sábado, 11 de febrero de 2017

Domingo 6 de tiempo ordinario; ciclo A

Domingo de la semana 6 de tiempo ordinario; ciclo A

Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).
1. Jesús, nos dices sobre la ley o los profetas: “no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Llevas al cumplimiento la Ley de la Antigua Alianza. No nos quieres esclavos de la letra, sino que miras las intenciones del corazón. Las angustias y el miedo pueden venir de no saber superar el legalismo y en cambio la paz viene de ser radicalmente cristianos, y vivir lo que rezamos: “Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor” (Prefacio común VII).
“El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Como continuación de los dos domingos anteriores (donde Jesús nos habla de los bienaventurados, de ser sal de la tierra y luz del mundo) hoy nos habla de la Ley y los Profetas en relación con la ley del amor. Imagino el cielo como una cascada de gloria, de amor, que cada uno cabe según sus capacidades, según el que quepa en su corazón. Por eso los que aman poco pueden recibir poco, porque todos recibirán una gracia plena… según su capacidad.
 “Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado”. Pone unas antítesis, y concluye: “se os ha dicho… yo os digo”. Es el eco de aquella voz del Sinaí, cuando dijo Yavhé: “yo soy el que soy” pero también dice la forma verbal que está en presente y futuro: “el que vendré”. Y el “yo” de Jesús es aquel que se anunciaba, del Emanuel, “Dios con nosotros”.
“Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego”. No se mata sólo con las armas, también con las peleas, con los insultos, con los pleitos injustos. Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso: “por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Esto no quiere decir que tengamos que salir de la fila de comunión hasta hacer las paces, pero sí que en el corazón le pidamos ya a Jesús que nos dé su gracia para hacer las paces en la primera ocasión. “Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto”.
“Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Tener un corazón limpio y desinteresado es la meta que nos propone el Señor. Corazón, que mira bien, pero sin traumas debido a miopes interpretaciones.
“Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo”. No habla Jesús de mutilarnos, sino de crecer a un nivel superior de amor, que lleva a pensar en los demás.
“Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Lógicamente no iba Jesús contra la carta de repudio como forma de dejar libre a la mujer (con dignidad y aceptación social, superando la tradición de que una mujer abandonada no era nadie), sino que llevas a plenitud el respeto y reconocimiento de la mujer.
“Sabéis que se mandó a los antiguos: «no jurarás en falso» y «cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Qué bonita, la confianza en la palabra.
Jesús conoce como Dios el sentido de los mandamientos, y el modo de cumplirlos de modo amoroso, haciendo la voluntad divina. Así no será nunca un manda-miento (hacer algo con mentira, en contra de lo que queremos) sino el mejor modo de realización personal; y no será nunca cumpli-miento (cumplir mintiendo) sino expresión de nuestra verdad más íntima.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala expresamente el lugar que ocupa Jesús en relación a la Palabra de Dios; y en lugar de los "antiguos", que no son los intérpretes farisaicos, sino aquel anuncio divino en el desierto.
2. “Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Ante nosotros está escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir "si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no" al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.
El salmo nos presenta la ley como camino de la vida: Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos  lo busca de todo corazón”. San Agustín sitúa aquí el cumplimiento de ese deseo de felicidad que todos llevamos dentro: caminar en la voluntad del Señor.
 “Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi camino  para cumplir tus consignas! Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré  las maravillas de tu voluntad”. Es una respuesta íntima, donde nuestra soledad se siente acompañada por Dios. Quizá a veces podemos sentir, con San Ambrosio: «Nunca estoy tan acompañado como cuando estoy solo»" (Directorio vida sacerdotes). En realidad, el salmista muestra la vida de Jesús, que de modo auténtico cumple la voluntad del Padre; con él podemos decir: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón”.
Quizá a veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley esencial. Teilhard de Chardin afirma: "El Amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas... Cuanto más escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien... ¡Amaos los unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos "progreso" y "evolución". Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las energías cósmicas y de las leyes necesarias".
3. «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman Los gnósticos se envanecían en una sabiduría de "perfectos". La verdadera sabiduría no es de este mundo y Dios la concede a los que, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo, participan de la vida divina. Ciertas religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, pero la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca con su don viniendo él mismo donde nosotros estamos. Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha hecho carne, no es una mística cristiana. “Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios”, concluye el Apóstol.
Llucià Pou Sabaté

viernes, 10 de febrero de 2017

Sábado semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Aunque tengamos pecados, siempre está Dios dispuesto a perdonarnos, atiende nuestras necesidades espirituales y corporales, cuando nos confiamos a Él. Jesús nos da alimento multiplicando los panes y atiende nuestras necesidades espirituales y corporales, cuando nos confiamos a Él
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos.» Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: «Siete.» Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los sirvieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil. Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discipulos y se fue a la región de Dalmanuta” (Marcos 8,1-10).
1. –“Por aquellos días, hallándose rodeado de una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos”... La escena que se contará es una "segunda multiplicación de los panes". Pero aquí todos los detalles son empleados por Marcos para mostrarnos que la "mesa de Jesús" está abierta a todos, incluidos los paganos. Si la primera fue en territorio judío para judíos, ahora estamos en pleno territorio de la Decápolis. En la primera se nos dice que Jesús "bendijo" los panes, término familiar a los judíos ("eu-logein" en griego), aquí Jesús "da gracias", término familiar a los paganos ("eu-caristein" en griego). El evangelio de ayer era un anuncio del bautismo. El de hoy nos orienta hacia la Eucaristía. Jesús está siempre presente, con los mismos gestos. 
-“Quedan "doce cestas"” palabra usada sobre todo por los judíos ("Doce" es la cifra de las "doce tribus de Israel"... -La primera comunidad "judeo-cristiana" estaba organizada alrededor de los "doce", como los "doce patriarcas" del primer pueblo de Israel.) / Quedan "siete canastas", palabra usada sobre todo por los griegos (Siete" es la cifra de los "siete  diáconos" que organizaron la primera comunidad helenística -suceso extremadamente importante para introducir a los paganos en la Iglesia y darles la impresión de estar a la misma mesa: Hch 6.)
-“Dando gracias, los partió”... Es una comida "de acción de gracias" -eucaristía en griego- La alusión es muy clara. Esta relación no puede pasar desapercibida a un lector cristiano: allí también, los primeros oyentes de Marcos se reconocían... el rito esencial de su comunidad era la "cena del Señor". ¿Qué es la misa para mí, hoy? (Noel Quesson).
Jesús, compadecido de la muchedumbre que le sigue para escuchar su palabra sin acordarse ni de comer, provee con un milagro para que coman todos. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil personas y sobran siete cestos de fragmentos. Había mucha gente, se nos dice en otro sitio que la gente buscaba a Jesús con la intención de hacerlo rey (Jn 6,15). Jesús no quiere un liderazgo, por desgracia había mucho farsante entonces, como Flavio Josefo, por ejemplo, escribe: "Había individuos falaces e impostores que bajo la apariencia de una inspiración divina promovían revueltas y agitaciones, inducían a la gente a realizar actos de fanatismo religioso y la llevaban al desierto, como si Dios tuviera que mostrarles allí los signos de su inminente libertad" (De bello judaico 2, 259). Bajo esta luz adquiere especial importancia la indicación de que Jesús "obligó" a los discípulos a alejarse y de que él, después de haber despedido a la gente, se retiró a rezar a la montaña (6, 46). Jesús no quiere fomentar las esperanzas de la gente (que expresan la misma tentación con que se enfrentó en el desierto), sino que se aleja de ellas, encontrando en la oración la claridad de su camino mesiánico hacia la cruz y el ánimo para recorrerlo (Bruno Maggioni).
"Me da lástima de esta gente", dice Jesús. Hermanos, nuestro Dios es un Dios compasivo. ¡No nos engañemos! El amor que se hace piedad y compasión tiene una fuerza que no es la de nuestras compasiones humanas, ni tampoco la de esas compasiones impotentes que suscitan el sarcasmo de nuestros contemporáneos. El amor no se define por la lástima, sino por la admiración. Cuando Dios dice: "me da lástima", no hay en él ninguna condescendencia, ninguna afectación intolerable, sino, más bien, esta revelación inaudita: Dios es un enamorado. "¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49,15). Dios está apasionado, Dios está loco. Como un enamorado, porque ama, lo deja todo: su tranquilidad, su reputación, su renombre.¿Qué puede ver de bueno en nosotros? ¿Cómo puede hacer de nuestra tierra agotada, ingrata, pervertida o sublevada el objeto de semejante amor? ¿Qué pudo obligar al Hijo a tomar la cruz? "Me da lástima esta gente". Y Dios rompe su propio cuerpo, para saciar con él a esta tierra que ni siquiera conoce el hambre que padece.
Dios se tiende sobre el leño del Gólgota, para así levantar a una humanidad que aún no ha llegado a ver agotado su deseo. "Me da lástima de esta gente". Sólo Dios puede decir con verdad estas palabras, porque sólo él admira suficientemente a nuestra tierra. Sólo él puede conocer lo que esa frase significa, porque sólo él conoce al hombre tal y como lo soñaba él al atardecer del día sexto. Sólo Dios puede repetirla sin condescendencia, porque sólo él puede hacer lo necesario para que se convierta en realidad aquel sueño olvidado. "Me da lástima de esta gente". Sólo Dios tiene derecho a pronunciar estas palabras, por haber pagado un alto precio para que la lástima se trocara en purificación. "Tomad y comed: esto es mi cuerpo entregado por vosotros y por todos los hombres" (Dios cada día, Sal terrae).
-“Recogieron siete canastas de los mendrugos sobrantes”. En las dos multiplicaciones de panes hay abundancia, y de sobra.
2. Después del pecado de  Adán y Eva, Dios pide cuentas y cada uno de los protagonistas se defiende,  se esconde, echa la culpa al otro. El hombre casi se atreve a echar las  culpas al mismo Dios: «La mujer que me diste como compañera...». El  castigo que Dios les anuncia parece como una justificación «a posteriori» de  unas características naturales de cada uno, que no se saben explicar de otro  modo: la serpiente que se arrastra por la tierra, la mujer que da a luz con  dolor y el hombre que trabaja con el sudor de su frente. También el pudor  que de repente empiezan a sentir parece como un signo de que algo no  funciona en la armonía sexual de antes. La expulsión del paraíso siempre  quedará como un «recuerdo mítico» y un ideal a conseguir en el futuro.  Pero ya aparece, junto al castigo, la palabra de esperanza: Dios anuncia  «enemistades entre la descendencia de la mujer y la de la serpiente: ella te  herirá en la cabeza». 
Al robar a Dios el conocimiento del bien y del  mal, es decir, al no referirse a nadie mayor que él para juzgar de las cosas  y de las personas, el hombre introduce la maldición en el mundo, puesto  que no admite otro dios que su yo y su egoísmo. Las cosas no tendrán ya la  bondad que Dios les hubiera conferido, sino la que el hombre les atribuye. Aunque semejante a dios, el hombre no tiene, sin  embargo, acceso a la vida divina, capaz de transformar el mal y la muerte.  Por mucho que se haya acercado a Dios, el hombre no puede liberarse del  ridículo: conoce el bien y el mal, la vida y la muerte, pero no puede ser más  que un juguete zarandeado entre los límites de esos dos binomios, puesto  que carece del poder que Dios posee para dominarlos.  Así, la muerte, que es sencillamente la condición natural del hombre,  se nos presenta al mismo tiempo como obra de la cólera de Dios. El drama  del hombre, en efecto, no está tanto en morir, sino en morir sabiendo que  hay un medio de no morir, que hay alguien que era antes que él naciera y  que será después de su muerte. Y todo eso porque la inteligencia del  hombre puede hacerse una idea de lo eterno y que la muerte no es ya tan  sólo un fenómeno natural, sino que se convierte también en un castigo: reduce violentamente al hombre al interior de sus propios límites;  restablece el equilibrio entre Dios y el hombre, un equilibrio que el hombre,  una vez que ya posee un conocimiento de la eternidad, trata continuamente  de romper con sus pretensiones de autosuficiencia.  Solo Jesucristo ha podido conocer el bien y el mal y pasar de la vida a  a muerte a la manera de Dios, que triunfa de la muerte con su propia vida  que nadie puede arrebatarle y que vence al mal a base de un perdón sin  límites. A los hombres que experimentan, después de Adán, la muerte y la  vida, el bien y el mal, les ofrece la Eucaristía el fruto del árbol de la vida que Adán no pudo recoger, con el fin de que un poco de vida divina  en ellos les permita justificar el mal y vencer a la muerte (Maertens- Frisque).
3. Lo que hay de malo en el mundo no se debe a  Dios, sino al desorden del pecado que hemos introducido nosotros en su  plan. Ha habido ruptura, la armonía y el equilibrio ya no funcionan: ahora  tenemos miedo de Dios, no nos entendemos los unos con los otros (nos  echamos la culpa mutuamente) y somos expulsados del jardín. Queríamos  ser como dioses y conocerlo todo, y nos despertamos con los ojos abiertos,  sí, pero para vernos desnudos y débiles. Por eso rezamos con humildad con el salmista: “Antes que los montes fuesen engendrados, antes  que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios. Tú  al polvo reduces a los hombres, diciendo: «¡Tornad, hijos de Adán!» Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia  de la noche. Tú los sumerges en un sueño”, confesamos que somos  caducos: “a la mañana serán como  hierba que brota; por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y  se seca.”
La lectura de esta primera  página tan dolorosa de la humanidad nos debería enseñar sabiduría: “¡Enseñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría  en nuestro corazón!¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus  siervos”. Es la esperanza de Dios proclamada en el Edén y  sabemos que la victoria de Cristo sobre el mal ya ha sucedido en la Pascua  y que nosotros estamos llamados a participar en ella. Por eso podemos  decir con el salmo: «Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en  generación... Ten compasión de tus siervos».
Llucià Pou Sabaté
Nuestra Señora de Lourdes

 Esta Fiesta mariana de devoción popular recuerda las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, el año 1858, a Bernardeta Soubirous, en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes. El mensaje de las apariciones sería que fuera edificado un santuario para orar y hacer penitencia por la conversión de los pecadores.
«Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y, como faltase el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le respondió: Mujer ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. Dijo su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas. Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora. Así en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.» (Juan 2, 1-11)

1º. Jesús, habías ido a Caná a acompañar a tu madre en la celebración de las bodas de algún amigo de la familia.
No tenías intención de hacer nada extraordinario todavía.
Acababas de escoger a tus discípulos y les estabas empezando a enseñar las verdades del Reino de los Cielos.
No era prudente, tal vez, empezar a hacer milagros sin antes preparar a los apóstoles para que pudieran entender tu divinidad.
Por eso le dices a María: «Todavía no ha llegado mi hora.»
Sin embargo, tu madre te conoce bien y no quiere que sus amigos se queden sin vino pues, en esas fiestas, hubiera significado un trastorno muy grande para los esposos.
María se da cuenta de la necesidad incluso antes que los propios interesados, y se apresura a pedir la intercesión de su Hijo.
Madre, si así te comportas con los amigos, ¿qué no harás por mí, que soy tu hijo?
A pesar de la resistencia inicial de Jesús, le dices a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».
¡Qué gran consejo para todos los hombres de todos los tiempos!
Ayúdame, madre mía, para que sepa hacer cada día lo que tu Hijo me diga.
Jesús, aquellos sirvientes te obedecieron con fe: llenaron las tinajas «hasta arriba».
No pusieron un poco para «hacer la prueba», sino que se fiaron de Ti.
También yo debo fiarme de Ti, y darme del todo en lo que me pidas.
2º. «María, Maestra de oración. -Mira cómo pide a su Hijo, en Caná. Y cómo insiste, sin desanimarse, con perseverancia. -Y cómo logra.
-Aprende» (Camino.-502).
Madre, enséñame a rezar con esa fe, con esa perseverancia, con esa confianza.
A veces pido cosas a Jesús, y parece como si Él me respondiera: «Todavía no ha llegado mi hora».
Y me canso de pedir.
En esos casos, madre, ayúdame tú: intercede por mí.
«María es, al mismo tiempo, una madre de misericordia y de ternura, a la que nadie ha recurrido en vano; abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud (de la humildad) que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido. María la pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios; y como María es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída. Recurre a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas las tentaciones. Sea María tu sostén, sea María tu consuelo». (León XIII).
Sé que una oración que te gusta mucho es el rosario, y que en varias apariciones has dicho que te pidamos cosas rezándolo cada día.
Por eso, un propósito muy concreto es rezar cada día el rosario, o -al menos- algún misterio del rosario, pidiéndote las cosas que me interesan o me preocupan.
Si rezo con fe y con perseverancia, estoy seguro que tú conseguirás de tu Hijo Jesús lo que mejor me convenga.
Y también es seguro que estarás atenta a que no me aleje del camino cristiano, recordándome una y otra vez -y ayudándome a ponerlo en práctica- lo que le dijiste a los siervos de Caná: «Haced lo que él os diga».

jueves, 9 de febrero de 2017

Viernes semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Viernes de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

“El hombre y la mujer se escondieron de la vista del Señor Dios”, después del primer pecado. En cambio, cuando proclamamos con humildad: «Confesaré al Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado» nos abrimos al perdón a este Jesús que «todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos», que nos cura cuando se lo pedimos en la oración.
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Marcos 7,31-37).
1. “En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos”.
“El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»” Jesús, curaste al enfermo con unos gestos característicos, imponiéndole las manos, tocándole con sus dedos y poniéndole un poco de saliva. Y con una palabra que dijiste mirando al cielo: «effetá», «ábrete». Además, Jesús trata al sordomudo como una persona: cada encuentro de los enfermos con él es un encuentro distinto, personal. Esos enfermos nunca se olvidarán en su vida de que Jesús les curó. El profeta Isaías había anunciado que el Mesías iba a hacer oír a los sordos y hablar a los mudos. Una vez más, ahora en territorio pagano, Jesús está mostrando que ha llegado el tiempo mesiánico de la salvación y de la victoria contra todo mal.
"Mirando al cielo": este gesto indica que la omnipotencia divina es la que hará el milagro. Gesto familiar en Jesús, observado ya en la multiplicación de los panes (Mc 6, 41). Luego Jesús "¡suspira!" ¡Un gemido de Jesús! ¿Participación en el sufrimiento del enfermo? quizá... Pero sobre todo ¡una profunda llamada a Dios! Jesús reza y en su oración participa su cuerpo, su respiración.
 “Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos”.
Jesús, te vemos hoy curar al sordomudo, y eso provocó que los habitantes de Sidón dijeran de ti: «Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
El Resucitado sigue curando hoy a la humanidad a través de su Iglesia. Los gestos sacramentales -imposición de manos, contacto con la mano, unción con óleo y crisma- son el signo eficaz de cómo sigue actuando Jesús. «Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos». Son gestos que están tomados de la cultura humana y de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación: son «signos de la alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo», sobre todo desde que «han sido asumidos por Cristo, que realizaba sus curaciones y subrayaba su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos» (Catecismo 1145-1152).
El episodio de hoy nos recuerda de modo especial el Bautismo, porque uno de los signos complementarios con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el rito del «effetá», en el que el ministro toca con el dedo los oídos y la boca del bautizado y dice: «El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre».
Un cristiano ha de tener abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar. Para escuchar tanto a Dios como a los demás, sin hacerse el sordo ni a la Palabra salvadora ni a la comunicación con el prójimo. Para hablar tanto a Dios como a los demás, sin callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de nuestra fe.
Pensemos un momento si también nosotros somos sordos cuando deberíamos oír. Y mudos cuando tendríamos que dirigir nuestra palabra, a Dios o al prójimo. Pidamos a Cristo Jesús que una vez más haga con nosotros el milagro del sordomudo (J. Aldazábal).
Marcos puede haber mostrado en este milagro no sólo los hechos y palabras de Jesús, sino también el ritual de iniciación al bautismo ya existente. El carácter litúrgico de este episodio. La saliva, por ejemplo, es una especie de soplo solidificado, podría significar el don del Espíritu característico de una nueva creación (Gen 2,7; 7,22; Sab 15,15-16). Marcos conserva, sin duda, la palabra aramea pronunciada por Cristo, Ephphata, porque así la había conservado la tradición. Los elementos de este ritual de iniciación podrían ser, pues, un exorcismo (lo leemos inmediatamente antes de este Evangelio), un padrinazgo de "quienes les llevan", un rito de imposición de las manos, un "apartamiento", un rito sobre los sentidos, tres días de ayuno preparatorio, y después la participación en la Eucaristía (Maertens-Frisque).
2. La situación de Adán y Eva en el paraíso de Edén fue algo idílico. Pero luego llegó el pecado y todo cambió. El relato está lleno de imaginación popular, pero con un contenido teológico innegable, se nos cuenta la tentación de la serpiente, la caída primero de Eva y luego de Adán, y el cambio inmediato: “la serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho”. No sabemos por qué se ha personificado en la serpiente la tentación: ¿por la antipatía hacia este astuto animal y su peligroso veneno?
“Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»”Muchas imágenes de este precioso relato son míticas, el mismo relato tiene forma mítica, de historia, para que podamos comprender alguna verdad religiosa, como que fueron seducidos por la idea de «ser como Dios en el conocimiento del bien y del mal». La serpiente había sembrado en ellos el veneno de la desconfianza.
 “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín”. Se sintieron desnudos, empezaron a tener miedo de Dios y se escondieron en su presencia. Es una forma preciosa de mostrar la vergüenza del pecado.
Se ha perdido el equilibrio entre los hombres y Dios, y entre ellos mismos -lo que tendrá consecuencias trágicas en la muerte de Abel-, se ha trastornado el equilibrio sexual, la relación pacifica con la naturaleza y sus habitantes. Del Edén quedará el recuerdo y la añoranza. Cuando en siglos posteriores los profetas anuncien el final del destierro de Babilonia, lo harán con frecuencia sirviéndose de las imágenes de una vuelta a la paz y la felicidad del paraíso perdido. Llevamos dentro ese paraíso perdido, sin saber muy bien lo que significa. El ciclo de la historia muestra añoranza por él, y ese mundo feliz al final del ciclo se consigue, como dice el Apocalipsis: «Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero: fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (12,9).
3. El salmista proclama ese perdón: “¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado! Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo espíritu no hay fraude”. Haremos bien en reconocer con humildad que, como hijos del primer Adán, también nosotros estamos inscritos como protagonistas en esta historia de desobediencia y rebelión. Pero tengamos confianza, porque, como seguidores del nuevo Adán, Cristo Jesús: “Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías.» Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. Por eso te suplica todo el que te ama en la hora de la angustia. Y aunque las muchas aguas se desborden, no le alcanzarán. Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me guardas, estás en torno a mí para salvarme”. Estamos inscritos también en el número de los perdonados.
Llucià Pou Sabaté
Santa Escolástica, virgen

Nació en el año 480, en Nursia, Italia. Su madre murió de parto. Es hermana gemela de San Benito. Ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes y alcanzaron la santidad en la vida religiosa.
Después que su hermano se fuera a Montecasino a establecer el famoso monasterio, ella se estableció a unas cinco millas de distancia, en Plombariola, donde fundó un monasterio y la orden de las monjas benedictinas la cual gobernó siguiendo la regla de su hermano.
San Benito y Sta. Escolástica regularmente se reunían para orar juntos y compartir sobre la vida espiritual. En una ocasión se hizo tarde y San Benito quería irse. Vea lo que ocurrió:
Pudo más porque amó más
De los libros de los Diálogos de san Gregorio Magno, papa (Libro 2,33:PL 66, 194-196)
Escolástica, hermana de Benito, dedicada desde su infancia al Señor todopoderoso, solía visitar a su hermano una vez al año. El varón de Dios se encontraba con ella fuera de las puertas del convento, en las posesiones del monasterio. Cierto día vino Escolástica, como de costumbre, y su venerable hermano bajó a verla con algunos discípulos, y pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones. Al anochecer, cenaron juntos.
Con el interés de la conversación se hizo tarde y entonces aquella santa mujer le dijo: «Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana».
A lo que respondió Benito: «¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento». Pero aquella santa, al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso.
Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar.
Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo: «Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas hacer?».
Respondió ella: «Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio».
Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano.
No es de extrañar que al fin la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más.
A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo. Él, congratulándose de su gran gloria, dio gracias al Dios todopoderoso con himnos y cánticos, y envió a unos hermanos a que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí.
Así ocurrió que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura.
Murió hacia el año 547. San Benito murió poco después.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Jueves semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

La fe puede corromperse con el orgullo egoísta, y en cambio se vuelve grande por la humildad y la caridad, en un culto auténtico a Dios
“En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos».Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado” (Marcos 7,24-30).
1. En el extranjero, en territorio de Tiro y Sidón, en Fenicia, una mujer protagoniza la escena del Evangelio de hoy. No es judía, y se acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio: “le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: - «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos». Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras: los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos. En el lenguaje de los judíos llamaban a los paganos “Goyim” que significa perro o apartado de Dios; la mujer, en lugar de sentirse ofendida, reconoce eso pero no se desanima, intuiría algo más allá de esas palabras, en tu tono, Señor, estabas superando esa división:
Pero ella replicó: - «Tienes razón, Señor: pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». A Jesús le gusta su respuesta y le concede lo que pide: Él le contestó: - «Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».
Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada. Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado”.
A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.
La promesa mesiánica, según la tradición judía, es ante todo para el pueblo de Israel. Jesús, sin desmentirlo, amplía la salvación.
No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. También nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores, en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (discriminaciones diversas). Jesús «anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo» (plegaria eucarística IV) (J. Aldazábal).
¿Tengo un corazón universal? "Católico" es una palabra griega que significa "universal". Dios ama a todos los hombres. Dios quiere la salvación de todos. Y yo, ¿qué hago para ello?
San Juan Crisóstomo dice: “Una mujer cananea se acerca a Jesús suplicándole a grandes gritos que curase a su hija, poseída de un demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin relación alguna con el pueblo judío ¿no era como una perra, indigna de alcanzar lo que ella pedía? “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.” Sin embargo, la perseverancia de la mujer le ha valido ser escuchada. Aquella, que no era sino una perrilla, Jesús la levanta a la nobleza de los hijos de la casa. Más aún, la colma de alabanzas. Le dice al despedirla: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides.” Cuando se oye a Cristo decir: “Tu fe es grande” no hace falta buscar otras pruebas para ver la grandeza de alma de esta mujer. Ha salido de su indignidad por la perseverancia en la petición. Observa también que alcanzamos del Señor más por nuestra propia oración que por la de los otros” (Homilía “Que Cristo sea anunciado” 12-13; PG 51, 319-320).
2. Salomón tuvo problemas políticos y económicos, y dificultades dentro y fuera de sus fronteras. Se apuntaba ya la división que pronto sucedería entre los reinos del Norte y del Sur. En la primera lectura esta decadencia se atribuye al pecado en que cayó Salomón: la idolatría. Las mujeres extranjeras le arrastraron cada una hacia sus dioses, con la edificación de ermitas o templos y la corrupción consiguiente. Faltó a: «no tendrás otro Dios más que a mí». Por eso Dios se encoleriza contra él y le anuncia el castigo que seguirá por su infidelidad: «había desviado su corazón del Señor Dios». «Milkom», por ejemplo, es calificado de ídolo abominable, ¡porque se le ofrecían sacrificios de niños recién nacidos que se hacían pasar por el fuego! Líbranos, Señor, de todos nuestros ídolos. Libera a la humanidad de sus ídolos abominables. Ayúdanos, Señor, a progresar siempre más en humanidad. Hay que progresar la ciencia y el saber para que los hombres no tengamos necesidad de recurrir a ninguna clase de magia.
Dioses falsos pueden ser para nosotros el dinero, o el deseo de poder, o la ambición, o el poco control de la sensualidad, o el excesivo apego al dinero, o algún otro afecto desordenado.
3. Con el salmista, te pedimos, Señor, fidelidad: ¡Felices los que proceden con rectitud, los que practican la justicia en todo tiempo! Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo; visítame con tu salvación, se mezclaron con los paganos e imitaron sus costumbres; rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa. Sacrificaron en honor de los demonios a sus hijos y a sus hijas; por eso el Señor se indignó contra su pueblo y abominó de su herencia”.
Llucià Pou Sabaté

Miércoles semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Salomón recibe de Dios el don de la sabiduría, que ha de ir unido a la humildad para tener buen corazón. Jesús nos pide un buen corazón, que se manifieste en actos de amor
“En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: - «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga.»Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación. Él les dijo: - «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina».  (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: - «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro» (Marcos 7,14-23).
1. Los fariseos eran piadosos, cumplidores de la ley. Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante. Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.
La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.
El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona. Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10). Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia.
En tiempos recientes, la lengua en que se celebra la liturgia impedía a los fiees entender la liturgia, el ayuno eucarístico desde la media noche hacía que muchos no pudieran recibir la comunión. Es el peligro de los “buenos”, poner la norma antes que el corazón.
-“De dentro del corazón del hombre proceden los pensamientos perversos: las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, el orgullo. Todas estas maldades proceden del interior del hombre y lo manchan”. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer (J. Aldazábal).
El Decreto del Vaticano II sobre "La actividad misionera en la Iglesia" nos dice: "Los misioneros deben familiarizarse con las tradiciones nacionales y religiosas de los pueblos a evangelizar..., descubrir con alegría y respeto las simientes que el Verbo depositó y están escondidas en las diversas culturas..." Valores de culturas que no son las nuestras. Al declarar que "todos los alimentos son puros”, Jesús contravenía gravemente una tradición de su pueblo... pero lo hacía para abrir la Iglesia a todos los que no tenían esas tradiciones judías. Jesús pensaba en los paganos (Noel Quesson).
«Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre» (Mc 7,15): «Pureza de intención. —La tendrás, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).
Y advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».
De la abundancia del corazón habla la boca. Si tenemos bondad, hablaremos de cosas buenas; si hay inquietud, hablaremos de los defectos de los demás y de cosas inquietantes… Ya el Señor le decía a Caín: Si obraras bien, llevarías bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo. Sabiéndonos pecadores y siendo conscientes de que la salvación no es obra del hombre, sino la obra de Dios en el hombre, que Él realiza de un modo gratuito y amoroso, vayamos al Señor para que purifique nuestra conciencia de todo pecado; para que perdonados y libres de la maldad, nos ayude a no quedarnos vacíos y expuestos a ser nuevamente encadenados por el maligno, sino llenos de Dios y dispuestos a hacer el bien que procede de la presencia del Señor en nosotros.
2. “La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue a ponerlo a prueba, proponiéndole unos enigmas. Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, de muchísimo oro y de piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar. Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, los aposentos de sus servidores, el porte y las libreas de sus camareros, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa del Señor, se quedó sin aliento y dijo al rey: "¡Realmente era verdad lo que había oído decir en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! Yo no lo quería creer, sin venir antes a verlo con mis propios ojos. Pero ahora compruebo que no me habían contado ni siquiera la mitad: tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que llegó a mis oídos. ¡Felices tus mujeres, felices también estos servidores tuyos, que están constantemente delante de ti, escuchando tu sabiduría! ¡Y bendito sea el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor poniéndote sobre el trono de Israel! Sí, por su amor eterno a Israel, el Señor te estableció como rey para que ejercieras el derecho y la justicia". Todo es favor divino, y nosotros también hemos de atribuir nuestros éxitos a Dios. Aprender la «bendición»: Bendito seas, Señor, por... eso y por lo otro… por todo lo que tenemos. «¡Bendito seas, Señor!»
La sabiduría está presente en el conocimiento en los distintos campos del saber, y poder disponer de un dominio sobre la naturaleza que favorezca a todos. Pero principalmente, sabiduría es conocer el porqué de las cosas, ver la mano divina en su obra; y tener un buen corazón como Jesús nos enseña. Así hay abundancia, como nos indica el final de la lectura: “La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, una enorme cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca más se recibieron tantos perfumes como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón”. Esos dones nos recuerdan los de los Magos que llevan regalos a Jesús recién nacido…
3. El salmo se recrea en la sabiduría de Salomón y su origen divino: «La boca del justo expone la sabiduría... porque lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan». Salomón aparece como anuncio del verdadero Sabio, el Mesías Jesús.
También deberíamos aprender de la reina forastera a saber reconocer y alabar las cualidades de los demás. Alabar a las personas que conviven con nosotros, reconocer sus éxitos y sus méritos, interesarnos por sus cosas y escucharlas, es una de las cosas más finas que podemos hacer y también de las que más nos cuestan. Nos suele gustar que cuando hablamos de lo nuestro nos escuchen y se interesen. Pero cuando son otros los que hablan de lo suyo, ¡lo que nos cuesta dedicarles una palabra de alabanza!
Finalmente, haríamos bien en recordar y tratar de no merecer la queja de Jesús: «La reina de Sabá se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón» (Mt 12,42). ¿Tomamos en serio y aprovechamos bien la sabiduría que nos enseña cada día, sobre todo en las lecturas de la misa, el auténtico Maestro que Dios nos ha enviado, Jesús?
Llucià Pou Sabaté
San Jeronimo Emiliani

Nació en Venecia, Italia, en 1486. Jerónimo queda huérfano de padre a los 10 años. Es un joven con grandes aspiraciones. Ya a los  25 años es militar y gobernador regente de la fortaleza de Castelnuovo de Quero, paso importante para el acceso, desde el norte, a la gran ciudad de Venecia. Las potencias europeas, aliadas en la liga de Cambrai, atacan el castillo el 27 de agosto de 1511. Los invasores, muy superiores en número, vencen y toman a Jerónimo prisionero. Lo encierran encadenado en el calabozo de su propio castillo. Esta fue la situación que Dios utilizó para iniciar la gracia de la conversión. Hasta entonces había llevado una vida mundana, pero en la cárcel meditó las palabras de Jesús:
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? -Mateo 16,26
En la cárcel se torna a la Santísima Virgen María pidiéndole su liberación. No se sabe como se logró ese milagro pero una cosa es cierta: Jerónimo sabía que fue por intercesión de la Virgen y nunca se olvidó de serle un hijo agradecido y fiel. Jamás olvidará la fecha que cambió su vida: Era el 27 de septiembre de 1511. Una vez libre visita el Santuario de la ‘Madonna Grande’ en Treviso donde Jerónimo promete solemnemente entregarse totalmente al servicio de Dios y del prójimo.
Al finalizar la guerra, en 1516, Jerónimo vuelve a su cargo de gobernador de Quero. Pero su corazón ya no está en las vanidades de antes. En 1527 termina su compromiso como gobernador de Quero y regresa a Venecia. Continúa su camino de conversión. Se pone bajo la dirección de un sacerdote ejemplar. El esmero que antes empleaba a favor de la República de Venecia ahora lo dedicaba a la Patria Celestial.
En una ocasión, se encuentra Jerónimo en la plaza de San Marcos conversando con un hombre asuntos de herencia familiar. Aquel se siente molesto y le amenaza con que le va a arrancar uno a uno los pelos de la barba. Jerónimo, con mucha paz, le ofrece la cara y le dice: ‘Amigo, si así lo quiere Dios, aquí me tienes’. Los presentes quedan asombrados y comentan entre ellos: ‘¡Si esto hubiese pasado hace un par de años, lo hubiese despellejado vivo!’.
En 1928 Italia sufre hambruna. Mueren millares de personas. Multitudes acuden a Venecia por considerar que allí hay mas oportunidades. El gobierno no ayuda y hay muchos indigentes en las calles, entre ellos hay muchos niños.. Jerónimo esta entre un grupo de fieles cristianos que se entregan al servicio de los necesitados. En pocos días agota todo su dinero y comienza a vender, a favor de los pobres, todas sus posesiones, incluso los muebles de su casa.  El mismo se dedicaba a dar de comer, vestir y hospedar. Siempre animaba a todos a confiar en Dios, aun en la hora de la muerte.
Cadáveres de víctimas aparecen por las calles. Jerónimo los carga sobre sus hombros y los lleva al cementerio.  El también contrae la peste y se ve grave de muerte. Todo lo acepta con gran virtud. Aquello sirvió para gran testimonio de todos quienes le conocieron. Pero pronto se recuperó y continuó la obra.
Los niños andan en grave peligro no solo de hambre sino de caer en delincuencia y pecado por causa del ambiente en que están forzados a vivir. Muchos no tienen familia o andan abandonados. Jerónimo sabe muy bien por experiencia propia la angustia de los huérfanos. Pero estos no tienen nada.  Se decide a dejarlo todo para formar familia con ellos. Una familia dentro de la gran familia que es la Iglesia Católica. Jerónimo comprende la importancia de ser Iglesia.  Cuenta con la amistad de San Cayetano Thiene y el Obispo Carafa, su confesor, que luego será Papa Pablo IV.
El 6 de febrero de 1531 deja para siempre la casa paterna, su ropa de noble y se va a vivir a San Roque , a un bajo alquilado, con un grupo de unos treinta jóvenes de la calle. El reto es muy grande: Hay que alimentar,  educar y proteger a los niños dependiendo de la caridad. Contrata artesanos para que les enseñen oficios con que ganarse la vida. Su lema: ‘trabajo, caridad y piedad’.  So objetivo: ayudarlos a desarrollarse tanto espiritualmente como en talentos necesarios para ejercer una vocación.
Por obediencia a su confesor, en 1532, deja Venecia, se va a pie y en total pobreza a fundar en Bérgamo donde el obispo le solicitó. Se trata del lugar mas pobre y devastado de la República de Venecia. Con la ayuda del obispo y otras personas organiza los hospitales para los niños.  Desarrolla el estilo de catecismo de preguntas y respuestas. Mas tarde, con los niños mas preparados, va por los pueblos y aldeas rezando y evangelizando. Los niños dan un gran testimonio al compartir su conocimiento del catecismo y al ayudar en el trabajo del campo sin pedir nada a cambio. 
El amor a la Iglesia es uno de los signos de la santidad evidente en Jerónimo. Desde Bérgamo irradia una intensa evangelización popular. Se trata de una verdadera reforma desde la Iglesia al mismo tiempo que los errores del protestantismo amenazan por todas partes. El reza: “Dulce Padre nuestro... te rogamos por tu infinita bondad que devuelvas a todo el pueblo cristiano al estado de santidad que tuvo en tiempos de tus apóstoles”.  Algunos hombres se le unen tanto sacerdotes como seglares y el les encomienda las obras en la comarca.  A ellos, pues, encomienda las obras de la ciudad y de la comarca.
En noviembre de 1533, con un grupo de treinta y cinco jóvenes, se propone ir a Milán. Pero en camino se enferma de fiebre como también algunos de los niños. Tiene que quedarse en un lugar abandonado junto al camino. Pasa entonces un hombre a caballo y los niños le alertan.  Resultó ser un antiguo conocido de Jerónimo que tenía una casa cerca de allí.  Le ofrece llevarlo a el solo en su cabalgadura. Jerónimo, a pesar de la fiebre, dice: ‘Hermano, Dios os pague vuestra caridad; pero de ninguna manera puedo yo dejar solos a estos pequeños: ¡quiero vivir y morir con ellos!’ El conocido llega a Milán e informa al Duque Francisco Sforza lo acontecido y éste se encarga de que Jerónimo y los niños sean trasladados a la ciudad.
Recuperada la salud, continúa la obra en Milán. La ciudad ha pasado guerra, saqueo y plagas. Había gran necesitad de cuidar a los niños abandonados. Abre para ellos una institución, los 'Martinitt', aún hoy activa. Para el cuidado de las niñas cuenta con la ayuda de señoras.
Como el número de colaboradores aumenta, organiza al grupo con el nombre de ‘Compañía de los Servidores de los Pobres’, que será aprobada por Pablo III en 1540 y, más tarde, Pío V elevará a la categoría de Orden Religiosa con el nombre de Orden de los Clérigos Regulares de Somasca o Padres Somascos.
Somasca, es apenas un grupo de casas en el norte de Italia junto al lago de Como,  Allí hay un castillo abandonado sobre una peña con vista al lago. Es el lugar escogido por San Jerónimo para ser el corazón de la Compañía. Allí se dedica al servicio de los niños y a largo tiempo de oración ante un gran crucifijo. Abre una escuela de gramática y una casa de formación para los miembros de la Compañía. 
En 1535 tiene que regresar a Venecia ya que su confesor le manda a decir que las obras han crecido tanto que necesita su consejo para restructurarlas. 'Era impresionante ver a aquel hombre en hábito de mendigo pero con alma de noble, de ademanes castos, circunspectos y prudentes, que a cuantos lo contemplaban les parecía una deliciosa sinfonía de virtudes... Estuvimos juntos varias veces, y me colmó de cristiana esperanza y de muchos y santos recuerdos que todavía resuenan en mi alma...'
Hay grandes pruebas pues viven una vida muy austera y es un gran reto mantener las casas para jóvenes que se propagaron por el norte de Italia. ‘...Si en vosotros encuentra fe sincera y esperanza, hará con vosotros cosas grandes, pues Él exalta a los humildes... Si perseveráis en medio de la tentación, Dios os consolará en este mundo..., os dará paz y descanso en este mundo, temporalmente, y luego, en el otro, para siempre’.
En Brescia hay un capítulo de la Compañía para unificar la visión. En su última carta dice a los suyos:  ‘Es que no saben que se han ofrecido a Cristo, que están en su casa y comen de su pan y se hacen llamar Servidores de los pobres de Cristo? ¿Cómo, pues quieren cumplir cuanto han prometido, sin caridad ni humildad de corazón, sin soportar al prójimo, sin buscar la salvación del pecador y rezar por él, sin mortificación... sin obediencia y sin respeto por la buenas usanzas acordadas?’
Su confesor le pide ir a Roma a fundar. Pero a finales de 1536 se propaga por el Valle de San Martín una plaga poco conocida. Padecen también los huérfanos y los Servidores de la Compañía. San Jerónimo se contagia y ya no puede subir a su casa en el peñón de Somasca. Le dan en el pueblo una habitación prestada. Antes de morir, con una teja, traza una gran cruz en la pared, para poder contemplarla en la agonía. Manda bajar a sus huérfanos para despedirse de ellos y, aunque sin fuerzas, como último testimonio, les lava a cada uno los pies. A los amigos del pueblo les recomienda que no ofendan a Dios con malas costumbres y blasfemias: él, a cambio, intercederá desde el cielo para que el granizo no estropee sus cosechas. A sus hermanos de la Compañía les dice: 'Seguid a Cristo crucificado; amaos los unos a los otros; servid a los pobres'. Muere el 8 de febrero de 1537,
La primera misión Somasca fuera de Italia se estableció el 5 de octubre de 1921 en El Salvador (C.A.). Allí adoptaron el Centro de Menores de La Ceiba (hoy Instituto Emiliani).  Desde allí la labor se propagó a otras fundaciones en el país. En la actualidad los Religiosos Somascos tienen Institutos, Centros de Acogida, Escuelas, Colegios y Parroquias en: Italia, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Suiza, Guatemala, Honduras, Filipinas, Sry Lanka e India.
Beatificado en 1747
Canonizado en 1767.
En 1928, Pío XI lo declaró ‘Patrono universal de los huérfanos y de la juventud abandonada’.
Su obra continúa con sus hijos, los Padres Somascos, herederos espirituales de la Compañía de los Servidores de los pobres y en muchos que se inspiran de su espiritualidad.

Martes semana 5 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 5 de tiempo ordinario; año impar

El amor a los padres está relacionado con el amor creador y redentor de Dios, y la felicidad nuestra está en corresponder al amor con sinceridad
« (…) Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras? Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, “lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán”, que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas» (Marcos 7, 1-13).
1. Se reúnen junto a Jesús y le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
Él les llama hipócritas, por muchas razones… y les dijo con palabras de Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí... Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.» Les hace ver que no respetan a los padres con excusas religiosas. Aquellos fariseos buscaban tener las “manos limpias” pero Dios mira si tenemos las “manos llenas” de amor. Engañaban con excusas piadosas, incluso dejaban sin atender a sus padres porque habían ofrecido el dinero al templo: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!»
Te veo, Jesús, como intérprete auténtico de la Ley; por eso explicas el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío. «Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’»: el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Tú, Jesús, recuerdas este deber de gratitud. El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo hacia los hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28). El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación” (Iñaki Ballbé).
Ya sabemos que no se puede devolver a los padres todo lo que hacen… con frecuencia, una madre puede sentir en su interior como un desencanto, al ver que ese amor hacia sus hijos no es suficientemente correspondido por ellos. Pues podemos aprovechar ese discernimiento, para devolver a nuestra madre ese amor, si la tenemos en la tierra, y en cualquier caso, cuando nos damos cuenta vemos que es algo que hay que devolverlo “hacia delante”, hacia los hijos, pasar el testigo…
2. La narración de la Creación está reelaborado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia (VI a.C.). La historia humana, no únicamente la de Israel, es conducida por Dios. El relato se desarrolla en pórticos llamados días, en forma de mito, sin embargo podemos ver una ilustración de la religión, o desmitologización: se nos revela que Dios no forma parte del mundo y éste está en sus manos.
Siguen hoy los días de la creación, con su ritmo en la creación de sus criaturas, hasta llegar al punto central de la antropología, la persona como imagen de Dios: -"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". El hombre tiene su lugar en la cima de la pirámide, pues recoge este capítulo las tradiciones de la época de los arquitectos y zigurats, se representa ascendiendo la obra divina, para culminar en la persona, creatura que está más cerca de Dios, con capacidad creadora, por ser él quien puede tomar conciencia de la presencia y de la acción de Dios y porque puede interpretar el mundo como obra suya y así elevar sacerdotalmente hacia él ese reconocimiento.
Y Dios vio que lo que había hecho era muy bueno, como la cumbre de la creación: todo lo demás -animales, plantas- estaba al servicio del hombre y la mujer. El día séptimo «descansó Dios de todo el trabajo que había hecho». En la semana judía, el sábado («sabbat» significa «descanso»). Todo procede de Dios y que todo lo ha pensado para bien de la raza humana. El salmo recuerda esa misión de adorar y bendecir el amor divino. Esta primera creación la completará con la nueva y definitiva creación en Cristo, en la que nos comunicará de modo más pleno todavía la participación en su vida divina. El “Sabbat” pasa a perpetuarse en nosotros con el “domingo”, “dies dominus”, día del Señor. La creación se realiza por la salvación de Dios en la historia. A la luz de esto, la creación no debe entenderse como obra realizada en un punto del tiempo, terminada, sino como obra en curso (Edic. Marova).
Al crearnos amorosamente, de alguna manera, Dios se ha puesto en nuestras manos. Un místico alemán decía: "Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de él". El que ama necesita a la persona amada. Los humanistas ateos dicen: si admitimos la existencia de Dios, el hombre no sería libre. Es al revés: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo. El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Nos espera. Nos ama de tal manera que dio su vida por nosotros.
La Pascua no es condenación de la realidad humana, no es un esperar otro mundo despreciando éste; sino un redescubrir la voluntad de Dios que quiere vida para el hombre. El paso a la mayor vida que ofrece la Resurrección de Jesús no es negación de lo que llamamos lo "natural", sino valoración para ir más allá (Joaquín Gomis).
El hombre, imagen de Dios, no existe ya para sí mismo: así como Dios es amor y comunión, nosotros existimos para Dios y los demás. Somos buscados por Dios desde el principio, tiene sed de nosotros, que a su vez tenemos sed de amor y de Dios. Nos encontramos felices al sentirnos amados, nos encontramos a nosotros mismos cuando amamos, con el don sincero de sí a los demás. Los dos sexos los ha pensado Dios en relación con el amor y la familia, y de ahí la mutua atracción entre ellos. Hombre y mujer son uno para el otro, la mujer no sale del hombre, ni la maternidad no es una maldición sino la fecundidad misma de una pareja bendecida por Dios. Si los animales les bendice para "multiplicarse según su especie", la fecundidad humana se orienta hacia poblar el mundo y "sometedlo" (Maertens-Frisque).
Adán, salido de sus manos trémulas de amor, tiene ya ese rostro que Dios ama desde la eternidad, el de su Hijo único. Adán se llama ya Jesús. Dios podía mirar lo que había hecho y reconocerse en ello, había hecho una obra hermosa. "Esto es muy bueno”: éstas son las palabras maravillosas que cierran la creación. Y Dios añadió las primeras palabras de ternura susurradas al hombre, al que amaba apasionadamente: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes" (Paul Claudel, El zapato de raso).
Dios y Padre creador, bendito sea tu nombre; tú nos has hecho a tu imagen y nos has moldeado a semejanza tuya. Llevamos ya estos nombres gloriosos: hijos amados, hombres nacidos de una palabra de amor. Haz que nada desfigure nuestra belleza original, sino que ésta florezca esplendorosa,
sin mancha ni arruga, en la resurrección eterna (Dios cada día, Sal Terrae).
La creación nueva instaurada por Cristo se corresponde, punto por punto, con la primera creación. Todo tiene que ser instaurado en Cristo, los seres del cielo y los de la tierra (Ef 1,10), pues el designio de Dios es recapitular todas las cosas bajo una única cabeza. En medio de este mundo en trance de renovación se sitúa al hombre (Adrien Nocent). ¡Oh Dios!, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste, concédenos resistir a los atractivos del pecado, guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo.
3. Es precioso el salmo como respuesta a ese don divino: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,  ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas”. Es un resumen de nuestros sentimientos de admiración y gratitud por la obra de la creación… Parecemos tan insignificantes ante la inmensidad del universo. Sin embargo todo está a nuestro servicio. Por desgracia muchas veces nos hemos dejado dominar por las cosas pasajeras. Y hay discordias entre nosotros. Envidias. Caminos de desamor… vamos a procurar los auténticos valores que distinguen a los hijos de Dios.
Llucià Pou Sabaté