lunes, 8 de agosto de 2016

Martes semana 19 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 19 de tiempo ordinario; año par

El Reino de Dios es de los pequeños, que son la predilección del Señor
«En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Quién juzgas que es el mayor en el Reino de los Cielos? Entonces, llamando a un niño, lo preso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, pues os digo que sus ángeles en los Cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos.¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte e irá a buscar a la que se ha perdido? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.» (Mateo 18, 1-5.10.12-14)
1. Este es el cuarto de los cinco discursos de las enseñanzas de Jesús, sobre la vida de la comunidad, por eso se llama «discurso eclesial» o «comunitario». Es sorprendente que el más importante no va a ser ni el que más sabe ni el más dotado de cualidades humanas: «llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino». Lo pequeño, humilde… “si me preguntáis qué es lo más importante en la religión y en la disciplina de Jesucristo, os responderé: lo primero la humildad, lo segundo la humildad, y lo tercero la humildad” (S. Agustín). ¿Un niño el más importante?
Jesús, te pido que la lección me aproveche, para no ir buscando los primeros lugares y creer que soy más importante con la ciencia o dotes de liderazgo o prestigio humano. Que sepa hacerme como un niño en su pequeñez, indefensión, apertura y confianza, porque necesita de los demás. Que cambie de actitud, me convierta, sea sencillo de corazón, abierto, no demasiado calculador, ni lleno de mí mismo, sino convencido de que no puedo nada por mis solas fuerzas y necesito de Dios.
«Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños». Jesús vino como el Siervo, no como el Triunfador. No vino a ser servido, sino a servir. Nos enseñó a no buscar los primeros lugares en las comidas, sino a ser sencillos de corazón y humildes. Los orgullosos, los autosuficientes como el fariseo que subió al Templo, ni necesitan ni desean la salvación: por eso no la consiguen (J. Aldazábal).
Un infantilismo malo sería reducir a Dios al papel de policía o de contable que castiga las faltas o sopesa los méritos. Reducir la religión a una acumulación de ritos y preceptos a los que es necesario ser fiel si se quiere "ganar el cielo" y "salvar el alma"; los sacramentos, los medios para procurarse la buena conciencia o estar en regla; y el pecado, la trasgresión de una ley que debe evitarse por temor al castigo que le seguirá (Colete Hovase).
 “Cualquiera que se haga tan "pequeño" como este chiquillo, ése es el más "grande"...” Es la primera regla de vida comunitaria: cuidar de los más pequeños... hacerse uno mismo pequeño...
-“Y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí”. ¡El que toca a un niño, toca a Jesús! San Pablo descubrirá esto en el camino de Damasco: "¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!"
-“Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de esos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial”.
Los pequeños son también los necesitados, desvalidos… Ayúdame, Jesús, a no ser intransigente con los demás, sino que aprenda de ti, Buen Pastor, que no esperas el arrepentimiento para amar al pecador sino que lo dejas todo para ir en su búsqueda. Me hace pensar en tu corazón ver a alguna madre, cuando se da por entero sin esperar correspondencia. Los pequeños son los indefensos… te pido, Jesús, que la Iglesia y sus instituciones seamos según tu corazón, y nunca demasiado severos con los pobres y pecadores (Maertens-Frisque). Así los hacían los primeros cristianos como cuenta San Ignacio de Antioquia: «Orad sin interrupción por los demás hombres. Hay en ellos esperanza de conversión, una conversión que les conducirá a Dios. Volveos hacia ellos, para que, por medio de vuestras obras, se hagan discípulos vuestros. Ante su cólera estad llenos de dulzura. Ante su jactancia tened sentimientos de humildad. Ante sus blasfemias, estad en oración. Ante sus errores, permaneced firmes en la fe. Ante sus violencias, sed pacíficos, sin imitarlos».
-“Suponed que un hombre tiene cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el monte para ir en busca de la extraviada?” Cada oveja, por pequeña y pecadora que parezca, comparada con todo el rebaño, es preciosa a los ojos de Dios: él no quiere que se pierda ni una. Así decía S. Asterio de Amasea: “jamás desesperemos de los hombres ni los demos por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, ni seamos remisos en ayudarlos, sino que cuando se desvían de la rectitud y yerran, tratemos de hacerlos volver al camino, nos congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre de los que siguen viviendo justa y piadosamente”. Todos somos esa oveja al mismo tiempo, necesitados del Señor… oveja…
Somos ovejas, y también pastor: «Cristo espera mucho de tu labor. Pero has de ir a buscar a las almas, como el Buen Pastor salió tras la oveja centésima: sin aguardar a que te llamen. Luego, sírvete de tus amigos para hacer bien a otros: nadie puede sentirse tranquilo -díselo a cada uno- con una vida espiritual que, después de llenarle, no rebose hacia fuera con celo apostólico» (san Josemaría, Surco 223).
-“Pues lo mismo es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos "pequeños"”. Los pequeños son los q ue amas, Jesús, por ellos estás dispuesto a ir hasta el final (Noel Quesson).
2. Ezequiel relata hoy su vocación. Tiene que "comer la Palabra" de Dios, hacerla propia, hacerse una sola cosa con ella, hasta el momento en que, al fin, esa Palabra nos arrastre del todo y nos moldee. -“El Señor me dijo: «Tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte. No seas rebelde como esta casa de rebeldes»”
-“Abre la boca y come lo que te voy a dar”. Un momento al que jamás llegamos del todo y que hemos de perseguir constantemente: por eso la Palabra debe llegar sin cesar a nosotros para que aprendamos a vivir en ella (Sal Terrae).
-“Vi una mano tendida hacia mí, que tenía un libro enrollado. Estaba escrito por ambas caras. Contenía cantos lúgubres, lamentaciones y gemidos. Me dijo: Hijo de hombre, come lo que se te ofrece, y ve luego a hablar a la casa de Israel”. Este símbolo es claro: el profeta tendrá que transmitir la Palabra de Dios... su palabra humana tendrá un alcance divino, porque primero habrá tenido que asimilar el pensamiento de Dios, para luego ser su portavoz. Y porque se acerca el Exilio con su cortejo de sufrimientos, lo que tendrá que comer es muy amargo, es: «luto, lamentaciones, gemidos». Asumir mi existencia. Hacer frente a lo que se presente.
-“Aliméntate y sáciate de este rollo que te doy”. La Palabra de Dios hay que masticarla, alimentarse y saciarse de ella. Nos evoca el discurso de Jesús como «pan de vida»: «Trabajad no ya por el alimento perecedero sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna... El pan de Dios da la vida al mundo... Quien venga a Mí, no tendrá nunca hambre... Quien coma de este pan, vivirá eternamente...»
¿Me alimento suficientemente de la Palabra de Dios? ¿Transformo esta Palabra en mi propia carne, en mi propia vida? de tal manera que no quede todo en palabras, sino en comportamientos, en actos concretos (Noel Quesson).
-“Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel. Me dijo entonces: «Hijo de hombre ¡levántate! Ve a la casa de Israel, y le hablarás con mis palabras»”
3. El Salmo nos ayuda a estar unidos a la voluntad divina: “mi alegría es el camino de tus preceptos, / más que todas las riquezas”.
Esto nos da la felicidad: “Tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros”.
Te pedimos, Señor, ser fieles a tu Palabra: “Más estimo yo los preceptos de tu boca / que miles de monedas de oro y plata”.
Quiero gustar tu bondad, Señor: “¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca!  / Tus preceptos son mi herencia perpetua, / la alegría de mi corazón”. / Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos”.
Llucià Pou Sabaté
Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).
Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.
Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean.
En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió alistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"
Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".
Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.
El Momento de la Conversión
En el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Hedwig Conrad, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".
La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis en las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.”
El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia".
Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.
Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.

También durante esta época, da varias conferencias y programas de radio dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.
En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.
Su Familia
En este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su madre. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su madre, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.
Entrada al Convento de Colonia
El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.”
Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.
Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En 1942 empiezan las deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein. 
No era la primera vez que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de 1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias. 
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler. 
Esta vez las fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apatridas”. A la vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2 de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!”  Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y determinación:
“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”
En la Cima de la Cruz
Al ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.
Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa:
“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice:
“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”
Y finalmente otro:
“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”
Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Su último testamento:
El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".
Sta. Teresa Benedicta de la Cruz... Ruega por nosotros!  
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De los escritos espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz
(Edith Stein Weke, II. Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126)
Ave Crux, spes unica
“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.
El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.
Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz.
Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.
Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.
Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.
El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.
Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.
El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.
Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.
El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!

domingo, 7 de agosto de 2016

Lunes semana 19 de tiempo ordinario; año par

Lunes de la semana 19 de tiempo ordinario; año par

Nos pide Jesús que seamos ciudadanos ejemplares, sabiéndonos en compañía del buen Dios en nuestro camino de la vida
«Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, pero al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes. Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? Respondió. Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estárter; tómalo y dalo por mí y por ti» (Mateo 17,22-27).
1. Leemos hoy un nuevo anuncio de su muerte y resurrección, que entristece mucho a sus discípulos. Jesús, anuncias tu pasión, tienes presente el pensamiento de tu "muerte". Cada vez que hablas de ella es también para anunciar tu "resurrección". Te pido tu gracia, para reconocerte en la Pascua, en la Eucaristía, tu "memorial".
Jesús, los apóstoles “han aprendido a quererte de verdad; lo han dejado todo por Ti, y ahora les dices que te van a matar.
”Pobres apóstoles.
”No entendían aquella muerte tan injusta.
”Y mucho menos aún entendían lo de que ibas a resucitar al tercer día.
”Por eso están tristes.
”No entienden que la Cruz es el principio de la Resurrección: la muerte es la puerta de la vida.
”Y esta verdad se aplica también a mi vida” (Pablo Cardona). Como dice San Pablo: «Si somos hijos de Dios, también herederos: herederos de Dios, y coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con El glorificados» (Romanos 8,17).
Quisiera ser generoso en las cosas que me pides, Jesús: superar mis malos modos de genio, mis caprichos, envidiejas e ira, orgullo y comodidad sobre todo… ayúdame a poner ahí la Cruz. Que vea que también las dificultades me sirven, más que las cosas que van sin esfuerzo… que la señal del cristiano es la cruz, no el éxito y tantas falsas apariencias…
Vemos hoy también cómo pagas un impuesto, Señor. Desde tiempos de Nehemías era costumbre que los israelitas mayores de veinte años pagaran, cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del Templo de Jerusalén: dos dracmas (en moneda griega) o dos denarios (en romana). Era un impuesto que no tenía nada que ver con los que pagaban a la potencia ocupante, los romanos, y que recogían los publicanos.
-“Los que cobraban el "didracma", tributo anual para el templo, se acercaron a Pedro y le preguntaron: "Vuestro Maestro no paga el impuesto"?” Y Pedro responde: "¡Sí, cabalmente!"
Jesús, veo que pagas este didracma a favor del Templo, como afirma en seguida Pedro. Cumples las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío. Aunque nos dices que el Hijo no tendría por qué pagar un impuesto precisamente en su casa, en la casa de su Padre. Pero, para no dar motivos de escándalo y crítica, lo haces.
Tu encarnación, Señor, es total, hasta en las costumbres de tu pueblo, desde la infancia: «Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén...  ¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a uno ley, para dar cumplimiento a su profecía?
Ama y respeta lo normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios» (J- Escrivá,Surco 322).
Luego, sigues con ese cumplimiento… desde la circuncisión al cumplimiento de los deberes de ciudadanía: «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». En otros temas, como el sábado y la venta en el templo, la indisolubilidad del matrimonio y otros temas, prefieres anunciar la verdad de la nueva Alianza.
Aquí nos haces ver que pagar impuestos justos, seguir la ley en lo civil, en los negocios, en nuestro tiempo las de tráfico… no son aparte de la vida cristiana sino el sitio donde podemos agradar a Dios. «Lo autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidos contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa» (Catecismo 1903).
Hay leyes justas, que procuraremos cumplir, pero también te pido, Señor, fortaleza para oponerme a las leyes injustas: matar a los no nacidos (aborto), pensar que los niños son del Estado quitándoselos a los padres, o negando la libertad en la educación, llamando matrimonio a cosas que lo desnaturalizan, etc.
Pero te pido, Jesús, hacer como tú, pues «la corresponsabilidad en el bien común exige moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto y la defensa del país» (Catecismo 2240). La pillería de evitar “arrimar el hombro”, es un mal, una plaga que en ciertos tiempos se ve más claro: subvenciones mal distribuidas, fondos mal llevados… aparte de colaborar en el bien común, también podemos canalizar a través de la Iglesia, como “Caritas”, colectas de dinero para actividades buenas que podemos desarrollar.
-“Cuando llegó a casa se adelanto Jesús a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón?..."” Jesús, me gusta tu método: no das enseguida la "solución", preguntas, haces reflexionar. Qué bellos debían de ser esos diálogos sostenidos entre Tú y tus apóstoles, a lo largo de los días, cara a los acontecimientos... o al anochecer, en la calma de la casa... Ayúdame también a ser una persona de diálogo, respetuoso con la opinión ajena, capaz de escuchar, sin imponer mis propias opiniones.
-“Los reyes de este mundo, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos?: ¿a sus hijos o a los extraños? Contestó Pedro: "A los extraños" Jesús le dijo: "O sea, que los hijos están exentos..." Una vez más, y a propósito de un pequeño suceso banal, nos adentras, Jesús, en tu psicología profunda. Un día habías dicho: "...hay aquí más que el Templo..." (Mateo 12, 6). Y, en otra ocasión: "Hay aquí más que Salomón" (Mateo 12, 42).
-“Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago y echa el anzuelo; toma el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda”.  ¡Admirable humildad del Hijo de Dios, que "siendo de condición divina no reivindicó celosamente su igualdad con Dios", dirá San Pablo!-“Toma esta moneda de cuatro dracmas y págales por mí y por ti” (Noel Quesson).
2. Ezequiel es el profeta que comenzamos a leer hoy, durante dos semanas, pues tiene muchas cosas. Está lleno de fantasía, imaginativo, con un lenguaje cargado de simbolismos. Era sacerdote en Jerusalén cuando, junto con otros muchos israelitas, fue deportado al destierro de Babilonia. Vive el mayor desastre nacional y religioso (597-570 a. C.).
Señor, hoy nos muestras que en los períodos más dramáticos de la historia, sigues cercano a nosotros. Personas que viven las mismas dificultades que los demás, y así, desde esa solidaridad, ejercen su misión profética.
Ante una desgracia personal o colectiva, nos preguntamos a veces: ¿cómo lo permite Dios?; ¿dónde está Dios en este momento? No sabemos más que la bondad de Dios, que se compadece («padece-con») sus hijos, con su pueblo que sufría en Egipto. Que pasaba hambre y sed en el desierto, o estaba en el destierro. Todo irá bien, sabemos que de todo saca Dios algo bueno. Que nos acompaña y nos da fuerza, como Jesús nos dijo: «yo estaré con vosotros todos los días», «donde dos o tres están reunidos en mi nombre estaré yo». Y contigo, Jesús, no puede pasarnos nada malo, aunque nos hagan daño.
Así, en medio de su visión, dice el profeta: -“Vi algo como fuego que producía un resplandor en torno... Era la visión de la imagen de la gloria del Señor”.
3. Con esta esperanza de que todo contribuye a nuestro bien, cantamos en el salmo: «Alabad al Señor en el cielo... los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor... él acrece el vigor de su pueblo». Tú, Señor, nos das vigor y ánimos en nuestra vida.
Llucià Pou Sabaté
Santo Domingo de Guzmán, presbítero

Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores. Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221.
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Su padre, Félix de Guzmán, era noble acompañante del Rey. Su madre era la Beata Juana de Aza de quien Domingo recibió su educación primera.
Cuando tenía seis años fue entregado a un tío suyo, arcipreste, para su educación literaria. A los catorces años fue enviado al Estudio General de Palencia, el primero y más famoso de toda esa parte de España, y en el que estudiaban artes liberales, es decir, todas las ciencias humanas y sagrada teología. El joven Domingo se entregó de lleno al estudio de la teología.
Eran tiempos de continuas guerras contra los moros y entre los mismos príncipes cristianos. Una gran hambre sobrevino a toda aquella región de Palencia. Domingo se compadeció profundamente de los pobres y les fue entregando sus pertenencias. En los oídos de Domingo martilleaban las palabras del maestro: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado".  Llegó el momento que solo le quedaba lo que mas preciaba, sus libros. Entonces pensó: "¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?". Un día llegó a su presencia una mujer llorando y le dijo: "Mi hermano ha caído prisionero de los moros". A Domingo no le queda ya nada que dar. Decide venderse como esclavo para rescatar al esclavo. Este acto de Domingo conmovió a Palencia.
Domingo conmovió a la ciudad de Palencia de manera que se produjo un movimiento de caridad y se hizo innecesario vender sus libros o entregarse como esclavo. También surgieron vocaciones para la Orden que mas tarde Domingo fundaría.
A los 24 años de edad, Domingo fue llamado por el obispo de Osma para ser canónigo de la catedral. A los 25 años fue ordenado sacerdote.
El Rey Alfonso VIII había encargado al Obispo de Osma, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir la mano de una dama de la nobleza para su hijo Fernando. El Obispo acepta y como compañero de viaje lleva a Domingo. Al pasar por Francia, Flandes, Renania e Inglaterra, Domingo quedó preocupado al constatar la extensión de las grandes herejías, los cátaros, valdenses y otras herejías procedentes del maniqueísmo oriental. Estos negaban muchos dogmas de la fe católica, incluso la Redención por la Cruz de Cristo y los Sacramentos.
En 1207 Domingo, con algunos compañeros, entre ellos el Obispo de Osma, se entrega de lleno a la vida apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaba, renunciando a toda comodidad, caminando a pie y descalzo, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin más ropa que la puesta.
Comprendiendo la necesidad de instruir a aquellas gentes que caían en las herejías, determinó fundar la Orden de predicadores, dispuestos a recorrer pueblos y ciudades para llevar a todas partes la luz del Evangelio. Funda centros de apostolado en todo el sur de Francia. Pero, reconociendo que para combatir las herejías era necesario una buena formación teológica, busca un doctor en teología que instruyera a la comunidad. Más tarde, uno de sus discípulos en la orden sería la lumbrera más grande que haya tenido la iglesia universal: Santo Tomás de Aquino.
Santo Domingo fue un gran amigo de San Francisco de Asís, a quien visito y abrazó efusivamente.
Santo Domingo poco después fundó la rama femenina de su Orden.
La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.
El 21 de enero de 1217, el Papa Honorio III aprobó definitivamente la obra de Domingo, la Orden de los predicadores o Dominicos.
En 1220 la herejía de los cataros y albigenses se había extendido por Italia. El Papa Honorio pone a Domingo a cargo de una gran misión.
Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221
Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. El Papa dijo: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".
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Sto. Domingo le decía a su hermanos:
Primero contemplar, y después enseñar.
Predicar siempre y en todas partes.
Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.
Hacía estrictas penitencias:
Temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas.
Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve.
Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.
Predicaba a pesar de estar enfermo.
Nunca mostraba desánimo. Era el hombre de gran alegría y del buen humor.
Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página de la Biblia.

Domingo semana 19 de tiempo ordinario; ciclo C

Domingo de la semana 19 de tiempo ordinario; ciclo C

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB 
El Reino de Dios crece en nuestro corazón cuando nos desprendemos de la ambición, y nos llenamos así de esperanza viviendo un sentido de eternidad más allá de lo temporal caduco
 «No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino. Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo, donde no entra ningún ladrón, ni roe la polilla; porque donde esté vuestra riqueza, allí estará vuestro corazón". "Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas. Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos él mismo. Si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos! Tened en cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no dejaría que asaltaran su casa. Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre". Entonces Pedro le dijo: "Señor, esta parábola, ¿la dices por nosotros o por todos?". El Señor contestó: "¿Quién es, entonces, el administrador fiel y prudente, para que dé a la servidumbre la comida a su hora? ¡Dichoso ese criado si, al llegar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber! Os aseguro que le pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en venir, se pone a maltratar a los demás criados y criadas y a comer y a beber hasta emborracharse, su amo vendrá el día y la hora que él menos lo espere, lo castigará severamente y lo pondrá en la calle, donde se pone a los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no lo hace será severamente castigado. Pero el que no lo sabe, si hace algo que merece castigo, será castigado con menos severidad. Al que mucho se le da, mucho se le reclamará; y al que mucho se le confía, más se le pedirá.» (Lucas 12,32-48).
1.  “No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino”. El miedo estropea nuestras vidas, vamos pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor, el miedo es conservador, inmovilista, reaccionario y nos impide cambiar las cosas porque siempre se han hecho así. El miedo nos hace intolerantes en muchas ocasiones y en otras agresivos. "No tengáis miedo", nos dice Jesús, y añade como razón que el Padre les ha prometido el reino.
-“Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo”… porque donde esté vuestra riqueza, allí estará vuestro corazón". Ya el domingo pasado acababa así el Evangelio: ser ricos ante Dios. La pobreza de corazón (Catecismo 2544) “es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos”. "Todos los cristianos... han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto" (2545).
-"Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas”. El correcto uso del tiempo implica vigilancia en la espera de tu retorno, Jesús, en una cierta tensión, un esfuerzo continuado, una lucha ininterrumpida. Pero no es una tensión estresante, o una lucha penosa. Es una vibración alegre, una vibración de amor,  una lucha deportiva y estimulante (P. Cardona): «Vela con el corazón, vela con la fe, con la caridad, con las buenas obras; preparando las lámparas, cuida de que no se apaguen, alimentándolas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que Él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá» (San Agustín).
Jesús, para mantener un buen ritmo en mi vida espiritual he de marcarme metas altas. ¿Qué más puedo hacer por Ti o por los demás? ¿Cómo puedo hacer mejor mi trabajo? ¿Cómo puedo tratar con más cariño a los que me rodean? ¿Me acuerdo frecuentemente de Ti durante el día?
Jesús, Tú eres ese señor, ese amo, que se marchó a «las nupcias», y que tarde o temprano va a volver, y va a llamar a mi puerta. Yo tengo que estar atento, afinar el oído de mi alma, mantener una vigilante vida de oración, «para abrirle al instante en cuanto venga y llame.»
Jesús, quiero ser un «administrador fiel y prudente» de esos dones inmerecidos que me has dado, empezando por el don de la vida y el de la fe. Quiero utilizar mis talentos en una vida útil, en una vida de servicio y de amor, de trabajo, de alegría y de penas que no son penas, porque te las puedo ofrecer. “Dichoso aquel siervo al que encuentre obrando así su amo cuando vuelva”.
En la película “El Señor de los Anillos-2”, hay un diálogo de Sam muy bonito, cuando le dice a Frodo: “¿cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? pero al final todo es pasajero, como esta sombra… incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día… y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Y esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aun cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran pero no lo hacen. Siguen adelante, porque todos luchan por algo.
Frodo: -¿Por qué luchas tú ahora, Sam?
Sam: -Para que el bien reine en este mundo, señor Frodo. ¡Se puede luchar por eso!”…
Hemos de tener encendidas las lámparas: Nadie enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Y para indicar por qué lo decía, añadió estas palabras: Luzca así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos (Mt 5,15-16).
Dice S. Agustín: “Así, pues, quiso que tuviéramos ceñidos nuestros lomos y encendidas las lámparas. ¿Qué significa ceñir los lomos? Apártate del mal.¿Qué significa lucir? ¿Qué tener encendidas las lámparas? Y haz el bien (Sal 36,27). Y ¿qué significa lo añadido: Y vosotros sed semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando regrese de las bodas (Lc 12,36), sino lo que se consigna en el salmo: Busca la paz y persíguela(Sal 33,15). Estas tres cosas, a saber, el abstenerse del mal, el obrar el bien y el esperar el premio eterno…” (Sermón 108). 
«El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad»: Estas palabras del salmo nos tranquilizan, Señor, en medio de noticias de guerra y destrucción. Son «los planes de las naciones», con tanta violencia, ambición de naciones que quieren conquistar a naciones; hombres que traman matar a hombres. La carrera de armamentos, desconfianza, amenazas, chantaje, espionaje... es como una pesadilla internacional de la lucha por el poder en el mundo, que amenaza a la existencia misma de la humanidad.
Hombres de buena voluntad pueden descorazonarse ante tanta derrota del sentido común, estupidez y egoísmo ante tantos que sufren hambre y a los que no se ayuda bien. Y piensan: ¿cuándo parará esta locura?
«El Señor deshace los planes de las naciones». Esa es la garantía de esperanza que alegra el alma. Tú no permitirás, Señor, que la humanidad se destruya a sí misma. Tu vigilas, Señor, y el futuro de la humanidad está a salvo en sus manos. Contra «los planes de las naciones» se alzan «los planes de Dios», y ése es el mayor consuelo del hombre que cree, cuando piensa y se preocupa por los demás. No conocemos esta victoria de Dios que será, en último lugar, la victoria del hombre: «El plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad». La historia de la humanidad en manos de su Creador (Carlos G. Vallés).
2. «La noche de la liberación se les anunció de antemano». Ya en la Antigua Alianza la fe no estaba desprovista de toda garantía: hubo anuncios que se cumplieron, como el de la noche de la comida pascual o la promesa de Dios al rey David, como la predicción de los profetas sobre el exilio y su duración. Todo hombre atento recibe tales signos: Dios le muestra así que está en el buen camino; si exige de él la fe, Dios no le deja en la incertidumbre, aunque a veces sea sometido a una dura prueba como Abrahán o algunos profetas, pues en último término su fe no puede apoyarse sobre signos y milagros, sino sobre la fidelidad de Dios, que mantiene su palabra de un modo inquebrantable (H. von Balthasar).
3. -Ayúdanos, Señor, a ser hombres de fe, hombres que esperar alcanzar al Inalcanzable, que esperan ver al Invisible y al mismo tiempo, que están seguros de poseer ya lo que esperan. R. Lifton considera que el problema central del hombre contemporáneo es la pérdida del sentido de inmortalidad. Esa conciencia de inmortalidad «que representa un estímulo irresistible y universal a conservar un sentido interior de continuidad, más allá del tiempo y del espacio».
Todos los textos de esta celebración nos exigen vivir en tensión, en movimiento (éxodo), desinstalados, en estado de peregrinación; en una palabra: vivir en vela, en vela en razón de la fe, en razón de la promesa de Dios, en razón de las cuentas que habremos de rendir pronto. La segunda lectura llama a esta existencia desinstalada simplemente «fe». La fe se apoya en una palabra recibida de Dios que anuncia una realidad invisible y futura. Esto se muestra en la existencia de Israel, que comienza con el éxodo de Abrahán y se continúa a través de los siglos; esta fe puede ser sometida a duras pruebas, como cuando se exige a Abrahán que sacrifique a su hijo, como demuestra también el hecho de que todos los representantes de la Antigua Alianza «murieron sin haber recibido la tierra prometida». Estos aprendieron casi más drásticamente que los cristianos lo que significa vivir «como huéspedes y peregrinos en la tierra», y buscar una patria que está más allá de toda su existencia perecedera. Porque en el destino de Jesús y en la recepción del Espíritu Santo los cristianos no solamente «han visto y saludado de lejos» la patria celeste, sino que, como dice Juan, «han oído, visto y palpado la Palabra que es la vida eterna», y según Pablo han recibido el Espíritu Santo como arras, como prenda o garantía de lo que esperan, por lo que pueden y deben ir al encuentro del cumplimiento de la promesa con mayor seguridad, y por ello también con mayor responsabilidad (H. von Balthasar).

Llucià Pou Sabaté

viernes, 5 de agosto de 2016

Sábado semana 18 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 18 de tiempo ordinario; año par

La fe nos abre a los dones que Dios quiere concedernos, en nuestra vida personal y en la historia de los hombres
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: -«Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.» Jesús contestó: -« ¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.» Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: -«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?» Les contestó: - «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible»” (Mateo 17,14-20).  
1. Después de la transfiguración, Jesús, te encuentras con tus apóstoles que no han sido capaces de curar a un epiléptico. Como los días pasados, aprovecha estos hechos para fomentar la fe.
-“Un hombre se acerco a Jesús: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y con los ataques su estado es muy deplorable... Se lo he traído a tus discípulos y no han podido curarlo". Señor, Hijo de Dios altísimo, Tú, el Santo, has aceptado vivir con pobres seres obtusos, pecadores, incrédulos. Perdón, Señor, por nuestras pequeñeces y por nuestras mezquindades. Perdón, Señor, por todas las decepciones que te infligimos.
Te preguntan, Señor: -...”¿Por qué razón no pudimos echar ese demonio nosotros? Y tú les respondes: -“Porque tenéis poca fe”. Tropezaste con la incredulidad… Yo creo, señor, pero te pido más fe. “El demonio se mete en mi vida de mil formas distintas: suscitándome tentaciones de avaricia y sensualidad, sugiriéndome que escoja siempre lo fácil y cómodo y, sobre todo, engrandeciendo mi soberbia, mi amor propio, el deseo de que los demás se fijen en mí.
”El gran triunfo del demonio es que la gente no crea en su existencia. De esta forma puede «trabajan» a sus anchas sin encontrar la menor resistencia. Nunca ha estado más activo que ahora que el mundo piensa que ha vencido este mito (Pablo Cardona). Con una visión sin fe, una visión cientificista, desaparece la responsabilidad de las acciones, la misma noción de pecado y, en el fondo, la libertad. El demonio actúa…
“El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. ¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam»  ¡te serviré, te seré fiel!  que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?»” (San Josemaría, Camino 413).
«La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio” y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. “El hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo”. La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios» (Catecismo, 394).
-“Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta colina: "Muévete de aquí allá". Y se movería”. ¡Cuántas veces fracasamos en nuestro empeño por falta de fe! Tendemos a poner la confianza en nuestras fuerzas, en los medios, en las instituciones. No planificamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu. Jesús nos avisó: «sin mí no podéis hacer nada». Apoyados en él, con su ayuda, con un poco de fe, fe auténtica, curaríamos a más de un epiléptico de sus males. El que cura es Cristo Jesús. Pero sólo se podrá servir de nosotros si somos «buenos conductores» de su fuerza liberadora. Como cuando Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo. La de cosas increíbles que han hecho los cristianos (sobre todo, los santos) movidos por su fe en Dios. Tener fe no es cruzarse de brazos y dejar que trabaje Dios. Es trabajar no buscándonos a nosotros mismos, sino a Dios, motivados por él, apoyados en su gracia (J. Aldazábal).
¡Hay que tomar en serio esas palabras del Señor! Efectivamente no se trata de desplazar materialmente "montañas” de piedras; pero la Fe puede realizar otras tareas que no son menos difíciles: desplazar montañas de orgullo, de egoísmo, de cobardía... cambiar corazones, hábitos... transformar hombres, haciéndoles capaces de entrar en relación con Dios... ¡Desplaza mis "montañas", Señor! ¡Dame esa fe, que es el apoyo de tu propio poder divino!
-“Y nada os será imposible”. ¡Cuánto me gusta oírte decir esto, Señor Jesús! Repíteme esa palabra. La escucho. La aplico serenamente a mi jornada de hoy sin exaltación extraordinaria, pues me conozco, sino contando solamente contigo. Sí, líbrame de mis entusiasmos que no llegan al día siguiente. Pero dame esa tenacidad de la Fe adulta, y nada me será imposible, como lo has prometido... La Fe, tal como Jesús la ve, es una fuerza: triunfa de lo imposible, duplica las fuerzas del hombre, es un "poder de Dios" para la salvación de cualquiera que cree (Rm 1,15; Noel Quesson). 
-“Después, «increpó al demonio y salió, y en aquel momento se curó el niño»”. Te pido, Señor, participar de tu curación, yo personalmente y todas las personas por las que te rezo en estos momentos.
2. Leemos hoy en Habacuc (1,12-2,4): "-Desde los tiempos más lejanos, ¿no eres Tú, Señor, mi Dios, mi Santo, Tú, que no puedes morir?" Siempre  se ha pensado que por encima de las fragilidades y de las ruinas, de las dificultades y de los fracasos, Dios puede más, es «el eterno», el fuerte, el santo, el inmortal. Podemos tener una idea de Dios pequeñita, pero es siempre más grande de lo que podamos pensar, de los ejemplos que podamos poner.
-"Tú estableciste el pueblo de los caldeos para ejecutar el juicio y llevar a cabo el castigo". Ayer veíamos a Nínive aplastada por los caldeos de Babilonia. Hoy Habacuc nos invita a considerar que esos mismos caldeos, instrumentos de la intervención de Dios, irán, a su vez, demasiado lejos en su represión.
-“Tus ojos son demasiado puros para ver el mal, no puedes mirar la opresión. Entonces, ¿por qué callas cuando el malvado devora a un hombre más justo que él?” Es duro ver el dolor, la muerte de los inocentes. Este «por qué», esta pregunta dirigida a Dios... ¡cuán actual es! Aunque nos hayamos hecho de Dios un concepto de Fortaleza, de Justicia, de Santidad... esto no resuelve todas nuestras preguntas. Nos quedamos en la duda. ¿Por qué, Señor, todo parece salirles bien a los impíos? ¿Por qué el sufrimiento, por qué? No hemos de temer preguntar a Dios. Señor, tengo la confianza de que pase lo que pase, las cosas contribuyan a hacer avanzar, quizá sin saberlo, tus proyectos.
-“Entonces el Señor me contestó: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda lee de corrido. Esta visión se realizará, pero solamente cuando llegue su tiempo.»” Dios es enteramente el otro. Hay que saber esperar. Con El, hay que hacer el salto a lo desconocido. El proyecto de Dios "se realizará pero a su debido tiempo". Mientras tanto hay que caminar en la noche.
Nos quedamos viviendo en la esperanza, con esa promesa de que todo se cumplirá según esos límites que Dios pone en la historia, y esa capacidad divina de cumplir sus proyectos a su tiempo (Noel Quesson).
3. El Salmo 17 proclama ese amor confiado que Dios provoca en nosotros: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. / Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. / Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido”.
Llucià Pou Sabaté
La Transfiguración del Señor

La Transfiguración del Señor: la Cruz es camino de la Gloria, también para nosotros
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos” (Marcos 9,1-9).
1. La fiesta de hoy con la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evoca la presencia de Dios en el Sinaí.Jesús, te vemos como el "nuevo Moisés", en ti llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley, y nos preparas la nueva alianza, la del amor infinito. En ti, Cristo, se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf Dn 7).
La transfiguración de tu rostro, Jesús, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de tu resurrección, como leemos en la primera lectura. La cruz esconde la gloria. En la vida de fe de cada uno hay ciertas transfiguraciones... Hay personas que notan estas pistas que nos da Dios a lo largo de la vida. Pero es necesario estar atento para descubrirlas.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”. Es muy bonito el detalle del blanco de los vestidos… queremos entrar en este misterio, que nos habla de lo que será el cuerpo glorioso, para que nos sirva de estímulo y esperanza, para morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos.
Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús”. El encuentro de Jesús con los profetas muestra la unión de la Antigua y nueva alianza, que “toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo” (Hugo de San Víctor). Un encuentro milagroso, que enlaza con los dos Testamentos escritos, por tanto no podemos olvidarnos de los antiguos libros. Pues, “si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (S. Jerónimo).
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía”. Señor, querría poder decirte «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» sobre todo después de ir a comulgar. El prefacio de la misa de hoy nos dice: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección».
Esta revelación nos muestra, como decía san Juan de la Cruz, que en la Biblia nos habla el Señor de una sola palabra, Cristo. Atanasio el Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto».
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo”. Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Jesús, ¿por qué no quieres que lo difundan hasta después de tu resurrección?,
Queremos nosotros también, como Pedro, verte, Señor, y llevar tu amor a los demás. Te pido que te muestres en mi camino, que hagas luz ante tanta tiniebla que hay en el mundo, que tu poder vaya en defensa del pobre y oprimido.Bienaventurado el que se sabe en tus manos, Señor, dormirá tranquilo y vivirá en paz, seguro.
2. Daniel (7,9-10.13-14) en su visión nos muestra cuatro bestias y el "hijo del hombre", la escena del juicio divino. Según la concepción mítica, el océano del que surgen las bestias es morada de potencias hostiles a la divinidad. Y de esta concepción mítica se hace eco la Biblia para presentarnos el mar como algo hostil, caótico... del que surgen las cuatro bestias que representan cuatro imperios. El león alado es Nabucodonosor, monarca de Babilonia: cortadas las alas de su soberbia puede razonar, comportarse como hombre. El oso, medio erguido, representa a Media, animal feroz siempre dispuesto a atacar y nunca satisfecho. El leopardo o pantera, con cuatro cabezas y cuatro alas, simboliza al imperio persa con su gran agilidad para apoderarse de todo el mundo. La cuarta fiera no es identificable, pero es más feroz que las demás. Los dientes de hierro pueden hacer alusión a Alejando Magno y al imperio griego; los diez cuernos aludirían a los sucesores de Alejandro y el cuerno más pequeño sería el perverso Antíoco, quien vence a los otros tres cuernos para hacerse con el poder.
El Anciano establece un juicio para castigar los malos, y es cuando aparece "como un hombre"; su reino no tendrá fin. (A. Gil Modrego). Representa al “pueblo de los santos del Altísimo” (7,27), el Israel fiel. Hijo del hombre que fue entendido como Mesías persona en el judaísmo en tiempo de Jesús (Libro de las parábolas de Henoc); pero tal título sólo se une a los sufrimientos del Mesías y a su resurrección de entre los muertos cuando Jesús se lo aplica a Sí mismo (Biblia de Navarra): “Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16,23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,28; cf Is 53,10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf Jn 19,19-22; Lc 23,39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36)” (Catecismo 440). Y la Iglesia cuando proclama que Cristo se sentó a la derecha del Padre confiesa que fue a Cristo a quien se dio el imperio: “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla)” (Catecismo 664).
La grandeza de Dios es proclamada en el salmo: "¡Yahveh es rey!"... "¡Señor de la tierra!" "Altísimo sobre toda la tierra!"... "¡Santísimo!" Se canta la teofanía, como en el Sinaí. En el padrenuestro proclamamos "Venga tu Reino, así en la tierra como en el cielo". Jesús no suele proclamar más que el reino interior, pero también dijo: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo" (Mt 26,64; Ap 1,7).
San Pablo dirá que la Encarnación es como una entronización real, pero sobre todo la segunda venida: "Cuando venga glorioso, sobre su trono de gloria, todas las naciones estarán reunidas ante El... Como el relámpago que se ve brillar de Oriente a Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... (Mt 24,27-31). Entonces, los "justos" se asociarán a este triunfo como lo dice el salmo.
3. La 2 carta de san Pedro (1,16-19) recuerda cuando subieron con Jesús el día de hoy: "habíamos sido testigos oculares de su grandeza (...). Esta voz del cielo la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada". "Hemos contemplado su gloria", dirá también san Juan (Jn 1,14); "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida" (1 Jn 1,1). Que por la intercesión de Santa María el Padre nos conceda el don de descubrir y contemplar la claridad de su rostro glorioso y vivificante en el rostro humilde y tan humano del Hijo del hombre, del hombre de dolores. Que nos conceda el don de escuchar su palabra de vida y seguir su camino, incluso cubiertos por la oscuridad de la nube. "Contempladlo y quedaréis radiantes" (Sal 33, 6).
La liturgia de la Transfiguración, como sugiere la espiritualidad de la Iglesia de Oriente, presenta en los apóstoles Pedro, Santiago y Juan una «tríada» humana que contempla la Trinidad divina. Como los tres jóvenes del horno de fuego ardiente del libro de Daniel (cf Dn 3,51-90), la liturgia «bendice a Dios Padre creador, canta al Verbo que bajó en su ayuda y cambia el fuego en rocío, y exalta al Espíritu que da a todos la vida por los siglos» («Matutino de la fiesta de la Transfiguración»).
También nosotros oremos ahora al Cristo transfigurado con las palabras del «Canon de san Juan Damasceno»: «Me has seducido con el deseo de ti, oh Cristo, y me has transformado con tu divino amor. Quema mis pecados con el fuego inmaterial y dígnate colmarme de tu dulzura, para que, lleno de alegría, exalte tus manifestaciones»” (“Eucaristía 1978”).
Llucià Pou Sabaté

jueves, 4 de agosto de 2016

Viernes semana 18 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 18 de tiempo ordinario; año par

El Señor se vuelca nos nosotros, nos pide que consideremos que necesita nuestra correspondencia, para podernos dar más amor
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad»” (Mateo 16,24-28).  
1. Jesús, nos avisas de que, al igual que tú mismo, en tu camino hacia la Pascua, a todos nos tocará «negarse a si mismos», «cargar con la cruz», «seguirle», «perder la vida». Te dedicas, Señor, a formar intensamente a tus apóstoles:
-“Jesús, después de haber anunciado a los discípulos su pasión y su resurrección, les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Es una de las paradojas de la vida, la cruz… me gusta tu amor a la libertad: "Si alguien quiere venirse conmigo..." Este "si" condicional, o sea la frase inicial: "El que quiera", me ayudan a penetrar en un misterio esencial de Dios: Tú, Señor, has inventado la libertad del hombre... Jamás la fuerzas. Quiero decirte ahora: ¡Sí, Señor, lo quiero! Pero ¡ven a ayudar mi flaqueza! Esto es, precisamente, lo que me atrae en el evangelio: seguirte, ir contigo, vivir mi vida humana "como la vivió Cristo". Tú has ido delante. Tú me precedes a cualquier parte que yo vaya. Considerarme como "aquel-que-trabaja-con": mis trabajos de hoy, mis responsabilidades, "contigo", siguiéndote.
-“Que renuncie... que cargue con su cruz”... Sin estos requisitos no hay vida cristiana verdadera. La vida según el evangelio no es una vida fácil, como agua de rosas, muelle y sin consistencia. Seguir a Cristo supone un cierto número de elecciones y de rupturas. He escogido esto, he renunciado a aquello. Es necesario que revise mi vida para ver si de hecho encuentro que hay en ella renuncias. ¿A qué he renunciado por ti, Señor? ¿El que quiera salvar su vida, la perderá... el que pierde su vida por mí, la conserva. He aquí una fórmula paradójica que Jesús pronunció ciertamente, y, sin duda, con esas mismas palabras... seis veces las encontramos en los evangelios.
Nuestra vida no está hecha para ser guardada, sino para ser entregada. Amar no es "sentir emoción", no es desear poseer al otro, es olvidarse de sí mismo para darse al otro. Cada vez que uno "toma" para sí, deja de amar. No digas que amas cuando quieres solamente disfrutar del otro: ¿no sería esto entonces un amarte solamente a ti mismo? Sí, amas de veras, si eres capaz de renunciarte, de olvidarte, si eres capaz de morir a ti mismo en beneficio de aquel a quien amas. El que más ha amado, es Jesucristo. La "cruz" de Jesús no es solamente un instrumento de suplicio, de renuncia... es el signo mismo del más grande amor que haya levantado jamás a un corazón. "No te he amado en broma..."
-“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si malogra su vida? o ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” Estas palabras tocaron en lo más profundo de su alma san Francisco Javier, para cambiar de vida… Jesús, ayúdame a saber experimentar, como dices, que para "salvarse" que hay que "perder": la renuncia no tiene su fin en sí misma... es la condición de una "vida" en plenitud. ¡Por la renuncia y la cruz, Jesús no propone una destrucción, sino un desarrollo... una expansión total y eterna!
-“Porque el Hijo del hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre: Entonces pagará a cada uno según su conducta”. Señor, ayúdanos a vivir los verdaderos valores (Noel Quesson).
2. Leemos hoy el libro de Nahúm, que sólo tiene tres páginas. Es de tiempos de Jeremías, inmerso en aquel período agitado.
-“Mira correr por las montañas al mensajero que anuncia la paz”. Corre con todas sus fuerzas para ir a anunciar a sus conciudadanos esta buena noticia. Llega resoplando y grita su mensaje:
-“Celebra tus fiestas, Judá. Cumple tus votos. El malvado no volverá por ti: ha sido exterminado, pues el Señor restablece la viña de Jacob como la viña de Israel”. Los saqueadores la habían saqueado y habían destruido sus sarmientos. En el momento en que Judá e Israel titubean bajo los golpes de los ejércitos asirios. ¿Soy capaz de esperar?; ¿incluso en los momentos en que todo parece perdido?
-“¡Ay de ti, Nínive, ciudad sanguinaria, llena de fraudes, de violencias, y de incesante pillaje!” Cuando Nahúm profetiza, Nínive, capital de Asiria está en el apogeo de su poder. Los bajorrelieves que llenan los museos son testigos de esta civilización prestigiosa y violenta que hace temblar al mundo. En 553 antes de Jesucristo, el imperio asirio y sus ejércitos invencibles han conquistado incluso Tebas, capital del poderoso Egipto. Ahora bien, cincuenta años después, Nínive se derrumba a su vez bajo la embestida de Babilonia. Al describir por adelantado esta caída de la orgullosa Nínive, lo que canta el profeta es la esperanza de los pobres: todas las pequeñas naciones, hasta ahora aplastadas, podrán levantar la cabeza.
-“Ay de ti, Nínive... ¡Escuchad el chasquido de los látigos, el estrépito de las ruedas, el galope de los caballos, la oleada de los carros! ¡Caballería que avanza, flamear de espadas, centellear de lanzas! ¡Multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres por doquier, cadáveres con los que se tropieza! Arrojaré inmundicia sobre ti, te deshonraré y te pondré como espectáculo”. Cuando Asiria se proclama la dueña del mundo, Nahúm la ve como el símbolo del orgullo y de la violencia, de los "poderosos" de todo orden. Fraudes, violencias, barbarie, brutalidad, no son privilegio de aquel tiempo ni de aquella civilización. La ve como ciudad que quiere dominar el mundo, y que no podría durar ante Dios! Será destruida.
Son hoy todas estas potencias sin escrúpulos, que, en el seno de los sistemas económicos actuales, se aprovechan del dinero y de la mentira, para oprimir a los débiles indefensos. Los imperios caen, unos después de los otros. Y la historia continúa.Nínive, la "maravilla del mundo" es hoy un campo de ruinas. Meditemos sobre la fragilidad de las cosas (Noel Quesson).
Los regímenes perversos tienen acciones sanguinarias con excusa de coberturas ideológicas «que entusiasman y seducen». Asiria, como dice Nahún, fue un buen ejemplo (3,1-4): el hombre es destruido a la vez por la adoración de los ídolos que no son nada (Sal 11,4-8) y por la espada. Pero Dios-Yahvé incluso en el castigo pretende la conversión, por eso la definición que más conviene a Dios sigue siendo la de Ex 3 13ss: Yo soy el que estoy y estaré a vuestro lado (Armengol).
3. El responsorio de hoy está tomado del Deuteronomio 32, y nos infunde esperanza en el Señor: “El día de su perdición se acerca / y su suerte se apresura, / porque el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos”.
Es un Dios que se implica, verdadero, y no hay otro fuera de él: “Pero ahora mirad: yo soy yo, / y no hay otro fuera de mí; / yo doy la muerte y la vida, / yo desgarro y yo curo”. Pedimos al Señor que nos cure, por la mediación de Santa María.
Llucià Pou Sabaté
La Dedicación de la basílica Santa María

«Sucedió que mientras él estaba diciendo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él replicó: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan». (Lucas 11, 27-28)
1º. Jesús, la mujer que hoy alaba a tu Madre, pertenece a la segunda de una ininterrumpida serie de generaciones que han felicitado y acudido a la Virgen María.
Se cumple así la profecía que tu Madre hizo de si misma: «Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mi cosas grandes el Todopoderoso» (Lucas 1,48-50).
«Todas las generaciones me llamarán dichosa, dijo María en su cántico profético; «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús». Le responden a eco, a lo largo de los tiempos, pueblos de todas las latitudes, razas y lenguas. Unos más esclarecidos, otros menos, los fieles cristianos no cesan de recurrir a Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios: en momentos de alegría, invocándola «causa de nuestra alegría»; en momentos de aflicción, llamándola«consoladora de los afligidos»y en momentos de desvarío, implorándola «Refugio de los pecadores» (Juan Pablo II).
Pero antes que la mujer del Evangelio, María ya había sido elogiada.
El ángel Gabriel le saluda: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo» (Lucas 1,28).
Y días después, su prima Isabel la recibe en su casa con estas palabras: «Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lucas 1,42), y «bienaventurada tú que has creído» (Lucas 1,45).
Estos primeros elogios me dan la clave, Jesús, para entender tu respuesta a la mujer del Evangelio de hoy: María es bienaventurada, no sólo por el hecho físico de haberte «criado», sino por el hecho sobrenatural de haber «creído» en tu palabra y haberla guardado.
2º. «Pero, fijaos: si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquella mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a Jesús exclamando: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron», el Señor responde: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica». Era el elogio de su Madre, de su fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas consecuencias, que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el sacrifico escondido y silencioso de cada jornada» (Es Cristo que pasa.-172).
Madre, tú has sabido escuchar la palabra de Dios con humildad, con el oído atento para captar qué es lo que Él quería de ti en cada momento: «María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón» (Lucas 2,4).
Por eso eres, con razón, maestra de oración.
Ayúdame a tener más intimidad con tu hijo Jesús: que también yo sepa escuchar lo que Él me pide, que no deje de tener cada día un tiempo reservado para ponderar sus palabras en mi corazón.
Además, Madre, eres modelo de entrega, porque has sabido poner en práctica la palabra de Dios hasta las últimas consecuencias.
Enséñame a entregarme de verdad a Dios sin hacer cosas raras ni aparatosas.
Ayúdame a encontrar la santidad en los pequeños detalles de cada día: en el trabajo bien hecho y ofrecido, en los detalles de servicio escondido y silencioso, en el deseo sincero de hacer el bien.
Madre, a ti no te fueron ahorrados ni el dolor, ni el cansancio en el trabajo, ni el claroscuro de la fe.
Ayúdame cuando me encuentre en dificultad; compórtate conmigo como con Jesús, puesto que eres también mi madre: aliméntame, cuídame, enséñame, y haz que crezca sano y fuerte en esta vida sobrenatural a la que he nacido con el bautismo.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.