martes, 19 de agosto de 2025

15 de agosto, Asunción de santa María: nuestra victoria final está representada en la Virgen, ella posee ya en plenitud lo que nosotros vivimos en la esperanza

 

15 de agosto, Asunción de santa María: nuestra victoria final está representada en la Virgen, ella posee ya en plenitud lo que nosotros vivimos en la esperanza

 

A.    Lecturas

1. Apocalipsis 11,19a;12,1-6a.10ab. Se abrieron las puertas del templo celeste de Dios y dentro de él se vio el Arca de la Alianza.

Hubo rayos y truenos y un terremoto: una tormenta formidable.

Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba encinta, le llegó la hora, y gritaba entre los espasmos del parto.

Apareció otro portento en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernosy siete diademas en las cabezas.

Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra.

El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera.

Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos.

Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. Mientras tanto la mujer escapaba al desierto.

Se oyó una gran voz en el cielo: «Ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando de su Mesías».

 

2. Salmo 44,11.12ab.16. R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro.

Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna.

Prendado está el rey de tu belleza; póstrate ante él, que él es tu señor.

Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.

 

3. I Corintios 15,20-26. Hermanos: Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto; primero Cristo como primicia; después, cuando él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios «haga de sus enemigos estrado de sus pies».

El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque dice la Escritura: «Dios ha sometido todo bajo sus pies».

 

4. Lucas 1,39-56. En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

María dijo: -Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-, en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

B.     Comentario:

1.«Apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida del sol...»

Este pasaje del Apocalipsis es clave para la iconografía y doctrina sobre María, particularmente en su Asunción. La imagen de la mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas y en lucha contra el dragón es símbolo de la Iglesia, pero también, en la tradición mariana, se aplica a la Virgen, que engendra al Mesías.

  • María aparece como figura escatológica, Madre del Mesías, protegida por Dios, perseguida por el mal (dragón), y finalmente glorificada.

2. Este salmo nupcial, usado tradicionalmente para la liturgia mariana, presenta a la Reina al lado del Rey, bellamente adornada. En la solemnidad de la Asunción se aplica a María, Reina del cielo y Madre del Rey del universo.

·         El salmo canta la glorificación real de la Virgen, su intimidad con el Hijo y su llamado a dejar la tierra para unirse plenamente a Dios.

·         María, "la nueva Eva", escucha, se entrega, es exaltada: se convierte en modelo del alma fiel que se une a su Señor.

"La presencia de María expande la alegría... Qué regalo más hermoso nos devuelve hoy el cielo con el canto de María" (Josep Alegre).

  • La victoria de la mujer es la victoria de Dios, que "arrebata" al Hijo al trono celestial y protege a la Madre.
  • En el contexto de la Asunción, la mujer representa a María glorificada, imagen del triunfo de la gracia sobre el mal y de la esperanza de toda la humanidad redimida.

3. Pablo nos introduce en la lógica pascual: Cristo resucitado es la garantía de nuestra resurrección. María, como la más unida a Cristo, participa plenamente ya de esa gloria.

·         La Asunción de María no es una excepción sino una anticipación: en ella se cumple lo que se nos promete.

·         María ha sido asunta al cielo como primicia de la redención total, como la primera discípula y figura de la Iglesia futura.

·         Esta lectura da fundamento doctrinal a la esperanza en la vida eterna y la resurrección corporal.

"Cristo el primero, después... los que son de Cristo.

4. El Magníficat es el canto de María al Dios que exalta a los humildes. Esta escena de la Visitación destaca su fe, caridad y humildad.

·         María camina con prontitud, visita, sirve, es la portadora de Cristo y la primera evangelizadora.

·         Isabel reconoce en ella a la Madre del Señor y la fe de quien ha creído. La Asunción es el fruto de esa fe obediente.

·         El Magníficat revela el corazón de María, que vive centrada en Dios, en actitud de alabanza, abierta al plan divino.

Su humildad la hace bienaventurada... el valor de la vida no depende de las empresas grandes sino de la aceptación fiel de la voluntad de Dios.

La Asunción no es solo un privilegio de María, sino también una esperanza cierta para nosotros. Ella ya posee en plenitud lo que nosotros creyentes tenemos sólo en la esperanza... Pidámosle hoy que nos ayude a seguir el camino que nos muestra.

«Hoy —dice san Bernardo— sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes». Y añadirá estas preciosas palabras: «¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad —que es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. 

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