los seminaristas, a los hermanas.

Napoleón suprime también las congregaciones religiosas. Los Pasionistas se ven obligados a regresar a sus propios pueblos de origen. La prueba es durísima. Vicente está cerca, incluso, de sus hermanos gozando por la ocasión de particulares permisos obtenidos en secreto del papa. Pero no olvida su diócesis: la lleva en el corazón, la sigue con afecto. A los pobres de Macerata hace llegar señales tangibles de su recuerdo y de su amor. Antes de salir de Macerata había dicho que el exilio habría durado menos de seis años; Así sucede. El ocaso de Napoleón devuelve la libertad a la iglesia y a los obispos el derecho de ejercer su ministerio. Vicente regresa a Macerata el 14 de mayo de 1814 acogido con entusiasmo. Antes de llegar se detiene en Ancona donde se encuentra con el papa Pío VII, también, él conducido al exilio. Los dos se abrazan conmovidos. El papa, dos días después, pasa por Macerata: saluda al obispo y lo elogia por su fidelidad haciendo aún más plena la alegría de todos.

Como fácilmente se advierte, la diócesis ha resentido de modo evidente la ausencia de su pastor. Vicente debe comenzar nuevamente una obra de reconstrucción moral y espiritual. Tiene 70 años y, si bien, las fuerzas están ya al final, no las ahorra. Animosamente va al encuentro, primero de Joaquín Murat y luego con el general Federico Bianchi comandante de las tropas austriacas: la ciudad se salva por mérito de su obispo. Y llamarlo "padre de la ciudad" es lo mínimo que puedan hacer. Se acerca personalmente a los enfermos y moribundos, golpeados por una terrible epidemia y por la carestía, para llevar los sacramentos y una palabra de consuelo y de esperanza. Para quitar el hambre a los pobres, pide limosna a los nobles conocidos en Milán durante el exilio y vende los objetos sagrados de la iglesia. Abre un hospicio para ex prostitutas y un conservatorio para las jóvenes en peligro. Se dice, y con razón, que Vicente es para Macerata lo que san Carlos Borromeo para Milán. Aún en medio de tantas ocupaciones, no deja de predicar misiones y ejercicios espirituales, solicitado con insistencia, acogido con alegría, escuchado con respeto y veneración.

Probado por los sufrimientos, por los años y por el trabajo, muchas veces ha pedido al papa poder regresar al convento para prepararse, rezando, a la muerte. Súplica jamás acogida. "Es suficiente su sombra para gobernar la diócesis", respondía el papa. Al final, León XII en 1823 lo complace. Pero sólo en parte. Lo quiere, en efecto, en su residencia para consuelo espiritual, como su consejero y confesor. El 21 de noviembre de 1823 Vicente deja Macerata entre el llanto general. Partiendo confía: "Macerata la he amado siempre y he sido amado. Macerata la llevo en el corazón". Luego se quita el anillo episcopal, lo entrega al limosnero diciendo: "Es la única cosa que me queda. Véndalo y den lo recaudado a los pobres".

El papa lo requiere en diálogo cada día. Con él va estudiando una reforma de la diócesis de Roma y de toda la iglesia. Lo veneran todos. Los cardenales encontrándolo se arrodillan pidiendo la bendición. Del palacio pontificio se acerca diariamente a la iglesia de los Santos Juan y Pablo donde ha sido consagrado obispo: se detiene en oración sobre la tumba del fundador sumergiéndose en grandes recuerdos; se entretiene en amable diálogo con los hermanos. En el mes de diciembre el papa se enferma gravemente. Vicente es llamado para administrarle el viático. Es la medianoche del 23 de diciembre de 1823. El diálogo es de aquellos que se deben recordar. El papa, apenas lo ve lo abraza y le susurra: "Vicente mío, yo creía hacerte santo, pero algún otro pontífice lo hará". Y Vicente: "Ánimo santidad; el Señor no privará a la iglesia de su pastor en tiempos tan difíciles. Hay una persona que ofrece la vida para vuestra curación". Al amanecer del día 24 Vicente celebra la misa y se ofrece víctima por la salud del papa.

Al terminar la misa el papa sorprendentemente queda curado. Habrá vivido, como predicho por Vicente, aún 5 años y 4 meses. Es el mismo León XII que anota la profecía. Vicente, en cambio, se enfermó de improviso, muere una semana más tarde, el primero de enero de 1824 día de su 79 cumpleaños. Mártir de la caridad y del altruismo. Sepultado en la iglesia de los Santos Juan y Pablo, junto al fundador, es declarado santo en 1950. Desde 1957 descansa en "su" Macerata, donde había sido pastor celoso y venerado durante 22 años.

Domingo semana 25 de tiempo ordinario. Ciclo A

Domingo de la semana 25 de tiempo ordinario; ciclo A

Lo más importante en la vida no son nuestros méritos sino acoger el amor que Dios nos da
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: -Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. El les dijo: -Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: -Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. El replicó a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (Mateo 20,1-16).
El reino de los cielos es semejante a un amo de casa que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña…”  Gracias, Jesús, por contarnos la parábola de los trabajadores de la viña, donde “es Dios quien llama al hombre al trabajo y que el trabajo debe contribuir a la plasmación continua del mundo según el proyecto del mismo Dios. Todo tipo de trabajo humano, todas sus variantes, están incluidas en la parábola evangélica. En el punto de partida esta parábola incluye la llamada al hombre a redescubrir el significado del trabajo, teniendo presente el designio salvífico de Dios”, señalaba Juan Pablo II en 1981; y, al plantearse qué es el trabajo, añadía: “es una prerrogativa del hombre-persona, un factor de plenitud humana que ayuda precisamente al hombre a ser más hombre. Sin el trabajo no solo no puede alimentarse, sino que tampoco puede autorrealizarse, es decir, llegar a su dimensión verdadera. En segundo lugar y consecuentemente, el trabajo es una necesidad, un deber que da al ser humano, vida, serenidad, interés, sentido. El Apóstol Pablo advierte severamente, recordémoslo: ‘el que no quiera trabajar, no coma’ (2 Tes 3,10). Por consiguiente cada uno está llamado a desempeñar una actividad sea al nivel que fuere, y el estar ocioso y el vivir a costa de otros quedan condenados. El trabajo es, además, un derecho, ‘es el grande y fundamental derecho del hombre’”.
El trabajo llega a ser igualmente un servicio, de tal modo que “el hombre crece en la medida en que se entrega por los demás". Y de esta armonía se beneficia no sólo el individuo sino también la misma sociedad.
Añadía el Papa que hay en el trabajo un “significado último en el designio salvífico de Dios”, donde “no sólo debemos dominar la tierra, sino también alcanzar la salvación. Por tanto, al trabajo está vinculada no sólo la dimensión de la temporalidad, sino también la dimensión de la eternidad”.
La horas de contratación son: 6 de la mañana (amanecer, hora primera, prima), 9 (media mañana, hora tercera, tercia), 12 (mediodía, hora sexta), 3 de la tarde (media tarde, hora novena, nona), 5 de la tarde (caer de la tarde, hora undécima). Los judíos computaban las horas diurnas de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Después de contratar también a los de última hora, acaba el trabajo y viene la hora de cobrar. “Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno”. Y los trabajadores se quejan… es la queja que oímos del hijo mayor en la parábola del padre misericordioso que acoge al hijo pródigo, y de tantos otros que oponen la justicia de Dios, tal como los hombres la conciben, y su comportamiento misericordioso. Si pensamos distinto, tendremos que cambiar nuestro modo de pensar… "Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos".
"¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno?", Jesús, das el golpe de gracia a un concepto de Dios y de su retribución al modo humano.
“Es tentación del hombre de todos los tiempos juzgar los planes de Dios, conforme a las propias categorías. Dios desborda nuestros pensamientos. Por eso, el hombre ante Dios ha de ser humilde y sencillo, confiado en su Amor a cada uno de nosotros, que ha llamado a la existencia y a su Reino.
En un mundo donde todo se cobra y todo se paga qué difícil es comprender, aceptar y vivir la gratuidad con los demás y con Dios” (Catecismo, 543).
La recompensa divina, un denario, excede de tal manera el esfuerzo realizado por nosotros, que quien ha sido llamado al alba no puede pensar que tiene más méritos que quien fue convocado a mediodía o en el crepúsculo de su vida.  
Jesús, veo que cuentas esta parábola luego de tu encuentro con el joven rico, y quiero aprender el contexto de lo que cuentas, para la mejor comprensión del texto. Acabas diciendo: "Todos los que hayan dejado esposa... por causa mía, recibirán la herencia de la vida eterna. Ahora bien, muchos que son primeros, serán últimos y muchos que son últimos, serán primeros". Dices a los discípulos que son los primeros, pero pueden ser últimos. Y lo repites hoy al final de la parábola: "Así es como los últimos serán los primeros y los primeros los últimos". Dices a tus discípulos que ellos pueden ser los últimos. Esta es la pauta de interpretación.
El Talmud de Jerusalén contiene un relato parecido en la forma a la parábola que hemos escuchado. Se trata del discurso funerario que pronuncia un rabino al sepultar a un joven maestro de 28 años. En él se cuenta cómo un rey contrató obreros para su viña y también pagó a todos lo mismo. Pero, ante las protestas, su contestación fue: éste ha trabajado en dos horas más que vosotros en todo el día. El joven rabino difunto había hecho más en 28 años que muchos doctores en cien. Se le premiaba la cantidad de trabajo que fue capaz de realizar en poco tiempo. La forma narrativa, como se ve, es bien similar, pero el fondo es muy distinto: mientras el discurso rabínico habla de mérito, la parábola de Jesús se refiere a la gracia. En el primer caso, la causa del premio está en el trabajo de quien lo recibe; en el segundo, en la bondad del que lo otorga. En alguna ocasión, la liturgia de la misa recoge en sus oraciones: no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad. Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Exigimos normas cuyo cumplimiento diferencie a los buenos de los malos. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Tardamos en comprender que la traducción no es: "Paz a los hombres de buena voluntad", sino: "Paz a los hombres que Dios ama". Tampoco hay conexión entre culpa y desgracia. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley. Necesitamos que existan los malos para podernos calificar de buenos. De esta forma, el amor al hermano se torna imposible (“Eucaristía 1990”).
2. Los planes divinos subvierten los nuestros, son siempre más altos de lo que podamos aspirar, por eso es muy pobre la visión que algunos tienen del cielo, de estar con un arpa aburrida rodeado de ángeles… prefieren su egoísmo sin darse cuenta que le degrada, y como les gusta lo malo, prefieren su “infierno”, en lugar de aspirar a mejorar su gusto… es como estar en la mejor representación de una Opera con los auriculares escuchando la peor música. Por eso dice el profeta: “Buscad al Señor mientras se le encuentra,  invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes”.
El malvado, ¿para qué vive, para qué trabaja si luego está la nada, lo absurdo? El salmista despierta en nosotros una idea que será central en el Evangelio: Dios es amor. Y por eso sale de nosotros alabarle: “Día tras día te bendeciré, Dios mío, y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”.
3. San Pablo viene a decirnos que la muerte es el paso a algo mucho mejor, y que si prefiere seguir viviendo aquí es para el servicio a los demás: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger”… Pablo deja el asunto en las manos de Dios y acepta su voluntad en cualquier caso, pues todo contribuye tanto la vida como la muerte, para bien de los que se salvan. Lo importante es que los cristianos vivan dignamente y conformen su conducta a las enseñanzas del Señor. A través del amor podremos llegar a comprender y a desear con realismo vivir el estilo de vida que vive ya Jesús. Desde la cárcel, el Apóstol está olvidado de su destino, pensando sólo en hacer el bien, ha logrado desprenderse del ego para vivir la vida de verdad.
Llucià Pou Sabaté
Nuestra Señora de la Merced. San Vicente María Strambi, obispo

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

En castellano se le ha llamado en plural, Virgen de las Mercedes, que no corresponde con el sentido originario de la advocación.
El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.
MARÍA Y PEDRO NOLASCO
Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenéis vuestra fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenad en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" (Mt 6,20).
Año 1203. El laico, Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman cofradías-para recaudar la "limosna para los cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota y Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda.
LE RESPONDE LA VIRGEN
Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Nolasco le dice a María:
-¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?:
-“Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecía de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:”Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma”:
-¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?:
-“No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregaciónn en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos."
LA INSTITUCION NUEVA
Pedro Nolasco, funda la congregación, apoyado por el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús, el liberador de la humanidad y en la Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, mercedarios. El Padre Antonio Quexal, siendo general de la Merced en 1406, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".
EN LA CATEDRAL DE BARCELONA
El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la congregación mercedaria.
LA VIRGEN DE LA MERCED, LA FUNDADORA
El título mariano de la Merced tiene su origen en Barcelona, España, cuando muchos eran cautivos de los moros y en su desesperación y abandono estaban en peligro de perder la fe . La Virgen de La Merced, manifesta su misericordia por para atenderlos y liberarlos. La talla de la imagen de la Merced venerada en la basílica de la Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo sedente, como las románicas. He subido piadosamente a su camarín y he comprobado su aspecto imponente por su talla extraordinaria e impresionante. El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.
ACTUALIDAD DEL CARISMA
El carisma mercedario de liberar a los cautivos sigue siendo tan necesario como siempre. María ofreció todo su ser para que viva el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del Magníficat (Lc 1, 46), María expresa la liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II dijo que "María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad". La Virgen continúa velando por sus hijos cautivos de Satanás (LG 62) y nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para que su Hijo viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos enseñará como hacerlo.
DIOS PADRE DE MISERICORDIA, MARÍA MADRE DE MISERICORDIA.
Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de Misericordia. Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo todo por amor. "Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis sido tomados, las entrañas de la Madre de Dios" - Las obras de misericordia que la Virgen pidió incluyen la visita, el acompañamiento y la ayuda a los que salen de la cárcel.
UNA CONGREEGACION LAICAL
Así fue en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. en Barcelona. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Salían cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.
CUARTO VOTO
Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara a pagar su redención. Así lo hizo San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios. El Papa Gregorio IX aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General. El rey Jaime decía que la conquista de Valencia, se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada triunfo que obtenía lo atribuía a sus oraciones.
DESCANSA YA, SIERVO BUENO Y FIEL
Pedro Nolasco, a los 77 años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". y se durmió en el regazo de la Virgen. Su intercesión logró muchos milagros y fue canonizado en 1628.
En el año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha el 24 de septiembre.
ORACION
Virgen y Señora nuestra de la Merced,
a ti suplicamos que, mediante tu maternal intercesión ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que experimentemos en nosotros la alegría de la salvación. Amén
ORACION
María, Merced de Dios, regalo de Cristo a los hombres. La Trinidad Santa te envió a Barcelona, mensajera de libertad y misericordia, para, por medio de Pedro Nolasco, mostrarte corredentora, mediadora, Madre de todos, ternura de Dios para los pobres.
Madre de la Merced, enséñanos a valorar nuestra fe cristiana, haznos capaces de amar con caridad mercedaria, conviértenos en portadores de paz.
Que tus besos derritan la violencia que nos envuelve, hasta que recuperemos, en tu regazo materno, la ilusión de familia, transformado el mundo en un hogar.
Bendice esta ciudad tuya, que te proclama patrona y princesa y gusta, enamorada, de llamarte madre.

SAN VICENTE MARIA STRAMBI, OBISPO

Poco antes de su muerte, Pablo de la Cruz quiere que esté cerca de sí el padre Vicente. Le estrecha afectuosamente las manos y lo mira fijamente a los ojos. “Padre Vicente, le dice, te encomiendo la Congregación”. A la comprensible sorpresa de Vicente, añade motivos de mayor maravilla. “Harás cosas grandes, harás mucho bien”. Vicente tiene solamente treinta años, es pasionista apenas hace seis. No faltan religiosos maduros, expertos, ejemplares. Pero Pablo quiere confiar su congregación a él, al joven Vicente. Y ve bien el fundador. Vicente: un religioso que ilumina con la ciencia y la bondad los comienzos de su congregación; un obispo, ejemplo de heroica fidelidad al papa. Santo, misionero, teólogo, guía espiritual, marca los últimos veinte años del setecientos y el primero del ochocientos. Famoso en Italia, incluso popular en Roma.
¿Tarea difícil? Está Vicente
Hijo del farmaceutico José Strambi y de Eleonor Gori, Vicente nace en Civitavecchia (Roma) el 1 de enero de 1745. De sus padres hereda una fe sencilla y un particular amor hacia los pobres, que lo caracterizará durante toda su vida. El padre colma de consistentes donaciones a la cofradía del nombre de Jesús a la que está inscrito; perdona, con frecuencia, deudas y ha depositado una considerable cantidad de dinero para la educación y el futuro de las jóvenes necesitadas. Vicente no es menos. El padre, además, lo debe incluso frenar la excesiva generosidad. La madre ve con alegría la vocación sacerdotal del muchacho; no así su padre que, aún siendo cristiano irreprochable, alimenta totalmente otros proyectos para aquel hijo único suyo (dos hermanitos y una hermanita alegran durante poquísimo tiempo la familia Strambi). Entre tanto, en el seminario de Montefiascone (Viterbo), Vicente comienza la formación filosófica, teológica y bíblica atrayéndose la admiración de los superiores y condiscípulos por la vivaz inteligencia y por la distinguida piedad.
Se traslada a Roma y luego a Viterbo para perfeccionarse en la sagrada elocuencia y en otras disciplinas. Al padre dice que su única herencia es el Crucificado: destina, pues, a otros el patrimonio familiar. Ordenado subdiácono a los 21 años, es llamado por el obispo de Montefiascone para la tarea de prefecto del seminario, tarea que Vicente ejerce haciéndose querer bien por todos. Pero no deja de estudiar, convencido que ciencia y santidad son esenciales para la misión sacerdotal. A los 22 años es nombrado rector del seminario de Bagnoregio (Viterbo). El 29 de diciembre de 1767, incluso antes de cumplir los 23 años, es ordenado sacerdote.
Advirtiendo cada vez más clara la vocación a la vida religiosa, pide entrar primero con los padres de la Misión, y luego con los Capuchinos. Los primeros no lo aceptan porque es débil de salud, los segundos porque es hijo único. En Civitavecchia, durante una misión, Vicente conoce a Pablo de la Cruz y queda fascinado por su santidad y su ardor misionero. Lo vuelve a ver en el convento de San Ángel de Vetralla (Viterbo) donde hizo los ejercicios espirituales en preparación al sacerdocio. En la circunstancia se entretuvo con él en amable conversación. Pide, entonces, entrar con los Pasionistas. En 1768, muy joven sacerdote, es recibido por el mismo Pablo. Pero antes ha tenido que vencer grandes dificultades suscitadas por el papá que ya de mala gana lo había visto partir para el seminario y que no logra asumir un golpe aún más duro. El señor José escribe al mismo fundador expresando todo su desacuerdo. Se dirige también al cardenal Santiago Oddi, obispo de Viterbo, para que convenza al hijo a dejar Monte Argentario (Grosseto), donde el joven ya es novicio con el nombre de Vicente María. Pero inútilmente. Por último, el padre se resigna y establece relaciones amigables con Pablo.
Emitida la profesión religiosa el 24 de septiembre de 1769, Vicente comienza a predicar ejercicios espirituales al clero y misiones al pueblo, para lo cual manifiesta aptitudes sobresalientes. Pero pronto es obligado a reducir las predicaciones. En 1773, en efecto, es llamado a Roma en la casa general de los Santos Juan y Pablo para la tarea de profesor y director de los estudiantes teólogos. Vicente reserva particulares atenciones a los jóvenes, esperanza de la nueva congregación. Está atento a su salud, los guía espiritualmente, los forma en la sana teología.
Es, ciertamente, de los más grandes misioneros del siglo. Por deseo del papa predica con frecuencia en Roma en iglesias importantes y en momentos, incluso, difíciles. Para la apertura del año santo de 1775 Clemente XIV le encarga predicar al pueblo romano en la iglesia de Santa María en Trastévere. La elección es felicísima. Entre los oyentes está el mismo pontífice. Siempre, por el papa es llamado a dirigir más veces los ejercicios espirituales a los cardenales, a los obispos, a los prelados de la curia Romana y de la corte pontificia, al clero de la capital. Ya lo conocen todos. Lo llaman simplemente “el predicador pasionista santo”. Sus predicaciones están, con frecuencia, acompañadas de hechos prodigiosos. Tiene el don de la profecía, lee el interior de los corazones. El 13 de enero de 1793 en Roma es asesinado Hugo de Basville, diplomático, representante de la revolución francesa. Con el pretexto de visitar los monumentos, andaba desarrollando actividad sediciosa. El pueblo va a la plaza, amenazante y tumultuoso, durante varios días. Se le pide a Vicente, a nombre del papa, hacer algo. Las palabras de Vicente, ya bien conocido, obtienen el resultado esperado. A él acuden los papas para la solución de casos particularmente delicados. Tan grande es la fama de la que goza que, según fuentes autorizadas, en el atormentado conclave en Venecia que elige papa a Pío VII, es propuesta, incluso su candidatura y 5 de los 34 cardinales dan el propio voto a él, siendo un simple religioso pasionista.
Dentro de la congregación ejerce el oficio de profesor de teología, director de los estudiantes. Cubre el cargo de superior, de provincial, de consultor general. Pero se hace siervo de todos, se adapta a los trabajos más humildes presentándose, incluso, en los trabajos de la cocina y de la huerta. No quiere ninguna distinción. Tiene cualidades extraordinarias para consolar a los afligidos y para suscitar fervor y devoción en el corazón de los hermanos y de los fieles. Escribe también algunos textos escolares y libros de contenido espiritual. Digno de especial mención, es el “Mes de la preciosísima Sangre” testimonio e irradiación directa de su espiritualidad pasionista. Y luego, su obra magistral: la admirable biografía de Pablo de la Cruz. La escribe, como dice él mismo, de rodillas y permaneciendo en la celda habitada por el santo en el convento vecino a San Ángel de Vetralla. Allí se admira su competencia de historiador y teólogo, pero, sobre todo, una extraordinaria inspiración espiritual. Caso raro: un santo, biógrafo de otro santo. Es postulador de la causa de Pablo; encargo que llevará a cabo, incluso, siendo obispo.
Eminente director espiritual guía, sea a personalidades sobresalientes que a gente de modesta condición. Algunos nombres: el fundador de los misioneros de la Preciosísima Sangre, san Gaspar del Búfalo, la beata Ana María Taigi, la venerable María Luisa Maurizi, la venerable María Clotilde Adelaida de Saboya, esposa de Carlos Emmanuel IV rey de Cerdeña. Vicente interviene también en la conversión de Paulina Bonaparte hermana menor de Napoleón. Mujer tan hermosa como depravada, luego de un diálogo con él, cambia de vida dedicándose a obras de bien.
Con el Papa. Por el Papa
En 1801 Pío VII lo nombra obispo de Macerata y Tolentino. Vicente corre personalmente a él manifestándole el deseo de permanecer en convento y de continuar en la vida de misionero itinerante. Pero el papa no cede. Le asegura: “Sábete que nadie se ha interesado para elegirte; lo he hecho yo espontáneamente, por mi personal conocimiento, por inspiración divina”. Vicente se resigna. Consagrado obispo el 26 de julio, el 31 parte para Macerata, separándose “con angustia de espíritu” de los hermanos. En Macerata comienza inmediatamente aquel trabajo que renovará el rostro de la diócesis. Apenas llegado, visita a los párrocos, las cárceles, los hospitales, los monasterios; organiza una misión popular en la que participa él mismo. Vive una vida austera y penitente. Pobre, los pobres serán su atención constante. “Los pobres son mis patrones, dice. Yo no soy sino su ecónomo”. Es acuñada por él la frase hoy frecuente: “Oír el clamor de los pobres”, los pobres gritan, gritan”. Padre dulce y exigente. Durante la visita pastoral rehúsa fiestas y comidas especiales. Quien no se adecua paga una multa; la relativa cantidad es devuelta a los pobres. Atenciones continuas reserva para el seminario. Favorece la vida religiosa. Santo, estimula a la santidad. Elimina escándalos y abusos: no teme tomar duras disposiciones cuando el caso lo amerita. El episcopado está abierto a todos. Comprensible la aprehensión de alguno cuando se difunde la noticia de su posible transferencia. Se hace intérprete el vice – comisario pontificio de Tolentino con una carta a la secretaría de Estado.
Para la iglesia, entre tanto, se condensan nubes amenazadoras. En 1805 Napoleón Bonaparte comienza a ocupar el estado pontificio. Las tropas francesas entran, incluso, en Macerata. Requerido hacer juramento de fidelidad al emperador, Vicente rehúsa, declarándose fidelísimo al papa. Es condenado al exilio. El 28 de septiembre de 1808 Macerata saluda llorando a su obispo deportado primero a Novara y luego a Milán. Pero su santidad tiene manera de resplandecer, aún, en el exilio: consuela, alienta a otros obispos exiliados como él. Lo llaman “obispo pasionista santo”. Nada más normal que Vicente llegue a ser confesor requerido, consejero autorizado y buscado sea por laicos que por eclesiásticos. Predica frecuentemente al clero, a los seminaristas, a los hermanas.
Napoleón suprime también las congregaciones religiosas. Los Pasionistas se ven obligados a regresar a sus propios pueblos de origen. La prueba es durísima. Vicente está cerca, incluso, de sus hermanos gozando por la ocasión de particulares permisos obtenidos en secreto del papa. Pero no olvida su diócesis: la lleva en el corazón, la sigue con afecto. A los pobres de Macerata hace llegar señales tangibles de su recuerdo y de su amor. Antes de salir de Macerata había dicho que el exilio habría durado menos de seis años; Así sucede. El ocaso de Napoleón devuelve la libertad a la iglesia y a los obispos el derecho de ejercer su ministerio. Vicente regresa a Macerata el 14 de mayo de 1814 acogido con entusiasmo. Antes de llegar se detiene en Ancona donde se encuentra con el papa Pío VII, también, él conducido al exilio. Los dos se abrazan conmovidos. El papa, dos días después, pasa por Macerata: saluda al obispo y lo elogia por su fidelidad haciendo aún más plena la alegría de todos.
Como fácilmente se advierte, la diócesis ha resentido de modo evidente la ausencia de su pastor. Vicente debe comenzar nuevamente una obra de reconstrucción moral y espiritual. Tiene 70 años y, si bien, las fuerzas están ya al final, no las ahorra. Animosamente va al encuentro, primero de Joaquín Murat y luego con el general Federico Bianchi comandante de las tropas austriacas: la ciudad se salva por mérito de su obispo. Y llamarlo “padre de la ciudad” es lo mínimo que puedan hacer. Se acerca personalmente a los enfermos y moribundos, golpeados por una terrible epidemia y por la carestía, para llevar los sacramentos y una palabra de consuelo y de esperanza. Para quitar el hambre a los pobres, pide limosna a los nobles conocidos en Milán durante el exilio y vende los objetos sagrados de la iglesia. Abre un hospicio para ex prostitutas y un conservatorio para las jóvenes en peligro. Se dice, y con razón, que Vicente es para Macerata lo que san Carlos Borromeo para Milán. Aún en medio de tantas ocupaciones, no deja de predicar misiones y ejercicios espirituales, solicitado con insistencia, acogido con alegría, escuchado con respeto y veneración.
Probado por los sufrimientos, por los años y por el trabajo, muchas veces ha pedido al papa poder regresar al convento para prepararse, rezando, a la muerte. Súplica jamás acogida. “Es suficiente su sombra para gobernar la diócesis”, respondía el papa. Al final, León XII en 1823 lo complace. Pero sólo en parte. Lo quiere, en efecto, en su residencia para consuelo espiritual, como su consejero y confesor. El 21 de noviembre de 1823 Vicente deja Macerata entre el llanto general. Partiendo confía: “Macerata la he amado siempre y he sido amado. Macerata la llevo en el corazón”. Luego se quita el anillo episcopal, lo entrega al limosnero diciendo: “Es la única cosa que me queda. Véndalo y den lo recaudado a los pobres”.
El papa lo requiere en diálogo cada día. Con él va estudiando una reforma de la diócesis de Roma y de toda la iglesia. Lo veneran todos. Los cardenales encontrándolo se arrodillan pidiendo la bendición. Del palacio pontificio se acerca diariamente a la iglesia de los Santos Juan y Pablo donde ha sido consagrado obispo: se detiene en oración sobre la tumba del fundador sumergiéndose en grandes recuerdos; se entretiene en amable diálogo con los hermanos. En el mes de diciembre el papa se enferma gravemente. Vicente es llamado para administrarle el viático. Es la medianoche del 23 de diciembre de 1823. El diálogo es de aquellos que se deben recordar. El papa, apenas lo ve lo abraza y le susurra: “Vicente mío, yo creía hacerte santo, pero algún otro pontífice lo hará”. Y Vicente: “Ánimo santidad; el Señor no privará a la iglesia de su pastor en tiempos tan difíciles. Hay una persona que ofrece la vida para vuestra curación”. Al amanecer del día 24 Vicente celebra la misa y se ofrece víctima por la salud del papa.
Al terminar la misa el papa sorprendentemente queda curado. Habrá vivido, como predicho por Vicente, aún 5 años y 4 meses. Es el mismo León XII que anota la profecía. Vicente, en cambio, se enfermó de improviso, muere una semana más tarde, el primero de enero de 1824 día de su 79 cumpleaños. Mártir de la caridad y del altruismo. Sepultado en la iglesia de los Santos Juan y Pablo, junto al fundador, es declarado santo en 1950. Desde 1957 descansa en “su” Macerata, donde había sido pastor celoso y venerado durante 22 años.