domingo, 18 de agosto de 2013

Lunes de la semana 20 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Dios nos llama, su misericordia se vuelca en la historia, y se encarna en Jesús, que nos ofrece continuamente dejarlo todo y seguirle
“En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mateo 19,16-22).
1. Antes se distinguían dos estados: el de cumplir los mandamientos y un “estado de perfección” o vocación religiosa (siguiendo las palabras de Jesús de la llamada a una pobreza total). Ahora decimos que no hay “estados de perfección” como el que se sube a un coche y “ya es perfecto” (por el hecho de ingresar en una institución religiosa). Hablamos de “la perfección en el propio estado”, sea cual sea el modo concreto de vocación cristiana que se ha escogido en la vida, discerniendo lo que intuimos que Dios nos pide: casados muchos, célibes otros… no hay dos categorías sino una única vocación cristiana: la elección divina que podemos sentir cada uno en nuestra existencia humana, es igualmente cierta…
Joven, quizá de unos 25 a 30 años, porvenir por delante. Todavía no se ha casado, por eso está reflexionando sobre sí mismo, tiene ambiciones, aun de carácter filantrópico y moral, un hombre que sabe que la vida no se juega con poco, sino que hay que gastarla en cosas grandes. Pregunta a Jesús qué hacer para tener la vida eterna.
Jesús, nos has dicho estos días: "El que no se haga como estos pequeños no entrará en el reino". Ahora vemos este joven que quiere "poseer", “haciendo” cosas: ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna? Las palabras revelan el mundo interior de cada persona. Hombre muy preocupado del "hacer"… acostumbrado a comprar, sabe que todo tiene un precio, que el hombre rico puede hacer muchas cosas. Es la eficiencia de un hombre práctico. "Para poseer la vida". Aquí también el verbo significa: para que yo la tenga en mano, esté seguro de tenerla. Es un hombre acostumbrado a comprar y a poseer mediante el dinero, por tanto hasta la vida eterna la quiere con seguridad.
Jesús "lo amó", y le dice: "¿Qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno sólo es el bueno". ¿Qué quiere decir? Se entiende Marcos, en donde el joven pregunta: "Maestro bueno" y Jesús contesta: "Uno sólo es bueno: Dios". Jesús, le vienes a decir: cuidado, el bien no es una cosa, sino una persona. No le respondes "si quieres poseer la vida", sino "si quieres entrar en la vida". La verdad del Reino no se puede poseer, sino dejarse poseer por ella, “entrar” en ella. Dios te ofrece la vida, por tanto, no es que tú puedas poseerla; sino, si quieres participar en ella, observa los mandamientos.
Este hombre añade: "¿Qué mandamientos?". Jesús, le das la respuesta: "No matar, no robar, no fornicar, no decir falsos testimonios, honrar al padre y a la madre, amar al prójimo como a sí mismo". Las relaciones con el prójimo: ten buenas relaciones con el prójimo, dice Jesús, no lo engañes en nada, da a cada uno lo que le pertenece: las cosas, la esposa, el honor al padre y a la madre, la verdad a todos.
Jesús, tú le vuelves a invitar: “Si quieres ser perfecto”… es la invitación a "algo más". Así lo decía Juan Pablo II: "Ven, y sígueme". El camino y, a la vez, el contenido de esta perfección consiste en la sequela Christi, en el seguimiento de Jesús, después de haber renunciado a los propios bienes y a sí mismos. Precisamente ésta es la conclusión del coloquio de Jesús con el joven: "luego ven, y sígueme". Es una invitación cuya profundidad maravillosa será entendida plenamente por los discípulos después de la resurrección de Cristo cuando el Espíritu Santo los guiará hasta la verdad completa.
Seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida, así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre. No se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre. Jesús es la luz del mundo, la luz de la vida; es el pastor; que guía y alimenta a las ovejas, es el camino, la verdad y la vida, es aquel que lleva hacia el Padre, de tal manera que verle a él, el Hijo, es ver al Padre. Imitar al Hijo, "imagen de Dios invisible", significa imitar al Padre. Es seguir el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor de Dios. El modo de actuar de Jesús y sus palabras, sus acciones y sus preceptos constituyen la regla moral de la vida cristiana.
El joven dice: "Todo esto lo he observado": ha dado limosnas, ha sido generoso con los pobres, se ha preocupado de los enfermos... E insiste: "¿Qué me falta todavía?”. Queremos muchas veces algo más: no nos basta con “ir tirando”. Tenemos un deseo infinito, de profundidad, de relaciones sin límites, una existencia superficial y vana no nos llena.
-"Le dijo Jesús"Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres; y tendrás un tesoro en los cielos; después, ven y sígueme". Habrá dificultades si uno hace esto: “¡Se ha vuelto loco!”, dirán… por eso añades, Jesús: "Tendrás un tesoro en los cielos". Llegarás a ser libre, si pones tu punto de equilibrio fuera de ti, en los cielos, es decir, en Dios: verás cómo llegarás a una relación con Dios.
Hasta ahora era una relación de comodidad, y así te colocas en una relación de enemistad con la sociedad que te rodea, no te comprenderán; te pones en una situación de dependencia total delante de Dios. El equilibrio, será ser lo que verdaderamente debes ser, tendrás la plenitud de la vida y la autenticidad a la que aspiras secretamente, habrás vencido ese sutil descontento que te corroe, que está presente en todas las cosas que haces bien, en todas las alabanzas que recibes, en todos los honores que te brinda la gente a quien sirves. Entonces serás auténtico. Esta es la propuesta de verdad.
Pero vemos en el joven la imposibilidad de salir de la propia esclavitud: "Al oír esto, el joven se fue entristecido". Se dio cuenta de que era esclavo, “porque tenía muchas riquezas", o mejor muchas cosas que lo poseían. Está ya triste porque se da cuenta de que no es auténtico, no es verdadero. Quería algo más, pero no se atreve a dejar todo. Debió de pensar: “quiero otra vez hablar con Jesús, no me basta con la primera vez, no me doy por vencido. Lo busca, se informa y decide, porque no puede ya vivir sin ir a buscarlo”. Al final, como es honesto, elegirá el camino justo. Es decir, probablemente se acerca a Jesús en un momento en el que estaba un poco solo y le dirá: “Señor, sólo tú me llenas con la verdad. Mis riquezas no  me sirven. Dime qué puedo hacer ahora, me apunto a lo que sea, como el último de la fila”...
Y Jesús le dirá: “mira, tú entonces no podías menos de comportarte así: no podías obrar de otro modo, porque tu tesoro estaba allá y tú no podías cambiar el lugar de tu tesoro, ahora estás preparado, ven y sígueme” (Carlo M. Martini).
2. La mujer de Ezequiel muere el mismo día de la caída de Jerusalén; lo que es para él, ocasión de vivir, de algún modo, el drama de Dios: -“Mira, voy a quitarte súbitamente tu mujer, el encanto de tus ojos”. La experiencia de la separación de un ser amado: Dios sabe lo que esto supone y nos lo revela en esta página.
-“Pero tú no te lamentarás, no llorarás, no derramarás ni una lágrima. Suspira en silencio, no hagas ostentación de luto”. Ezequiel tendrá que explicar a la gente este comportamiento insólito. El día que caerá Jerusalén, nadie tendrá ni siquiera tiempo de llorar, tal será la prisa por subir a los carros de los deportados que partirán hacia Babilonia. Además, aquel día, todo será ya inútil y demasiado tarde para lamentarse: Se tendría que haberlo hecho mucho antes.
-“Yo hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi mujer. Al día siguiente obedecí la orden recibida”. Señor, danos el valor de asumir todas nuestras pruebas, descubriendo en ellas, si es posible una significación. Cuando circunstancias dolorosas de nuestra vida nos conducen al reconocimiento de nuestras culpas, hay que dar gracias a Dios de esta luz, que nos permitirá reemprender el camino (Noel Quesson).
3. “Abandonaron a Dios, que les dio la vida”, recordamos en el Salmo; y muchas veces esto crea un “silencio de Dios”, pues no podemos verlo en esas condiciones interiores: “me les voy a esconder, y voy a ver en qué acaban”… pero aunque seamos “unos hijos infieles”, Dios es nuestro Padre y nos cuida por encima de esos desvaríos, de buscar “un dios que no es Dios”, y nos reconduce a su amor.

Llucià Pou Sabaté
Domingo de la semana 20 de tiempo ordinario; ciclo C

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que be venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» (Lucas 12,49-53).
1º. Jesús, como profetizó Zacarías cuando nació su hijo Juan el Bautista, Tú has venido al mundo «para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz» (Lucas 1,78).
¿Cómo dices ahora que no has venido a traer paz sino división?
Lo que pasa es que me hablas de dos paces distintas: la paz del alma, que se consigue a base de lucha personal contra los propios defectos, y la paz exterior, que es la tranquilidad producida por el consenso y la unidad.
Ambas paces son buenas, pero lo importante es la paz interior, fruto de la santidad personal.
«No hemos de temer a adversarios exteriores. El enemigo vive dentro de nosotros: cada día nos hace una guerra intestina. Cuando le vencemos, todas las cosas del exterior que pueden sernos adversas pierden su fuerza, y todo se pacifica y allana» (Casiano).
De hecho, sólo la paz interior contribuye eficazmente a la paz exterior.
La unidad conseguida por la fuerza o el consenso fruto de la negociación política no son estables.
Jesús, Tú has venido a enseñarme el camino de la paz del alma, fruto del amor a Dios.
Esa es la paz que he de llevar a los demás.
Como a los apóstoles también me dices: «en la casa en la que entréis decid primero: paz a esta casa» (Lucas 10,5).
Jesús, quieres que el cristiano sea un sembrador de paz y alegría, fruto de su unión con Dios.
Pero eso no significa que me tenga que amoldar a los demás, hasta el punto de transigir en la doctrina que me has enseñado.
El cristianismo es un mensaje fuerte, exigente, divino, y por eso no todo el mundo lo acepta.
De ahí la división que produce; no por el lado del cristiano -que debe buscar la comprensión y el entendimiento-, sino por el del que se opone con todas sus fuerzas a la luz de la fe.
2º. «Con la maravillosa normalidad de lo divino, el alma contemplativa se desborda en afán apostólico: «me ardía el corazón dentro del pecho, se encendía el fuego en mi meditación.» ¿Qué fuego es ése sino el mismo del que habla Cristo: fuego he venido a traer a la tierra y qué he de querer sino que arda? Fuego de apostolado que se robustece en la oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y lo ancho del mundo, esa batalla pacifica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta padecer a Cristo» (Es Cristo que pasa.-120).
Jesús, el fuego que has venido a traer a la tierra, es el fuego del amor de Dios, que abrasa todo egoísmo y purifica todo deseo orgulloso o impuro.
Es el fuego del Espíritu Santo que se posa sobre los apóstoles y que les impulsa a salir al mundo para encender esa llama y esa luz en otros corazones.
Es el fuego del apostolado que se robustece en la oración.
¿Cómo cuido mis ratos de oración personal contigo?
¿Me sirven para encenderme por dentro, para llenarme de amor a Ti y de afán apostólico?
Jesús, Tú has venido a traer fuego a la tierra, y ese fuego ha prendido en el corazón de los apóstoles y de tus discípulos de todos los tiempos hasta llegar a mi.
Ahora me toca a mí recoger esa llama, tomar esa antorcha de la fe y recorrer mi parte en esta batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar.
No quiero enfriarme y dejar que ese fuego se apague.
Para ello y para que esa llama alumbre y dé calor a muchos otros, he de unirme a Ti cada día en la oración.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
&nbsp

viernes, 16 de agosto de 2013

Si este archivo adjunto contiene imágenes, no se mostrarán. Descargar el archivo adjunto original
Sábado de la XIX semana, año impar: los niños son modelo de sencillez de corazón y de ellos es el Reino de Dios
«Entonces le presentaron unos niños, para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Ante esto, Jesús, dijo: Dejad a los niños que vengan a mí, porque de éstos es el Reino de los Cielos. Y después de imponerles las manos, se marchó de allí» (Mateo 19, 13-15).
1. -“Acercaron a Jesús unos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos”. Quizá eran madres que llevan a sus hijos pequeños... Jesús los acaricia... a la vez que ora por ellos... el niño sonríe. Jesús, tú amabas a los niños.
Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». En esta ocasión, a los niños que le traen para que los bendiga.
A los apóstoles se les acaba pronto la paciencia. -“Pero los discípulos les regañaron”. Hasta los doce años que entra en la sinagoga, había poca consideración hacia los niños.
Tu frase, Jesús, es toda una consigna. -“Jesús les dijo: "...Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí porque de los que son como éstos, es el reino de los cielos." ¿Pensaban tus apóstoles que era una pérdida de tiempo para el Maestro tener que atender a unos niños? Los primeros cristianos muy pronto interpretaron estas palabras como una toma de posición de Jesús en favor del bautismo de los niños pequeños. Algunos padres con poca fe dicen que si no se bautiza tan pequeño el niño tendrá libertad, pero es falso cuando se le impide participar en actos religiosos. Los primeros años son decisivos para toda la vida…
Jesús, nos presentas a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana. En aquellos tiempos, a los niños no se les tenía muy en cuenta. Parece que este pasaje («no impidáis a los niños acercarse a mí») nos habla del Bautismo de niños, que ya en el primer siglo se hacía en las familias cristianas.
Evangelizar a los niños, transmitirles la fe y el amor a Dios, es parte importantísima de la Iglesia en colaboración con las familias: en el bautismo preparación de los padres y celebración, y en la Confirmación y Eucaristía además los niños participan más activamente en la catequesis y celebración (J. Aldazábal).
Al igual que una buena madre da a sus hijos pequeños el mejor alimento, sin dejar que escojan, es lógico que les den también el mejor alimento espiritual, la puerta de toda gracia: el Bautismo. Así lo enseña la Iglesia: «Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios, a la que todos lo hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijos de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento» (Código de Derecho Canónico 1250).
-“El reino de los cielos es de los que son como ellos...” Jesús, los pones como ejemplo a los mayores. Dirás en otro momento: "Bendito seas Padre... porque si has escondido estas cosas a los "sabios y entendidos" se las has revelado a los "pequeños"” (Mateo 11, 25). El niño espontáneamente concuerda con el misterio. Cuanto más técnico va siendo nuestro mundo matemático, científico y programático... la palabra de Jesús resulta tanto más actual: Cada vez será mas necesario conservar ¡un rincón de infancia en el corazón, un rincón de poesía, un rincón de ingenuidad y de frescor, un rincón de misterio. Danos, Señor, sin infantilismos, el verdadero espíritu de infancia (Noel Quesson).
«Porque de éstos es el Reino de los Cielos.» Jesús, quieres que yo también sea pequeño, necesitado de tu ayuda, que confíe plenamente en Ti, que no me asuste ante las dificultades, que no me avergüence confesar mi fe y pedir perdón, que sepa amar con ternura, que me invada la seguridad, alegría y paz propia de saberme hijo pequeño de Dios (Pablo Cardona).
«Cuando éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre, al pasar por caminos oscuros o por donde había perros.
”Ahora, al sentir las tentaciones de la carne, debemos juntarnos estrechamente a Nuestra Madre del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y por medio de las jaculatorias.
Ella nos defenderá y nos llevará a la luz» (J. Escrivá, Surco 847).
2. –Josué decía: "Temed al Señor, servidle en la integridad y la fidelidad. Apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres, más allá del Eufrates y en Egipto. Servid al Señor."  Lo primordial no es pues una ceremonia; es un compromiso. Es señal de lo que vendrá: la fe cristiana no es una doctrina, en primer lugar es una alianza con Jesús, seguirle.
-“Pero si no os parece bien servir al Señor, elegid hoy a quien queréis servir...” ¡Decidíos por Dios o contra Dios!  ¿Nos damos cuenta de que nuestra Fe es una decisión, una opción radical? un dilema riguroso: o esto... o aquello... Josué subraya aquí la libertad de esa elección. También nuestro mundo moderno reafirma que la fe ha de ser libremente elegida: y cada vez menos una herencia que se recibe, casi sin darse cuenta de ello. Creer en Jesucristo será, cada vez más, una decisión tomada después de haber intentado vivir sin Él. Ser creyente será cada vez más «vivir con Dios», conociendo lo que significaría «vivir sin Dios ».
-“Yo y los míos queremos servir al Señor”. Al proponer una opción clara, Josué no permanece neutral. Hace una elección. ¡Cuán lejana se halla esta postura del «dejad que hagan... dejad a cada uno ir a su aire... todas las religiones son buenas...»
-El pueblo respondió: «antes morir que abandonar al Señor para servir a otros dioses. Es el Señor quien nos hizo subir a nosotros y a nuestros padres del país de Egipto, esa casa de esclavitud... Él es nuestro Dios." La fe se apoya en una experiencia. Israel recuerda. Nuestra fe también se apoya sobre acontecimientos históricos. Ayúdanos, Señor, a hacer más firme nuestra adhesión a Ti con el recuerdo de todos los beneficios recibidos a lo largo de nuestra vida. Cada una de nuestras eucaristías es un memorial del pasado: recordamos tu muerte, Señor resucitado... En la esperanza del futuro: y esperamos tu venida...
-Josué continuó: «Pues entonces, apartad los dioses del extranjero que hay entre vosotros e inclinad vuestro corazón hacia el Señor Dios de Israel”. La fe no es sólo una adhesión mental a unos puntos doctrinales. Es una actitud activa que mueve por entero al ser humano: se trata, en efecto, de renunciar a los dioses falsos y engañosos que el hombre se da a sí mismo y de prendarse del único Dios verdadero y absoluto.
-“Aquel día Josué pactó una alianza para el pueblo. Le impuso un estatuto y un derecho en Siquem. Escribió todo esto en el libro de la Ley de Dios. Tomó una gran piedra y la plantó al pie de la encina que hay en el Santuario del Señor y dijo: «Mirad esta piedra será testigo contra vosotros, pues ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho... Para que no reneguéis de vuestro Dios...»” El hombre necesita símbolos. Erige una estela como prueba de la solidez de su compromiso. Decide ser fiel hacia y contra todo. Sin embargo conocemos su fragilidad: Israel no cesará de acumular infidelidad sobre infidelidad. También tendrá que contar con el perdón de Dios (Noel Quesson).
3. Josué dijo de una forma muy expresiva: «es un Dios santo, un Dios celoso». Tendremos que hacer nuestro el buen propósito del salmista: «Tú eres, Señor, mi heredad...yo digo al Señor, tú eres mi bien, el Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz... me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia».
Llucià Pou Sabaté


jueves, 15 de agosto de 2013



Viernes de la 19ª semana de Tiempo Ordinario (impar). Dios renueva su Alianza y su misericordia a través de la historia, en cada tiempo, y podemos corresponder en el amor indiviso: un solo Dios y en el camino del matrimonio o celibato por el Reino de los cielos 
«En esto, se acercaron a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? Él respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra, y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla? Él les respondió: Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así. Sin embargo yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer -a no ser por fornicación- y se una con otra, comete adulterio. Dícenle sus discípulos: Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse. Él les respondió: No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, hay eunucos que así nacieron del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender; que entienda.» (Mateo 19, 3-12)
1. Jesús, nos dejas unas recomendaciones en tu camino a Jerusalén: hoy, la indisolubilidad del matrimonio. El divorcio era algo admitido. Como hoy, también entonces unos multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no aparece que lo pueda pedir la mujer), y otros eran más estrictos, sólo lo admitían en casos extremos, por ejemplo el adulterio. Tú, Jesús, dejas aparte la casuística y reafirmas la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre»  (cf Gaudium et spes 48). Al mismo tiempo, negando el divorcio, restableces la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada.
«El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: «De manera que ya no son dos sino una carne». Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total. Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio» (Código de Derecho Canónico 1644).
Jesús, veo los efectos desastrosos del divorcio en la sociedad: familias rotas, niños que crecen sin amor familiar, y desengaño, incertidumbre y egoísmo en los esposos. Jesús, te pido ayuda para los que tienen crisis matrimoniales, que les des fe en la verdad de tu palabra, esperanza en la eficacia de tu gracia, y amor al sacrificio de la Cruz.
-“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre... Si uno repudia a su mujer... y se casa con otra, comete adulterio”. La unión matrimonial transforma unos amantes, que podrían serlo sólo de paso, en "compañeros de eternidad". "¡Lo que Dios ha unido!"
-“No todos pueden entender esta palabra, sino sólo los que han recibido el don”. A algunas personas, les pides más, Señor: que sean célibes «por el Reino de los Cielos». Y ¿cómo puedo saber si tengo una vocación especial? «Quien sea capaz de entender, que entienda», nos dices también. Dame generosidad, Jesús, para acoger como tú el sueño que Dios tiene conmigo, que me hará plenamente feliz. Que entienda, porque me das luz para ver… Si me entero, Jesús, es porque me lo estás pidiendo (Pablo Cardona). Porque «no todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido.»
Podríamos completar lo que Jesús nos dice sobre la belleza del amor humano con otros pasajes del Evangelio, o la explicación del Catecismo «el matrimonio en el Señor» (1612-1617); así también se aprecia mucho el celibato como un don de Dios, no como una opción que sea posible a todos (J. Aldazábal). Sin ese don, gracia de Dios, se ve todo como utópico, demasiado hermoso, demasiado difícil. “Si esto es así, más vale no casarse”, dicen los apóstoles. Lo efímero nuestros amores, Señor, se vuelve fiel contigo. Esto supone muchos combates, día tras día.
-“Hay gentes que no se casarán... porque son incapaces por naturaleza... otros porque han sido mutilados por los hombres... Pero los hay que no se casarán "por razón del reino de Dios"”. “El que pueda con eso, que lo haga”. Es como una cierta intuición misteriosa que es dada por Dios: esa palabra de Jesús es "abierta", hace alusión a una cierta afinidad, a una cierta capacidad de recibirla, a un "carisma" personal. No puede erigirse en ley general en la Iglesia, ni en el mundo; pero es un camino abierto, distinto del matrimonio: el celibato, la continencia voluntaria. Es muy notable la insistencia de Jesús en dos puntos: la libertad que requiere esta decisión, que no es impuesta ni "por la naturaleza" ni por la fuerza; y la motivación profunda ("El Reino de Dios") (Noel Quesson).
El Catecismo explica (1618) que “Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle, para ir al encuentro del Esposo que viene. Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo: Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12)”.
La virginidad es manifestación del carácter pasajero de este mundo.Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad”... (S. Juan Crisóstomo).
La excepción que admite Jesús («no hablo de prostitución») no se sabe bien a qué se puede referir, pero podría ser "salvo en caso de unión ilegal", es decir en el caso de aquellos que vivían juntos sin estar casados, esos sí pueden separarse y casarse bien.
            2. -“Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem. Llamó a los ancianos, a sus jefes, jueces y a los comisarios. Juntos se situaron en presencia de Dios”. Es volver a renovar la Alianza tan solemnemente pactada en el Sinaí. Ayúdanos, Señor, a renovar constantemente la alianza contigo y con nuestros hermanos. Ayúdanos a superar nuestros individualismos personalistas, clasistas o racistas. Haz que nuestras vidas sean realmente solidarias, más allá de nuestros círculos demasiado estrechos.
Josué cuenta toda la historia de esas tribus, una historia sinuosa que pasa por la esclavitud y la liberación. Desde el comienzo de esta aventura, la opción esencial es el rechazo de los ídolos. El abandono de los dioses del Eufrates, adorados por los antepasados de Abraham, fue el signo de la nueva fe en el verdadero Dios. Para nosotros, HOY también el abandono de los falsos-dioses es una condición esencial de nuestra liberación y del verdadero encuentro con Dios. ¿Cuáles son mis ídolos, mis falsos ideales, mis apegos excesivos a lo que no vale la pena? ¿Qué conversión espera el Señor de mí para renovar una alianza más verdadera con El?
-“No fue con tu espada ni con tu arco... Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga alguna”... Hubo combates y esfuerzos. Aquí se subraya la gratuidad del don de Dios, que en Jesucristo es mucho mayor: «Es la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna: todos pecaron y están privados de la gloria de Dios pero son gratuitamente justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Jesucristo» (Rom 3,22-24). El proyecto de Dios es nada menos que «hacernos participar de la naturaleza divina» (2 Ped 1,4). Es un don divino, nosotros tan sólo podemos dejarnos hacer, en un «sí» lleno de humildad y de agradecimiento. «Por nosotros mismos no somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios» (2 Co 3,5; Noel Quesson).
3. Cantamos a Dios con entusiasmo: "Porque es eterna su misericordia". Alentados por esta presencia activa de Dios Amor en nuestra vida, contemplamos al que lo ha creado todo, que ha creado este proyecto inteligente que es el cosmos y que es amor: “Dad gracias al Señor porque es bueno… Les dio su tierra en heredad: en heredad a Israel, su siervo, y nos libró de nuestros opresores”.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 14 de agosto de 2013


15 de agosto: Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen: María es el Arca de la Alianza que nos ha traido el Cielo a la tierra y cuando Jesús ha ido al cielo ella ha ido con su hijo, donde nos espera y nos ayuda como Madre

«Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. María dijo: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo, cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Manifestó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada. Acogió a Israel su siervo, recordando su misericordia, según había prometido a nuestros padres, a Abrahán y a su descendencia para siempre. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa». (Lucas 1, 39-56)

1. El Evangelio recuerda el canto que María hace con Isabel, dando gracias a Dios. María ha recibido ya el fruto de su fe: “dichosa tu porque has creído”, le dice su prima. Juan Pablo II decía: “El Magnificat, su canto de fe en la acción transformadora de Dios alumbra nuestra fe y aumenta nuestra esperanza. Ahora se sienta como Reina junto a su Hijo en la eterna felicidad del Paraíso, y desde lo alto mira a sus hijos. Brilla hoy como Reina de todos nosotros peregrinos hacia la gloria inmortal. En Ella, llevada al Cielo, se nos manifiesta el eterno destino que nos espera más allá del misterio de la muerte: destino de felicidad plena en la gloria divina”. Es lo que pedimos en la Misa de hoy: que también a nosotros, como a la Virgen María, nos conceda "el premio de la gloria", que "lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo". Como la Virgen prorrumpió en el canto del Magnificat, así nosotros expresamos nuestra alegría y nuestra admiración por lo que Dios hace, en cantos, en aclamaciones y, sobre todo, en la Plegaria Eucarística. Es nuestra respuesta a la acción de Dios: nuestro "Magnificat" continuado: "quien come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá la vida eterna, y yo le resucitaré el último día".
2. El Apocalipsis es un libro que nos habla de puertas misteriosas y un templo celeste con el Arca de la Alianza, y “rayos y truenos y un terremoto: una tormenta formidable. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. Iba a tener un hijo, pero “un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos…” quería luchar contra ella, y “con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra”. Yo pienso en el demonio que se llevó muchos ángeles con él. Y quería el demonio hacer daño al niño, pero no pudo. La mujer es la Virgen María anunciada por los profetas, y las 12 estrellas son las tribus de Israel, que simbolizan todo el mundo. Se inspiraron en esa imagen para hacer la bandera de Europa. La luna representa el tiempo. Ella es el Arca de la Alianza que nos trae a Jesús. La celebramos este día en muchos pueblos y le dedicamos nuestros mejores regalos, para demostrarle nuestro cariño. Cuentan que Juanito vio a su hermana que se acercó al altar de la Virgen y dejó algo, y le preguntó, y ella le dijo que le había regalado un caramelo; entonces él en un papel apuntó el último chiste que sabía, para llevárselo a la Virgen para que se lo contara a Jesús. Es un buen día para decirle a nuestra Madre que queremos estar junto a Jesús, en sus brazos. Que nos proteja, y nos guía al cielo donde ella está con su Hijo y con Dios Padre y el Espíritu Santo. Que le ofrecemos nuestro corazón para que esté con el suyo y nos enseñe a amar como ella ama, a perdonar y hacer las paces enseguida, a arreglar las cosas y desenfadarnos enseguida, a ser generosos con lo nuestro.
Ella ha sido llevada al cielo para que desde allí sea la Madre de la Iglesia, de cada uno de nosotros, y nos guía como una estrella para que no equivoquemos el camino… “Se ha dormido la Madre de Dios. -Están alrededor de su lecho los doce Apóstoles… Y nosotros, por gracia que todos respetan, estamos a su lado también. Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria… Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. -Tú y yo -niños, al fin- tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla. La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... -Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Angeles: ¿Quién es ésta?... María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos. Hay alegría entre los ángeles y entre los hombres. ¿Por qué este gozo íntimo que advertimos hoy, con el corazón que parece querer saltar del pecho, con el alma inundada de paz? Porque celebramos la glorificación de nuestra Madre y es natural que sus hijos sintamos un especial júbilo, al ver cómo la honra la Trinidad Beatísima” (san Josemaría Escrivá).
AVE-EVA, es al revés, María arregla con el sí que le dijo al ángel cuando la saludó con AVE el estropicio del no que dijo EVA cuando la tentó el demonio. Ella vence al dragón rojo, que es la serpiente del primer pecado solo que mejor vestida, ahora va de colorada: la imagen del dragón con siete cabezas aparece ya en los textos mitológicos de Ugarit y significa la irrupción brutal y la superioridad aplastante con que aparece el mal. Se puede ver en el fondo de esta descripción una alusión a la lucha entre Satanás y los ángeles en el cielo; la serpiente y el hombre en el paraíso. Es la tentación del mal, los placeres fáciles a la exigencia, contaba Juan Pablo II: “y el camino de santidad que el hombre está llamado a recorrer. En esta lucha espiritual la ayuda de María es a la Iglesia determinante para llegar a la victoria definitiva sobre el mal. María es una madre solícita que apoya el esfuerzo de los creyentes y los estimula a perseverar en su empeño. Pienso aquí en los jóvenes, más expuestos a los halagos y mitos efímeros y a falsos maestros. Queridos jóvenes, mirad a María e invocadla con confianza. María os ayudará a no tener miedo de asumir vuestras responsabilidades creíbles del amor de Dios”. María es el dulce nombre, camino seguro al cielo. “¡Ay, piadosa Virgen Bella! / ¡Qué fuera de mí sin Vos? /¿Por dónde llegara a Dios / por tal mar sin tal estrella?” (Lope de Vega).
El Salmo habla de "las nupcias del rey...” y “la esposa predilecta..." Jesús es un enamorado, "ama a su pueblo" y "el reino de Dios es semejante a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo".
3. Cristo es la primicia de los resucitados. Es la primera gavilla de la gran cosecha que Dios recoge de la siembra en el mundo. La primera gavilla indica que la cosecha ha empezado. María es la segunda en subir al cielo. La primera totalmente humana, o sola mujer, que es la esperanza de que nosotros también estaremos con ella, nuestra madre. Es como si nos tuviera de la mano y nos lleva con ella hacia arriba con Jesús.

Llucià Pou Sabaté
Jueves de la 19ª semana de Tiempo Ordinario: Dios está siempre con nosotros en su alianza, nos acompaña con sus dones y prodigios, pero para ello hemos de abrirnos al perdón hacia los demás
«Entonces, acercándose Pedro, le preguntó: Señor; ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos viene a ser semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar; el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y así pagase. Entonces el servidor; echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. El señor; compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. Al salir aquel siervo, encontró a tino de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: Págame lo que me debes. Su compañero, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré. Pero no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? Y su señor; irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. Del mismo modo hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano» (Mateo 18, 21-35).
1. Pedro se acerca a Jesús y le dice: -“Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar? ¿Siete veces?” Si ayer era la corrección fraterna, hoy nos cuentas, Jesús, del perdón de las ofensas. Pedro dice un número de veces que hay que perdonar.
Pero tú, Señor, vas mucho más allá: -“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. "Siete" es la cifra perfecta, multiplicada por sí misma, indica el infinito. Hay dos maneras de traducirlo: setenta veces siete o setenta y siete veces. La expresión podría entenderse como una antítesis de Gn 4,24 donde Lamec proclama la venganza: “Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete”. Frente al “nunca perdonaré” de Lamec Jesús proclama el perdonar “siempre” (Biblia de Navarra): “no encerró el Señor el perdón en un número determinado, sino que dio a entender que hay que perdonar continuamente y siempre” (S. Juan Crisóstomo). Pedro creía ir ya muy lejos ¡proponiendo hasta siete veces! Pero, para Jesús no hay tasas: ¡siempre hay que perdonar!
-“Un amo que quiso saldar cuentas con sus empleados... Una deuda de diez mil talentos” -es decir, muchos millones-... Un pobre hombre que pide compasión... El amo "compadecido, ¡le perdona toda su deuda!" Una deuda grandiosa: un denario equivale al jornal de un trabajador, y un talento valía unos 6000 denarios, lo cual suman una deuda de 60.000.000 de denarios, cifra imposible de restituir, esta hipérbole indica la expresividad de la parábola. La deuda que él no perdona a su compañero, es pequeñísima. El contraste sirve para destacar el perdón que Dios concede y la mezquindad de nuestro corazón, porque nos cuesta perdonar una insignificancia. Lo propio de Dios es perdonar. Lo mismo han de hacer los seguidores de Jesús. El aviso es claro: «lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
El gesto de paz antes de ir a comulgar tiene esa intención: ya que unos y otros vamos a recibir al mismo Señor, que se entrega por nosotros, debemos estar, después, mucho más dispuestos a tolerar y perdonar a nuestros hermanos (J. Aldazábal).
La parábola del siervo despiadado, incapaz de perdonar cien denarios a su compañero, nos hace pensar que tratamos mal en ocasiones a los demás, y nosotros queremos un trato más favorable, pero «Dios a nadie aborrece y rechaza tanto como al hombre que se acuerda de la injuria, al corazón endurecido, al ánimo que conserva el enojo» (San Juan Crisóstomo).
«Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. -Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?» (J. Escrivá, Camino 686). Señor, tú me perdonas tantas veces… ¿No voy a intentar hacer lo mismo con mi prójimo?
Aquí se nos dice que la pertenencia al reino es el perdón y éste es sin límites y a todos tomando como ejemplo a Dios mismo cuya oferta de gracia desborda todo cálculo humano. No hay lugar para la venganza personal, porque uno siempre vive en el amor misericordioso del Padre, y por tanto debemos reflejar ese amor misericordioso a los demás.
Para querer cambiar a otra persona tengo que mejorar yo primero en eso que quiero que ella cambie. Luego, quererla tal como es, pues con imposiciones no conseguiré que mejore, más bien metiéndome en su piel, pensando cómo me gustaría que me trataran en su lugar, para ayudarme. Pues por el cariño se consigue más que con la exigencia mala… y viendo en ella a Jesús… así, Dios tendrá paciencia conmigo, si yo la tengo con los demás. Si no juzgo a los demás, no seré juzgado yo tampoco por Dios. Si perdono, seré perdonado… es decir, podré acogerme al perdón, al amor, porque todo depende de abrir mi corazón, no de Dios que me ofrece siempre el don, sino de que sea yo capaz de poder aceptarlo, de que esté receptivo, no herméticamente cerrado. Él siempre nos ofrece su don.
Se perdona realmente a los demás, a todos aquellos que nos ofenden, cuando se es consciente de ser uno mismo un "perdonado". Una vez más es pues a Dios que hay que mirar, si queremos llegar a ser capaces de reconciliación sincera.
-“Pues lo mismo os tratará mi Padre... si cada uno no perdona de corazón a su hermano”. "Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden." "Dichosos los misericordiosos, ellos alcanzarán misericordia" (Noel Quesson).
2. -“El Señor dijo a Josué: "Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo."” Josué 3 presenta el pasaje del Jordán como la prueba maravillosa divina de la entrada a la tierra prometida. De género literario épico, descubrimos el mensaje religioso esencial de la travesía del río.
-“Acercaos y escuchad las palabras del Señor: He aquí que el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán ante vosotros”… Es la réplica del paso del mar Rojo. Las aguas del Jordán son "cortadas" como las del mar rojo; "se amontonan" y dan lugar a lo "seco" como en Ex 14,21-22. Aquella marcha ha sido una larga prueba liberadora de todas las esclavitudes y de todas las alienaciones; no sólo de las que les habían impuesto sus enemigos los egipcios, sino también de las que su pecado provocó a lo largo de su permanencia en el desierto.
La travesía del Jordán se presenta como una procesión litúrgica. Se diría que el paso del río se reduce a llevar solemnemente el arca de Dios de una orilla a la otra: la llevan los sacerdotes y recibe veneración por parte del pueblo. Es Yavhé quien entra con su pueblo en la tierra prometida (Maertens-Frisque).
Toda la Escritura tiene un sentido histórico –lo que pasó-, un sentido cristológico –nos habla de Jesús y nuestra salvación- y un sentido espiritual, que procuramos aplicar al “HOY” de cada día. Orígenes nos hace ver un sentido actual al pasaje: "A ti, cristiano, que has franqueado las aguas del Jordán por el misterio del bautismo, la palabra de Dios te promete bienes mucho más grandes y más elevados: te promete que caminarás y pasarás incluso a través de los aires... No vayas a imaginarte, tú que oyes contar ahora lo que sucedió entre los antiguos, que todo eso no te concierne; todas esas cosas se realizan en ti de una manera espiritual. Porque, cuando abandonas las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la ley divina, es cuando comienza tu salida de Egipto" (Homilía sobre Josué). Pasamos el río con los sacramentos… se hace viva la historia (“el Dios vivo está en medio de vosotros” es el “que da vida e interviene en la historia”: Catecismo 2112).
3. «El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás... ¿Qué te pasa a ti, Jordán, que te echas atrás?»... El salmo nos abre a la fe, ver a Dios presente en nuestra vida y que quiere salvarnos de nuestras esclavitudes personales o comunitarias.

Llucià Pou Sabaté
Jueves de la 19ª semana de Tiempo Ordinario: Dios está siempre con nosotros en su alianza, nos acompaña con sus dones y prodigios, pero para ello hemos de abrirnos al perdón hacia los demás
«Entonces, acercándose Pedro, le preguntó: Señor; ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos viene a ser semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar; el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y así pagase. Entonces el servidor; echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré todo. El señor; compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. Al salir aquel siervo, encontró a tino de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: Págame lo que me debes. Su compañero, echándose a sus pies, le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré. Pero no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? Y su señor; irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. Del mismo modo hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano» (Mateo 18, 21-35).
1. Pedro se acerca a Jesús y le dice: -“Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar? ¿Siete veces?” Si ayer era la corrección fraterna, hoy nos cuentas, Jesús, del perdón de las ofensas. Pedro dice un número de veces que hay que perdonar.
Pero tú, Señor, vas mucho más allá: -“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. "Siete" es la cifra perfecta, multiplicada por sí misma, indica el infinito. Hay dos maneras de traducirlo: setenta veces siete o setenta y siete veces. La expresión podría entenderse como una antítesis de Gn 4,24 donde Lamec proclama la venganza: “Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete”. Frente al “nunca perdonaré” de Lamec Jesús proclama el perdonar “siempre” (Biblia de Navarra): “no encerró el Señor el perdón en un número determinado, sino que dio a entender que hay que perdonar continuamente y siempre” (S. Juan Crisóstomo). Pedro creía ir ya muy lejos ¡proponiendo hasta siete veces! Pero, para Jesús no hay tasas: ¡siempre hay que perdonar!
-“Un amo que quiso saldar cuentas con sus empleados... Una deuda de diez mil talentos” -es decir, muchos millones-... Un pobre hombre que pide compasión... El amo "compadecido, ¡le perdona toda su deuda!" Una deuda grandiosa: un denario equivale al jornal de un trabajador, y un talento valía unos 6000 denarios, lo cual suman una deuda de 60.000.000 de denarios, cifra imposible de restituir, esta hipérbole indica la expresividad de la parábola. La deuda que él no perdona a su compañero, es pequeñísima. El contraste sirve para destacar el perdón que Dios concede y la mezquindad de nuestro corazón, porque nos cuesta perdonar una insignificancia. Lo propio de Dios es perdonar. Lo mismo han de hacer los seguidores de Jesús. El aviso es claro: «lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
El gesto de paz antes de ir a comulgar tiene esa intención: ya que unos y otros vamos a recibir al mismo Señor, que se entrega por nosotros, debemos estar, después, mucho más dispuestos a tolerar y perdonar a nuestros hermanos (J. Aldazábal).
La parábola del siervo despiadado, incapaz de perdonar cien denarios a su compañero, nos hace pensar que tratamos mal en ocasiones a los demás, y nosotros queremos un trato más favorable, pero «Dios a nadie aborrece y rechaza tanto como al hombre que se acuerda de la injuria, al corazón endurecido, al ánimo que conserva el enojo» (San Juan Crisóstomo).
«Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. -Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?» (J. Escrivá, Camino 686). Señor, tú me perdonas tantas veces… ¿No voy a intentar hacer lo mismo con mi prójimo?
Aquí se nos dice que la pertenencia al reino es el perdón y éste es sin límites y a todos tomando como ejemplo a Dios mismo cuya oferta de gracia desborda todo cálculo humano. No hay lugar para la venganza personal, porque uno siempre vive en el amor misericordioso del Padre, y por tanto debemos reflejar ese amor misericordioso a los demás.
Para querer cambiar a otra persona tengo que mejorar yo primero en eso que quiero que ella cambie. Luego, quererla tal como es, pues con imposiciones no conseguiré que mejore, más bien metiéndome en su piel, pensando cómo me gustaría que me trataran en su lugar, para ayudarme. Pues por el cariño se consigue más que con la exigencia mala… y viendo en ella a Jesús… así, Dios tendrá paciencia conmigo, si yo la tengo con los demás. Si no juzgo a los demás, no seré juzgado yo tampoco por Dios. Si perdono, seré perdonado… es decir, podré acogerme al perdón, al amor, porque todo depende de abrir mi corazón, no de Dios que me ofrece siempre el don, sino de que sea yo capaz de poder aceptarlo, de que esté receptivo, no herméticamente cerrado. Él siempre nos ofrece su don.
Se perdona realmente a los demás, a todos aquellos que nos ofenden, cuando se es consciente de ser uno mismo un "perdonado". Una vez más es pues a Dios que hay que mirar, si queremos llegar a ser capaces de reconciliación sincera.
-“Pues lo mismo os tratará mi Padre... si cada uno no perdona de corazón a su hermano”. "Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden." "Dichosos los misericordiosos, ellos alcanzarán misericordia" (Noel Quesson).
2. -“El Señor dijo a Josué: "Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo."” Josué 3 presenta el pasaje del Jordán como la prueba maravillosa divina de la entrada a la tierra prometida. De género literario épico, descubrimos el mensaje religioso esencial de la travesía del río.
-“Acercaos y escuchad las palabras del Señor: He aquí que el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán ante vosotros”… Es la réplica del paso del mar Rojo. Las aguas del Jordán son "cortadas" como las del mar rojo; "se amontonan" y dan lugar a lo "seco" como en Ex 14,21-22. Aquella marcha ha sido una larga prueba liberadora de todas las esclavitudes y de todas las alienaciones; no sólo de las que les habían impuesto sus enemigos los egipcios, sino también de las que su pecado provocó a lo largo de su permanencia en el desierto.
La travesía del Jordán se presenta como una procesión litúrgica. Se diría que el paso del río se reduce a llevar solemnemente el arca de Dios de una orilla a la otra: la llevan los sacerdotes y recibe veneración por parte del pueblo. Es Yavhé quien entra con su pueblo en la tierra prometida (Maertens-Frisque).
Toda la Escritura tiene un sentido histórico –lo que pasó-, un sentido cristológico –nos habla de Jesús y nuestra salvación- y un sentido espiritual, que procuramos aplicar al “HOY” de cada día. Orígenes nos hace ver un sentido actual al pasaje: "A ti, cristiano, que has franqueado las aguas del Jordán por el misterio del bautismo, la palabra de Dios te promete bienes mucho más grandes y más elevados: te promete que caminarás y pasarás incluso a través de los aires... No vayas a imaginarte, tú que oyes contar ahora lo que sucedió entre los antiguos, que todo eso no te concierne; todas esas cosas se realizan en ti de una manera espiritual. Porque, cuando abandonas las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la ley divina, es cuando comienza tu salida de Egipto" (Homilía sobre Josué). Pasamos el río con los sacramentos… se hace viva la historia (“el Dios vivo está en medio de vosotros” es el “que da vida e interviene en la historia”: Catecismo 2112).
3. «El mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás... ¿Qué te pasa a ti, Jordán, que te echas atrás?»... El salmo nos abre a la fe, ver a Dios presente en nuestra vida y que quiere salvarnos de nuestras esclavitudes personales o comunitarias.

Llucià Pou Sabaté

martes, 13 de agosto de 2013

Miércoles de la 19 semana (impar): La corrección fraterna es un medio de ayuda al que se equivoca, muestra de caridad
«Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo. Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir; mi Padre que está en los Cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18, 15-20)
1. La corrección fraterna es una manifestación del amor, para las comunidades cristianas, formada por personas que no son perfectas. Coexisten el bien y el mal. Con el hermano que falta, Jesús, nos muestras un método gradual en la corrección fraterna: el diálogo personal, el diálogo con testigos y, luego, la separación, si es que el pecador se obstina en su fallo.
No se juzga al pecador, se le perdona. La condena será medicinal, si se niega a vivir en el seno de esa comunidad acogedora (Maertens-Frisque).
Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano”. La Iglesia no es una comunidad de "puros" –eso se pensaban los cátaros-. Pero nos señalas, Señor, el modo de corregir: “-Ve y házselo ver a solas”. El que ve el mal, ha de dar el primer paso. ¿Somos nosotros delicados como lo fue Jesús... o bien nos apresuramos a publicar los defectos de los demás? ¿Corregimos en privado? ¿Nuestras intervenciones intentan "salvar", "ganar" a nuestros hermanos... o contribuyen a hundirles mas todavía?
“Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un recaudador”. Vemos aquí los modos del Antiguo Testamento, y unas oportunidades de rehacerse: son modos de continuar, por otros medios, a querer salvar.
Son modos sucesivos, por tanto esta corrección con testigos o reprobación pública van después de la privada. También el hecho de remitirse al juicio del conjunto de la comunidad, de la Iglesia, es una medida de prudencia y confianza en el don del Espíritu que ella tiene.
Es muy bonito ver que hasta la reprensión final, una modo que llamaríamos hoy de “excomunión”, también es medicinal, ayuda para la conversión.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra que dará desatado en el cielo”. Jesús, repites aquí a la comunidad las palabras dichas a Pedro como primer creyente (16,19). El perdón es tarea de todos los miembros de la Iglesia: mostrar la misericordia con nuestras vidas.
Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llegan a un acuerdo aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, pues donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos, estoy yo”.Jesús, gracias por estar en tu Iglesia, por hacernos ver que todos somos corresponsables en la comunidad.
La indiferencia no es cristiana, la actitud de Caín es falsa: «¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?». Un centinela tiene que avisar. Un padre no siempre tiene que callar, ni el maestro o el educador permitirlo todo, ni un amigo desentenderse cuando ve que su amigo va por mal camino, ni un obispo dejar de ejercer su cura pastoral en la diócesis. No es que nos vayamos a meter continuamente en los asuntos de otros, pero nos debemos sentir corresponsables de su bien. La pregunta de Dios a Caín nos la dirige también a nosotros: «¿qué has hecho con tu hermano?». Esta corrección no la ejercitamos desde la agresividad y la condena inmediata, con métodos de espionaje o policíacos, echando en cara y humillando. Nos tiene que guiar el amor, la comprensión, la búsqueda del bien del hermano: tender una mano, dirigir una palabra de ánimo, ayudar a rehabilitarse. La corrección fraterna es algo difícil, en la vida familiar como en la eclesial. Pero cuando se hace bien y a tiempo, es una suerte para todos: «has ganado a un hermano».
“Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios” (Catecismo 1445). Somos hermanos en la comunidad.
Corrección fraterna entre amigos, entre esposos, en el ámbito familiar, en una comunidad religiosa, en la Iglesia. Y acompañada de la oración: rezar por el que ha fallado es una de las mejores maneras de ayudarle y, además, nos enseñará a adoptar el tono justo en nuestra palabra de exhortación, cuando tenga que decirse (J. Aldazábal).
Jesús, tu modo de vivir el perdón lo subvierte todo: rezas y pides el perdón divino para tus verdugos (Lc 23,34); Esteban hace lo mismo ante los que le matan (Act 7,59-60), Pablo (1 Cor 4,12-13) y otros muchos siguen también tu ejemplo. Nos dices que si no juzgamos no tendremos juicio, y añades que Dios nos perdona cuando nosotros perdonemos a nuestros hermanos.
El poder de atar y desatar indica también los modos de vivir el perdón en la Iglesia: “Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad. El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la tranquilidad de conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera «resurrección espiritual», una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios» (Catecismo 1468).
Señor, nos dices que “donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”: veo la importancia de rezar en familia, hacer la oración acompañado de otros, y de muchas costumbres en las que los cristianos se reúnen para rezar: procesiones, romerías, etc.
Jesús, Tú estableciste que la reunión de cristianos por excelencia fuera la Santa Misa: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19).
En la Santa Misa, Tú estás en medio de nosotros de manera muy especial: te haces presente en la Eucaristía con tu cuerpo y sangre, alma y divinidad.
Por eso, la Santa Misa es el mejor lugar para pedirte lo que necesito, y también para alabarte, darte gracias y pedirte perdón.
Si esto es así, ¿no es raro que muchos cristianos se sientan urgidos para recortar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?
Jesús, lo que pasa es que me falta fe para descubrir tu presencia en la Misa.
Auméntame mi fe.
Precisamente la Misa es el mejor momento para pedirte que aumentes mi fe, especialmente en la Consagración y en la Comunión, pues la Eucaristía es el Sacramento de nuestra Fe (Pablo Cardona).


lunes, 12 de agosto de 2013

Martes de la 19ª semana de Tiempo Ordinario (impar): El Reino de Dios es de los pequeños, que son la predilección del Señor

«En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Quién juzgas que es el mayor en el Reino de los Cielos? Entonces, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, pues os digo que sus ángeles en los Cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los Cielos.
¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte e irá a buscar a la que se ha perdido? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños.» (Mateo 18, 1-5.10.12-14)
1. Este es el cuarto de los cinco discursos de las enseñanzas de Jesús sobre la vida de la comunidad, por eso se llama «discurso eclesial» o «comunitario». Es sorprendente que el más importante no va a ser ni el que más sabe ni el más dotado de cualidades humanas: «llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino». Lo pequeño, humilde… “si me preguntáis qué es lo más importante en la religión y en la disciplina de Jesucristo, os responderé: lo primero la humildad, lo segundo la humildad, y lo tercero la humildad” (S. Agustín). ¿Un niño el más importante?
Jesús, te pido que la lección me aproveche, para no ir buscando los primeros lugares y creer que soy más importante con la ciencia o dotes de liderazgo o prestigio humano. Que sepa hacerme como un niño en su pequeñez, indefensión, apertura y confianza, porque necesita de los demás. Que cambie de actitud, me convierta, sea sencillo de corazón, abierto, no demasiado calculador, ni lleno de mí mismo, sino convencido de que no puedo nada por mis solas fuerzas y necesito de Dios.
«Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños». Jesús vino como el Siervo, no como el Triunfador. No vino a ser servido, sino a servir. Nos enseñó a no buscar los primeros lugares en las comidas, sino a ser sencillos de corazón y humildes. Los orgullosos, los autosuficientes como el fariseo que subió al Templo, ni necesitan ni desean la salvación: por eso no la consiguen (J. Aldazábal).
Un infantilismo malo sería reducir a Dios al papel de policía o de contable que castiga las faltas o sopesa los méritos. Reducir la religión a una acumulación de ritos y preceptos a los que es necesario ser fiel si se quiere "ganar el cielo" y "salvar el alma"; los sacramentos, los medios para procurarse la buena conciencia o estar en regla; y el pecado, la trasgresión de una ley que debe evitarse por temor al castigo que le seguirá (Colete Hovase).
 “Cualquiera que se haga tan "pequeño" como este chiquillo, ése es el más "grande"...” Es la primera regla de vida comunitaria: cuidar de los más pequeños... hacerse uno mismo pequeño...
-“Y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí”. ¡El que toca a un niño, toca a Jesús! San Pablo descubrirá esto en el camino de Damasco: "¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!"
-“Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de esos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial”.
Los pequeños son también los necesitados, desvalidos… Ayúdame, Jesús, a no ser intransigente con los demás, sino que aprenda de ti, Buen Pastor, que no esperas el arrepentimiento para amar al pecador sino que lo dejas todo para ir en su búsqueda. Me hace pensar en tu corazón ver a alguna madre, cuando se da por entero sin esperar correspondencia. Los pequeños son los indefensos… te pido, Jesús, que la Iglesia y sus instituciones seamos según tu corazón, y nunca demasiado severos con los pobres y pecadores (Maertens-Frisque). Así los hacían los primeros cristianos como cuenta San Ignacio de Antioquia: «Orad sin interrupción por los demás hombres. Hay en ellos esperanza de conversión, una conversión que les conducirá a Dios. Volveos hacia ellos, para que, por medio de vuestras obras, se hagan discípulos vuestros. Ante su cólera estad llenos de dulzura. Ante su jactancia tened sentimientos de humildad. Ante sus blasfemias, estad en oración. Ante sus errores, permaneced firmes en la fe. Ante sus violencias, sed pacíficos, sin imitarlos».
-“Suponed que un hombre tiene cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el monte para ir en busca de la extraviada?” Cada oveja, por pequeña y pecadora que parezca, comparada con todo el rebaño, es preciosa a los ojos de Dios: él no quiere que se pierda ni una. Así decía S. Asterio de Amasea: “jamás desesperemos de los hombres ni los demos por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, ni seamos remisos en ayudarlos, sino que cuando se desvían de la rectitud y yerran, tratemos de hacerlos volver al camino, nos congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre de los que siguen viviendo justa y piadosamente”. Todos somos esa oveja al mismo tiempo, necesitados del Señor… oveja…
Somos ovejas, y también pastor: «Cristo espera mucho de tu labor. Pero has de ir a buscar a las almas, como el Buen Pastor salió tras la oveja centésima: sin aguardar a que te llamen. Luego, sírvete de tus amigos para hacer bien a otros: nadie puede sentirse tranquilo -díselo a cada uno- con una vida espiritual que, después de llenarle, no rebose hacia fuera con celo apostólico» (san Josemaría, Surco 223).
-“Pues lo mismo es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos "pequeños"”. Los pequeños son los q ue amas, Jesús, por ellos estás dispuesto a ir hasta el final (Noel Quesson).
2. Moisés ve que ha llegado el momento de transmitir sus poderes a Josué, por indicación divina. Toda autoridad humana ha de estar llena de una presencia de Dios, aunque como Josué tenga competencias profanas: conquistar una tierra, ser fuerte para llevar a cabo la operación e infundir valor y confianza al pueblo. El autor declara que Dios está con él. La relación entre autoridad religiosa y la autoridad civil ha evolucionado a lo largo de la historia, hasta la actual autonomía de las realidades temporales; antaño tuvo una significación divina que supeditaba la autoridad civil a la religiosa:
-“Moisés dijo: «Hoy he cumplido ciento veinte años, ya no puedo entrar ni salir y el Señor me ha dicho: "Tú no pasarás este río Jordán..."” llega al final de su vida. 120 es una cifra simbólica que indica «la perfección»: son 40 años en Egipto (Hch 7,23), 40 en Madián (Ex 7,7) y 40 en el desierto. Ayúdanos, Señor, a escuchar tu Palabra en los acontecimientos y las situaciones de nuestras vidas.
-“Será Josué quien pasará delante de ti, como ha dicho el Señor”. Parece que se nos advierta que muchas veces no veremos el resultado perfecto de nuestros proyectos, que en un momento dado es preciso saberse retirar y dejar el lugar a los demás. Señor, me pides que yo represente plenamente mi papel durante el tiempo dado para ello. Ayúdame a no perder ese tiempo que compromete mi responsabilidad: Tú sólo, Señor, eres capaz de terminar lo que he comenzado.
-“El Señor os entregará las naciones”. Dios está comprometido en todo movimiento histórico, aunque seguramente ponen en boca de Dios las proezas guerreras... ese carácter épico que remonta al mandato divino es común en todas las tradiciones, lo interesante está en la protección divina que subyace ahí, el misterio de la historia, que encierra una verdad revelada: -“Sed fuertes y valerosos, porque el Señor tu Dios marcha contigo: no te dejará ni te abandonará”.
-“Luego llamó Moisés a Josué y le dijo: «Tú entrarás con ese pueblo en tierra que el Señor juró dar a sus padres... El Señor marcha delante de ti”. Rezamos siempre por las autoridades de los países y las ciudades, en los diversos grupos humanos... en la Iglesia (Noel Quesson).
3. El salmo recuerda esta presencia divina en la historia del pueblo: «acuérdate de los tiempos remotos... la porción del Señor fue su pueblo... el Señor solo los condujo». Moisés no se queja de su papel, ve que “las obras de Dios son perfectas (Dt 32,4), por eso, a quienes se da divinamente una potestad, se les dan también los medios para usarla dignamente” (s. Tomás), es lo que se dice en la ordenación en palabras de S. Pablo: el que ha comenzado la buena obra en ti la llevará a término. S. Josemaría añadía que el Señor “se comporta como un buen Padre, y nos ofrece continuas pruebas de su Amor: cifra toda tu esperanza en El…, y sigue luchando”.
Llucià Pou Sabaté