domingo, 12 de mayo de 2013


Domingo de la 7ª semana de Pascua - La Ascensión de Jesús al Cielo, donde Dios lo sentó a su derecha, es modelo para nosotros: estamos también llamados a estar allí
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios” (Lucas 24,46-53).
1. -Desde la Ascensión del Señor, algo de nosotros está ya en el cielo. Como todos los misterios de la vida del Señor, la Ascensión no sólo nos revela quién es Dios. Nos desvela también la profundidad y la altura de nuestra condición humana. En la glorificación de Jesús, la humanidad ha entrado en Dios. Él, que siendo de condición divina no se avergonzó de llamarse nuestro hermano, nos introduce en el cielo. Hoy dice a sus discípulos que el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.”
«Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, escuro». Es una poesía de Fray Luis que refleja la tristeza de aquellos discípulos que ven cómo una «nube envidiosa» les priva «deste breve gozo» de la presencia de Jesús y se preguntan: «¿Qué norte guiará la nave al puerto?» Para exclamar finalmente: «¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!». Pero no nos deja… León Felipe lo explica mejor: «Aquí vino y se fue. Vino..., nos marcó una tarea y se fue. Tal vez detrás de aquella nube hay alguien que trabaja, lo mismo que nosotros, y tal vez las estrellas no son más que ventanas encendidas de una fábrica, donde Dios tiene que repartir una labor también. Aquí vino y se fue. Vino..., llenó nuestra caja de caudales con millones de siglos y de siglos; nos dejó unas herramientas..., y se fue. Él, que lo sabe todo, sabe que estando solos, sin dioses que nos miren, trabajamos mejor. Detrás de ti no hay nadie. Nadie. Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón. Pero tuyo es el tiempo. El tiempo y esa gubia con que Dios comenzó la creación»… No hay soledad y la nostalgia tras la ascensión, sino alegría por el don del Espíritu Santo, de gozar ya su presencia en nuestra vida, y una misión que se nos confía: ser testigos de Jesús hasta los confines del mundo (Javier Gafo): Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”, sigue diciendo el Señor. “Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. Los discípulos, después de haber recibido la última bendición de Jesús, "se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios».
2. Lucas dedica su obra al amador de Dios, Teófilo, y después de los Evangelios escribe lo que pasa después de la Ascensión, lo que hemos leído en Pascua, el “evangelio del Espíritu Santo”, después “de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios”.
“Una vez que comían juntos, les recomendó: -«No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»”
Ellos todavía tienen confuso ese Reino y piensan en poder humano: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Pero Jesús aprovecha eso para abrirles horizontes: -«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» Es hoy la coronación de la glorificación de Cristo realizada en la Pascua, y preparación de la fiesta del Espíritu Santo.
No se ha ido Jesús, se queda, como señala Juan Pablo II: “En realidad, Jesús resucitado no deja definitivamente a sus discípulos; más bien, empieza un nuevo tipo de relación con ellos. Aunque desde el punto de vista físico y terreno ya no está presente como antes, en realidad su presencia invisible se intensifica, alcanzando una profundidad y una extensión absolutamente nuevas. Gracias a la acción del Espíritu Santo prometido, Jesús estará presente donde enseñó a los discípulos a reconocerlo: en la palabra del Evangelio, en los sacramentos y en la Iglesia, comunidad de cuantos creerán en él, llamada a cumplir una incesante misión evangelizadora a lo largo de los siglos”.
“Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista”. Se va y se queda. No podemos quedarnos mirando solo al cielo, sino que hemos de volver a lo de antes, con esa presencia de Dios, la cabeza en el cielo y los pies en la tierra: “Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: - «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse» (Hechos 1,1-11).
Dios es un Rey y estamos a su servicio, nos dice el salmista: Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra”. A veces se oye hablar que el mundo se ha apartado de Dios, pero es que los cristianos nos hemos apartado del mundo, vivimos en Babia, a veces en la nostalgia del pasado. Nos ve el pelo a los cristianos en las películas y las telenovelas, en el mundo de la política hay pocos y pocos en los bancos y los que llevan la economía mundial. Además, no nos preocupemos mucho de hacer quinielas sobre a dónde va ir a parar el mundo, sino de lo que nos pone el Señor en las manos en este momento… el futuro está en manos de Dios, y el Espíritu Santo es un Artista que va llevando la Iglesia, y a cada uno de nosotros, nos va dando pistas en nuestro corazón, para que las sigamos y seamos felices, bienaventurados, para que en medio de nuestra debilidad nos apoyemos en su fortaleza, y en medio del tiempo vayamos descubriendo la gloria.
“Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado” (Salmo 46). Subes al cielo, Señor, y me dejas en tu viña, y me encuentro a gusto en mi cultura y feliz en mi tierra, donde me has puesto. Es fantástico estar vivo en este momento de la historia, y me alegro de ello con toda el alma, Señor. Oigo a gente que compara y se queja y preferiría haber nacido en otra tierra y en otra edad. Para mí eso es rebelión y herejía. Todos los tiempos son buenos y todas las tierras son sagradas, y el tiempo y el espacio que tú escoges para mí son doblemente sagrados a mis ojos por ser tú quien los has escogido en amor y providencia como regalo personal para mí. Me encanta mi viña, Señor, y no la cambiaría por ninguna.
Veo tu belleza y tu poder en tu obra viva, Señor, en toda tu creación y en la persona, en mí y los demás. Tú me preparas mi heredad. Soy hijo de mi tiempo, y considero este tiempo como don tuyo que quiero aprovechar con fe y alegría, sin desanimarme ni desconfiar nunca. El mundo es bello, porque tú lo has creado para mí. Gracias por este mundo, por esta vida, por esta tierra y por este tiempo. Gracias por mi viña, Señor (Carlos G. Vallés).
3. Pide S. Pablo a Dios que conceda a los efesios "espíritu de sabiduría y revelación" para conocerlo. No se trata de saber más cosas, sino del don de sabiduría que lleva al conocimiento y a la aceptación del amor de Dios y de su voluntad. S. Agustín nos habla de cuál es esa sabiduría:Quien beba de este agua, jamás volverá a tener sed (Jn 4,13). Conocer es también amar, es ver a Dios con los ojos del corazón por una fe práctica: Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”: la esperanza es lo primero que hemos de comprender, a lo que nos lleva la Ascensión de Jesús, que también será la nuestra; “cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro”: la herencia que esperamos, la promesa del cielo.
“Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos”: es la exaltación de Jesús resucitado que actúa en nosotros para que también resucitemos con Él. Nuestro agradecimiento se abre en acción de gracias por lo que ya hemos recibido y en la petición confiada de lo que está por venir.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 11 de mayo de 2013


Sábado de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Lo que pedimos a Dios en nombre de Jesús, se nos concederá; y como fruto de la oración, viviremos el apostolado
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,23-28).
1. En vigilias de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). “Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esto esconde un misterio bellísimo para nosotros: esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extraño” (Xavier Romero).
Jesús les promete a sus discípulos que la oración que dirijan al Padre en nombre de Jesús será eficaz, «para que vuestra alegría sea completa». Él está íntimamente unido al Padre. Jesús, que mi alegría sea completa por estar unido a ti, como nos ha dicho: «permaneced en mí y yo en vosotros», «permaneced en mi amor». Orar es entrar en la órbita de Dios, mirar todo con sus ojos, amar con su corazón. Así me uniré a tu voluntad, Señor, y ya es “eficaz” mi oración entonces: «todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido» (Mc 11,24). “En verdad, en verdad os digo: si algo pedís al Padre en mi nombre, os lo concederá… pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo”.
Rezaba S. Josemaría Escrivá: “Una oración al Dios de mi vida. Si Dios es para nosotros vida, no debe extrañarnos que nuestra existencia de cristianos haya de estar entretejida en oración. Pero no penséis que la oración es un acto que se cumple y luego se abandona. Por la mañana pienso en ti; y, por la tarde, se dirige hacia ti mi oración como el incienso. Toda la jornada puede ser tiempo de oración: de la noche a la mañana y de la mañana a la noche. Más aún: como nos recuerda la Escritura Santa, también el sueño debe ser oración”. Señor, que recuerde cómo tú pasabas a veces la noche en oración, y quiero pedirte como los discípulos: “Señor, enséñanos a orar” así como lo hacían los primeros, que animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración (Hch 1,4).
“El temple del buen cristiano se adquiere, con la gracia, en la forja de la oración. Y este alimento de la plegaria, por ser vida, no se desarrolla en un cauce único. El corazón se desahogará habitualmente con palabras, en esas oraciones vocales que nos ha enseñado el mismo Dios, Padre nuestro, o sus ángeles, Ave María. Otras veces utilizaremos oraciones acrisoladas por el tiempo, en las que se ha vertido la piedad de millones de hermanos en la fe: las de la liturgia -lex orandi-, las que han nacido de la pasión de un corazón enamorado, como tantas antífonas marianas: Sub tuum praesidium…, Memorare…, Salve Regina
En otras ocasiones nos bastarán dos o tres expresiones, lanzadas al Señor como saeta, iaculata: jaculatorias, que aprendemos en la lectura atenta de la historia de Cristo: Domine, si vis, potes me mundare (Mt 8,2), Señor, si quieres, puedes curarme; Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te (Jn 21,17), Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo; Credo, Domine, sed adiuva incredulitatem team (Mt 9,23), creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad, fortalece mi fe; Domine, non sum dignus (Mt 8,8), ¡Señor, no soy digno!;Dominus meus et Deus meus (Jn 20,18), ¡Señor mío y Dios mío!… U otras frases, breves y afectuosas, que brotan del fervor íntimo del alma, y responden a una circunstancia concreta” (ibid.). Y además necesitamos unos ratos diarios, dedicados a rezar; junto al Sagrario si podemos, en esa “cárcel de amor” por nosotros donde Jesús nos espera.
“Oración mental es ese diálogo con Dios, de corazón a corazón, en el que interviene toda el alma: la inteligencia y la imaginación, la memoria y la voluntad”, para que así todos se convierta “en una alabanza continua a Dios. Nos mantendremos en su presencia, como los enamorados dirigen continuamente su pensamiento a la persona que aman, y todas nuestras acciones -aun las más pequeñas- se llenarán de eficacia espiritual” (ibid.). Señor, te pido me ayudes en el combate de la oración, porque es una lucha de fe, de preferir estar contigo a hacer otras cosas.
2. En este tercer viaje apostólico, Pablo va de Éfeso a Cesarea, luego Jerusalén y Antioquía... Luego, Galacia y Frigia (Hechos 18, 23-28). Señor, te pido que también yo haga apostolado, en mi ambiente de trabajo, como nos pides: “me serviréis de testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaría y hasta el cabo del mundo”. Lléname del ardor de tu corazón: “fuego he venido a traer a la tierra y qué he de querer sino que arda”. “Fuego de apostolado que se robustece en la oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y a lo ancho del mundo, esa batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta que padecer a Cristo” (san Josemaría Escrivá).
3. Dios es el Rey del mundo, y por eso cantamos con el salmista: “Pueblos todos, batid palmas, / aclamad a Dios con gritos de júbilo; / porque el Señor es sublime… Dios es el rey del mundo… reina sobre las naciones, / Dios se sienta en su trono sagrado… él es excelso” (Salmo 46,2-3.8-10). Señor, que sepa aclamar tu nombre y proclamar tu Reino, ofrecerte todo por amor, a ti que eres mi Rey; lo pongo en manos de mi madre Santa María, que sabrá presentarte mejor estas ofrendas. Amén.
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

jueves, 9 de mayo de 2013


Viernes de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús con su Espíritu nos invita a ser hijos de Dios: a no tener miedo, al gozo de la alegría.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada»  (Jn 16,20-23a).
1. Mucha gente suele comenzar hoy el Decenario del Espíritu Santo. Con María están los Apóstoles, y me gustaría estar en las conversaciones que mantendrían durante aquellos días. ¡Señor, que mi oración cada día, conversación contigo, sea tan cordial y llena! Madre de la Iglesia naciente, te pido que nos guíes para recibir los dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una embarcación cuando está desplegada y el viento —que representa la gracia— le va a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!
El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las fatigas en alegría: «Vuestra alegría nadie os la tomará» (Jn 16,23) y «vuestra alegría será completa» (Jn 16,24). Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna. Todo nos lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».
“El ser humano necesita reír para la salud física y espiritual. El humor sano enseña a vivir. San Pablo nos dirá: «Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para bien!»: «Omnia in bonum!»”(Joaquim Font).
En la Escritura, los dolores del parto son los que tienen más sentido por traer una nueva vida al mundo. Aquí Jesús nos hablará de ese dolor como paso del alumbramiento a la vida eterna. En el cuadro del entierro del Conde Orgaz, de “el Greco” se ve en primer plano los que rodean al cuerpo del difunto, pero más arriba se pinta la subida de su alma al cielo, que acoge la Virgen cuando pasa por un “útero” para ese nuevo nacimiento. Señor, que sepa ver sufrimientos de esta vida con un valor de gloria, como el gusano que se transforma en mariposa. Que sepa prepararme con la cruz de cada día a salir de este mundo para entrar en la gloria. Jesús, hazme ver que vas al Padre para que recibamos tu Espíritu. María, madre mía, que nos traen a la vida sobrenatural como nueva Eva, dame fe que alumbre mi vida con la esperanza de la Vida: “Recordad: La mujer cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro que pasó, porque la inunda la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre”. Así alguna mujer cuando tiene su criatura piensa que es demasiado dolor, pero al rato de querer a su hijo ya está feliz de poder tenerlo. “También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Y aquel día no me preguntaréis nada (Juan 16,20-23).
Señor, te canto con la “sevillana”: "algo se muere en el alma, cuando un amigo se va", pero quiero estar alegre, porque Tú te quedas… Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».
2. Esta es la alegría que el Señor le da a Pablo, aun en medio de la persecución: "No temas, habla sin callar nada, porque yo estoy contigo." Señor, sé que esta alegría viene de tenerte: «¡Que yo no tema!», «¡que me sepa contigo!» Danos también, Señor, esta seguridad.
3. Señor, te pido que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de tu santo Nombre, como nos invita el salmista: «Porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra… Él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob su amado. Dios asciende entre aclamaciones; / el Señor, al son de trompetas: / tocad para Dios, tocad, / tocad para nuestro rey, tocad”(Salmo 47/46,2-7). Y en el Salmo 126,6 nos recuerda el llanto y alegría del sufrimiento de la madre, de la partida de Jesús, de todo dolor que se convierte en cruz: «Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas». Jesús, dame paciencia, para no precipitarme antes de que salga el fruto de lo que me cuesta; que no abandone la lucha; que no absolutice algún aspecto malo de mi vida o de la de los demás, sino que tenga visión de conjunto, como decía Santo Tomás: «Por experiencia sabemos que, cuando soportamos pruebas difíciles por alguien a quien queremos, no se derrumba el amor sino que crece (...). Y así los santos, que soportan por Dios contrariedades, se afianzan en su amor con ello; es como un artista, que se encariña más con la obra que más sudores le cuesta».
Hoy día, hay modelos distintos: máximo rendimiento sin contar con las personas, el egoísmo elevado a actividad económica; lo efímero, sin ahorrar para el mañana; una educación basada en cosas que eviten el esfuerzo; unos políticos que no son modelo de integridad ética; choca con la música del darse, del sacrificio y de la cruz: «La relativa y pobre felicidad del egoísta, que se encierra en su torre de marfil, en su caparazón..., no es difícil conseguirla en este mundo.   -Pero la felicidad del egoísta no es duradera.
Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama.
¿Vas a perder por esa caricatura del cielo, la Felicidad de la Gloria, que no tendrá fin?» (san Josemaría Escrivá, Camino, 29). La paciencia está unida a la esperanza; hay dificultades, esfuerzo… «Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.» Gozo como fruto del Espíritu Santo, alegría del trabajo hecho, de que “hay más gozo en dar que en recibir”; el gozo de tenerte, Jesús, que nos dices: «Y nadie os quitará vuestro gozo.» La alegría era el lema del 2012 de la Jornada de la Juventud: «¡Alegraos siempre en el Señor!» (Flp 4,4). Y decía Benedicto XVI: “la alegría es un elemento central de la experiencia cristiana… Vemos la fuerza atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana… En Jesucristo… se encuentra la alegría que buscamos… Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos… El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama”. Va citando personajes que al encuentro con Jesús se llenan de alegría: Zaqueo «lo recibió muy contento» (Lc 19,5-6). Y antes de la Pasión, en la Cena, dirá: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9.11). “Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn 17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él”. Y en los encuentros con el Resucitado, María Magdalena y otras, «llenas de miedo y de alegría», “corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y dijo: «Alegraos» (Mt 28,8-9)… El mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor de Dios es el que vence.
Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces… de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros”.
Llucià Pou Sabaté


Jueves de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús se despide pero se queda en la Iglesia, y con su Espíritu extiende su reino, y convierte las tristezas en alegrías.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Jn 16,16-20).
1. “Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver...” Hoy tocaría celebrar la Ascensión, el día de la despedida... sobre esto leí con gusto estos versos de no sé quien: “Hoy, Jesús, más que la muerte, / temo, Señor, tu partida / y quiero perder la vida / mil veces más que perderte, / pues la inmortal que Tú das / sé que alcanzarla no puedo / cuando yo sin ti me quedo, / cuando Tú sin mí te vas”. Jesús se queda en presencia de amor. Amar es estar presente en el amado; el amado está presente en el amante. Así, con esa presencia de intención muy fuerte, sitúa Santo Tomás la presencia del Espíritu Santo en el alma, en esa labor de “sinergia” de “Él y yo” que llamamos “camino de santidad”. Los que se aman, están unidos estén físicamente juntos o distantes. Se habla incluso de telepatía, comunicación más allá del espacio, que en la fe “notamos” como “comunión de los santos”. Jesús, te pido que así como estás en el Padre, estés en mí por tu Espíritu; que me una a ti en la Eucaristía, como has dicho: "El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él". Que me una a ti en la Iglesia, que yo me alimente de la Eucaristía y que tu presencia dé fecundidad...
“Lloraréis y os lamentaréis, en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. Dejará a los apóstoles llorando al irse, pero llega pronto el día de la resurrección, “el primero de la semana”, que luego se llamará “domingo: día del Señor”. Jesús resucitado, que sepa yo también estar alegre en este encuentro contigo, que tal como viniste aquellos días en cuerpo presente, glorioso, vienes ahora sacramentalmente, en el Pan y el Vino consagrados, en la comunidad, en la Palabra, en la paz que traes a nuestros corazones, en la Reconciliación cuando vivo la experiencia de tu redención, en un “hoy” que está a nuestra disposición sacramentalmente. Dame esta alegría de tu compañía, con ese amor tuyo que canta el profeta Amós: “aunque una madre se olvidase de su hijo, yo nunca me olvidaré”. Hazme ver, Señor, que podemos unirnos a Ti de una forma más intensa que cuando estabas en la tierra, como dice san Pablo: “¿Quién nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Jesús?... ni la muerte ni la vida...” Jesús, te pido hoy que esta Nueva Alianza entre Dios y los hombres, sellada por tu Preciocísima Sangre, me ate a ti con el cemento de tu amor, de manera que realices en mí ese cambio de mentalidad (metanoia, dice la Escritura), un cambio de dirección en mi vida, que no es de un día sino algo así como hacer de hijo pródigo cada día, un ir contigo, por el camino de la vida, hacia la casa del Padre.
2. Vemos hoy a Pablo en Corinto (está año y medio, del 49-51), ciudad viva, de ambiente romano, capital de Acaya. De mucho comercio, y mala fama. Aquila y su mujer Priscila, huidos de Roma por la persecución de Claudio, lo acogieron y él trabajó confeccionando tiendas. Predicó a los judíos, pero al encontrar resistencia determinó: “Desde ahora me dirigiré a los gentiles” (Hechos 18,1-8). Señor, hazme atento a tu salvación; que sepa colaborar contigo. Que sepa entender la libertad, aquello de san Agustín: “Dios, que te ha creado sin contar contigo, no te salvará sin ti”. Que sepa abrirte mi corazón, pues sólo puedes convertirme si te abro la puerta. Tú, Señor, no te impones: propones. No te demuestras, sino te “muestras” en la fe. Te pido paciencia para conmigo y con los demás, como tú la tienes con todos nosotros. Que, como nos muestra este libro de Lucas (que se ha llamado el Evangelio del Espíritu Santo) sepa dejarme llevar por tu Fortaleza, como dice S. Juan Crisóstomo: “estos galileos, hasta hace poco tan pusilánimes y toscos, aparecen cambiados en hombres nuevos que desprecian las riquezas y los honores, las llamas de la cólera y la codicia de los sentidos, porque han sido hechos superiores a toda pasión”.
3. Cantamos al Señor en el Salmo “un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer  su victoria, revela a las naciones su justicia; se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel”. Juan Pablo II señalaba: “se trata de un himno al Señor, rey del universo y de la historia...: cántico perfecto, rebosante, solemne, acompañado por música festiva... se abre con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel... liberación de la esclavitud de Egipto. La alianza con el pueblo de la elección es recordada a través de dos grandes perfecciones divinas: «amor» y «fidelidad»...: en el Evangelio «la justicia de Dios se ha revelado», «se ha manifestado»... Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo ven y son invitadas a aprovecharse de esta salvación, dado que el Evangelio «es potencia de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego», es decir el pagano (Rm 1,16). Ahora «los confines de la tierra» no sólo «han contemplado la victoria de nuestro Dios» (Sl 97,3), sino que la han recibido”. “Cántico nuevo –dice Orígenes- es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. ‘Cantad al Señor un cántico nuevo’. Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios... hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo”.
Cristo vence al mal, con su muerte (humana) nos da la vida (pues Él como Dios no muere, y vence a la antigua serpiente o Satanás). Señor, que en las tentaciones a ti acudamos, que tu Espíritu nos fortalezca, que con nuestra vida digamos: “Santificado sea tu nombre”.
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

martes, 7 de mayo de 2013


Miércoles de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
El Espíritu Santo es maestro de la Verdad que buscamos, que hemos de propagar como vemos que hace san Pablo.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (Jn 16,12-15).
1. Jesús lleva a los discípulos hasta la Verdad plena, completando sus enseñanzas y dándoles a conocer las realidades futuras: “Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena, pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir”. Esta verdad interior irá abriéndose en nuestra vida y la historia. Santa Teresa de Jesús fue muy atacada, y ante las acusaciones (que podían costarle cárcel y torturas) dice: “no lo miro como alguien que desea mi mal, sino como un ministro de Dios Nuestro Señor, escogido por el Espíritu Santo como intermediario para hacerme el bien y ayudarme a realizar mi salvación. Creedme, la lanza mejor y más fuerte para conquistar el cielo es la paciencia. Ella es la que hace al hombre poseedor y dueño de su propia alma, como dijo Nuestro Señor a sus Apóstoles…” y le pedimos al Espíritu de Verdad cono la santa: que te vea como Señor de la historia, que vas abriéndome a Jesús, para que así como Él no "hace nada por sí mismo", yo también esté íntimamente unido al Padre, por Jesús, sin preocuparme por tantas cosas de la vida, que si Tú las permites serán para mí ocasiones de merecer. “Todo lo que tiene el Padre es mío (Jn 16,15). Es el Espíritu Santo quien nos hace entender las cosas buenas, hacer el bien, seguir a Jesús…
2. Atenas en la antigüedad, con su medio millón de habitantes (dos tercios son esclavos y pobres), es la ciudad cosmopolita, mezcla de toda raza, centro de la cultura antigua (pero sin ser brillante como en los tiempos de Aristóteles y Platón). Señor, que sepa yo también, como Pablo, llevar tu nombre a tantos ambientes, como los nuevos Aerópagos como internet: “Entonces Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: Al Dios desconocido. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer”. Que sepa hablar de ti, Dios mío, “Señor del cielo y de la tierra”, que fijas “las edades de su historia” que sepa mostrarte como Quien “no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en Él vivimos, nos movemos y existimos”, usando el lenguaje del mundo, como les dice a los griegos: “como han dicho algunos de vuestros poetas: Porque somos también de su linaje”. El otro día leímos en el colegio la escena del “becerro de oro” y Moisés. Al preguntar a los niños qué era un “ídolo”, respondían: “un dios falso”. Y al pasar a comentar si eran ídolos (en otra acepción de la palabra) los jugadores de fútbol como Ronaldo o Messi, veían que no podemos tomarnos tan en serio un deporte, como si fuera una religión. Señor, te pido que no me impida verte ni el dinero ni tantas cosas de la tierra. También te pido hacer como Pablo en este su su discurso más largo, darte a conocer usando el diálogo con el pensamiento que hay en mi mundo: buscar lo que une y buscar la verdad. Pero que no deje de dar testimonio, y hable como él de la «resurrección de los muertos», aunque muchos no le escuchan ya, algunos se convirtieron (Hch 17,15.22-18,1). Señor, que antes que el miedo al qué dirán, a la ruptura, al juicio de los hombres, busque tu juicio… que sea éste mi “éxito”.
«La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.... Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, aportan sin embargo, no pocas veces, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (Vaticano II). Justino siguió este camino del diálogo con el pensamiento pagano, llegando a decir que “los que cumplieron lo que universal, natural y eternamente es bueno fueron agradables a Dios, y se salvarán por medio de Cristo en la resurrección, del mismo modo que los justos que les precedieron”, pues ahí está Dios, como comentó Agustín: “Tú, Dios mío, estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más excelente mío” (san Francisco de Sales insistirá mucho en esta línea).
Es necesario el “conocimiento” que buscan los griegos, pero eso no es lo más importante; Pablo dirá “los griegos buscan sabiduría; nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado… necedad para los gentiles”. Pedimos al Espíritu de Verdad, en preparación a su fiesta: ayúdame a juzgar las cosas que me ocurren, y las del mundo, no con la cabeza sino contigo, lo que llamamos sinergia, tú y yo trabajando juntos. Que sepa verte en la historia y en mi vida, que sepa ver como instrumentos a los demás y todo lo que me pasa, que todo conduce al bien cuando estoy contigo. Dame para eso tus dones: el entendimiento (inteligencia) y la ciencia (para conocer lo que se refiere a ti), el consejo (para juzgar bien) y la sabiduría (la salvación), la piedad (sentirme hijo de Dios) y la fortaleza (sobre todo la paciencia, la forma más alta, y perseverar con constancia) y el temor (por amor, solo miedo de apartarme de Ti).
3. En estos 10 días que mañana comenzamos como preparación a tu fiesta, queremos seguir alabando contigo, Espíritu Santo, a Dios Padre, con las palabras del Salmo: “Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria… Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles… Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños» (Salmo 148,1-2.11-12-14). Señor, me uno a este cántico que te hacen todas las criaturas, todo el cosmos. Una vez, había un chico tan negativo al que llamaban de broma “electrón” (por la carga negativa que lleva esa partícula). Él entendió que tenía que mejorar, y la forma era agradecer lo bueno de los demás, de los dones que Dios nos da… así quiero alabarte yo también, Señor, y al ver las cosas buenas, tener la carta positiva de un “positrón”, porque todo es bueno cuando se está contigo.
Llucià Pou Sabaté


Miércoles de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
El Espíritu Santo es maestro de la Verdad que buscamos, que hemos de propagar como vemos que hace san Pablo.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (Jn 16,12-15).
1. Jesús lleva a los discípulos hasta la Verdad plena, completando sus enseñanzas y dándoles a conocer las realidades futuras: “Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena, pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir”. Esta verdad interior irá abriéndose en nuestra vida y la historia. Santa Teresa de Jesús fue muy atacada, y ante las acusaciones (que podían costarle cárcel y torturas) dice: “no lo miro como alguien que desea mi mal, sino como un ministro de Dios Nuestro Señor, escogido por el Espíritu Santo como intermediario para hacerme el bien y ayudarme a realizar mi salvación. Creedme, la lanza mejor y más fuerte para conquistar el cielo es la paciencia. Ella es la que hace al hombre poseedor y dueño de su propia alma, como dijo Nuestro Señor a sus Apóstoles…” y le pedimos al Espíritu de Verdad cono la santa: que te vea como Señor de la historia, que vas abriéndome a Jesús, para que así como Él no "hace nada por sí mismo", yo también esté íntimamente unido al Padre, por Jesús, sin preocuparme por tantas cosas de la vida, que si Tú las permites serán para mí ocasiones de merecer. “Todo lo que tiene el Padre es mío (Jn 16,15). Es el Espíritu Santo quien nos hace entender las cosas buenas, hacer el bien, seguir a Jesús…
2. Atenas en la antigüedad, con su medio millón de habitantes (dos tercios son esclavos y pobres), es la ciudad cosmopolita, mezcla de toda raza, centro de la cultura antigua (pero sin ser brillante como en los tiempos de Aristóteles y Platón). Señor, que sepa yo también, como Pablo, llevar tu nombre a tantos ambientes, como los nuevos Aerópagos como internet: “Entonces Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: Al Dios desconocido. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer”. Que sepa hablar de ti, Dios mío, “Señor del cielo y de la tierra”, que fijas “las edades de su historia” que sepa mostrarte como Quien “no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en Él vivimos, nos movemos y existimos”, usando el lenguaje del mundo, como les dice a los griegos: “como han dicho algunos de vuestros poetas: Porque somos también de su linaje”. El otro día leímos en el colegio la escena del “becerro de oro” y Moisés. Al preguntar a los niños qué era un “ídolo”, respondían: “un dios falso”. Y al pasar a comentar si eran ídolos (en otra acepción de la palabra) los jugadores de fútbol como Ronaldo o Messi, veían que no podemos tomarnos tan en serio un deporte, como si fuera una religión. Señor, te pido que no me impida verte ni el dinero ni tantas cosas de la tierra. También te pido hacer como Pablo en este su su discurso más largo, darte a conocer usando el diálogo con el pensamiento que hay en mi mundo: buscar lo que une y buscar la verdad. Pero que no deje de dar testimonio, y hable como él de la «resurrección de los muertos», aunque muchos no le escuchan ya, algunos se convirtieron (Hch 17,15.22-18,1). Señor, que antes que el miedo al qué dirán, a la ruptura, al juicio de los hombres, busque tu juicio… que sea éste mi “éxito”.
«La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.... Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, aportan sin embargo, no pocas veces, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (Vaticano II). Justino siguió este camino del diálogo con el pensamiento pagano, llegando a decir que “los que cumplieron lo que universal, natural y eternamente es bueno fueron agradables a Dios, y se salvarán por medio de Cristo en la resurrección, del mismo modo que los justos que les precedieron”, pues ahí está Dios, como comentó Agustín: “Tú, Dios mío, estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más excelente mío” (san Francisco de Sales insistirá mucho en esta línea).
Es necesario el “conocimiento” que buscan los griegos, pero eso no es lo más importante; Pablo dirá “los griegos buscan sabiduría; nosotros en cambio predicamos a Cristo crucificado… necedad para los gentiles”. Pedimos al Espíritu de Verdad, en preparación a su fiesta: ayúdame a juzgar las cosas que me ocurren, y las del mundo, no con la cabeza sino contigo, lo que llamamos sinergia, tú y yo trabajando juntos. Que sepa verte en la historia y en mi vida, que sepa ver como instrumentos a los demás y todo lo que me pasa, que todo conduce al bien cuando estoy contigo. Dame para eso tus dones: el entendimiento (inteligencia) y la ciencia (para conocer lo que se refiere a ti), el consejo (para juzgar bien) y la sabiduría (la salvación), la piedad (sentirme hijo de Dios) y la fortaleza (sobre todo la paciencia, la forma más alta, y perseverar con constancia) y el temor (por amor, solo miedo de apartarme de Ti).
3. En estos 10 días que mañana comenzamos como preparación a tu fiesta, queremos seguir alabando contigo, Espíritu Santo, a Dios Padre, con las palabras del Salmo: “Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria… Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles… Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños» (Salmo 148,1-2.11-12-14). Señor, me uno a este cántico que te hacen todas las criaturas, todo el cosmos. Una vez, había un chico tan negativo al que llamaban de broma “electrón” (por la carga negativa que lleva esa partícula). Él entendió que tenía que mejorar, y la forma era agradecer lo bueno de los demás, de los dones que Dios nos da… así quiero alabarte yo también, Señor, y al ver las cosas buenas, tener la carta positiva de un “positrón”, porque todo es bueno cuando se está contigo.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 6 de mayo de 2013


Martes de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
El Espíritu Santo nos lleva a la alegría de la salvación, y a difundirla en los demás.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado». (Jn 16,5-11)
1. Jesús anuncia a sus apóstoles su próxima partida y estos se llenan de tristeza, por eso añade: “os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros”. Quiero estar ahí, Jesús, con los apóstoles tristes, que se guardan de hacerte preguntas. Vuelves al Padre porque tu misión ha terminado. Te aparecerás luego resucitado, y luego para que se te veamos con la fe. Creo que no nos dejas solos. Ayúdame a ser dócil a las inspiraciones de tu santo Espíritu. Con tu "retorno a casa" haces que yo también me sienta “en casa”, como quien es el “hijo del Amo”, libre, sin complejos. Sé a dónde voy... Alguien me espera... Soy amado... Voy a encontrar a Aquel a quien amo... y ya tengo aquí su compañía. Con tu Espíritu, Señor, tu Presencia en el mundo lo llena todo: "Oh Señor, envía tu Espíritu para que renueve la faz de la tierra".
Estamos en el "tiempo del Espíritu", "tiempo de la Iglesia". Es la Iglesia Cuerpo místico de Cristo, siempre abierta a lo que Dios pide, siempre “en construcción”.
2. La predicación de Pablo provoca conflictos. La gente se amotinó contra Pablo y Silas... También hoy vemos ataques a la libertad religiosa, con excusas de legalidad sin mostrar los auténticos motivos ideológicos… hay violencia entonces y ahora; también hoy se trata de impedir a la Iglesia que lleve a cabo su obra, en India y en Nigeria, y tantos sitios donde mueren mártires de la fe tantos cristianos. «Dichosos seréis, si, por mi causa, se dice cualquier clase de mal contra vosotros
Hacia la medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, y los presos les escuchaban”. Son felices aun en la contradicción. ¡Cantan! Están alegres, porque tienen a Dios. En las dificultades podemos rebelarnos, o vivir la "bienaventuranza": ¡Felices los que lloran! En medio de la noche, se abrieron las puertas de la cárcel y se soltaron las cadenas de todos. El jefe de la prisión “los sacó fuera y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Ellos le contestaron: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa. Le predicaron entonces la palabra del Señor a él y a todos los de su casa”. Los llevó a su casa y “les lavó las heridas y acto seguido se bautizó él y todos los suyos. Les hizo subir a su casa, les preparó la mesa y se regocijó con toda su familia por haber creído en Dios” (Hch 16,22-34). Es una de las primeras experiencias de bautismo de niños, de conversión de toda la familia. Señor, dame la libertad, quítame mis cadenas, por ejemplo de ser esclavo de mis obligaciones, para hacerlas libremente. San Juan Crisóstomo: «Ved al carcelero venerar a los Apóstoles. Les abrió su corazón, al ver las puertas de la prisión abiertas. Les alumbra con su antorcha, pero es otra la luz que ilumina su alma... Después les lavó las heridas y su alma fue purificada de las inmundicias del pecado. Al ofrecerles un alimento, recibe a cambio el alimento celeste... Su docilidad prueba que creyó sinceramente que todas las faltas le habían sido perdonadas», y rezamos hoy: «Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante» (Ofertorio).
3. Pablo podía cantar con toda razón el salmo que hoy cantamos nosotros: «Señor, tu derecha me salva... te doy gracias de todo corazón... cuando te invoqué, me escuchaste… Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos» (137,1-3.7-8). La antífona de entrada nos muestra que esa acción de gracias sea porque «Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos, para entrar en su gloria. Aleluya… con alegría  y regocijo demos gloria a Dios, porque el Señor ha establecido su reinado. Aleluya». Es la petición de la colecta de hoy: «Que tu pueblo, Señor,  exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu; y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente».  En el Padrenuestro queremos darle a Dios esta gloria: "Santificado sea tu nombre, venga tu reino". Queremos cantar con María su acción de gracias del Magníficat.
Lo más importante en la vida es el "amor": sentirse querido y amar... A veces no sabemos si amamos bastante a Dios, pero sí sabemos que Él nos ama muchísimo. ¡Gracias, Señor! Yo me despisto, me duermo, tú no… Te doy gracias por tu fidelidad “a prueba de bomba”: "¡No abandones Señor, la obra de tus manos!" Cuenta Francisca Javiera del Valle que se quedó con una oscuridad interior, y se abandonaba en la fe de la Iglesia en aquella noche, “y sin poder decir más ni hablar, ni entender, así pasé meses y meses hasta pasados dos años… y de la misma manera que ‘me metieron’ en esa oscuridad, también ahora vi que ‘me sacaron’ de ella. Y cuando lloraba la pérdida de mi fe, me vi vestida de ella”. Y daba gracias a Dios: “me desnudaste de la fe que yo tenía, para vestirme de una fe que nadie me podrá arrancar. Admirable es tu modo de enseñar”.
Decía Juan Pablo II que “debemos tener la seguridad de que, por más pesadas y tempestuosas que sean las pruebas que debamos afrontar, nunca estaremos abandonados a nosotros mismos, nunca caeremos fuera de las manos del Señor, las manos que nos han creado y que ahora nos siguen en el itinerario de la vida. Como confesará san Pablo, «Aquel que inició en vosotros la obra buena, él mismo la llevará a su cumplimiento» (Flp 1,6)”.
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

Lunes de la semana 6 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
El Espíritu Santo nos da la fortaleza para vivir en la Verdad y ser amigos de Jesús en medio de las contradicciones del mundo
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho» (Jn 15,26-16,4).
1. Jesús habla del Paráclito, “el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre”. La verdad libera, es la única fuerza capaz de contrarrestarle el mal. En sintonía con Benedicto XVI, que tiene como lema episcopal ser “colaborador de la verdad”, podemos pedir hoy: Señor, hazme un hambriento de la verdad, para ser, cada vez más, un testigo ("martyr" en griego) de la verdad, para que sepa yo también dar testimonio de ti, Jesús.
Sigue Jesús: “Seréis expulsados de las sinagogas; aun más, llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios”. San Pablo glosará esta idea: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones" (2 Tm 3,12). Con el Consolador nada hemos de temer. No entendemos esas persecuciones, pero la fe nos ayuda a esperar que de ahí saldrá una cosa buena. San Agustín, ante el asedio de los godos a su ciudad, sentía pena porque caería aquella provincia romana africana, una cultura desaparecería, pero se sentía esperanzado de que aquellos agresores se convertirían a la fe cristiana, nacería otra civilización.
¿Soy realmente testigo (mártir) de Dios?, ¿o defiendo mis ideas? Señor, cuando llegue a tu presencia, me darás a entender tantas cosas… Concédeme, el no tener nunca miedo, porque tu Espíritu es mi Defensor. Hazme servidor de tu Palabra, como dijiste en la Ascensión: «seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría y en toda la tierra, hasta el fin del mundo».
2. San Pablo se dedica con toda el alma a la causa del Evangelio. Hoy le vemos con el empuje de su apostolado: Tróade, Samotracia, Neápolis, Filipos, con predicación y conversiones. Y vemos a Lidia, la primera europea convertida escuchando a S. Pablo a la orilla de un río. Comenta S. Juan Crisóstomo: «Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y dulzura habla a los apóstoles: “Si juzgáis que soy fiel al Señor”! Nada más eficaz  para persuadirlos que estas palabras, que hubiesen ablandado cualquier corazón. Más que suplicar y comprometer a los apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con insistencia. Ved cómo en ella la fe produce sus frutos y cómo su vocación le parece un bien inapreciable».
La comunidad cristiana de Filipos recibió más tarde una de las cartas más amables de Pablo. ¿Dónde nos toca evangelizar a nosotros? Pablo se adaptaba a las circunstancias que iba encontrando, predicaba en cualquier sitio, y si le echaban de un sitio, iba a otro. Si podía, se quedaba. También nosotros, nos dice san Josemaría Escrivá: “que nos persuadamos de que nuestro caminar en la tierra -en todas las circunstancias y en todas las temporadas- es para Dios, de que es un tesoro de gloria, un trasunto celestial; de que es, en nuestras manos, una maravilla que hemos de administrar, con sentido de responsabilidad y de cara a los hombres y a Dios: sin que sea necesario cambiar de estado, en medio de la calle, santificando la propia profesión u oficio y la vida del hogar, las relaciones sociales, toda la actividad que parece sólo terrena”.
3. El salmo es optimista, como la entrada de la fe cristiana en Europa ha sido esperanzadora: «el Señor ama a su pueblo... cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles, que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey. // Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas con vítores a Dios en la boca» (149,1-6.9). El canto es nuevo, porque las situaciones son nuevas, pero también porque el amor es nuevo y canta, como dice S. Agustín: “cantar suele ser tarea de enamorados”. Además, proclamar las cosas buenas, nos hace buenos; mientras que ser negativos en los comentarios, nos hace también a nosotros negativos.
A veces nos sentimos pobres de amor: ¿amo a Dios?, nos preguntamos. Quizá “hacemos todo lo que podemos”, pero la cosa está en que “podemos poco”, porque nos quedamos llenos de nosotros mismos, y no cabe el Amor de Dios. Nos puede servir el ejemplo de un vaso de agua, que si quiero llenarlo de vino, primero tengo que quitar el agua. Señor, quiero trabajar juntos, tú y yo, ese quitar de mi alma las malas hierbas para poder plantar las buenas, tu amor; quitar lo que me sobra para llenarme de buenas obras; achicar como en los barcos el agua que hace lastre, para poder ir más rápido. En el fondo, lo que nos enseñó Juan Bautista: que tú crezcas en mí, Señor, y yo mengüe.
Este salmo canta con "los pobres, los humildes"… los oprimidos, los pobres y perseguidos por la justicia, también los pacíficos, marginados por los que escogen la violencia, la riqueza y la prepotencia. Este es el sentido de la célebre primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Ya el profeta Sofonías se dirigía así a losanawim (pobres-humildes): "Buscad al Señor, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el día de la cólera del Señor"…
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

sábado, 4 de mayo de 2013


Domingo de la 6ª semana de Pascua, C. La Iglesia es llevada por el Espíritu Santo hacia la liberación de las imposiciones antiguas…
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en é1. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo»” (Juan 14,23-29).  

1. “Dijo Jesús a sus discípulos: - «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en é1”. Jesús, prometes que te manifestarás a tus amigos, es decir, a quienes te amen y guarden tus palabras. Y luego nos dices que ese templo de la ciudad santa ya está aquí, y es el amor, donde está Dios, te haces presente por el Espíritu Santo: “El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió”. Y es por el amor, por el Espíritu de Amor, que somos templo de Dios… “Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”. El Espíritu es «el maestro interior», y le pedimos con el himno litúrgico: «Entra hasta el fondo del alma/... Mira el vacío del hombre / Si tú le faltas por dentro».
Dios es amor (1 Jn 4,8). Ésta es la novedad. El otro día con los niños de primera comunión al oír “el pan vivo” escuchaban en su cabeza, con sus imágenes “el pan Bimbo” que ha bajado del cielo, les sonaba más familiar que esta verdad que va unida al mandato de Jesús: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros . Y también: En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros . Y también nos dices: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos pende toda la ley y los profetas”. San Agustín, como siempre, explica muy bien: “Si no dispones de tiempo para estudiar todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, manténte en el amor, del que pende todo; así tendrás lo que allí aprendiste y también lo que aún no has aprendido”. Ahí está todo: “En lo que comprendes de las Escrituras, se descubre evidente el amor; en lo que no entiendes se oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres posee, pues, tanto lo que está a la vista como lo que está oculto en la palabra divina.
”Por tanto, hermanos, perseguid el amor, el dulce y saludable vinculo de las mentes sin el que el rico es pobre y con el que el pobre es rico. El amor da resistencia en las adversidades y moderación en la prosperidad; es fuerte en las pruebas duras, alegre en las buenas obras; confiado en la tentación, generoso en la hospitalidad; alegre entre los verdaderos hermanos, pacientísimo entre los falsos”. Y cita a San Pablo en el famoso pasaje: “si no tengo amor, nada soyEl amor es magnánimo, el amor es benigno; el amor no es envidioso, no obra el mal, no se hincha, no es descortés, no busca las cosas propias, no se irrita, no piensa mal, no goza con el mal, se alegra con la verdad. Todo lo tolera, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sufre. El amor nunca desfallece (1 Cor 13).
Y el amor da paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo”. Es lo único a lo que no punza la mala conciencia, porque no obra el mal. Y acabas, Señor, diciéndonos que no tengamos miedo contigo: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Este pensamiento es de paz, como todo el mensaje de Jesús. Quiere que no se turbe nuestro corazón, porque él está con nosotros y nos da su paz: “la paz os dejo, la paz os doy”. Es la paz algo genuino de ti, Señor. -“Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».
2. Cuando Pablo y Bernabé se encuentran con que tienen que “ir a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia” que montaron algunos, que querían obligar a los “convertidos del paganismo” a seguir cumpliendo la ley antigua. Y deciden “lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables”: y concretan algunas cosas, más bien pocas (Hechos 15,1-2.22-29). Ya vimos lo de Pedro cuando escuchó en su visión que no tenía que tener miedo a comidas que los judíos llamaban impuras: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano». Pedro comprende entonces que «Dios no hace acepción de personas. sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato». El muro que separaba al pueblo escogido de los gentiles, comienza a derrumbarse. Pedro comprende que un judío puede entrar en la casa de un extranjero, que «no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre» y que no puede negar el bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo, «aunque no sean judíos». Hoy también hay muros que nos separan. Allí, entre judíos y árabes, moros y cristianos… pero también entre los hermanos, necesitamos seguir mejor el Espíritu Santo y conocernos como hijos de Dios, tratarnos, ver en los demás la imagen del mismo Dios. Además hay aspectos culturales, cambiantes, y a veces hay disputas por preferir las creencias a la verdad. Y cuando tengamos que escoger entre las dos, hay que escoger la verdad, pues Dios es la Verdad. Las diferencias de creencias, que no afecten a la Verdad, pueden ser pasajeras como los animales impuros y la circuncisión para los antiguos judíos bautizados.
Nos habla el Salmo de esa luz de la Verdad: Ilumine su rostro sobre nosotros. Agustín desarrolla su plegaria "cristiana" con estas palabras: "Ya que nos grabaste tu imagen, ya que nos hiciste a tu imagen y semejanza, tu moneda, ilumina tu imagen en nosotros, de manera que no quede oscurecida. Envía un rayo de tu sabiduría para que disipe nuestras tinieblas y brille tu imagen en nosotros... Aparezca tu Rostro, y si -por mi culpa-, estuviese un tanto deformado, sea reformado por ti, aquello que Tú has formado" (S. Agustín).
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación”. Quiero que todo el mundo te alabe, Señor. Te pido que bendigas mi vida y dirijas mi conducta frente a todos éstos que quieren juzgarte a ti por lo que ven en mí, y tu santidad por mi virtud. Bendíceme, Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu Iglesia; danos a todos los que invocamos tu nombre una cosecha abundante de santidad profunda y servicio generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben por ellas. Haz que vuelvan a ser verdes, Señor, los campos de tu Iglesia para gloria de tu nombre. «La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben» (Carlos G. Vallés).
 “Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra”. ¡La búsqueda de la felicidad, de la fiesta. Atreverse a orar así! Atreverse a pedir a Dios no solamente que cese el dolor, sino que aumente la felicidad y la alegría. Y si nosotros oramos para que los pueblos estén "alegres" y "canten"... ¿Cómo podemos tener caras aburridas? La alegría es el gran secreto del cristiano (Chesterton). Un santo triste es un triste santo. Hagamos a aquellos que viven con nosotros la primera caridad, la caridad de la alegría y de la sonrisa (Noel Quesson): “Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe” (Salmo 66,2-3.5.6.8).
3. “El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero” (Apocalipsis 21,10-14.21-23).
Allí no hace falta otro templo que Dios presente en todo, y su Cordero que llena la ciudad con su presencia. El sol y la luna son imágenes de la luz que Jesús irradia, como "luz del mundo", y ahora en el cielo revela al fin toda su fuerza y toda su gloria. Los ciudadanos de esta urbe son la comunidad de los salvados, hermanos llenos del Espíritu, unidos por el amor. En ella son acogidos todos los pueblos y naciones, tal como habían anunciado las profecías antiguas refiriéndose a la extensión universal del reino mesiánico. Los reyes de la tierra caminan hacia la Jerusalén celestial y le hacen ofrenda de sus riquezas y de su esplendor.
Juan, detenido en la visión de la extraordinaria ciudad, ha contemplado el momento en que la Iglesia de la tierra está ya en eI reino del cielo y canta alabanzas eternas al Señor (A. Puig). «Y en tus calles -alegría trasparente- todas las piedras gritan ¡Aleluya! Oh, ¡cómo sonríes besando las oriflamas, Esposa del Cordero!» (M. Melendres).
Llucià Pou Sabaté

jueves, 2 de mayo de 2013


VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: Jesús nos da la ley del amor fraterno

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15,12-17).

1. Jesús, en la intimidad del Jueves santo reunido con sus discípulos, les confía “un nuevo mandamiento”: «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado»: es la ley del amor, con una medida, es como si nos dijera: “como me habéis visto hacer a mí y como todavía me veréis hacer”. Jesús, el amigo, nos anima a propagar ese amor. Jesús, nos has dado la medida del amor: como tú nos has amado… me enseñas que amar mucho es “dar la vida”. Te doy gracias porque nos enseñas el modelo de amor para los esposos que se entregan uno al otro, y sienten la responsabilidad de ser padres; modelo de los misioneros que llevan el Evangelio por el mundo; de los religiosos, sacerdotes y obispos, de los laicos en medio del mundo… Que aprenda, Señor, lo que has dicho un poco antes: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Tú me invitas a morir a mis cosas, para vivir en una entrega a los demás. Pienso que amar es participar de ti, Dios mío; cuanto más sea tuyo, más podré querer, pues amar debe de ser tener “un cachito” de Dios en mí. Que sepa atender las necesidades de los demás, Señor.
2. “Señor, ¿por qué llamas nuevo a este mandamiento?”, se preguntaba san Josemaría, pues de amor al prójimo se habla en el Antiguo Testamento, pero Jesús pide más: “Yo os pido más: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y orad por los que os persiguen y calumnian”. “Tú nos revelaste la medida insospechada de la caridad: como Yo os he amado. ¡Cómo no habían de entenderte los Apóstoles, si habían sido testigos de tu amor insondable!
”El anuncio y el ejemplo del Maestro resultan claros, precisos. Ha subrayado con obras su doctrina. Y, sin embargo, muchas veces he pensado que, después de veinte siglos, todavía sigue siendo un mandato nuevo, porque muy pocos hombres se han preocupado de practicarlo; el resto, la mayoría, ha preferido y prefiere no enterarse. Con un egoísmo exacerbado, concluyen: para qué más complicaciones, me basta y me sobra con lo mío. No cabe semejante postura entre los cristianos. Si profesamos esa misma fe, si de verdad ambicionamos pisar en las nítidas huellas que han dejado en la tierra las pisadas de Cristo, no hemos de conformarnos con evitar a los demás los males que no deseamos para nosotros mismos. Esto es mucho, pero es muy poco, cuando comprendemos que la medida de nuestro amor viene definida por el comportamiento de Jesús (…). El principal apostolado que los cristianos hemos de realizar en el mundo, el mejor testimonio de fe, es contribuir a que dentro de la Iglesia se respire el clima de la auténtica caridad”.
Jesús, a veces me pregunto: ¿hasta dónde tengo que amar, perdonar? Y tú me das el nivel: como tú nos has amado… hasta dar la vida: «Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos.» Cuando pienso en mis derechos de manera desmesurada, y se me mete el orgullo, me quedo solo, y triste porque hago daño a los demás; pero cuando sigo tu mandato, soy generoso y todos estamos felices. Dame tu humildad y sencillez para servir a los de mi familia, mis amigos, las personas que me rodean.
También quiero aprender, Jesús, a ver que no soy yo el que merezco la salvación, como bien dices: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros.» Me has elegido porque me amas, y por eso me ha creado Dios contigo, con tu amor; me has dado dones para que los emplee en seguir haciendo el bien como tú lo haces en mí, si me dejo, y así doy fruto: «el treinta por uno, el sesenta por uno, y el ciento por uno» (Mt 4,8).
«Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.» ¿Qué fruto permanece? La santidad, apostolado, trabajo bien hecho, servicio a los demás.
3. Señor, que dé yo también frutos de amor... que sepa vivir con obras este mandamiento nuevo, tu testamento, Jesús. Que con tu ayuda sepa amar a los demás, servir, ayudar, comprender,  disculpar... Que no quiera ser yo el centro de todo. Como decía Tagore: "Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Empecé a servir y comprobé que el servicio era alegría". Que sepa abrir los ojos a los demás, a sus virtudes: "Sólo serás bueno, si sabes ver las cosas buenas y las virtudes de los demás" (san Josemaría). Que sepa manifestar ese amor en el uso de la lengua, Jesús, pues criticar es muy fácil, como lo es destruir con una pedrada la vidriera espléndida de una catedral, pero es difícil recomponerla, como también lo es el honor de alguien por maledicencias... Que sepa construir, edificar, que es tarea de artistas...
Vemos hoy la conclusión de aquel primer Concilio de Jerusalén, con una parte doctrinal y una parte de normas variables. Lo importante no es tanto lo que hacemos los hombres, sino lo que Dios hace en la historia. “El Espíritu Santo y nosotros”…, dicen. Y todo basado en el amor, que hacía decir a los paganos, al verles: “¡mirad cómo se aman!” Ahí tenemos un punto bien concreto para nuestro examen: ¿los demás pueden decir de nosotros que destacamos -los cristianos- porque amamos a los demás, porque servimos?...
No es que amemos nosotros, es que Dios nos ha amado primero. “La caridad no la construimos nosotros; nos invade con la gracia de Dios: porque Él nos amó primero. Conviene que nos empapemos bien de esta verdad hermosísima: si podemos amar a Dios, es porque hemos sido amados por Dios. Tú y yo estamos en condiciones de derrochar cariño con los que nos rodean, porque hemos nacido a la fe, por el amor del Padre. Pedid con osadía al Señor este tesoro, esta virtud sobrenatural de la caridad, para ejercitarla hasta en el último detalle”, sigue diciendo san Josemaría; algo tan bonito como la palabra “caridad” se ha malogrado a veces: “Expresaba bien esta aberración la resignada queja de una enferma: aquí me tratan con caridad, pero mi madre me cuidaba con cariño”.
Los matices de Jesús son entrañables: «os llamo… amigos». Hemos pasado del “permanecer” en Él, a amarse unos a otros. Esta “ley de amor” sustituye al temor de los siervos; es “ley de gracia” (por el Espíritu Santo); “ley de libertad” porque “nos hace pasar de la condición del siervo «que ignora lo que hace su señor», a la de amigo de Cristo, «porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer»” (Catecismo, 1972). «Si el Señor te ha llamado «amigo», has de responder a la llamada, has de caminar a paso rápido, con la urgencia necesaria, ¡al paso de Dios! De otro modo, corres el riesgo de quedarte en simple espectador» (S. Josemaría, Surco 629).
«Porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer.» ¡Gracias, Señor, porque me das a conocer tantas cosas! Gracias por la maravilla que nos das, de concedernos todo lo bueno: «todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.» Todo lo que está en el Padrenuestro quiero pedirte ahora, Señor: “Padre, te pido más corazón, para corresponder al amor que me tienes; te pido más fortaleza, para no conformarme con «ir tirando», sino que me ponga a luchar en serio en el camino de la santidad; te pido más generosidad, para saber dar la vida por Ti y por los demás como ha hecho Jesús; te pido más lealtad, para no traicionar la amistad que Jesús me ha dado, rechazando el pecado con todas mis fuerzas; te pido más vibración apostólica, para que sepa dar ejemplo y hablar de Ti a mis familiares y amigos: para dar fruto, y que ese fruto permanezca” (P. Cardona).
Canta el salmo la confianza en el Señor, y así como se avecina la aurora a medida que pasa la noche, así la salvación se acerca en la tribulación: “Mi corazón está firme, Dios mío…” el orante está esperando que despunte el alba, para que la luz venza la oscuridad y los miedos… “Te daré gracias ante los pueblos, Señor… por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes» (Salmo 57/56,8-12).