martes, 18 de diciembre de 2012


Adviento, 18 de Diciembre: la confianza de san José en Dios es modelo para nosotros… (como reacciona ante la “duda”)

“La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (Mateo 1,18-24).

1. En María y José encontramos un matrimonio ejemplar, modelo para todos nuestros hogares, pero muy singular pues Jesús viene de María y del Espíritu Santo. Ratzinger ha escrito un libro sobre la infancia de Jesús, donde cuenta que los "datos históricos" de base han elaborado una especie de "prólogo teológico" a la vida de Jesús (que contemplamos esos días antes de Navidad), algo así como un músico compone una "obertura" donde esboza los temas esenciales que luego desarrollará. Ahí se ve que se cumplen todas las palabras de Dios del Antiguo Testamento, en la Palabra encarnada. Mateo, por ejemplo, subraya todos los signos que muestran que Jesús "cumplió todas las promesas de Dios": él considera los relatos de la infancia de Jesús como un enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamento...  Jesús es verdaderamente aquel que Israel esperaba, el que fue prometido a Abraham y David, el nuevo Moisés. Lucas, por su parte, subraya que Jesús es el salvador universal, prometido también a los paganos, a los gentiles.
Estos "evangelios de la infancia" remiten a menudo a textos y situaciones de la Biblia. Con su apariencia ingenua e infantil, son textos ricos en doctrina, que deben leerse con Fe.
-“Y el nacimiento de Cristo fue de esta manera: María...” María es la que está en el centro de los relatos que leeremos hasta Navidad, y hoy vemos también a San José como foco de luz. –“María, su Madre, estando desposada con José, antes que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. En esta frase tan sencilla hay dos niveles de profundidad. El acontecimiento humano, lleno de encanto, de dos jóvenes que se enamoran y se desposan, con su alegría. Pero ella espera un  hijo sin que hayan tenido relaciones. De manera virginal, pues Dios pudo hacerlo, pues si es Dios puede hacer milagros, como también hizo la resurrección del Señor: "ella concibió por obra del Espíritu Santo". Este niño no es un niño ordinario. De El, se dirá más tarde que es "hombre y Dios". Pero ya está sugerido aquí, en este prólogo del evangelio.
-“José, su esposo, siendo como era justo y no queriendo denunciarla...” De esta duda poco podemos hablar, aunque mucho se ha dicho, pero sin que podamos decir nada concluyente aparte de que el repudio privado era para no difamarla a ella. A mí se me ocurre decir que José pensó en quitarse del medio, viendo un misterio demasiado grande para él. Sabe de su pacto de virginidad, que habían acordado entre los dos. Ella, por vocación; él, seguramente por acompañarla pues la quería en la situación que ella dispusiera, respetando su compromiso con Dios, pues eso hace el amor.
¿María le dijo lo del ángel? Quizá sí, y José la acompañó a visitar y estar esas semanas o meses a su prima Isabel. Quizá se sintió entonces indigno de estar ahí por medio, que molestaba en un plan que no tenía nada que ver con él, como escribía mi amigo Antoni Carol: si les veían muy unidos iba a ser difícilmente creíble el misterio de la Encarnación virginal. Dios no dice nada; María ve a José pensar esas cosas, i ella intuye y sufre pero tampoco dice nada… José hace oración, y sigue sin tener luces. La Virgen intenta hacerse cargo del desconcierto de su esposo —que no se siente digno para acompañarla—.
La decisión de dejar a María era darle libertad, quedaba fuera del riesgo de pública infamia; y él aparecía como causante de la separación. Dios, al ver su docilidad, no le hace sufrir más e interviene en sueños por medio de un ángel. La caricia de Dios da vida otra vez a José, que así se va preparando más y más para su misión.
Hay quien piensa la otra posibilidad, que María sabe y calla, que no dice nada a José, quien al conocer su estado piensa dejarla –quedando él mal- y no discute ni se queja ni pide explicaciones convencido de que algo divino está ocurriendo, y que aquel asunto no es suyo. Cumpliendo la ley, debía dejarla, y la deja libre para no perjudicarla. No estaría ajeno a conocer lo que pasó con el nacimiento de Juan Bautista y los portentos –quedarse mudo Zacarías, etc.-.
Pero al poco, vio que sí estaba implicado, pues tiene también su "anunciación", con la aparición de un ángel, imposición de un nombre, según la función del que nace... y por último, un signo dado como prenda. Es un pasaje paralelo a las otras anunciaciones (de María, Juan Bautista).
-“José, hijo de David, no tengas recelo... Le pondrás por nombre "Jesús" que significa "El Señor salva", pues él es el que ha de salvar a su pueblo. Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que preanunció el Señor por el profeta Isaías”. Filiación davídica; una promesa de Dios se realiza. Un salvador: una promesa de Dios. Una nueva Alianza: "Emmanuel" Dios-con-nosotros... aquí con el otro nombre, “Salvador”, Jesús. ¡Estaba prometido! Contemplo la delicadeza de José... este justo, capaz de entrar en los secretos de Dios. Dios necesita de los hombres. He aquí un matrimonio, marido y mujer que recibe una responsabilidad excepcional. ¿No soy yo también responsable de un cierto "nacimiento" de Dios, hoy? (Noel Quesson).
José la recibió en su casa y no la conoció hasta que dio a luz”. La acepta tal y como es. Respeto su virginidad, sin poner condiciones. A nivel espiritual, veo que estos pasajes nos enseñan a vivir las “dificultades” en positivo: transformarlas en “posibilidades”, de amar más, de ser más entregados, de tener más fe y perseverancia; así se refuerza el amor y la fidelidad. Las dificultades de “ordinaria administración” no aparecen en el Evangelio: problemas con clientes del taller, rumores de pueblo, estrecheces económicas propias de vivir al día… Se intuye que para ellos los nervios no degeneraban en discusiones; que cuando no podían solucionar una cosa hablando, optaban por el silencio (es una forma de diálogo, cuando se ama): meditar las cosas, el silencio de la oración… Los problemas que nos muestra el Evangelio no son los pequeños de cada día, sólo vemos los más graves… y vemos como actúan, en silencio, "aguantan en el dolor" y esperan el “dedo” de Dios…
José es el que permanece en segundo plano, oculto, escondido, con su sí permanente es el hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: “gracias a Dios!”, y cuando iba al revés, diría: “bendito sea Dios!”, de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.
Dios ilumina a José en sueños, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios, la idea está expresada en otros relatos como cuando se le indica que vaya a Egipto, que vuelva, etc. Desplazarse a Belén para empadronarse no sería nada fácil, José sabía que era inoportuno aquel viaje; pensaba que algún pariente en Belén les podría albergar, pero una vez más nada salió como ellos habían pensado: el viaje a Egipto muestra, como el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo, su disponibilidad… aprenden a meditar las cosas, a ir al paso de Dios, para cumplir su voluntad. Todo esto es modelo para nosotros, les pedimos a José y María que nos ayuden a dejarnos llevar por Dios, a tener confianza y ver esa mano invisible que nos acompaña y nos guía a lo largo de la vida.
2. Mateo insistirá sobre el título "José, hijo de David", siguiendo la tradición de presentar al Mesías como de la familia de David. Así dice Jeremías:
-“Oráculo del Señor: Mirad que vienen días en que suscitaré a David un «Germen justo»”. Los reyes de Judá son nefastos en ese momento, la dinastía davídica está en plena decadencia, y suscita la cólera de Dios en un panorama es muy negro. «Ay de los pastores que dejan que perezca el rebaño de mi pastizal, ¡oráculo del Señor!» «Pero mirad, que vienen días en que nacerá un verdadero rey.» Reinará como verdadero rey, será inteligente y prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. Un «germen justo», de Dios, de David, el Mesías. La esperanza de todos es un esperar a Cristo, prudente, recto y justo, y a esa obra estamos llamados a cooperar.
-“En sus días estará a salvo el reino de Judá, e Israel vivirá en seguro. Y éste es el nombre que se le dará: «El Señor-justicia-nuestra”. Un rey-mesías cuyo nombre es simbólico. Los nombres tienen mucha importancia para la mentalidad semítica: caracterizan a la persona. Un hombre que no es por sí mismo su propia justicia. Un hombre investido de la misma justicia de Dios. Cuando trato de ser más justo, en realidad "es el Señor mi justicia".
-“Mirad que vienen días en que no se dirá más: «El Señor hizo... en el pasado,» sino: «El Señor hace... hoy»”. Los judíos, del tiempo de Jeremías, solían, como nosotros, referirse al pasado: antes se hacía esto... Una vez Dios hizo que los hijos de Israel salieran del país de Egipto... Jeremías reacciona. Nunca más se dirá esto. Porque, es HOY cuando Dios libera de la esclavitud a su pueblo; es HOY cuando Dios reúne a sus hijos dispersos y les instala en su propio pueblo. Efectivamente, el Señor vive, es un contemporáneo, su acción es actual; pero la mayoría de las veces no sabemos reconocer su obra. Ayúdanos, Señor, a reconocer lo que ahora estás haciendo por nosotros (Noel Quesson).
3. De nuevo el salmo 71 canta al rey ejemplar, que gobierna con justicia, que escucha los clamores de los pobres y oprimidos y sale en su defensa. Ningún rey del Antiguo Testamento cumplió estas promesas. Por eso, tanto el pasaje de Jeremías como el salmo se orientaron claramente hacia la espera de los tiempos mesiánicos. Nosotros, los cristianos, los vemos cumplidos plenamente en Cristo Jesús (J. Aldazábal). «Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por el pecado, vernos definitivamente libres por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo» (oración): «Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, / que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente / y en el Sinaí le diste tu ley: / ven a librarnos con el poder de tu brazo».
Llucià Pou Sabaté

lunes, 17 de diciembre de 2012


Adviento, 17 de Diciembre: Dios nos ama en Jesús, a quien envía al mundo. Estamos interconexionados en este «libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham»

“Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá (…). Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a (…), Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones” (Mateo 1,1-17).

1. Para que nos preparemos de un modo más inmediato a Navidad, la Iglesia la hace preceder de una "octava", que comienza hoy con la genealogía de Jesús: en primer lugar, nos lleva a experimentar que nuestra grandeza no está en los méritos sino en el amor que Dios nos tiene. También, que estamos todos interconexionados, y lo que hacemos influye en los demás y en la historia. Estos dos puntos están muy vivos en el pesebre. Para entender la necesidad de profundizar en nuestra dignidad vino Jesús en Navidad, y para formar un pueblo renacido, como hijos de Dios.
En la genealogía de Jesús –decíaVan Thuân predicando al Papa y su Curia- hay un canto al amor de Dios, "su misericordia es eterna": "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». No hemos de portarnos bien para que Dios nos quiera, sino que Dios nos quiere de todos modos, y eso nos ayuda mucho a portarnos mejor: «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor».
En ese contexto, es bonito ver que no se nos esconde que pecadores y prostitutas fueron antepasados de Jesús. El complejo problema del pecado y de la gracia está ahí reflejado: «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé».
Tamar, por trampa, tiene un hijo de su propio suegro (Génesis 38, 1-30). ¡Qué historia mas sombría! Rahab, prostituta (Josué 2-6). Ruth, una pagana de tierra extranjera (Rut 4-12). Finalmente Betsabé, la mujer adúltera de David y madre de Salomón (II Samuel 11). Jesús viene a salvar a la humanidad, por gracia. Y todos los hombres están llamados a esta salvación universal. ¿Estoy convencido de este inverosímil amor gratuito y salvífico que Dios nos tiene? Este panorama no lleva al desánimo, sino que el pecado exalta la misericordia de Dios: «Y sin embargo -añadió el arzobispo vietnamita- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido.
No es Jesús como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana. Es hijo de hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos. En el primer apartado de los patriarcas, la promesa mesiánica no arranca de Ismael, el hijo mayor de Abrahán, sino de Isaac. No del hijo mayor de Isaac, que era Esaú, sino del segundo, Jacob, que le arrancó con trampas su primogenitura. No del hijo preferido de Jacob, el justo José, sino de Judá, que había vendido a su hermano. En el apartado de los reyes, aparte de David, que es una mezcla de santo y pecador, aparece una lista de reyes claramente en declive hasta el destierro. Aparte tal vez de Ezequías y Josías, los demás son idólatras, asesinos y disolutos. Y después del destierro, apenas hay nadie que se distinga precisamente por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María.
Es una genealogía donde hay mujeres sencillas, pero no ve Ratzinger que haya en ellas pecado, es un pecado de los varones, no de las mujeres. Lo especial en estas mujeres estriba, en cambio, en que no eran judías y que justamente ellas, mujeres paganas, aparecen en los puntos de inflexión de la historia de Israel, de modo que con toda razón pueden considerarse en Israel como las verdaderas madres ancestrales del reino, tipo de la Iglesia de los gentiles, la Iglesia que se reúne a partir de la suciedad del paganismo y que, a pesar de ello, en su anhelo de la salvación abre la puerta a los enviados de Dios, los apóstoles, que no habían hallado morada en Israel. Así, la Iglesia de los gentiles permite que el mundo se convierta en tierra santa de la fe, la sucia taberna en la casa santa de la comunión con Jesucristo.
Hasta llegar a María, donde ya no se habla ya de «engendrar», sino que se dice: «Jacob engendró a Jóse, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo». Se instaura un nuevo comienzo, y este verdadero comienzo, del cual depende en definitiva todo, acontece por la fe, por el sí de María, por la fe de las madres, la fe de los extranjeros. Estamos todos intercomunicados, unidos a esa nueva generación por la fe que María inaugura. La Iglesia está anticipada en esa larga genealogía que anuncia la salvación que Dios ha querido traernos, formando un pueblo, una comunidad y sirviéndose de unos intermediarios (sacerdotes, profetas, reyes, jueces...). Todos participamos de la misión de la Iglesia, apoyados en la comunión de los santos: “De que tú y yo nos portemos como Dios quiere – no lo olvides– dependen muchas cosas grandes” (J. Escrivá).
La reacción ante esta responsabilidad histórica no puede ser asustarnos “«¡No tengáis miedo!». No tengáis miedo del misterio de Dios; no tengáis miedo de Su amor; ¡y no tengáis miedo de la debilidad del hombre ni de su grandeza! El hombre no deja de ser grande ni siquiera en su debilidad” (Juan Pablo II).
La genealogía se divide aquí en tres partes compuestas cada una de 14 nombres. El centro de la misma lo ocupa David. El número 14, por ser el doble de 7, indica perfección y plenitud, y por tanto los nombres se escogen en un sentido también simbólico. Significaría la providencia especial de Dios en la disposición de toda la historia de salvación que culmina en Cristo.
-“Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual fue engendrado Jesús, llamado Cristo o Mesías”. Jesús es el "mesías", el esperado por toda la historia de Israel, el "hijo de David" (Noel Quesson).
O Sapientia... «Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, / abarcando del uno al otro confín / y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: / ven y muéstranos el camino de la salvación», dice la primera antífona de estos días, que comienzan con “¡oh!”, en la liturgia de las horas, para despertar nuestra fe y esperanza. Lo es también para hablar de María, Virgen de la Esperanza, y de la intensidad con que debemos vivir el preludio de la Navidad, gran sinfonía de la recreación y salvación del mundo.
Lo sorprendente de esta cadena de generaciones es que precisamente en el último eslabón, cuando aparece José, hijo de Jacob y esposo de María, José queda excluido totalmente del origen de Jesús y con él toda la lista que le precede. Sóla María se convierte en fuente de Jesús. ¡Sin José! ¡Sola ella y el Espíritu Santo! (como proclamamos en el Credo). José es para Jesús un padre que le transmite la gran tradición del pueblo. La mujer adquiere un gran protagonismo (José Cristo Rey García Paredes).
2. Jacob imparte su bendición, que es su herencia. No es el primogénito Rubén, ni el segundo Simeón, ni el tercero Leví, quienes "heredarán de la promesa", sino el cuarto Judá. Jesús nacerá en la tribu de Judá en Judea, en Belén. Un descendiente de Judá reinará no sólo sobre las demás tribus del pueblo elegido, como David, sino sobre todas las naciones.
-“Jacob llamó a sus hijos: «Quiero anunciaros lo que os ha de acontecer en días venideros...»” Es el testamento de Jacob de cuya «genealogía» nos hablará el evangelio. Un pueblo en marcha y abierto al futuro. La humanidad posee un «porvenir».
-“Judá, tus hermanos te rendirán homenaje... Judá, mi hijo, es un león joven”... Dios es el que elige. «He ahí que el León de la tribu de Judá ha vencido». (Apocalipsis 5,5). Jesús nacerá en la "tribu de Judá", en Judea, en Belén, Dios ya piensa en ello. Haznos disponibles, Señor, a tus «designios» a los que Tú quieres hacer por medio de nuestras vidas, de nuestras responsabilidades.
-“La realeza no se irá de Judá, ni el bastón del mando se irá de su descendencia, hasta tanto que venga aquél a quien le está reservado el poder y a quién las naciones obedecerán”...: un descendiente de Judá reinará no sólo sobre las demás tribus del pueblo elegido, sino sobre todas las naciones (Noel Quesson).
3. “Dios mío, confía tu juicio al rey, / tu justicia al hijo de reyes, / para que rija a tu pueblo con justicia, / a tus humildes con rectitud”: el salmo 71, el salmo del rey justo y su programa de gobierno, canta lo que será el estilo del rey mesiánico: “Que los montes traigan paz, / y los collados justicia; / que él defienda a los humildes del pueblo, / socorra a los hijos del pobre”.
Que en sus días florezca la justicia / y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, / del Gran Río al confín de la tierra”. A través de los siglos, a través de las vicisitudes y de los fracasos de la historia se ha mantenido esa sorprendente esperanza: ¡un "salvador" nacerá de la familia de Judá!  “Que su nombre sea eterno, / y su fama dure como el sol; / que él sea la bendición de todos los pueblos, / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra”.
Llucià Pou Sabaté

Lunes de la 3ª semana de Adviento. Jesús posee una autoridad divina, anunciada por los profetas, y últimamente por Juan Bautista, y nos da su gracia, que actúa junto a nuestra libertad que puede aceptarla.

“En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: -«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?» Ellos se pusieron a deliberar: -«Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído? Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.» Y respondieron a Jesús: - «No sabemos.» Él, por su parte, les dijo: - «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto»” (Mateo 21,23-27).

1. –Cuando Jesús enseñaba en el templo, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te ha dado tal potestad?" En Mateo, a esta pregunta precede la escena de Jesús expulsando a los vendedores en el templo. Fue algo muy fuerte, ante lo que no se quedaron indiferentes.
-Respondióles Jesús: “Yo también quiero haceros una pregunta”. Jesús, te veo enérgico, que no se deja intimidar: "El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?"
-“Mas ellos discurrían, diciendo: "Si respondemos "del cielo", nos dirá... "Si respondemos, "de los hombres", tenemos que temer al pueblo... Contestaron, pues, diciendo: ‘No lo sabemos’”. A menudo, también nosotros, contestamos huyendo las preguntas radicales de Dios. Hoy mismo, ¿cuál es la pregunta, la invitación, que yo siento que Dios me hace? ¿Cuál va a ser mi respuesta?
Jesús se enfrenta al judaísmo oficial y ahora no quiere dar testimonio explícito de sí mismo, pues la actitud incrédula y negativa de sus enemigos no lo hace conveniente. Pero en realidad sí les responde con la pregunta sobre la autoridad del Bautista que proyecta su luz sobre la autoridad de Jesús, porque Juan preparó los caminos a Jesús. Son perversos. Quieren fastidiar al Señor. Les falta fe. El tiempo de Adviento es el tiempo de preparación a la fe (Noel Quesson).
-"¿Por qué no le habéis creído?" La fe. Dios habla por Juan Bautista, y en cada persona y en cada acontecimiento… Quiero abrir mis ojos a tu luz, Señor, pues sobre todo habla en ti Dios, en tu humanidad santísima, en tus palabras:
-“Pues yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas”. Contemplo en tu corazón, Señor, la decepción de ver la falta de fe de esos dirigentes de Israel. La peor ceguera es la voluntaria. Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera sabiduría.
¿Qué velos o intereses tapan nuestros ojos para impedirnos ver lo que Dios nos está queriendo decir a través del ejemplo de generoso sacrificio de un familiar nuestro, o de la fidelidad alegre de un miembro de nuestra comunidad?, ¿o es que queremos mantenernos cómodos con nuestra ceguera de corazón?
El Dios del ayer es el Dios del hoy y el Dios del mañana. El que vino, el que viene, el que vendrá. Cada día, no sólo en la Eucaristía, sino a lo largo de la jornada, en esos pequeños encuentros personales y acontecimientos, sucede una continuada venida de Dios a nuestra vida, si estamos despiertos y sabemos interpretar la historia (J. Aldazábal).
Tu sagacidad y autoridad, Jesús, me dejan pasmado. El modo de reconducir la trampa que tienden, con otra pregunta que les pone en dificultad y en el fondo les responde con la verdad: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarte, Señor, y tú con una palabra has hecho caer la mentira, y has dado testimonio de la verdad. Nos invitas a vivir contigo esa defensa de la verdad, ante todas las formas de mentira de nuestra sociedad.
Los celos, la envidia, el amor propio, el deseo de ser estimado, tenido por alguien importante, del temor al «qué dirán, el brillar en un cierto nivel social, el ostentar un puesto de honra o poder son fuerzas que carcomen y matan el espíritu del evangelio en nosotros. Dios todopoderoso, que nació niño en una cueva, desmentirá esas creencias: «El que busca su vida, la perderá; el que la pierda por amor a mí, la hallará». En la película “The Damnet”, los malditos, traducida como “La caída de los dioses”, de Visconti, muestra como una familia de alemanes degenera como tanta gente, y se convierte en una manada de bestias donde unos matan a otros, y son manejados al antojo de los nazis, vendidos a esa moda nefasta de cultura de la muerte.
Recuerdo que un chico mejoró su posición social, y dejó a la novia amiga de toda la vida que ya no le “vestía”, por otra de más “nivel”. Le dije que estaba siendo egoísta. Salimos en coche y aún en el garaje ya me decía escandalizado: “¡el cinturón de seguridad!”: para él lo importante era ponérselo cuanto antes, pero no se preocupó por despreciar a la chica que le había ayudado tanto tiempo. Pensé que estábamos en una sociedad puritana…
Oración: Señor, dame la gracia de vivir con pureza de intención. Que mi obrar, pensar, sentir sea por Dios y delante de Dios. Actuar: Revisaré mi actuar para no dejar que la envidia y otros males se instalen en mi corazón.
2. Balaán tiene fama de vidente y el rey de Moab le encarga que maldiga al pueblo de Israel y sus campamentos. Pero Dios toca su corazón, y el adivino pagano se convierte en uno de los mejores profetas del futuro mesiánico. En sus poemas breves, llenos de admiración, en vez de maldecir, bendice el futuro de Israel. Ve su estrella y su cetro y anuncia la aparición de un héroe que dominará sobre todos los pueblos. Sorpresas de Dios, que no se deja manipular ni entra en nuestros cálculos. Somos nosotros los que debemos ver y oír lo que él quiere. Es una profecía que en un primer momento se interpretó como cumplida en el rey David, pero que luego los mismos israelitas dirigieron a la espera del Mesías.
Cada vez que Ballaán intentaba maldecir a Israel, el Señor le cambiaba la maldición en una bendición. A la cuarta vez, Balam pronuncia un oráculo que habla de un futuro rey que habrá de surgir de Israel. Este oráculo se refiere al rey David quien le da seguridad al reino, al liberarlo de sus enemigos. Pero David es sólo tipo del verdadero rey. Aunque no se lo cita expresamente en Nuevo Testamento, el episodio de la adoración de los magos ha sido inspirado en su presentación por el oráculo de Balam. Jesús es el que establecerá definitivamente el reino de Dios. También veo aquí como Dios interviene en la historia, como hizo en tiempos de Ester, o de Susana y Daniel… donde parece que vence el mal, subvierte todo y prevalece el bien…
-“Saldrá un héroe de la descendencia de Israel, dominará sobre pueblos numerosos. Su reino será mayor que el de”... La fe nos proyecta, a nosotros también, hacia el futuro del mundo. Nos hace ver, por adelantado, «lo que ha de venir». Cristo va creciendo hasta su advenimiento definitivo. En silencio, busco, en mí y a mi alrededor, los signos de ese crecimiento. Todo hombre que progresa, que va siendo mejor... es Cristo que está creciendo. Pero, todo ello no es algo deslumbrante. Son pequeños signos.
-“A ese héroe, lo veo... aunque no para ahora. Lo diviso, pero no de cerca. Un astro se levanta, un cetro se endereza”. El anuncio del Mesías viene jalonando toda la historia. Incluso entre los paganos de buena fe. En ese tiempo de Adviento hay que aguzar nuestra mirada (Noel Quesson). Balaán era de la parte del mal, pero luego se convierte a la verdad. Representa el fruto del cálculo de los hombres para que no se realicen los planes de Dios. Pero, al mismo tiempo, Balaam es el triunfo de Dios sobre los cálculos de los hombres, sobre el modo en el cual los seres humanos consideramos las cosas. Nos narra la Escritura que cuando Balaam maldice al pueblo de Israel, un ángel se le aparece, pero sólo el burro en el que él va montado lo puede ver. Y aunque el profeta intenta que el burro siga caminando, no lo logra pues el burro está muy asustado. De pronto Baalam también ve al ángel y dice: ¡Cómo es posible que un animal haya visto lo que yo no veía! Esto hace que él reflexione y cambie. Y en vez de hacer una profecía de maldición, hace una profecía de bendición: "Qué hermosas son tus tiendas, son como extensos valles, como jardines junto al río", y dice con toda claridad: «Yo no puedo quebrantar el mandamiento de Yahvé haciendo mal o bien por cuenta propia; lo que Yahvé me diga le diré». Balaán ve cómo se alza de Jacob una estrella un rey que dominará sobre todos los otros reyes. Jesús, descendiente de Jacob, es la estrella que Lucas, en el cántico del Benedictus, identifica con Dios, que nos visita de lo alto para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte y enderezar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78s). O la luz verdadera que Juan nos presenta en lucha victoriosa con las tinieblas (Jn 1,9ss).
Que la profecía de Balaán nos ayude a profundizar en el misterio de Jesús, que en breve celebraremos, la lucha de la vida contra la muerte, de la luz contra nuestra oscuridad, y haga que en la impotencia de la caída, de la humillación, se abran nuestros ojos y podamos contemplar la luz de Cristo resucitado, nuestra auténtica Pascua. Esta es la buena palabra, el oráculo favorable, el evangelio de Dios que transforma nuestra vida (J.M. Aragonés).
En Jesús la procedencia o la descendencia queda totalmente relativizada; no es el vínculo de sangre lo que afilia a todos los hombres y mujeres con Dios como Padre Único, sino la actitud de cada uno de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
3. Que Dios nos descubra sus caminos para que no sólo los conozcamos, sino para que los sigamos. Su amor y ternura son eternos, y al sentirlo le pedimos que escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestro corazón.
El Señor es recto y bondadoso. Nosotros, frágiles y pecadores, acudimos a Él para que nos enseñe a caminar en el bien, deseando llegar a ser perfectos, como Él es perfecto. Es para nosotros Camino, Verdad y Vida. Su palabra va encarnándose en nosotros, dando fruto en sazón.
Llucià Pou Sabaté.

sábado, 15 de diciembre de 2012


Domingo de la 3ª semana de Adviento, C. Nos alegramos porque se acerca Jesús, y queremos preparar bien nuestras almas para que nazca en nuestro corazón
   
“En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.» Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.» Unos militares le preguntaron: - «¿Qué hacemos nosotros?» Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.» El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no seria Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: - «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.» Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio” (Lucas 3,10-18).
         1. El Evangelio nos dice que la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?» y él va diciendo que se porten bien, a los jóvenes estudiantes diría: estudia y procura sacar buenas notas, sé buen compañero y no engañes, di la verdad aunque te cueste pasar algún mal rato, no falles a tus amigos ni los traiciones, procura compartir las cosas y vencer el egoísmo, vence la pereza cumpliendo tus encargos aunque no te vean…  Resumiendo: procura hacer las cosas con Jesús, que te acompaña aunque no lo ves, y cuando te cueste algo piensa que los demás necesitamos de tu lucha, que todos estamos unidos y nos ayudamos aunque no se vea, aunque estemos solos; de aquella hora de estudio depende la historia del mundo.
         Al Señor se le acoge en la vida normal, no a través de cosas excepcionales. Más que los gestos extraordinarios, cuenta la fidelidad en lo cotidiano. Las Tres Avemarías de la noche nos puede ayudar mucho porque en cada Avemaría le recordamos a la Virgen el momento más feliz de su vida: cuando Ella dijo Sí a lo que Dios le pedía y por ella nos vienen del Cielo tantas cosas, y le pedimos que nos ayude. Por esto los cristianos no nos cansamos de repetir esas palabras divinas: Las rezamos 50 veces en el Santo Rosario; 3 veces en el Ángelus y muchas veces en otras ocasiones. Y es la misma Virgen Santísima quien nos ha hecho saber que desea que se las recemos también tres veces, antes de acostarnos.
       Una clínica, un quirófano, y, tendida sobre la mesa de operaciones, una niña de muy pocos años. La operación a practicar es francamente difícil: tres doctores en cirugía están presentes y dos médicos anestesistas. –“A ver, nena -dice uno de éstos-; cierra los ojitos, vas a dormir”. –“¡Pero si es de día! -replica la niña-; yo nunca duermo de día”. –“No importa. Ahora vas a dormir. Cierra los ojitos...” –“Bueno” -dijo la pequeña conformándose, pues se dio cuenta que tarde o temprano aquellos señores se saldrían con la suya. Pero añadió. –“Yo, antes de dormir rezo siempre las tres Avemarías, ¿puedo?” –“Sí, puedes rezar tus tres Avemarías”... Y con toda sencillez, la niña se incorporó, se arrodilló, juntó sus manecitas, y empezó su oración de todas las noches: “Dios te salve, María... Ruega por nosotros, pecadores...” Luego, acabadas las tres Avemarías, se tendió en la mesa y, sin esperar otra recomendación, cerró sus inocentes ojos... Ante aquel cuadro encantador, uno de los cirujanos se sintió conmovido, y, en cuanto pudo abandonó el quirófano para retirarse a su despacho. Allí se arrodilló y empezó a llorar. Llevaba muchos años sin recibir los sacramentos y sin hacer oración. Y salió de allí decidido a cambiar. Propósito: - Rezaré las Tres Avemarías a la Virgen todas las noches antes de acostarme.
        2. En medio de las tinieblas de un reino de Israel podrido, surge una luz y se inicia un movimiento de restauración política y religiosa (reforma de Josías y promulgación del Deuteronomio). La lectura de Sofonías es de esperanza, gozo. Jerusalén humillada por tiranos será el centro del mundo, y su nuevo amo será un rey y soldado victorioso: el Señor.
También hoy vemos peligros, crisis y miedos. Nos dice el profeta que los pueblos volverán la vista hacia el Señor. Eliminado el miedo que paraliza la vida, no habrá lugar para el desaliento y sí para festejar la alegría de vivir. La fuerza de la ciudad será el Señor, plantado en medio de ella como un guerrero poderoso que la salva y la protege. El amor del Señor hará maravillas en su pueblo, tanto que él mismo saltará de júbilo y se complacerá en su propia obra (“Eucaristía 1988”). El "Señor será como un esposo que se alegra con su esposa, Jerusalén”.
El libro del profeta Sofonías está motivado por una pregunta vital en un tiempo dramático: ¿Se interesa Dios por los hombres? ¿Tiene algo que ver con su historia? Navidad será una respuesta clara, que el profeta aquí nos indica a través del “Señor” que vendrá, y del "resto" fiel a Dios, los humildes de la tierra: siempre hay hombres de esperanza que recuerdan la cercanía de Dios. Francisco de Asís, Carlos de Foucauld… pero todo nos habla de Jesús, el verdadero humilde: «Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón», quien nos indica el motivo de nuestra confianza: «No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino» (Lc 12,32).
El profeta Sofonías dice: “alégrate… Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. Y dice que Dios nos ha perdonado, que hemos de estar de fiesta, además las cosas que antes nos costaban, al calor de la Navidad quedarán vencidas: “El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás”. Hemos de pensar en hacer un Belén no sólo en nuestra casa sino en nuestro corazón, para que Jesús esté a gusto, y para esto prepararnos como el que se prepara para una fiesta y se pone guapo. Y con la Virgen tenemos una buena ayuda, ella es para nosotros fuerza y modelo de cómo prepararse para esperar a Jesús que está a punto de nacer, ella estaba ilusionada por recibirle como madre. “Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.»” El perdón divino nos da paz, confianza; la misericordia divina nos da también comprensión con los demás, nos sentimos mejores y amados y por tanto más dispuestos a amar… nos hace mejores. Ya no tendremos miedo, y si hay algo que nos quita la paz y nos da “mal rollo” enseguida haremos las paces y pondremos la fórmula mágica para que haya otra vez “buen rollo”: el aceite del perdón, de arreglar aquello enseguida, y el pan de la alegría, de una sonrisa que lo arregla todo: es el pan que pedimos en el Padrenuestro que no falte ningún día, que nos dé cada día para festejar la alegría de vivir, el pan de la Eucaristía.
       ¿Se interesa Dios por los hombres? ¿Tiene algo que ver con la historia de mi vida? Hay una canción que habla de este discurrir del tiempo, de las obras que definen las personas: “Unos que nacen otros morirán / Unos que ríen otros llorarán / Agua sin cauce río sin mar / Penas y glorias, guerras y paz: / Siempre hay por qué vivir / Por qué luchar. / Siempre hay por quién sufrir / Y a quién amar. / Al final las obras quedan / Las gentes se van. / Otros que vienen las continuarán”. Pero la vida no sigue igual, porque Jesús nos lleva de la mano en este diario que se escribe día a día, Él y nosotros escribimos el libro de la historia. “Pocos amigos que son de verdad / Cuantos te halagan si triunfando estás / Y si fracasas bien comprenderás / Los buenos quedan los demás se van. / En cualquier parte / no importa el lugar / hay hombres buenos / que al morir se van / Y mientras mueren, / en otro lugar, / los buenos viven / sin pensar en más”… hay hombres de esperanza que nos recuerdan que hay cielo, son los santos: saben que Dios nos ha dicho: «No temas, rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino».
           Por eso cantamos en el Salmo:El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”, y le damos gracias: “Dad gracias al Señor, invocad su nombre”… palabras de "el libro del Emmanuel" de Isaías, que nos hablan del "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz" (Is 9,5). Se ve al Señor como salvador, que suscita alegría y confianza incluso en el día oscuro de la prueba: "Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación". Nos recuerda la mujer samaritana, cuando Jesús  le ofrece  la  posibilidad  de  tener  en  ella  misma una  "fuente  de agua  que salta para la vida eterna" (Jn 4,14). Al respecto, san Cirilo de Alejandría comenta de modo sugestivo: "Jesús llama agua viva al don vivificante del Espíritu, por medio del cual sólo la humanidad, aunque abandonada completamente, como los troncos en los montes, y seca, y privada por las insidias del diablo de toda especie de virtud, es restituida a la antigua belleza de la naturaleza... El Salvador llama agua a la gracia del Espíritu Santo, y si uno participa de él, tendrá en sí mismo la fuente de las enseñanzas divinas, de forma que ya no tendrá necesidad de consejos de los demás, y podrá exhortar a quienes tengan sed de la palabra de Dios. Eso es lo que eran, mientras se encontraban en esta vida y en la tierra, los santos profetas y los Apóstoles y sus sucesores en su ministerio. De ellos está escrito: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación". La humanidad abandona con frecuencia esta fuente de vida, como recuerda con pena Jeremías: "Me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua" (Jr 2,13).
"El Señor hizo proezas... ¡Qué grande es en medio de ti  el Santo de Israel!"Pf Esta profesión de fe tiene también una función misionera: "Contad a los pueblos sus hazañas... Anunciadlas a toda la tierra" (vv 4-5). La salvación obtenida debe ser testimoniada al mundo, de forma que la humanidad entera acuda a esas fuentes de paz, de alegría y de libertad”.
       3. Es el domingo “gaudete” de alegría en medio de esa preparación de Navidad. Nos lo dice la antífona de entrada de la misa, como también la primera lectura y ahora la Carta a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres... El Señor está cerca”. Y nos dice que se note, “que lo conozca todo el mundo”, no podemos ir con caras tristes si somos hijos de Dios. ¿Por qué ponerse tristes, si está con nosotros el Señor? Si hacemos algo mal hacemos las paces, pedimos perdón: “Nada os preocupe”; y para esto nos da el sistema: “sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”. O sea que hay que procurar rezar y procurar en lugar de quejarse dar gracias, esto nos lo inspira Dios “para que nos sirva de salvación” (prefacio común 4). Y así la consecuencia es que “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Ya no nos preocupamos por la muerte o el fin del mundo porque la salvación, el cielo, ya lo comenzamos a tener aquí con Jesús con su Reino de amor. ¡El Señor está cerca! Vamos a prepararnos. Después de la consagración, al proclamar el misterio de nuestra fe, decimos: “¡ven, Señor Jesús!”, y podríamos preguntarnos: “¿pero no está ya aquí?”: claro, pero estas palabras con las que acaba la Biblia significan también que Jesús viene al acabar la historia, como vino hace 2000 años, y significa que viene a nuestra alma en la comunión, y de otro modo su aliento vital, su vida divina se respira en cada bautizado; y de su fuerza y amor viven todos los que en Él creen. ¡El Señor está cerca! Este domingo se llama de “la alegría”. Cuando el ángel le dice a la Virgen “alégrate, llena de gracia”… le dice el motivo: “el Señor es contigo”. La llena de gracia está llena de alegría porque tiene a Jesús, y como se acerca Navidad nosotros también nos llenamos de contento. Estamos contentos porque el Señor está cerca. Por esto, el consejo de san Pablo es: “¡no os preocupéis por nada!" Sin preocupaciones, ocupados en lo que toca: ocupados tan sólo en las cosas buenas, hacerlas por amor, viviendo en la presencia del Señor.
     Llucià Pou Sabaté

viernes, 14 de diciembre de 2012


Sábado de la 2ª semana de Adviento: San Juan Bautista es el cumplimiento del anuncio de Elías, la llegada de Jesús Salvador

“Bajando Jesús del monte con ellos, sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Respondió Él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista” (Mateo 17,10-13).

1. En aquel valle de Jericó, junto al Jordán, predicaba el Bautista, cerca del camino de caravanas que de Perea van hacia Jerusalén. Tiene cuerpo robusto, la piel curtida por el sol; cabellos largos. Resistente, parco en comer y hablar. Mirada profunda, exigente. Voz poderosa, que llega. Valiente, cumple su misión: "voz del que clama en el desierto." Sus discípulos preguntan a Jesús sobre la venida de Elías, que debe preceder a la del Mesías. La respuesta de Jesús es clara: “Elías ya ha venido”, es Juan Bautista. Cumplió el encargo de Elías: ser el profeta de la última hora y preparar al pueblo para el reino de Dios. San Juan Crisóstomo alaba así su tarea: «Es deber del buen servidor no sólo el de no defraudar a su dueño la gloria que se le debe, sino también el de rechazar los honores que quiera tributarle la multitud... San Juan dijo “quien viene detrás de mí, en realidad me precede”, y “no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”, y “Él os bautizará con el Espíritu Santo y el fuego”, y que había visto al Espíritu Santo descender en forma de paloma y posarse sobre Él. Por último atestiguó que era el Hijo de Dios y añadió “he ahí al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”...
”…Juan, haciendo oficio de amigo, tomó la diestra de la esposa, al conciliarle con sus palabras las almas de los hombres. Y Él, tras haberles acogido, los ligó tan estrechamente a sí mismo que ya no regresaron a aquél que se los había confiado... [Jesús] lo llamó “amigo del esposo”, pues sólo él asistió a su boda».
A Elías se le reserva para "reconciliar a padres con hijos y restablecer las tribus de Israel". Un papel de reunificador. Esta venida (en san Juan) no es reconocida por muchos. Hoy también hay carismas... quizá tampoco  reconocemos al Señor, que viene en ciertas personas y acontecimientos (Adien Nocent). "Y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo". Dios está junto a nosotros, en nuestra vidas y en las vidas de los que nos rodean. Y pasa desapercibido.
"Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos". Solo hay creatividad en agonía o éxtasis, se dice… las pruebas de la vida pueden servir para algo muy bueno, como aquel fraile recluido nueve meses en una estrecha y oscura prisión, entre sufrimientos y privaciones escribió los más profundos y bellos poemas espirituales de literatura castellana. Cuando en la oración dejo de pensar en el “yo”, y quiero llegar al “Tu” divino, cuando dejo de “oírme” y comienzo a escuchar a Dios, cuando hay silencio al mismo tiempo que apertura de corazón, cuando hay sinceridad ante el espejo del alma, hay comunión con Jesús.
Rezamos desde lo profundo de nuestro ser: «Oh Dios, restáuranos», «que amanezca en nuestros corazones tu Unigénito, y su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos transforme en hijos de la luz» (oración).
 “El bautismo es el punto final del Antiguo Testamento y el punto de partida del Nuevo. Tenía como promotor a Juan, el Bautista, ´porque entre los hijos de mujer no ha habido uno mayor que Juan el Bautista’ (Mt 11,11) Juan era el último de una serie de profetas, porque “todos los profetas y la ley anunciaron esto hasta que vino Juan” (Mt 11,13) El inaugura la era mesiánica, tal como está escrito: ‘Comienza la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios...Apareció Juan el Bautista en el desierto...Juan bautizaba’ (cf Mc 1,1.4). (…) Todos los profetas eran admirables, pero ninguno es mayor que Juan el Bautista (…) en el claustro del seno materno saltó de gozo. Sin ver con los ojos de la carne, bajo la acción del Espíritu Santo, reconoció al Maestro. La grandeza del bautismo pedía un guía grande en el inicio de la nueva era” (San Cirilo de Jerusalén).
San Agustín tuvo la experiencia de su conversión, de ese itinerario largo hasta acabar rendido ante la Verdad: "¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera, exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti" (San Agustín).
Al acabar esta semana vemos el sendero que nos marca el Señor, que nos señala Juan Bautista con su vida: ir a la luz, dejarse querer por Jesús (el buen pastor): "Como un pastor apacentará su rebaño, recogerá con su brazo los corderillos, los tomará en su seno, y conducirá él mismo las ovejas recién nacidas" (Is 40, 41). Y nosotros colaborar con el Señor: "Cristo espera mucho de tu labor. Pero has de ir a buscar las almas, como el Buen Pastor salió tras la oveja centésima: sin aguardar a que te llamen. Luego, sírvete de tus amigos para hacer bien a otros: nadie puede sentirse tranquilo —díselo a cada uno— con una vida espiritual que después de llenarle, no rebose hacia afuera con celo apostólico." (San Josemaría Escrivá). Juan no se echará atrás cuando el viento, el ambiente frívolo, le azote, y más adelante dará su cabeza al verdugo de Herodes, para que la Verdad siga viviendo.
Siguiendo el hilo de esta exigente llamada del Maestro, podemos revisar cómo nos va el examen de conciencia, ese repaso al corazón, cada día. "Y estas páginas blancas que empezamos a garabatear cada día, a mí me gusta encabezarlas con una sola palabra: ¡Serviam!, ¡serviré!, que es un deseo y una esperanza.... Y digo al Señor que vuelvo a empezar, Nunc coepi!, que vuelvo a empezar con la voluntad recta de servicio y de dedicarle mi vida, momento por momento, minuto por minuto" (S. Canals). Su finalidad es un conocimiento más profundo del estado de nuestra alma, y del conocimiento de la voluntad de Dios y de cómo vamos en cumplirla. Ahí nos preguntamos: “¿Dónde está mi corazón?” Ahí reconocemos detalles de vanidad, el buscar aplausos; quizás resentimientos y antipatías; sensualidad o rutina… pero todo ello no importa, si acaba con un acto de amor, de no dejarse llevar por el desánimo sino “arreglar” las faltas de amor con un acto de amor, recomenzar, volver a empezar… y por eso va bien terminar con un propósito. El examen nos predispone a tener un corazón nuevo, para preparar esos caminos del Señor como San Juan, del que decían: “¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él" (Lc 1, 57-66). Señala la presencia de Jesús y proclama: “ése es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”,
Es la humildad de no querer brillo propio sino mostrar la luz del Señor. Fortaleza de dar la vida, de quitar lo que nos aparta de Dios, pues la debilidad se transforma en fortaleza cuando se aparta la ocasión. Apartar significa con frecuencia huir de las ocasiones de enfriamiento, con pequeños sacrificios en el cumplimiento del deber, ofrecer esos actos de entregamiento por las intenciones que llevamos en el corazón.
2. Los escribas esperaban el retorno de Elías... Jesús dice que Elías ya ha venido... ¡es El, Jesús, el nuevo Elías!... -“El profeta Elías surgió como fuego, su palabra ardía como una antorcha”. El fuego es una imagen constante en la Biblia, para simbolizar a Dios. En el Sinaí, Dios se manifestó en el fuego de la tormenta. Es natural que el portador de la voluntad divina tenga un rostro de fuego. El fuego será el instrumento de la purificación última de los últimos tiempos. Esa imagen sugestiva proviene seguramente del hecho que, en los sacrificios primitivos, el fuego era el elemento que unía el hombre a Dios. Se comía luego la víctima para consumar la comunión con Dios.
-“Elías, por tres veces, hizo caer fuego del cielo. Juan Bautista dirá: "El que viene detrás de mi, os bautizará en el Espíritu Santo y el fuego..." (Mateo 3,11). Y Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que estuviera ya encendido...!» (Lc 12, 49). Y, en Pentecostés, "vieron aparecer unas lenguas, como de fuego..." (Hch 2,3). ¡Dios. Ven a abrasarnos, a purificarnos! ¡Ven a alumbrarnos, a guiarnos!
-“Elías, tú que fuiste arrebatado en torbellino de fuego, en carro de caballos de fuego”. Escucho la revelación. Acepto esas palabras como unas imágenes: a su muerte, el profeta es «arrebatado en Dios»...
-“Fuiste designado para el fin de los tiempos”. Es el anuncio del famoso «retorno de Elías» del que los escribas hablaban en tiempo de Jesús, al preguntarse si no sería Juan Bautista, o Jesús. Esto debe interpretarse, pues, espiritualmente. Para calmar la ira antes que estalle... Para reconducir el corazón de los padres a los hijos... y restablecer las tribus de Jacob... Dichosos los que te verán, dichosos los que se durmieron en el amor del Señor, porque también nosotros poseeremos la verdadera vida. Jesús dijo que había venido a asumir la función de Elías, el profeta. Sí, vino a «calmar la ira antes que estalle», y a «conducir de nuevo los corazones de los padres a los hijos»... Esa es la función confiada a la Iglesia y a los cristianos: ser signos de la venida de Dios en el mundo. Para eso recibimos, en Pentecostés, el fuego del Espíritu Santo (Noel Quesson).
3. Pedimos al Señor en el salmo que nos “guíe como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece (...) ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio!”, y nos proponemos: “Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos”. 
Llucià Pou Sabaté

jueves, 13 de diciembre de 2012


Viernes de la 2ª semana de Adviento. Jesús es nuestro salvador, que nos toca una música divina… que hemos de aprender a bailar

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios»” (Mateo 11,16-19).

1. -“Jesús declara a las gentes: "¿a quién compararé esta raza de hombres? es semejante a los muchachos sentados en la plaza que interpelando a otros..."” Jesús, ves a los niños sentados en plaza… gente de tu tiempo y también nos ves a nosotros, que como niños no saben lo que quieren.
-“Os hemos entonado cantares alegres y no habéis bailado; cantares lúgubres y no habéis llorado.” Eran juegos que hacían los críos, y nos indica esa inconstancia que nosotros podemos también ser como a veces la opinión pública, que se deja llevar por la moda y no por la verdad…
-“Porque vino Juan que casi no come, ni bebe, y dicen: Es un loco. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "¡Es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y de pecadores!” Te duele que al Bautista con su austeridad fuera acusado de extraño endemoniado; y que a ti con tu sencillez de compartir la comida de los hombres, digan que eres comilón. Gracias, Señor Jesús, por permitir que te hicieran esta acusación. Gracias de haber venido a inaugurar el tiempo de la alegría, de habernos venido a ofrecer tu amistad a nosotros, que somos pecadores. Amigo de los pecadores... Amigo de los pecadores... Gracias.
-“Pero, la sabiduría de Dios se revela "justa" a través de lo que hace”. La austeridad de Juan con su penitencia, la alegría de Jesús y su Reino... El tiempo de Adviento y de Navidad comporta esos dos aspectos (Noel Quesson).
Esperamos con ganas la Navidad, y por eso rezamos: "¡Ven Señor Jesús!". "Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! - "Ecce veniet"! - ¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia" (san Josemaría).
Navidad es el mundo de las cosa pequeñas, de los sencillos, y se nos propone que nos hagamos pequeños como niños: "hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia; reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, pedir como piden los niños" (san Josemaría). Es un camino de sencillez, descomplicación, quitar los laberintos del corazón, máscaras o gafas negras.
Es un camino de apertura a Jesús. Hay un famoso cuadro en la iglesia de Sant Paul, en Londres, que muestra Jesús, abriendo una puerta, que representa el corazón de una persona. Alguien le dijo al pintor: “falta el picaporte de esa puerta, para que Jesús pueda entrar en la casa”, y el pintor contestó: “no se me olvidó pintarla, es que esta puerta, la del corazón de cada persona, sólo puede abrirse desde dentro”. Vamos a procurar abrir esa puerta para que entre Jesús, y con él el Cielo, en nuestro corazón. Vamos a colaborar con el Señor ayudando a que todos los hombres le abran la puerta a Jesús. Jesús es el que llama a la puerta del corazón del hombre, toca la música para consolar al triste, acompañar al enfermo, ayudar al necesitado, visitar al que esté solo. Llama y toca la música ahí donde nos encontramos: en la familia, con los amigos, vecinos…
“En vísperas de la Navidad —cuenta la Madre Teresa de Calcuta— yo abrí un hogar para enfermos de SIDA en Nueva York como regalo de nacimiento para Jesús. Lo empezamos con quince lechos para otros tantos pacientes y con cuatro jóvenes a quienes conseguí sacar de la cárcel porque no querían morir allí. Ellos fueron los primeros huéspedes de nuestro hogar. Les había preparado una capilla, de modo que tales jóvenes de veinte o veinticinco años, que no habían estado cerca o se habían alejado de Jesús, de la oración o de la confesión, pudiesen, si lo deseaban, acercarse de nuevo a Él. Gracias a la bendición de Dios y a su amor, sus corazones se transformaron por completo. Los trece o catorce han fallecido ya en nuestro hogar, porque se trata de una enfermedad mortal, incurable. La última vez que estuve allí, recientemente todavía, uno de ellos hubo de ser trasladado al hospital. Antes de ir me dijo:
—Madre Teresa, usted es amiga mía. Quiero hablar a solas con usted.
¿Qué creéis que me dijo aquel hombre que veinticinco años atrás se había confesado y comulgado por última vez y que desde entonces había interrumpido sus contactos con Jesús?
Me dijo esto:
—¿Sabe, Madre Teresa? Cuando siento un tremendo mal de cabeza, lo comparto con el dolor de Jesús al ser coronado de espinas. Cuando experimento un dolor insoportable (y es que el dolor que produce esa enfermedad es insoportable de verdad), cuando el dolor resulta insoportable en mi espalda, lo comparto con el dolor de Jesús al ser azotado. Cuando el dolor se hace insoportable en mis manos y mis pies, lo comparto con el dolor experimentado por Jesús al ser crucificado. Le pido que me lleve de nuevo al hogar. Quiero morir cerca de ustedes.
Conseguí permiso del médico para llevármelo a casa. Lo acompañé a la capilla. Jamás he visto a nadie hablar con Dios como lo hizo aquel hombre, con un amor de comprensión tan grande entre él y Jesús. Después de tres días murió. Difícil de comprender el cambio experimentado por aquel hombre."
Es el amor en estado puro, le que nos muestra el Señor y nos da plenitud. Una de las experiencias más amargas que podemos experimentar al desvivirnos por alguna persona, sea familiar o amigo, es cuando no somos correspondidos. Si en “pago”, por los servicios prestados se nos ignora o se nos critica, nos sentimos traicionados y heridos. A Jesús en este pasaje le sucede algo parecido. Se siente triste y decepcionado de la respuesta del hombre. Él como Dios, nos ha amado y querido hasta el límite –inigualable- de la encarnación y de su muerte en cruz. En su vida no hizo otra cosa que pasar “haciendo el bien”... y todo este despliegue de compasión, de amor y misericordia ¿dio fruto?, ¿cuál fue la respuesta recibida a cambio? Sabemos que la semilla dio fruto después de su muerte. En nuestro caso, tenemos que reconocer que “todo” podría estar a nuestro favor. Tenemos su presencia en la eucaristía, su gracia sacramental, su acción a través de su Espíritu Santo... tenemos a María, Madre nuestra.
¿Por qué estamos siempre insatisfechos? Si hay por que hay y si no porque no… total ¿quién nos dará gusto? En esta vida podemos estar contentos, pero no satisfechos… hay siempre un “más” que nos reclama la esperanza. Nuestra vida no tiene sentido si no es junto al Señor. “¿Adónde iremos, Señor? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6, 68). Él viene a traernos un amor que lo penetra todo como el fuego y a darle sentido a nuestra vida sin sentido. Amor exigente es el del Señor, que pide siempre más y nos lleva a crecer en finura del alma con Dios y a dar muchos frutos.
La falta de amor sería ese no querer bailar, la tibieza, que nace de una dejadez prolongada en la vida interior que se expresa en el descuido habitual de las cosas pequeñas, en la falta de contrición ante los errores personales, en la falta de metas concretas en el trato con el Señor. Se ha dejado de luchar por ser mejores y se abandona la mortificación. La tibieza es como una pendiente inclinada; casi insensiblemente nace una preocupación por no excederse, por quedarse en el límite, en lo suficiente para no caer en pecado mortal, aunque se descuida y se acepta sin dificultad el venial. Las Comuniones son frías, la Santa Misa distraída, la oración difusa, y el examen se abandona. Estemos alerta para percibir los primeros síntomas de esta enfermedad del alma, y acudamos con prontitud a la Virgen. Ella aumenta nuestra esperanza, y nos trae la alegría del nacimiento de Jesús (Francisco Fernández Carvajal).
2. El destierro es duro pero motivo de manifestar el Señor su salvación en Jesús:
-“Así habla el Señor, tu Redentor”. «Rescate» es pagar la deuda de otro, y Jesús se puso en nuestro lugar y pagó nuestra justificación. En hebreo tiene otro matiz: «Yo, el Señor, soy tu redentor, tu 'goel'». En el derecho tribal primitivo había un «goel»: era el hombre encargado de «vengar la sangre», el responsable del honor de la tribu. De hecho la idea es pues la de «un amor de Dios que se ha comprometido en el destino de los hombres». La idea principal no es la de un Dios que requiere sangre para aplacarse. Es la idea de un Dios que ama «apasionadamente la humanidad y se compromete totalmente para salvarla». «¡Yo, el Señor, vengo a auxiliarte!» «Yo, el Señor, soy tu «goel», tu redentor!» ¡Qué misterio! Contemplo en Belén a Jesús encarnado, compartiendo totalmente nuestra condición humana, y muriendo en la cruz.
-“Yo, el Señor tu Dios, te instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir”. Dios se ha comprometido en nuestra salvación. Pero no nos reemplaza. Nos invita a "caminar", a aceptar la instrucción "provechosa", la que salva. La enseñanza de Jesús, el Evangelio. "Te doy una instrucción, una enseñanza" dice Jesús también. ¿Cómo es mi fidelidad en recibir y meditar esa enseñanza? ¿Cómo me esfuerzo en aumentar mi cultura religiosa? ¿Y en ser fiel a la oración?
-“Si hubieras estado atento a mis mandatos...” «Atento»... Es una cualidad esencial a la oración... y a toda la vida del hombre. Haznos atentos, Señor. Jesús hablaba a menudo de vigilancia: «velad y orad» -...”Tu paz sería como un río”. El que se deja "guiar" por Dios, el que escucha la «enseñanza provechosa», el que está «atento a amar», ¡está lleno de paz! ¡Un río! Evoco esa imagen...
-..”.Tu dicha y tu justicia serían como las olas del mar. ...Tu posteridad sería como la arena del mar, y tus hijos tantos como los granos de arena”. Repetición de la promesa hecha a Abraham. A pesar de todos nuestros rechazos, de todas nuestras faltas de amor, Dios quiere nuestra felicidad, nuestra «justicia» nuestra «rectitud», nuestra «santidad»... ¡vasta y potente como las olas del mar! Y Dios quiere que nuestra vida sea fecunda, que «nuestros talentos rindan el céntuplo»... ¡como los granos de arena de las riberas! Una sola condición: estar atento a tus mandatos, Señor (Noel Quesson).
3. Vienes como la luz, Señor: «Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos… sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto… y cuanto emprende tiene un buen fin. No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento, porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal». Vida y muerte aparecen como dos caminos, bendición y maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad. Dios no nos creó para la muerte, sino para la vida.
Llucià Pou Sabaté

martes, 11 de diciembre de 2012


Miércoles de la 2ª semana de Adviento. El Señor da seguridad en su salvación: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y hallaréis descanso»

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera»” (Mateo 11,28-30).

1. –“Venid a Mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas”... Gracias, Señor, por esta invitación, que nos trae la paz: “Que yo os aliviaré”. ¡Ayúdame a ver las "cargas" que pesan sobre los hombros de mis hermanos!
-“Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Pocas veces pienso que tu yugo, Jesús, ponerme bajo tu mismo yugo, es trabajar contigo. Imagino los dos "bueyes atados al mismo yugo y tirando del mismo arado", sus cabezas juntas, que humilde y tenazmente tiran en la misma dirección. "Tomad mi yugo", me dices..., tú que eres “manso y humilde”, para animarme a que no me impaciente ante los demás o ante mis defectos...
-Sí, “mi yugo es suave y mi carga ligera”. Algunos yugos eran rasposos y mal escuadrados y por lo tanto lastimaban el cuello de los animales. Es un nuevo tipo de religión. Una religión en la que no exista "el miedo". Cuando se ama, resultan fáciles multitud de cosas que serían difíciles o insoportables sin el amor (Noel Quesson).
Seguimos con el tema de ayer, pues muchas veces tenemos la tentación de la preocupación, que nos agobia, nos quita la paz. Nos sentimos inquietos al fallar, nuestro afán de ser “perfectos” es tan grande que nos cuesta reconocernos pecadores, y por eso somos capaces incluso de decir que los mandamientos están caducados, antes de reconocer que fallamos, sin que esto nos agobie. Hay una reacción psicológica de volvernos agresivos cuando nos sentimos mal en la conciencia. Así como cuando tenemos una piedra en el zapato nos duele, también en el corazón hay “piedras” que nos hacen sufrir, y por eso discutimos y estamos de mal humor, al menos es una de las causas de nuestro malestar. Y hemos de quitar la piedra que causa la desazón. Pero estas piedras muchas veces nos inquietan… Jesús anima a la adúltera: “vete en paz, y no vuelvas a pecar”. Jesús no tiene memoria de ciertas reglas y regala el perdón: «En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo -reconoce monseñor Van Thuân- le hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo».
Jesús es príncipe de la paz, y los pensamientos que no son de paz no son de Dios, por mucha apariencia que tengan de santos como son los remordimientos por pecados, o que no somos bastante santos. Jesús muestra su misericordia, de modo especial, en su actitud con los pecadores. “Yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción, declaró Dios por boca del profeta Jeremías. La liturgia aplica esas palabras a Jesús, porque en Él se nos manifiesta con toda claridad que Dios nos quiere de este modo. No viene a condenarnos, a echarnos en cara nuestra indigencia o nuestra mezquindad: viene a salvarnos, a perdonarnos, a disculparnos, a traernos la paz y la alegría. Si reconocemos esta maravillosa relación del Señor con sus hijos, se cambiarán necesariamente nuestros corazones, y nos haremos cargo de que ante nuestros ojos se abre un panorama absolutamente nuevo, lleno de relieve, de hondura y de luz” (San Josemaría Escrivá).
En realidad, si Dios me quiere como soy, si permite algo malo, por la libertad de la que gozamos todos y de aquello sacará un bien, ¿de qué he de preocuparme? Hay un solo mal, y es el pecado, pero este no ha de motivarnos más que a la conversión, transformar el remordimiento en arrepentimiento. Lo importante así ni es “estar en regla” sino estar con Él: "Porque Dios, aun ofendido, sigue siendo Padre nuestro; aun irritado, nos sigue amando como a hijos. Sólo una cosa busca: no tener que castigarnos por nuestras ofensas, ver que nos convertimos y le pedimos perdón" (San Juan Crisóstomo). Hoy entendemos que el pecado no es el castigo divino, sino la falta de acogida al amor de Dios, y por tanto la soledad por rechazo de esa mano amorosa que Él siempre nos tiende: "La omnipotencia de Dios -dice Santo Tomás- se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo es perdonar libremente".
No nos merecemos el amor de Dios ni su gracia con nuestras buenas obras, pero es necesaria nuestra conversión para acoger el amor en un buen recipiente, si nuestro corazón está cerrado ahí no puede entrar esa divina esencia, la Vida: "Imagina que Dios te quiere hacer rebosar de miel: si estás lleno de vinagre, ¿dónde va a depositar la miel?, pregunta San Agustín. Primero hay que vaciar lo que contenía el recipiente (...): hay que limpiarlo aunque sea con esfuerzo, a fuerza de frotarlo, para que sea capaz de recibir esta realidad misteriosa".
La paz es mucho más palpable con "el sacramento de la alegría" (en palabras de Pablo VI), la confesión. Pues aún en lo más alto que hay en la tierra, la Eucaristía, no sentimos nada emotivo muchas veces, pero la confesión siempre deja paz y alegría, algo casi físico de bienestar. "¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! –decía san Josemaría Escrivá- porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona”. El sacramento de la Penitencia es como eliminar materia de un examen, el del juicio definitivo.
Jesús es manso y humilde porque tiene paz, por eso da paz. A veces nos engañamos y ponemos nombre cristiano a esa cerrazón del remordimiento que en lugar de abrirse al arrepentimiento fosiliza en resentimiento, acritud. En cambio, los mansos siembran alrededor el buen aroma de Cristo, manifestado en la sonrisa, calma y serenidad, buen humor y capacidad de broma, comprensión y tolerancia… Así nos animaba Juan Pablo II: “Nadie es capaz de lograr que lo pasado no haya ocurrido; ni el mejor psicólogo puede liberar a la persona del peso del pasado. Sólo lo puede lograr Dios, quien, con amor creador, marca en nosotros un nuevo comienzo: esto es lo grande del sacramento del perdón: que nos colocamos cara a cara ante Dios, y cada uno es escuchado personalmente para ser renovado por Él.
”Quizá algunos de vosotros habéis conocido la duda y la confusión; quizá habéis experimentado la tristeza y el fracaso cometiendo pecados graves. Éste es un tiempo de decisión. Ésta es la ocasión para aceptar a Cristo: aceptar su amistad y su amor, aceptar la verdad de su palabra y creer en sus promesas.
”Y si, a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no viviendo conforme a su ley de amor, a sus mandamientos, no os desaniméis! Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen Pastor que carga la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane.
”Gracias al amor y misericordia de Cristo, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepiente será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso.
”Sólo Cristo puede salvar al hombre, porque toma sobre sí su pecado y le ofrece la posibilidad de cambiar.
”Siempre, pero especialmente en los momentos de desaliento y de angustia, cuando la vida y el mundo mismo parecen desplomarse, no olvidéis las palabras de Jesús: «Venid a Mí todos los que estáis fatigados y oprimidos, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es suave y mi carga ligera
”No nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en Él debemos encontrar ese «suplemento» de energía que nos falta. ¿Acaso no es ésta la invitación que hemos escuchado de labios de Cristo: «Venid a Mí todos los que estáis fatigados y oprimidos, que Yo os aliviaré»? Es Él la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra inteligencia limitada; Él es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; Él es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones cansados.
”Como cristianos que somos, debemos ofrecer nuestros recuerdos al Señor. Pensar en el pasado no modificará la realidad de vuestros sufrimientos o desengaños, pero puede cambiar el modo de valorarlos. Los jóvenes no llegan a comprender completamente la razón por la que los ancianos vuelven frecuentemente a pensar en el pasado ya lejano, pero esa reflexión tiene su sentido. Y cuando se realiza dentro de la oración puede resultar una fuente de reparación.
”En el camino de vuestra vida, no abandonéis la compañía del Señor. Si la debilidad de la condición humana os llevase alguna vez a no cumplir los mandamientos de Dios, volved vuestra mirada a Jesús y gritadle: «Quédate con nosotros, vuelve, no te alejes.» Recuperad la luz de la gracia por el sacramento de la Penitencia.
”Con El podemos encontrarnos siempre, por mucho que hayamos pecado, por muy alejados que nos sintamos, porque Él está saliendo siempre a nuestro encuentro.
”Dios es infinitamente grande en el amor. «Tal amor es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado. Cuando esto ocurre, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y revalorizado.»
“No hay quien no necesite de esta liberación de Cristo, porque no hay quien, en forma más o menos grave, no haya sido y sea aún, en cierta medida, prisionero de sí mismo y de sus pasiones. Todos tenemos necesidad de conversión y de arrepentimiento; todos tenemos necesidad de la gracia salvadora de Cristo, que Él ofrece gratuitamente, a manos llenas. Él espera sólo que, como el hijo pródigo, digamos «me levantaré y volveré a la casa de mi Padre».”
Jesús, eres bálsamo para la presión psicológica del mundo de hoy, sus miedos, agresividad, soledad profunda, falta de sentido de la vida... Cargados de normas, compromisos, objetivos, estamos expuestos a una tendencia casi depresiva. Nos vertemos en el exterior y perdemos nuestra esencia, interioridad, como decía uno: “Quizá hemos luchado para ser perfectos y en el fondo lo único que queremos es sentirnos amados”. Cuesta no dejarse llevar por el dinero, por el prestigio o por el poder, pero contigo, Jesús, todo es posible.
"Venid a mí..." Ayúdame, Jesús, a ir a ti en el esfuerzo amoroso en el trabajo diario, con el cuidado de las cosas pequeñas, con la sonrisa, en la pobreza, el olvido de mi yo… que se tomar esta dulce carga: "Cualquier otra carga te oprime y te abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de las alas y verás como vuela." (S. Agustín). Jesús quería liberarnos del insoportable peso de los numerosos preceptos y prohibiciones que rodeaban la ley de Moisés (Mt 23, 4) y que hoy nos rodean de otras formas, y quiere darnos este “descanso” que es paz: «Venid a mí, yo os aliviaré»
Ante tanto dolor, perplejidad en los que buscan la verdad de verdad, no podemos ir con legalismos sino con comprensión. Ayúdame, Jesús Maestro, a no ser maestro exigente que agobia y desconcierta a sus alumnos con su moral rígida, que culpabiliza. Tú acoges a los agobiados, a los cansados. Les das paz, descanso. Te pido que seamos los cristianos portadores de esperanza como tú, y no querer resolver tantos misterios sino mostrarles el Misterio que eres tú, Jesús, en quien todo encuentra su sitio.
Esto no implica no luchar, sino al revés: «Las cargas propias que cada uno lleva son los pecados. A los hombres que llevan cargas tan pesadas y detestables, y que bajo ellas sudan en vano, les dice el Señor: “Venid a Mí todos”… ¿Cómo alivia a los cargados de pecado, sino mediante el perdón de los mismos? (...) Llevad mi yugo. Ya que para tu mal te había subyugado la ambición, que para tu salud te subyugue la caridad… Esos pesos son alas para volar. Si quitas a las aves el peso de las alas, no pueden volar… Toma, pues, las alas de la paz; recibe las alas de la caridad. Ésta es la carga; así se cumple la ley de Cristo» (San Agustín).
2. El Dios grande y trascendente, creador de los astros y del cosmos, es también el Dios cercano, que comunica su fuerza a los que se abren a El... a "los que ponen en El su confianza": «El da la fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido (...) los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse”.
3. “Bendice, alma mía, al Señor… y no olvides sus beneficios”, decimos en el salmo con confianza de que todo irá bien: “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”. Nada debe alejarnos de tratarle, pues “el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas”.
Llucià Pou Sabaté