viernes, 3 de mayo de 2024

JUEVES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: por el amor de Jesús entramos en el amor que tiene con el Padre, por la obediencia y la fe

JUEVES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: por el amor de Jesús entramos en el amor que tiene con el Padre, por la obediencia y la fe

 

A. Lecturas:

   1. Hechos de los apóstoles 15, 7-21: "En la asamblea de Jerusalén, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los ancianos: Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran... Pero Dios no hizo distinción entre ellos (gentiles) y nosotros... Creemos que tanto ellos como nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús.

   Luego, toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que les contaron los signos y prodigios que habían hecho entre los gentiles con la ayuda de Dios. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión... y añadió: a mi parecer no hay que molestar a los gentiles que se convierten; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría..."

   2. Salmo: 95, 1-2a.2b-3.10 Contad a los pueblos la gloria del Señor. «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos: "El Señor es Rey. Él afianzó el orbe y no se moverá. Él gobierna a los pueblos rectamente"».

   3. Jn 15,9-11: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».

 

B. Comentario:

   1. Seguimos hoy con aquel primer Concilio; se proclama que "Dios no hizo distinción entre ellos (gentiles) y nosotros... Creemos que tanto ellos como nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús". Pedro dirá que la Ley antigua es irrelevante para la salvación. Como comentará S. Efrén: "todo lo que Dios nos ha dado mediante la fe y la Ley lo ha concedido Cristo a los gentiles mediante la fe y sin la observancia de la Ley". Pedro aparece como garante de la fe de sus hermanos (Hechos 15,7-21).

   2. El anuncio de las maravillas que ha hecho Dios tiene una proyección universal, como cantamos en el Salmo (96/95): «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra… bendecid su nombre. Proclamad día tras día su victoria». La invitación de toda la tierra a alabar a Dios es el "cántico nuevo": la llamada de todos a la salvación. Por este motivo, ya la Carta de Bernabé enseñaba que «el reino de Jesús está sobre el madero» y el mártir san Justino, citando casi íntegramente el Salmo en su Primera Apología, concluía invitando a todos los pueblos a exultar porque «el Señor reinó desde el madero» de la Cruz: «el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

   3. « Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: Permaneced en mi amor…» ¡Es maravilloso saberme amado por ti, Señor, hasta el punto que pones este amor en relación con el que os tenéis tú con el Padre". «Como el Padre me amó, así os he amado yo.» Jesús, tengo ganas de sondear el amor del Padre y Tú, que imagino inmenso, tierno, entrañable. Me sirve para ello el libro de los Proverbios, cuando contempla tu Sabiduría hablando del Padre, antes de la creación: «yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo» (Prov 8,30). Así nos amas también a nosotros por eso quizá añades que «jugando por el orbe de su tierra, mis delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).

   «Permaneced en mi amor.» Ayúdame, Jesús, a guardar tus mandamientos, para permanecer en el amor: «Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (...). Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de «las diez palabras». Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios» (Catecismo 2083).

   "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor"… Tengo que guardar tus mandamientos, Jesús, como tú los del Padre; lo entiendo. Quiero introducirme en esa lógica divina. Si te amo, comprendo todo. Me hablas de tu amor al Padre y de a qué te lleva ese amor: «El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» (Jn 8,29). El Padre te proclamó bien alto en el Jordán como quien le complace: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido» (Mc 1,11) y, más tarde, en el Tabor: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7). Tú has respondido, «Abbá», ¡papá! Y ahora nos revelas que entramos en ese torrente de amor divino: «como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros». Ayúdame, Señor, a mantenerme en su amor, a cumplir tus mandamientos, a amar la Voluntad del Padre. Ya sé que en algún momento te costó, cuando dirás al cabo de un rato: "Si es posible que se aleje de mí este cáliz", en el huerto de los olivos. Y añadiste: "Pero, Padre, no lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieres." También diré yo en el Padrenuestro: "Hágase tu voluntad" (Lluís Raventós).

    "Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo". Tú nos das, Jesús, el secreto de la felicidad, del gozo. Una receta tuya, y yo me fío pues "Tú eres el «inventor», y por ello sabes mejor que nadie cómo funciono, y qué efectos tienen en mí mis propias acciones. Tú sabes bien lo que, en el fondo, me perfecciona como persona o me envilece" (P. Cardona). Tu gozo, Jesús, es ser amado y amar. Haz que como tú, Dios sea la fuente de mi gozo.

   La fuente de todo amor es el Padre, que ama a Jesús y Jesús al Padre. Ahí es donde entramos, al amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus mandamientos, entramos en la relación de Jesús que permanece en el amor al Padre, cumpliendo su voluntad. Y esto lleva a la alegría plena: «que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». La alegría brota del amor y de la fidelidad con que se guardan en la vida concreta las leyes del amor.

   Hay un himno litúrgico que tiene dos versiones: "Donde hay verdad y amor allí está Dios", pero se ha hecho quizá más famosa esta otra: "Donde hay caridad y amor, allí está Dios", uniendo ambos amores –a Dios y al prójimo- que es en lo que está nuestro gozo, al tener a Dios: los dos amores son inseparables, y Jesús dijo también que Él está en medio de los que se reúnen en su Nombre. No hay mayor gozo que saberse amado así, y por eso pedimos en la Colecta: «Señor Dios Todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos has hecho pasar de la muerte a la vida y de la tristeza al gozo; no pongas fin a tus dones, ni ceses de realizar tus maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella».

   Nada vale la pena si nos aparta de Dios. A veces me despisto… y pierdo la cabeza. Ayúdame Tú, Jesús. Yo, por mi parte, te prometo poner todos los medios a mi alcance: si la peor de los apegamientos es la codicia, dame vigilancia de la vista para no envidiar nada que no me corresponda; dame cuidar de la salud y atención del cuerpo, sin excederme; trabajar con perfección; acudir con regularidad a los sacramentos (Pan y Palabra, hostia y oración); nutrirme de buenas lecturas; y un confiado amor a santa María, madre de Dios y madre mía.

Llucià Pou Sabaté

 

jueves, 2 de mayo de 2024

MIÉRCOLES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: permanecer como sarmientos unidos a la Vid que es Cristo, y a la Iglesia en la unidad de Pedro.

MIÉRCOLES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: permanecer como sarmientos unidos a la Vid que es Cristo, y a la Iglesia en la unidad de Pedro.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 15, 1-6: "En aquellos días, unos [judeocristianos] que vinieron de Judea a Antioquía enseñaban a los hermanos que si no se circuncidaban, según la ley de Moisés, no podían salvarse. Este hecho provocó un altercado y fuerte discusión entre Pablo y Bernabé y ellos, y, a causa de esto, decidieron en la Comunidad que Pablo, Bernabé y algunos otros se fueran a Jerusalén para tratar la cuestión con los apóstoles y demás responsables. Decidieron que Pablo y Bernabé, con algunos otros, acudieran a los Apóstoles y presbíteros en Jerusalén, para tratar de esta cuestión.

   Así pues, ellos, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaría, narrando con detalle la conversión de los gentiles y causando gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia y los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien, y ellos contaron lo que habían hecho con la ayuda de Dios. Tras oírles, algunos fariseos que habían abrazado la fe intervinieron diciendo que era necesario circuncidar a los convertidos y obligarles a cumplir la ley de Moisés. Entonces los apóstoles y demás responsables se reunieron para estudiar el asunto".

   2. Salmo 122/121, 1-2.3-4a.4b-5: «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor. Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David».

   3. Jn 15,1-8: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

 

B. Comentario:

    1. Hoy vemos el primer «Concilio» de Jerusalén, sobre la permanencia de las costumbres judías, o la "innovación" del nuevo injerto. Ya no es una cuestión física, biológica, la pertenencia al nuevo pueblo de Dios: "no han nacido de la carne, ni de la sangre, sino de Dios", por la fe, dirá S. Juan. Desde entonces, hay una evolución histórica, como el hombre es histórico. La Iglesia está asistida por el Espíritu Santo, y hay una renovación en la tradición, posturas en la Iglesia que han de dialogarse, nunca buscar imponerse; y siempre en la unidad con el Papa. San Efrén glosa así las palabras que Cristo dirigió a Pedro: "Simón, mi Apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro, porque tú sostendrás todos los edificios; tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra... Tú eres el manantial de la fuente, de la que emana mi doctrina; tú eres la cabeza de mis Apóstoles... Yo te he dado las llaves de mi reino"».

   2. Señor, quiero cantar con el salmo de hoy la peregrinación a Jerusalén, donde vemos hoy que van los apóstoles, a la casa del Señor, a buscar la fortaleza en la fe: «Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor"... Rezamos en la Colecta,  buscando esta luz, la Verdad: «¡Oh Dios!, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido; atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error».

   Acabamos con este propósito de oración, pues «la tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: «Sin mí, no podéis hacer nada» (Catecismo 2732).

   Yo veo que quiero con mi vida ayudar a los demás… Ayúdame, Jesús, a dar fruto, y para eso no separarme nunca de Ti y así glorificar al Padre: «En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.»

   3. El Evangelio nos trae algo muy de la cultura hebrea, la imagen de la viña, para expresar el desvelo amoroso de Dios para con su pueblo (la "viña"). Es una de las parábolas más "ricas" y expresivas: "Jesús dijo a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador". Ahora vemos que el pueblo es su Cuerpo, todos estamos unidos a Jesús como Cabeza de este Cuerpo: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada». Por un lado, somos otros Cristos unidos a Él como cabeza de la Iglesia. De otro, nos identificamos con Él, para ser Cristo, pues Dios sólo tiene un Hijo. ¿Cómo compaginar ese ser "otros Cristos" (alter Cristus) con ser al mismo tiempo "el mismo Cristo" (ipse Cristus)? Son las dos líneas de nuestro pobre pensamiento: por un lado, somos Iglesia, y con ella hijos de Dios en el Hijo, por el bautismo y ese "endiosamiento" por el que Cristo es "primogénito entre muchos hermanos" (otros Cristos, con Él). Por otro lado, el camino es la identificación con Él, pues ser cristiano no es seguir un libro sino una Persona, que vive en nosotros y "gime dentro de nosotros: abbá, Padre" (Gal 4,6). Él nos hace clamar también, en esa "sinergia" que es su inhabitación, que podamos también "nosotros clamar: abbá, Padre" (Rom 8.15). Es "el mayor" de los hermanos en la fe, y está en mí como "lo más íntimo de mi interior". Jesús, sé que si estoy unido a ti, alimentado de tu savia, creceré, daré fruto. Si no, me pierdo (soy "cortado").

   San Ignacio de Antioquía nos anima: «Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre». El medio de esta identificación, nos lo dice Santa María, Madre nuestra: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5).

   "A todo sarmiento que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto..." Señor, sé que si se poda, da más fruto… pero también sé que cuando se la poda, la viña 'llora', dicen los viñadores... algunas gotas de savia fluyen antes de que se cierre la cicatriz de mi alma. Y esto, Jesús, me duele, no me gusta… Jesús, tú poda en mí, limpia, purifica. Haz que lo entienda bien, aunque me cueste, mejorar defectos del carácter que son cualidades mal enfocadas que hay que trabajar, apegamientos a nuestro criterio (que es una polarización del ego) o a los bienes materiales (la codicia es el peor de nuestros enemigos), respetos humanos (la vergüenza viene cuando no reconocemos nuestra dignidad), detalles de comodidad o de sensualidad... Aunque nos cueste, trabajemos por quitar peso muerto, para poder volar. No hemos de tomar en consideración lo la gente denomina fracasos que no son más que procesos en el aprendizaje, enfermedades que podemos prevenir o cuidar cuando llegan pero sin preocuparnos, difamaciones pues el tiempo pone las cosas en su sitio... todo eso es la poda que necesitamos.

   Jesús es la vid y nosotros los sarmientos. Es tiempo de vendimia y los sarmientos están llenos de fruto porque ha llegado la savia del tronco, unidos a él, que nos dice: «porque sin mino podéis hacer nada».

   Todo depende de la unión contigo, Jesús: el "vino eucarístico" es tu Sangre derramada, tu "poda"…, el fruto de tu "vida", de la "vid" que eres Tú. Nosotros somos miembros de tu Cuerpo y queremos "permanecer" en Ti (nos dices esta palabra ocho veces, en esta página). Sé que no "vivo" sino en la medida de mi contigo, Señor. Ayúdame a entender tus palabras: "Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis mis discípulos". Sé que tengo en la Eucaristía el Camino: «el que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él... Como yo vivo por el Padre, así el que me coma vivirá por mí».

   "Por tanto -comenta San Agustín-, todos nosotros, unidos a Cristo nuestra Cabeza, somos fuertes, pero separados de nuestra Cabeza no valemos para nada (...). Porque unidos a nuestra cabeza somos vid; sin nuestra cabeza (...) somos sarmientos cortados, destinados no al uso de los agricultores, sino al fuego. De aquí que Cristo diga en el Evangelio: Sin mí no podéis hacer nada. ¡Oh Señor! Sin ti nada, contigo todo (...). Sin nosotros Él puede mucho o, mejor, todo; nosotros sin Él nada".

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

1 de Mayo San José, obrero, su paciencia y ejemplo en trato con Jesús y María

1 de Mayo San José, obrero, su paciencia y ejemplo en trato con Jesús y María

 

 

Evangelio (Mateo 13, 54-58): «Y, llegado a su ciudad, les enseñaba en su sinagoga, de manera que se admiraban y decían: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no viven todas entre noso­tros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta menospreciado sino en su tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros a cau­sa de su incredulidad». 

 

Comentario: Jesús era llamado «el hijo del artesano». No estuvo sin trabajar como en la época de la nobleza española que consideraban algo poco respetable el trabajo manual, y aún hoy muchos lo consideran menos respetable que ser intelectual, médico u oficios "superiores". Jesús fue carpintero, trabajador, obrero. «Por su sumisión a María y a José, así como por su humilde trabajo durante largos años en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de santidad en la vida cotidiana de la familia y del trabajo» (Catecismo Iglesia Católica 564).

San José es modelo para nuestra santificación del trabajo ordinario, de él y de su madre aprendió Jesús a hacer las cosas bien hechas, acabadas, con constancia, sin abandonos, con intención sobrenatural. San José sostenía a la Sagrada Familia con su trabajo, y también esto es importante, la responsabilidad económica sin que se caiga en la codicia de querer siempre más.


En este día dedicado a san José obrero, podemos ver que  es modelo para nosotros… ¿como reacciona ante la "duda" de que su esposa María esperaba un hijo? Nos dice escuetamente el Evangelio: "María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto".


Hay quien ha visto un sentido negativo en la conducta de María. Así Ratzinger en su libro sobre la infancia de Jesús dice: "lo que Mateo anticipa aquí sobre el origen del niño José aún no lo sabe. Ha de suponer que María había roto el compromiso y —según la ley— debe abandonarla". Aunque esta idea de que José dudó está mencionada por algún Padre de la Iglesia, me parece que repugna a una espiritualidad latina y concretamente española. Esta visión positiva en la conducta de Jesús la siguen algunos Padres de la Iglesia que hablan de que José pensó en quitarse del medio, viendo un misterio demasiado grande para él. No dudó de María, simplemente suspendió el juicio, y dejó paso a la confianza. Sabe del pacto de virginidad, que habían acordado entre los dos, respetando la intuición de María; él, seguramente por acompañarla pues la quería en la situación que ella dispusiera, respetando su compromiso con Dios, pues eso hace el amor. 

¿María le dijo lo del ángel a José? Quizá sí, y él la acompañó en su misterio escondido. Quizá se sintió entonces indigno de estar ahí por medio, que molestaba en un plan que no tenía nada que ver con él. Nos dice el Evangelio que Dios interviene en sueños por medio de un ángel que le dice: "José, hijo de David, no tengas recelo... Le pondrás por nombre Jesús, que significa 'El Señor salva'".

A nivel espiritual, veo que estos pasajes nos enseñan a saber esperar ante las dificultades, meditar en el silencio, aguantar sin dejar paso al desconcierto, esperando que se manifiesten las cosas con el tiempo, yo sigo esta norma de conducta: cuando no veo útil actuar de un modo u otro, dejo que el tiempo ponga las cosas en su sitio. Algunos hablan de esperar que nos señalen por dónde desde "arriba", esperar el "dedo" de Dios… 

 

En resumen, nos cuesta esperar y nos impacientamos, buscamos actuar enseguida porque no sabemos esperar, perdemos la calma ante las personas cuando no entendemos su modo de actuar. Dios ilumina a José en sueños, en su conciencia, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios.

Benedicto XVI dijo de que el mundo lo salva la paciencia de Dios, y lo pierde la impaciencia de los hombres. En eso sí estoy plenamente de acuerdo con él. Así, la paciencia está unida a la esperanza, y ese confiar va más allá de la razón, muestra una intuición profunda que tiene que ver con la luz pascual, que ilumina la cosas con una fuerza singular. Es un arte no dejarse llevar por las apariencias y saber esperar para ver las cosas en profundidad, con esa luz interior. Al igual que José no entendía nada nosotros tampoco entendemos nada muchas veces pero al igual que él nunca dudó podemos también nosotros no dudar, pues la duda es humana y la aceptación y la confianza es algo divino. Somos invitados a superar las suposiciones (armas del diablo) con esa luz pascual.

Podríamos resumir la devoción a san José con siete pinceladas para verlo modelo de nuestra vocación, y maestro de como tratar al Señor.

1. Hombre justo y sencillo. Así se puede definir la grandeza de su vida: santidad al alcance de todos. Nosotros queremos hacer cosas extraordinarias, soñamos en heroicidades donde demostramos lo mucho que valemos. Él, el más grande de los santos, después de María, paso inadvertido, nos habla de la grandeza extraordinaria de la vida cotidiana, que la santidad no está en hacer como en el circo las cosas cada vez más complicadas: "¡más difícil todavía!", sino en hacerlas con más amor.

2. Hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: "gracias a Dios!", y cuando iba al revés, diría: "bendito sea Dios!", de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.

3. Modelo en el amor esponsal: ama a María con el amor más puro y delicado que podemos imaginar. Lo ha pintado de edad avanzada, pero debía ser joven. El corazón sí que lo tenía muy grande, y con una pureza digna del esposo de Maria. "Participó de la plenitud de la Santísima Virgen de una manera bien singular: por su amor conyugal, por su mutua sumisión a las obras y por la comunicación de sus consolaciones interiores. La Santísima Virgen no pudo consentir que San José se viese privado de su perfección, joya y consuelos. Era bondadosísima, y por la presencia de Cristo y de los ángeles gozaba de alegrías ocultas a todos los mortales, que solo podía comunicar a su esposo amadísimo, para que en medio de sus trabajos tuviese un consuelo divino; y así, mediante esta comunicación espiritual con su esposo, la Madre intacta cumplía el precepto del Señor de ser dos una sola carne" (Isidoro de Isolano). Esta unión había de ser muy fuerte. Cuando estuve en el santuario catalán de Montserrat, un monje me comentó que la imagen que hay allí de san José joven se debía a san Josemaría Escrivá que lo imaginaba así, lleno de vitalidad. También se nos dice que san José, que moriría acompañado por María y Jesús, los acompañaría en la resurrección, cuando Jesús subió a los cielos y más tarde su madre María, también José les esperaba ya allí…

4. Padre de Jesús y nuestro. Relación misteriosa y llena de gracia, ser "padre nutricio del Verbo encarnado; fue creado y puesto en el mundo con este fin; es el objeto primero de su predestinación y la razón de todas las gracias" (R. Garrigou-Lagrange). Para nosotros, el santo Patriarca es Padre y Patrón de la Iglesia y de cada miembro de ella; a él le han sido encomendados todos los cristianos de todos los tiempo, y en la multiplicidad de las vocaciones, como cantan sus Letanías: "San José, ilustre descendiente de David, luz de patriarcas, esposo de la Virgen María (...), modelo de los trabajadores, honor de la vida doméstica, guardián de las vírgenes, apoyo de las familias, consuelo de los afligidos, esperanza de los enfermos, patrón de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Iglesia santa..."

5. Modelo de vocación eclesial. "A todos los que Dios escoge para alguna cosa, los prepara y dispone para que sean idóneos" (Santo Tomàs de Aquino). Él fue llamado a custodiar el gran Misterio, del que participó como ninguna otra persona, salvo María. Su alma fue revestida con dones eminentes, para llevar a cabo la misión extraordinaria; y dice B. Llamera que –ya que a él Dios encomendó aquello que más estimaba de este mundo- el ministerio de San José fue de tal importancia que todos los ángeles juntos no sirvieron tanto a Dios como José él solo.

6. Intercesor para el apostolado. A él acudimos para pedir más vocaciones, y la fidelidad a nuestra vocación: "cuando, por gracia divina, Dios escoge a alguien para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esta misión, lo cual se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de nuestro Señor Jesucristo y esposo de Maria" (San Bernardino de Siena).

7. Es Maestro de vida interior, y tiene mucho poder delante del Señor y delante de la Virgen María: "Quien no encuentre maestro que le enseñe oración, coja este glorioso santo por maestro, y no errará el camino" (Santa Teresa de Jesús). Lo dice aquella rogativa: "¡Oh, José!, varón bienaventurado y feliz, a quien fue concedido de ver y oír a Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y oír, y no oyeron ni vieron. Y no solamente verlo y oírlo, sino llevarlo en brazos, besarlo, vestirlo y custodiarlo: rogad por nosotros."

 

martes, 30 de abril de 2024

MARTES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: el cristiano está llamado a ser sembrador de paz y de alegría, fruto de la unión con Jesús.

MARTES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: el cristiano está llamado a ser sembrador de paz y de alegría, fruto de la unión con Jesús.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 14, 19-28: "En aquellos días llegaron [a Listra] unos judíos de Antioquía y de Icono y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrestaron fuera de la ciudad dejándolo medio muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; y él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.

   Después de predicar el Evangelio en aquellas ciudades y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, Icono y Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que es preciso que entremos en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. Después de ordenar presbíteros en cada iglesia, haciendo oración y ayunando, les encomendaron al Señor en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia; y después de predicar la palabra en Perge bajaron hasta Atalia. Desde allí navegaron hasta Antioquía, de donde habían salido, encomendados a la gracia de Dios, para la obra que habían cumplido. Cuando llegaron y reunieron a la iglesia, contaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos y que había abierto a los gentiles la puerta de la fe;  y se quedaron no poco tiempo con los discípulos.

   2. Salmo 145/144, 10-11.12-13ab.21: «Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles, que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre, por siempre jamás».

   3. Jn 14,27-31: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: 'Me voy y volveré a vosotros'. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

 

B. Comentario:

    1. Vemos hoy a Pablo apedreado, abandonado medio muerto, y "volvieron a Listra, Icono y Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que es preciso que entremos en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones". Es el misterio del martirio… del sacrificio, del dolor, que al que mira a Jesús lo salva, bien unido a Él.

   Es la conclusión del "primer viaje misionero" de san Pablo, con Bernabé, que dura unos tres años (entre los años 45 y 48). Fortalecían el ánimo de los discípulos, alentándolos a perseverar en la fe. De Jerusalén, y pasando por Siria, vemos que el evangelio ha penetrado ya en varias provincias del Imperio romano -en Asia-. Cientos de kilómetros, a pie, montados sobre asnos, en barco. Todas esas ciudades existen todavía en la Turquía actual. Ciertamente, Señor, la Fe tiene que enraizarse en una tierra, en comunidades humanas y en sus culturas, en grupos humanos. La Fe no es un tesoro material, que un día se recibe y queda tal cual... Es una vida que puede consolidarse o debilitarse... que puede crecer o morir. Pablo es consciente de ello. Retoma hacia los nuevos conversos para afianzarlos en la fe.

   Les decía: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.» Es uno de los temas esenciales de san Pablo: la aflicción. La fe no suprime la tribulación. El sufrimiento acompaña al cristiano, como a todo ser humano, pero su sufrimiento puede tener sentido: sabemos que es un «paso», un momento doloroso que conduce al Reino, es decir, a la felicidad total junto a Dios. Pablo ya se atrevía a decir esas cosas a los recién convertidos. ¿Considero yo así también mis propios sufrimientos?

   Designaron presbíteros en cada Iglesia. Pablo y Bernabé no se contentan con anunciar el evangelio. En un segundo tiempo, algunos años después de su viaje de ida, vuelven, fundan comunidades estructuradas y designan a «ancianos» para jefes de las mismas. El término «anciano» traduce el término griego "presbitre" del que vino más tarde la palabra francesa «pretre (y la del antiguo castellano "preste"). La propia Fe no puede vivirse individualmente. Es necesario vivirla en Iglesia, con otros. ¿Comparto yo mi fe con otras personas? o bien, ¿la vivo solo? ¿Qué sentido tiene para mí la Iglesia? ¿Cómo participo de la vida de la comunidad local? El sacerdote designado para presidir una comunidad de fieles, representa a Cristo, que es Cabeza de su Cuerpo místico: símbolo de la unidad, constructor de unidad y aquél por el cual se hacen "las junturas y los ligamentos, para que el Cuerpo crezca y se desarrolle" (Col 2, 19; Noel Quesson).

   2. Queremos alabarte, Señor, con este salmo de hoy, «misionero» y entusiasta: «tus amigos, Señor, anunciarán la gloria de tu Reino... Explicando tus hazañas a los hombres». Queremos participar en este cántico de las criaturas a su Señor. El salmo es consecuentemente «misionero» y entusiasta: «tus amigos, Señor, anunciarán la gloria de tu Reino... Explicando tus hazañas a los hombres». Jesús, el Verbo Encarnado, nos ha salvado para que vivamos consagrados al Padre. Por medio de nosotros, todas las cosas elevan un cántico de alabanza al Señor. Pero de nada nos serviría que todo alabara al Señor mientras nosotros denigráramos el Santo Nombre de Dios entre las naciones con una vida cargada de pecado. Por eso nosotros debemos ser los primeros en aceptar el perdón, la salvación y la vida nueva que Dios ofrece a la humanidad. Viviendo en Dios y caminando con amor en su presencia podremos convertirnos en un testimonio vivo de su amor para cuantos nos traten. Por eso debemos continuamente proclamar ante todas las naciones lo misericordioso que ha sido Dios para con nosotros. Sólo así podremos colaborar para que el Reino de Dios llegue al corazón de todos los hombres como ya ha llegado a nosotros. Acaba el salmo con un canto universal de salvación.

   3. Jesús pronuncia unas palabras el jueves santo, víspera de su muerte, habla de "su" paz, quiere darla a sus amigos, que están angustiados, perturbados por el anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro que acaban de serles dadas a conocer: "La paz os dejo, mi paz os doy"; "Yo os doy mi paz." La tuya, Señor, la que tenías en tu propio corazón. Tú eras un hombre apacible, un hombre de paz. Trato de imaginarme esta paz que irradiaba de tu rostro, de tu conducta, y de tus modos de hablar. ¿En qué tono de voz decías Tú esto?: "Yo os doy mi paz". Señor Jesús, danos tu Paz... dala también al mundo. -No como el mundo la da os la doy Yo. No es pues una paz semejante a la que procede de los hombres. El evangelio no aporta un método concreto para realizar la paz de los hombres, no es una receta. Es una paz que viene de más lejos. "Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo... -No se turbe vuestro corazón ni se intimide. El clima reinante es de turbación y miedo. Un complot se está tramando. Pero en todo tiempo esto es verdad: el creyente, privado de la presencia visible de su Señor, tiene siempre el riesgo de estar "turbado".

   Jesús "venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da el mundo», sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así demostró su amor misericordioso al ser humano. En la vida de los hombres es inevitable el sufrimiento… la muerte. Pero Dios, en su infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del dolor: Él ha aceptado "marcharse" de este mundo con una "salida" sufriente y envuelta de serenidad" (Enrique Cases). «En la Cruz de Cristo (...), el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido» (Juan Pablo II). Un autor del siglo II pone en boca de Cristo: «Mira los salivazos de mi rostro, que recibí por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido».

   «Mi paz os doy. No os la doy como os la da el mundo»: "no es ausencia de dolor, ausencia de sacrificio.

   ¿Qué es tu paz? Tu paz es plenitud de sentido en todo: alegrías, sufrimientos; es darse cuenta de que vale la pena cualquier esfuerzo si se hace por amor.

   Tu paz consiste en buscar la felicidad en el amor, que es darse, y no en el egoísmo, que es buscarse a sí mismo" (P. Cardona).

   «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.» Contigo, Señor, estoy seguro.

   «Viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada». Todo mal queda así curado… Lucha a muerte con los poderes del mal: Jesús contra Satán, pero que sigue en nosotros: "Me han perseguido, se os perseguirá." Con paz, en medio de combates: «La victoria sobre el «príncipe de este mundo» se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su vida» (Catecismo 2853).

   Señor, dame creer que contigo puedo superar todas las tentaciones, con tu consejo de rezar para no caer en la tentación. Ayúdame a luchar.

   La paz no viene de una tranquilidad perezosa, sino de la lucha, por amor: «El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal como me ordenó.» Teresa de Ávila decía: "todo es nada, y menos que nada, lo que se acaba y no contenta a Dios". "¿Comprendéis por qué un alma deja de saborear la paz y la serenidad cuando se aleja de su fin, cuando se olvida de que Dios la ha creado para la santidad? Esforzaos para no perder nunca este punto de mira sobrenatural, tampoco a la hora de la distracción o del descanso, tan necesarios en la vida de cada uno como el trabajo. Ya podéis llegar a la cumbre de vuestra tarea profesional, ya podéis alcanzar los triunfos más resonantes, como fruto de esa libérrima iniciativa que ejercéis en las actividades temporales; pero si me abandonáis ese sentido sobrenatural que ha de presidir todo nuestro quehacer humano, habréis errado lamentablemente el camino", dice S. Josemaría, y añade que con el Señor, "se notan entonces el gozo y la paz, la paz gozosa, el júbilo interior con la virtud humana de la alegría. Cuando imaginamos que todo se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres, Señor, mi fortaleza. Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio; en cambio, nosotros, en Dios, somos lo permanente (…). El Espíritu Santo, con el don de piedad, nos ayuda a considerarnos con certeza hijos de Dios. Y los hijos de Dios, ¿por qué vamos a estar tristes? La tristeza es la escoria del egoísmo; si queremos vivir para el Señor, no nos faltará la alegría, aunque descubramos nuestros errores y nuestras miserias. La alegría se mete en la vida de oración, hasta que no nos queda más remedio que romper a cantar: porque amamos, y cantar es cosa de enamorados".

   Se va Jesús, pero «volverá» y les dará su paz. Son palabras que recordamos cada día en la misa, antes de comulgar: «Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: la paz os dejo, mi paz os doy...». Señor, dame tu paz, fundada en la esperanza de lo que también me dices: «yo estoy con vosotros todos los días»: ¡éste sí es fundamento bueno para tener paz!, y también: «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo»: ¡que no deje mi oración, con mis hermanos!, y: «lo que hiciereis a uno de ellos, a mí me lo hacéis»: ¡que te vea, Señor, en los demás! Que no te me eclipsen las cosas, sino que cada día me recuerde que tú has dicho: «me voy y vuelvo a vuestro lado».

   Rezo con la Colecta: «Señor, Tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido». San Pedro Crisólogo dice: «La paz es madre del amor, vínculo de la concordia e indicio manifiesto de la pureza de nuestra mente; ella alcanza de Dios todo lo que quiere, ya que su petición es siempre eficaz. Cristo, el Señor, nuestro rey, es quien nos manda conservar esa paz, ya que Él ha dicho: "La paz os dejo, mi paz os doy", lo que equivale a decir: Os dejo en paz, y quiero encontraros en paz; lo que nos dio al marchar quiere encontrarlo en todos cuando vuelva».

   Ser constructores de paz y alegría reclama de nuestra parte "serenidad de ánimo, dominio sobre el propio carácter, capacidad para olvidarse de uno mismo y pensar en quienes le rodean; actitudes e ideales humanos, que la fe cristiana refuerza, al proclamar la realidad de un Dios que es amor, más concretamente, que ama a los hombres hasta el extremo de asumir Él mismo la condición humana y presentar el perdón como uno de los ejes de su mensaje" (José Luis Illanes).

 

domingo, 28 de abril de 2024

LUNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho»

LUNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho»

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 14, 1-17: "Estando en Iconio entraron Pablo y Bernabé en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos, judíos y paganos, creyeron. Pero los judíos que no aceptaron la palabra soliviantaron a los paganos contra ellos.

   A pesar de todo, Pablo y Bernabé permanecieron allí bastante tiempo... Pero al correr de los días, la gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos, y otros a favor de los apóstoles... Como Pablo y Bernabé se dieron cuenta de lo que tramaban contra ellos, escaparon a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia.., y allí también anunciaron la Buena Noticia.

   Precisamente en Listra había un paralítico que les escuchaba... Y un día, cuando estaba oyendo hablar a Pablo,... éste le dijo en voz alta: amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar... El gentío, al verlo, exclamó: 'dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos...', y querían ofrecerles un sacrificio..."

   2. Salmo 115/113b, 1-2.3-4.15-16: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Por tu misericordia (bondad), por tu fidelidad (lealtad). ¿Por qué han de decir las naciones: "Dónde está tu Dios"? Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas. Benditos seáis del Señor que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres».

   3. Juan 14, 21-26. «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él. Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo? Jesús contestó y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado. Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho.»

 

B. Comentario:

    1. Vemos en la primera lectura que Pablo y Bernabé acaban su viaje. Ha ido muy bien por Derbe. Han estado en Listra, donde Timoteo se convertiría a la fe, y ante un hombre cojo de nacimiento le dijo: "amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar"... esto provocó una gran conmoción religiosa entre el pueblo. Los habitantes de Listra toman a Bernabé y a Pablo por Zeus y Hermes (Mercurio), dioses viajeros de una leyenda pagana que según una leyenda habían visitado como caminantes aquella tierra y obrado prodigios a los que los hospedaron. Piensan que han vuelto, y dicen: "dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos..." (Hechos 14, 1-17). Ayúdanos, Señor, en apoyarnos sólo en Ti...  Señor, que sepa ser tu instrumento, escuchar lo que me pides, amar lo que me mandas, y con tu fuerza hacerlo con ganas.

   En el "cojo de nacimiento" vemos al otro «tullido de nacimiento» curado por Pedro a la puerta del templo, y coinciden también en la gran agitación. "Así como el hombre cojo curado por Pedro y Juan en la puerta del Templo prefigura la salvación de los judíos, también este tullido licaonio representa a los pueblos gentiles alejados de la religión de la Ley y del Templo, pero recogidos ahora por la predicación del apóstol Pablo" (San Beda).

   Pablo, Pedro, como Jesús. La Iglesia también está débil, perseguida, y también muestra el rostro de Jesús, que hace milagros y dice «¡levántate!». Señor, que en mi vida ves tantos momentos de zozobra juntos a otros que por tu gracia son de serenidad: hazme dispuesto a no perder la paz, el equilibrio interior, y ser testimonio de mi fe en Ti, en nuestro tiempo. También ayúdame a no buscarme a mí mismo: que no quiera «endiosarme» con mi narcisismo, sino mostrarte a Ti y tu salvación con mi vida.

   2. Como Juan Bautista: «conviene que yo mengüe y Él crezca en mí». Como dice el salmo de hoy: «no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria». Desde que hemos puesto al hombre como centro del mundo y el pensamiento, hay el peligro de no saber que cuanto más grande es la dignidad del hombre, es cuando lo vemos dependiente de Dios, como hijo suyo. Que nunca es tan grande el hombre como cuando se arrodilla ante Dios, adorándolo: "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Por tu misericordia (bondad), por tu fidelidad (lealtad)…". Los ídolos caen, por efímeros.

   Muchas peleas y amistades rotas, familias destrozadas, son por la cochina soberbia, porque queremos que nos hagan caso, que nos pongan en un altarcillo, y nos falta entendimiento con los demás. De un malentendido se pasa a una enemistad. Que no se fijan en mí, que no me han agradecido esto, que han hecho esta injusticia… Ten paz, toda la gloria a Dios, da gracias a Dios que te conoce y al que tú conoces ("Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?"), y sigue trabajando, orando, entregándote, como la Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre. María, con que tú mires mis trabajos y desvelos y se los muestres a tu Hijo eso me basta, no quiero más gloria humana (Noel Quesson).

   Pedimos en la Colecta: «¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría». Que sepa estar en tu presencia, Señor, vivir según tus mandatos, en mi día a día. "Toda la luz y el fuego de la vida divina se volcarán sobre cada uno de los fieles que estén dispuestos a recibir el don de la inhabitación. La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es— para que penetremos en este trato con la Santísima Trinidad" (Norbert Estarriol).

   3. Estando el mundo como está, nos preguntamos: Señor, por qué no arreglas ese desbarajuste, de males por la malicia (quien sabe si por ignorancia) como son tantos crímenes, males de la naturaleza como terremotos y ciclones… «Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» ¿Por qué no  te conoce toda la gente del mundo, y la creación sigue tus normas? Pero no conocemos los designios del Padre… Jesús nos responde: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él". Jesús en nosotros, y con Él, el Padre... «Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. —Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor» (San Josemaría). Señor, dame esta fe viva, de tu inhabitación divina en mi alma. Dame la gracia de no saberme solo sino hijo de Dios en Ti, por el Espíritu Santo. No has resuelto el problema del mal, pero nos consuela saber que has hecho propios todos los males. Hay una bella imagen de la Crucifixión donde Jesús tiene los bulbos de los leprosos, que en el hospital pueden sentirse consolados por Él. Un día un niño me preguntó por qué Dios no "aniquilaba" o mejor "dejaba de crear" los que fueran malvados, Él que está fuera del tiempo y lo sabe todo. Intuimos, Señor, que si no pudiera haber mal, si estuviéramos obligados a hacer el bien, ya no seríamos libres, y por tanto no podríamos ser buenos. Que si tu presencia abrumadora nos impidiera equivocarnos, ya no podríamos gozar de tu amor más que como esclavos. Ser hijos de Dios es seguir a Jesús en libertad: «En esto consiste la perfección de la vida cristiana: en que, hechos participes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, la virtualidad de este nombre» (San Gregorio de Nisa).

   De ahí viene el "querer" hacer la voluntad de Dios: «El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21). Señor, que no pierda el tiempo con pensamientos que me alejen de esta verdad profunda, siguiendo lo de san Gregorio Magno: «Que no nos seduzca el halago de la prosperidad, porque es un caminante necio aquel que ve, durante su camino, prados deliciosos y se olvida de allá donde quería ir».

   Ahora es San Gregorio Magno que nos dice: «El Espíritu se llama también Paráclito –defensor–, porque a quienes se duelen de sus pecados cometidos, al tiempo que les dispone para la esperanza del perdón, libera sus mentes de la aflicción y de la tristeza. Por eso, con razón se hace esta promesa: 'Él os enseñará todas las cosas'. En efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los oyentes, resultan inútiles las palabras del que enseña".

 

sábado, 27 de abril de 2024

Domingo V de Pascua, ciclo B: Jesús es la vid, que nos da vida si permanecemos unidos a Él

Domingo V de Pascua, ciclo B: Jesús es la vid, que nos da vida si permanecemos unidos a Él

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 9,26-31: En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y le hicieron embarcarse para Tarso. Entre tanto, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo.

   2. Salmo 21,26b-27.28 y 30.31-32: Cumpliré mis votos delante de sus fieles. / Los desvalidos comerán hasta saciarse, / alabarán al Señor los que lo buscan: / viva su corazón por siempre.

   Lo recordarán y volverán al Señor / hasta de los confines de la tierra; / en su presencia se postrarán / las familias de los pueblos. / Ante Él se postrarán las cenizas de la tumba, / ante Él se inclinarán los que bajan al polvo.

   Me hará vivir para Él, mi descendencia lo servirá, / hablarán del Señor a la generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: / todo lo que hizo el Señor.

   3. 1 Juan 3,18-24: Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, en caso de que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

   4. (Juan 15,1-8) "En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pediréis lo que deseéis, y se realizará. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y así seréis mis discípulos".

 

B. Comentario:

   1. Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan cuando Pablo fue a Jerusalén, y los discípulos primero no se fiaban de él, y le ayudaron a huir. Y la Iglesia "progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo". En Tarso, Pablo debió predicar intensamente el evangelio, pues se corrió la voz en las comunidades cristianas de Judea que decían: "El que nos ha perseguido predica ahora la misma fe que antes quiso liquidar". Es un motivo de alegría la obra del Espíritu Santo, como dice el canto de entrada: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; revela a las naciones su justicia. Aleluya".

   2. El Salmo habla de una fiesta que celebra "todo lo que hizo el Señor", la liberación  esperada que viene del sufrimiento llevado por obediencia de amor. Esto nos puede servir para encontrar un sentido al esfuerzo, pro ejemplo el que requiere el estudiante ahora que estamos a final de curso. Todo sirve para nuestro crecimiento en el amor de Dios, también los fracasos, las dificultades, el esfuerzo.

   3. La carta de San Juan nos dice que "no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad", si hacemos las cosas nos quedamos tranquilos: "En esto conocemos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo". Y el mandamiento más grande para estar en paz es: "que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó".

   4. Gracias, Jesús, por esa alegoría que explica mi unión contigo, la unión de todos contigo. Tú eres la cepa, Jesús; y nosotros los sarmientos, tus discípulos unidos a ti; el labrador es el Padre; y la poda o limpieza es esa purificación de mi ego, necesaria para que tú crezcas en mí: "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador". La verdadera vid es la que da el fruto. Mi vida será productiva unida a ti, la Vid, unida a tu resurrección. Jesús, tú vives y eres para todos los creyentes el único autor de la vida y el principio de su organización. De ti viene la savia, tú nos mantienes unidos como sarmientos a la vid, para "dar fruto".

   S. Agustín comenta: "Jesús dijo que él era la vid, sus discípulos los sarmientos y el Padre el agricultor. Sobre ello ya he hablado, según mis alcances. En la misma lectura, hablando todavía de sí mismo que es la vid, y de los sarmientos, es decir, de sus discípulos, dice: Permaneced en mí y yo en vosotros. Pero ellos no están en él del mismo modo que él en ellos. Una y otra presencia es provechosa para ellos, no para él. En efecto, los sarmientos están en la vid de tal modo que, sin darle ellos nada a ella, reciben de ella la savia que les da vida; a su vez la vid está en los sarmientos proporcionándoles el alimento vital, sin recibir nada de ellos. De la misma manera, tener a Cristo y permanecer en Cristo es de provecho para los discípulos, no para Cristo; porque, arrancando un sarmiento, puede brotar otro de la raíz viva, mientras que el sarmiento cortado no puede tener vida sin la raíz. Luego añade: Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo, si no permanece unido a la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí (…) El sarmiento no puede dar fruto de sí mismo, si no permanece unido a la vid (…) Considerad una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, ése dará mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada (…) no dice: «porque sin mi podéis hacer poco», sino: sin mí no podéis hacer nada. Se trate de poco o se trate de mucho, no se puede hacer sin el cual no se puede hacer nada. Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo poda para que lo dé más abundante; pero, si no permanece unido a la vid, no podrá producir fruto alguno. Y puesto que Cristo no podría ser la vid, si no fuese hombre, no podría comunicar esta virtud a los sarmientos si no fuese también Dios. Mas como nadie puede tener vida sin la gracia, y sólo la muerte cae bajo el poder del libre albedrío, continúa diciendo: El que no permanezca en mí será echado fuera, como el sarmiento, y se secará, lo cogerán y lo arrojarán al fuego y en él arderá. Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. Como dice el Señor por boca del profeta Ezequiel, cortados de la vid son enteramente inútiles para el agricultor y no sirven al carpintero. El sarmiento ha de estar en uno de esos dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis cuanto queráis y se os concederá. Permaneciendo unidos a Cristo, ¿qué otra cosa pueden querer sino lo que es conforme a Cristo? Estando unidos al Salvador, ¿qué otra cosa pueden querer sino lo que no es extraño a la salvación". Muchas veces pedimos sin saber que Dios nos concederá aquello, pero quizá no del modo que pedimos sino según nos convenga, los bienes que sí necesitamos, como reza la oración colecta: «Señor, Tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos; míranos siempre con amor de Padre y haz que cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna».

   Comenta San Cirilo de Alejandría: «los que están unidos a Él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, que, al participar del Espíritu de Cristo, éste nos une con Él. La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión de la vid con nosotros es una unión de amor y de inhabitación».

   Gracias, Jesús, por estas palabras que nos dices en tu sobremesa de la cena de Pascua, y que nos dan seguridad en tu gracia, en tu misericordia, en tu salvación cuando me uno a ti. Cuando dices «Yo soy» (Yo soy la luz del mundo, la vid verdadera, el buen pastor...) me recuerda las palabras del encuentro de Moisés con Dios, quien le dice su nombre: "Yavhé", "Yo soy"… Tú eres el Dios venido a la tierra, Jesús, y por eso te llamas fuente de agua viva; por eso dices: "yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo» (Jn 8,23). Y me gustaría preguntarte: «¿Qué eres?, ¿Quién eres?». ¿Qué quieres decir cuando dices «que Yo soy»? Te veo como las palabras de la zarza ardiente cuando nos dice Dios: «Soy el que soy», el de ayer, hoy y mañana... Cuando dices «Yo soy» retomas toda esta historia y la refieres a ti mismo: «El Padre y yo somos uno». Y en otro lugar nos dirás: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9). Jesús, tu vida es totalmente «relacional», todo su ser es pura relación con el Padre. Nos haces ver que eres el Dios venido a la tierra, que estás unidoa al Padre. Me impresiono cuando dices «Cuando levantéis al Hijo del hombre sabréis que Yo soy» (Jn 8,28). Me impresiona verte en la cruz como camino para que tu humanidad santísima se haga uno con el Padre. En la cruz, te encuentras a la «altura» de Dios, que es Amor. Allí se te puede «reconocer», se puede comprender el «Yo soy».

   La zarza ardiente es la cruz. La suprema instancia de revelación, el «Yo soy» y tu cruz, Jesús, son inseparables. «Entonces sabréis que Yo soy». ¿Cuándo se hace realidad ese «entonces»?, se pregunta Ratzinger: "Se hace realidad constantemente en la historia, empezando por el día de Pentecostés"...

   Me asombra cuando dices a los judíos: «Os aseguro que antes de que naciera Abraham, Yo soy» (Jn 8,58). Siempre ese «Yo soy»: te veo por encima de todo lo humano, sino verdadero hombre. Y al mismo tiempo, veo en ti esa fuerza divina que dice a los apóstoles en las tormentas, cuando apareces en su barca: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo» (Mc 6, 50). Es el temor «teofánico», que invade al hombre cuando se ve ante la presencia directa de Dios. Y cuando caminas sobre las aguas o calmas la tempestad te veo como Señor de la naturaleza.

   Señala también Ratzinger que Jesús pronuncia 7 veces esa afirmación, un número perfecto: "Yo soy el pan de vida, la luz del mundo, la puerta, el buen pastor, la resurrección y la vida, el camino y la verdad y la vida, la vid verdadera": "en el fondo, el hombre sólo necesita una cosa en la que está contenido todo lo demás; pero antes tiene que aprender a reconocer, a través de sus deseos y anhelos superficiales, lo que necesita realmente y lo que quiere realmente. Necesita a Dios. Y así podemos ver ahora que detrás de todas las imágenes se encuentra en definitiva esto: Jesús nos da la «vida», porque nos da a Dios. Puede dárnoslo, porque Él es uno con Dios. Porque es el Hijo. Él mismo es el don, Él es «la vida». Precisamente por eso toda su esencia es comunicación, «pro-existencia». Esto es precisamente lo que aparece en la cruz como su verdadera exaltación".

   "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada...  Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pediréis lo que deseéis, y se realizará. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y así seréis mis discípulos". Vamos a pedir esta unión íntima con Jesús, con palabras de san Luis María Grignion de Monfort: "todo fiel que no esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, se cae, se seca y sólo sirve para ser arrojado al fuego. En cambio, si estamos en Jesucristo y Jesucristo está en nosotros, no debemos temer ninguna condena. Ni los ángeles del cielo, ni los hombres de la tierra, ni los demonios del infierno, ni ninguna otra criatura podrán producirnos mal alguno, porque no podrá separarnos jamás del amor de Dios, en Jesucristo. Todo lo podemos por Cristo, con Cristo y en Cristo; podemos dar todo honor y toda gloria al Padre, en la unidad del Espíritu Santo; podemos alcanzar la perfección y ser perfume de vida eterna para el prójimo".

Llucià Pou Sabaté

 

viernes, 26 de abril de 2024

SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Cristo, en su Iglesia, proclama un cántico nuevo, por el que Jesús muestra al Padre en la fe.

SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Cristo, en su Iglesia, proclama un cántico nuevo, por el que Jesús muestra al Padre en la fe.

 

A. Lecturas

   1. Hechos 13,44-52: 44 El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a escuchar la palabra de Dios. 45 Los judíos, al ver tanta gente, se enfurecieron y se opusieron con blasfemias a lo que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda libertad: «A vosotros había que anunciar antes que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los paganos. 47 Así nos lo mandó el Señor: Te he puesto como luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra». 48 Los paganos, al oírlo, se llenaron de alegría y aplaudieron la palabra del Señor; y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. 49 La palabra del Señor se difundía por todo el país. 50 Pero los judíos soliviantaron a las mujeres religiosas y nobles y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los echaron de su territorio. 51 Éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio. 52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

   2. Salmo 98,1-4: 1 Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra, su santo brazo, le alcanzó la victoria; 2 el Señor ha dado a conocer su victoria, ha revelado a las naciones su justicia; 3 se acordó de su amor y su lealtad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. 4 Aclamad al Señor toda la tierra, alegraos, regocijaos, cantad.

   3. Juan 14,7-14: "Dice Jesús: "Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le dijo: «Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi propia cuenta; el Padre, que está en mí, es el que realiza sus propias obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Creedlo al menos por las obras mismas»".

 

B. Comentario:

   1. El pueblo judío, elegido primero, no podía monopolizar la salvación de Dios, era para todos los pueblos, aunque algunos tienden al exclusivismo: "los paganos se alegraron y se pusieron a glorificar a Dios... Pero los Judíos incitaron a mujeres distinguidas y a notables del país y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé". Ayer como hoy: ¡cerrazón de los corazones… obstáculos al evangelio! Perseguidos, expulsados…

   Todo al final conduce al bien, de los que se abren al amor, a Dios. Cuentan de un chino que tenía un caballo. Le dijeron "hay que ver qué suerte tienes", y él siempre decía: "no todo es como parece..." El caballo se le escapo y los vecinos fueron a consolarle "por la desgracia": "¿Quién dice que sea una desgracia?", comentaba. A la semana siguiente el caballo volvió, trayendo detrás una manada preciosa de caballos. Los vecinos le felicitaron por "la suerte"... "¿quién dice que sea una fortuna?" A los dos días su hijo iba a caballo y cayendo quedó cojo. Volvieron para "consolarle": "¿quién dice que sea una desgracia?", les dijo también. Al cabo de poco hubo una guerra y el primogénito por estar cojo se libró de tener que ir a pelear...

   Y así podríamos ir alargando la historia… Tenemos idea de lo que es bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva, visión de conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Nos parece muchas veces que la vida es una carrera de obstáculos, que hay una serie de problemas ante nosotros, cada día, y que se trata de irlos superando. En cierto modo es así, pero no podemos agobiarnos con lo que está más adelante, pues el mucho mirar los obstáculos del mañana, el obsesionarse por lo que está aún lejos, puede hacer que caigamos en el obstáculo que tenemos delante, el único que existe y en el que nos hemos de fijar, para no caer: sólo existe el "aquí y ahora", el presente, y hemos de aprovechar la memoria del pasado como experiencia, y la previsión del futuro como deseo o esperanza. Una de las causas de inquietud que tenemos en nuestro mundo es ésta: que la vida es ir solucionando problemas, a veces agobiantes porque no está en nuestra mano el resolverlos, ir con la lengua fuera corriendo hacia una paz que nunca se alcanza... En realidad, no es ésta la finalidad de nuestra existencia, sino ver en lo de cada día una oportunidad para desarrollar nuestra vocación al amor, al encuentro con Dios. Entonces, en lugar de estar inquietos, veremos la cruz de cada día: "Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis… Fijaos en las aves del Cielo… Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos... No andéis, pues, preocupados... Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados. Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad" (Mateo 6).

   Mirar los lirios y los pájaros quiere decir saber contemplar, tener fe en las palabras de Jesús, que es nuestro modelo, Camino, Verdad y Vida, que lo que de veras cuenta es participar en esta aventura divina que es la vida. No podemos perdernos en amarguras del pasado y miedos del futuro. La vida es un continuo regalo de Dios, y hay que vivirla en presente, disfrutarla. Pero esto es duro para quien se deja llevar por dos peligros o tentaciones, el remordimiento del pasado y el miedo por el futuro. El pasado, con sus remordimientos de "hubieras debido actuar de manera distinta a como actuaste, hubieras debido decir otra cosa de lo que dijiste": en determinados momentos de la vida, el casado piensa si debería haber hecho otra elección o haber escogido otra persona... y así en todo; es el sentimiento de culpabilidad de "hubiera debido"; pero aún peor que nuestras culpas son nuestras preocupaciones por el futuro, esos miedos que llenan nuestra vida de "¿qué pasaría si?"... "¿y si perdiera mi trabajo?, ¿y si mi padre muriera?, ¿y si faltara dinero? ¿y si la economía se hundiera? ¿y si estallara una guerra?"... Son los "si" que junto con los "hubiera debido" perturban nuestra vida, como decía Henri J. M. Nouwen: "ellos son los que nos tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un futuro impredecible nos arrastre. Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora.

   Dios es Dios del presente..." no existe ni el pasado (queda sólo en la memoria, es la experiencia de la vida) ni el futuro (que forjaremos con lo de ahora), sólo existe una realidad, la presente, y ésta es la que hemos de afrontar. El stress famoso no viene con la abundancia de trabajo, sino con el estado psicológico de agobio ante el trabajo: es decir no es causado por la materialidad de tener muchas cosas que hacer sino por la sensación subjetiva de no llegar: lo que agobian son las cosas "pendientes". Pienso que algunas personas, más bien perfeccionistas, tienden a esta "saturación"... una búsqueda de la perfección enfermiza, que genera inquietud; un compararse con los demás, hacer siempre más... Más bien deberíamos pensar que no importa ser perfecto, que la vida no es un circo en el que hay que hacer el "¡más difícil todavía!" sino que se trata de hacer las cosas lo mejor que podamos. No competir con los demás, en la búsqueda del éxito, sino sacar lo mejor de nosotros mismos. Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos, sabiendo que "lo mejor es enemigo de lo bueno".

   2. Se agradece a Dios en el salmo los grandes favores hechos por Él a Israel, se reclama que toda la tierra lo haga: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas"; Un «cántico nuevo» en el lenguaje bíblico significa un cántico perfecto, rebosante, solemne, acompañado por música festiva… se abre con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel; "su diestra, su santo brazo, le alcanzó la victoria; el Señor ha dado a conocer su victoria, ha revelado a las naciones su justicia". Las imágenes de la «diestra» y del «brazo santo» se refieren al Éxodo, a la liberación de la esclavitud de Egipto (Juan Pablo II).

   "Se acordó de su amor y su lealtad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclamad al Señor toda la tierra, alegraos, regocijaos, cantad" (98,1-4). La alianza con el pueblo de la elección es recordada a través de dos grandes perfecciones divinas: «amor» y «fidelidad». Estos signos de salvación son revelados «a las naciones» y a «los confines de la tierra» para que todo vaya a Cristo, como dice S. Pablo, en quien «la justicia de Dios se ha revelado», «se ha manifestado». Orígenes dice: «Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. "Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios". Orígenes continúa: Cristo "hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo».

   3. Dice Jesús: "Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta»". La pregunta de Felipe es sencilla y profunda, pues Juan nos transmite por ella una respuesta de Jesús que nos ayuda a profundizar en la manifestación de su divinidad: "Jesús le dijo: «Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi propia cuenta; el Padre, que está en mí, es el que realiza sus propias obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Creedlo al menos por las obras mismas»" (Jn 14,7-14). Es una de las afirmaciones más fuertes de Jesús. Unidad con Dios. Afirmación decisiva: «yo estoy en el Padre y el Padre en mí...»; y la fuerza de nuestra participación en él: «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré». Tenemos en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará que nuestra oración sea siempre escuchada, si nosotros estamos unidos a Jesús. Nosotros, como Felipe, no hemos visto al Padre. Y además, a diferencia de Felipe, no hemos visto tampoco a Jesús. Aunque Él ya nos dijo que «dichosos los que crean sin haber visto»… En la Eucaristía tenemos una experiencia sacramental de la presencia de Cristo Jesús en nuestra vida: una experiencia que nos ayuda a saberle «ver» también presente a lo largo de nuestros días, en la persona del prójimo, en nuestro trabajo, en nuestras alegrías y dolores. Convencidos de que unidos a Él, «también haremos las obras que Él hace, y aún mayores», como nos ha dicho hoy (J. Aldazábal).

Llucià Pou Sabaté