lunes, 3 de diciembre de 2012


Martes de la 1ª semana de Adviento: Isaías anuncia que vendrá Jesús a traernos la paz: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis…”
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: - «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.» Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: -«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron»” (Lucas 10,21-24).  

1. -“Jesús manifestó un extraordinario gozo al impulso del Espíritu Santo y dijo:... Esto sucedió en presencia de sus discípulos que regresaban de una misión apostólica y querían hablarle sobre el trabajo que habían hecho”. Trato de imaginarte, Jesús, "en un gozo exultante", dichoso, radiante. Todo ello aparece en tu rostro, en tus gestos, en el tono de tu voz. Proviene del interior, es profundo... procede del Espíritu Santo que habita en ti. Ese Espíritu que nos ha sido dado también a nosotros, que tú nos ha dado.
Jesús, me gusta verte exultar dando gracias al Padre por los sencillos y los humildes que confían plenamente en Dios. Ayúdame a ser de los tuyos, y no de los sabios y prudentes que no aceptan tu palabra porque se consideran autosuficientes. Esta predilección del Padre por los pobres y los pequeños es una constante en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Que no sea yo de los que creen saberlo todo, tenerlo todo y disponer de todo. En ti, Señor, se cumplieron nuestras esperanzas. No me gusta alguna película que han hecho sobre ti, donde se te ve demasiado serio. Me gusta verte con buen humor como este Evangelio, lleno de esta alegría y de esta sabiduría del Espíritu. El canto del Magníficat, muestra esta predilección divina por tu madre María, a quien ha mirado Dios con predilección porque es humilde y la sierva del Señor, del mismo modo que llenará de sus bienes a los pobres, y a los ricos los despedirá vacíos.
La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene, manifestado en los pequeños, los que salen en el Portal de Belén: pastores, una familia pobre, el buey y la mula que ha pintado la tradición… En este Adviento quisiera vivir esta alegría, Señor, aunque ya sé que al mismo tiempo que la traes con tu venida, se puede decir que «todavía no» está del todo. Por eso, en cada Eucaristía te tenemos, y también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga». La esperanza nos hace mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa (J. Aldazábal).
-“Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra”. En la traducción no se ven otros matices, pues dices también: "yo te bendigo, Padre”... Ha sutilizado una formula de "bendición" familiar a los judíos. A lo largo de la jornada se invitaba a los judíos piadosos a dar gracias a Dios por todo diciéndole: "Bendito eres Tú por... Bendito Tú eres por..." Tú rezabas a menudo esta plegaria. Hablas a su Padre. Le das gracias. Es el sentimiento dominante de tu alma. Danos, Señor, el sentido de la acción de gracias, de la alegría de decir "gracias Señor por... y gracias de nuevo por..." “Yo te bendigo, Señor”. He visto gente muy buena, que ante lo bueno decía “gracias a Dios”, y ante lo que claramente se ve como malo, también rezan: “bendito sea Dios”.
-“Lo que has encubierto a los sabios y prudentes, lo has revelado a los pequeñuelos”. Dios trabaja en el corazón de cada hombre, incluso en el de los paganos. He de aprender a contemplar este trabajo de Dios: a descubrir lo que está haciendo, actualmente, en los que me rodean, y en mí... para corresponder, para facilitarle, para cooperar. Cada vez que una persona se supera, hace el bien, sigue la llamada de su conciencia... debemos pensar que Dios está allí. Ayudar a esta persona a dar "este paso" adelante es trabajar con Dios, acompañarle.
-“Los sabios, los prudentes... los pequeñuelos”... Ahí hay una clara oposición. Jesús, te pones de parte de los pequeños, de los pobres, de los ignorantes... frente al desprecio de los doctores de la ley. Conocer a Dios no es primordialmente una operación intelectual, reservada a una elite: los "pequeños" pueden descubrir cosas sobre Dios que los sabios no alcanzan a comprender.
-“Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo”. Es la vida de relación divina, de amor y de conocimiento recíproco.
-“Todo me ha sido confiado por mi Padre...” Esto evoca la transparencia de dos personas que no se ocultan nada la una a la otra: es el "modelo" de todas nuestras relaciones humanas, y de nuestras relaciones con Dios. ¿Qué llamada hay aquí, para mí, para mis equipos de trabajo o de apostolado? (Noel Quesson).
A veces parece que ser cristiano sea apartarse del mundo, y “en la conciencia común, los monasterios aparecían como lugares para huir del mundo («contemptus mundi») y eludir así la responsabilidad con respecto al mundo buscando la salvación privada” (Benedicto XVI). Pero no son eso, pues la solución no puede ser despreciar ese mundo, el jardín que Dios nos ha regalado, es de mala educación rechazar un regalo de amor. Y mucho menos podemos dejar de prestar atención a nuestros hermanos los hombres, a la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo. Por eso sigue diciendo el Papa: “Bernardo de Claraval, que con su Orden reformada llevó una multitud de jóvenes a los monasterios, tenía una visión muy diferente sobre esto. Para él, los monjes tienen una tarea con respecto a toda la Iglesia y, por consiguiente, también respecto al mundo”. Jesús nos muestra la alegría que surge de la vida: “se regocijó Jesús en el Espíritu Santo y dijo: ‘yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”, y después de este éxtasis ante la creación nos indica el modo de vivir esa alegría: “porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeñitos”: nos muestra una sabiduría que va más allá de la materia, y en Cristo entendemos toda la creación: “bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis”…
Tenemos, ante tantos que “quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron”, una responsabilidad para con la Iglesia, con la humanidad, con toda la creación; como explica el Pseudo-Rufino: «El género humano subsiste gracias a unos pocos; si ellos desaparecieran, el mundo perecería». Y sigue el Papa: “Los contemplativos –contemplantes– han de convertirse en trabajadores agrícolas –laborantes–”, en este campo que es el mundo y que espera brazos para la siembra y para el crecimiento de la cosecha y su recolección. La nobleza del trabajo no reside en restablecer el Paraíso aquí en la tierra, “pero sostiene que, como lugar de labranza práctica y espiritual, debe preparar el nuevo Paraíso. Una parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para el alma”. Es el apostolado, ayudar a muchos a que vean, y ese es el gran bien que podemos hacer a las almas en nuestro tiempo: “¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede lograr ninguna estructuración positiva del mundo?”. Así, los cristianos son “luz del mundo”, para que muchos vean.
Para el niño pequeño, sus padres lo son todo: todo lo saben, todo lo pueden, todo lo arreglan. Si hay algún problema, no hay más que decírselo a papá o a mamá. Si se desea alguna cosa, hay que pedírsela a papá o a mamá. Y cómo piden los niños: una y otra vez, sin cansarse, sin analizar las dificultades que supone conseguir lo que quieren. Veo que tienen dos características muy propias de la infancia: fe inconmovible en sus padres, y perseverancia en la petición. Hacerse niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia, reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños.
Jesús, me pides que me haga pequeño en mi vida espiritual. Y ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños. Ayúdame a tener esa fe rendida en Ti: que te pida todo lo que me preocupa, todo lo que me gustaría que ocurriera, pero sabiendo que Tú sabes más. Si no me concedes algo es porque no me conviene, aunque a mí me parezca algo necesario. Tú eres mi Padre, me quieres y me cuidas. En Ti me abandono, en Ti pongo mi esperanza (San Josemaría Escrivá de Balaguer; Pablo Cardona).
2. Isaias, el profeta de la esperanza, anuncia que, a pesar de que el pueblo de Israel parece un tronco seco y sin futuro (en tiempos del rey Acaz), Dios le va a infundir vida y de él va a brotar un retoño que traerá a todos la salvación. Jesé era el padre del rey David. Por tanto el «tronco de Jesé» hace referencia a la familia y descendencia de David, que será la que va a alegrarse de este nuevo brote, empezando por las esperanzas puestas en el rey Ezequías. La «raíz de Jesé» se erguirá como enseña y bandera para todos los pueblos. Esta página del profeta fue siempre interpretada, por los mismos judíos -y mucho más por nosotros, que la escuchamos dos mil años después de la venida de Cristo Jesús- como un anuncio de los planes salvadores de Dios para los tiempos mesiánicos. El cuadro no puede ser más optimista. El Espíritu de Dios reposará sobre el Mesías y 1e llenará de sus dones. Por eso será siempre justo su juicio, y trabajará en favor de la justicia, y doblegará a los violentos. En su tiempo reinará la paz. Las comparaciones, tomadas del mundo de los animales, son poéticas y expresivas. Los que parecen más irreconciliables, estarán en paz: el lobo y el cordero. Son motivos muy válidos para mirar al futuro con ánimos y con esperanza.
En un mundo convulsionado como el nuestro, la gran esperanza está en la salvación y la paz que Jesús viene a traernos, garantizada por la justicia con los pobres y por la experiencia de Dios.
3. El Salmo 71 expresa hoy en la liturgia que el Rey que esperamos hará justicia a los pobres y librará al que no tiene protector: «Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Regirá a su pueblo con justicia y a los humildes con rectitud. En sus días florecerá la justicia y la paz, dominará de mar a mar; del gran río al confín de la tierra… Librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector, se apiadará del pobre y del indigente y salvará la vida de los pobres». En esta línea hoy pedimos: «Perdona los pecados de tu pueblo y danos la salvación».

Llucià Pou Sabaté

domingo, 2 de diciembre de 2012


Adviento, primera semana, lunes: El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".
“En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho." Jesús le contestó: "Voy yo a curarlo." Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace." Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mateo 8,5-11).
1. Jesús, has venido a colmar y purificar espera de tantas personas deseosas de la salvación, de la felicidad, del Reino. Muchos, conscientes, y otros ni saber siquiera que existes, ignorando lo que tú puedes darles. Te vemos hoy en Cafarnaum, cuando un centurión del ejército romano salió a tu encuentro y le suplicó... Los romanos –ejército de ocupación- eran mal vistos en Palestina. Eran paganos y opresores. Se les volvía la cara a su paso. Va hacia ti, Señor, y le atiendes, como a todos: -"Señor, mi criado está postrado en mi casa, paralítico, y padece muchísimo". Sabe amar a su sirviente, o hijo.
Esta es la salvación que proclama el Evangelio, con la fe del Centurión que ruega por su siervo enfermo. “Y le dijo Jesús: ‘yo iré y lo sanaré’. Y respondiendo el centurión, dijo: ‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo’…” Jesús se emociona con esas palabras: “se maravilló y dijo a los que le seguían: ‘verdaderamente os digo que no he hallado fe tan grande en Israel’”… Cuando en cada Misa recordemos esas palabras antes de comulgar, podemos renovar nuestra fe, y pedir al Señor la curación de nuestra alma, que venga y nos transforme. En ese pasaje, además, podemos responder a la pregunta que el Papa hace en su Encíclica: “¿Es individualista la esperanza cristiana?” Muchos piensan en “salvarse”, como recuerda H. de Lubac: «¿He encontrado la alegría? No... He encontrado mi alegría. Y esto es algo terriblemente diverso... La alegría de Jesús puede ser personal. Puede pertenecer a una sola persona, y ésta se salva. Está en paz..., ahora y por siempre, pero ella sola. Esta soledad de la alegría no la perturba. Al contrario: ¡Ella es precisamente la elegida! En su bienaventuranza atraviesa felizmente las batallas con una rosa en la mano». Pero esto no es así, sigue diciendo de Lubac, siguiendo la teología de los Padres: “la salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria”, como vemos en el Centurión, que se ocupa de su siervo, como vemos en la lectura de Isaias que habla de una «ciudad» (Sión, Jerusalén) “y, por tanto, de una salvación comunitaria”. El pecado aparece “como la destrucción de la unidad del género humano, como ruptura y división. Babel, el lugar de la confusión de las lenguas y de la separación, se muestra como expresión de lo que es el pecado en su raíz”. Hoy también aparecen esas nuevas Babeles, multitudes incomunicadas, una agresividad en el ambiente… Entonces, ¿es algo a la ver personal y comunitario, y en qué consiste?
Vamos a repetir esta oración tan bonita: -“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y quedará curado mi criado”... En la oración colecta pedimos: “Concédenos, Señor, Dios nuestro, anhelar de tal manera la llegada de tu Hijo Jesucristo, que cuando llame a nuestras puertas, nos encuentre velando en oración y cantando sus alabanzas”…
Jesús se complace de esta fe: -“Ni aun en Israel he hallado fe tan grande... Yo os declaro que vendrán muchos gentiles del oriente y del occidente y estarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”. Jesús, has pensado en todos los que "vendrán", en todos los que están aún a la espera. Para ti no hay privilegio de raza ni de cultura. Todos los hombres, de todas partes, están invitados y están en marcha. ¿Tengo un corazón "universal" como Jesús? ¿Un corazón "misionero"? (Noel Quesson).
Hoy también, muchas personas, aunque nos parezcan alejadas, muestran como el centurión buenos sentimientos. Tienen buen corazón. ¿Sucederá también este año que esas personas tal vez respondan mejor a la salvación de Jesús que nosotros?, ¿estarán más dispuestas a pedirle la salvación, porque sienten su necesidad, mientras que nosotros no la sentimos con la misma urgencia?, ¿tendrá que decir otra vez Jesús que ha encontrado más fe en esas personas de peor fama pero mejores sentimientos que entre los cristianos «buenos»? ¿Vendrán de Oriente y Occidente -o sea, de ámbitos que nosotros no esperaríamos, porque estamos un poco encerrados en nuestros círculos oficialmente buenos- personas que celebrarán mejor la Navidad que nosotros? ¿O nos creemos ya santos, merecedores de los dones de Dios?
Si en nuestra vida decidimos bajar la espada y no atacar a nadie, estamos dando testimonio de que los tiempos mesiánicos ya han llegado. Bienaventurados los que obran la paz. Los que trabajan para que haya más justicia en este mundo y se vayan corrigiendo las graves situaciones de injusticia, son los que mejor celebrarán el Adviento. No es que Jesús vaya a hacer milagros, sino que seremos nosotros, sus seguidores, los que trabajemos por llevar a cabo su programa de justicia y de paz.
Cuando seamos hoy invitados a la comunión, podemos decir con la misma humilde confianza del centurión que no somos dignos de que Cristo Jesús venga a nuestra casa, y le pediremos que él mismo nos prepare para que su Cuerpo y su Sangre sean en verdad alimento de vida eterna para nosotros, y una Navidad anticipada (J. Aldazábal).
Hoy vemos a Jesús admirado. Quiero aprender de ti, Señor, a admirarme por las virtudes de los que me rodean, admirar las cosas buenas de los demás, disfrutar con ellas. Me admira gente sencilla sufrir en silencio dolores que no sé cómo se pueden soportar sin lamentarse. Admiro un niño que con fe rezaba a su padre que había muerto, alabando a Dios a pesar de que él no entendía por qué se había ido su padre cuando más lo necesitaba.
Yo iré y lo curaré”. Jesús, ¡ven a curar mi falta de fe!, ¡cura el corazón de tantas personas, tantas heridas! Es la oración el gran medio para abrir la puerta de mi alma a tu gracia, Señor, como hizo tu madre la Virgen María.
«Mirad al Señor que viene» (Antífona de entrada). Pedimos al Señor permanecer alertas a la venida de su Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando y cantando sus alabanzas.
2. Durante las dos primeras semanas de Adviento, la Iglesia nos propondrá la meditación de las «profecías de Isaias», uno de los grandes testigos de la espera mesiánica, s.VIII a.C. Habitaba Jerusalén, la capital del país. Ha visto derrumbarse el Reino del Norte, Samaria, bajo los golpes de los Asirios, y siente venir la misma amenaza para el Reino del Sur. Es pues en el contexto histórico de una catástrofe inminente cuando el profeta anuncia la esperanza de un Mesías que aportará la paz. Sus pasajes serán anuncios de esperanza, de salvación, de futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos.
 “¡El Señor está cerca!Es el grito que la liturgia hace resonar en nuestros oídos a lo largo de estas semanas preparándonos para la venida del Señor. Pues “Adviento” es preparación para “la venida”: Jesús quiere llegarse a nuestra alma –como nació en Belén- por la gracia, el día de Navidad. Hay un famoso cuadro en la catedral de San Pablo, en Londres, que se paseó por medio mundo, muestra Jesús llamando a nuestra puerta. Cuando fue presentado por el pintor, un asistente le hizo ver que quizá se había olvidado la manecilla de la puerta, por que Jesús pudiera entrar. Pero el autor aprovechó para explicarle que esa puerta, la de nuestro corazón, no tiene picaporte por fuera, sólo se puede abrir por dentro. Por eso, mientras hacemos memoria de nuestra salvación y agradecemos la próxima venida del Hijo de Dios a la tierra, nos preparamos para abrirle la puerta de nuestro corazón, de modo que pueda entrar, aquel que así lo haga –dice la primera lectura, de Isaías- “será llamado santo, así como todo el que está escrito en la vida en Jerusalén”: esta venida está relacionada con la final, venida de Jesús al término del mundo como Juez supremo de vivos y muertos. Y esta preparación –sigue Isaías- “ocurrirá cuando limpiare el Señor las manchas de las hijas de Sión y lavare la sangre de Jerusalén con espíritu de justicia y con espíritu de ardor”.
Anuncia Isaías la luz y la salvación para todos los pueblos. Jerusalén será como el faro que ilumina a todos los pueblos. Un faro situado en una montaña alta, para que todos lo vean desde lejos. Dios quiere enseñar desde aquí sus caminos, y los pueblos se sentirán contentos y estarán dispuestos a seguir los caminos de Dios, la palabra salvadora que brotará de Jerusalén. Tanto judíos como paganos «caminarán a la luz del Señor» y formarán un solo pueblo. Otro rasgo positivo: habrá paz cuando suceda esto. De las espadas se forjarán arados; de las lanzas, podaderas. Son comparaciones que entiende bien el hombre del campo. Y nadie levantará la espada contra nadie. No habrá guerra. Y esto lo entendemos todos, con cierta envidia, porque tenemos experiencia de espadas levantadas, más o menos lejos de nosotros, en guerras fratricidas.  
(En la lectura alternativa de Isaías 4, que se puede leer en el ciclo A, también se proclama un mensaje que abre el corazón a la confianza. El plan de Dios, a pesar de la triste historia de su pueblo, que será desterrado por su propia culpa, es rescatar un «vástago», aludiendo inmediatamente al nacimiento del rey Ezequías, pero con una clara perspectiva mesiánica, y formar un «resto» de personas creyentes: purificarlas de sus faltas, limpiar las manchas de sangre, protegerlas de día como una nube refrescante, y de noche guiarlas como una columna de fuego, como en el desierto al pueblo que huía de Egipto. Qué hermosa imagen: Dios «refugio en el aguacero y cobijo en el chubasco» para todos).
-“A los «restantes» de Sión, a los «supervivientes» de Jerusalén, se les llamará santos”. Son los que guardan fidelidad…
-“Entonces vivirán... Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión y, con viento justiciero... haya purificado Jerusalén de la sangre por ella derramada”. El Señor es quien salva... no es el hombre quien «se» salva... (Noel Quesson).
3. Como canta el salmo, nuestra respuesta ha de ser alegre, decidida: “iremos con alegría a la casa del Señor”, deseando ese día de la salvación, deseando que Jesús venga: “Ven para librarnos, Señor Dios nuestro; muéstranos tu rostro, y seremos salvos” (Aleluya).
«Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor». Los peregrinos que se acercaban a Jerusalén lo cantaban. Podemos añadir: ¡qué alegría, al ir a la celebración litúrgica!, con más pleno sentido que los que iban al Templo "a celebrar el nombre del Señor", y con más pleno sentido podemos gozar de “Shalom”, la "paz", de la ciudad santa: Jerushalajim, interpretada como "ciudad de la paz". Shalom alude a la paz mesiánica, que entraña alegría, prosperidad, bien, abundancia: "te deseo todo bien" (como el saludo franciscano: "¡Paz y bien!"). Ciudad de paz. A eso está llamada a ser la Iglesia de Cristo.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 1 de diciembre de 2012



Primer Domingo de Adviento, C.
La venida de Jesús nos anima en la esperanza: “Se acerca vuestra liberación”. Los profetas habían anunciado al Salvador: “Suscitaré a David un vástago legítimo”. San Pablo también anuncia: “Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva”.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (Lucas 21,25-28.34-36).

Un hombre vacío de tanta banalidad busca la salvación, sin saber que antes fue Dios que puso esa esperanza en su corazón. “Adviento de un Dios que nos busca  / y sale siempre a nuestro encuentro; / que sigue creyendo en los hombres / a pesar de nuestros olvidos y rechazos; / que hace nacer nuevas esperanzas / de nuestras cenizas y desilusiones; / que siempre empuja a los hombres / a crear justicia y derecho en la tierra…
Hay una brújula y una estela / que lleva a puertos de esperanza / a pesar de nuestras quiebras y naufragios. / «Se acerca vuestra liberación»: / no buscada con espadas y corazas, / sino con una cruz salvadora / que hermana a hombres de toda raza.
Adviento que nos dice quedamente: / «Levantaos, alzad la cabeza», / Dios sigue creyendo en el hombre; / el hombre puede navegar hacia Dios. / Timonel: endereza tu rumbo. / Alza la cabeza... / Alza el corazón... (Javier Gafo).

1. Lucas nos presenta con gran fuerza dramática la angustia y miedo de unas gentes que corren enloquecidas, el estruendo ensordecedor del mar, que no se encuentra en Marcos. La Palabra creadora de Dios, que introdujo armonía, belleza y bondad, volverá a resonar encarnada, Jesús de Nazaret. Y se producirá armonía y bondad; liberación. La humanidad dejará lo malo, será la nueva creación. Manifestación desvelada de nuestro fin, con esperas activas, de vigilancia, de preparación (Dabar 1976).
Tened cuidado, estad siempre despiertos”. La liturgia nos dice también: “manteneos en pie”. El texto original subraya: "Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y poder así manteneros en pie ante el Hijo del Hombre". La caída de Jerusalén aquí relatada entre velos como una etapa en la historia del reino de Yahvé en el mundo.
Lucas anuncia la "venida del Hijo del hombre entre nubes", el misterioso personaje anunciado por Daniel y a quien se confiará el juicio de las naciones. Lucas, con imágenes tomadas de la literatura profética y apocalíptica, en un lenguaje gráfico y metafórico, nos transmite un futuro mejor. Sobre el origen y el final del mundo la Biblia no hace ninguna descripción científica sino que manifiesta lo que es importante para la salvación del hombre.
La presencia majestuosa del Hijo del Hombre cuando toda esperanza humana parece haber desaparecido nos devuelve la ilusión, la certeza de nuestros mejores sueños: Alzad la mirada. Estad atentos. No os encerréis y empobrezcáis en las cuatro paredes de una vida sin horizontes. Huid de una vida miope, rastrera. Es la vida en Cristo (Dabar 1982).
Adviento significa, por tanto, iluminar los "últimos acontecimientos" en nuestra historia de hoy, en espera de Belén. Oración y actitud de espera confiada (esperanza) preparan al discípulo para recibir "de pie" al Señor (“Eucaristía 1988”).
Vigilar es estar atentos a lo verdaderamente importante y decisivo, cuando todos nos empuja al despiste y al aturdimiento, al sueño. Vigilar es tener los ojos muy abiertos en medio de la noche. El que vigila está en pie, siempre "de puntillas" por la esperanza, a la expectativa de lo sorprendente, de la sorprendente venida del Señor. Esto es también fijarse en las señales o signos de los tiempos, responder en cada momento y situación a las concretas exigencias del evangelio. La esperanza cristiana no es simplemente estar a la espera, no es aguardar, sino preparar los caminos para la pronta venida del Señor (“Eucaristía 1982”).
Esperar cielo y luchar confiadamente en lo de cada día es el mensaje de hoy: “Viene el Señor nuestro Jesucristo desde el cielo; viene en gloria al fin de este mundo, el último día; este mundo tendrá un fin, y el mundo creado será renovado” (S. Cirilo de Jerusalén).
San Agustín comenta la venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia: “Y entonces verán al Hijo del hombre que viene sobre una nube en gran poder y majestad (Lc 21,27). Veo que eso puede entenderse en dos sentidos. Puede venir en la Iglesia cual sobre una nube, como no cesa de venir ahora, según lo dicho: ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder viniendo sobre las nubes del cielo (Mt 26,64). Pero entonces vendrá con gran poder y majestad, porque aparecerá más en los santos su poder y majestad divina, porque les aumentó la fortaleza para que no sucumbieran en la persecución. Puede entenderse también que viene en su cuerpo, el que está sentado a la derecha del Padre, en el que murió, resucitó y ascendió al cielo, según está escrito en los Hechos de los Apóstoles: Dicho esto, una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Y allí mismo los ángeles dijeron: Así volverá, como le habéis visto ir al cielo (Hch 1,9.11). Por eso tenemos motivos para creer que vendrá no sólo en su cuerpo, sino también sobre una nube; vendrá como fue, y al irse una nube lo recibió.
Es difícil juzgar cuál de los dos sentidos es el mejor. El sentido obvio indica que al decir: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad se entiende que viene por sí mismo y no por su Iglesia, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos. Pero (…) hemos de examinar lo que sigue. Primero dice: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad. Luego continúa: Cuando eso comience a acaecer, mirad y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Mirad la higuera y los otros árboles; cuando producen fruto sabéis que está cerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que esto se realiza, sabed que está cerca el reino de Dios (Lc 21,28-31). Al decir: Cuando viereis, ¿a qué puede referirse, sino a lo que hemos citado? Y una de las cosas citadas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad.
Vemos que los dos evangelistas mantienen el mismo orden. Marcos dice: Y las virtudes que están en los cielos se estremecerán. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria. Y lo que Lucas refería a la higuera y a todos los árboles, Marcos lo refiere a sólo la higuera: Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas están tiernas y nacen las hojas, conocéis que se acerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que se realiza todo esto, sabed que está cerca, a las puertas”...”

2.Llegarán días... en que cambiaré la suerte de mi pueblo, Israel, y Judá, ...y los volveré a llevar a la tierra que di en posesión a sus padres". Palabras del llamado "Libro de la Consolación", que habla de la salvación del pueblo: el yugo opresor es roto, la herida enconada es curada... aquí vemos la fe en la promesa anunciada sobre el "vástago de David", que arranca de la profecía de Natán (2 Sam 7) y cuyo sentido se aclara a partir de Isaias (4,2).
Se abre el Adviento con el anuncio profético del Mesías. Será un vástago de David. El tronco de Jesé no puede secarse. Establecerá en la tierra la justicia y el derecho. El Mesías-Dios-justicia vino, se quedó con nosotros... pero aún tiene que venir. Está, pero no del todo. Actúa, pero se vale de nosotros. No reparte frutos, sino semillas. Crece a la manera del fermento, pero deja crecer también a la cizaña. Por todo ello conviene celebrar el Adviento (“Caritas”). Se dará el nombre de "Señor-nuestra-justicia" a toda Jerusalén y aun a toda Judá: el rey y el reino davídico, el Mesías y el reinado de Dios. No puede haber un Mesías sin un pueblo mesiánico (“Eucaristía 1982”).
 Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”, rezamos con el salmo:  A ti, Señor, levanto mi alma”. Dios es el que indica el camino justo a seguir: “Hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. / Las sendas del Señor son misericordia y lealtad, / para los que guardan su alianza y sus mandatos” (v. 9-10). Incluso quien se ha equivocado no es abandonado a sí mismo: “El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores”. Hay una confianza y respeto con Dios, que traducimos por temor y amistad: “El Señor se confía con sus fieles / y les da a conocer su alianza” (v. 14). Jesús nos explica muy bien qué es esa amistad, y la confianza que podemos tener en que nos librará de todo mal: “No te acuerdes de los pecados / ni de las maldades de mi juventud” (v. 7). No sólo le decimos qué tiene que “olvidar”, sino también qué debe recordar: “Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas”. Es un canto a la divina misericordia…un pedirle al Señor: “¡no me falles, me fío de ti!”

3. El cristiano vive esperando y con la mirada fija en el futuro, no sólo en el pasado: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos”. Los tesalonicenses fueron evangelizados personalmente por Pablo, y ahora les anima a ser fieles a las instrucciones recibidas y a amar sin medida, porque nunca se ama con medio corazón. Hay que amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas. Hay que amar a los de casa, pero también a los de fuera. El amor no es algo que se tiene, sino algo que se vive, algo que se es (Caritas). Por eso el Apóstol nos pide hoy fortaleza, “para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre”. La Virgen nos ayudará a vivir en ese amor.

Llucià Pou Sabaté

jueves, 29 de noviembre de 2012


Viernes de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).
Jesús, Rey, anuncia su venida al final de los tiempos: “Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios”.

“En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: -«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán»” (Lucas 21,29-33).

1. –“Cuando empiece a suceder esto poneos derechos y alzad la cabeza”...  La Iglesia anda «encorvada» bajo el peso de las pruebas y de las persecuciones, Jesús le pide de enderezarse, de alzar la cabeza. Lo que, para mucha gente, aparece como una destrucción y un juicio terribles, para los creyentes, por el contrario, debe aparecer como el comienzo de la salvación... 
-“Porque vuestra redención está cerca.” “Redención”, término muy usado en san Pablo, pero sólo aquí en los Evangelios: «liberación». "¡Vuestra liberación está cerca!" Señor, ayúdame a considerar todo acontecimiento de la historia, como una etapa que me acerca a la «liberación».
-“Y les puso una comparación: Fijaos en la higuera o en cualquier otro árbol: Cuando echan brotes, os basta verlos, para saber que el verano ya está cerca”. Un árbol en primavera. Brotes tiernos... Para ti, Jesús, la cercanía del «fin» es un acercarse a la primavera… el reino de Dios está cerca. Un aforismo medieval dice: "Rey que no tiene amigo es como un mendigo". La vida no está hecha para solitarios. El cielo nuevo es para ser compartido. La tierra nueva es para ser labrada juntando las manos en la tarea de desbrozar la mala hierba. A esto también se puede referir lo de la higuera…
-«Los hombres se morirán de miedo en el temor de las desgracias que sobrevendrán en el mundo».  «Vosotros, ¡enderezaos! ¡El Reino de Dios está cerca!» En Palestina es rápido el paso del invierno al verano: ¡toda la naturaleza florece de una vez!  Así la muerte... y el paso a la Vida. Se une el final de salvación con el final del viejo templo: "De lo que estáis contemplando, días vendrán en los que no quedará piedra sobre piedra". 
-“Maestro, ¿cuándo sucederá?- Cuando esto suceda, enderezaos”: La primera actitud ante los anuncios escatológicos, es... ¡la esperanza! 
-“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”...  La segunda actitud, es... ¡la confianza! La certeza de que Dios no puede fracasar, que las palabras divinas son sólidas, no son frágiles, ni caducas. ¿Damos los cristianos testimonio de esa seguridad tranquila de la que Jesús daba prueba, pocos días antes de su muerte? ¡Señor, danos una fe más sólida! (Noel Quesson).
Cayó Jerusalén. Luego Roma. Otros muchos imperios e ideologías. Y cada momento es tiempo de gracia, "kairós", tiempo de encuentro con el Dios que nos salva. Los brotes y luego hojas y flores y frutos, van sucediéndose en la historia que Cristo inició. El Concilio Vaticano II retomó con fuerza el tema de los "signos de los tiempos": "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos. Es necesario comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones" (GS 4). Más que escudriñar fechas de cumplimientos de profecías de fin de los tiempos, es la cercanía o lejanía del Reino lo que nosotros podemos y debemos discernir de entre los signos de los tiempos (Josep Rius-Camps).
El Reino de Dios no es algo repentino e inesperado, sino un proceso histórico que se da a lo largo de todo el tiempo presente. Es necesario, sin embargo, descubrir los signos de su llegada: "os aseguro que antes que pase esta generación todo se cumplirá". ¿El tiempo que hay entre la Resurrección de Jesús y la Parusía es “una generación”? ¿Es la “generación” de los que viven la cercanía del Reino de Dios? ¿O es que ese cumplimiento ya se da, adelantado y celebrado cada vez que vivimos ese Reino hoy en nuestra historia? Otra explicación es la de S. Jerónimo: aludiría a todo el género humano; según otros, al pueblo judío, o sólo a los contemporáneos de Jesús que verían cumplirse esta profecía en la destrucción de la ciudad santa. Fillion, considerando que en este discurso el divino Profeta se refiere paralelamente a la destrucción de Jerusalén y a los tiempos de su segunda Venida, aplica estas palabras en primer lugar a los hombres que debían ser testigos de la ruina de Jerusalén y del Templo, y en segundo lugar a la generación "que ha de asistir a los últimos acontecimientos históricos del mundo", es decir, a la que presencie las señales aquí anunciadas. En fin, según otra bien fundada interpretación, que no impide la precedente, "la generación ésta" es la de fariseos, escribas y doctores, a quienes el Señor acaba de dirigirse con esas mismas palabras en su gran discurso del capítulo anterior.
Otra expresión interesante es la de que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios a los hombres. Cuántas veces hemos pedido a Jesús luz para nuestra vida con las palabras -Ut videam!, Que vea, Señor- de Bartimeo: o hemos acudido a su misericordia con las del publicano: ¡Oh Dios, apiádate de mí que soy un pecador! ¡Cómo salimos confortados después de ese encuentro diario con Jesús en el Evangelio!
Cuando la vida cristiana comienza a languidecer, es necesario un diapasón que nos ayude a vibrar de nuevo. Las páginas del Evangelio, dice San Cipriano, son cimiento para edificar la esperanza, medio para consolidar la fe, alimento de la caridad, guía que indica el camino... Acudamos amorosamente a sus páginas, y podremos decir con el Salmista: Tu palabra es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero (Salmo 118,105: F. Fernández Carvajal).

2. –“El juicio de Dios... El dragón, la serpiente antigua, el diablo arrojado al abismo”.  El juicio empieza así: por el aniquilamiento del Mal. 
-“Después vi un gran trono blanco”. Juan describe la Audiencia: la sede, el juez, los documentos, los acusados. Ese cuadro es solemne. La vida humana no es un juego, no es un simulacro, Dios nos ha hecho "responsables". ¡Nos considera como tales! Es cosa seria. El mismo tendrá cuenta de ello, respetará nuestras decisiones. 
-“Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras y según lo escrito en los libros”. Todo lo que se «hace» diariamente se escribe en «libros». El símbolo es claro. La salvación o la condenación no son una fantasía injusta de Dios: en este momento, HOY, estamos construyendo el Juicio... porque nuestra vida, nuestros gestos, nuestras palabras de HOY, nuestros compromisos y nuestros rechazos de HOY se están inscribiendo en los libros de Dios. Por qué querer ocultarte, Señor que ¡todo esto me espanta! Conozco bien la pobreza y los pecados de mi vida. Ante tu santa mirada es más patente mi pecado. Pero creo también que, en tu gran Libro, se inscribe también mi arrepentimiento, y la demanda humilde de perdón que HOY te hago. Ten piedad, Señor. 
-“Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva”. Evoco, para mí, la idea de "novedad", de nuevo: un vestido nuevo, una casa nueva, un nuevo niño, una flor nueva, un nuevo amor, un disco nuevo, un cuaderno nuevo... un objeto nuevo que he estado esperando mucho tiempo y que ¡está ahí!  Dios prepara un cielo nuevo, una tierra nueva, una creación nueva. Para Dios la creación no está en el pasado, está al final del esfuerzo, al final de la historia, al final del mundo: la humanidad camina hacia su novedad, hacia su juventud. Gracias. 
-“Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén...”  Todo es nuevo, también el mundo y la ciudad santa.
-“Que bajaba del cielo, de junto a Dios”. La ciudad nueva, el nuevo estilo de relación entre los hombres, es un don que «viene de lo alto». 
-“Engalanada, como una novia...” Una bella imagen de la nueva humanidad, una novia para Dios. ¡Una novia! Símbolo de belleza, de juventud, de amor, de frescor, de felicidad...  “Ataviada”...  se engalana... se cuida. 
-“Para su esposo...” Porque ama... porque es amada... Así ve Dios a la humanidad en su estado final. La humanidad desposada con Dios, unida a Dios, introducida por Dios en su propia familia, en su intimidad, ¡introducida por Dios en su propia felicidad! (Noel Quesson).
Satanás es vencido. Tiene 1000 años con cierto poder sobre la tierra, pero luego ya está excluido de todo poder, totalmente vencido.
El juicio divino está siempre ordenado a la salvación, pero que los hombres en cierta manera ya lo llevan a cabo a través de su actitud respecto a Cristo (confesar a Cristo es la piedra de toque de toda opción humana). Es decir, en el destino juegan dos fuerzas: la elección de Dios -«todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos...»- y la libertad humana "según sus obras". Finalmente, la muerte es arrojada, impotente, al infierno. Su desaparición es el signo más fehaciente de que este mundo ha pasado. Su destino es idéntico al de Satanás y al de los condenados: los cielos nuevos y la tierra nueva rezuman por todas partes la presencia del Dios de la vida (A. Puig). 

3. Cristo vence en nuestra lucha contra el mal. Te pedimos, Señor, que se cumpla en nosotros la visión optimista del salmo: "ésta es la morada de Dios con los hombres... mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre". 

Llucià Pou Sabaté

Jueves de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).
El final del mundo no es algo malo sino una boda con el Cordero, Jesús, en el mundo pleno y verdadero, el cielo, la Jerusalén celestial

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación»” (Lucas 21,20-28).  

1. Lucas seguramente escribió su evangelio después de la destrucción de Jerusalén, del 70; se ve que pasó lo que Jesús dijo: -“Cuando veréis Jerusalén sitiada por los ejércitos”... Marcos y Mateo decían: «Cuando veréis la abominación de la desolación» (Mc 13,14; Mt 24,25). Era sin duda lo que, de hecho, había dicho Jesús, repitiendo una profecía de Daniel 11,31. Lucas «traduce» con mayor concreción.
-“Sabed que está cerca su devastación. Entonces los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad”. Después de un siglo de ocupación romana la revuelta que se estaba incubando terminó por explosionar, en los alrededores del año 60. Los Zelotes, que habían tratado de arrastrar a Jesús a la insurrección, multiplicaron los atentados contra el ejército de ocupación. El día de Pascua del 66, los Zelotes ocupan el palacio de Agripa y atacan al Legado de Siria. Todo el país se subleva. Vespasiano es el encargado de sofocar la revolución. Durante tres años va recuperando metódicamente el país, y aísla Jerusalén. Reúne fuerzas enormes: la Vª, la Xª; y la XVª legión. Luego el emperador deja a su hijo, el joven Titus, el cuidado de terminar la guerra. El sitio de Jerusalén, fortaleza considerada inexpugnable, dura un año, con setenta mil soldados de infantería y diez mil a caballo. El 17 de julio del 70, por primera vez después del exilio, cesa el sacrificio en el Templo. Desde entonces no lo ha habido nunca más.
El historiador judío, Flavio José, habla de un millón cien mil muertos durante esta guerra, y noventa y siete mil prisioneros cautivos.
-“¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! porque habrá una gran calamidad en el país y un castigo para ese pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos”... Tus palabras, Jesús, son de dolor. Es emocionante verte llorar por las pobres madres de ese pueblo que es el tuyo.
-“Jerusalén será pisoteada por los paganos... hasta que la época de los paganos llegue a su término”. Jesús parece anunciar un tiempo para la evangelización de los paganos. A su término, Israel podrá volver a Cristo a quien rechazó entonces. Esta es la plegaria y la esperanza de san Pablo (Rm 11,25-27) compartida con san Lucas (Lc 13,35) ¿Comparto yo esa esperanza?
-“Aparecerán señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán las naciones por el estruendo del mar y de la tempestad. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, pensando en lo que se le viene encima al mundo, porque hasta los astros se tambalearán”. Los tres grandes espacios: cielo, tierra y mar... serán trastornados. El caos se abate sobre el universo (ver Is 13,9-10; 34,3-4).
-“Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad”. Ya no hay culto del Templo... pero sí el culto verdadero en torno al Cuerpo de Cristo, en la Iglesia, nuevo Templo de Dios (Noel Quesson).
Se mezclan al parecer dos planos: la caída de Jerusalén y el final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad "ante lo que se le viene encima al mundo". Pero la perspectiva es optimista: "entonces verán al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria". El anuncio no quiere entristecer, sino animar: "cuando suceda todo esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación".
Jesús, creo en que tú vienes a salvar. Nos dices: “Levantaos, alzad la cabeza”. Hay mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que tú iniciaste, Señor, y que luego nos encomiendas a nosotros. Tú ya inauguraste los cielos nuevos y la tierra nueva (J. Aldazábal).
La visión profética trata de descubrir también en el desarrollo de la historia las oportunidades de salvación que se presentan a lo largo del tiempo. Cristo Rey del universo, en su Reino eterno y universal, de la verdad y la vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y de paz (prefacio de la Misa), en su debilidad va avanzando en la historia, desde nuestros primeros padres que quisieron ser como dioses, pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (S. Máximo) y siguen repitiendo aquella frase del Evangelio: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc 19,14).
¿Qué Reino es el que vino Cristo a predicar? Es un Reino que hay que preparar con penitencia, como dijo Juan Bautista: “Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mt 3). Y “comenzó Jesús a predicar y a decir: Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mt. 4). Y para entrar en él, hay que cumplir con la Voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 7).
La humildad es la puerta de entrada y condición indispensable para pertenecer a este Reino. “En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3-4).
No caben, por tanto los que no sigan la ley de Dios, y en especial, los soberbios, pues la soberbia está en la raíz de todo pecado. ¿Acaso no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1 Cor 6,9-10).
Y habrá pecadores arrepentidos, que han creído en el Hijo de Dios y han actuado en consecuencia con su fe. “Díceles Jesús: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia, y no habéis creído en él, mientras que los publicanos y las meretrices creyeron en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis al fin arrepentido, creyendo en él” (Mateo 21,30-34).
Pero nos debemos preguntar: ¿dónde debe reinar Cristo Jesús? Debe reinar, primero en nuestras almas. Debe reinar en nuestra vida, porque toda tiene que ser testimonio de amor. ¡Con errores! No os preocupe tener errores.... ¡Con flaquezas! Siempre que luchemos, no importan. ¿Acaso no han tenido errores los santos que hay en los altares? (san Josemaría). Pero es necesario esforzarse para poder entrar:Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan” (Mt 11,12).

3. –“Cayó «la gran Babilonia»”... San Juan se dirige pues personas atribuladas. El Apocalipsis se escribió para dar respuesta a esa trágica situación. Y la respuesta es ésta: el mal dura un tiempo, Dios le pone un límite…
-“Después oí en el cielo una voz potente, como la de una gran muchedumbre que proclamaba: «¡Aleluya! ¡La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios!»” Estallan gritos de alabanza, con aclamaciones seguramente litúrgicas. Muchedumbres que exultan y cantan «con voz potente». Esto nos anima a cantar con tono festivo en nuestra misa. Los jóvenes, sobre todo, desean desarrollar ese aspecto de fiesta, en que la voz, los instrumentos y el cuerpo entero participan de la alegría de haber sido «salvados».
-«Porque Dios ha juzgado a la gran prostituta, la que corrompía la tierra... Y ha vengado en ella la sangre de sus siervos...» En la humanidad vemos tanta miseria, corrupción… Perdón, Señor, por nuestra pobre humanidad. Ten piedad de nosotros.
-“Un ángel me dijo entonces: "Escribe: ¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!"” Un banquete será el final de todo, una alianza nupcial: el fin del mundo será la celebración definitiva de las bodas de Cristo con la humanidad. Pero esta boda ya ha comenzado. Estoy invitado a esa boda divina: "¡Dichosos los invitados al banquete de bodas!" Cada una de las misas a las que participo es el anuncio y el comienzo de ese banquete nupcial que celebra "la Alianza nueva y eterna". "Tened vuestras lámparas encendidas, despertaos, ¡he aquí el Esposo que viene!..." "Y las que estaban preparadas entraron, con El, en la sala del banquete de bodas". ¡Ven, Señor, Jesús! Consérvanos vigilantes hasta el día en que Tú aparecerás (Noel Quesson).

3. El ángel dice: "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero". Y el Misal en latín también lo dice, aunque nosotros digamos en misa: "la cena del Señor", o simplemente "la mesa del Señor". No sólo estamos invitados a esta Eucaristía, sino porque esta Eucaristía es la garantía y la pregustación de un banquete más definitivo al que también estamos invitados: el banquete de bodas del Cordero, Cristo Jesús, con su Esposa, la Iglesia, en el cielo. Es lo que el salmo nos ha hecho repetir, intercalando esta bienaventuranza, "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero", entre las estrofas del salmo: "aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores" (J. Aldazábal).

Llucià Pou Sabaté

martes, 27 de noviembre de 2012


Miércoles de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par).
El Reino de Dios no es de este mundo, pero vencerá al final: “Todos os odiarán por causa mía, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»”

1. –“Os harán comparecer ante Reyes y Gobernadores a causa de mi Nombre”. Jesús, eres signo de contradicción. Tu nombre es salvación y también van contra tu nombre, te persiguen… Nunca prometiste que en esta vida seríamos aplaudidos y que nos resultaría fácil el camino. Lo que sí nos aseguras es que salvaremos la vida por la fidelidad, y que tú darás testimonio ante el Padre de los que hayan dado testimonio de ti ante los hombres.
-“Así tendréis ocasión de dar Testimonio”. Tus discípulos irán probando, a lo largo de la historia, lo que dice san Pablo: «Se ha hecho público en todo el Pretorio que me hallo en cadenas a causa de Cristo» (Fil 1,12). Testimoniar. Ser testigo.
Muchos cristianos, a lo largo de la historia, han sido perseguidos, llevados a la muerte. ¡Cuántos mártires, de todos los tiempos, también del nuestro, nos estimulan con su admirable ejemplo! Y no sólo mártires de sangre, sino también los mártires callados de la vida diaria, que están cumpliendo el evangelio de Jesús y viven con admirable energía y constancia tu seguimiento, Jesús, en la lucha de cada día, como nos dijiste: "con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". El amor, la amistad y la fortaleza -y nuestra fe- no se muestran tanto cuando todo va bien, sino cuando se ponen a prueba  (J. Aldazábal). Nos lo avisó: "si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20), pero también nos aseguró: "os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí; en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).
-“Por tanto, meteos en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa: yo mismo os inspiraré palabras tan acertadas que ningún adversario os podrá oponer resistencia ni contradeciros”. Los apóstoles hablarán con sabiduría, cosa que extraña a todos «porque se trataba de hombres sin instrucción» (Hch 4,13).
Os echarán mano y os perseguirán; os llevarán a las sinagogas y os meterán en la cárcel”. Jesús anuncia que sus discípulos serán perseguidos, como efectivamente pasó: «Pedro y Juan hablaban al pueblo... El jefe del Templo y los saduceos fueron hacia ellos. Les echaron mano y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente» (Hechos 4,1-3; 5,18; 8,3; 24). «Los magistrados de la ciudad de Filipos dieron orden de que quitaran la ropa de Pablo y de Silas y los apalearan. Después de molerlos a palos los metieron en la cárcel» (Hch 16,22).
Los primeros cristianos fueron valientes y no aceptaron el sistema de valores pagano. Fueron criticados por no divinizar el Estado. Valoraron al ser humano por encima de las diferencias étnicas, religiosas y sociales. Constituyeron la comunidad en el centro de interés dejando a un lado el culto por el cuerpo y el placer. Este modo de ver y sentir la vida los llevó a inevitables enfrentamientos.
Jesús, no prometes el éxito, sino la Verdad. Tú no has mentido. Los cristianos se encuentran con la cruz. Pero esos, vencidos la Bestia, la vencerán (servicio bíblico latinoamericano).
-“Todos seréis detestados por causa de mi Nombre. Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza se perderá”. ¡Con vuestro aguante y perseverancia conseguiréis la Vida! Perseverancia. Paciencia. Gozo, a pesar de todo. ¿Estoy yo convencido que yendo hacia mi "fin" voy hacia la "Vida"? (Noel Quesson). Aunque haya quienes no comprendan la vocación cristiana... Aunque lleguen dificultades económicas, familiares... aunque llegue la enfermedad, el desaliento, el cansancio... La paciencia es necesaria para perseverar, para estar alegres por encima de cualquier circunstancia; esto será posible porque tenemos la mirada puesta en Cristo, que nos alienta a seguir adelante, sin fijarnos demasiado en lo que querría quitarnos la paz. Sabemos que, en todas las situaciones, la victoria está de nuestra parte. Tú eres, Señor, mi esperanza, en quien confío, quien sé que no me va a fallar.
La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas, como venidos del amor de Dios. Entonces identificamos nuestra voluntad con la del Señor, y eso nos permite mantener la fidelidad y la alegría en medio de las pruebas. Son diversos los campos en los que debemos ejercitar la paciencia. En primer lugar con nosotros mismos, puesto que es fácil desalentarse ante los propios defectos. Paciencia con quienes nos relacionamos, sobre todo si hemos de ayudarles en su formación o en su enfermedad: la caridad nos ayudará a ser pacientes. Y paciencia con aquellos acontecimientos que nos son contrarios porque ahí nos espera el Señor.
Para el apostolado, la paciencia es absolutamente imprescindible. El Señor quiere que tengamos la calma del sembrador que echa la semilla sobre el terreno que ha preparado previamente y sigue los ritmos de las estaciones. El Señor nos da ejemplo de una paciencia indecible. La paciencia va de la mano de la humildad y de la caridad, y cuenta con las limitaciones propias y las de los demás. Las almas tienen sus ritmos de tiempo, su hora. La caridad a todo se acomoda, cree todo, todo lo espera y todo lo soporta (1 Cor 13,7). Si tenemos paciencia, seremos fieles, salvaremos nuestra alma y también la de muchos que la Virgen pone constantemente en nuestro camino.

2. Sigue el Apocalipsis: -“Vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que habían triunfado de la Bestia, de pie junto al mar de cristal, llevaban las cítaras de Dios y cantaban...” En Éxodo 14-15, la "primera Pascua" de los hebreos, vemos a los liberados de la esclavitud de Egipto, que atravesado el Mar Rojo, se mantuvieron de pie «a la orilla del mar» y entonaron un cántico de acción de gracias.
Los cristianos, nuevo pueblo de Dios, vencedores del mal, vencedores de la «Bestia», habiendo salvado el obstáculo -el mar-, después de su largo éxodo en el dolor de la persecución y de las pruebas, entonan alegres un cántico eucarístico; el fin del mundo y de la historia es como la suprema fiesta de Pascua, de la cual la primera a orillas del Mar Rojo, no era más que un pálido anuncio. ¡Al fin libres! ¡Al fin, salvados definitivamente! Quiero contemplar, Señor, a la humanidad llegada al término de su larga marcha... una humanidad que ha vencido a la Bestia... una humanidad que canta...
Gracias, Señor, por darnos estas perspectivas de esperanza.
-“Aquellos que han vencido a la «Bestia», su imagen, y la cifra de su nombre...” La «bestia» sería aquí el Imperio Romano, perseguidor e idólatra. Y «las siete cabezas de la Bestia representan siete colinas» (17,18), y Roma está construida sobre siete colinas. Incluso se ha identificado a la «bestia» con el mismo Nerón. La policía imperial no tenía que ver esos símbolos, y sólo los cristianos lo entenderían. Todavía HOY hay persecuciones...
-“Cantan el cántico de Moisés y el cántico del Cordero: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso... Rey de las naciones...»” Es la acción de gracias de los salvados, de los que han escapado a un gran peligro. El triunfo de los elegidos no es aquí abajo un triunfo aparente. Esa esperanza sólo es posible en una visión de fe. Es una alegría y una acción de gracias conquistadas con gran esfuerzo personal. En apariencia más bien ocurre lo contrario: Dios no parece Todopoderoso, puesto que ha dejado que sus mártires fuesen exterminados... y el rey de las naciones, aparentemente, es Nerón.
-“Justos y verdaderos son tus caminos... Sólo Tú eres santo. Todas las naciones vendrán y se postrarán ante Ti”. ¡Señor, danos esta fe y esta esperanza! A pesar de no ver todavía la realización efectiva de ese gran designio, creemos que Tú, Señor, trabajas en él: ha comenzado para tu pueblo la liberación de toda servidumbre, y avanzamos hacia la meta, nos encaminamos siguiendo «tus caminos»... y todas las naciones están en marcha hacia Ti, Señor (Noel Quesson).

3. "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios soberano de todo...", rezamos en un himno del Breviario. En esta línea, el salmo es eufórico: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas, el Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia". Con un estribillo del Apocalipsis: "grandes y maravillosas son tus obras".
La victoria es segura, aunque perdamos alguna batalla. Al final, el Señor sacará bien de todo. Lo mejor siempre está por llegar. Todo es para bien, para los que Dios ama, para los que se abren a su amor.
Necesitamos esas palabras de ánimo, para poder dirigir en nuestra vida y nuestro mundo una mirada pascual y esperanzada, aunque la lucha continúa. Nos acogemos bajo el amparo de santa María Virgen, nuestro consuelo y auxilio.

Llucià Pou Sabaté

lunes, 26 de noviembre de 2012



Martes de la 34ª semana de Tiempo Ordinario (par). Dios suscitará un reino que nunca será destruido, sino que acabará con todos los demás reinos. No quedará piedra sobre piedra de lo viejo.

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: -«Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: -«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: -«Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "el momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: -«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo»” (Lucas 21,5-11).

1. –“Algunos discípulos de Jesús comentaban la belleza del Templo por la calidad de la piedra y de las donaciones de los fieles”. En tiempos de Jesús, el Templo estaba recién edificado; incluso no terminado del todo. Se comenzó su construcción diecinueve años antes de Jesucristo: era considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Sus mármoles, su oro, sus tapices, sus artesonados esculpidos, eran la admiración de los peregrinos. Se decía: "¡Quien no ha visto el santuario, ése no ha visto una ciudad verdaderamente hermosa!"  
Jesús les dijo: "Eso que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido". Símbolo de la fragilidad, de la caducidad de las más hermosas obras humanas. Los más bellos edificios del hombre se construyen sobre las ruinas de otros edificios destruidos. En ese mismo lugar ya había estado en otro tiempo otra maravilla: el Templo construido por Salomón, hacia el año 1.000 antes de Jesucristo, y destruido por Nabuconosor en 586... El Templo contemporáneo de Jesús, el Segundo Templo del que hablan aún los judíos, contraído por Herodes, será destruido unos años más tarde por Tito, en 70 d. de J.C..., para ser reemplazado en 687 por la Mezquita de Omar, que continúa en el mismo sitio. Existe en la actualidad, junto al Muro de las Lamentaciones (resto del Segundo Templo),  una exposición de lo que los judíos quieren que sea el Tercer Templo, incluso exhiben ya las vestiduras de los sacerdotes. Pero para ello tendrían que echar a los musulmanes de la Explanada de las Mezquitas, y saben muy bien que ello desencadenaría la peor guerra de que podamos imaginar…
Jesús hace una predicción de desgracia, en el más tradicional estilo de los profetas. Medito sobre la gran fragilidad de todas las cosas... sobre «mi» fragilidad... sobre la brevedad de la belleza, de la vida... Hay que saber mirar de frente esa realidad, siguiendo la invitación de Jesús: «todo será destruido».
-“Los discípulos le preguntaron: Maestro, ¿cuando va a ocurrir esto y cuál será la señal de que va a suceder?” Los discípulos nos representan muy bien, junto a Jesús. Ellos le proponen la pregunta que nos hacemos hoy. Querríamos también saber el día y la señal... Creemos que sería más conveniente saber la «fecha»... Jesús respondió: "Cuidado con dejarse extraviar... porque muchos dirán-: «Ha llegado el momento» No los sigáis... No tengáis pánico..." Todas las doctrinas de tipo "adventistas" fundadas sobre una susodicha profecía precisa del retorno de Cristo, quedan destruidas por esa palabra de Jesús. Hay que vivir, día tras día, sin saber la fecha... sin dejarse seducir por los falsos mesías, sin dejarse amedrentar por los hechos aterradores de la historia (Noel Quesson).
Jesús, nos hablas de los acontecimientos futuros y del fin del mundo. No sé qué es de ahora y qué del final de los tiempos. Nos dices que "cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida". Esta semana, y durante el Adviento, escuchamos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas (J. Aldazábal).
En la imitación de Cristo (1,15,2) se lee: "Mucho hace quien mucho ama". El amor es el mejor de los maestros. Tanto haremos cuanto en verdad amemos aquello-Aquel por quien nos afanamos. Los últimos días del año litúrgico ponen al descubierto la verdad de nuestro amor. Si es verdad que el amor es el mejor de los maestros, las palabras de Jesús del evangelio de hoy las podemos meditar en esta clave: Lo importante no es la decoración externa sino la calidez de nuestro amor, esa Verdad sostén de nuestra alma y de nuestras convicciones que sobrevive a los cambios de decorado. "Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida… Mirad no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis… Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo". ¿Hay mejor señal en el cielo que las provocadas por el amor?
La presencia de Dios sólo puede ser ligada a una vida que está dispuesta a aceptar su Palabra y a obrar en consecuencia. La destrucción de las falsas seguridades –el Templo- no debe llevarnos a un alarmismo nacido de un miedo que ve en todos los acontecimientos que nos rodean la intervención de Dios al final de los tiempos. Es necesario que sepamos interpretar los acontecimientos de la historia en su justa dimensión y no tomar a cada uno de ellos como un anuncio infalible del fin del mundo (Josep Rius-Camps).

2. –“Yo, Juan tuve todavía una visión: había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre”. Este símbolo viene de Daniel, 7-13. También es una alusión directa a las palabras de Jesús: «os lo declaro: desde ahora, veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo» (Mateo 26,64). Quiero contemplarte, Jesús, de ese modo «para siempre».
La «nube» me recuerda la columna de nube del desierto, y en la Transfiguración, una nube luminosa envolvía a Jesús. El color «blanco» es el símbolo de la victoria. La posición «sentado» es símbolo de solidez, de poder. Llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada. Es «rey» y «segador» a la vez.
-“Arrima tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, la mies de la tierra está madura”. Me recuerda aquel: «Dejad que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la siega... la siega es el fin del mundo...» (Mateo 13,30;39). «Cuando el fruto lo admite, se le mete la hoz porque la siega está a punto» (Marcos 4,2-9). La mies está madurando, Señor: «envía obreros a tu mies».
-“Otro ángel, el que cuidaba del fuego... gritó al ángel que tenía otra hoz: arrima tu hoz y vendimia los racimos de la viña... Y vendimió la viña de la tierra y lo echó todo en el gran lagar del furor de Dios”. «Fuego», «lagar», vendimia, para el fuego eterno la gloria y alegría. El «furor de Dios» lo vemos en Isaías 63,1 (Noel Quesson).

3. Jesús, Juez de la historia, con la corona de Rey ceñida sobre la cabeza. Con una hoz afilada para la siega. Y otra hoz afilada para la vendimia. Ha llegado el momento del juicio de Dios, la hora de la verdad. Ahora se verá quién vence y quién es derrotado (J. Aldazábal). El salmo lo había anunciado: "delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra, regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad".

Llucià Pou Sabaté

sábado, 24 de noviembre de 2012


Domingo 34, último del Año litúrgico: Jesucristo, Rey del universo.
“En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: - «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: - «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? » Pilato replicó: -«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le contestó: - «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: - «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: - «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18,33b-37). 

1. El Evangelio nos cuenta que Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Con que, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Jesús es Rey, pero no quiere ser dominante sino servidor, quiere ser rey de mi corazón, para hacerme feliz, quiere que llevemos amor a los demás, para hacer feliz a todos. Hoy pedimos que Cristo sea rey del universo no solo cuando venga a juzgar la historia y el mundo, a todos, sino que muchos lo acepten ya, que no haya guerras, que nos ayudemos todos, que no haya hambre, que no haya peleas, que haya enseguida hacer las paces, que todos nos sintamos hermanos, hijos de Dios, servidores de este Rey que es nuestro hermano.
2. El profeta Daniel nos habla de que vendrá “en las nubes del cielo como un hijo del hombre”, es decir que es Dios y hombre, Jesús: “le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su domino es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin”.
En el Salmo vemos al Señor como Rey, vestido de majestad, con poder. Pero nos gusta verlo como buen pastor que nos cuida: “el Señor es mi pastor, nada me falta”. Recuerdo que un sacerdote que se preparaba para morir, me pidió que le leyera este salmo: “en verdes praderas me hace reposar; hacia aguas tranquilas me guía…”, era un buen excursionista, y pensaba en las veces que subiendo por los prados iba cantando el salmo, y ahora subía al cielo entonándolo también... “reconforta mi alma, me conduce por sendas rectas…” sin miedo, pues con Él vamos seguros: “aunque camine por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”. Y claro, él que había celebrado como sacerdote la Misa cada día se imaginaba estar con Jesús: “preparas una mesa para mí…” y después de haber sido ungido con el bautismo y el sacramento del orden, ahora era ungido con la unción de los enfermos: “unges con óleo mi cabeza”, pero –sigue diciendo el salmo- ya iba a pasar de la mesa de la Misa terrena a la del cielo: “mi copa rebosa”, para tener con Dios un sitio: “tu bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida” –una vida que ya no se acaba nunca- “y habitaré en la Casa del Señor por años sin fin”.
3. San Juan nos habla de que Jesús nos ha hecho libres de todos los pecados y así como él resucitó de entre los muertos: el primero de todos, también nos resucitará a nosotros, nos ha convertido en su reino. “Él viene en las nubes”, para reinar sobre todos, y al final no habrá nada malo, todo será bueno. Nos dice que hemos de ser “sacerdotes” por el bautismo, decía san Josemaría que hemos de tener alma sacerdotal, pues en la Misa ofrecemos nuestra vida con Jesús a Dios. Un día hablaba con dos personas sobre decoración y al fijarse en una lámpara con pantalla de pergamino con letras de canciones, dijo: “¡qué cosa más bonita!: pone Jesús, música maravillosa para el oído que te escucha, miel dulcísima, para los labios que te nombran, delicia para el corazón que te ama!". Se fijaba en las cosas y todo le ayudaba a rezar. Alma sacerdotal significa tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que nos ayude a hacer las paces enseguida, a sonreír y luchar otra vez para mejorar en aquello que no ha salido bien, sin rabietas ni orgullo. Hacer las cosas con Jesús, dejando que reine en nuestro corazón. Cuando le preguntaban a san Josemaría qué oratorio le gustaba… a veces decía: “¡la calle!… me gustan los oratorios, para rezar, pero me gusta más la calle… ahí donde estudiamos y hacemos los deberes sin retrasos y con atención, ahí está Jesús en los juegos sin trampas y sin enfados si perdemos, esto es saber ofrecer todo. Pero para funcionar bien necesitamos rezar cada día, pues así será Jesús nuestro Rey, si le tratamos, nos podrá orientar.

Llucià Pou Sabaté