domingo, 8 de abril de 2012

Pascua, Domingo (Misa del día): La Resurrección de Jesús, fundamento de nuestra filiación divina, la fe en ella se convierte en fuente de esperanza y

Pascua, Domingo (Misa del día): La Resurrección de Jesús, fundamento de nuestra filiación divina, la fe en ella se convierte en fuente de esperanza y causa de la alegría

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43: En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en Él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados”.

Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23: R/. Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. [O bien: Aleluya]
Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / eterna es su misericordia. La diestra del Señor es poderosa, / la diestra del Señor es excelsa. / No he de morir, viviré / para contar las hazañas del Señor.
La piedra que desecharon los arquitectos, / es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, / ha sido un milagro patente.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3,1-4: Hermanos: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria”.

Secuencia: Ofrezcan los cristianos / ofrendas de alabanza / a gloria de la Víctima / propicia de la Pascua. // Cordero sin pecado / que a las ovejas salva, / a Dios y a los culpables / unió con nueva alianza. // Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta. // ¿Qué has visto de camino, / María, en la mañana? / -A mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja. // ¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza! / Venid a Galilea, / allí el Señor aguarda; / allí veréis los suyos / la gloria de la Pascua. // Primicia de los muertos, / sabemos por tu gracia / que estás resucitado; / la muerte en ti no manda. // Rey vencedor, apiádate / de la miseria humana / y da a tus fieles parte / en tu victoria santa. /Amén. Aleluya.

Texto del Evangelio (Jn 20,1-9): El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Comentario: Cristo con su resurrección de entre los muertos ha hecho de la vida de los hombres una fiesta. Los ha colmado de gozo al hacerles vivir no ya una vida terrestre sino una vida celestial. Rezan las primeras homilías que conservamos: "Soy Yo, en efecto vuestra remisión; / soy Yo, la Pascua de la salvación; / Yo el cordero inmolado por vosotros, / Yo vuestro rescate, / Yo vuestra vida, / Yo vuestra luz, / Yo vuestra salvación, / Yo vuestra resurrección, / Yo vuestro rey... / Él es el Alfa y el Omega / Él es el principio y el fin. / Él es el Cristo. Él es el rey. Él es Jesús, / el caudillo, el Señor, / aquel que ha resucitado de entre los muertos / aquel que está sentado a la derecha del Padre...." La misa de Pascua está llena de gozo, del gozo de la Vida que nos comunica el Resucitado. La misa de hoy la tenemos que entender y celebrar sobre todo como un encuentro con el Resucitado tal como lo disfrutaron los discípulos el mismo día de Pascua. “Este es el día en que actuó el Señor, / que sea un día de gozo y de alegría. / Este es el día en que, vencida la muerte, / Cristo sale vivo y victorioso del sepulcro. / Este es el día que lava las culpas y devuelve la inocencia, / el día que destierra los temores y hace renacer la esperanza, / el día que pone fin al odio y fomenta la concordia, / el día en que actuó el Señor, / que sea un día de gozo y de alegría. / Hoy, Señor, cantamos tu victoria, / celebramos tu misericordia y tu ternura, / admiramos tu poder y tu grandeza, / proclamamos tu bondad y tu providencia. / Que sea para nosotros el gran día, / que saltemos de gozo y de alegría, / que no se aparte nunca de nuestra memoria / y que sea el comienzo de una vida / de esperanza, de amor y de justicia”.
"Creer en la resurrección... es el acto de participar en la creación ilimitada... Tener fe, si es que yo alcanzo a descifrar la imagen cristiana, es percibir en su identidad la resurrección y la crucifixión. Sostener la paradoja de la presencia de Dios en un Jesús crucificado, es decir, en el fondo de la desgracia y de la impotencia, un Jesús abandonado de Dios. Tener tal fe es adquirir la libertad de hombre sobre toda ilusión, la del poder y la del tener. Dios no es ya el emperador de los romanos, ni aquel tipo de hombre estimado por los griegos como ejemplar de belleza y de fuerza..., sino más bien la certeza de que es posible creer un futuro cualitativamente nuevo, pero tan sólo si se identifica con aquellos que en el mundo son los más despojados y los más aplastados... Tal amor y la esperanza en la resurrección se identifican. Porque no hay amor más que cuando un ser es para nosotros irreemplazable, y nosotros estamos prestos a dar por él nuestra propia vida... Cuando de verdad estamos dispuestos a tal donación y entrega por el último de los hombres, es entonces cuando Dios está con nosotros; he aquí el poder de transformar el mundo" (R. Garaudy).
“Señor Dios, que en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a los que celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu para resucitar en el reino de la luz y de la paz”, pedimos en la Oración colecta.
Los judíos tenían el poema de las cuatro noches. La primera noche fue cuando YHWH se manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y brillaba. Y la llamó primera noche. La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a Abraham anciano de 100 años y a su esposa Sara, de noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura: "Es que Abraham, a los cien años de edad, va a engendrar y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche. La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los egipcios en medio de la noche; su mano mataba a los primogénitos de Israel, para que se cumpliera lo que dice la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la tercera noche. La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las generaciones perversas serán aniquiladas. Moisés subirá de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra caminará entre los dos y ellos marcharán juntos. Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones.
Es el día en que Jesús «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (Gaudium et Spes 22). El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8). Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba por el amor que había recibido de Cristo.
“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también los nuestros. Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro Señor. Dejemos que su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del bautismo que hemos recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos por el amor y anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo. Seamos testigos esperanzados de su Resurrección.
1. Tenemos aquí un compendio de la predicación de Pedro, que habla solidariamente con todos los apóstoles: "Nosotros somos testigos..." ¿de qué? De que Jesús es el Cristo, el Señor. Hay una identidad entre el Cristo predicado y el Jesús histórico, y esta misma identidad constituye la sustancia de la fe cristiana. En esta predicación vemos: 1ª. Dios ha mostrado que hay que admitir a los paganos sin imponerles la ley mosaica; 2ª. Pedro, por voluntad de Dios, acepta la hospitalidad de un incircunciso-pagano. Vemos una apertura hacia todos del hecho cristiano, y el subrayar la resurrección de Jesús el tercer día es también no sólo determinación temporal, sino una afirmación histórico-salvífica, como ya se ha visto estas semanas. Hoy se cumplen las escrituras, como dirá Jesús a los de Emaús: la ley y los profetas (Pere Franquesa). Este quinto discurso de Pedro en Hechos es, en sus detalles, estructura y estilo una composición de Lucas, pero presenta los temas básicos de la predicación cristiana primitiva, del "kerigma" como suele decirse. Mirar la luz de Jesús, esta estrella, creer en este Ungido, eso es la Pascua, una fiesta de liberación. Creer en el Cristo de Dios es nuestra alegría y nuestra vida, es perdón y reconciliación, es paz y principio de vida eterna (“Caritas”).
2. Compuesto para la liturgia hebrea, este salmo recibe un puesto destacado en la cristiana, que encuentra reflejados en él los misterios redentores de la vida de Cristo. El Señor cantó este salmo al finalizar la Última Cena: así consta -además de en otras fuentes- en las anotaciones de los salterios más antiguos. Y así, la liturgia de acción de gracias de la Nueva Alianza, inaugurada con la Eucaristía, encontró en la expresión de este salmo una admirable conclusión. Con los sentimientos que se contienen en él, nuestro Salvador se encaminó hacia la vía dolorosa que le introduciría en la gloria del día eterno. Pero antes, el designio de su Padre era permanecer en la Cruz hasta el final, como dijo Juan Pablo II: "Si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar."
Salmo pascual por excelencia, expresivo de la acción de gracias por la victoria pascual del Señor. "Nada más grande -comenta san Agustín- que esta pequeña alabanza: porque es bueno. Ciertamente, el ser bueno es tan propio de Dios que, cuando su mismo Hijo oye decir 'Maestro bueno' a cierto joven que, contemplando su carne y no viendo su Divinidad, pensaba que Él era tan sólo un hombre, le respondió: '¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios'. Con esta contestación quería decir: Si quieres llamarme bueno, comprende, entonces, que Yo soy Dios." La Liturgia mozárabe nos brinda esta oración sálmica que, en la celebración de este Domingo, traduce admirablemente el contenido del salmo en oración cristológica al Padre: "Señor, Padre santo, danos tu salvación, da prosperidad a cuantos esperamos en ti; Tú que iluminaste al mundo que yacía en tinieblas, concede a nuestra asamblea celebrar dignamente la solemnidad de este día, de modo que Cristo, el Señor, por quien se concede acceso a los justos y entrada a los que se salvan, sea nuestra puerta y nuestra patria. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén." No he de morir, viviré: "Es una profecía de la Resurrección; en realidad, es como decir: la muerte ya no será más la muerte. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte: Es Cristo quien da gracias al Padre no sólo por haber sido liberado, sino incluso por haber sufrido la Pasión" (S. Juan Crisóstomo). Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: "¿Qué otra cosa podremos cantar allí -en el Cielo- sino sus alabanzas? Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Pero no proclamaremos estas alabanzas con palabras; más bien será el amor mismo, que nos unirá a Él, quien gritará. Esa voz, incluso, será la voz del mismísimo amor. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: el texto comienza y concluye con estas palabras; son el primer versículo y el último del salmo porque de todo lo que hemos venido narrando desde el principio hasta el fin, no hay cosa que más nos pueda embelesar que la alabanza a Dios y un eterno «Aleluya»" (S. Agustín).
El inicio del salmo es espectacular. Todos los metales de la orquesta, encabezados por las trompetas de plata, lanzan al aire, como una fanfarria piafante, el grito de júbilo que dará el tono a todo el salmo: «Eterna es su misericordia». Exulte la tierra entera y salten de alegría las islas innumerables ante esta gran noticia: nuestro Dios está vestido de un manto de misericordia, le precede la ternura y le acompaña la lealtad, y, desde siempre y para siempre avanza sobre una nube en cuyos bordes está escrita la palabra Amor. Israel está en condiciones de confirmar esta noticia: desde pequeño fue tratado con cuerdas de ternura; fue para él -el Señor- como la madre que se inclina para dar de comer a su pequeño y luego lo levanta hasta su mejilla para acariciarlo, y, en su borrascosa juventud lo acompañó con su brazo tenso y fuerte hasta instalarlo en la tierra jurada y prometida. Esta noticia de su eterno amor lo pueden también constatar todos los fieles en cuyas noches brilló el Señor como una antorcha de estrellas, y fue sombra fresca para sus horas meridianas. ¡Gloria, pues, eternamente a Aquel que vela nuestro sueño y cuida nuestros pasos!
“«¡Abridme las puertas del triunfo! El Señor está conmigo y me auxilia; no me entregó a la muerte. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo». Esta es la liturgia de Pascua en el corazón del año. Pero para el verdadero cristiano, cada domingo es Pascua y cada día es domingo. Por eso cada día es Pascua, es «el día que ha hecho el Señor, el día en que actuó el Señor». Cada día es día de victoria y alabanza, de regocijo y acción de gracias, día de ensayo de la resurrección final conquistando al pecado, que es la muerte, y abriéndose a la alegría, que es la eternidad. Cada día hay revuelo de ángeles y alboroto de mujeres en torno a la tumba vacía. ¡Cristo ha resucitado! «Este es el día en que el Señor ha actuado». ¡Ojalá pudiera decir yo eso de cada día de mi vida! Sé que es verdad, porque, si estoy vivo, es porque Dios está actuando en mí con su infinito poder y su divina gracia; pero quiero sentirlo, palparlo, verlo en fe y experiencia, reconocer la mano de Dios en los sucesos del día y sentir su aliento a cada paso. Este es su día, glorioso como la Pascua y potente como el amanecer de la creación; y quiero tener fe para adivinar la figura de su gloria en la humildad de mis idas y venidas. «La diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa. No he de morir: viviré para contar las hazañas del Señor». Que la verdad de fe penetre en mi mente y florezca en mis actos: cristiano es aquel que vive el espíritu de la Pascua. Espíritu de lucha y de victoria, de fe y de perseverancia, de alegría después del sufrimiento y vida después de la muerte. Ninguna desgracia me abatirá y ninguna derrota me desanimará. Vivo ya en el día de los días, y sé que la mano del Señor saldrá victoriosa al final. «El Señor está conmigo, no temo: ¿qué podrá hacerme el hombre?» Yo solo no puedo conseguir el espíritu de Pascua por mi cuenta. Así como el Domingo de Pascua me encuentro en medio de los fieles que proclaman su fe y robustecen la mía con la unión de su presencia y la voz de sus cantos, así ahora también, día a día, necesito a mi alrededor al grupo amigo que afirme esa misma convicción y confirme mi fe con el don de la suya. Invito a la casa de Israel, a la casa de Aarón y a todos los fieles del Señor a que canten conmigo la gloria de Pascua para que todos nos unamos en el estrecho vínculo de la fe y la alegría. «Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (Carlos G. Vallés).
Señala Juan Pablo II “dos frases que resonarán dentro del Nuevo Testamento con una nueva tonalidad”. La primera: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (v. 22). Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21, 42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: "Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 11-12). San Cirilo de Jerusalén comenta: "Afirmamos que el Señor Jesucristo es uno solo, para que la filiación sea única; afirmamos que es uno solo, para que no pienses que existe otro (...). En efecto, le llamamos piedra, no inanimada ni cortada por manos humanas, sino piedra angular, porque quien crea en ella no quedará defraudado". La segunda frase es la que cantaba la muchedumbre en la solemne entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mt 21, 9; cf. Sal 117, 26). “Este espléndido himno bíblico está incluido en la pequeña colección de salmos, del 112 al 117, llamada el "Hallel pascual", es decir, la alabanza sálmica usada en el culto judío para la Pascua y también para las principales solemnidades del Año litúrgico”.
La palabra "misericordia" que abre y cierra la composición “traduce la palabra hebrea hesed, que designa la fidelidad generosa de Dios para con su pueblo aliado y amigo. Esta fidelidad la cantan tres clases de personas: todo Israel, la "casa de Aarón", es decir, los sacerdotes, y "los que temen a Dios", una expresión que se refiere a los fieles y sucesivamente también a los prosélitos, es decir, a los miembros de las demás naciones deseosos de aceptar la ley del Señor (cf. vv. 2-4)”.
“En todas las festividades más significativas y alegres del antiguo judaísmo, especialmente en la celebración de la Pascua, se cantaba la secuencia de salmos que va del 112 al 117… el salmo con el que se concluye este "Hallel egipcio" es precisamente el salmo 117… revela claramente un uso litúrgico en el interior del templo de Jerusalén”. Uno de los símbolos usados en el salmo es el de la piedra. San Ambrosio recuerda que "Cristo es la piedra" y que "también a su discípulo, Cristo le otorgó este hermoso nombre, de modo que también él sea Pedro, para que de la piedra le venga la solidez de la perseverancia, la firmeza de la fe… Esfuérzate por ser tú también piedra. Pero para ello no busques fuera de ti, sino en tu interior, la piedra. Tu piedra son tus acciones; tu piedra es tu pensamiento. Sobre esta piedra se construye tu casa, para que no sea zarandeada por ninguna tempestad de los espíritus del mal. Si eres piedra, estarás dentro de la Iglesia, porque la Iglesia está asentada sobre piedra. Si estás dentro de la Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán contra ti".
3. Los primeros relatos que tenemos de la pascua son las cartas apostólicas, que recogen lo que vivían los primeros cristianos en su primitiva liturgia: el hecho de la resurrección. Pensar en las cosas de arriba donde está Jesús, “gustar” de esas cosas… son reminiscencias de esos himnos litúrgicos que recibe S. Pablo y que re-piensa en su teología: es posible la nueva vida; porque todavía no se ha manifestado, es necesario dar frutos de vida eterna. Nuestra vida se mueve entre el "ya" y el "todavía-no".
Hay, por lo tanto, un camino que recorrer y un deber que cumplir. Estamos en ello, en el paso o trance de la decisión. Hay que elegir, y nuestra elección no puede ser otra que "los bienes de arriba". Lo cual no significa que el cristiano se desentienda de los "bienes de la tierra", si ello implica desentenderse del amor al prójimo. Pues los "bienes de arriba", es decir, lo que esperamos, es también la transformación por el amor del mundo en que habitamos. Cuando Cristo aparezca, se mostrará en Él nuestra vida y entonces veremos lo que ahora somos ya radicalmente, misteriosamente (“Eucaristía” 1982). El paso de lo de "abajo" a lo de "arriba" no se realiza por prácticas ascéticas, gnosis o misterios, sino por la confesión de fe en Cristo Jesús. La contraposición entre las cosas de arriba y las de abajo ha influido fuertemente en la teología y en la piedad cristiana, y ha dejado a un lado con frecuencia la realidad de la vida. Basta recordar algunos textos de oraciones, incluso litúrgicas. Buscar las cosas de arriba no significa despreciar los bienes de la tierra para poder amar los del cielo. La responsabilidad del progreso material no se puede separar de la moral cristiana. La piedad ha valorado excesivamente algunas prácticas destinadas a mortificar el cuerpo para liberar el alma (P. Franquesa). S. Agustín comenta esta expresión: “Si habéis resucitado con Cristo... ¿Cómo vamos a resucitar si aún no hemos muerto? ¿Qué quiso decir entonces el Apóstol con estas palabras: Si habéis resucitado con Cristo? ¿Acaso Él hubiese resucitado de no haber muerto antes? Hablaba a personas que aún vivían, que todavía no habían muerto y ya habían resucitado. ¿Qué significa esto? Ved lo que dice: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra; pues estáis muertos (Col 3,1-3). Es él, no yo, quien lo dice, y dice la verdad, y por eso lo digo también yo. ¿Por qué lo digo también yo? He creído y por eso he hablado. Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien en cambio, aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía, y, si vive mal, no vive; muera para no morir. ¿Qué significa «muera para no morir»? Cambie de vida, para no ser condenado. Repito las palabras del Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra, pues estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, también vosotros apareceréis entonces en la gloria con Él (Col 3,1-3). Son palabras del Apóstol. A quien aún no ha muerto, le digo que muera; a quien aún vive mal, le digo que cambie. Si vivía mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado. Pero ¿qué significa vivir bien? Gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. Mientras eres tierra, a la tierra irás (Gn 3,19); mientras lames la tierra -cuando amas la tierra la lames- y te haces enemigo de Aquel del que dice el salmo: Y sus enemigos lamen la tierra (Sal 71,9). ¿Qué erais? Hijos de los hombres. ¿Qué sois ahora? Hijos de Dios. Hijos de los hombres ¿hasta cuando tendréis el corazón pesado? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? (Sal 4,3). ¿Que mentira buscáis? Ahora os lo digo. Sé que queréis ser felices. Preséntame un salteador, un criminal, un fornicador, un malhechor, un sacrílego, un hombre manchado con toda clase de vicios y cubierto con toda clase de torpezas y delitos que no quiera vivir una vida feliz. Sé que todos queréis ser felices; pero ¿qué es lo que hace que el hombre viva feliz? Eso es lo que no queréis buscar. Buscas el oro porque piensas que vas a ser feliz con él; pero el oro no te hace feliz. ¿Por qué buscas la mentira? ¿Por qué quieres ser ensalzado en este mundo? ¿Por qué crees que vas a ser feliz con el honor que te tributen los hombres y con la pompa mundana? Pero la pompa mundana no te hace feliz. ¿Por qué buscas la mentira? Cualquier otra cosa que busques, si la buscas al estilo del mundo, si buscas la tierra amándola, si buscas la tierra lamiéndola, la buscas para ser feliz, pero ninguna cosa terrena te hará feliz. ¿Por qué no cesas de buscar la mentira?
¿Qué te hará, entonces, feliz? Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo tendréis el corazón pesado? ¿Cómo queréis que no os pese el corazón si lo llenáis de tierra? ¿Hasta cuándo tuvieron los hombres pesado el corazón? Tuvieron pesado el corazón hasta antes de la venida de Cristo, antes de su resurrección. ¿Hasta cuándo tendréis pesado el corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? Queriendo ser felices, buscáis las cosas que os hacen desgraciados. Os engaña eso que buscáis; lo que buscáis es una mentira. ¿Quieres ser feliz? Si lo deseas, te muestro lo que te puede hacer feliz. Continúa leyendo: ¿Hasta cuándo tendréis pesado el corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? Sabed. ¿Qué? Que el Señor ha engrandecido a su Santo (Sal 4,4). Vino Cristo a nuestras miserias: sintió hambre, sed, se fatigó, durmió, hizo cosas maravillosas, sufrió males, fue flagelado, coronado de espinas, cubierto de salivazos, abofeteado, crucificado, traspasado por la lanza, colocado en el sepulcro; pero al tercer día resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte. Tened vuestros ojos fijos en su resurrección, puesto que el Señor ha engrandecido a su Santo, hasta el punto de resucitarlo de entre los muertos y otorgarle en el cielo el honor de sentarse a su derecha.
Te he mostrado lo que debes saborear si quieres ser feliz. Aquí no puedes serlo. En esta vida no puedes ser feliz. Es cosa buena la que buscas, pero esta tierra no es el lugar donde se da lo que buscas. ¿Qué buscas? La vida feliz. Pero no se encuentra aquí. Si buscases oro en un lugar donde no existe, quien está seguro de que allí no lo hay, ¿no te diría: «¿por qué cavas, por qué remueves la tierra? ¿Estás haciendo una fosa a la que bajar, no en la que encontrar algo?». ¿Qué vas a responder a quien te avisa? «Busco oro». Y él: «No te digo que lo que buscas es una tontería; buena cosa es la que buscas, pero no existe donde la buscas». Así también, cuando tú dices: «Quiero ser feliz», deseas algo bueno, pero no existe aquí.
Si Cristo la poseyó en esta tierra, la tendrás también tú. ¿Qué encontró Él en la región de la muerte? Pon atención: viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte: ve lo que tienes aquí, lo que abunda aquí. Comió contigo lo que abundaba en la despensa de tu miseria. Aquí bebió vinagre, aquí tuvo hiel. He aquí lo que encontró en tu despensa. Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que el pan es Él mismo. Al descender y encontrar tales cosas en tu despensa, no sólo no despreció tu mesa; sino que te prometió la suya. Y a nosotros ¿qué nos dice? «Creed, creed que llegaréis a los bienes de mi mesa, pues yo no he despreciado los males de la vuestra». Él tomó tu mal y te dará su bien. Lo dará, sí. Nos prometió su vida; pero más increíble es lo que ha hecho: nos envió por delante su muerte. Como diciendo: «Os invito a mi vida, donde nadie muere, donde la vida es en verdad feliz, donde el alimento no se estropea, donde repara fuerzas, sin disminuir él. Ved a qué os invito: a la región de los ángeles, a la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos: para terminar, a mí mismo. Os invito a mi vida. ¿No queréis creer que os voy a dar mi vida? Recibid en prenda mi muerte». Por tanto, ahora, mientras vivimos en esta carne corruptible, muramos con Cristo, mediante el cambio de vida y vivamos con Cristo mediante el amor a la justicia. La vida feliz no hemos de recibirla más que cuando lleguemos a aquel que vino hasta nosotros y comencemos a vivir con quien murió por nosotros”.
4. a) Después que hubieran puesto la experiencia de Jesús resucitado por escrito, la fe de los primeros cristianos quiso conocer los hechos anecdóticos, los acontecimientos según el orden de los sucesos, y antes de que murieran los Apóstoles se fueron recogiendo los relatos, que se fueron escribiendo según el orden de los Evangelistas, y con sus variantes y tradiciones fueron componiéndose los Evangelios. Según lo que me parece entender, las cosas serían algo así como: primero Jesús se aparece en su interior a la Virgen y le comunica, en la madrugada del domingo, es decir hoy, que ha resucitado. Este gozo lo comunican los ángeles a las mujeres, que anuncian la nueva a los Apóstoles, primero Simón y Juan que van y creen, al ver los lienzos como “desinflados”. María Magdalena se queda allí, y habla con Jesús creyendo que es el hortelano hasta que la llama por su nombre: “María” y ella le reconoce. Esto nos hace ver que Jesús en su cuerpo glorioso –que no tiene materia, que puede pasar por espacios sólidos y cruzar en el mismo tiempo varios lugares- se aparece a quien quiere, y quizá también a quien está preparado para ver, como vemos en la siguiente aparición, los de Emaús: por el camino les explica las Escrituras, y se encienden al ver que desde Moisés y los profetas hablan de que Jesús tiene que sufrir antes de resucitar (toda la cuaresma hemos leído estos pasajes) y luego le dicen que se quede (se hace de noche, cuando Él no está) y Él cena con ellos, y al partir el pan lo reconocen. En esta aparición vemos las dos escenas de la Misa: la lectura viva de la Palabra que enciende nuestros corazones, y nos prepara para verle en la fracción del pan, segunda parte de la Misa, en la mesa del altar. Luego, siguiendo con las apariciones, lo hace aquella misma noche de pascua a los apóstoles ya reunidos, y luego el domingo siguiente –es una repetición dominical- y otro más en el lago, y luego por último el día de la Ascensión.
b) En las palabras de María Magdalena resuena probablemente la controversia con la sinagoga judía, que acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún, al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario, queda claro que no ha habido robo.
La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un cierto enfrentamiento, en un problema de competencia entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación, pero es el otro discípulo quien "ve y cree".
Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo del verdadero creyente. De hecho, este discípulo, contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que Jesús no sería vencido por la muerte (Josep Mª Grané).
S. Agustín también comenta este pasaje: “Entró, vio y creyó (Jn 20,8). Oísteis que creyó, pero no se alaba esta fe; en efecto, se pueden creer tanto cosas verdaderas como falsas. Pues si se hubiese alabado el que creyó en este caso o se hubiera recomendado la fe en el hecho de ver y creer, no continuaría la Escritura con estas palabras: Aún no conocía las Escrituras, según las cuales convenía que Cristo resucitara de entre los muertos (Jn 20,9). Así, pues, vio y creyó. ¿Qué creyó? ¿Qué, sino lo que había dicho la mujer, a saber, que se habían llevado al Señor del sepulcro? Ella había dicho: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sé dónde lo han puesto (Jn 20,2).
Corrieron ellos, entraron, vieron solamente las vendas, pero no el cuerpo y creyeron que había desaparecido, no que hubiese resucitado. Al verlo ausente del sepulcro, creyeron que lo habían sustraído y se fueron”. En este día santo "lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta" (Secuencia de Pascua).
c) Ratzinger escribió también una Meditación para el día de pascua: “¡Qué conmoción sacudiría al mundo si leyéramos un día en la prensa: «se ha descubierto una hierba medicinal contra la muerte»! Desde que la humanidad existe, se ha estado buscando tal hierba. Ella espera una medicina contra la muerte, pero, al mismo tiempo, teme a esa hierba. Sólo el hecho de que en una parte del mundo la esperanza de vida se haya elevado de 30 a 70 años ha creado ya problemas casi insolubles.
La iglesia nos anuncia hoy con triunfal alegría: esa hierba medicinal contra la muerte se ha encontrado ya. Existe una medicina contra la muerte y ha producido hoy su efecto: Jesús ha resucitado y no volverá ya a morir. Lo que es posible una vez, es fundamentalmente posible y así esta medicina vale para todos nosotros. Todos nosotros podemos hacernos cristianos con Cristo e inmortales. ¿Pero cómo? Esto debería ser nuestra pregunta más viva. Para encontrar la respuesta, debemos sobre todo preguntar: ¿cómo es que resucitó? Pero, sobre eso, se nos da una simple información que se nos confía a todos: Él resucitó porque era no sólo un hombre, sino también hijo de Dios. Pero era también un hombre real y lo fue por nosotros. Y así sigue, por su propio peso, la próxima pregunta: ¿cómo aparece este «ser-hombre» que une con Dios y que debe ser el camino para todos nosotros? Y parece claro que Jesús vive toda su vida en contacto con Dios. La Biblia nos informa de sus noches pasadas en oración. Siempre queda claro esto: Él se dirige al Padre. Las palabras del Crucificado no se nos refieren en los cuatro evangelios de un modo unitario, pero todos coinciden en afirmar que Él murió orando. Todo su destino se halla establecido en Dios y se traduce así en la vida humana. Y siendo así las cosas, Él respira la atmósfera de Dios: el amor. Y por ello es inmortal y se halla por encima de la muerte. Y ya tenemos las primeras aplicaciones a nosotros: nuestro pensar, sentir, hablar, el unir nuestra acción con la idea de Dios, el buscar la realidad de su amor, éste es el camino para entrar en el espacio de la inmortalidad.
Pero queda todavía otra pregunta. Jesús no era inmortal en el sentido en el que los hombres deseaban serlo desde tiempos inmemoriales, cuando buscaban la hierba contra la muerte. Él murió. Su inmortalidad tiene la forma de la resurrección de la muerte, que tuvo lugar primero. ¿Qué es lo que debe significar esto? El amor es siempre un hecho de muerte: en el matrimonio, en la familia, en la vida común de cada día. A partir de ahí, se explica el poder del egoísmo: él es una huida comprensible del misterio de la muerte, que se halla en el amor. Pero, al mismo tiempo, advertimos que sólo esa muerte que está en el amor hace fructificar; el egoísmo, que trata de evitar esa muerte, ese es el que precisamente empobrece y vacía a los hombres. Solamente el grano de trigo que muere fructifica.
El egoísmo destruye el mundo; él es la verdadera puerta de entrada de la muerte, su poderoso estímulo. En cambio, el Crucificado es la puerta de la vida. Él es el más fuerte que ata al fuerte. La muerte, el poder más fuerte del mundo, es, sin embargo, el penúltimo poder, porque en el Hijo de Dios el amor se ha mostrado como más fuerte. La victoria radica en el Hijo y cuanto más vivamos como Él, tanto más penetrará en este mundo la imagen de aquel poder que cura y salva y que, a través de la muerte, desemboca en la victoria final: el amor crucificado de Jesucristo”.
d) Por último, un pensamiento sobre la Pascua, el día que transforma las penas en alegrías. El enigma mayor de la condición humana es la muerte. ¿Como es que el hombre, con deseos de ser feliz, muere? Es el misterio del dolor, de la cruz, que no tiene explicación. Un proceso de transformación, como una purificación del amor, que nos prepara para la felicidad que es estar con Dios. Realidad misteriosa que no es el final, pues cuando se acaba nuestra estancia aquí en la tierra comienza otra, la vida continúa en el cielo. La muerte no es el final de trayecto, la vida no se acaba, se transforma…
Jesús también muere, y ha resucitado. Y nos dice: “Yo soy el camino…”. La muerte es una realidad misteriosa, tremenda, y del más allá no sabemos mucho, sólo lo que Jesús nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida…”
Dios, que es amor, nos hace entender que el amor no se acaba con la muerte, que después de esta etapa hay otra para siempre. Que Dios no quiere lo malo, pero lo permite en su respeto a la libertad, sabiendo reconducirlo con Jesús hacia algo mejor… la muerte para la fe cristiana es una participación en la muerte de Jesús, desde el bautismo estamos unidos a Él, en la Misa vivimos toda la potencia salvadora de la muerte hacia la resurrección.
Las fuerzas atávicas del mal, que volcaban en un inocente sus traumas y represiones (el chivo expiatorio) que por el demonio se vierte toda la agresividad en contra del Mesías, quedan truncadas. Pues en la muerte de Jesús esas fuerzas quedan vencidas, el círculo del odio queda sustituido por el círculo del amor; una nueva ola que alcanza –con su Resurrección- todos los lugares del cosmos en todos sus tiempos. "En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra si mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical" (Benedicto XVI). Se establece la redención, la vuelta al paraíso original, a la auténtica comunión con todos y todo. Y cuando estamos en contacto con Jesús, en la comunión, también estamos con los que están con Él, de todos los lugares de todos los tiempos, con los que queremos y ya se han ido de nuestro mundo y tiempo.
Este es el misterio pascual de Jesús, el paso de la muerte a la Vida, la luz que se enciende con la nueva aurora. El cuerpo que se entierra es semilla –grano de trigo que muere y da mucho fruto- para una vida más plena, de resurrección.
El amor humano nos hace entender ese amor eterno, pues el amor nace para ser eterno, aunque cambiemos de casa quedamos unidos a los que amamos. Jesús nos enseña plenamente el diccionario del amor, nos habla del amor de un Dios que es padre y que nos quiere con locura, y dándose en la Cruz, hace nuevas todas las cosas, en una renovación cósmica del amor: las cosas humanas, sujetas al dolor y la muerte, tienen una potencia salvífica, se convierten en divinas.
En este retablo de las tres cruces, vemos a la Trinidad volcar su amor en el calvario. Y junto a Jesús, su madre. Allí ella también entrega a su hijo por amor a nosotros. Allí también está el buen ladrón que dice: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”, y Jesús le da la fórmula de canonización: “en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”; es un misterio ese juicio divino en el amor. Juntos se fueron al cielo.
Estos días queremos vivir el misterio, abrir los ojos como las mujeres al buscar a Jesús en la mañana de pascua, y les dice el ángel, aquel primer domingo: “¿por qué buscáis entre los muertos aquel que está vivo? No está aquí, ha resucitado”. Queremos ver más allá de lo que se ve, beber de ese amor verdadero que es eterno, para iluminar nuestros días con ese día de fiesta, de esperanza cierta.

sábado, 7 de abril de 2012

Semana Santa, Vigilia Pascual: en la noche santa Jesús nos abre las puertas del paraíso

Semana Santa, Vigilia Pascual: en la noche santa Jesús nos abre las puertas del paraíso

Primera lectura: Génesis 1,1-2,2: Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: "Que exista la luz." Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz "Día"; a la tiniebla, "Noche". Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios: "Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas." E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda. Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda "Cielo". Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios: "Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes." Y así fue. Y llamó Dios a los continentes "Tierra", y a la masa de las aguas la llamó "Mar". Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: "Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra." Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios: "Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra." Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Y dijo Dios: "Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo." Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: "Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra." Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios: "Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies." Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra." Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra." Y dijo Dios: "Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento." Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.
Salmo 103: Bendice, alma mía, al Señor: / ¡Dios mío, qué grande eres! / Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto.
Asentaste la tierra sobre sus cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y las aguas se posaron sobre las montañas…
Haces salir fuentes en los valles, / por medio de los montes pasarán las aguas. / Sobre ellas morarán las aves del cielo, / de en medio de las ramas cantarán.
Riegas los montes desde tus más altos lugares, / del fruto de tus obras se saciará la tierra. / Produces heno para las bestias, / y hierba para el servicio de los hombres.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor! / Todas las cosas hiciste con sabiduría, / llena está la tierra de tus criaturas. / Bendice, alma mía, al Señor.

Segunda lectura: Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18: En aquellos días, Dios puso a prueba a Abraham, llamándole: "¡Abraham!" Él respondió: "Aquí me tienes." Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré." Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abraham levantó allí el altar y tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: "¡Abraham, Abraham!" Él contestó: "Aquí me tienes." El ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo." Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abraham desde el cielo: "Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido."

Salmo 15: El Señor es el lote de mi heredad.
5El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano: / 6me ha tocado un lote hermoso, / me encanta mi heredad… / 8Tengo siempre presente al Señor, / con Él a mi derecha no vacilaré.
9Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa serena. / 10Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
11Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de alegría perpetua a tu derecha.

Tercera lectura: Éxodo 14, 15-15, 1: En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: "¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que Yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros."
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa, y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente. Y dijo Egipto: "Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto." Dijo el Señor a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes."
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:

Éxodo 15, 1-6,17-18: "Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: / Él hundió en el mar los caballos y los carros. / 2 Él Señor es mi fuerza y mi protección, / Él me salvó. / Él es mi Dios y yo lo glorifico, / es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. / 3 El Señor es un guerrero, / su nombre es ‘Señor’. / 4 Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, / lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. / 5 El abismo los cubrió, / cayeron como una piedra en lo profundo del mar. / 6 Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, / tu mano, Señor, aniquila al enemigo…
17 Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, / en el lugar que preparaste para tu morada, / en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. / 18 ¡El Señor reina eternamente!".

Cuarta lectura: Isaías 54, 5-14: El que te hizo te tomará por esposa; su nombre es Señor de los ejércitos. Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de toda la tierra. Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira te escondí un instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero -dice el Señor, tu redentor-. Me sucede como en tiempo de Noé: juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti ni amenazarte. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará -dice el Señor, que te quiere-. ¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada! Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras preciosas. Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos. Tendrás firme asiento en la justicia. Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer; y lejos del terror, que no se te acercará.

Salmo 29: 2Te ensalzaré, Señor, porque me has librado / y no has dejado que mis enemigos se rían de mí... / 4Señor, sacaste mi vida del abismo, / me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
5Tañed para el Señor, fieles suyos, / dad gracias a su nombre santo; / 6su cólera dura un instante; / su bondad, de por vida; / al atardecer nos visita el llanto; / por la mañana, el júbilo.
11Escucha, Señor, y ten piedad de mí; / Señor, socórreme. / 12Cambiaste mi luto en danzas, / me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; / 13te cantará mi alma sin callarse, / Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Quinta lectura: Isaías 55, 1-11: Así dice el Señor: "Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra. Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo."

Salmo responsorial: Isaías 12, 2-6: He aquí que Dios es mi salvador, confiadamente actuaré, no temeré porque mi fortaleza y mi gloria es el Señor y ha sido mi salvación. / Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. / Alabad al Señor e invocad su nombre, haced notorios a los pueblos sus consejos, acordaos que su nombre es excelso. / Cantad al Señor, porque se ha portado con magnificencia, anunciad esto en toda la tierra. Regocíjate y da alabanza, morada de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.

Sexta lectura. Baruc 3, 9-15. 32-4, 4: Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído para aprender prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que estés contaminado entre los muertos, y te cuenten con los habitantes del abismo? Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre. Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia; así aprenderás dónde se encuentra la vida larga, la luz de los ojos y la paz. ¿Quién encontró su puesto o entró en sus almacenes? El que todo lo sabe la conoce, la examina y la penetra. El que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que manda a la luz, y ella va, la llama, y le obedece temblando; a los astros que velan gozosos en sus puestos de guardia, los llama, y responden: Presentes", y brillan gozosos para su Creador. Él es nuestro Dios, y no hay otro frente a Él; investigó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, a su amado, Israel. Después apareció en el mundo y vivió entre los hombres. Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán. Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina a la claridad de su resplandor; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!

Salmo responsorial: Salmo 18 (ver el domingo B de la 3ª semana de Cuaresma)

Séptima lectura: Ezequiel 36, 16-28: Me vino esta palabra del Señor: "Hijo de Adán, cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la profanó con su conducta, con sus acciones; como sangre inmunda fue su proceder ante mí. Entonces derramé mi cólera sobre ellos, por la sangre que habían derramado en el país, por haberlo profanado con sus idolatrías. Los esparcí entre las naciones, anduvieron dispersos por los países; según su proceder, según sus acciones los sentencié. Cuando llegaron a las naciones donde se fueron, profanaron mi santo nombre; decían de ellos: "Éstos son el pueblo del Señor, de su tierra han salido." Sentí lástima de mi santo nombre, profanado por la casa de Israel en las naciones a las que se fue. Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor: "No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros, en las naciones a las que habéis ido. Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor -oráculo del Señor-, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios."

Salmo 41: 2Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; / 3tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? / 5Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. / Envía tu luz y tu verdad, ellas me guiaron y llevaron a tu santo monte y a tus tabernáculos. / Entraré al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud. Te alabaré yo con la cítara, Dios, Dios mío.

O bien: Salmo 50: Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva en mis entrañas un espíritu recto. No me apartes de tu rostro y no quites de mí tu Espíritu Santo. / Vuélveme la alegría de tu salvación y confórtame con un espíritu generoso. Enseñaré a los inicuos tus caminos y los impíos se convertirán a Ti. / Sacrificio para Dios es el espíritu atribulado, no despreciarás, oh Dios, un corazón contrito y humillado.

Epístola: Romanos 6, 3-11: Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Salmo 117: Alabad al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga ahora Israel que es bueno, porque es eterna su misericordia. / La diestra del Señor hizo proezas, la diestra del Señor me ensalzó. No moriré, sino viviré y contaré las obras del Señor. / La piedra que desecharon los edificadores, ésta ha sido puesta por piedra angular. Por el Señor ha sido hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.

Evangelio (Mc 16,1-8): En aquel tiempo María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: -¿Quién nos correrá la piedra a la entrada del sepulcro? Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les, dijo: -No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. HA RESUCITADO. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo. Salieron corriendo del sepulcro, temblando de espanto. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.

Comentario: El pregón pascual exulta de gozo en esta noche santa, cuando se ve que “Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos… ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos.
Las lecturas del AT tienen un ritmo interno bien conocido: la Ley y los Profetas, con los Salmos. En el primer grupo, la creación, el sacrificio de Abrahán y el paso del mar Rojo. En el segundo, la llamada al amor renovador (con una alusión intencionada a los días de Noé y al diluvio: referencia bautismal y eclesial) y las imágenes sapienciales-sacramentales de la alianza (el agua, el alimento, la Palabra) en los dos textos de Isaías; la llamada entusiasta a la fe, en el texto de Baruc; la promesa del don escatológico (un pueblo, un agua pura, un corazón y un espíritu nuevos), en el maravilloso texto de Ezequiel. En los salmos resuenan los temas de las lecturas que les preceden, destacándose los dos cánticos bíblicos: el de Moisés para la lectura del Éxodo y el de Isaías 12 como cántico bautismal (Pere Tena).
“La noche de Pascua, en su verdadero sentido, es la fiesta nupcial de la Iglesia. Todas las imágenes de nupcias y bodas que, llenas de promesas, nos acompañan a lo largo de la liturgia anual, alcanzan hoy toda su plenitud. La imagen del pozo de Jacob se ha hecho feliz realidad: la mujer que no tenía esposo, pero que había pertenecido a muchos, ha encontrado al esposo celestial que le estaba destinado desde el comienzo. La humanidad ha acabado por comprender a quién debe dirigir el saludo que hasta ahora había dirigido a un esposo falso y seductor. Este saludo era: "¡Salve, esposo! ¡Salve, nueva luz!" (Fírmico Materno). Pues "sólo hay una luz, sólo hay un esposo: Cristo es el único que ha recibido la gracia de tal nombre" (Id). Aquí, en la noche de Pascua, en boca de la Iglesia y ante la luz del cirio pascual, figura de Cristo, el antiguo saludo de los misterios paganos alcanza su verdadero sentido. Ya es de noche; llega el esposo a casa y encuentra a la esposa desvelada. No ha podido pegar los ojos sabiéndolo fuera, en la noche del sepulcro.
¡Ahora ha vuelto vivo! "Sus cabellos están cubiertos de la escarcha de la noche" (Ct 5,2), como decía S. Paulino de Nola: "Quae autem nox intellectu spiritali putanda nisi passio Domini...”; aún lleva impresas las huellas de la pasión. Pero está ante la puerta, sobrenaturalizado, con el cuerpo glorificado, revestido de la divinidad, "mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías" (Ct 2, 9); San Ambrosio dirá que las "ventanas" se interpretan como si fuesen los profetas, “por quos Dominus genus respexit humanum, priusquam in terras ipse descenderet" -"por los cuales Dios miró al género humano antes de bajar Él mismo a la tierra". Hasta ahora la esposa solamente ha podido adivinarlo a Él a través de las ventanas y las celosías, a través de los dichos y las imágenes de los profetas. Ahora ha salido de la oscuridad de la noche, y su presencia viva en la gloria de su resurrección sobrepasa con su resplandor cualquier imagen y profecía” (Emiliana Löhr).
1. Génesis (1,1-2,2) nos presenta los comienzos de nuestra historia. Todo es fruto del gran amor de Dios. Todo nace, todo es vida, todo es bueno. Y el gran amor de Dios continúa siempre, en todas las generaciones del mundo y de los hombres. El texto, en prosa rítmica, altamente poética, compuesto en última redacción en torno al siglo IV aC. por la tradición sacerdotal de Jerusalén bajo la influencia asirio-babilónica según las ideas pseudo-científicas de la cosmografía de la época. Lo importante son las convicciones de fe que nos transmite: el universo es obra de Dios, la creación entera es buena, el hombre ha recibido la bendición divina y ha sido hecho a imagen de Dios. En esta noche el texto de la creación nos recuerda que la redención culmina el proyecto de Dios trazado desde el inicio.
“Dios estaba enfermo. Enfermo por no encontrar quien le correspondiera, un ser que respondiera a su ofrecimiento de amor. Hemos convertido a Dios en un ser satisfecho y soberanamente independiente. Y es que para nosotros la dependencia es una imperfección. Hemos hecho de Dios un ser solitario perfectamente autónomo, porque para nosotros la relación pone de manifiesto una contingencia. Al abrir la Biblia, desde la primera página descubrimos ya a un Dios que busca, impaciente, a alguien con quien estar cara a cara, a alguien con quien hablar. Nos imaginamos espontáneamente a un Dios impasible: carecer de deseos sería la perfección del equilibrio. Pues bien, nada más abrir la historia sagrada, que nos habla de Dios, descubrimos a un Dios que se identifica con sus sentimientos. Dios es Amor, y el Amor es petición, invocación, pobreza. Dios es infinitamente pobre y pedigüeño, pues Dios es deseo. Por ser palabra, Dios no puede vivir sin haber encontrado a alguien que, frente a Él y para Él, sea palabra. Dios exige como interlocutor a un ser hecho a su imagen y semejanza.
El hombre no existe para sí mismo: existimos para Dios. Somos creados como seres "de cara" a Dios. No hemos sido hechos primordialmente para amar a Dios, sino para que Dios pueda amarnos, es decir, invitarnos a entrar en esa participación, en un intercambio gratuito tan "irracional" como la explosión de gozo que brota de dos miradas que se cruzan y se reconocen en la admiración del descubrimiento mutuo.
Contrariamente a lo que imaginamos, no somos nosotros los que buscamos a Dios; es Dios el primero en buscarnos. Hay alguien que nos busca desde el primer día del universo...
Buscados por alguien... Vosotros que, aunque sólo sea por un momento, habéis encontrado a alguien o deseado a alguien, entendéis lo que quiero decir cuando menciono al enamorado que busca al ser amado con una pasión que da sentido a su vida. Vive sólo para él y por él; piensa en él, existe con referencia a lo que el otro piensa, experimenta y vive. Ser buscado por alguien es la felicidad del que es amado.
Somos buscados por Dios desde el principio. Y con impaciencia y pasión. Sí, somos fruto de la pasión de Dios. Un filósofo ateo escribía acertadamente: "También Dios tiene su infierno: ¡el hombre!". Desde siempre conoce Dios el "infierno" de los enamorados: tiene sed del hombre.
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Dios, como el enamorado que lo da todo, da lo mejor de sí mismo. No podíamos ni imaginar siquiera tal grandeza: para Dios lo somos todo, y Dios nos lo ha dado todo. Dios nos ha modelado a su imagen, y Adán, salido de sus manos trémulas de amor, tiene ya ese rostro que Dios ama desde la eternidad, el de su Hijo único. Adán se llama ya Jesús. Dios podía mirar lo que había hecho y reconocerse en ello, había hecho una obra hermosa. "Esto es muy bueno: éstas son las palabras maravillosas que cierran la creación. Y Dios añadió las primeras palabras de ternura susurradas al hombre, al que amaba apasionadamente: "La fuerza con que te amo no es distinta de la fuerza por la cual existes"” (Paul Claudel).
“Dios y Padre creador, / bendito sea tu nombre; / Tú nos has hecho a tu imagen / y nos has moldeado a semejanza tuya. / Llevamos ya estos nombres gloriosos: / hijos amados, / hombres nacidos de una palabra de amor. / Haz que nada desfigure nuestra belleza original, / sino que ésta florezca esplendorosa, / sin mancha ni arruga, / en la resurrección eterna” (“Dios cada día”, Sal terrae).
“-Profusión de seres vivientes... Grandes monstruos marinos... Ganado, bichos y animales salvajes... Dios los bendijo diciendo: «Sed fecundos y multiplicaos.» Dios bendice los animales vivos y la bendición que reciben es para desarrollo y expansión de su «vida». Vivir. Sencillamente «vivir». Es un don del amor de Dios. Los antiguos tenían ya el presentimiento de ello. La ciencia moderna, a pesar de todas sus conquistas, no ha logrado aún comprender exactamente lo que es la vida. Es una maravilla misteriosa de organización compleja y delicada. La vida ¿estaría destinada a desaparecer? El objetivo de Dios ¿será la muerte de todos los seres vivos? El autor sagrado tratará de responder a esta pregunta capital en el segundo capítulo del Génesis que leeremos estos días.
-Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Gracias a la radio-astronomía se conocen hoy partículas de materia alejadas de nosotros millones de años-luz. Desde el punto de vista de la ciencia, la tierra no ocupa, en modo alguno, un lugar privilegiado. No es más que un ínfimo gramo de polvo. Y la afirmación bíblica de que el hombre es la cumbre o el centro del mundo ¡podrá haceros sonreír! Sin embargo, como dice Pascal, parece que el hombre es el único ser que «conoce» ese cosmos, millares de veces mayor y más fuerte que él y que lo aplasta. Privilegio único: de todas las cosas creadas, sólo el hombre es llamado "imagen de Dios". La faz del Dios invisible se halla sobre el frágil rostro del hombre.
¿Qué quiere decir esa fórmula esencial: Imagen de Dios? 1. El hombre y la mujer, en primer lugar en el diseño mismo de su cuerpo ¿serán imágenes de Dios? Sí, el término hebreo «imagen» evoca la «belleza», el "modelo" sobre el cual se esculpe una estatua. 2. ¿La «pareja» es imagen de Dios? como lo sugiere la siguiente aproximación al texto sagrado: «a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó.» Como Dios es Amor, el hombre es amor, capacidad de «relaciones», de «comunión interpersonal». 3. Pero, según la Biblia, el hombre es ante todo «imagen de Dios» por su autoridad sobre el universo, por su inteligencia creadora, a semejanza de la inteligencia de Dios, por lo que es capaz de dominar la naturaleza y de transformarla.
-«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla. Mandad en los peces, en las aves y en todo animal... Os doy toda planta y todo árbol... En efecto, desde que el hombre apareció sobre la tierra ésta cambió de aspecto: el hombre puso su impronta sobre ella y la «humanizó». La creación ha sido dada inacabada al hombre. El Salmo 8 se maravilla de esta responsabilidad. «Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes? ¡Tú le hiciste casi un dios: le coronaste de gloria y majestad, le diste el señorío sobre todas las obras de tus manos; todo lo pusiste bajo sus pies!»
El hombre «rey del universo», «dios del universo», «lugarteniente de Dios», «que ocupa el lugar de Dios». Procrear hijos. Crear una obra de arte. Contribuir a que crezca el trigo o el arroz. Construir un aparato fotográfico o un ordenador. Edificar ciudades. Animar una aldea o una asociación. Planificar la economía. Humanizar la naturaleza. Dios confió todo esto al quehacer del hombre, su obra maestra. ¿Somos HOY capaces de hacer todo esto sin estropear la naturaleza? Evoquemos todos los problemas actuales de la ecología, del medio ambiente. ¿Cómo puedo HOY participar en ese oficio o quehacer que he recibido de Dios?” (Noel Quesson).
"Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno" Es una visión positiva de la creación, la realidad material no es mala sino buena, la idea maniqueísta de que lo corporal es malo, no es bíblica ni cristiana. El tapiz de la creación, de la catedral de Gerona, habla con pinturas de esta realidad teológica: el mundo es bueno, salido de las manos de Dios, y las realidades de nuestro mundo son buenas, no hemos de renegar de nada, ni reprimir, sino –como dice el texto- trabajar el jardín, cuidar de la creación, dar gloria al Creador trabajando con Él en la superación del caos: Dios pone orden, separa, distingue.
2. a) En la historia del sacrificio de Isaac (Génesis 22,1-18) vemos a Dios siempre presente en nuestra historia. Y Dios llama. Escuchemos ahora cómo respondió Abraham a la llamada de Dios, incluso cuando creía que Dios le estaba pidiendo la muerte de su propio hijo. Pero la llamada de Dios nunca es para la muerte, sino para la vida. Los especialistas ven en este texto un resto de la costumbre fenicia y cananea de la inmolación del primogénito. El relato iría contra esta tradición. Dios no quiere sacrificios humanos sino la obediencia de la fe. La tradición judía ve en la disponibilidad de Abraham y de Isaac el hecho fundamental por el cual Dios se comprometerá a salvar a las generaciones venideras. La tradición patrística vio en Isaac el prototipo de Cristo: hijo único ofrecido y recuperado por el Padre.
Creer no es crear ni inventar nada. Creer es fiarse. Fiarse de Dios y de su palabra. Creer no es tampoco empeñarse en saber. No soy yo quien tengo que saber. Creer quiere decir simplemente que Dios lo sabe, aun cuando yo esté a oscuras, y que me ama, aun cuando yo no lo sienta. Es el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe. “En el origen del texto quizá se encuentre un relato de fundación de un santuario. Pero, como fuere, lo que sí hay es una condena explícita de los sacrificios humanos: el pueblo de Israel debe ofrecer a Dios los hijos primogénitos, como debe hacer con las primicias de todo, pero no derramando su sangre. Y la narración tiene también otro objetivo: destacar por encima de todo la fe de Abrahán. Este hombre pone una confianza tan grande en Dios que se dispone a ofrecerle "el hijo único", al que tanto quiere y que es la prenda de la promesa que el mismo Dios le había hecho. No es extraño que los Padres de la Iglesia vieran en Isaac la figura de Jesús, el único y amado de Dios que, éste sí, se ofrece en la cruz” (J. M. Grané).
b) El salmo responsorial que sigue a esta lectura ha sido elegido muy acertadamente (Sal 15). Por otra parte, desde los primeros tiempos de la Iglesia ha sido interpretado como anuncio de la resurrección (Hech 2, 25 29): “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano... y mi carne descansa serena: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción”.
Juan Pablo II nos habló de ello: “el salmo 15 es un cántico luminoso, con espíritu místico… Dios es considerado como el único bien… desarrolla dos temas, expresados mediante tres símbolos. Ante todo, el símbolo de la "heredad", término que domina los versículos 5-6. En efecto, se habla de "lote de mi heredad, copa, suerte". Estas palabras se usaban para describir el don de la tierra prometida al pueblo de Israel. Ahora bien, sabemos que la única tribu que no había recibido un lote de tierra era la de los levitas, porque el Señor mismo constituía su heredad. El salmista declara precisamente: "El señor es el lote de mi heredad. (...) Me encanta mi heredad" (Sal 15,5-6). Así pues, da la impresión de que es un sacerdote que proclama la alegría de estar totalmente consagrado al servicio de Dios”. San Agustín comenta: "El salmista no dice: "Oh Dios, dame una heredad. ¿Qué me darás como heredad?", sino que dice: "Todo lo que Tú puedes darme fuera de ti, carece de valor. Sé Tú mismo mi heredad. A ti es a quien amo". (...) Esperar a Dios de Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de Él nada te puede bastar"”.
“El segundo tema es el de la comunión perfecta y continua con el Señor. El salmista manifiesta su firme esperanza de ser preservado de la muerte, para permanecer en la intimidad de Dios, la cual ya no es posible en la muerte (cf. Sal 6,6; 87,6). Con todo, sus expresiones no ponen ningún límite a esta preservación; más aún, pueden entenderse en la línea de una victoria sobre la muerte que asegura la intimidad eterna con Dios… representación de "todo el ser" de la persona, que no es absorbido y aniquilado en la corrupción del sepulcro (cf. v. 10), sino que se mantiene en la vida plena y feliz con Dios.
El segundo símbolo del salmo 15 es el del "camino": "Me enseñarás el sendero de la vida" (v. 11). Es el camino que lleva al "gozo pleno en la presencia" divina, a "la alegría perpetua a la derecha" del Señor. Estas palabras se adaptan perfectamente a una interpretación que ensancha la perspectiva a la esperanza de la comunión con Dios, más allá de la muerte, en la vida eterna. En este punto, es fácil intuir por qué el Nuevo Testamento asumió el salmo 15 refiriéndolo a la resurrección de Cristo. San Pedro, en su discurso de Pentecostés, cita precisamente la segunda parte de este himno con una luminosa aplicación pascual y cristológica: "Dios resucitó a Jesús de Nazaret, librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio" (Hch 2,24). San Pablo, durante su discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, se refiere al salmo 15 en el anuncio de la Pascua de Cristo. Desde esta perspectiva, también nosotros lo proclamamos: "No permitirás que tu santo experimente la corrupción. Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó -o sea, Jesucristo-, no experimentó la corrupción" (Hch 13,35-37)”.
En el contexto de la lectura de Gn 22 (1-18), la carta a los Hebreos nos indica el camino del doble significado de este acontecimiento: "Abraham pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro" (Hb 11,19). “Si el sacrificio de Isaac, hijo único, nos invita a pensar en el sacrificio del Hijo unigénito del Padre, la salvación concedida a Isaac nos traslada a la resurrección de Cristo. Abraham cree en la palabra de Dios: "Isaac es quien continuará tu descendencia" (Gn 21, 12).
3. Éxodo (14,15-15,1): En esta noche de Pascua, escucharemos ahora el gran relato que marca la historia del pueblo de Israel. Dios no puede soportar la esclavitud de sus hijos, Dios combate junto a ellos contra los poderosos y los opresores. Es este un gran anuncio gozoso. De las lecturas del AT de esta vigilia, ésta es la más importante. Describe el acto fundador del pueblo: el grupo de esclavos llega a ser el pueblo salvado por Dios. La liberación de Dios desemboca en el canto de acción de gracias de todo el pueblo.
a) El texto se relacionó en el NT con la Pascua cristiana: el paso a la vida y a la gracia, por medio del sacramento del Bautismo (cf.1C 10,1-13). Fue la primera Pascua, imagen de la de Cristo que pasó por la muerte y resucitó a la diestra del Padre y ha hecho posible nuestra pascua, que tiene en el Bautismo su inicio pues nos hizo pasar del pecado a la condición de hijo de Dios. La oración que sigue lo expresa así: “Oh Dios, que has iluminado los prodigios de los tiempos antiguos con la luz del Nuevo Testamento: el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal, y el pueblo liberado de la esclavitud imagen de la familia cristiana...”. La salida de Egipto, con el paso del mar Rojo, se describe con un género literario propio. Es el género literario que caracteriza las narraciones de los orígenes de todos los pueblos. Al llegar a la independencia cada pueblo cuenta, en estilo épico, los acontecimientos que le dieron origen; crea sus personajes, sus símbolos y fija el sentido de la fiesta nacional que conmemora el hecho. Cuando Israel intentó elaborar y comprender el sentido de su historia no se remonta ni a Adán, ni a Abraham sino al Éxodo. Sin el Éxodo posiblemente Israel, como pueblo, habría desaparecido de la historia. La lectura del Génesis presenta a Dios creador de todas las cosas, la del Éxodo recuerda la creación de Israel como pueblo elegido a través de una serie de acontecimientos históricos. Las tradiciones de Israel que reconocen este hecho dan de él una interpretación teológica. El paso del mar o el bautismo de Israel marcan una liberación, una salida, un nacimiento. Todas coinciden en presentarlo como una victoria sobre el enemigo del pueblo. El paso del mar Rojo se ha convertido en signo de salvación y en una experiencia profunda de la presencia e intervención de Dios.
- La nube. El yahvista habla de la nube que guía a Israel (es signo de la presencia y providencia de Dios), el elohista precisa que se trata de una nube oscura (es la presencia del Dios misterioso y velado), el sacerdotal asocia la nube a la gloria de Dios (Dios se manifiesta en su poder). Dios ha salvado y creado a su pueblo. Esta es la acción salvífica y redentora por excelencia.
-El paso por el mar o el bautismo del pueblo. Por el paso del mar, Israel ha sido salvado y liberado de los dos grandes enemigos: la esclavitud-Egipto y el mar-poder del mal. Egipto y el mar vinieron a ser para Israel sinónimos de enemigos. Sumergirse en el mar era signo de muerte, pero Yahvé lo ha convertido en signo de liberación y comienzo de una nueva vida. Es el lenguaje de la teología paulina sobre el bautismo. El bautismo tiene un doble efecto: libera del pecado y origina la nueva criatura. Es el bautismo "en la nube y en el mar" (1 Co 10,2) que Jn 3,5 formula diciendo que es nacimiento del "agua y del Espíritu". Los acontecimientos de la historia salvífica son signos de la presencia y actuación de Dios. El Éxodo, como signo y como tipo del triunfo sobre el mal, ha sido leído y releído, interpretado y aplicado a la vida del antiguo y del nuevo pueblo de Israel. El NT ha visto en él el tipo de la creación del nuevo Israel. El bautismo es liberación y creación. Jesús se convierte en el nuevo Moisés que conduce al pueblo hacia la patria. Por el bautismo nos incorporamos a Cristo, nos sumergimos en su muerte y resurrección. En él pasamos por la muerte para llegar a la vida-resurrección porque en Cristo actúa Dios que tiene poder sobre el mal y la muerte. Pero quien se sumerge en sí mismo, para realizar su existencia, se encierra en la muerte (Pere Franquesa).
b) «Entonces Moisés y los israelitas cantaron a Yahvé este canto» (15,1). El paso del Mar de los Juncos (14,15-31) termina con un canto de acción de gracias arcaico o arcaizante. El canto no sólo corona la proeza del Mar de los Juncos, sino que en realidad conmemora toda la epopeya del éxodo hasta la llegada a Jerusalén: «Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad..., en el santuario que fundaron tus manos» (15,17). El texto del cántico, al menos en su última redacción, es una acción de gracias por toda la historia de salvación realizada durante el éxodo y los largos años que van desde la entrada en Canaán (siglo XIII) hasta la conquista de Jerusalén y la edificación del templo por el rey Salomón (siglo X). Muchos años de historia de salvación cabalgan, pues, al ritmo del cántico. Esto significa que es un texto que fue creciendo a medida que se transmitía de generación en generación. La transmisión fue enriqueciendo también los versículos anteriores, el relato del paso del Mar (E. Cortés).
“Dichoso aquel que comprende el significado de los cantos, escribe Orígenes, puesto que nadie canta si no está en fiesta; pero dichoso aún más quien canta el canto de los cantos. Antes es preciso salir de Egipto para poder entonar el primero de los cantos: Cantad a Yahvé, que se ha mostrado de modo glorioso”. El canto del Éxodo formaba parte, sin duda alguna, de la pascua judía. De ella pasó a la liturgia de la primitiva Iglesia. Zenón de Verona nos lo asegura ya en el siglo IV. Baumstark piensa que formaba parte, junto con el cántico de los tres jóvenes, del núcleo primitivo de la vigilia pascual. Por eso la Iglesia, con un instinto seguro, en la reciente reforma litúrgica del oficio de la vigilia pascual lo ha mantenido, justificando el que, a imitación de Orígenes, busquemos en el cántico de Moisés la expresión de la alegría del pueblo de Dios ante el misterio pascual de la salvación de las naciones.
Esta acción de Dios librando a su pueblo de una situación desesperada será a través de los siglos el mayor recuerdo de la historia de Israel: «¿No eres Tú quien secaste el mar, las aguas del profundo abismo, y tornaste las profundidades del mar en camino para que pasasen los redimidos?» (Is 51,10). A orillas del mar Rojo se formó la primera liturgia pascual. Dom Winzem ha podido escribir que «en esta hora nació el oficio divino». Ciertamente se trata de una verdadera liturgia. El coro de las mujeres, repitiendo el estribillo, alterna con el de los hombres, que canta las estrofas. Nosotros lo cantamos todavía en la vigilia pascual, y resonará en adelante, a través de toda la historia de la salvación, en todas las pascuas. Hay algo de extraordinario en esta continuidad, y la liturgia aparece aquí como maestra de doctrina. Nos muestra la fidelidad de Dios que salva a su pueblo. Si la travesía del mar Rojo es una obra admirable de Dios, el Antiguo Testamento nos muestra que Dios realizará en el futuro una obra de liberación mucho más admirable todavía. El mensaje específico del Antiguo Testamento consiste en anunciarnos este suceso. Es esencialmente profecía. Anunciaba Isaías, profeta del nuevo éxodo: «Así habla Yahvé que abre un camino en las nubes, un sendero en las aguas poderosas. No os acordéis más de los acontecimientos pasados y no consideréis ya más las cosas de otro tiempo: he aquí que voy a hacer una maravilla nueva» (Is 43,16-19).
El bautismo pascual nos habla de este preciso momento en que lo imposible se hace posible; el mar se abre; «el muro de lo imposible», de que habla Dostoiesvski, contra el que se choca irremediablemente, se desploma dejando una brecha por donde pasar. Así pues, el medio de escapar, el medio de salvación existe, pero se trata de un milagro en el sentido pleno de la palabra, es decir, de una acción poderosa de Dios que hace lo que era completamente imposible. El canto del éxodo es la exaltación de este milagro, de esta acción imprevisible por la cual, en un mundo perdido, Dios abre un hueco, presenta una salvación y propone así una posibilidad de redención. De igual modo que el mar estaba abierto ante el pueblo israelita, igual que la muerte aparecía ante la mirada de Cristo, así el catecúmeno desciende al agua bautismal, atraviesa el mar y, dejando atrás al faraón y a su armada, al demonio y a sus ángeles, reaparece en la otra orilla. Se ha salvado. Palabra ésta que conviene tomar en su significado concreto y vulgar, como los náufragos escapados del mar que al fin se encuentran en la orilla. «La maldad obstinada del demonio, escribe san Cipriano, puede algo hasta el agua salvadora, pero pierde en el bautismo toda su acción nociva. Es lo que vemos en la figura del faraón que, rechazado, pero obstinado en su perfidia, ésta ha podido llevarle hasta las aguas. Todavía hoy, cuando por los exorcismos ha sido golpeado y burlado afirma una y otra vez que va a marcharse, pero nada hace a este respecto. Sin embargo, cuando se llega al agua bautismal, el diablo ha sido aniquilado, y el hombre ha sido consagrado a Dios, librado por la gracia divina».
A los padres de la Iglesia les gusta describir este momento dramático: el hombre atacado, sin ninguna esperanza humana, no esperando la salvación sino del poder de Dios, viendo una línea salvadora que se dibuja por entre medio de un mar infranqueable. Así Orígenes «Sábete que los egipcios te persiguen y pretenden volverte a poner bajo su servicio, quiero decir los dominadores del mundo y los espíritus malos a quienes tú has servido hasta hoy. Se esfuerzan por perseguirte, mas desciendes a las aguas, y eres salvado. Purificado de las manchas del pecado, te levantas hombre nuevo, dispuesto a cantar un cántico nuevo». Este cántico nuevo es el del éxodo. Como Moisés a orillas del mar Rojo contemplando la salvación a un lado y muerte por otro, Jesús alcanzando la ribera de la resurrección tras haber pasado las aguas amargas de la muerte, da la vida al hombre nuevo vestido de su túnica blanca. Vigilia pascual es liberación en nuestro propio interior, de las almas cautivas. Zenón de Verona nos muestra las iglesias cantando, en coro alternante con las naciones liberadas, el cántico de Moisés: «María que golpea su tamborín es figura de la Iglesia que, cantando un himno con todas las Iglesias que ella ha engendrado, conduce al pueblo cristiano no hacia el desierto, sino hacia el cielo». «Vi como un mar de vidrio mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia y de su imagen y del número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio y tenían las cítaras de Dios, y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del cordero» (Ap 15,2-3). Así, desde las riberas del mar Rojo, a través de todas las etapas de la historia de la salvación, el canto de Moisés extenderá sus ecos de eternidad en eternidades (J. Danielou).
4. Escuchemos en las tres siguientes lecturas la palabra de los profetas. Ellos anuncian al pueblo el amor de Dios, el amor inmenso que jamás falla, que siempre espera. El amor que es más fuerte que todas las infidelidades, que todas las debilidades de los hombres.
a) Canta Isaías ahora la fecundidad de la nueva Jerusalén, nos muestra al pueblo de Israel que, en el exilio, se encuentra en una situación como la de una esposa abandonada. El abandono en que Dios tiene a su pueblo no es más que aparente y "por un instante", porque Él mismo va a recobrar a su pueblo "con gran cariño", ya que le ama "con misericordia eterna" de la que jamás se echará atrás.
“Cierto que Sión fue mujer abandonada y desolada, pero nunca repudiada. Traspasando a Dios los sentimientos humanos de un fiel y celoso esposo herido por las infidelidades de su amada, reconoce que ha caído en un momento de cólera, de depresión y olvido. Pero vuelve los ojos a la tradición bíblica. Recuerda los días de Noé y constata que el castigo es siempre momentáneo en tanto el amor es eterno. Así ahora el destierro babilónico ha pasado mientras la Alianza de paz perdura por siempre. Podrán vacilar los montes y temblar los collados; la palabra de Yahvé, su amor, permanecerá como roca inconmovible. Jamás hombre alguno podría haber imaginado un amor semejante. Cristo lo demostrará experimentalmente dando la vida por su amada, la Iglesia. Y el matrimonio, para que de verdad sea cristiano, deberá ser tan inconmovible como aquello que significa. Este es el ideal, la clara y explícita voluntad de Dios. Podremos no cumplirlo, pero nunca podremos negarlo.
Finalmente, movido el Esposo por la triste situación histórica en que se encuentra la Esposa, prorrumpe en una visión de la Jerusalén celestial cuyas ideas y coloridos se asemejan a las de Ezequiel. Efecto de la presencia luminosa de Yahvé -en esto difiere de todas las mitologías-, cada una de sus piedras preciosas inidentificables para nosotros hoy son de un colorido que reflejan el azul del cielo dorado por un sol de atardecer” (Comentarios de Edic Marova).
-“"El que te hizo te tomará por esposa": El Deutero-Isaías recurre a la imagen sacerdotal, iniciada por Oseas, para expresar la historia de la relación entre Dios e Israel. Por la Alianza, Israel llegó a ser como una esposa para Yahvé; pero la infidelidad la ha convertido en una mujer repudiada, sola y estéril. Ahora, Dios recuerda de nuevo su amor, y aquella situación de repudio que ha significado el destierro, se termina. Ha sido un abandono momentáneo.
-"Con misericordia eterna te quiero": La nueva etapa de amor no tendrá fin. La condición de fidelidad por parte de Israel que exigía el Dt, aquí ni se habla. Es un amor unilateral y que tiene una proyección universal, porque halla su punto de comparación en la alianza con Noé.
- "Mira, yo mismo coloco tus piedras...": Imagen de la ciudad. Dios es su reconstructor y quien garantiza su seguridad. No se parece en nada a la de antes, ahora se reconstruye con piedras preciosas, sin peligro de enemigos y totalmente segura. Se completa así el mensaje esperanzador de un amor eterno, con el de una reconstrucción definitiva de Israel” (Joan Naspleda).
Isaías anticipa la visión del Apocalipsis describiendo la Jerusalén terrena bajo una forma celestial. Encontramos al mismo tiempo el tema de las bodas, de Efesios 5. 25-28, repetido por la Constitución Lumen Gentium.
b) El responsorio, tomado del salmo 29, subraya la acción misericordiosa de Dios que nos ha levantado y ha hecho que vivamos cuando íbamos a la muerte. Nuestro luto se ha trocado en una danza. La oración cierra, actualizándola, esta visión de construcción de la Iglesia: Dios todopoderoso y eterno..., aumenta con tu adopción los hijos de tu promesa, para que la Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y esperaron (Adrien Nocent).
Juan Pablo II comenta la notable finura literaria que se caracteriza por una serie de contrastes que expresan de modo simbólico la liberación alcanzada gracias al Señor. “Así pues, una vez que ha pasado la noche de la muerte, clarea el alba del nuevo día. Por eso, la tradición cristiana ha leído este salmo como canto pascual”. “Las sensaciones oscilan constantemente entre el recuerdo terrible de la pesadilla vivida y la alegría de la liberación. Ciertamente, el peligro pasado es grave y todavía causa escalofrío; el recuerdo del sufrimiento vivido es aún nítido e intenso; hace muy poco que el llanto se ha enjugado. Pero ya ha despuntado el alba de un nuevo día; en vez de la muerte se ha abierto la perspectiva de la vida que continúa. De este modo, el Salmo demuestra que nunca debemos dejarnos arrastrar por la oscura tentación de la desesperación, aunque parezca que todo está perdido”.
5. a) Isaías 55,1-11: “Venid a mí, y viviréis”. Al final del libro del Deutero-Isaías (cc. 40-55) vuelve a salir el tema de la palabra. Primero con el grito del vendedor ambulante (v 1-2); viene después una síntesis del mensaje del profeta: un nuevo pueblo, un nuevo David, una nueva Alianza (v 3-5); concluye con la afirmación de la certeza y la eficacia de la palabra de Dios (v 6-11). La mención del trigo y del vino tiene para los oídos cristianos resonancias eucarísticas.
Allí mismo donde las circunstancias parecen contrariar el plan de Dios, Dios realiza su obra. Cuando el hombre considera su pecado demasiado grande para ser perdonado, Dios revela un pensamiento que rebasa las normas de la justicia humana y de esa forma permite la conversión del peor de los pecadores.
-Esta lectura está encabezada y dominada por la llamada de Dios a acercarse a Él todos los que están sedientos. Él va a llenarlos con sus dones: trigo, vino y leche, símbolos de la abundancia de la tierra prometida. Dones que se orientan al don fundamental: la vida. "Venid a mí y viviréis". Esta plenitud de vida se obtiene entrando a formar parte de la Alianza con Dios en Jesucristo. Se trata de un don totalmente gratuito, que no hemos pagado ni podremos pagar.
-El profeta Isaías cree en la fuerza de la Palabra de Dios, que no volverá a Él sin haber cumplido su encargo. Su encargo es crear de la nada un pueblo nuevo. Esta Palabra de Dios se muestra cada día viva, activa, eficaz. La Eucaristía se realiza por el poder de esta misma Palabra de Dios (J. Roca).
El agua y la palabra son sacramentos eficaces, y transforman al pecador en criatura nueva. Y se nos invita a encontrar al Señor mientras Él se deja encontrar, a invocarle mientras está cerca, a abandonar nuestros caminos y volver al Señor. La palabra convierte y el agua alimenta al que ha decidido seguir la palabra. Entramos, pues, en relación vital con Dios y nos hacemos conscientes de que nuestra vida depende del agua que nos ofrece y de la palabra eficaz que nos dirige.
b) El responsorio está tomado del mismo Isaías (12, 2... 6); es una exaltación jubilosa por lo que el Señor nos ofrece: El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
La oración conclusiva recuerda que el Señor quiso anunciar por la voz de los profetas lo que hoy se cumple, y añade: ...atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia (Adrien Nocent).
6. a) La figura de Baruc, el secretario del profeta Jeremías, fue objeto de varias leyendas. Según una de ellas, después de acompañar a Jeremías a Egipto y de la muerte de éste, se trasladó a Babilonia, entre los desterrados. No es extraño, pues, que un libro tardío (de los siglos II o I a C), que aparenta situarse en tiempos del exilio, lo acoja como autor.
Veo ahí la llamada divina, que nos muestra la vocación, la auténtica vida y la felicidad. Se trata de mantenerse fieles a la Palabra o Sabiduría de Dios, que Él dio a Israel y quedó plasmada en la ley y "los mandatos de Dios". El texto es una exhortación a avanzar por este camino de fidelidad a Dios, puesto que cuando Israel se ha apartado de él, le han sobrevenido los mayores desastres (José Roca). Esta Sabiduría, fuente de vida, va de la mano de la Palabra eficaz, que hace “hablar” las estrellas, imagen de cómo hemos de seguir la vida nueva en el agua y en el Espíritu. "Ella es el libro de los mandamientos de Dios y cuantos la guarden vivirán". Se trata, pues, de volver a ella y de caminar hacia su resplandor. Este es el privilegio del bautizado.
b) El salmo 18, propuesto como responsorio, nos hace cantar: La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Esta sabiduría que ha de guiar a los bautizados la pide insistentemente al Señor la oración conclusiva: defiende con tu constante protección a cuantos purificas en el agua del bautismo (Adrien Nocent).
7. a) Por su modo de actuar, Israel se ha alejado de Dios: ésta es la causa por la que le han sobrevenido el destierro y la dispersión. Sin embargo, el Señor va a reunir de nuevo a su pueblo, no porque Israel lo merezca o haya cambiado de actitud, sino "por mi santo nombre". La acción de Dios será una transformación profunda que llegue al corazón de cada persona a fin de formarse un pueblo fiel que le reconozca como único Dios y Señor. Esta transformación es básicamente fruto de la presencia del Espíritu de Dios simbolizado por el agua que purifica y renueva (José Roca). “Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo”. Dios establece una alianza nueva. La pureza ya no será ritual o externa, sino interior. El corazón, centro íntimo de las decisiones, será renovado por Dios, que dará su espíritu para que la actuación sea fruto de una convicción profunda que nazca de la comunión con Dios (J. M. Grané). -Corazón nuevo, espíritu nuevo. Nuestra división interior debida a nuestras infidelidades, pero por otra parte la benevolencia divina que, por su nombre y para glorificarlo por la profanación de que es objeto, quiere reunirnos formando un pueblo como quiso reunir a su nación, es el tema esencial de esta lectura. Pero esta vez no sólo se reunirá a la nación judía: el Señor reúne a hombres de todas las naciones. Los reúne de todos los países y los transforma, derramando sobre ellos un agua que purifica y da un corazón y un espíritu nuevos. El Señor infunde en ellos su Espíritu, y ahí están unos hombres capaces de seguir su ley y de observar sus mandamientos y ser fieles a ellos. Habitarán en el país que Dios les dará; ellos serán su pueblo y Él será su Dios. El texto no necesita más comentario. Tan claramente se aplica a los bautizados de esta Noche y a todos los cristianos unidos en un solo cuerpo por la misma agua bautismal, que sería inútil enturbiar con explicaciones superfluas este texto inspirado. Pero también aquí subrayamos la manera como utiliza la liturgia el texto. Este texto en sí no predice el bautismo cristiano; sin embargo, nadie encontrará que la Iglesia lo traiciona al servirse de él, como lo hace, para su catequesis bautismal. La Iglesia canta la iniciativa de Dios, que se compadece de los hombres y que los salva purificándolos. El Señor es quien purifica, como Él es quien creó. Nosotros, al ser así purificados, recibimos un don del Espíritu (Rm 5,5). En las palabras que siguen se expresa todo el dinamismo pascual: "Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos... Justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvados de la cólera" (Rm 5, 6 ...9). Somos hombres nuevos, tema que repetirá san Pablo (Ef 4, 24) y que san Juan hace desarrollar a Jesús, en su entrevista con Nicodemo: "nacer de agua y de Espíritu" (Jn 3).
b) Dos salmos se proponen como responsorio tras esta admirable lectura; ambos expresan un encuentro con Dios que hace vivir (Sal 41) y que purifica renovando (Sal 50). El salmo 41 recuerda el ritual bautismal de entrada al altar de Dios, después de haber sido apagada la sed del catecúmeno; mientras que el salmo 50 pide al Señor que cree en nosotros un corazón puro y que nos devuelva la alegría de nuestra salvación.
Tres oraciones conclusivas se ofrecen a la libre elección: La tercera, utilizada cuando hay algún bautismo, expresa de la mejor manera la aspiración de todo hombre creyente (Adrien Nocent).
- Juan Pablo II comentaba sobre el salmo 41: “Una cierva sedienta, con la garganta seca, lanza su lamento ante el desierto árido, anhelando las frescas aguas de un arroyo... En ella podemos ver casi el símbolo de la profunda espiritualidad de esta composición, auténtica joya de fe y poesía. En realidad, según los estudiosos del Salterio, nuestro salmo se debe unir estrechamente al siguiente, el 42, del que se separó cuando los salmos fueron ordenados para formar el libro de oración del pueblo de Dios. En efecto, ambos salmos, además de estar unidos por su tema y su desarrollo, contienen la misma antífona: "¿Por qué te acongojas, alma mía?, ¿por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío" (Sal 41,6.12; 42,5). Este llamamiento, repetido dos veces en nuestro salmo, y una tercera vez en el salmo que le sigue, es una invitación que el orante se hace a sí mismo a evitar la melancolía por medio de la confianza en Dios, que con seguridad se manifestará de nuevo como Salvador… la cierva sedienta es el símbolo del orante que tiende con todo su ser, cuerpo y espíritu, hacia el Señor, al que siente lejano pero a la vez necesario: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Sal 41,3). En hebreo, una sola palabra, nefesh, indica a la vez el "alma" y la "garganta". Por eso, podemos decir que el alma y el cuerpo del orante están implicados en el deseo primario, espontáneo, sustancial de Dios (cf. Sal 62,2). No es de extrañar que una larga tradición describa la oración como "respiración": es originaria, necesaria, fundamental como el aliento vital”. Orígenes explicaba que la búsqueda de Dios por parte del hombre es una empresa que nunca termina, porque siempre son posibles y necesarios nuevos progresos: "Los que recorren el camino de la búsqueda de la sabiduría de Dios no construyen casas estables, sino tiendas de campaña, porque realizan un viaje continuo, progresando siempre, y cuanto más progresan tanto más se abre ante ellos el camino, proyectándose un horizonte que se pierde en la inmensidad".
Hay como tres actos, el primero (cf. Sal 41,2-6) “expresa la profunda nostalgia suscitada por el recuerdo de un pasado feliz a causa de las hermosas celebraciones litúrgicas ya inaccesibles: "Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta" (v. 5). "La casa de Dios", con su liturgia, es el templo de Jerusalén que el fiel frecuentaba en otro tiempo, pero es también la sed de intimidad con Dios, "manantial de aguas vivas", como canta Jeremías (Jr 2,13). Ahora la única agua que aflora a sus pupilas es la de las lágrimas (cf. Sal 41,4) por la lejanía de la fuente de la vida. La oración festiva de entonces, elevada al Señor durante el culto en el templo, ha sido sustituida ahora por el llanto, el lamento y la imploración… (Tras un segundo acto que no entra en la selección que hoy leemos, donde se ve que el alma está alejada de la ciudad santa), sigue: “Frente a estos labios secos que gritan, frente a esta alma atormentada, frente a este rostro que está a punto de ser arrollado por un mar de fango, ¿podrá Dios quedar en silencio? Ciertamente, no. Por eso, el orante se anima de nuevo a la esperanza (cf. vv. 6 y 12). El tercer acto, que se halla en el salmo siguiente, el 42, será una confiada invocación dirigida a Dios (cf. Sal 42, 1.2a.3a.4b) y usará expresiones alegres y llenas de gratitud: "Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, de mi júbilo"”.
- Juan Pablo II también decía sobre el “Miserere”, una de las oraciones más célebres del Salterio, el más intenso y repetido salmo penitencial, el canto del pecado y del perdón, la más profunda meditación sobre la culpa y la gracia: “La tradición judía puso este salmo en labios de David, impulsado a la penitencia por las severas palabras del profeta Natán (cf. Sal 50,1-2; 2 S 11-12), que le reprochaba el adulterio cometido con Betsabé y el asesinato de su marido, Urías. Sin embargo, el salmo se enriquece en los siglos sucesivos con la oración de otros muchos pecadores, que recuperan los temas del "corazón nuevo" y del "Espíritu" de Dios infundido en el hombre redimido, según la enseñanza de los profetas Jeremías y Ezequiel (cf. Sal 50,12; Jr 31,31-34; Ez 11,19; 36,24-28)... Sin embargo, si el hombre confiesa su pecado, la justicia salvífica de Dios está dispuesta a purificarlo radicalmente. Así se pasa a la segunda región espiritual del Salmo, es decir, la región luminosa de la gracia (cf. vv. 12-19). En efecto, a través de la confesión de las culpas se le abre al orante el horizonte de luz en el que Dios se mueve. El Señor no actúa sólo negativamente, eliminando el pecado, sino que vuelve a crear la humanidad pecadora a través de su Espíritu vivificante: infunde en el hombre un "corazón" nuevo y puro, es decir, una conciencia renovada, y le abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto agradable a Dios”. Orígenes habla de una terapia divina, que el Señor realiza a través de su palabra y mediante la obra de curación de Cristo: "Como para el cuerpo Dios preparó los remedios de las hierbas terapéuticas sabiamente mezcladas, así también para el alma preparó medicinas con las palabras que infundió, esparciéndolas en las divinas Escrituras. (...) Dios dio también otra actividad médica, cuyo Médico principal es el Salvador, el cual dice de sí mismo: "No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos". Él era el médico por excelencia, capaz de curar cualquier debilidad, cualquier enfermedad".
“En el Miserere, encontramos una arraigada convicción del perdón divino que "borra, lava y limpia" al pecador (cf. vv. 3-4) y llega incluso a transformarlo en una nueva criatura que tiene espíritu, lengua, labios y corazón transfigurados (cf. vv. 14-19). "Aunque nuestros pecados -afirmaba santa Faustina Kowalska- fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón... El resto lo hará Dios. Todo comienza en tu misericordia y en tu misericordia acaba"”
8. a) Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más. Cristo murió, pero ahora vive por siempre. A la pregunta de si el cristiano puede permanecer en una vida de pecado (cf. 6,1), Pablo responde con una negación rotunda. Basa su afirmación en la asociación del cristiano en la muerte y resurrección de Cristo: la muerte es un hecho único y pasado que ha eliminado, de una vez para siempre, en el cristiano al "hombre pecador". El cristiano debe esforzarse en poner en práctica este principio fundamental, de modo que el pecado no domine ya más en él: su vida está en Dios. De esta realidad nace la vida del cristiano: el cristiano está muerto al pecado, pero vive para Dios en Jesucristo.
*A los ojos de san Pablo, el bautismo nos une a la muerte de Cristo en el sentido de que nos hace adherirnos al Padre y no ya a nosotros mismos, y también en el sentido de que es el rito mediante el cual significamos nuestro deseo de realizarnos en nuestro futuro de hombres, realizándolo en la comunión con Dios (vv. 3-6). Nuestro bautismo se asemeja además a la muerte de Cristo (v. 11) en el sentido de que nos coloca en las mismas posiciones suyas y bajo la influencia de la misma iniciativa salvífica del Padre. Morir con la misma disponibilidad de uno respecto al otro es vivir de la vida misma de Dios, y eso nos lo proporciona ya el bautismo.
**Además, al beneficiar al cristiano de la muerte al pecado, el bautismo le permite participar en el plano de vida de Dios, viviendo ya, incluso abocado a la muerte, de una vida nueva donada por Dios (vv. 4-5). Reorientado ya por su bautismo en esa vida nueva, el cristiano puede considerar la muerte como un hecho pasado: el que ha muerto está liberado del pecado (v. 7; cf. Col 3. 3; Rm 6. 10-11). Ahora bien, el cristiano bautizado ha pasado ya por lo esencial de la muerte: esa muerte espiritual del pecado, y ya ha salido gracias a la intervención de Dios...
Estamos ya muertos "con él" (v. 3), estamos ya enterrados "con él" (v. 4), vivimos ya "con él" una vida nueva (v. 5)..., cinco veces aparece la palabra "con" en estos pocos versículos para que el cristiano tome conciencia de que el bautismo ya le ha sumergido en el proceso que le conduce a la resurrección. La muerte natural no puede comprometer el desarrollo de un proceso que hace penetrar cada vez más en nuestros miembros una vida divina, a la medida de nuestra imitación del servicio, del desprendimiento de uno mismo, del amor que constituyen las características de la muerte del Hombre-Dios y de la vida de Dios (Maertens-Frisque).
b) Compuesto para la liturgia hebrea, este salmo recibe un puesto destacado en la cristiana, que encuentra reflejados en él los misterios redentores de la vida de Cristo (lo comentaremos también en la Misa del domingo, que también se lee). Los enemigos de Cristo le rodearon como avispas -la cohorte enviada por los pontífices y fariseos con linternas, antorchas y armas- y le prendieron en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús los rechazó: 'En cuanto les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron.' Pero los rechazó también -y en un sentido más pleno- aguardando el momento preciso de su Resurrección en el amanecer de aquel Domingo en el que abatiría a sus enemigos: el Demonio, el pecado, la muerte. El Señor es mi fuerza y mi energía, Él es mi salvación (v. 4), dice Jesús, refiriéndose a su Padre. Él le dará la Resurrección y este hecho suscitará entre los cristianos incesantes clamores de júbilo, de los cuales nuestra voz es hoy un eco gozoso. Ya antes que nosotros, los primeros en predicarlo fueron los Apóstoles. Ellos propagaron lo que es naturalmente increíble. Dieron como prueba de una doctrina misteriosa un misterio tan incomprensible como ella: el primer sepulcro que ha engendrado un muerto a la inmortalidad. Ningún sepulcro brilla como el vacío de Jesús. Este hecho habrá de orientar hacia el cielo la vida de los hombres. No caben sermones sin esta noticia, maravillosa a la vez por verdadera e inverosímil (Noel Quesson).
9. Mc 16,1-8: Marcos recoge el protagonismo de las mujeres en las primeras experiencias pascuales. No pensaban en la resurrección, pero amaban al difunto. No pensaban en la losa, pero amaban al que estaba detrás de ella. No pensaban en los problemas y dificultades que podrían originarse, pero amaban por encima de todo al que un día solucionó todas sus dificultades. Caminan muy de temprano, «al salir el sol», guiadas sólo por su corazón. Habían recabado los aromas. Pasaron la noche del sábado vigilantes. Después, sin decir nada a los discípulos, corren hacia donde su corazón les lleva. Y cuando empiezan a pensar en la piedra, se dan cuenta de que ya no existe tal piedra, que la tumba está vacía, que en aquel huerto todo ha florecido, que allí se aspira un perfume incomparablemente mejor que el que ellas llevan, que hay un sol a la puerta del sepulcro. Y se estremecieron y se asustaron, «y salieron corriendo, temblando de espanto», y se quedaron mudas, las pobres, «por el miedo que tenían». No era para menos. Marcos se queda ahí, en esa primera impresión ante el misterio. Después, todo se iría serenando, y el miedo daría paso a la alegría, y sus labios se abrirían para dar el testimonio: que la tumba estaba vacía y que todas las losas de los sepulcros no son nada, ni sirven para nada (“Caritas”).
Los cuatro evangelistas siguen un esquema en tres fases al poner a nivel de catequesis el mensaje de la resurrección de Jesucristo: 1) el signo del sepulcro vacío; 2) la aparición a algunos discípulos; 3) el encuentro con el colegio apostólico. Dentro de este esquema, redactan con independencia.
1) El sepulcro, abierto y sin cadáver, sirve de marco y de «signo» a la proclamación inaugural del mensaje: «Jesús ha resucitado». El mismo "Jesús de Nazaret" vuelve a Galilea. Identidad. Continuidad. Esta revelación, como una primicia, se orienta a un encuentro con «los discípulos y Pedro», en Galilea (= 14,28). Pero Marcos deja la narración en suspenso.
2) Apariciones a discípulos en particular. El autor de la «conclusión» canónica comienza con un resumen de tradiciones recogidas por Juan (María Magdalena: 20,1.11-18) y Lucas (los de Emaús: 24,13-35). Acentúa la dificultad que tenían los apóstoles para aceptar el hecho de la resurrección.
3) Del encuentro con el colegio apostólico, el autor hace una teología de la misión: a) v 14: los apóstoles, testimonios directos del resucitado. Da relieve a este tema su obstinación en «no creer» por las experiencias de los demás; b) v 15: la misión es confiada por el "Señor Jesús", con un tono imperativo que otorga el deber (y, por tanto, el derecho) absoluto de los discípulos. Universalidad que, en dimensión de tiempo, incluye la perennidad. El estilo será de proclamación (verbo «kerysso» = pregonar en el nombre y con la autoridad del Señor). Su contenido es el evangelio (el «anuncio gozoso»): palabra-clave de toda la obra, doctrina y vivencia personal de Jesús; c) v 16: la fe (= la aceptación vital del evangelio), sellada con el bautismo, camino y condicionamiento de la salvación escatológica; d) v 17: los signos que iluminan a la comunidad de los creyentes.
Marcos finaliza con un epílogo (vv 19-20), que es un reflejo de los «Hechos de los Apóstoles»: la ascensión del Señor Jesús, glorificado en el cielo y, al mismo tiempo, su presencia eficaz en el ministerio de los discípulos por toda la tierra. El evangelio-misión forja la vida de la Iglesia. Se va haciendo historia salvífica, hasta el retorno de Cristo (I. Goma).